Pregón de Exaltación 500 Años, Soledad by Archicofradía de la Soledad

PREGÓN DE EXALTACIÓN 500 ANIVERSARIO DE LA MUY ANTIGUA Y VENERABLE ARCHICOFRADÍA DE NTRA. SRA. DE LA SOLEDAD Y MADRE DE DIOS, SANTO SEPULCRO, NTRO. PADRE JESÚS DE LA COLUMNA Y STMO. CRISTO DEL MAYOR DOLOR DE ARCHIDONA (MÁLAGA)

EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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En el nombre de Dios Todopoderoso y de la bienaventurada virgen preciosa Nuestra Señora Santa María, su Madre, amen. Sepan cuantos esta carta de testamento vieren como yo, Alonso de Sevilla, vecino que soy de la villa de Archidona, estando enfermo del cuerpo y sano de la voluntad y en mi seso y entendimiento, y cumplida memoria tal que plego a Dios Nuestro Señor que me la ha de dar, y creyendo firmemente en la santa y verdadera en nombre de partida Trinidad, Padre e Hijo, y Espíritu Santo tres personas y un solo Dios verdadero glorioso que vive y reina por siempre sin fin, y a honra y alabanza suya y de la bienaventurada Virgen preciosa Nuestra Señora Santa María su Madre, que yo la tengo por señora y por abogada en todos mis hechos, y de todos los Santos y Santas de la corte celestial, temiéndome de la muerte que es natural, de la que criatura alguna no se puede excusar según lo que el mejor remedio que la persona puede hacer es echar escritura ordenando su postrema voluntad, por ende otorgo y conozco que hago y ordeno este mi testamento y las mandas en él contenidas, por el cual muestro la mi postrema voluntad por el cual mando primeramente mi anima a Dios Nuestro Salvador que la hizo y creo, y por su preciosa sangre la redimo, y a Nuestra Señora Santa María, su Madre

Así comienza el testamento del vecino de Archidona Alonso de Sevilla, que dispone y ordena lo que a su muerte debía hacerse con su patrimonio y que contiene el siguiente legado:

Otrosi, mando para la cera de Nuestra Señora Madre de Dios una fanega de trigo en limosna porque los hermanos de ella me honren el día de mi enterramiento. Así consta en el Archivo Histórico de Archidona, legajo nº 1 de la Sección de Protocolos Notariales, correspondiente al escribano Pedro de Carmona

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que suscribe el mencionado documento en unión del vecino otorgante y que concluye del modo siguiente:

Que es fecha y paso en la dicha villa de Archidona estando en las casas de la morada del dicho Alonso de Sevilla, jueves ocho días del mes de septiembre año del Nacimiento de Nuestro Salvador Jesús Cristo de mil y quinientos y trece años.

Así fue como comenzó a escribirse nuestra historia, la de una Archicofradía que un 8 de septiembre de 1513 era ya una patente realidad, la de una hermandad que durante el presente ejercicio cofrade conmemora cinco siglos de existencia, más de 500 años de vida fraterna, situando a nuestra Semana Santa entre las más señeras de Andalucía, y a Archidona entre los pueblos de mayor raigambre pasionista.

Reverendo Cura Párroco, Sr. Alcalde-Presidente del Ilustre Ayuntamiento de Archidona, Sr. Hermano Mayor de la Venerable y Muy Antigua Archicofradía de Ntra. Sra. de la Soledad y Madre de Dios, Santo Sepulcro, Nuestro Padre Jesús de la Columna y Stmo. Cristo del Mayor Dolor; Sr. Hermano Mayor de la Cofradía de la Stma. Virgen de Gracia, Sr. Presidente de la Agrupación de Cofradías, Hermanas y Hermanos Mayores de las Cofradías de pasión y gloria, cofrades, amigos. Me siento extraordinariamente honrado, sumamente feliz con este regalo que mi Cofradía dijo de hacerme cuando dispuso nombrarme pregonero en su quinientos aniversario. Sean pues mis primeras palabras de gratitud, de eterno agradecimiento hacia quienes depositasteis en mi una confianza que espero no defraudar. Gracias a ti también, Paco, por el aprecio que me muestras, por estar conmigo en este nuevo lance cofrade. EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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A mis hijos, María del Carmen, Eduardo Ángel y Emilia llamados a continuar esta preciosa historia que ya cuenta 500 años

Cuando el 28 de julio de 1462 el I Conde de Ureña, Don Pedro Girón, reconquista el hasta entonces inexpugnable bastión de la que antaño llegara a ser capital de la Cora de Rayya, Archidona se bautiza cristiana. Comienza una nueva vida bajo el patronzazo y devoción de la que en Gracia nos fue entregada. Sus nuevos pobladores, venidos con el gran maestre de Calatrava, ocuparon primero el recinto amurallado y más tarde -cuando definitivamente despareciera la amenaza musulmana- los arrabales ya existentes de la que estaba llamada a ser villa baja, embrión de la ciudad que hoy conocemos. Sobre la mezquita que coronaba el más importante manantial de agua existente extramuros se erigió una iglesia, la actual Parroquia de Santa Ana, cobijo espiritual de quienes siendo hermanos de credo se encontraban sin el auxilio material que los vínculos de sangre proporcionan, huérfanos en la distancia que en aquellos tiempos suponía tener las familias a varias semanas de camino, allá en tierras de Castilla y León de donde buena parte de ellos provenían, de ciudades como Zamora, Toro, Aranda, Miranda, Medina, Astorga, Segovia, o de territorios algo más cercanos como las manchegas villas de Alcaraz, Mora, Bolaños, Argamasilla, o de las extremeñas Trujillo, Alcántara, o de las de una Andalucía años antes conquistada como Linares, Arjona, Siles, Montilla, Luque, Espejo, Córdoba, o Sevilla, ciudad ésta de la que tomó su apellido el primer cofrade archidonés conocido, que respondía al nombre de Alonso y que a bien tuvo dejar en testamento a la Hermandad de Nuestra Señora Madre de Dios, una fanega de trigo en limosna para la cera con que sus hermanos debían honrarle el día de su enterramiento.

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De los primeros 50 años de vida cristiana en Archidona no tenemos testimonio escrito. Siendo de 1513 los legajos más antiguos que se custodian en el Archivo Histórico Municipal debemos acudir a otro tipo de fuentes para imaginarnos la vida de la primera generación de archidoneses, aquella que puso la simiente de la que es nuestra actual idiosincrasia semana santera. Los pobladores de la nueva Archidona trajeron consigo sus costumbres y tradiciones, imponiendo su práctica en un territorio recién reconquistado. Sabemos del afán de los Reyes Católicos por extender su dominio a todos los reinos de la península ibérica, procurando su unificación religiosa en torno al catolicismo y que finalmente terminara con la expulsión de judíos en 1492 y un siglo después con los de los moriscos en 1609. Como también sabemos que camino de la reconquista de Vélez Málaga, Isabel y Fernando vivieron el Viernes Santo de 1487 en nuestra tierra. Existe constancia documental de algunas de las tradiciones y costumbres que traerían consigo aquellos repobladores, como las de Zamora donde se organizaban ya en el siglo XIII desfiles procesionales en torno a los claustros y calles adyacentes de los monasterios y conventos; o la de Medina del Campo lugar en el que está contrastado que fue el dominico San Vicente Ferrer quien en 1411 instituyó la primera procesión que representó la Pasión de Cristo por sus calles. Entonces, como aun ahora, se trataba de mostrar al pueblo con una marcada intención didáctica y espiritual, los pasajes de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. La Semana Santa se configuró como un valioso catecismo que transmitía de forma impactante el mensaje cristiano a una población mayoritariamente analfabeta.

En ese contexto surgió la primera cofradía archidonesa, la Hermandad de Nuestra Señora Madre de Dios, asociación cristiana con fines sociales relacionados a la vida y muerte, organizada para el culto cristiano y la EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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práctica de la ayuda social a sus miembros y otras personas mediante la caridad y atención cristiana, asistencia y apoyo económico, la realización de la beneficencia corporativa así como el socorro a pobres y enfermos a los que atendía en un hospital de su propiedad. Era una verdadera hermandad, una entidad que aglutinó a semejantes sin relación de parentesco, convirtiéndolos como hijos de un mismo Dios verdadero en hermanos de fe, personas que se auxilian y socorren recíprocamente cuando lo necesitan, cuando así lo demanda una adversidad física, económica o espiritual. Unos a otros se dan consuelo, se reconfortan, sintiéndose así miembros de una misma familia. Una hermandad que se constituyó en torno a la advocación de Nuestra Señora Madre de Dios, a la que rendía culto para mayor loa y alabanza de quien sin pecado original engendró y dio a luz al Hijo de Dios. Una imagen que en 1515 ya era venerada en Archidona como lo verifica el gasto en cera que la cofradía debía acometer y al cuál quiso contribuir Alonso de Sevilla mediante la entrega de una fanega de trigo como limosna. A imagen y semejanza de la Cofradía de la Madre de Dios, surgieron en Archidona durante aquellos años la Hermandad de las Ánimas del Purgatorio y la Hermandad de la Soledad de Nuestra Señora, ambas con el fin de auxiliar a sus hermanos en sus últimas necesidades espirituales, entierros y posteriores misas; presentando la de Ánimas del Purgatorio la particularidad de promover una comunidad de oración en favor de dichas almas, con especial atención a los ajusticiados y a los forasteros pobres a los que procuraban entierro digno.

Estas tres Hermandades, la de Madre de Dios, la Soledad de Nuestra Señora y la de Ánimas del Purgatorio, decidieron unirse bajo un mismo cetro tal y como se verifica en los documentos del Archivo local de EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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Protocolos en los que de forma regular aparecen ya agrupadas durante la primera mitad del siglo XVI.

Durante dicha centuria surge un movimiento reformista que busca un cristianismo más auténtico. Son fruto de la presencia del mensaje de Erasmo de Rotterdam que se resume en un predominio de las virtudes de sencillez, intimidad, humildad, caridad y amor, de vuelta al espíritu evangélico. Son el efecto de los grandes predicadores que recorren España durante aquella centuria como San Juan de Ávila, conocido como el apóstol de Andalucía. Son fruto, en definitiva, del Concilio de Trento celebrado entre 1545 y 1564, como parte del espíritu de la Contrarreforma que da una especial importancia a las invocaciones y devoción de las reliquias, de los santos y de sus imágenes. Surgen entonces las cofradías pasionistas que buscan contemplar la Pasión y Muerte de Cristo y la imitación pública del dolor mediante la penitencia pública. Es así como la por aquel entonces ya nombrada Hermandad de la Soledad de Nuestra Señora, Madre de Dios y Ánimas del Purgatorio, incorpora a sus fines esta nueva misión catequética, encargando en 1578 al imaginero Diego de Vega un Crucificado, una imagen de Nuestra Señora, un sepulcro, tres pares de parihuelas y una cruz con su custodia, en el precio total de 32 ducados. Los enseres que acompañan a dicho encargo evidencian el claro propósito de procesionar las imágenes así como el de incorporar desde un primer momento a la liturgia cofrade del Viernes Santo nuestro Pregón del Descendimiento.

Nuestro crucificado, conocido como Cristo del Santo Sepulcro o del Descendimiento, es una talla de cuerpo entero, técnicamente de gran calidad, que presenta la particularidad de sus brazos articulados, lo que le permite adoptar la posición de Cristo yacente. Llama la atención su rostro, algo fruncido y amoratado, reflejo fiel del sufrimiento físico padecido; su EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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boca y ojos entreabiertos nos hacen pensar que aun vive evocando así su pronta resurrección; su descolgada cabeza nos confirma su defunción. La serenidad que su figura transmite nos habla de la aceptación de su fatal desenlace. Sus pies, de inusitada belleza, invitan a su detenida contemplación, haciéndonos reflexionar sobre nuestra propia vida y nuestra segura muerte. La animación que sus rígidos brazos recobran en el momento del descendimiento resulta conmovedora, creando en el espectador la sensación de que estamos realmente ante el cuerpo inerte de un crucificado.

Descendedlo de la cruz, bajadlo sin hacer ruido en silencio, poquito a poco, con el mayor de los mimos

Quitadle el primer clavo el de su mano derecha bajadla muy despacito mostrando su mano abierta

desclavadle si podéis también su mano izquierda y extraed luego el clavo que en sus pies aun queda

Descendedlo de la cruz, bajadlo sin hacer ruido en silencio, poquito a poco, con el mayor de los mimos EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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Lavadle bien sus heridas ungidlo con los mejores aromas para que su Madre no sufra cuando en su regazo lo acoja

Postradlo al fin en su sepulcro en silencio, con el mayor de los mimos que en vuestros brazos lleváis al Hijo de Dios vivo

Nuestra cofradía, decidida en mejorar el culto a la Virgen de la Soledad y al Santísimo Cristo del Descendimiento, solicita en 1581 al Cabildo Municipal licencia para edificar una capilla en la iglesia de Santa Ana, reforzando así la devoción hacia nuestros titulares, destinatarios de los rezos y plegarias de los hermanos y hermanas de aquél entonces, como lo hiciera la que fuera primera esposa de Luis Barahona de Soto, Dª Isabel Sarmiento, quien en 1587 otorgara testamento expresando su deseo de que a su entierro la acompañasen los cofrades de nuestra Hermandad. La Soledad de Nuestra Señora es una imagen de candelero para vestir. De canon corto, es la segunda dolorosa con esta advocación más antigua de toda Andalucía, tras la de la localidad sevillana de Marchena (Gaspar de Aguilar, 1574). Los últimos estudios apuntan a que la imagen estaba completamente tallada en un primer momento hasta la cintura, ropaje incluido, siendo convertida definitivamente en imagen de candelero en el siglo XVIII. La Virgen de la Soledad muestra la imagen de una mujer madura, profundamente entristecida por la pérdida de su hijo. Su ceño fruncido junto al rictus de su boca y el leve hoyuelo de su barbilla refuerzan la sensación de llanto contenido. El ligero movimiento de su EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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cabeza nos hace imaginar la tortura que en tan difícil trance invade sus pensamientos. La imposibilidad de encontrarnos con su mirada, fija y al suelo, le confiere una definitiva sensación de aislamiento y de soledad, haciendo vano cualquier intento por darle consuelo.

Soledad que meces su muerte con infinito amor de madre no estés sola en este trance en esta angustia de tenerle

En la cruz lo has visto inerte expirar agonizante sangre de tu propia sangre no hay dolor más fuerte

Soledad, acariciar quisiera tus manos Enjugar de lágrimas tus mejillas Ser para tu llanto pañuelo

Convertirme en cuenta de tu rosario Musitar un Dios te salve María en esta noche de funesto y triste duelo

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La solidez e indudable pujanza de que nuestra Archicofradía gozaba durante la segunda mitad del siglo XVI es una realidad contrastada, no ya solo por el hecho de que en apenas tres años costease las imágenes del Cristo del Descendimiento y Ntra. Sra. de la Soledad e hiciera una capilla, sino por que así mismo durante dicho periodo adquiere para el patrimonio devocional archidonés la efigie de Ntro. Padre Jesús Amarrado a la Columna y las imágenes marianas de la Candelaria y Madre de Dios, las cuáles ubica en la también erigida por aquél tiempo iglesia de la Columna, junto al hospital ya existente. Todo ello en poco menos de 30 años. Sin duda alguna estamos ante el momento de máximo esplendor de nuestra Hermandad, fiel reflejo de su gran poder económico y social, una época dorada que encuentra su cénit en el año 1608 cuando el Papa Pablo V nos concede la bula en virtud de la cuál la capilla de Ntra. Sra. de la Soledad y Stmo. Cristo del Descendimiento quedaba anexionada a la basílica de San Juan de Letrán, sede del obispo de Roma en aquel entonces, con la consiguiente concesión de indulgencias y privilegios que ello conllevaba, tal y como se reseña en los tres documentos que aun custodia nuestra cofradía: Capitulum Canonici, Capitulum et Canonici, y Sumarium.

Las Ordenanzas Municipales de 1598 constatan la celebración de la festividad de Ntra. Sra. de la Purificación o Candelaria ordenándose en ellas que se dé una vela a los oficiales del Cabildo “el día de la Purificación de Nuestra Señora que es segundo día del mes de Febrero como día de tanta solemnidad y por la loable costumbre y tan antigua que en ello esta villa tiene y no se pierda”. Nuestra Señora de la Candelaria es una talla de cuerpo completo y autor desconocido, cuyas vestiduras están adornadas por orlas y flores doradas, portando en brazos al niño Jesús que también es talla completa aunque vestida. Simboliza la presentación de Jesús en el templo (San Lucas, Capítulo 2, versículos 22 a 39). La Ley de EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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Moisés mandaba que el hijo mayor de cada hogar, su primogénito, le pertenecía a Nuestro Señor y que había que rescatarlo pagando por él una limosna en el templo, un cordero o un par de palomas si la familia era muy pobre. Esto es lo hicieron María y José. Esto es lo que nuestra Archicofradía viene rememorando desde hace más de 400 años.

En tu sonrisa, Señora, Virgen de la Candelaria, se hace primor la ternura y tu mirada, plegaria. Son tus manos el aliento y el cobijo de una llama, de una luz que vino al mundo para redimir nuestras almas. Candela del paraíso, dime cuando tú no estabas, ¿quien alegraba esta villa, quien la sosegaba? Eres paloma del cielo Estrella de la mañana Eres ascua incandescente La más brillante giralda eres luz en los corazones de Archidona, Candelaria.

La incorporación de la imagen de Ntro. Padre Jesús Amarrado a la Columna al ciclo pasionista archidonés trajo consigo un nuevo día a nuestra semana mayor, el Martes Santo, completándose así con el momento que representa la flagelación de Cristo. Se trata de una talla atribuida al círculo EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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de Pablo de Rojas, de gran calidad artística, de acertadas proporciones y sereno y clásico contraposto, en la que destacan el trabajo de la anatomía, la serenidad del rostro y la bellísima factura de sus manos. A decir de los expertos es más que probable que en época posterior la imagen fuese retocada para añadirle un mayor realismo, añadiéndosele entonces las profundas heridas de su espalda, que contrastan con la dulce expresión de su rostro.

Quisiera Señor en mi fe tener, de tu columna, la fortaleza. Quisiera Señor poder soportar, al igual que Tú, el dolor cuando tenga que a mí llegar. Quisiera Señor percibir, como tus desnudos pies, la verdad del mundo que he de pisar. Quisiera Señor perdonar con nobleza, tal lo haces Tú a quienes te ofenden con tan sólo girar cabeza.

Perdón Señor te pido si a perdonar yo no aprendiera. Perdón Señor te imploro si a tu verdad yo caso no hiciera Perdón Señor te suplico si el dolor soportar yo no supiera. Perdón Señor te reclamo si mi fe yo no fortaleciera. EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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Cristo en la columna azotado tu perdón para mí quisiera, si amarrado por el egoísmo, Señor, yo a Ti no te siguiera. El siglo XVII fue en general una época de depresión económica, consecuencia de la prolongada expansión del siglo anterior causada principalmente por el descubrimiento de América. Las malas cosechas conllevaron el aumento del precio del trigo y demás productos básicos, con las subsiguientes hambrunas. A pesar de ello nuestra Hermandad incrementó durante dicha centuria su patrimonio mueble e inmueble merced a numerosos testamentos y donaciones. Se reedifica la ermita de la Columna en la que junto a las imágenes de Jesús de la Columna, la Virgen de la Candelaria y Ntra. Sra. Madre de Dios se ubican las nuevas imágenes que adquiere nuestra cofradía y con las que se completa el ciclo iconográfico del Martes Santo: Jesús del Mayor Dolor más popularmente conocido como Jesús Caído y un San Pedro (hoy desaparecido), configurando una procesión que alcanza gran esplendor e inusitada devoción en torno a Ntro. Padre Jesús de la Columna, como lo evidencian los exvotos de la época y la procesión extraordinaria que en 1693 se celebra con el permiso explícito del obispado de la Diócesis y que constituyó una manifestación de fervor popular ante el milagro atribuido a la imagen de haber sudado sangre. De dicha época son también un San Juan (igualmente desaparecido) y una Santa Cruz de Jerusalén que vendrían a completar nuestra procesión del Viernes Santo. Pero centrémonos en la imagen de Jesús del Mayor Dolor, se trata de una talla anónima atribuida al círculo antequerano y felizmente restaurada en 2012, que representa a Cristo en el EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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momento de recoger sus vestiduras, de rodillas en el suelo, semidesnudo y azotado. Estamos ante una imagen casi insólita en la iconografía pasionista andaluza y de gran calidad artística. Su desconsolado rostro centra la mirada de quien lo contempla provocando un profundo sentimiento de compasión. Contrasta la tensión que muestran la musculatura de su torso y brazos con la serenidad de su faz. Es la viva expresión del dolor físico que los azotes dejaron en su cuerpo y del sufrimiento psicológico que conlleva la humillación por verse despojado de sus vestiduras, sin honra, huero en su dignidad. Es la imagen del mayor dolor que Jesús padeció camino del Calvario. Soy Jesús, en el suelo caído y de sus vestiduras despojado. Soy una furcia ultrajada, un obrero sin trabajo, un tonto de capirote. un agujero en el zapato. Soy Jesús, en el suelo caído y de sus vestiduras despojado. Soy un esclavo sin cadenas, una familia de rumanos, una loca desaliñada, un rico arruinado. Soy un enfermo de sida, un niño abandonado, una casa sin familia, un padre desahuciado. EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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Soy Jesús, en el suelo caído y de sus vestiduras despojado.

Soy un negro en la frontera, un circo de cien enanos, un viejo con pañales, un moro entre mil cristianos. Soy una mujer, soy un niño, soy un hombre deshonrado, Soy Señor, la última escoria de este mundo atribulado.

Soy Jesús, en el suelo caído y de sus vestiduras despojado.

La cruda realidad que vive una sociedad turbada y desengañada durante el siglo XVII se manifiesta en cierta distorsión de las formas, en efectos forzados y violentos, con fuertes contrastes de luces y sombras y cierta tendencia al desequilibrio y la exageración. Es el Barroco, que refleja un sentimiento de fatalidad y hace que el arte adopte formas de expresión más artificiales, recargadas y decorativas, destacando por el uso ilusionista de los efectos ópticos. La belleza buscó en ese tiempo nuevas vías de expresión, cobrando especial relevancia las formas más dinámicas y efectistas con gusto por lo sorprendente y anecdótico. A ello se une el horror vacui, verdadera seña de identidad de un estilo que nos trae una profusa decoración de la que no es ajena la Semana Santa y que extendió su influencia hasta bien entrado el siglo XVIII. De esa especial concepción de la vida y del arte son fiel reflejo una serie de enseres, decorados y EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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escenarios que aun perduran en nuestra Archicofradía y que han venido a enriquecer nuestro mensaje catequético. Entre ellos destaca la Urna del Santo Sepulcro, realizada en Lucena en 1736 por Francisco de Paula y dorada en Archidona por Jacinto Carrégalo. De forma hexagonal, está tallada en madera y dorada en oro de ley siendo restaurada en 2002 por los Hnos. Ladrón de Guevara de Granada, quienes recuperaron detalles ornamentales ocultos bajo diversos repintes. Es el trono procesional de Semana Santa más antiguo de la provincia de Málaga. Felizmente completado en 2009 con unos hachones más acordes al diseño de la urna realizados conforme al proyecto de nuestro hermano Francisco Javier Sánchez-Lafuente Fernández. Su interior acoge desde entonces el cuerpo yacente de Nuestro Señor del Descendimiento, cuya serena belleza hay que saber buscar entre cristales, en el silencio de una noche destemplada, oscura y fría como la misma muerte que en Él se ve representada:

Un sonido tenue, de un fagot, un oboe, un clarinete aromas de triste incienso preceden su misma muerte.

En dorada urna va, es su Sepulcro Santo, con flores de seis pétalos de obscuro violeta adornando.

A la luz de cuatro hachones entre cristales escondido su cuerpo yacente está: EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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silencio, parece que va dormido.

Gracias al barroco se incorporan a las imágenes ojos de cristal, tal y como ocurriera con Ntra. Sra. de la Soledad en 1744; y se impulsa el labrado de la plata contado nuestra Cofradía con piezas de gran valor entre las que citamos la corona y media luna de la Virgen de la Soledad que se adquirieron en 1762, el cetro de nuestro Hermano Mayor, o la columna, potencias y cordón con pectoral de águila bicéfala de Ntro. Padre Jesús Amarrado a la Columna. Se inicia también el arte del bordado con importantes piezas que integraron el ajuar de nuestras titulares marianas como los desaparecidos mantos de la Candelaria y Soledad de 1711 y 1716, pero del que es fiel exponente el manto de estrellas de la Virgen de los Dolores cuya hechura data del año 1866. Fue el siglo XVIII un tiempo también de consolidación del patrimonio material y devocional de nuestra Hermandad, se realizó un nuevo retablo mayor para la ermita de la Columna en 1737 y para la Soledad en 1747, se acometieron las restauraciones de la Soledad en 1738 y de la Columna en 1790 y se adquirió un nuevo trono para esta última imagen en 1747, por citar solo algunas de las más destacadas intervenciones. Fruto de dicho movimiento artístico es el adagio de Albinoni, pieza musical que durante los últimos 26 años acompaña el encuentro que Ntra. Sra. de la Soledad tiene con su hijo yacente en el incomparable marco de nuestra Plaza Ochavada, joya urbanística hija del barroco andaluz que fuese construida en 1786 según diseño de los alarifes locales Antonio González Sevillano y Francisco Astorga Frías, el primero de los cuáles portó durante buena parte de su vida la cruz de San Mateo en el apostolado de la procesión del Viernes Santo, siendo hermano de gran relevancia en nuestra Cofradía como lo atestigua el inusual hecho de que con motivo de su muerte acaecida en 1808 se

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celebrase un cabildo extraordinario. La Plaza Ochavada, escenario imprescindible del devenir de una Semana Santa a menudo reinventada.

El ocho se hace presente entre ladrillo y ventanas un balcón otea el cielo: el silencio está en la plaza. Por la bocana aparece la tristeza ensimismada entre abejas caminando y miradas desplegadas. Un panal será el reposo de crisálida esperanza, un dolor que se adormece en la noche desgarrada

Desde la llegada al reinado de Carlos III en 1759 hasta la restauración borbónica de Alfonso XII en 1874, vivieron las cofradías en general y, especialmente, las de Semana Santa una serie de crisis, que aunque no fueron permanentes, si fueron repetidas y algunas de ellas especialmente virulentas. La primera de ellas, auspiciada por el despotismo ilustrado, puso coto a los poderes de la Iglesia, limitando la adquisición de bienes raíces, suprimiendo algunas cofradías e imponiendo a las restantes la obligación de renovar sus reglas y presentarlas a la aprobación del Consejo Supremo de Castilla. La segunda crisis coincide con la presencia francesa y la guerra de la independencia entre 1808 y 1814 caracterizada por los saqueos y expolios que afectaron a imágenes y al patrimonio cofrade, aunque no tenemos constancia de que nuestra Localidad resultase afectada. La tercera crisis se alarga durante los reinados de Fernando VII e Isabel II EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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alternándose momentos de auge y de crisis intensa, según que el país fuera gobernado por los liberales o por los conservadores. La revolución liberalburguesa que gobernó la década de 1833 a 1843 fue determinante para el devenir cofrade, al disolverse las órdenes Religiosas con el consiguiente cierre de iglesias y consolidarse el proceso desamortizador iniciado en 1798 por Godoy, continuado en 1836 por Mendizábal y culminado por Madoz en 1855. Fue sin ningún género de duda un durísimo golpe para nuestra Archicofradía que se vio privada de su principal fuente de ingresos, la proveniente de las rentas que un basto patrimonio le proporcionaba, fruto de las numerosas viviendas y fincas rústicas recibidas por donación o disposición testamentaria durante más de 300 años. No obstante, la Archicofradía continuó con el culto público a sus imágenes, realizando cuatro procesiones al año, de las que tres eran de pasión (el Viernes de Dolores, el Martes y Viernes Santo) y una de gloria (la Candelaria). Todas las procesiones, excepto la del Santo Entierro, partían desde la ermita de la Columna, cuyo mantenimiento centraba la mayor parte de sus preocupaciones y desvelos, como bien ilustra el acta del Cabildo celebrado con fecha 3 de marzo de 1833: “como es notorio y a toda la hermandad el estado ruinoso en que se haya la casa del santero de la ermita de la Columna que la sacristía igualmente amenaza ruina y principalmente el camarín del Señor de la Columna el que por haberse quebrado las vigas del tejado este ha caído sobre la bóveda a cielo raso, del dicho camarín, resultando que cuando que llueve pasa el agua a dentro del camarín mojándose el Señor y que de no acudir pronto a su remedio es preciso sacar la imagen del dicho camarín, hallándonos en el caso de no tener otro sitio donde colocarlo; que con la destrucción del camarín, sacristía y casa habitación del santero se abandonaba la ermita y las seis imágenes de bulto entero que hay en ella quedan sin culto y la hermandad sin esta ermita para celebrar sus cabildos y sacar la procesión del Martes Santo”. EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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Blancas de cal las paredes entre rejas repintadas la cárcel asoma y padece en lo alto de Empedrada. La esperanza se haya al frente coronada de espadaña cántaro que va a su fuente de fragancia enamorada, y una fe que siempre crece llena de luz plateada cuando bajo el dintel se mece la salvación de aquellas almas. Martes que no anochece hoy su sombra es amarrada

La precaria situación económica en la que quedó nuestra Cofradía tras la desamortización de sus bienes generó una crítica situación que se mantuvo y agravó con la entrada del Siglo XX a causa de la crisis social de sus primeras décadas. En 1911 el trono de la Virgen de la Soledad sufre un incendio como consecuencia del escape de gas utilizado para su iluminación a consecuencia del cuál quedó completamente arruinado, perdiéndose ropas y palio y quedando tan dañada la imagen de la Virgen de la Soledad que sólo se salvaron cara y manos. Dicha circunstancia obligó a utilizar para la procesión del Viernes Santo a la otra imagen mariana con que contaba nuestra Cofradía, Nuestra Señora Madre de Dios o Virgen de los Dolores como era popularmente conocida desde finales del siglo XVIII y que hasta la década de los ochenta del siglo XIX era procesionada los Viernes de Dolores. De talla anónima, Nuestra Señora Madre de Dios o EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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Virgen de Los Dolores, es una imagen de vestir, una dolorosa de finas y delicadas facciones, reformada en diferentes ocasiones a lo largo de su historia, pudiendo datarse su hechura en la segunda mitad del siglo XVI. En 1930 el Obispado de la Diócesis concede a la Cofradía de la Humildad licencia para el cuidado y culto de la Virgen de los Dolores o Madre de Dios, si bien se salva la propiedad de una imagen a la que nunca esta Archicofradía ha renunciado. Desde entonces la imagen y el ajuar que esta Hermandad le procuró durante los siglos precedentes son objeto de esmerado cuido por los hermanos de la Humildad. En recuerdo de aquel Viernes Santo de 1911 sea este poema: Soledad de mis Dolores, Por siete dagas atravesada Esta noche no hay consuelo Es más triste tu mirada

Soledad de mis Dolores, Que al sepulcro acompañas Esta noche no hay estrellas En tu manto solo hay lágrimas

Soledad de mis Dolores, en tus manos apretadas oración y llanto contienes en la noche más aciaga

Soledad de mis Dolores, EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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A tu Hijo esta noche amortajas, Soledad, eres Dolores Madre de Dios venerada A finales de los años Veinte, la ermita de la Columna se cierra al culto por su defectuoso estado de conservación y ante la falta de recursos para su mantenimiento. Las imágenes se trasladaron entonces a casa de sus camareras. No obstante, la procesión del Martes Santo siguió saliendo desde la ermita de la Columna hasta 1931, año en el que se documenta por primera vez el título de “Archicofradía” en la Hermandad. Son años muy difíciles, especialmente trágicos para el mundo cofrade con la irrupción de la II República y la posterior Guerra Civil, aunque a nuestra Localidad solo trajeron la adversidad de no poder llevar a cabo sus desfiles procesionales, manteniéndose afortunadamente indemne el patrimonio cofrade e imaginero a diferencia de lo que ocurriera en otras ciudades como Málaga capital, con consecuencias devastadoras. Para nuestra Cofradía ese parón supuso no obstante la supresión temporal de la procesión del Martes Santo, siendo la puntilla definitiva para la pérdida de uno de sus más importantes patrimonios, la ermita de la Columna, años después vendida por el Obispado para su demolición y conversión en bloque de pisos. De aquellos años queda no obstante el primer antecedente de procesión magna, la del Santo Entierro Grande de 1934, posteriormente reiterado en los años 1954, 1957, 1962 y 1967. La post guerra generó un movimiento de reacción cofrade al que faltó cierto sostén económico dadas las penurias que por aquel entonces se padecían. Comenzó un lento resurgir, una etapa en la que la subsistencia era la principal y casi única misión, y en la que hubieron de redoblarse esfuerzos para acometer nuevos proyectos como el de ampliación del trono del Santo Sepulcro llevado a cabo en 1943 y que supuso la incorporación de su actual cajillo, sobre madera tallada y dorada, EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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obra de los talleres Barrabino de Málaga. En 1949 se produce la fundación del Grupo de Damas del Santo Sepulcro, sección pionera en Archidona y provincia, con el objeto de acompañar ataviadas con mantilla española al cortejo procesional del Viernes Santo, y que después incorporarían otras hermandades. Fue un hecho vital para nuestra hermandad y la Semana Santa archidonesa pues ese fue el germen para la progresiva integración y activa participación de la mujer en la vida cofrade, verdaderas protagonistas del posterior resurgir de nuestras hermandades. Gracias Pura Palacios, Josefa Valencia, Ana Maldonado, Victoria Cárdenas, María González, Dolores García, Remedios García y Carmen López por aquella iniciativa que nos hizo más grandes. Gracias Angelita Moya Montenegro por dar un paso al frente convirtiéndote en 1982 en la primera Hermana Mayor de la Archicofradía y en una de las primeras de nuestra Semana Santa. Gracias Mª Dolores Checa, Esperanza Ruiz Delgado, Magdalena Ábalos, María Pura, Dulce, por seguir aquél ejemplo haciéndonos más iguales, demostrando que la mujer es tan cofrade como cualquier otro. Gracias a vosotras, Marita, Mari Carmen, Gertrudis, Trini, María de Gracia, Carmen, Graci, por asumir otras responsabilidades menores pero no por ello menos importantes, por vuestra capacidad de sacrificio, por vuestra entrega, por ser el mejor ejemplo jamás soñado por los más viejos de esta Cofradía. A vosotras y a quienes cada Viernes Santo tenéis la dicha de acompañar a Cristo en su Santo Sepulcro, dedico este soneto:

El tiempo se detiene en esta noche de triste llanto penitencia tras el paso que porta su misma muerte

La mirada al frente sostienes EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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en tus manos vela y rosario mantilla de Viernes Santo de negro luto doliente

Tu presencia es la fragancia en esta una nueva primavera que renace a un Dios difunto

Tu devoción se hizo elegancia de Archidona eres señera Dama del Santo Sepulcro

Entre 1965 y 1980 el mundo semana santero sufre un frenazo al interpretar algunas jerarquías eclesiásticas que las líneas orientativas del Concilio Vaticano II iban encaminadas a eliminar manifestaciones externas de religiosidad, centrándose en otras actividades bien lejanas de procesiones, romerías o cofradías. Es en esos años cuando de forma inexplicable nuestra Cofradía pierde la imagen de San Juan dentro de las propias dependencias parroquiales. Con la llegada de la democracia el pueblo asume un mayor protagonismo, surgiendo la necesidad de reafirmarse mediante la búsqueda de señas de identidad propias; ello, unido a la nueva generación de jóvenes que aflora tras el baby boom de los 60, provoca a partir de 1980 el resurgir del mundo cofrade que continúa hasta nuestros días y que es cuasi comparable a la edad de oro que nuestra Hermandad viviera en el siglo XVI. Así es, pues durante los últimos 35 años nuestra Archicofradía ha restaurado las imágenes del Cristo del Descendimiento, de Ntro. Padre Jesús de la Columna, de Ntra. Sra. de la Soledad y más recientemente la del Señor del Mayor Dolor; se han recuperado las funciones a nuestros sagrados titulares así como la ceremonia del Descendimiento, ahora EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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encuadrada en los Oficios del Viernes Santo; se restauró la urna y trono del Santo Sepulcro llevándose a cabo una nueva ampliación de sus horquilleros, se ha realizado un nuevo trono para Ntro. Padre Jesús de la Columna como también se ha adquirido el de Ntra. Sra. de la Soledad, concluido en su primera y principal fase; se ha renovado el ajuar de Ntra. Sra. de la Soledad con un nuevo manto, saya, toca, corona y otras piezas de joyería, además de adquirirse la candelería para su anterior trono. También hemos incorporado una serie de enseres como estandartes, cruz guía, ciriales, etc. Desde el cierre de la ermita de la Columna nuestra Hermandad perdió la que durante siglos fue su lugar de encuentros y toma de decisiones, viéndose obligada a buscar espacios alternativos como la que durante muchos años ha sido nuestra sede de facto: la trastienda de Pepe Trueba, en cuya mesa de camilla, entre clases de inglés y cajas de abanderado, pergeñamos buena parte de los sueños que el destino se encargó de convertir en tangentes realidades, como la de nuestra Casa de Hermandad, felizmente inaugurada el 17 de marzo de 1996 merced al empeño de unos cuantos cofrades liderados por nuestro entonces mayordomo José Núñez de Castro Murillo y gracias así mismo al modesto pero decisivo empuje que supuso la donación que de su patrimonio nos hiciera Antonia Rodríguez Mena. En 2001 tuvo lugar un hecho destacado, un acontecimiento que especialmente nos honra y que nos hace sentirnos tremendamente orgullosos cada Viernes Santo: la aceptación por el Cuerpo Nacional de Policía de su nombramiento como hermano mayor honorario de nuestra Archicofradía. Pero de todas las realidades que nos ha dejado este definitivo empuje cofrade, sin duda alguna la de mayor trascendencia ha sido la recuperación en 1987 de la procesión del Martes Santo con solemne vía crucis urbano, merced a la feliz iniciativa de un grupo de devotos que constituyeron una sección que goza de amplia autonomía. Un modo distinto de hacer oración, de transmitir la devoción hacia una EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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destacadísima imagen, incomparable muestra del sentir pasionista de Andalucía: Nuestro Padre Jesús amarrado a la Columna. Gracias a José Luis Naranjo, a Francisco Delgado Morales “Capote”, a María Dolores Aguilar García, a Antonio Aranda, a Manuel Fernández, por dirigir aquellos primeros pasos; a Macarena, Inma, Juan Antonio por consolidar esta sección; a Paco Capote y Antonio Fernández por dignificar la difícil tarea de un sampedro de trono.

Me hice horquillero una tarde de Martes Santo por devoción portar quise a Jesús a su columna amarrado Desde entonces ya no puedo ansioso espero un año doce meses que estremecen como herida en tu costado que me duelen y hacen saña como veinte latigazos Desde entonces ya no puedo Apartarme de tu lado sentirte sobre mi hombro quiero saber que estoy debajo de un Dios hombre que padece y que muere por salvarnos Desde entonces ya no puedo Sufrir este quebranto EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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respirar sin tu consuelo Sentirte los días de todo un año Desde entonces solo puedo Vivir en Martes Santo Sintiéndome tu horquillero Y a tu trono siempre amarrado

Esta es la historia brevemente resumida de nuestros más de 500 años de vivencia cofrade. Una historia que estamos obligados a conocer, reivindicar y defender, le pese a quien le pese, le duela a quien le duela. 500 años de vida cofrade, cinco siglos de existencia semana santera felizmente engrandecida con la aparición de otras cinco cofradías de pasión: la del Nazareno cuasi coetánea a la nuestra que regentara antaño un hospital y que ha tenido la dicha de poder conservar su ermita para mayor gloria y culto del patrón de Archidona, la del Huerto que pronto celebrará sus más de 400 años de existencia desde que se creara bajo el auspicio de los monjes mínimos de la iglesia de la Victoria, las de Dulcenombre y Humildad surgidas bajo el patrocinio dominico y cuyos titulares siempre gozaron del fervor popular, y la más reciente y no por ello menos relevante Pollinica cuya lozanía ha traído aires nuevos para nuestra Semana Mayor. Cinco hermandades que suman y hacen posible junto a la nuestra y a la propia Agrupación de Cofradías, la pública recreación quinientos años después de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo por las calles de Archidona. Cinco siglos que merecieron el reconocimiento del Ilustre Ayuntamiento de Archidona con la concesión el pasado mes de septiembre de la Medalla de Oro de la Ciudad. 500 años que quedaron plasmados en la más vibrante manifestación de fe jamás vivida en Archidona: nuestra magna procesión del pasado 19 de octubre de 2013. EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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Cinco siglos resumidos en un acto único e irrepetible para mayor gloria de nuestra Archicofradía, de Archidona y de su Semana Santa.

Cinco siglos que merecen una reflexión crítica, una mirada ante el espejo de nuestra propia historia: saber de donde venimos y lo que hicimos en contextos sociales e ideológicos bien distintos, para adaptarnos a una nueva realidad ante la que sigue siendo igual de válido el mensaje evangélico, verdadera y única razón de nuestra pervivencia cofrade. Saber recuperar nuestra primitiva labor asistencial en esta época de crisis, superar el furor por lo meramente material para dedicar parte de nuestro tiempo y esfuerzo a tareas de mayor espiritualidad, es el reto al que estamos llamados a enfrentarnos de modo inmediato. Solo si se nos percibe como una institución que le es útil al prójimo, a nuestros propios hermanos, tendrá razón de ser nuestra existencia. Las Cofradías debemos evitar el riesgo de convertirnos en una carga para la sociedad. Cohesionarla y servirla debe ser nuestro objetivo.

Cinco siglos en los que se han forjado sucesivas generaciones de cofrades a través de insondables vínculos como la devoción a nuestros titulares, sentimiento común imposible de explicar. Cinco emocionantes centurias, quinientos años de oración compartida. Cinco siglos en los que nuestra cofradía ha sido y es, ese halo invisible que nos une y vertebra, que nos relaciona con quienes de otro modo quedarían fuera de nuestro círculo de amistad. Cinco siglos que han conformado esta interminable cadena de eslabones, de cofrades auténticos, fraguados en una fe que los hace indestructibles, como ese chicharrón ardiendo al que tuve la inmensa dicha de conocer, mi entrañable Paco Capote “el viejo”, o como esos dos auténticos colosos que resistieron el azote de una época precaria y repleta EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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de penurias y a los que nunca esta Archicofradía les estará suficientemente agradecida: Pepe Trueba y Paco Almohalla; o aquellos otros que quedan más lejanos en el tiempo pero que también constituyen auténtica referencia cofrade: Francisco Sevilla, Juan Naranjo, Sarmiento, Marciano y Carlos Almohalla. O como Antonio Trueba, de quien aprendí lo que significa ser caballero del Santo Sepulcro. Cinco siglos que han evitado la tentación de hablaros de lo reciente, de lo que me es más cercano y conocido, de lo anecdótico. Nuestra historia pesa más que todo eso.

Una historia que deja atrás nombres de otros muchos cofrades, cuya identidad ha borrado el tiempo o mi flaca memoria, pero a los que esta cofradía debe la herencia que hoy disfrutamos. Para ellos, esos anónimos e imprescindibles cofrades es mi más especial reconocimiento. Nuestra Archicofradía no es más que el reflejo de lo que todos fuimos capaces de sumar durante este medio milenio.

Una historia que nos ha traído hasta un presente que estamos obligados a rotular en mayúsculas, porque nuestra Archicofradía puede presumir de ostentar la más variada y hermosa imaginería devocional de Andalucía; porque hemos sabido impregnar nuestras procesiones de una sobriedad inusitada; porque la Soledad ha sido en nuestra Semana Santa la primera, porque es santo y seña de Archidona, la hermandad de más solera, genuina cofradía, la que desciende la Fe verdadera. La Soledad es silenciosa estación de penitencia, Martes Santo que no cesa, es la procesión que a Cristo entierra, la que recibe tus sinceras condolencias. Es y será el desgarrado llanto de una madre que ensimismada reza cada noche de Viernes Santo.

EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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Y lo sabe Archidona, desde siempre lo supo, desde que en su cerro de Gracia quedó recostada; que la Soledad nunca estuvo sola, que quinientos años lleva sintiéndose acompañada; que la Soledad no está caída, que supo resurgir de sus cenizas; que no está amarrada ni anclada en su pasado, que se reinventa cada día; que la Soledad no está enterrada, que está más viva que nunca. Que es la Madre de otras cofradías. Y es que lo sabe Archidona, que por eso se engalana y con dulzura se acicala, se recubre de nostalgia, se perfuma de esperanza; que por eso al cielo cantan campanarios y espadañas, que la Soledad cumple años, ¡quinientos!, para esplendor y gloria de su Semana Santa. ¡Que Viva la Muy Antigua!, ¡Que Viva mi Archicofradía!, ¡VIVA LA SOLEDAD!

Mi alocución llega a su fin, mis últimas palabras quiero que sean para mis padres, que me educaron cristiano y me hicieron semana santero. Disculpad mi vanidad, pero sin ellos, no estaría aquí. Les debo mi existencia, como también les debo esta plenitud que provoca ser hermano de la Soledad, esta sensación de sentirme intensamente vivo siendo un miembro más de esta mi Archicofradía.

Para mi madre, camarera que fue de la Soledad durante más de 30 años, son mis últimos versos

Cuantas noches en vela cuantos pasos andados Soledad, siempre a tu lado siempre era Cuaresma

Y para realzar tu belleza manto, corona, candelabro. EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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Saya, pañuelo, rosario Para mitigar tu tristeza

Soledad te quiso tanto que en su último suspiro solo supo nombrarte

Noche de Viernes Santo Soledad, cuando te miro en tus lágrimas veo a mi madre

He dicho.

Archidona, 22 de marzo de 2014.

EDUARDO AGUILAR MUÑOZ

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