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Suplemento DE INVESTIGACIÓN POLICIACA

EDITOR: LUIS FRANCISCO MACÍAS

archivosecretos.lfm@gmail.com

nO. 1,135 22 DE JULIO DE 2016

T TODO FUE OORQUESTADO POR FIDEL CCORVERA RÍOS

NO LO CONSIGUIERON... Se anotó en el pie de contraportada del jueves 6 de diciembre de 1962, y se explicaba que a unos cuantos metros de los muros tras los que existe la libertad cayeron abatidos a balazos Antonio Espino Carrillo y Jesús Campos Flores, dos de los peligrosos delincuentes que planearon y llevaron al terreno de los hechos una de las fugas más osadas y espectaculares de aquella época. El escenario fue la Cárcel Preventiva de la Ciudad. En la foto de la izquierda, la muralla que se levantaba cerca de la Crujía K, por la que se evadieron los peligrosos reclusos Fidel Corvera Ríos y Manuel González Sánchez, tras una balacera con la policía. Agentes inspeccionaban el lugar.

MOTÍN, FUGA Y MUERTE



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TONY ESPINO Y OTRO REO FUERON MUERTOS A TIROS PRIMERA PARTE

El

jueves 6 de diciembre de 1962, se podía leer en los titulares de LA PRENSA: “MOTÍN Y FUGA EN LECUMBERRI; Antonio Espino y otro, muertos a tiros; 5 celadores heridos... Se fugaron Fidel Corvera Ríos y un reo más; obtuvieron armas”. Los reporteros policiacos Félix Fuentes Medina y Wilbert Torre Gutiérrez cubrieron inicialmente el caso. Escribieron que una de las más espectaculares fugas de aquellos años se había registrado el miércoles 4, por la tarde, en la cárcel preventiva de la ciudad, en medio de un clima de violencia que arrojó como saldo sangriento dos muertos y ocho heridos. Fue una de las evasiones más célebres que se recuerdan en el Palacio Negro de Lecumberri, y tuvo lugar por la calle Héroe de Nacozari, antes menos ancha que la actual. Siete peligrosos reos estaban dispuestos a escapar a toda costa. El cuerpo de vigilancia de la prisión descubrió el plan y trató de evitarlo.

Tanto unos como otros estaban armados. Fidel Corvera Ríos y Manuel González Sánchez “El Pelón”, pudieron rebasar el cerco de plomo que se les puso, pero Tony Espino y Jesús Campos Flores no corrieron la misma suerte: cayeron acribillados cerca de una de las murallas de la cárcel. Corvera Ríos, condenado a 40 años de prisión por el asalto a una camioneta del Departamento del Distrito Federal y por el homicidio de un agente, fue el que encabezó la espectacular evasión. El delincuente era quien manejaba el tráfico de drogas en el penal. Además de los cuatro reos mencionados, participaron también en la fuga Salvador Zavala “El Cerillo”, sentenciado a 30 años; Enrique de los Santos Tessier y Leo pol do Ne coe chea Pichardo. Este sufrió la fractura de ambas piernas al saltar hacia la calle. Fue detenido en la calle Héroe de Nacozari. En la acción, cinco celadores que habían sido despojados de sus uniformes resultaron lesionados. El tiroteo tuvo una duración aproximada de 20 a 30 minutos.

Los celadores, armados con fusiles, desataron una balacera sobre los reclusos, quienes estaban dispuestos a todo. Corvera, director intelectual de la evasión, empuñaba una pistola calibre .45 milímetros, que minutos antes había arrebatado a un celador. TONY ESPINO Habría que recordar, amigo lector, que el gángster cubano Antonio Espino Carrillo fue sospechoso, como autor intelectual, del doble crimen en un departamento de Lucerna 85, en la Colonia Juárez, donde la acaudalada española Mercedes Cassola Meler fue terriblemente asesinada junto con su joven amante, Ycilio Massine, el 12 de septiembre de 1959. Tony Espino ingresó a prisión en febrero de ese año, luego que Argentina lo extraditó para ser juzgado por el asesinato de un petrolero en 1955, en el cabaret Íntimo. Bien pudo ser verdad que algunos internos de Lecumberri salían a divertirse con sus custodios a cabarets y centros nocturnos de lujo, para retornar en la

Tony Espino aparece arriba de estas líneas, después de ser abatido a balazos y a la izquierda, en una foto cuando fue detenido. A la derecha, fotografías de la española millonaria, Mercedes Cassola Meler y su amante, Ycilio Massine, sacrificados en septiembre de 1959 con saña inaudita en la calle Lucerna 84, Colonia Juárez, crímenes que apuntaban al gángster cubano como autor intelectual.

madrugada a las celdas. De esa manera, Tony Espino no podía ser culpado de la doble agresión mortal, excepto por quienes pudiesen comprobar su salida del "Palacio Negro" aquella noche. Pero aquel año, 1959, era particularmente político y las autoridades policiacas se guardaban de involucrarse en todo lo que recordara a la Revolución Cubana. Fidel Castro Ruz acababa de derrocar al exsargento Fulgencio Batista y los guerrilleros entraron a La Habana el 1o. de enero de 1959. Por lo tanto, la Dirección Federal de Seguridad -que bien enterada estaba en torno a los entrenamientos que Fidel Castro, “El Che” Guevara y otros, habían realizado en nuestro país- fingió no saber que desde 1951 tenía como principal sospechoso de muchos asaltos y crímenes, al cubano Antonio Espino, excadete de West Point, políglota y exguardaespaldas del expresidente de Cuba, Carlos Pío Socarrás.

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PARECÍA DE PELÍCULA EL ESCAPE EN LECUMBERRI Al

sonar la sirena de alarma que anunciaba la fuga, los celadores pidieron apoyo del Servicio Secreto. Aproximadamente a las 18:45 horas salieron de la jefatura de policía, los comandantes Jorge Obregón Lima, Jesús Gracia Jiménez, Jorge Udave González y Manuel Baena Camargo, quienes portaban rifles M-1. En uno de los pasillos de la muralla sur del penal, yacían dos hombres acribillados a tiros. Uno era Antonio Espino Carrillo, cubano, sentenciado a 18 años de prisión por el asesinato de un petrolero y con ingreso al presidio por robo, asalto a mano armada y homicidio. El otro hampón abatido por las balas de la justicia era Jesús Campos Flores, cuyo cuerpo sin vida quedó a unos cuantos metros de la

escalera y del muro situados a pocos centímetros de la libertad, una libertad que jamás alcanzarían... Poco antes de las 18:00 horas, Fidel, Salvador y Manuel iniciaron el escape. Fidel se fingió enfermo y llamó al celador Enrique Castillo Castro. Otros dos celadores fueron también sorprendidos y maniatados. En el polígono y con una barreta rompieron una cadena de la puerta que daba acceso a un patio central. En la Crujía N era esperado Antonio, Jesús, Leopolodo y Enrique. Los siete reclusos colocaron una escalera enorme y “hechiza”; subieron a la azotea y atacaron al velador Pedro Rojas Martínez, a quien Tony Espino inmovilizó. Corvera y otros se cambiaron de ropa (se pusieron la de policía) y otros custodios se percataron del problema y arrojaron gas lacrimógeno desde la azotea.

En estas fotografías se aprecia el trayecto que siguó Fidel Corvera Ríos en su escapatoria por las murallas de la Cárcel Preventiva de la Ciudad, mejor conocida como "El Palacio Negro de Lecumberri". Se trepó por medio de una escalera hasta el extremo en que descolgó a la calle, pasando por dos garitones, en los que debió haber guardias armados.

El hombre al que vemos con un arma automática en mano, es el capitán Dionisio González, quien hizo una reconstrucción de sus actos durante la dramática fuga de Corvera y cómplices. En la otra foto, el agente del Ministerio Público, a las puertas de la Cárcel Preventiva, intentando entrar. Fidel corrió hacia el garitón 9 y decomisó una ametralladora Mendoza. Los celadores abrieron fuego y los presidiarios repelieron el ataque. Fidel arrojó al vacío al vigilante Manuel Cardona Sánchez. En la momentánea confusión, Corvera y Manuel saltaron hacia un cable de teléfonos -que les quemó cruelmente las manos por la fricción, pero les permitió llegar a la calle- seguidos por Necoechea, quien se lastimó las piernas.

Abajo, en el interior del penal, Espino y Campos cayeron para no levantarse más. Al parecer, Campos sobrevivió unos minutos. Fidel Corvera Ríos había sido capturado por robo, el 9 de noviembre de 1951. Al salir se dedicó a robar autos y traficar con drogas; en 1957 volvieron a aprehenderlo por robo; en 1958 atracó con otros una camioneta del DDF, mató a un agente de tránsito y eludió a la policía; sus cómplices cayeron en poder de

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los detectives y, en 1959, Corvera fue arrestado tras estrellar su automóvil contra un poste. Y se le comenzó a llamar “Enemigo Público Número Uno” a Fidel Corvera Ríos; también lo llamaban “La Fiera”, “El Tigre”, etcétera. Estaba herido, el chaquetín que robó a un policía, fue encontrado en las cercanías del Gran Canal; la prenda presentaba dos agujeros de bala y manchas de sangre. El general Carlos Mar tín del Campo, director del penal, fue duramente criticado por la prensa nacional y el caso seguido de cerca por los medios de información internacionales. -Yo no autoricé que Fidel Corvera Ríos tuviera radio y boxspring en su celda -declaraba Martín del Campo ante el agente del Ministerio Público, empero, aceptó que con la complicidad de algún elemento del cuerpo de vigilancia, Corvera Ríos y Antonio Espino Carrillo debieron hacerse de armas de fuego. Respecto a la fuga, el general de 71 años y domiciliado en Giotto 107, Mixcoac, dijo que el 5 de diciembre de 1962 salió de la Cárcel Preventiva a las 3 de la tarde y se dirigió a su casa. A las 9 de la noche -la evasión fue a las 6:15 de la tarde-, su sobrino Fernando Sánchez López le comunicó el suceso. Ignoraba porqué lo llamaron a esa hora. Para nada se refirió al hecho de que Corvera Ríos podía tener su celda abierta y pasearse por la crujía M, donde se recluía a los delincuentes que no podían convivir con el resto de la población criminal. Ahí estaban los más peligrosos y Corvera se pasaba la vida a cuerpo de rey. PASA A LA PÁGINA 7

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Además del chalequín de celador, que con un agujero de bala dejó Fidel Corvera, tal como lo muestra en una de las fotografías el comandante Rafael Rocha Cordero, los prófugos dejaron una pistola, cartuchos y cargadores, que eran posibles pistas para su captura. Lo único evidente, el viernes 7 de diciembre de 1962, era la muerte de Tony Espino y Jesús Campos Flores a manos del teniente José Aquino Ramírez, que también aparece arriba de estas líneas. Abajo, seis retratos distintos de Corvera Ríos, "El Enemigo Público Número Uno".



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ólo 124 horas estuvo libre Corvera. El exboxeador Ernesto Figueroa lo denunció y el Servicio Secreto lo detuvo en la Colonia Moctezuma, precisamente en Norte 17, número 135, Segunda Sección. Ya recapturado, Fidel Corvera Ríos planteó el martes 11 de diciembre de 1962, un reto a todas las policías, al proclamar que intentaría evadirse cuantas veces fueran necesarias. Dijo a los detectives que le aprehendieron: “Esto es como un vaivén amoroso. Ustedes tienen la obligación de detenerme y yo la de fugarme. No estoy loco para cumplir una condena de 40 años de prisión... La próxima vez será muy distinto”. Luego dijo que no era “soplón” y mantuvo cierta discreción, aunque pretendió adornarse con el crédito de la fuga sangrienta, hasta se dio el lujo de insultar a los policías y se mofó de los cautivos acribillados a tiros “por no seguir sus instrucciones”. A dos días después de su captura, Fidel Corvera, a quien muchos consideraban el más duro de los delincuentes, mostró sorpresivamente el otro lado de la moneda. Dijo que él no debía ser tenido como héroe por nadie, sino como ejemplo de aquello que debían evitar las personas decentes, especialmente los jóvenes. Después, con los ojos empapados por las lágrimas, que apenas pudo contener, se dejó conducir mansamente de la Jefatura de Policía al Palacio Negro de Lecumberri, de donde escapara la noche de día 5 de diciembre de 1962). PASA A LA PÁGINA 8

Las contraportadas de LA PRENSA daban cuenta del amplio seguimiento que se le dio al caso de la fuga y recaptura del "Enemigo Público Número Uno", Fidel Corvera Ríos. Se informaba que una casa de aspecto común y corriente, en la segunda sección de la Colonia Moctezuma de esta ciudad, sirvió de guarida al delincuente, a raíz de su espectacular fuga de la Cárcel Preventiva. Y allí fue detenido en circunstancias plenas de dramatismo. Se mostraba dolido por la herida que tenía en una mano y en el costado derecho, contestaba en forma agresiva y grosera a las preguntas que le hacían los agentes del Servicio Secreto. A veces sonreía al recordar algún lance de su fuga, o se quedaba pensativo, planeando tal vez su siguiente escapatoria... "La próxima vez será distinto", decía lanzando miradas de resentimiento.


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en poder nuevamente de las autoridades, Fidel Corvera se mostró enternecido por el recuerdo de su madre. -Es lo único limpio que hay en mi alma -, decía al mismo tiempo de recordar palabras de amigos en una adolescencia feliz. El comandante Rafael Rocha Cordero depositó unos billetes en un bolso de la chamarra que Corvera Ríos llevaba puesta. Este tendió la diestra para despedirse y con pasos lentos, doliéndose de la herida que tenía en el costado derecho, abandonó el separo donde estuvo 36 horas. Iba nuevamente a ocupar su celda, en el presidio del que ya quería salir con destino a las Islas Marías. El abatido delincuente había sido bombardeado a preguntas por el agente del Ministerio Público, Enrique Escalante, y después por un numeroso grupo de reporteros. Aunque de vez en cuando sonreía y daba muestras de su buen humor, gran parte de las respuestas de Corvera fueron escuchadas en tono de amargura, de arrepentimiento y hasta desesperación. Al delincuente se le seguía un proceso por traficar con drogas en el interior del penal de Lecumberri, desde septiembre de 1962. -Es cierto que traficaba con drogas pero no por gusto; hay que estar adentro para comprender esa situación. Uno necesita dinero y de verdad que se siente feo ver a los compañeros intoxicados. El inculpado de una serie de delitos dijo que tenía varios planes para tratar de evadirse. Entre otros estaba el de hacerse de una pistola, aprovechar las facilidades que desde hacía años gozaba en el presidio y, así, llegar hasta las oficinas del general Carlos Martín del Campo, el director. Según esto, encañonaría al militar y bajo amenaza de muerte le haría salir al exterior, por la puerta principal, para en seguida abordar el automóvil del citado funcionario. Perderse en la metrópoli constituía el último paso.

Fidel Corvera Ríos, en los momentos en que abandonaba los separos der la Jefatura de Policía, escoltado por el comandante Jorge Udave González y el agente Manuel Prieto Sol, del sexto grupo del Servicio Secreto. Decaído, trémulo y con los ojos entrecerrados, ofrecía notable contraste con el Corvera egoísta y cínico, como se apreciaba en la fotografía de arriba, captada minutos antes de que iniciara el viaje de regreso a la celda 23 de la Crujía N del penal de Lecumberri.

Informó el jefe del Servicio Secreto, Eduardo Estrada Ojeda que el propio Cervera desistió de ese plan en virtud de que los individuos en que tenía depositada su confianza -Antonio Espino y Leopoldo Necoechea Pichardo- no estuvieron de acuerdo con él. Por eso decidieron los reos saltar por arriba de la muralla.

Luego reflexionó Corvera un momento y dijo: -¡Nueve años de estupideses! Qué caro las he pagado... quizá algún día me cuelgue en mi propia celda. Corvera Ríos hizo amistad en el Palacio Negro de Lecumberri con Alberto Farrera, sujeto que tenía su domicilio en Norte 17 número 135, Colonia Moctezuma.

En ese lugar fue reaprehendido. Dijo que después de que se descolgó de lo alto de la muralla de Lecumberri, cruzó el Grran Canal a nado; pidió ayuda a conocidos suyos que le rechazaron. Vagó por las cercanías de la Jefatura de Policía y finalmente se fue a dicha casa, donde Maximina Campos Vargas se opuso, en principio, a albergarlo.

Maximina, de 52 años, sobre cuyos hombros pesaba el delito de encubrimiento, dijo que comnoció a Corvera cuando iba a la Cárcel Preventiva a saludar a su sobrino. "Cuando Corvera salió de la Cárcel -se refiere a la primera pena que cumplió el delincuente-, fue a mi casa para preguntarme por mi sobrino. No lo encontró y no supe más de Cervera". Dijo que el día 5 de diciembre (1962) se acostó a las 3 de la mañana y escuchó que tocaban a su ventana. -Pregunté quién llamaba. Corrí la cortina de la ventana y vi que un hombre se cubría el rostro. -Soy Fidel Corvera. ¿No me conoce? -¿De veras es usted Corvera? -Sí, y apúrese porque vengo herido. Afirmó Maximina que salió de sus habitaciones para preguntarle qué deseaba. -Me acabo de fugar y quiero que me deje pasar aquí el resto de la noche. Mañana me iré. Explicó Maximina que se resistió porque tenía noticias de que Corvera era muy peligroso y pensó que iba armado en virtud de que él llevaba la mano derecha metida abajo de su suéter. Relató que le tenía miedo y por ello accedió a darle asilo. Lo condujo a la alcoba en que ella se encontraba. Él se quedó solo y ella se fue a otro cuarto. A la mañana siguiente notó que Fidel estaba herido. -No se asuste señora -advirtió el entonces prófugo -, no es de gravedad, es entre la piel y la carne, sanará pronto. Corvera dio dinero a Maximina y ella acudió a la Farmacia Central, ubicada frente a la casa que mencionamos y compró medicamentos, tales como merthiolate, sulfatiazol, gasa y algodón. Después hirvió agua. Según ella, el propio Corvera se hizo las curaciones. Lo que se rtepitió en los siguientes cuatro días. Continuará

Escrito por LA PRENSA Investigación hemerográfica: LUIS FRANCISCO MACÍAS


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