Ariadna Catagua 4to B
Es
uno de los valores humanos por excelencia Es la colaboración mutua entre las personas
ď‚ž Aquel
sentimiento que mantiene a las personas unidas en todo momento, sobretodo cuando se viven experiencias difĂciles de las que no resulta fĂĄcil salir.
ď‚ž Este
tĂŠrmino se lo usa con mayor frecuencia cuando nos encontramos en ĂŠpocas de guerra o de grandes desastres naturales. De este modo, gracias a la solidaridad es posible brindarle una mano a aquellos que resultan menos favorecidos con este tipo de situaciones.
La solidaridad es más que nada un acto social, una acción que le permite al ser humano mantener y mantenerse en su naturaleza como un ser social. Es por esto que se debe fomentar y desarrollar la solidaridad, no sólo en momentos de guerra o desastres naturales, sino llevarla a cabo siempre, día a día ya sea con nuestros queridos, amigos o familiares. Brindándoles nuestro apoyo, ayuda y compañía.
ď‚ž
No es de extraĂąarse entonces que la solidaridad se comporte como la base de muchos otros valores humanos e incluso, de nuestras relaciones sociales mĂĄs valiosas, tal como es el caso de la amistad. En este sentido, la solidaridad nos permite sentirnos unidos a otras personas en una relaciĂłn que involucra sentimientos necesarios para mantener el funcionamiento social normal.
ď‚ž Este
valor permite desarrollar sentimientos como los de pertenencia a cierta naciĂłn, manteniendo a los ciudadanos de un mismo lugar juntos para luchar por un mismo motivo o trabajar apoyĂĄndose unos a otros para lograr una misma meta.
La solidaridad se practica sin distinción de credo, sexo, raza, nacionalidad o afiliación política. La finalidad sólo puede ser el ser humano necesitado. Pero el solo dar, o ayudar, no es lo más difícil. La parte difícil comienza cuando se nos presenta el dilema de ayudar sin recibir nada a cambio; de ayudar aunque nadie se entere, ni aún la persona a la que ayudamos. Esto es: ser solidarios por una verdadera convicción de igualdad y de justicia. Es difícil ser caritativos, solidarios, entregados, y ser, al mismo tiempo, totalmente desinteresados.
La solidaridad debe ser en todas las personas una constante. Ser una realidad diaria. Así como dentro del matrimonio la solidaridad entre los cónyuges se realiza y perfecciona todos los días en todos los detalles de la vida cotidiana, así la disposición de solidaridad con otras personas debe ser parte inamovible de nuestros actos diarios. Debe convertirse en hábito, en virtud, en modus vivendi.
“Si hay entre los tuyos un pobre, un hermano tuyo, en esa tierra tuya que va a darte el Señor, tu Dios, no endurezcas el corazón ni cierres la mano a tu hermano pobre. Ábrele la mano y préstale a la medida de su necesidad” .(Dt 15, 7-8) "Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado. En esto reconocerán todos que son mis discípulos: en que se aman unos a otros." Jn. 13, 34-35 "Si uno dice: «Yo amo a Dios», y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Pues este es el mandamiento que recibimos de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano." 1 Jn. 4, 20-21.
ď‚ž
Cuando dejamos de pensar en nosotros mismos, en que debemos enfrentar la vida por nuestros propios medios, sin ayudar ni pedir ayuda, cuando dejamos atrĂĄs ese modelo solitario que a veces la sociedad nos enseĂąa, nos damos cuenta que la vida adquiere otro color. Mirar, abrazar, aconsejar a quien lo necesita es un acto que llena de luz nuestra existencia. No importa si creemos que tenemos mucho o poco para dar, lo importante es darlo con sinceridad.