Informador julio·agosto 213

Page 1


CONTENIDO


® Arquidiócesis de Medellín ISSN 1909-9584 PORTADA: La Asunción de María Autor: Anónimo Julio - Agosto de 2014 · No. 213


LA LITURGIA FUENTE Y CUMBRE DE LA VIDA ECLESIAL Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín La Liturgia: Realización del misterio de la salvación

(…) la Liturgia Cristiana no es principalmente un esfuerzo humano, sino la salvación realizada por Dios en Cristo mediante el Espíritu Santo, que sigue actuando hoy. En la Liturgia, la iniciativa parte de Dios y el actor principal es Cristo. En ella la historia de la salvación continúa en línea directa y, por esto, es ante todo un acontecimiento de gracia cuyo fin es la santificación de cada persona y de toda la comunidad humana (…)

Desde siempre, Dios tiene un proyecto de salvación que va realizando en la historia y que alcanza su momento culminante en la venida y actuación de Cristo (cf Ef 3,4.9). Por esto, la Sacrosanctum Concilium afirma: “Esta obra de redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada Pasión, Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión. Por este misterio, con su Muerte destruyó nuestra muerte y con su Resurrección restauró nuestra vida. Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera” (SC,5). La liturgia, que etimológicamente significa “obra del pueblo”, permite que el pueblo de Dios celebrando el misterio de Cristo participe en la obra de Dios y en él. Cristo continúa la obra de la salvación. Así llegamos a la esencia de la Liturgia, como la presenta la constitución conciliar: “Con razón, pues, se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia” (SC,7). Estas palabras nos muestran claramente que la Liturgia Cristiana no es principalmente un esfuerzo huma-

4


no, sino la salvación realizada por Dios en Cristo mediante el Espíritu Santo, que sigue actuando hoy. En la Liturgia, la iniciativa parte de Dios y el actor principal es Cristo. En ella la historia de la salvación continúa en línea directa y, por esto, es ante todo un acontecimiento de gracia cuyo fin es la santificación de cada persona y de toda la comunidad humana. Como palabra y sacramento, la Liturgia está marcada por una línea estructural descendente. Pero esto no significa que el hombre se pueda comportar en la Liturgia de un modo pasivo. A él se le pide la disposición de escuchar y creer; de acoger y obedecer; de celebrar y vivir. La palabra de Dios lo mueve a la respuesta, el amor de Dios lo llama a corresponder al amor, la acción misericordiosa de Dios lo invita a la alabanza agradecida. Pero la respuesta no es individual, de un hombre, sino de un miembro de la comunidad, que San Pablo llama el Cuerpo Místico, cuya cabeza es Cristo mismo. Podemos decir, por consiguiente, que a la acción salvífica de Dios en la Liturgia responde la Iglesia entera, a la que se asocia también Cristo. Por eso, se tiene en la Liturgia una línea ascendente y un segundo actor que es la Iglesia. De esta manera, la Liturgia es una actuación conjunta de Cristo y de la Iglesia para la santificación del hombre y la glorificación del Padre; es en verdad un diálogo salvífico o, como dicen los Padres de la Iglesia, un santo intercambio. Aun teniendo el primado en la vida de la Iglesia, la Liturgia supone una prioridad: el anuncio del Evangelio que lleva a la conversión, que invita a la fe y que viene ratificado por el sello sacramental. Esta dinámica del proceso está ya descrita por San Pablo cuando pregunta: “¿Cómo podrán invocarlo sin antes haber creído en él?” (Rm 10,14). La vida litúrgica está puesta en el culmen, pero éste está precedido de la fe, porque sin la ella no es posible la oración. La fe, a su vez, está precedida de la predicación, según el axioma: “la fe depende del anuncio” (Rm 10,17). Por tanto, se puede concluir que la Lturgia no agota, sino que supone toda la actividad de la Iglesia y así evita aproximarse al ritualismo y a la magia (cf SC,9). La Liturgia fuente y culmen de la vida eclesial La liturgia, como acción de Cristo y del pueblo de Dios,

es el centro de la vida cristiana. Ella “constituye el culmen hacia el cual tiende la acción de la Iglesia y a la vez la fuente de donde mana su fuerza vital” (SC, 10; CCEC 219). Si en la fase del anuncio la Liturgia se pone como “culmen”, en la fase de la actuación de la misma Liturgia se pone como “fuente”; de ella, en efecto, brota la gracia y se obtiene con la máxima eficacia la santificación del pueblo de Dios. Así, la Liturgia mueve a los fieles a traducir en la vida lo que han recibido por la Palabra. Si la evangelización culmina en la Liturgia, de la ésta nace y saca su fuerza la misión (cf SC,10; PO,5). En la Liturgia como “fuente” tiene su origen la koinonía o comunión entre los miembros del único Cuerpo de Cristo (cf 1 Cor 12,12s), la mistagogia o introducción a los sanos misterios partiendo de los signos de la misma liturgia, la diakonia o servicio a los hermanos (cf He 2,42s), la apología o defensa de la fe (cf 1 Pe 3,15), la misión o anuncio de la Buena Noticia con la palabra y las obras, la martiria o testimonio hasta dar la vida (cf He 1,8; 22,15). La Liturgia, digamos de nuevo, está en el corazón de la Iglesia. En ella, la Iglesia vive y expresa su verdadera identidad como comunidad bautismal, escogida no según la carne, sino por vocación; como comunidad nupcial que espera en la fidelidad a su esposo que retorna (1 Cor 11,26; Mt 25,1-13); como comunidad católica que supera las barreras de la raza, la lengua, la cultura, el espacio y el tiempo; como comunidad diaconal articulada en la diversidad de ministerios para el servicio de Dios y de los hombres, y como comunidad misionera que sabe salir al mundo para santificarlo y llevarlo a la Eucaristía. De la Liturgia mana la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima eficacia la santificación de los hombres y la glorificación de Dios, fines a los cuales tienden las demás obras de la Iglesia (SC, 10). Por eso, como fuente y cumbre de la vida eclesial, la Liturgia tiene una relación profunda y particular con la evangelización y con el servicio de la caridad. Toda Liturgia, si es auténtica, imprime un impulso irresistible a la misión; apremia a compartir con los demás el amor salvador que se ha experimentado en la celebración de los santos misterios. La vocación misionera de Pablo y Bernabé la presenta el libro de los Hechos

5


en un contexto litúrgico: “Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, el Espíritu Santo dijo: ‘Reserven para mí a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado’” (He 13,2-3). Pablo se considera un liturgo que, ejercitando el oficio sagrado del Evangelio de Dios, hace posible la ofrenda de los paganos como una oblación agradable y santificada por el Espíritu Santo (Rm 15,16). Para él, la misión es una verdadera celebración que completa el sacrificio de Cristo y da gloria a Dios (cf Col 1,24-25). Así mismo, la Liturgia es también fuente y culmen de toda obra de caridad. Varios textos del Nuevo Testamento no reducen la Liturgia a la celebración del culto divino sino que la extienden a la actuación de la caridad (cf Rm 15,27; 2 Cor 9,12; Fil 2,25). En la liturgia, la Iglesia es “sierva” a imagen de su Señor el único liturgo (cf Heb 8,2-6). Toda acción litúrgica se vuelve, por tanto, celebración de la caridad. Dar la vida (Jn 15,13), como acto de amor a imitación del Padre (Jn 3,16), es el signo que distingue a los verdaderos adoradores que deben glorificar a Dios no en templos construidos por manos humanas, sino en espíritu y verdad (Jn 4,23; Rm 12,1-2). La Liturgia se verifica en la caridad y la caridad se encuentra en la liturgia que celebra el Amor que Dios es. Por eso, la comunidad ideal descrita en los Hechos de los Apóstoles vive de la sinergia didascalía-eucaristía-diakonia-koinonia (He 2,42-48). Pablo dice que no es capaz de reconocer el cuerpo eucarístico de Cristo quien no lo sabe reconocer en su cuerpo eclesial (1 Cor 11,17-34). Por tanto, toda celebración litúrgica es fuente de caridad, como insisten casi todas las oraciones de la postcomunión.

b.

c.

d.

Rasgos de una liturgia fuente y culmen de la vida eclesial Para experimentar que la liturgia es, en verdad, fuente y culmen de la vida eclesial, debe tener una fisonomía especial que, entre otras, se expresa en las siguientes características: a. Una celebración viva. Es preciso subrayar con fuerza que la liturgia no es un concepto, sino una realidad viva: Dios nos salva. Nuestro Dios es un Dios que salva, que actúa en la historia, que está cercano a cada uno de nosotros y que la obra que ha realizado en Cristo la continúa

6

e.

en la Iglesia por la liturgia. La liturgia salva porque literalmente nos injerta en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; nos participa la vida Trinitaria. Una celebración ritual. La celebración litúrgica es un conjunto de gestos, palabras y objetos que tienen la función de evocar y actualizar el acontecimiento salvífico que congrega a la asamblea. La palabra que se anuncia se realiza sacramentalmente. Gracias a la celebración litúrgica, la comunidad no sólo participa en un evento de salvación sino que recibe un programa de vida, que debe poner por obra con un serio compromiso. Por esto la celebración litúrgica no tiene fin, sino que continúa en la vida ordinaria de todos los días. Una celebración con signos sensibles. En la Liturgia no entran solo las palabras, las acciones o las cosas, sino que toda la persona es sujeto y objeto del culto que agrada a Dios. Mediante signos sensibles se involucra toda la persona que a través de los sentidos oye, ve, palpa, canta, admira la belleza y vive el misterio. Todos los participantes deben comprender el significado de los símbolos que enriquecen la liturgia, cuidadosamente estudiados durante siglos, que contienen un mensaje siempre válido y que entrañan la salvación. Una celebración consciente. Todo el pueblo cristiano, en cuanto consagrado por el Bautismo y la Confirmación, participa del sacerdocio de Cristo para su propia salvación y la de todo el mundo. En la vida y en el culto litúrgico se ejercita el sacerdocio de Cristo, al cual están asociados los cristianos como un deber y un derecho, para que todo sea una ofrenda agradable a Dios. Para llegar a la participación activa y consciente, que exige la misma naturaleza de la liturgia, es indispensable una adecuada catequesis y una celebración bien preparada, inteligible y digna. Una celebración participada. Debe ser una participación plena, es decir, de todos y en todos los momentos litúrgicos; una participación activa, no hay acciones litúrgicas individuales y privadas, por tanto toda la asamblea según sus funciones y posibilidades debe involucrarse y actuar; una participación comunitaria, la liturgia


f.

es obra de toda la Iglesia y por esto el sujeto de la liturgia es todo el pueblo; una participación fructuosa, que se vuelva vida abundante en los fieles y salvación para todo el mundo. Una celebración bella y atractiva. Las formas, los colores, las vestiduras, los cantos, las luces, los silencios constituyen una riqueza formidable de nuestra liturgia. En una auténtica liturgia, se puede hablar de la belleza de la asamblea, del espacio litúrgico, de la forma celebrativa, de la música, de Cristo glorioso y presente. En la liturgia la belleza debe verse y sentirse; debe ser una revelación de lo infinito y lo inefable; debe comunicar e impulsar hacia lo eterno.

Algunos aspectos para profundizar y mejorar Este Congreso debe llevarnos de las enseñanzas a la vida. Me parece importante, por consiguiente, sugerir algunos campos concretos en los que debemos reflexionar y encontrar caminos para mejorar la celebración de la liturgia. Especialmente, podríamos tener en cuenta los siguientes: a. Cómo lograr que la liturgia refleje ante todo el primado de Dios. Cuando en la liturgia Dios no es determinante todo lo demás pierde su significado y su valor. Por eso, debe dar amplio espacio al silencio que permita escuchar, contemplar y adorar a Dios, que facilite experimentar el paso salvador de Dios y la acción benéfica de su amor. b. Cómo mejorar la expresión comunitaria de la liturgia. La liturgia no es obra de un celebrante aislado, no es manejable según el antojo de un grupo; no le pertenece a ninguno en particular. La liturgia es como el depósito de la fe que lo hemos recibido, lo debemos vivir y cuidar en comunión y lo debemos entregar a las generaciones que vienen. Nada más odioso y abusivo que el clericalismo litúrgico o el dominio absoluto de la liturgia por parte de un pequeño grupo. c. Cómo fomentar la espiritualidad litúrgica. Es un desafío permanente que tanto los ministros ordenados como los files laicos nos dejemos guiar por el Espíritu para vivir digna y fructuosamente el misterio de Cristo en la liturgia. Urge logar una renovación profunda de presbíteros,

diáconos, religiosos y laicos para que la liturgia sea en verdad fuente y culmen de la vida eclesial. d. Cómo vivir mejor el Día del Señor y el Año Litúrgico. La espiritualidad y la pastoral litúrgicas no deben ahorrar esfuerzos para ayudar a descubrir y vivir la importancia y capitalidad de la “fiesta primordial de los cristianos”, la Pascua, haciendo realmente del domingo el día de la resurrección, el día del encuentro de la Iglesia, el día de la alegría y el descanso. Así mismo, urge fomentar la catequesis sobre el valor, el sentido y el modo de celebrar el Año Litúrgico, el cual, a través de los diversos tiempos y con admirable pedagogía, nos permite entrar en el misterio de Cristo. e. Cómo llegar a tener verdadera música litúrgica. La música litúrgica debe distinguirse de las demás formas de música por su espiritualidad, su bondad y su universalidad; debe favorecer la oración, la participación de la asamblea y el clima festivo de la celebración. La constitución conciliar y otros documentos posteriores han dado instrucciones sobre la materia, pero en realidad poco se ha cumplido. Si bien se valora la buena voluntad que entrañan ciertas iniciativas en cuanto al canto litúrgico, es preciso constatar que estamos lejos de la calidad y la unción que se necesitan en este campo. f. Cómo llegar a la vinculación Liturgia y compromiso social. Muchas personas viven la liturgia casi como una evasión; buscan un encuentro sensible con la trascendencia y lo sobrenatural, sin ninguna referencia a la humanidad y a la realidad del mundo. Ante esta religiosidad vaga y a veces desencarnada, es preciso aprender que la vida litúrgica remite inmediatamente a la persona y a la enseñanza de Jesús, que es siempre una llamada a la conversión, a la fraternidad y a la solidaridad con los más necesitados. Una genuina celebración de los misterios de Cristo conecta la fe y la vida. (Apartes de la intervención en el II Congreso de Liturgia y Pastoral, Medellín, 16 de julio de 2014)

7


LA ESPIRITUALIDAD DEL CUIDADOR FAMILIAR Por: Pbro. Eduard Jhoni Muñoz Sánchez Asesor Episcopal para la Pastoral de la Salud

Si buscamos exhaustivamente el sentido profundo de Jesús como cuidador, nos vamos a encontrar con las características propias de un cuidador familiar por excelencia. Jesús siempre va estar atento a: ver, compadecerse, acercarse, donarse, acompañar y colaborar al que pasa por la enfermedad física y sufrimiento espiritual (…)

Cuando centramos nuestra mirada en el evangelio, vamos encontrarnos que uno de los aspectos fundamentales de Jesús fueron los enfermos y ello acompañado de los milagros, donde el evangelio de Juan (6, 2) nos dice: “Y mucha gente le seguía porque veían los signos que realizada en los enfermos”, lo que nos constata que esos signos son veraces, además, no solo curaba el cuerpo sino que sanaba el interior como lo vamos a encontrar en Mateo (9, 5) con la curación de un paralítico, cuando dice: …“Levántate y anda. Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados”. Y así, muchísimos más milagros. Si buscamos exhaustivamente el sentido profundo de Jesús como cuidador, nos vamos a encontrar con las características propias de un cuidador familiar por excelencia. Jesús siempre va estar atento a: ver, compadecerse, acercarse, donarse, acompañar y colaborar al que pasa por la enfermedad física y sufrimiento espiritual, para esto podemos citar una de las tantas pasajes de los evangelios donde palpamos estas características; Marcos 10, 46-52, frente a la realidad del Ciego de Jericó: …“!Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!” (v. 47) … “Jesús se detuvo y dijo: llamadle” (v. 49) … “ ¿Que quiere que haga por ti?”(v. 51). Pero donde nos vamos a encontrar con un Jesús, donde no queda duda, de su ser de Cuidador que trasciende al “cuidador familiar”, va ser en el evan-

8


gelio de Lucas 10, 25-37, la parábola del Buen Samaritano. Esta parábola nos muestra dos modelos de Cuidadores. Como primero, el Buen Samaritano, con sus características especiales: a. Sabe ver, es decir, trasciende su mirada y por eso puede encontrarse con el corazón del otro. El Cuidador familiar, es la persona que sabe ver la necesidad de su madre, padre, hermano, etc. Además, del que no conoce que lo necesita, volviéndose su hermano. Y por eso coloca en sintonía su corazón con el dolor y el sufrimiento del otro. b. Sabe compadecerse, es decir, al igual que Jesús siente dolor en la entrañas por el sufrimiento del otro y esto lo lleva a dar un respuesta generosa de cuidar. c. Sabe acercarse “Se acercó a él”, con delicadeza, como quien se acerca a un bebe recién nacido y lo toma en brazos con el cuidado que este requiere. Como nos dice el Papa Francisco: “la Iglesia que acuna, que es madre”, así mismo, debe ser el acercamiento del cuidador familiar que sabe lo que es ternura y sus brazos y palabras se vuelven fortaleza para el enfermo. d. Sabe donarse “Le vendó las heridas vertiendo en ellas aceite y vino”. El cuidador entrega todo pero también se preocupa de sí mismo para poder seguir dando. Si vemos en profundidad el Buen Samaritano llevaba provisiones para el viaje, aceite, vino y vendas, lo cual, muestra que él era un hombre precavido de su propio cuidado y cuando llegó el momento de auxiliar y cuidar a aquel hombre, que estaba mal herido, tenía para dar tanto física como espiritualmente. e. Sabe acompañar “Lo montó en su cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él”. El cuidador en esa tarea sigilosa descubre que hay que abajarse para que el otro esté bien,

cómodo, tranquilo, en paz. Pero también sabe que para esto debe prepararse psicológica, física y espiritualmente, convirtiéndose así en portador de esperanza. Además, sabe que necesita prepararse para que el enfermo tenga lo dignamente necesario, como son: su espacio, sus tratamientos médicos, sus medicamentos, etc. Saber que en un sistema de salud tan quebrantado y arbitrario hay unos derechos y deberes. Saber que hay unos lugares donde se puede acudir para hacer valer los derechos cuando son vulnerados. Esto significa que no solamente se acompaña con la presencia sino con todo el ser. f. Sabe que necesita colaboración “Al día siguiente sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciendo: Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a mi regreso”. Así como el buen samaritano, continuo su viaje y encomendó la tarea al otro cuidador (posadero), así mismo, el Cuidador debe tener claridad que necesita oxigenar la vida, tanto, física, psíquica y espiritualmente, para volver cargado de fuerzas a su realidad. Estas características llevaran al cuidador familiar a comprometerse con su vida y la vida del otro, sin esperar recompensa alguna. Él no eligió esta tarea, sino que por las circunstancias, le toco asumir el rol de cuidador, que solamente se puede entender trascendiéndolo a la mirada de Jesús, Buen Samaritano. Segundo, encontramos otra figura de cuidador, el Posadero. Es totalmente diferente su mirada frente al enfermo, porque aunque cumpla su tarea muy bien y con amor, lo hará esperando una recompensa por su labor. Ya éste tiene su recompensa y nunca tendrá el trasfondo del primero, que en el proceso con el enfermo descubre la necesidad de cuidarse, para tener que brindarle al enfermo, y además, ve que la paga estará en Reino de los cielos. El segundo no tiene esa mirada trascendente, tal vez su pensamientos sean cuidar, hacerlo bien para poder obtener de allí su sustento.

9


Termino tomando las palabra del Apóstol San Pablo a los Corintios en la primera carta 13, 1. Si esta misión de cuidador no está acompañada del amor, “no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde”. Porque la vida del cristiano se resume en el amor. Y el cuidador familiar que comprende esta palabra es el que se preocupa de sí mismo porque sabe que tiene una misión con el Señor, de cuidarle en el rostro del hermano enfermo. Como dice San Camilo de Lelis: “Ser Cristo para el enfermo y ver a Cristo en cada enfermo”.

10

Bibliografía Biblia de Jerusalen. Editoral Española Desclée de Brouwer, S. A. Bilbao, 15 de noviembre 1975 Sagrada Biblia, Conferencia Episcopal Española. Edición: Biblioteca de Autores Cristianos, 2011. Madrid. Discipulos Misioneros en el Mundo de la Salud. Guia para la Pastoral de la Salud en América Latina y el Caribe. CELAM. Centro Camiliano de Humanización y Pastoral de la Salud. Editorial Kimpres Ltda. 2011. Junto al Enfermo incurable y al que muere: Orientaciones Éticas y Operativas. Actas de la XVI Asamblea General de la Pontificia Academia para la Vida. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid 2009


EL CUIDADOR PRIMARIO

Por: Luis Felipe Sánchez Villarreal Psicólogo Clínico

¿Quién es el cuidador? El cuidador es la persona que asume la responsabilidad de atender y apoyar a personas que por razones de discapacidad o enfermedad dependen de manera temporal o permanente para desarrollarse en la vida cotidiana

Cuando la enfermedad irrumpe en el núcleo de una familia, se genera toda una serie de cambios y posiciones que en algunos casos surgen de manera traumática o inesperada o de manera progresiva donde se van realizando cambios paulatinos de aceptación y comprensión de la enfermedad. Este proceso de deterioro o perdida de la salud no solo implica al sujeto que la padece (enfermo) sino que involucra todo el ámbito familiar, esto hace que surjan posturas alrededor del enfermo y su cuidado. La familia se ve inmersa en la incertidumbre del no saber qué hacer, tener un profesional de la salud para el cuidado diario conduce a una serie de gastos no contemplados y que en muchos casos no se pueden solventar porque estos sobrepasan su capacidad económica. Es en medio de esta incertidumbre donde surge la figura del cuidador, su rol se afianza a partir del vínculo que se tiene con el paciente, la disponibilidad y voluntad para desempeñar su vida alrededor del paciente y el desarrollo de la enfermedad. ¿Quién es el cuidador? El cuidador es la persona que asume la responsabilidad de atender y apoyar a personas que por razones de discapacidad o enfermedad dependen de manera temporal o permanente para desarrollarse en la vida cotidiana. Este modelo de servicio requiere de la voluntad del sujeto, quien asume el rol de cuidador y toda la responsabilidad que ello trae, asumir cumplir con

11


las necesidades básicas, tomar decisiones por el paciente, realizar tareas de cuidado personal, entre otras funciones. El cuidador surge regularmente de entre la familia misma, pero existen cuidadores que se preparan de manera formal para ejercer esta función como una técnica profesional del cuidado de pacientes, pero hoy nos ocupa hablar del cuidador primario, esa persona que por voluntad, en algunos casos por la obligación, asume el cuidado de sus parientes, ya sea padres, hijos, hermanos u otros, y carecen de preparación pero asumen de igual manera tal responsabilidad. El cuidador primario o familiar está sujeto a diferentes reacciones afectivas que le surgen a partir de la enfermedad, del proceso del inicio de la enfermedad y su desarrollo; cuando la enfermedad irrumpe hay una ruptura en el tiempo y el espacio del sujeto y la familia, afloran emociones y sentimientos de incertidumbre, sobre la enfermedad y sobre el que la padece, aparece la crisis y las contradicciones para el afrontamiento, ansiedad, temores, dudas, culpa e impotencia por lo que no se puede mejorar en la enfermedad, quien asume el rol de cuidador casi que asume la enfermedad en sí mismo y asume la responsabilidad de reponer las carencias del enfermo y sustituir la falta generada por la enfermedad, esto lleva a que el cuidador realice una inversión tanto emocional y física como económica que se traduce en transformaciones en el contexto vital. El cuidador está sujeto a las variables del curso de la enfermedad y del desarrollo, de esto depende el grado de acción y compromiso de quién asume el rol de cuidador. Los episodios de la enfermedad vienen acompañados por las emociones del paciente que la padece, reacciones situacionales de angustia e incertidumbre, y el cuidador se convierte en el receptor de todas estas emociones, por lo tanto es el cuidador el primero en recibir la demanda de atención del paciente. En muchos casos el cuidado de los pacientes, más aún si son familiares, resulta gratificante desde el contexto de lo ético y lo moral, el deber por cumplir

12

y el deber por lo que me une en el afecto, estas particularidades se pueden leer en la razón espiritual de quien practica la caridad cristiana del servicio, frente a este aspecto tenemos que decir que la voluntad no se mide por el grado de familiaridad, sino por la capacidad de compromiso que se tiene con la fe que se profesa. El cuidado de pacientes en enfermedades crónicas, incapacitantes, de mal pronóstico y desarrollo, y de los que necesitan de cuidados paliativos, es una tarea que requiere, además de la voluntad y acompañamiento diario, de exceso de trabajo, cambios en su desenvolvimiento cotidiano, irrupción y dificultades en los diferentes ámbitos de su vida familiar, laboral y social, acompañado de frustraciones, ansiedades, problemas físicos y emocionales, cambios de conducta, y en situaciones extremas trastornos por somatización. Es muy frecuente que el cuidador se entregue tanto y desdibuje el servicio y su rol dejando en un segundo plano su vida y bienestar personal. Existen en orden de atención, problemáticas relacionadas con el cuidador de orden social y familiar, físico y psíquico, que requieren de atención especial, estas problemáticas se pueden dar de manera aislada o sucesiva. Las problemáticas sociales y familiares se intensifican por abandono de las funciones familiares llegando al descuido parcial o total, la apatía o abandono laboral, el aislamiento social por causa de las pocas o nulas actividades sociales que requieran tiempo de ocio, diversión o deporte. La sociedad y la familia, en algunos casos, puede llegar a no comprender que está ocurriendo con el cuidador y visto desde afuera puede llegar a la poca comprensión dándose reclamos y confrontaciones que intensifican el aislamiento del cuidador, porque se puede sentir incomprendido y la familia puede llegar a ser vista como indolente de la enfermedad que padece el paciente. Las problemáticas económicas, del sistema de salud y en algunos casos la vivienda y lugar de cuidado, tienden a empeorar el conflicto.


Las problemáticas físicas y de salud que involucran el estado somático del cuerpo como el cansancio, el insomnio y que se profundizan en problemas digestivos, dolores de cabeza, dolores crónicos, y todo tipo de síntomas; el tener que movilizar un paciente, ayudarlo a realizar sus necesidades básicas como ir al baño, el aseo personal, el estar atento a los procesos de alimentación y medicación, pueden desarrollar un cuadro patológico por somatización. En el ámbito psíquico es muy frecuente que los cambios físicos interfieran y agudicen las problemáticas emocionales que se presentan como reacciones situacionales, estrés agudo y emocional, sentimientos de culpa, ansiedades, insomnio y en casos más complejos estados depresivos, trastornos de personalidad y trastornos psicosomáticos. Por todo lo anterior podemos concluir que es mucho lo que hay que abordar y trabajar cuando se habla del cuidador de enfermos, su papel dentro del ámbito de la salud, el perfil y el apoyo que se le debe brindar. Cuando se logra detectar episodios como los que se han descrito anteriormente y desencadenan una serie de situaciones problemáticas alrededor del cuidador, es necesario hablar del cuidado del cuidador. El cuidado del cuidador No necesariamente hay que esperar a que los síntomas del deterioro en los ámbitos familiar y social, físico y psíquico surjan para poder actuar, antes que el cuidador asuma su rol, es necesario que el cuidador clarifique y evalúe que tan dispuesto está para asumir tal responsabilidad y todo lo que ello implica. Hablar de la enfermedad, conocerla, conocer su desarrollo, le permitirá evaluar sus capacidades y el tipo de apoyo que necesita. Ser consciente de que el autocuidado le permitirá realizar satisfactoriamente su servicio, estar atento a sus propias necesidades, le permitirá estar en una constante evaluación de sus acciones y donde hay falencias actuar de manera inmediata, pues el autocuidado fundamental.

Pedir apoyo familiar, las cargas son más sostenibles si las atendemos de a dos, hablar constante mente sobre cómo se siente y pedir apoyo le permitirá sentirse acompañado, esto disminuye el aislamiento social. Hay que reconocer las propias limitaciones y la necesidad de apoyo. La constante evaluación le permitirá prever los acontecimientos contenidos en el su rol con el enfermo y la enfermedad, creando mecanismos de autoayuda para solucionar posconflictos. Tomar clases de cuidado y atención de pacientes o pedir ayuda a los profesionales de salud, consultar sobre el desarrollo de la enfermedad, hablar con los familiares sobre la evolución del paciente y de su mejoría o deterioro, esto le permitirá adelantarse previniendo posibles problemas que surjan con el paso del tiempo y plantear soluciones para el bienestar del paciente y de sí mismo. Construir un organizador de actividades diarias, para el paciente y para el cuidador mismo, donde se incluya el manejo del tiempo, la planeación de las tareas, los descansos, actividades de relajación. Dependiendo del tipo y compromiso de la enfermedad enseñar y habituar al paciente a un proceso de autonomía, esto permitirá un avance significativo de la salud o condición vital del paciente mejorando su entorno social. Buscar ayuda profesional como el acompañamiento psicológico, espiritual o sencillamente hablar de sus emociones, expresar cómo se siente, que le afecta, esto le permitirá realizar una descarga emocional y volver a su rol como cuidador de una mejor manera, le permitirá estar más equilibrado. Descansar, practicar la relajación, escuchar música, realizar alguna actividad de ocio, leer, entre otras, esto con el fin de cambiar de actividades en beneficio de del cuidador y del paciente. Hay que recordar que el proceso de adaptación es lento, gradual y necesario en eficacia de prestar un

13


servicio de ayuda con calidad para el paciente. El cuidador requiere que el compromiso y la responsabilidad que asume tenga un efecto en toda la familia, la cooperación y el apoyo bastaran para que el cuidador sienta que su trabajo tiene un valor fundamental y es reconocido por los otros y que su compromiso es el compromiso de todos. Esta cooperación y apoyo, se traducen en posibles relevos de días de trabajo, acompañamiento y horas de ocio compartidas. Cuando se aborda el tema de la enfermedad y el paciente, es necesario y urgente reflexionar sobre el cuidador, quizás es la última persona en la que pensamos y sobre la cual recaen todas las responsabilidades del enfermo, pensamos en el paciente como núcleo del conflicto y relegamos a un segundo plano las funciones del cuidador, su vida y todo lo que a su alrededor se mueve, su familia, su trabajo, su salud. El bienestar del cuidador se traduce en el buen cuidado del paciente, y todo en función de mejorar la calidad de vida de ambos, el cuidador debe de rodearse con apoyo emocional y con la misma voluntad con la que él asume su rol. Este acompañamiento al cuidador nos permitirá visualizar y detectar a tiempo estados ansiosos o de irascibilidad, el aislamiento social, el insomnio, la automedicación, el excesivo consumo de bebidas estimulantes y otras situaciones que indican un cambio conductual y que requiere de una intervención oportuna. El cuidador es parte fundamental en el campo de la salud, su apoyo es vital para los pacientes y su enfermedad, de su bienestar y cuidado dependerá una buena calidad de vida para el paciente. Bibliografía: Butcher, J., Mineka, S., Hooley, J., (2007). Psicología Clínica (12ª. Ed.). Madrid: PEARSON. Remor, E., Arranz, P., Ulla, S., (2003). El Psicólogo en el ámbito hospitalario. Bilbao: Desclee De Brouwer. Levenson, James L., (2007). Tratado de Medicina Psicosomática. Barcelona: Ars Médica.

14


15


EL CATEQUISTA: SIGNO DE ALEGRÍA EN UN MUNDO DIFÍCIL Por: Néstor Alexander Pérez Ceballos Coordinador de catequesis

El catequista es un evangelizador fundamental en la Iglesia, es gracias a su labor generosa, desinteresada y creativa que muchas personas se educan en la fe, que empiezan a conocer a Jesús, que aprenden sobre la Iglesia (…)

“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada”(EG 2), con esta sentencia el papa Francisco advierte la realidad del mundo al que estamos asistiendo, y es cierto que éste nunca ha sido fácil, cada época ha traído consigo sus avatares, preocupaciones y laceraciones que llevan a que perdamos la esperanza, el deseo de vivir y algo que me parece doloroso, perder la alegría. El presente que nos ha tocado viene cargado de cosas novedosas, que nos seducen y asombran, pero que a la vez lleva a que presenciemos situaciones difíciles, muy difíciles. Los avances tecnológicos que en vez de facilitarnos la vida surgen efecto contrario y la complican más y más; los cambios climáticos que por estos días han arrasando con la vida no solo de cultivos y animales sino de personas; la economía global que sigue con las mismas premisas de siempre: ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres; las relaciones interpersonales sostenidas por pequeños y frágiles hilos que se amarran por el interés, el deseo y el placer, donde la tendencia es romperse rápidamente dejando como consecuencia corazones heridos, resentidos y vacíos. En este escenario que nos está tocando, los que somos cristianos tenemos una gran oportunidad, una misión especial, a pesar que es un mundo difícil, no es motivo para vivir sumidos en tristezas y llanto. Este panorama de tragedia puede ser erradicado, mostrándole al mundo la alegría que produce

16


el Evangelio, aquella que resulta de ver a Dios, que llega al corazón y que nada ni nadie nos puede quitar, “también ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar”. (cf.Jn16,22). El papa Francisco que en lo corrido de su servicio como siervo de los siervos de Dios, ha invitado de una y mil formas a que seamos cristianos alegres, llenos del Espíritu, que seamos una Iglesia sonriente, con caras amables y cercanas, que ha recordado la importancia de evangelizar con sonrisas y no con discursos, con entusiasmo y decisión y no enfrascados en las mismas zonas de confort que nos acomodan y estancan. Una de esas invitaciones muy sentidas del papa la encontramos en la Eucaristía de domingo de ramos del año 2013, recién elegido como el sucesor de Pedro: Y aquí nos viene la primera palabra: alegría. No sean nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca se dejen vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; de saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables..., y ¡hay tantos! Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que Él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro. Llevemos a todos la alegría de la fe. Hoy el mundo necesita signos de alegría que se impongan ante las corrientes que llevan la tristeza y desolación, somos las personas de fe los principales llamados a significar la alegría en nuestras comunidades, familias, lugares de trabajo, espacios de amistad, vecindarios... Anunciar la alegría, llevar la felicidad a aquellos que la han perdido es una de las tareas de la Iglesia, hace parte de su misión profética. Y el Papa nos ha recordado que dentro de esta misión Eclesial hay unos que la realizan de manera especial: los catequistas.

El ser catequista encierra un gran compromiso, una hermosa tarea, vaya donde vaya, haga lo que haga debe siempre ser un signo de alegría, un estandarte de felicidad. Un catequista alegre es la potencialidad de que muchos niños vean, por primera vez en sus vidas, la felicidad que produce el evangelio; un joven perdido, desorientado y quieto puede ser movido y animado por el entusiasmo de un buen catequista; la alegría que irradie un catequista puede ser el motivo de esperanza en una familia; un catequista que viva el gozo que produce la fe es pieza clave en el motor que mueve una comunidad parroquial. El catequista es un evangelizador fundamental en la Iglesia, es gracias a su labor generosa, desinteresada y creativa que muchas personas se educan en la fe, que empiezan a conocer a Jesús, que aprenden sobre la Iglesia. Pero esta labor no la puede realizar de cualquier manera, deben, además de tener unas dotes especiales, unas destrezas necesarias y un deseo de servir, el ingrediente especial: la alegría. Alegría que contagie, transforme, cuestione, en últimas, que enamore. Apropósito dice el Papa: “por consiguiente, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas”. (EG 10) Hace algunos años Dios me dio la oportunidad de evangelizar en tierras lejanas por un buen tiempo, en esta experiencia maravillosa que marcó mi vida, pude conocer el testimonio de Don Oscar, en él vi muy de cerca la afirmación que encontramos en el título de este artículo. Un señor de muy avanzada edad, con varias necesidades, con la salud algo deteriorada y con una sonrisa permanente que manifiesta su fe y que contagia a todos los que están a su alrededor. Don Oscar lleva un recorrido de más de 50 años siendo catequista, habiendo enseñado en este tiempo el amor de Dios a decenas de personas, no cientos, sino decenas pues lo hacía en un contexto donde evangelizar estaba prohibido y hacerlo tenía consecuencias legales que no solo comprometían la libertad sino la vida. En él vi encarnarse ese estribillo de la canción “como no hablar de ti si tu voz me quema dentro”, es un cristiano de esos que encantan porque reflejan perfectamente

17


la imagen de Jesús; un catequista que en cualquier momento del año se le presenta a su comunidad como un Laetare y un Gaudete. hoy después de varios años, y habiendo pasado por muchas experiencias pastorales, me alegra tener la certeza que como él hay muchos más, católicos comprometidos y apólogos de su fe, manifestándola día a día con sus vidas.

camino del Evangelio. Uno de aquellos niños de mi catecismo se ordeno de Sacerdote. Ser catequista es formar personas para el cielo. Los que enseñan a muchos este camino brillaran como estrellas por toda la eternidad.

Es para mí muy grato presentar en este artículo un breve testimonio escrito por él mismo, de lo que ha sido su experiencia como catequista:

Esta pregunta que no la hago yo, sino el papa, va dirigida a todos los catequistas que aún no han entrado en esta corriente, ser signo de alegría. Pero también toca a todos los que pertenecemos a la Iglesia, quienes hemos sido bautizados y confirmados en el evangelio de Cristo Jesús, laicos, religiosos y religiosas, sacerdotes, obispos…

Soy Oscar Rodríguez Moreno, no puedo precisar en años el tiempo que he dedicado a la catequesis. Desde muy joven comencé a ser catequista. Ahora tengo 87 años y aún como Dios me ayuda y es necesario continuaré. Como es de esperar de tantos años como catequista y en tantos lugares disímiles me han permitido acumular anécdotas y experiencias (En un barrio rural muy pobre daba catecismo en una casa de familia, el dueño nos prohibió continuar, cogimos las láminas que yo usaba, las colgamos en una mata de mango y continuamos las clases). Pero la que de veras recuerdo siempre es esta: En el año 1948 yo trabajaba como profesor en un colegio católico y preparaba un grupo de niños para la primera comunión, que sería el 15 de mayo, el 14 por la mañana la mamá de uno de ellos vino a verme muy angustiada. Me dijo: Enriquito no podrá hacer su primera comunión, sufre, hace 15 días, un trastorno digestivo que no le permite tolerar ningún alimento. Al mediodía le envié a la señora una nota con la reliquia de San Juan Bosco que me regalo un amigo salesiano sacerdote. A las 5 de la tarde volvió la mamá de Enriquito muy alegre. El niño ingería alimentos y los toleraba, animoso jugaba con su pelota en la cama. El día siguiente 15 de mayo de 1948 Enriquito comulgó por primera vez, se veía demacrado pero fuerte. Enriquito debe tener ahora más de 70 años, nunca lo he vuelto a ver ni tener noticias suyas. Muchos cubanos salieron del país... Mi último grupo no ha sido de niños. Son adultos que se preparan para el bautismo. Las personas cuando analizan sus vidas las encuentran vacías si en ellas no está Dios; El catequista lleva a Dios las almas. Uno es feliz cuando guía a otros por el

18

¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de la alegría?

“Si la fe no nos vuelve alegres, no es verdadera fe. Si en nuestra vida hay más tristeza que alegría, no somos buenos cristianos, a pesar de todas las devociones, las prácticas de piedad y las obras buenas que podamos cumplir”. (Fernández, 2006)) Miremos, según el Papa Francisco algunas implicaciones que trae entrar en este rio de alegría: •

Permitir que la alegría de la fe comience a despertarse: ”Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por sufrir graves dificultades, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, aun en medio de las peores angustias” Vivir con alegría las pequeñas cosas: “Hay que vivir con alegría las pequeñas cosas de la vida cotidiana (…) No te prives de pasar un buen día” Aferrarse a Dios: “Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mi vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse” Entregar la vida al servicio del prójimo: ”La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. Madura a la vez que nos damos a los otros” Hacer de la alegría nuestro signo: La alegría, que es como el signo del cristiano. Un cristiano sin alegría, o no es cristiano o está enfermo.


Vivir alegres para cuidar el Amor y la Paz: Es la alegría del cristiano, “que custodia la paz y custodia el amor” Pedir el Espíritu Santo: custodiar siempre el Espíritu Santo en nosotros, ese Espíritu que nos enseña a amar, nos llena de alegría y nos da la paz”.1

me hablo de Jesús, me encontré con Él y mi vida cambio, quiero hacer lo mismo que esa persona causo en mí, llevar a muchos a que descubran el amor verdadero, la alegría que nunca termina, aquella que a pesar de las tribulaciones y dolores, se mantiene en la vida, esa alegría que tiene una razón: JESÚS

El mundo que hoy vivimos puede ser mejor, somos muchos los que podemos hacerlo un poco más fácil. Catequistas recuerden que somos profetas del amor, de la paz y de la alegría, que este profetismo no nace de un capricho, de un querer sobresalir o un favor a la comunidad. Nace de un encuentro personal, único y especial con Jesús. Sigamos siendo signos de Dios en nuestras comunidades, continuemos ofreciendo lo que al mundo le falta, amor, alegría, paz, bondad, paciencia, perdón, no desistamos al igual que el Sembrador de la parábola, de seguir regando la semilla del evangelio en el corazón de todas esas personas con las que nos encontramos día a día. Una vez vi un catequista alegre, que con su vida

«Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena» (Jn15,11).

• •

Referencias: EG

Fernández, Juan. (2006).Un cristiano triste es un triste cristiano. En: Revista 21rs versión digital. Recuperado de http://blogs.periodistadigital.com/21rs.php/2006/12/16/ un-cristiano-triste-es-un-triste-cristia

Homilía del Papa Francisco del 21 de Mayo de 2014, Misa en Domus Santa Marta.

1 Cfr. Homilía del Papa Francisco del 21 de Mayo de 2014, Misa en Domus Santa Marta

19


EL CATEQUISTA, UN ENAMORADO DE LA VIDA Por: Inés Agudelo Yepes Catequista

(…) esta misión de evangelizar y catequizar solo se hace realidad cuando hemos tenido estas mismas experiencias: damos porque hemos recibido. Haciendo sentir dentro de nosotros que realmente ¡El Evangelio vale la pena!, que por eso, la vida del catequista ha de ser las “venas” por donde corra el evangelio: como testigos de la fe (…)

“Yo te bendigo Padre, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes, y se las has revelado a los pequeños” Mateo 11,25. Solo los pequeños pueden entender las cosas verdaderamente esenciales, los demás, que se creen grandes y prepotentes, verán cosas importantes sólo en la superficie. “Todo lo verdaderamente grande ha comenzado por ser pequeño, más aún, solo permanece grande lo que en su grandeza no se olvida de su originaria pequeñez y no se aparta de ella, y sabe ser grande sin dejar de ser pequeño, porque la grandeza consiste en descubrir y asumir la propia pequeñez” Richard Bach. Desde hace años vengo con una meditación continuada y confrontada con las personas con quien comparto las experiencias de lo cotidiano, que poco a poco han ido gestando en mi una reflexión que podría llamar “La vida en Dios, enamora”, esto me ha llevado a recordar la enseñanza de un gran sacerdote educador que me a cautivado, haciendo este acróstico de la vida que la define como “La vida no es otra cosa más que la:

VI DA oluntad nfinita de ar

mor

20


Y también cuando desde joven me saboreé la lectura de El Principito, de Saint Exupery, descubrí en la pedagogía del encuentro, un sentido de la vida en la que el ser humano sólo ve del mundo de lo que lleva ya en sí, “Solo se ve con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”. Esta reflexión me ha hecho pensar que en mi interior hay “algo” en qué es lo que llevo dentro, lo que alienta “mi ser catequista”. Esta experiencia me lleva a una vida que solo puedo concebir en una rica relación con Dios, gracias al encuentro con Jesucristo, quien ha hecho de mi vida “algo especial” donde Él tiene el puesto más destacado en mi corazón. Una vida donde lo percibo en mí, y yo en Él. Vida que se ha ido conjugando a lo largo de mi existencia en las diferentes relaciones que como ser humano he tenido, como son: con mis padres, hermanos, familiares, amigos, compañeros y desde la fe con otros catequistas, los catequizandos… Pues la vida de mi “ser catequista” se ha ido conjugando y avanzando en un tiempo determinado en mi existencia, tanto en mi presente, como para mi futuro; en la que juegan las experiencias de estas personas, y de manera particular, si son sus experiencias cristianas, que me permiten aprender mucho de sus vidas, actitudes, vivencias, pensamientos, sentimientos… así es la vida de un catequista que puede decir “mi pasión ser catequista”, una pasión infundida por el Señor, El Dios de Jesús que hace que mi vida siempre tenga los deseos de mostrar el Rostro de Dios. Es una vida que exige una formación permanente con base en la oración, el estudio de la Palabra de Dios, los elementos de la pedagogía divina… es un rico proceso todo esto forma parte del mundo que Dios me ha regalado. Esta vida en el Señor me ha impulsado a dar lo mejor de mí, consciente de la clase de civilización que me ha tocado y es aquí, donde el Señor quiere que aporte mi granito de arena a partir de mis vivencias y reflexiones cristianas donde ha jugado un papel determinante la fe.

¿Y cuál ha de ser esa misión y la vida de quien tiene la vocación y la experiencia de catequista? Dios ha puesto en nuestras manos la construcción de un mundo nuevo y la edificación de la Iglesia, confiándonos el anuncio de su Palabra, para “hacer eco y resonancia de ella en los oídos de nuestros catequizandos y suscitar en ellos una respuesta”2; esta misión de evangelizar y catequizar solo se hace realidad cuando hemos tenido estas mismas experiencias: damos porque hemos recibido. haciendo sentir dentro de nosotros que realmente ¡El Evangelio vale la pena!, que por eso, la vida del catequista ha de ser las “venas” por donde corra el evangelio: como testigos de la fe; teniendo presente que el testimonio como discípulos misioneros es determinante para la nueva evangelización, sin la cual no es posible la catequesis, llevando en el corazón la necesidad de motivar la conformación de comunidades cristianas con una fe viva, dinámica, artífices del Reino de Dios hoy: fuente de amor, verdad, justicia y paz. Grande ha sido mi experiencia en mí caminar por la vida como misionera de la catequesis, animada y fortalecida por el encuentro con la persona de Jesucristo cada día, cada instante, cada minuto, cada año… dejándome seducir, apasionar por su inefable y eterno amor… vivir en amistad con Él hasta el punto de depender existencialmente 100% de su amor y para siempre.

Por eso uno de los aspectos importantes que me parece es necesario resaltar en mi vida de fe, es la acción de la catequesis cuando realiza su objetivo: “llevar las personas al encuentro con Jesucristo”1, formando cristianos maduros en la fe con una riqueza de vida espiritual que lo hace a uno, capaz de comunicarla.

Esta vida en Dios sí tiene sentido. Pues todo ser humano que viene a la existencia, llega con la vocación fundamental de ser persona, y lo logra felizmente cuando impulsado por la experiencia cristiana trabaja cada día con más sentido, haciendo bien lo que le corresponde hacer, humanizando las realidades de la vida (dolor, sufrimientos, dudas…), esta debería ser la meta natural de todo ser humano; que en su devenir existencial, la vida sea una obra de arte, gozosa porque siente gusto y agrado la de hacer realidad su vocación profesional, de estado, de catequista… así me siento en lo que hago, creo con firmeza que voy por el camino correcto; un camino que recorro orientada en mi proyecto de vida, como “alguien” que ha descubierto en su

1 CT 5.

2 Ídem.

21


oficio, mejor aún, en su vocación de catequista, el amor, el deseo de amar como Jesús nos ama, de hacer del evangelio la felicidad amando. He descubierto el deseo de conquistar en mi corazón de niña, la capacidad de despejar las cosas de sus apariencias, iluminándolas desde su interior, buscándoles sus más pequeños detalles, las luces y las sombras que a veces por los afanes de la vida, no alcanzamos a percibir; ésto me ha llevado a conocerme para poder comprender a los demás. Yo llamo esto estar enamorada de la vida, una vida en Jesucristo que plenifica mi proyecto de vida. “Vivir, enamorados de la vida, es estar llamados íntimamente a realizar nuestro proyecto de vida en lo que sentimos y tenemos que ser” Ortega y Gasset. Invito pues a que todo catequista, hombre-mujer, sea un enamorado de la vida, en una entrega diaria a la vocación que El Señor le ha llamado, dejándose seducir por el Dios de Jesucristo que enamora; de esta manera su vocación es servicio, pasión, es la fuerza del alma, es el amor, es las ganas para hacer todo bien hecho, ser fiel a Dios, a la Misión. Esta ha sido mi experiencia como catequista, la cual me ha dado grandes satisfacciones como ver felices a los catequizandos en su encuentro personal con Jesucristo. Siempre con los mejores deseos de ser cada día mejor para dar mucho más, con un amor desbordante que acoja a todos los que sufren sin sentido porque no conocen el amor del Señor Jesús, con la alegría de anunciar el evangelio con nuestra vida y nuestras palabras, sintiendo el gusto espiritual de ser catequista, porque lo que hago me llena de Cristo. Por eso, hoy clamo al Señor: Haz Señor de nosotros, los catequistas unos enamorados de la vida, enseñándonos a enamorarnos cada día de la vida, del milagro de tu amor, a vivir lo mejor que se puede como cristianos. Permite Señor que tus caminos nos conduzcan a la auténtica vida, la verdadera felicidad para la que nos has creado. Que aprendamos a amar la vida, a enamorarnos de esta vida que nos das donde cada momento del día sea único, infinito y eterno, porque tú

22

estas dentro y fuera llenándolo todo. Líbranos Señor de todo mal, que no nos dejemos esclavizar de las cosas de este mundo, del orgullo, la vana gloria, el prestigio y el honor humano. Dadnos siempre Señor un corazón libre, limpio, transparente, pobre, humilde, tolerante, pacífico y misericordioso como el Tuyo para que podamos amar como Tú sabes hacerlo, a vivir en la fraternidad, que nos duela el hermano que sufre; dadnos una vida plena en tu Espíritu, desde tu amor. Amén.


CATEQUESIS: CONTINUACIÓN DE LA PEDAGOGÍA DE DIOS Por: Nancy Dally Colorado Baena Coordinadora de catequesis

Debemos renovar nuestros pensamientos, nuestros acciones, hay que dar un giro de 360 grados si así se requiere, pero hay que injertar en el otro a Jesucristo, hay que abrir el oído del oyente para que crea a Dios lo que Él tiene preparado para él, y finalmente, hay que renovar nuestros métodos de trabajo (…)

Dios en su infinita misericordia ha querido que el hombre siempre sea feliz, para esto lo creó, no para la desgracia; su misión es salvar al hombre de la muerte y le dio la posibilidad de restaurar su vida. Primero en los profetas a quienes eligió para este plan de amor y salvación, restaurándolos a ellos, luego los envió a que anunciarán y profetizaran en nombre suyo la salvación a todos los hombres, anuncio entonces de conversión y así transcurre paso a paso nuestra historia, y Dios confió plena mente en ellos. Todos estos personajes han cumplido su misión y han muerto realizando su deber de anunciarle a la humanidad el reinar de Dios acá en la tierra. Gracias a ellos, a su pedagogía inspirada por Dios y guiados por el Espíritu Santo, le han preparado el camino a otro gran pedagogo de la historia: JESÚS, quien siendo hijo de Dios no escatimo fuerzas para cumplir Él también la labor que su Padre le había encomendado: enseñarnos a ser verdaderamente hombres y enseñarnos a convivir con nuestra misma humanidad y así darnos a conocer el proyecto que Dios Padre tiene para cada uno de nosotros, y, colocarnos en bandeja de plata nuestra propia salvación, confiando en su palabra, en su estilo de vida que como ejemplo nos propone. AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Y AL PRÓJIMO COMO a TI MISMO. Una pedagogía de ágape, hasta entregar la vida. Con la perfección y la eficacia inherente a la novedad de la persona de Jesucristo. Con las palabras, signos, obras de Jesús, a largo de su breve, pero intensa

23


vida, los discípulos tuvieron la experiencia directa de los rasgos fundamentales de la Pedagogía de Jesús. Consignándolos después en los evangelios: La acogida del otro, en especial del pobre, del pequeño, del pecador como persona amada y buscada por Dios; el anuncio genuino, del Reino de Dios como buena noticia de la verdad y de la misericordia del Padre; un estilo de amor tierno y fuerte que libera del mal y promueve la vida; la invitación apremiante a un modo de vivir sostenido por la fe en Dios, la esperanza en el Reino y la caridad hacia el prójimo; el empleo de todos los recursos propios de la comunicación interpersonal, como la palabra, el silencio, la metáfora, la imagen, el ejemplo, y otros tantos signos como era habitual en los profetas bíblicos. Invitando a los discípulos a seguirle totalmente y sin condiciones, Cristo les enseña la pedagogía de la fe en la medida en que comparten plenamente su misión y su destino”1.

discípulo llegue a su estado de hombre perfecto, a la madures de la plenitud en cristo.” (DGC 142) Hoy debemos estar atentos a dónde está mi hermano, dónde me necesita la Iglesia, dónde está el vacío de Dios, dónde hay que sembrar la palabra, y hacerlo con verdadero sentido cristológico y eclesial.

Esta misma pedagogía de la fe la asume la Iglesia en cuyo centro sigue estando Jesucristo, cuyo mensaje salvador e itinerario sigue extendiéndose por todos los rincones gracias a la vocación de sus miembros y a la obediencia y el compromiso de todos los llamados. Anuncio, Kerigma, Iniciación Cristiana, liturgia, sacramentos, vida de comunidad, cada una con sus itinerarios catequísticos asumen la pedagogía de la Iglesia que es la pedagogía del Señor.

Nuestras catequesis para que sean verdaderamente pedagógicas deben ser experienciales, que toquen el corazón, que suscite en él un gran deseo de santidad y un gran celo por el apostolado: “ir por todas partes y anuncia el evangelio”. Para que todos a igual que yo sean felices, con cruz pero feliz; con dificultades y sufrimientos pero con esperanza.

Hoy bebemos queridos catequistas de esta pedagogía también eclesial “que solo terminara cuando el 1 Cfr. CGC 140.

24

Debemos renovar nuestros pensamientos, nuestros acciones, hay que dar un giro de 360 grados si así se requiere, pero hay que injertar en el otro a Jesucristo, hay que abrir el oído del oyente para que crea a Dios lo que Él tiene preparado para él, y finalmente, hay que renovar nuestros métodos de trabajo, no se concibe catequesis sin testimonio, catequesis frías como clases que no convierten a Nadie, catequesis sin preparación, catequesis sin oración, catequesis sin Jesucristo, catequesis aburridas porque solo transmito lo que me dicen los textos.

Nuestra mirada esté puesta en el Señor que hizo cielo y tierra. Cumplamos nuestra misión que como catequistas tenemos para que los hijos de nuestros hijos también tengan porque creerle a Dios trino y en él a la Iglesia.


El anuncio de la buena noticia, la obra buena de la Iglesia Por: Giovani Humberto Escobar Arismendi Coordinador de catequesis Una Catequesis Kerigmática a partir del relato de la unción en Betania

¿Qué significaba aquel perfume entonces? En aquella época, incluso hoy, era todo un símbolo. El aceite perfumado significaba alegría, consuelo, fuerza, salud y belleza. Derramado sobre un huésped era una muestra de honor, otras veces era signo de bendición (…)

¿Qué es lo que hace posible una Evangelización eficaz y por ende una catequesis eficaz? ¿Qué necesita hoy la Iglesia para lograr una verdadera conversión pastoral? ¿Qué papel juega el Kerigma en la Catequesis y en toda la obra pastoral de la Iglesia? ¿Los agentes de pastoral saben hoy predicar el kerigma? más aún, ¿Lo han escuchado y acogido en sus vidas? ¿Por qué es importante que en la Iglesia se ofrezca una catequesis decididamente Kerigmática? Es significativo que el pasaje de la unción en Betania, aporte elementos importantes, que bien pueden servir para orientar e iluminar la respuesta a las anteriores preguntas y fortalecer aún más la hermosa misión de la Evangelización y la Catequesis en la Iglesia hoy. Esta reflexión pretende ser a modo catequético, un compartir de inquietudes surgidas desde la experiencia vivida en la Delegación Arzobispal para la Catequesis de la Arquidiócesis de Medellín. Para comenzar, el Evangelio de Marcos, nos introduce en los relatos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, con el pasaje de la unción en Betania, texto que no deja de asombrar por su significado profundo y actualidad, sobre todo, en lo concerniente a la obra evangelizadora de la Iglesia en el mundo.

25


Un perfume costoso aparentemente desperdiciado

¡Dejadla, ha hecho una buena obra conmigo!

“Estando él en Betania, invitado en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco de perfume de nardo puro, muy costoso. Quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza. Algunos comentaban indignados: -¿A qué viene ese derroche de perfume? Se podía haber vendido el perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres. Y la reprendían. Pero Jesús dijo. -Dejadla, ¿por qué la molestáis? Ha hecho una buena obra Conmigo. A los pobres los tenéis siempre entre vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis, a mí no siempre me tenéis. Ha hecho lo que podía, se ha adelantado a ungir mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que en cualquier parte del mundo donde se proclame la buena noticia, se mencionará también lo que ha hecho ella. Judas Iscariote, uno de los doce se dirigió a los sumos sacerdotes para entregárselo. Al oírlo se alegraron y prometieron darle dinero. Y él se puso a buscar una oportunidad para entregárselo”. (Mc 14, 3-6)

El Señor mismo justifica el derroche en su persona, derroche que habla de amor, elogio, aprecio, respeto y veneración; ya habrá tiempo para ayudarle a los pobres, por lo pronto está el “novio”, todas las miradas son para Él y su obra, Es el Mesías, el Hijo de Dios vivo que ha venido a rescatar a su pueblo y esto no puede pasar desapercibido, además ya falta poco tiempo para su partida de este mundo. Recordemos que este pasaje es el preámbulo de los relatos de la pasión, muerte y resurrección.

La acción de la mujer en este relato es, sin duda alguna, simbólica, esto quiere decir que habrá que profundizar algunos aspectos, a partir del contexto de la época, para descubrir su verdadero significado. Es interesante que los perfumes fueran comunes en los banquetes (Am 6,6), por lo que no parece extraño que el mismo haga parte del momento. Además, el gesto de la mujer es descortés según las costumbre la época, algo osado, debido a la condición de mujer, la cual era poco privilegiada en su tiempo. A lo anterior se une el valor de aquel perfume y del frasco, ambos sumamente costosos, equivalente al salario de un año1. Por lo anterior, la protesta de los comensales no se deja esperar pues la limosna a los pobres se consideraba superior a la de otras obras buenas. Además, es interesante en el paralelo de la unción en Betania, pero del Evangelio de Mateo, son los discípulos mismos quienes se indignan con la mujer por el mencionado despilfarro de dinero, detalle relevante también para el análisis y comprensión de ambos textos. 1 Shökel, Luis Alonso. Biblia del Peregrino, Nuevo Testamento, edición de estudio, tomo 3. Bilbao: Verbo Divino, 1996., pág. 141.

26

¿Qué significaba aquel perfume entonces? En aquella época, incluso hoy, era todo un símbolo. El aceite perfumado significaba alegría, consuelo, fuerza, salud y belleza. Derramado sobre un huésped era una muestra de honor, otras veces era signo de bendición. El gesto igualmente recuerda la manera como eran consagrados reyes y sacerdotes, a los cuales se les ungía con aceite, impregnándoles la cabeza. En ningún otro pasaje, salvo el paralelo de Mateo 26, 6-13, y Juan 12,1-8, presentan a Jesús siendo ungido, que literalmente traduce Mesías. Así el aceite perfumado formaba parte de la promesa del festín mesiánico2. El perfume también se relacionaba tanto con la muerte, como con la vida, este hacía parte del rito de entierro, y según la creencia, preservaba de la corrupción el cuerpo, es decir, pretendía mantener la presencia del ser querido, al menos por un poco más de tiempo en este mundo, “se ha adelantado a ungir mi cuerpo para la sepultura”. Además de esto, el aceite perfumado servía también para curar heridas, toda clase de males, enfermedades y dolencias. Con todo lo anterior e indagando un poco más en la acción de la mujer, es importante tener en cuenta el contraste de suavidad, delicadeza, amor, intimidad, acogida, y aprecio de este momento, con los maltratos, la violencia y el rechazo hacia Jesús descrito en los pasajes siguientes. He ahí el porqué de la expresión: “¡Ha hecho una obra buena conmigo!”, una obra de amor. 2 León Dufour, Xavier. Vocabulario de Teología Bíblica. Barcelona: Herder, 1965., pág. 809-810.


Contrasta igualmente, el derroche de generosidad de la mujer, que es capaz de entregar todo el salario de un año, con la mezquindad de Judas, el cual ya se prevé que recibirá dinero por parte de los sumos sacerdotes. “Al oírlo se alegraron y prometieron darle dinero” Y él se puso a buscar una oportunidad para entregárselo”. La mujer, con su generosidad, pretende preservar la vida de Jesús, contrariamente, Judas, con su acción, terminará permitiendo que se la quiten. Una unción misteriosa De seguro muchas veces habrá pasado desapercibida esta expresión, que raya con el misterio: “Os aseguro que en cualquier parte del mundo donde se proclame la buena noticia, se mencionara también lo que ha hecho ella”. Estas palabras de Jesús, no dejan de ser algo extrañas y conducen a formular varias preguntas: ¿Acaso existe una relación entre quebrar el frasco y derramar el perfume ungiendo a Jesús y la proclamación de la buena noticia? ¿Por qué Jesús afirma que siempre que se anuncie el Evangelio (buena nueva) se mencionará igualmente lo que ella ha hecho? ¿Qué relación hay entre embalsamar y anunciar el evangelio? Como ya se expresó inicialmente, estamos ante una acción simbólica, que exalta el gesto de la mujer y lo asocia a la realidad de la evangelización. Sin duda, el gesto habla de Kerigma (anuncio), de Evangelio (buena noticia). Para algunos padres de la Iglesia, la mujer en el relato, es figura de la Iglesia y de su papel en el mundo, que no es otra cosa que el de “esparcir el buen olor de Cristo” el amor, el servicio a los pobres... San Agustín3, identifica el perfume con las virtudes del cristiano, quien de la misma manera esparce su suave fragancia en medio de este mundo muerto por el pecado. Clemente de Alejandría pone en boca de Cristo esta invitación y esta promesa a los paganos: “Yo os ungiré con el ungüento de la fe. ¿Podemos ahondar aún más en el significado de la acción de aquella mujer? Ella, ha querido, según 3 In Ioannen tract., 50.

palabras del Cardenal Ratzinger, “asestarle un golpe a la muerte”4, es decir, preservar la vida del Señor. Algo que resultaba infructuoso para el momento, pues solo Dios tiene poder de vencer la muerte, pero de ninguna manera inútil en el futuro, porque la muerte no lo retendrá. Solo la resurrección garantizará que en el futuro se anuncie la buena noticia. Si Jesús se hubiera quedado en la muerte no tendría razón de ser que proféticamente se refiriera al anuncio de la buena noticia. Lo dicho explica por qué una acción de muerte, embalsamar un cuerpo para la sepultura, se recordará en el futuro como una obra de vida y amor, el enuncio de la buena nueva. El significado del gesto de la mujer, definitivamente es más comprensible si afirmamos que no solo anticipaba su muerte, sino también anunciaba su resurrección. A propósito, exclamamos en la liturgia Eucarística: “Anunciamos tu muerte, Proclamamos tu Resurrección, ven Señor Jesús”. Este perfume misterioso se relaciona pues con el Kerigma, fundamento de la evangelización y cimiento en el cual el cristiano y la Iglesia encuentran su razón de ser en el mundo: “El cristiano recibe una unción (2Cor 1,21; 1 Jn2, 20.27); sin embargo, no se trata de un rito sacramental (bautismo o confirmación), sino de una participación en la unción profética de Jesús, una unción espiritual por la fe. El catecúmeno, antes de recibir el sello del Espíritu en el momento del bautismo, ha sido ungido por Dios (2Cor 1,21; cf. Ef 4,30): Dios ha hecho penetrar en él la doctrina del Evangelio (Buena noticia, Kerigma), ha suscitado en su corazón la fe en la palabra de verdad (cf. Ef 1,13). Por eso a esta palabra venida de Cristo la llama Juan «aceite de unción», (khrisma)… Esta doctrina de la unción interior es importante en la tradición y en la espiritualidad cristiana”5.

4 Ratzinger, Joseph. El Rostro de Dios. Sígueme, Salamanca. 1983. Pág. 82. 5 León Dufour, Xavier. Vocabulario de Teología Bíblica. Barcelona: Herder, 1965., pág. 810.

27


El Kerigma, perfume y llave de la Iglesia para el mundo. La proclamación de la buena nueva, el Kerigma, es la “obra buena” de la Iglesia, la más consecuente con su esencia y misión, que no es otra sino, retomando las palabras del Cardenal Ratzinger, la de “preservar la memoria de Cristo en el mundo”, y esto es posible anunciando con valentía y convicción su muerte, es decir, su amor incondicional por todos, proclamando a una voz, con fuerza y sin miedo la alegría de la resurrección y aclamando que el Reino de Dios, el cual lleva a la felicidad plena, está abierto y disponible para todo aquel que lo acoja. Conscientes de esta vocación, es necesario reconocer también que la proclamación del Kerigma, no puede ser una realidad aislada de ninguna acción eclesial. De allí que la caridad se ejerza por y en orden a la evangelización, que la liturgia no sea otra cosa que la actualización de la obra de la salvación manifestada en la predicación; la catequesis, la maduración progresiva de la fe suscitada con la predicación, la doctrina, la inteligencia del mensaje revelado. Incluso la misión de legislar se ejerce por y para la Evangelización. Sin el anuncio del Kerigma, no sería posible descubrir el sentido de los misterios cristianos celebrados en los sacramentos, principalmente los del Bautismo y la Eucaristía, este último, centro y culmen de la vida Cristiana. Una antigua tradición ortodoxa, ubica comúnmente, en el iconostasio6, el icono de la anunciación cerca al lugar donde se proclama la palabra de Dios y al rededor de éste las demás imágenes, tales como la última cena, los milagros de Jesús, la transfiguración, entre otros. De manera especial, este Icono de la anunciación es llamado “la llave que abre los misterios”7. Esto es comprensible, porque el anuncio es la llave que conduce al encuentro con Jesús y al conocimiento de su vida y obras, acerca a Jesús al ser humano y al ser humano a Jesús, y permite en último fin, acceder a la obra de la salvación por la Fe 6 El iconostasio es una pared que va desde la parte septentrional (norte) a la meridional (sur) en un templo ortodoxo, y en la cual, en un orden específico, se colocan los iconos. Esta pared separa el santuario de la parte central del templo. Cfr. http:// es.wikipedia.org/wiki/Iconostasio. 7 Castellano, Jesús. Oración ante los iconos, los misterios de Cristo en el año litúrgico. Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica, 1996., pág. 57-65.

28

y no simplemente a quedarse como un espectador alejado de realidades que poco o nada le hablan a la existencia diaria. Por esto afirmaba San Pablo “La fe viene de la predicación y la predicación de la palabra de Cristo” (Rom 10,17). Como el perfume que unge preparando para asumir la muerte y participar de una nueva vida, y como la llave que hace posible acceder al misterio, el Kerigma es la fuerza vital y la garantía de la Fe y transformación del Cristiano y de la Iglesia, el cual, necesitan redescubrir y profundizar, día a día, como el modo más privilegiado de vivir su vocación y misión en el mundo. Urgencia de una catequesis Kerigmática en la Iglesia De la misma manera la catequesis está llamada a impregnar con este perfume todo su quehacer, teniendo claro que el Kerigma no es solamente un instante del proceso catequético, precisamente cada catequesis debería tener una dimensión vivencial, que permita que cada instante conduzca a un encuentro personal con Jesús y tener la experiencia profunda de su amor. Por el anuncio del kerigma vale la pena el derroche de esfuerzos, de tiempo y hasta de recursos. Algunos parecen estar cansados de la palabra misma, sin embargo no se puede callar lo que una vez se ha recibido, “hay de mi si no anuncio el Evangelio” (1 Cor 9,16). Más aún cuando consideramos que el anuncio de Cristo no es una opción pastoral novedosa, sino lo central de la Evangelización misma y la garantía de una iniciación cristiana verdadera. Una Catequesis sin Kerigma no pasa de ser una mera transmisión de conceptos e ideas y eso cualquier ideología lo hace. La Liturgia sin el anuncio previo, será solamente una obra bella, similar a cualquier otra, y no la actualización de la palabra revelada y anunciada, Cristo mismo, Mesías y Señor. Las personas necesitan de este perfume verdadero, que les comunique fuerza, esperanza, consuelo y alegría; igualmente a la Iglesia le urge dejarse impregnar de él, puesto que vive por él y para él. La “muerte” puede estar hoy “haciendo su agosto” con la desintegración familiar, la drogadicción de nuestros jóve-


nes, el auge de sectas pseudorligiosas, el aumento de suicidios y abortos, la promiscuidad en todas las esferas, la violencia y el desencanto por lo sagrado. Muchos hermanos nuestros están abandonando la fe, algunos presbíteros han perdido el horizonte de su ministerio, la liturgia está amenazada por la desacralización, en fin. Es el momento de volver a anunciar el Kerigma como si las personas lo escucharan apenas por primera vez, proclamarlo con fuerza y alegría, con lo que somos y tenemos. De esta manera la Iglesia podrá decir que ha vuelto el “amor primero”, su vocación propia, es decir, manifestar que Jesucristo nos ama y ha perdonado nuestro pecado, entregando su vida por nosotros, profesar que por Él, alcanzamos la reconciliación con Dios, con los hermanos y con el mundo. ¿Cuál actitud tomaremos pues? ¿La de Judas que en su afán de dinero vendió al Señor viviendo para sí mismo? ¿Solos como él, por acaparar para sí los bienes del mundo? ¿La de los comensales en Marcos o los discípulos, que según San Mateo, se escandalizan de tanto derroche? Tantos encuentros, tanta pastoral, tanto que hacer, mejor es dedicarse a los pobres… ¿Cómo se vencerá entonces la pobreza sin el anuncio del Evangelio? ¿Asumiremos la actitud de aquella mujer, que el mismo Señor invita a recordar e imitar en su generosa devoción hacia Él, ella que literalmente ha quebrado su vida y derramando toda su existencia, por preservar la memoria de Cristo y así esparcir consuelo y alegría en este mundo? La Evangelización es pues la obra de las obras de la Iglesia, por ello la capacitación de nuestros catequistas, y formadores de catequistas, seminaristas y presbíteros, merece especial cuidado, no puede estar más supeditada a la improvisación y la superficialidad; así lo expresa el documento de la tercera semana Latinoamericana de la Catequesis de 2006: Es indispensable que la palabra de Dios esté en el centro de la formación, recuperar el anuncio Kerigmático y la Iniciación Cristiana de manera significativa, configurar el método vivencial y de proceso en la formación, ayudar a vivir en comunidad, propiciar una formación continua como discípulos misioneros, una adecuada formación Litúrgica y el

fortalecimiento de la vida de oración, entre otros, Mediante un plan de pastoral orgánica. El llamado es evidente hacia dónde deben estar invertidos los esfuerzos y los bienes. Allí está claro el sentido de la conversión pastoral, que no es otra que la de poner a Jesús en el centro de todo, gastarlo todo por Él y su Evangelio. Ungir a nuestros niños, jóvenes, adultos, ancianos, catequistas, religiosos, presbíteros y seminaristas, con el perfume que vivifica, el único que puede preservarlos de “la muerte” y de un sufrimiento sin sentido, y entregarles la llave que puede abrir a la experiencia de una vida transformada a Imagen de aquel que es “Señor de vivos y muertos” (Rom 18, 8s). Bibliografía CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO. Documento de la Tercera Semana Latinoamericana de la Catequesis, Hacia un Nuevo Paradigma de la Catequesis. Bogotá: Sección de Catequesis, Departamento de Misión y Espiritualidad, 1 al 5 de julio de 2006. León Dufour, Xavier. Vocabulario de teología Bíblica. Barcelona: Herder, 1965. Ratzinger, Joseph. El Rostro de Dios. Sígueme, Salamanca. 1983. Shökel, Luis Alonso. Biblia del Peregrino, Nuevo Testamento, edición de estudio, tomo 3. Bilbao: Verbo Divino, 1996. Castellano, Jesús. Oración ante los Iconos, los Misterios de Cristo en el Año Litúrgico. Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica, 1996.

29


30


SAN JUAN XXIII Y SAN JUAN PABLO II FRENTE A LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Por: Diácono Luis Albeiro Muñoz Suescún Coordinador de Formación, Pastoral Social

(…) no solamente los países “pobres” tienen que recibir aportes materiales de los países “ricos” sino también asesoría y acompañamiento en todos sus procesos para salir adelante con autonomía y dignidad

Prodigamos por estos días una especial atención a dos grandes hombres de nuestra Iglesia Católica, el Papa Juan XXIII y el Papa Juan Pablo II; su canonización nos hace reflexionar en su misión, en su obra, en todo lo que aportaron no sólo a la Iglesia sino a la humanidad entera. Sobre sus enseñanzas se han fundamentado muchas de las actitudes no solamente de los creyentes sino de pueblos y naciones; la influencia de sus escritos, de su postura, que es un verdadero tesoro, ha llegado a todos los rincones del mundo. Estamos hablando de dos colosos de la fe en los que podemos percibir la pasión por el hombre; que veían en él la centralidad del Evangelio; que a partir del hecho mismo de la Redención, tenían una alta consideración de la defensa de su dignidad. En este aspecto nos dejaron grandes enseñanzas en torno a lo que tenemos que tener como premisa, porque reiteradamente, no solo a nosotros los creyentes sino a todos, nos sucede que el hombre, que tiene que ser el centro de toda consideración y acción, pasa a un segundo plano entre diversos intereses, porque algunos pretenden ganar beneficios a costa de pasar por encima de la dignidad de los otros. Juan XXIII y Juan Pablo II mostraron un apasionado afán por defender el valor del ser humano, por mostrar al mundo que lo primero está en la consideración humanitaria que hacemos de todas las realidades.

31


Contexto de sus pontificados. Juan XXIII fue el artífice del Concilio Vaticano II, que tantos cambios le trajo a la Iglesia; asumiendo el tema social imperante en su época, tuvo un propósito fundamental: llamar al mundo a la paz; vivió una época en que todavía los ecos de la segunda guerra mundial estaban latentes; había que sanar las heridas que había dejado una confrontación que influyó sobre todos los seres humanos. El mundo había de comprometerse con el tema de la paz, y con el Concilio Vaticano II, el Papa aporta un momento de solaz y reflexión en torno a las principales problemáticas de la humanidad. La comunidad mundial estaba bajo la polarización entre el este y el oeste; había pasado la confrontación violenta, pero se había establecido una especie de “guerra fría” en donde las descalificaciones de parte y parte y una cierta desconfianza que se hacía en algunos momentos más que evidente entre las dos superpotencias, daba pié a una situación tensa en donde las relaciones se hacían muy difíciles y el distanciamiento ideológico era grande; se estaba en todo momento a “punto de tiro”. En ese contexto, Juan XXIII insistía en que tal situación de tensión debía desaparecer como única vía para garantizar a los seres humanos que no se daría otro enfrentamiento bélico a nivel mundial. En el marco en el que se desarrolla el pontificado de Juan Pablo II, ya el Concilio Vaticano II había avanzado en su implementación gracias al gran esfuerzo realizado por el papa Pablo VI, y es él quien lo lleva a la madurez en su concepción; no solamente exponía Juan Pablo II unos documentos o posturas desde el Concilio o desde sus encíclicas que tuvieran repercusión desde el punto de vista social, sino que mostraba a la humanidad que la fe es lo que la Iglesia aporta prioritariamente y que hace que se pueda crecer en muchas otras instancias; que cuando la fe de las personas es valorada y respetada, cuando su libre expresión es un hecho, entonces las sociedades pueden encontrar los caminos de cambio que necesitan y llegar verdaderamente a la paz.

32

Juan XXIII y Juan Pablo II en dos épocas diferentes, particularmente difíciles para la humanidad, supieron dar los aportes necesarios para iluminar esas realidades coyunturales; ambos le mostraron al mundo que la Iglesia está presente, que hace parte de él, que está ahí para decirle a los hombres que verdaderamente son queridos por Dios y que desde esa perspectiva hay un futuro para todos los seres humanos; mensajes de esperanza que no se quedaron simplemente en bellas y emotivas palabras sino que lograron trascender y produjeron cambios significativos en la comunidad mundial. Magisterio social de Juan XXIII Juan XXIII escribió ocho encíclicas, en un pontificado memorable que no fue extenso pero sí muy profundo y que dejó grandes enseñanzas. Dentro de esas ocho encíclicas, dos tuvieron un carácter social: Mater et Magistra (Madre y Maestra) y Pacem in Terris (Paz en la Tierra), que marcarían el papel de la Iglesia frente a los grandes conflictos sociales. Con estas encíclicas, el Papa apunta a una Doctrina Social de la Iglesia que responda a los tiempos modernos; si bien la Rerum Novarum (De las cosas Nuevas) de León XIII, ya había marcado el principio de la reflexión, a medida que fueron pasando los pontificados y los años, esta se fue haciendo mucho más profunda, encontrando en Juan XXIII y su magisterio lo que se podría definir como un “pico”, un punto muy alto. En Mater et Magistra el Papa plantea la misión de construir una comunión que permita tutelar y promover la dignidad del hombre; va mostrando lineamientos y directrices para que sea tenida en cuenta y valorada suficientemente. En Pacem in Terris, además de afrontar el tema de la guerra en tiempos de proliferación del armamento nuclear, el Papa asume el de los derechos humanos, que en ese momento revestía toda actualidad, máxime cuando hacía apenas quince años habían sido aceptados por la Organización de las Naciones Unidas y requerían de una iluminación desde el punto de vista cristiano.


Magisterio social de Juan Pablo II Cuando Juan Pablo II inicia su pontificado pide que se abran de par en par las puertas a Cristo, y de hecho su pontificado abre las puertas a la cultura, a la política y a las diferentes realidades sociales porque, como él mismo lo diría, “cuando se acepta el Evangelio el mundo cambia”. En su juventud había sido marcado fuertemente por la experiencia de su Polonia natal, un pueblo con grandes dificultades sobre todo durante la segunda guerra mundial, que él vivió en carne propia, y que avivó su interés por los temas de la igualdad y la justicia. Las encíclicas de Juan Pablo II fueron numerosas, pero desde el punto de vista social tendríamos que mencionar tres que revisten gran interés; en primer lugar la Laborem Excersens (El Trabajo Humano) que presenta una espiritualidad y una moral propias del trabajo cristiano; luego vino la Sollicitudo Rei Sociallis (La Preocupación por lo Social), que retoma los temas del progreso y del desarrollo integral de la persona que ya los había asumido Pablo VI en su encíclica promulgada veinte años antes, la Populorum Progressio (El Progreso de los Pueblos) Escribió también Juan Pablo II la encíclica Centésimus Annus, con motivo del centenario de la publicación de la Rerum Novarum que ya mencionamos, de León XIII; se detiene allí el Papa en la noción de la solidaridad, esa que tanto caló en Polonia y que le dio el nombre a un movimiento que llevaría luego a la emancipación de los trabajadores y en general de todos los ciudadanos de un país que había estado sometido largo tiempo al régimen comunista. Con esta encíclica, el Papa plantea un hilo conductor a través de toda la enseñanza social de la Iglesia; una especie de recopilación de momentos importantes y premisas fundamentales que se tendrían que tener en cuenta a la hora de hablar de Doctrina Social de la Iglesia. Influencia en el mundo A Juan XXIII y a Juan Pablo II les correspondió abordar situaciones que aunque vividas en épocas

diferentes, se plantearon con características similares; tal es el caso del delineamiento este-oeste, norte-sur a nivel mundial. Juan XXIII en la Mater et Magistra ponía de presente el tema de las ayudas de los países ricos a los países pobres, es decir, de los del norte, catalogado como el territorio del desarrollo, del progreso sociocultural y económico, a los del sur, definido como el hemisferio olvidado, carente de posibilidades. Resaltaba el Papa la importancia de que esa ayuda existiera, pero al mismo tiempo denunciaba el riesgo de lo que se podría llamar un nuevo colonialismo que no respetaría el sano protagonismo de los pueblos. Contraponía a tal peligro el concepto de la subsidiariedad, no entendida como paternalismo o excusa para subyugar al más débil, sino como un principio que en política internacional se debería tener en cuenta para permitir que los países con sólidas economías apoyaran a los de menores recursos sin obstruir sus propias alternativas de desarrollo. En síntesis, enfatizaba el Papa que se debe ayudar pero posibilitando la salida hacia el progreso de todos los pueblos; que no solamente los países “pobres” tienen que recibir aportes materiales de los países “ricos” sino también asesoría y acompañamiento en todos sus procesos para salir adelante con autonomía y dignidad. Años después, el pontificado de Juan Pablo II va a encontrar un mundo profundamente dividido, precisamente porque la relación entre los países del norte y los del sur seguía mostrando dramáticos distanciamientos; el abismo entre ambos había ido creciendo cada día y el mundo estaba convertido en una especie de gigantesca parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro: los de arriba muy ricos, los de abajo muy pobres. Además, el enfrentamiento de los bloques este-oeste, el distanciamiento entre las superpotencias, mostraba como consecuencia el que los terceros en escena salieran bastante desfavorecidos pues tenían que alinearse hacia un lado o hacia el otro, y dependiendo de ello venían las “ayudas” más no la subsidiariedad necesaria para

33


que se diera el desarrollo de estos países; la confrontación ideológica entre el este y el oeste dividía al mundo en dos grandes áreas de influencia de las que dependían las posibilidades de las naciones al definirse como “alineadas” o “no alineadas”. Como respuesta a estas situaciones, en la encíclica Sollicitudo Rei Socialis (La Preocupación por lo Social), el Papa denuncia los nuevos mecanismos que hacen a los ricos cada vez más ricos y a los pobres cada vez más pobres; mecanismos que se dan a nivel del comercio, de las transferencias de tecnología y de los sistemas financieros; exige la transformación de las realidades en torno a estos temas argumentando que un comercio mal asumido, una tecnología que beneficia a unos cuantos, un sistema financiero corrupto y amañado, se convierten en auténticas causales del empobrecimiento de los pueblos especialmente de los del sur del planeta. Juan Pablo II influyó en el cambio del panorama mundial; durante sus veintiséis años de pontificado se dieron situaciones, que sin ser propiciadas por el Papa, sí contaron de alguna manera con su influencia y representaron cambios hacia mejores horizontes; logró tener un papel notable precisamente porque defendía y ponía en el centro la persona humana, de una manera tan directa que interpelaba no solamente a los creyentes sino al mundo entero. Invitación Hemos traído a la mente y al corazón a estos dos grandes hombres, San Juan XXIII y San Juan Pablo II, nuestros nuevos santos; someramente hemos recordado sus posturas frente a la Doctrina Social y hemos llegado a claridades importantes. Es el momento de releer sus obras, de que les demos una mirada detenida y profunda, y de que de la mano de estos documentos podamos hacer una extensiva relación con otros del magisterio de la Iglesia que nos iluminan la visión cristiana de la sociedad y se constituyen en un invaluable legado doctrinal.

34


CURSO DE ANIMADORES JUVENILES: UNA EXPERIENCIA TRANSFORMADORA Por: Mariana Colorado Animadora Pastoral Juvenil

(...) Jóvenes que no quieren rendirse a la hora de hablar de lo maravilloso que es creer en él, porque ellos un día fueron llamados y se quedaron haciendo parte de la Joven iglesia “Porque el que ve la Luz no vuelve a dormir tranquilo

La Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis de Medellín hace más de 14 años realiza el curso de animadores juveniles, un espacio donde los líderes y jóvenes de procesos pastorales, pueden participar para fortalecer y fomentar el liderazgo en catequesis, grupos juveniles y/o pequeñas comunidades. El curso de animadores está dividido en dos niveles que se realizan en momentos diferentes del año. Al finalizar cada nivel, los jóvenes realizan un trabajo donde plasman lo aprendido en el curso respectivo y posteriormente se celebra su consagración. Este año 2014, se realizaron tres cursos de animadores: dos del nivel I y uno del nivel II. Tres familias unidas por un solo objetivo Familia: Así se sienten los jóvenes después de salir del curso de animadores, en familia, en confianza, complicidad y fraternidad. No solo porque nutren sus procesos como líderes parroquiales, sino, porque el curso les ayuda a fortalecer vínculos con otros jóvenes además de aportar significativamente a su parte espiritual. Al igual que nuestras comunidades y grupos juveniles, los jóvenes eligen un nombre para denotar su generación acorde a su vivencia particular dentro del curso. Este año: animadores Pirujos, Apapachables y Rockola fueron los nombres elegidos que se unen a los Chasquiadores, Aguacates, y Guardería esponjitas, entre otros. Estos nombres buscan mostrar cuál es su esencia y que los diferencia de los otros grupos.

35


A pesar de que son nombres extraños, tiene un significado especial y trascendental para ellos.

con la comunidad, tenga mayores resultados positivos movidos por el amor del Señor.”

Hoy les contaremos de los nuevos miembros de nuestra Joven Iglesia. 110 jóvenes, que ahora más que nunca sienten el amor de Dios en sus corazones y están llenos de felicidad por vivir esta experiencia.

Curso de animadores IB (Apapachables)

Curso de Animadores IA (Los Pirujos) Como en las familias todo se vale, así se llaman estos pequeños. Ellos durante el curso resaltaron la importancia de tener una familia unida a Cristo y que permanentemente caminen con él. Valentina Zuleta y Carolina Bedoya son dos jóvenes que asistieron al curso y comparten respectivamente como fue esta experiencia: “Me sentí demasiado bien, fue la mejor experiencia, me sentí acogida, aprendí demasiado del curso, aspiro y espero poder lograr el objetivo con los procesos pastorales de mi parroquia, poder dar a conocer lo aprendido en animadores. Quiero mejorar mi grupo juvenil ya que en mi parroquia no se desarrollan los procesos pastorales tal y como se deben, el grupo necesita de más apoyo pastoral. Quiero terminar mi proceso de formación en animadores para ser una mejor líder. Quiero seguir formando parte de la pastoral juvenil para mejorar los procesos pastorales de mi grupo” “El curso de animadores fue una de mis mejores experiencias en la vida. Ver como todos en tan solo una semana nos convertimos en toda una familia, si alguien lloraba todos nos uníamos a su dolor, las risas contagiadas, el ambiente entre todos como si nos conociéramos de toda la vida. Aunque no soy tan sociable, aprendí a querer a todas y cada una de las personas que compartieron allí conmigo. El curso de Animadores fue una gran enseñanza, ya que Dios nos mostró que no se necesita de mucho tiempo para fortalecer vínculos y por ende estar muy unidos. Fue de gran ayuda este curso no solo para crecer espiritualmente, si no, para hacer que nuestro grupo y comunidad también lo hagamos unidos y fortalecidos por el amor y confianza en Dios. Esto nos ayudara a que el trabajo que realicemos en nuestra parroquia y

36

Apapachando (Abrazar al otro) los jóvenes sintieron que Dios les llamo a ser familia y desde las manifestaciones de cariño evidenciaban el amor y gratitud hacia Dios porque podían anunciar su palabra a otros jóvenes Juan Sebastián Sánchez asistió al curso de animadores y esto fue lo que sintió al realizarlo. “Durante la semana de formación intensiva de animadores se pudo sentir un ambiente de Iglesia similar a un pentecostés: Pluralidad de pensamientos, diversidad de estilos de ser católico, y sobre todo unidad en la fe. Ha sido ésta una gran oportunidad para fortalecer y animar la vida de los jóvenes de la Acción Católica: El método experiencial, propuesto para toda Latinoamérica, clarifica y consolida nuestros encuentros comunitarios; el encuentro con otras comunidades juveniles de Medellín nos llama a adelantar un trabajo intercomunitario a nivel formativo y social; la pasión por los jóvenes ha hecho que otras comunidades de Acción Católica de las selvas colombianas dinamicen los liderazgos emergentes de las regiones más alejadas del país; pero lo qué más habrá de impactar a nuestro movimiento laical será la necesidad de repensar la animación como un tipo de liderazgo emocional y emocionante en la fe, totalmente necesario en la Iglesia joven, evangelizando el mundo de la vida.” Al igual que Juan Sebastián, Sofía González Marulanda y Juan Pablo Marín quieren contarle a la Joven Iglesia la importancia de realizar el curso de animadores. Sofía González Marulanda: “Animadores es una experiencia que te permite aprender de ti mismo y de los demás a la luz de cristo, debes aprender a convivir en grupo, respetar la diferencia y valorar las cualidades de cada compañero para facilitar el trabajo en grupo. Haciendo el curso me sentí completamente acogida, las personas que te acompañan y asesoran nuestro proceso formativo tiene la habilidad de


hacerte sentir bien estando con ellos, no hay lugar para sentirse incómodo. Aprendí a convivir con personas que no conocía, compartir espacios y respetarlos sin prejuicios.“ Juan Pablo Marín: “Cuando llegas probablemente tengas la idea de que vas a conocer nuevas personas y aprenderás ciertas técnicas para controlar grupos, sin embargo, animadores es más que eso, por mi parte yo no conocí personas comunes y corrientes conocí personas que me demostraron que las amistades y el amor por estas no dependen del tiempo. En cuanto al aprendizaje, no es simplemente recibir una serie de conferencias encaminadas hacia como dirigir un grupo de personas, si no que el aprendizaje se formaba gracias a una serie de actividades que promueven conocer al otro, promueve la retroalimentación. Animadores es de esas cosas de la vida en las que lo único que queda por decir es “simplemente vívelo tú mismo” solo es posible decir que personalmente genera mucha felicidad, satisfacción y mucho amor hacia Dios.” Cuso de animadores II (La Rockola) Los miembros de esta familia como se mencionaba anteriormente tuvieron que realizar en primer lugar, el curso de animadores I, realizar un trabajo final y posteriormente la celebración de la consagración. En los dos niveles se viven cosas totalmente diferentes, pero que finalmente se complementan. La acogida que el curso de animadores nivel II tiene en los jóvenes reafirma lo aportante y necesario que es realizar el nivel I además de tener espacios de aprendizaje y crecimiento pastoral y espiritual. Los jóvenes entre canto y canto animaron su paso por el curso, donde la alegría y la oración fueron el fuerte. Daniel Salazar Franco comparte como fue volver a animadores: “La experiencia en animadores es la mejor, cuando hice el AI en el 2009 fue una gran ayuda para mí y mi grupo juvenil gracias a que me brindo demasiadas herramientas para trabajar con los jóvenes de mi comunidad aparte de que hice muy buenos

amigos. He tenido la oportunidad de hacer AII en dos ocasiones y se los puedo asegurar que cada una es una experiencia nueva, renovadora, de crecimiento personal y grupal, me siento feliz y me llena saber que hay jóvenes que cada día trabajamos por una iglesia joven. Lo único maluco es el día en que se termina animadores por que no quieres salir de allí”. La felicidad es amor Nosotros como miembros de la Joven Iglesia debemos sentirnos enteramente felices por ver que cada día hay más jóvenes que le apuestan a esto, que saben que hay un Dios que los ama y que los tiene para cosas grandes, que trabajan incansablemente por que la buena nueva que Jesús nos enseña, se trasmita a todos aquellos que aún no creen en él o que se avergüenzan de hablar de su amor. Es maravilloso ver personas tan entregadas al amor de Dios, personitas que con solo 15 años lucha, sufren, se sacrifican, aportan y construyen una mejor ciudad, un mejor barrio , una mejor familia. El curso de animadores una experiencia transformadora, da fe de que los jóvenes que pasan por allí son jóvenes con un corazón lleno de felicidad, jóvenes que haciendo parte de grupos juveniles evangelizan y contagian a otros del amor de Cristo y reconocen la importancia de prepararse para dar lo mejor de ellos. Jóvenes que desde la alegría innata muestran el rostro VIVO de Jesús, Jóvenes que no quieren rendirse a la hora de hablar de lo maravilloso que es creer en él, porque ellos un día fueron llamados y se quedaron haciendo parte de la Joven iglesia “Porque el que ve la Luz no vuelve a dormir tranquilo” La Delegación Arzobispal para la Pastoral Juvenil ratifica su compromiso en el acompañamiento de los jóvenes de nuestra Arquidiócesis en especial de aquellos que generosamente donan su vida desde el acompañamiento a otros jóvenes. Escríbenos: medellin@pastoralinfantilyjuvenil.com

37


38


Arzobispo de Medellín DECRETOS DE NOMBRAMIENTOS Julio · Agosto 2014

1. Se nombra al Presbítero Jairo Alonso MOLINA ARANGO, delegado del Señor Arzobispo en el Consejo de Dirección del Liceo Salazar y Herrera. Decreto Nº 865N/14.

6. Se nombra al Presbítero Andrés Giovanny GRANDA MIRA, de la Arquidiócesis de Medellín, vicario parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DE BELÉN”. Decreto Nº 869N/14.

2. Se nombra al Presbítero Jairo Alonso MOLINA ARANGO, Delegado del Señor Arzobispo en el Consejo Directivo de la Institución Universitaria Salazar y Herrera. Decreto Nº 866N/14.

7. Se nombra al Presbítero Luis Gabriel MOLINA CANO, de la Arquidiócesis de Medellín, vicario parroquial de la parroquia “SAN JUDAS TADEO”. Decreto Nº 870N/14

3. Se nombra al Presbítero Carlos Mario GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Representante de la Arquidiócesis de Medellín en el Consejo Directivo de la Institución Universitaria Salazar y Herrera. Decreto Nº 866N/14

8. Se nombra al Presbítero Juan David VANEGAS GUTIÉRREZ, de la Arquidiócesis de Medellín, vicario parroquial de la parroquia “NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO” en el municipio de Bello. Decreto Nº 871N/14.

4. Se nombra al Presbítero Carlos Augusto LONDOÑO MONSALVE, Capellán del Instituto Jesús de la Buena Esperanza. Decreto Nº 867N/14.

9. Se nombra al Diácono Luis Felipe BETANCUR RESTREPO para ejercer su sagrado orden en la parroquia “Madre del Redentor”, vicaría episcopal del occidente, zona pastoral Nº. 4 (Centro-Occidental), arciprestazgo San Simón Apóstol (Comuna 12. –La América). Decreto Nº 874N/14.

5. Se nombra al Presbítero Orlando Alberto JIMÉNEZ CADAVID, de la Arquidiócesis de Medellín, vicario parroquial de la parroquia “SAN CAYETANO”. Decreto Nº 868N/14.

39


10. Se nombra al Diácono Marco Tulio MEJÍA ROJAS para ejercer su sagrado orden en la parroquia “San José” (centro), vicaría episcopal del oriente, zona pastoral Nº. 3 (Centro-Oriental), arciprestazgo Nuestra Señora de La Candelaria (Comuna 10. –La Candelaria). Decreto Nº 874N/14. 11. Se nombra al Diácono Dayron Enrique RESTREPO RAMÍREZ para ejercer su sagrado orden en la parroquia “Nuestra Señora de los Dolores” (Robledo), vicaría episcopal del norte, zona pastoral Nº 2 (Nor – Occidental), arciprestazgo Santa Madre Laura Montoya. Decreto Nº 874N/14. 12. Se nombra al Presbítero Juan Esteban PINEDA CAÑAVERAL Formador del Seminario Juan Pablo II. Decreto Nº 875N/14.

40


41



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.