Arquidiócesis de Nueva Pamplona
Pastoral Bíblica Arquidiocesana 2017 año para conocer el Misterio de Jesucristo
Centros de Estudio Bíblico Para conocer más y mejor la Palabra de Dios
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PRESENTACIÓN El mes de septiembre de todos los años se dedica a la profundización de la Sagrada Escritura, en el marco de la conmemoración de la muerte de San Jerónimo (30 de septiembre), patrono de todos los estudiosos de la Sagrada Escritura y fuente inspiradora en el conocimiento de los escritos sagrados. San Jerónimo, después de un acercamiento profundo a la Biblia dijo; “Quien desconoce las Escrituras, desconoce a Jesucristo!. Para nuestra vida de católicos, esta afirmación es más actual que nunca, debemos acercarnos con mayor amor a la Palabra de Dios para poder conocer más a Jesucristo. En esta fase en la que la Arquidiócesis de Nueva Pamplona vive el Redescubrimiento de la Persona de Jesucristo, el año 2017 está dedicado a conocer el Misterio de la Persona divina de Jesucristo, es por eso, que nos hemos acercado al mes de septiembre, donde meditaremos a Jesucristo como plenitud de las Escrituras. En ese proceso de acercarnos a la Palabra, la Pastoral Bíblica Arquidiocesana ofrece este instructivo para meditar cada una de las Bienaventuranzas, el sermón de la montaña, con el deseo de ser una ayuda en el conocimiento de los discursos de Nuestro Señor Jesucristo, y al mismo tiempo una oportunidad para orar y dejar que Dios nos guíe con sus palabras. Está organizado por medio de una corta reflexión por Bienaventuranza, para que se puedan meditar diariamente, a lo largo de la Semana Bíblica o en otros momentos de encuentro, de igual manera, estas reflexiones las pueden encontrar en audio para difundirlas por los medios que se consideren útiles. “Quien son mi madre y mis hermanos, aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”Mt 12, 48-50 Padre Richard Mora Espinosa Exégeta Pontificio Instituto Bíblico - Roma Formador del Seminario Mayor - Pamplona
Introducción La manifestación de Dios en la historia del pueblo de Israel empieza con el llamado de la familia de Abraham, para convertirla en el pueblo de Dios que peregrina hacia la tierra prometida y se establece en ella, siendo fiel a la ley de Dios y cumpliendo sus normas; ese es el hilo conductor de todo el Antiguo Testamento. Toda esta historia lentamente se empieza a plasmar por escrito después de que muchos de los hechos allí narrados sucedieran, pero estos escritos inspirados por el Espíritu Santo, han sido la guía del pueblo de Israel en el camino que conduce a la salvación. Todo el A.T. tiene como objetivo la preparación de la plenitud de los tiempos, razón por la cual hoy en día se cuentan los años al revés en la historia antes de la aparición de Jesucristo, ya que su nacimiento se da en la Plenitud de los tiempos, en el año cero y con Él empieza la Nueva Alianza, el cumplimiento de todas las profecías que conducen a identificarlo como el Mesías Salvador que habían anunciado los profetas y por quien se había creado el universo entero. Es por eso que Jesucristo es la Plenitud de las Escrituras, en la narración de su nacimiento, ministerio, pasión y muerte, encontramos el cumplimiento de todo lo anunciado en el A.T. y la guía en el camino que se establece con la Nueva Alianza, Dios se ha hecho hombre, se encarnó en la naturaleza humana para llevar los hombres hacia Dios. Es por eso que sus palabras son importantes para el mundo Cristiano, ya que todas sus instrucciones enseñan un nuevo estilo de vida y orientan la manera como podemos cambiar las condiciones de la existencia humana, de allí la necesidad de conocer cual ha sido la intención de Jesucristo en medio nuestro y cómo su Palabra se hace viva entre nosotros. El discurso de las Bienaventuranzas es una clara muestra de ello y nos acercaremos a él en este mes de septiembre, mes dedicado a la Biblia. Cuando nos acercamos al evangelio de San Mateo, podemos hacer un viaje por la infancia de Jesús enmarcada en su descendencia Davídica, un relato de la infancia centrado en su
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padre adoptivo José, la predicación de Juan el Bautista como su precursor, su bautismo, las tentaciones al inicio de su vida pública, el llamado de sus primeros discípulos e inmediatamente el autor sagrado introduce la actividad evangelizadora de Jesucristo con el denominado Sermón de la Montaña. Vale la pena recordar que la montaña tiene un valor muy importante para el mundo Judío, es el lugar del encuentro con Dios y de los 4 evangelistas, solo San Mateo le escribe directamente a los Judíos que se convirtieron al cristianismo, los llamados Judeo-cristianos. Esta es la razón más grande por la cual San Mateo ubica este maravilloso discurso en una montaña, que algunos han ubicado en los alrededores del Mar de Galilea, no muy lejos de Cafarnaum. Al acercarnos a este discurso de las Bienaventuranzas nos aproximamos a una condición importante de la Persona de Jesucristo, ya San Mateo lo ha presentado desde el inicio de su evangelio con la genealogía, es decir, el grupo de nombres que describen la descendencia de Jesucristo, hijo de Abraham, Hijo de David; estos versos nos permiten identificar en el evangelio que Él no es un personaje que aparece de la nada, sino que está cumpliendo las profecías del A.T. que es el elegido por Dios, su ungido y predilecto, su único Hijo salvador del mundo, para conducirnos a identificarlo como quien da PLENITUD A LAS ESCRITURAS. La presencia de Jesucristo en la historia de salvación nos permite entender que su Palabra es el camino de salvación para todos los hombres y mujeres, que su ministerio está acompañado de obras y palabras, características que identifican al verdadero Mesías – Salvador, significado del nombre Jesucristo. Por esta razón el evangelio de San Mateo contiene una introducción que lo reconoce encarnado en la naturaleza humana por la descendencia de David gracias a la presencia de José, pero al mismo tiempo, inmerso en la realidad humana, con sus alegrías y tristezas, ofreciendo un mensaje de esperanza y amor a todo aquel que se acerca con
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generosidad a escucharlo, esta es la centralidad que San Mateo le da a su primer y gran discurso, las Bienaventuranzas, el primer encuentro de la Palabra salvadora de Jesucristo con quienes desean seguir su mensaje ubicado en el capítulo 5 de este evangelio. Es importante conocer el trasfondo de la palabra Bienaventurado, ya que significa mucho más de lo que parece. La raíz de esta palabra tiene origen en los dos idiomas en los cuales fue escrita la Biblia, es decir, el hebreo para el A.T. y el griego para el N.T. En hebreo se dice ('asir) y su significado involucra no solo una bendición, sino un estado de felicidad existente o de buena fortuna. En griego la palabra es (makarios) y significa una cualidad espiritual que siempre está presente en el individuo, un bienestar que no se le puede quitar. Estas dos palabras que tienen un significado complementario que viene de cada una de las lenguas de origen, envuelven un estado de vida que se ha adquirido, no es algo se que se está pidiendo, sino que ya se tiene, es una cualidad que existe instalada en la persona. En el discurso de la montaña el término utilizado es makarios, el término de origen griego ya que el evangelio de San Mateo está escrito en esta lengua, pero con su directa vinculación al término en hebreo, esto nos permite entender que las Bienaventuranzas no es una serie de frases que significan: “bienaventurados aquellos que hacen X, porque recibirán Y”. No se trata de una exhortación a un cierto tipo de conducta, sino que deberían entenderse en un sentido diferente: “Observa y medita las cualidades espirituales que poseen quienes actúan o quienes viven de determinada manera”, en otras palabras, la Bienaventuranza ya la tenemos ganada por parte de Dios, no debemos pedirla o luchar por ella, son las condiciones de vida y la manera como las asumamos las que nos permiten sentir la fortaleza espiritual que ellas traen. La composición gramatical está presentadas en unas breves frases compuestas de dos partes: la primera declaración afirma un estado de felicidad que ya existe en la persona por
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determinada actitud o comportamiento y la segunda establece el valor agregado que se adquiere al vivir de una manera específica delante de Dios. Es por eso que en el N.T. la palabra “makarios”, bienaventurado en griego, se refiere de forma abrumadora a la alegría religiosa inconfundible que le corresponde al hombre por acercarse a la Palabra de Dios y aceptar ser parte del Reino de Dios que Jesucristo ofrece con su Palabra. La vida toma sentido, sin importar las circunstancias en que la vivamos, si aceptamos el mensaje salvador de Jesucristo, no son las condiciones externas las que ofrecen la verdadera felicidad al hombre, sino la manera como se sienta Bienaventurado y feliz en medio del amor de Dios que se hace presente en todas nuestras realidades, por difíciles que parezcan. Esto es lo que significa que Jesucristo es la PLENITUD DE LAS ESCRITURAS, porque en sus palabras encontramos el sentido fundamental de las cosas y el camino para alcanzar al felicidad perdida en medio de un mundo que ha cambiado sus intereses comunes por particulares, que no le importa sino los factores externos y banales, olvidando que la verdadera felicidad está en aceptar lo que somos con el amor de haber sido creados a su imagen y semejanza, para seguir creciendo en la realización que el reino de Dios nos ofrece, ser felices y bienaventurados porque hemos aceptado la invitación de Jesucristo. El compromiso que como Cristianos tenemos, es acercarnos permanente y sistemáticamente a una lectura meditada de las Sagradas Escrituras para conocer, aprender, vivir y compartir las Palabras de Jesucristo, PLENITUD DE LAS ESCRITURAS.
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Primera Bienaventuranza Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurado significa aquel que vive en una experiencia espiritual profunda, que tiene una cualidad espiritual de felicidad y armonía en su vida, que ha sido capaz de reconocer a Dios en medio de las condiciones de vida y sentir su presencia en cada momento, por difícil que sea. En esta primera Bienaventuranza Jesucristo se dirige a los “pobres de espíritu” una expresión que busca llegar a lo más profundo de la persona, a su intimidad más grande, al valor espiritual que cada uno tiene ya que es el nivel donde nos conectamos con Dios o donde vivimos los momentos más profundos de nuestro ser. San Mateo presenta esta primera frase de Jesús seguramente inspirado por Is 66,2, donde Dios identifica al hombre que es “pobre” y tiene un “espíritu arrepentido”, es decir, quien ha reconocido sus más profundas fragilidades y ha sido capaz de reconocer que su vida puede mejorar por medio del arrepentimiento. Ser pobre de espíritu es entonces, el resultado de una experiencia profunda de reconocimiento de sí mismo, de entender que en la vida no todo resulta como se piensa o de haber vivido profundos momentos de encuentro con una realidad personal que no era la que se había cultivado, de reconocer que somos débiles o frágiles, pero que en medio de las pruebas encontramos la fortaleza que está de fondo para poder iniciar una vez más. En otras palabras, es el resultado del aprendizaje que nos deja una crisis personal, familiar, social o íntima de nuestro ser, de allí aprenderemos a ser humildes y sencillos. Las palabras de Jesucristo, plenitud de las escrituras, nos recuerda que el Reino de los cielos ya está entre nosotros, que habita en medio nuestro, es por eso que aquellos que han aprendido que es ser “pobre de espíritu” ya forman parte de
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este reino, es de ellos el reino de los cielos y son Bienaventurados porque ya tienen la cualidad espiritual que les ayuda a ser felices y serenos en la vida porque Dios les ha mostrado el camino de la tranquilidad. Cada uno de nosotros tiene muchas opciones de vivir, estas las escogemos personalmente, pero las dos opciones más importantes son: disfrutar la vida o tener que vivirla llena de amargura. Aprender a ser “pobres de espíritu” nos ayuda a tomar la primera opción, a valorar cada momento de nuestra existencia como un aprendizaje valioso, con la capacidad de hacer cambios profundos en nuestra vida si son necesarios, de hacer una profunda reflexión en las condiciones en las que vivo y como las puedo mejorar solo con el cambio de actitud, de negativo a positivo. El pobre de espíritu adquiere su cualidad espiritual de felicidad, cuando reconoce sus limitaciones y es capaz de darse cuenta de sus equivocaciones, es quien desea ardientemente volver a recuperar su paz interior perdida, para sí mismo y para los demás. Cuando se logra ver lo positivo, en situaciones negativas, podremos entender por qué Jesucristo nos dice que de quienes son pobres de espíritu es el reino de los cielos, porque la acción de Dios en nuestra historia, en lo que nos sucede a diario, en cada momento de nuestra vida, es allí donde reconocemos como Dios nos habla y nos enseña a estar junto a Él, es decir, a ser parte del Reino de Dios.
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Segunda Bienaventuranza Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados Llorar siempre será un comportamiento que nos pone en una condición de fragilidad, sea por tristeza o por alegría, es un cúmulo de sentimientos que generan esta reacción, muchas veces incontrolable, en muchas ocasiones no programamos llorar, sencillamente lo hacemos, es una reacción a determinadas situaciones, pero nos ofrece un descanso, reposo o desahogo que nos ayuda a encontrar tranquilidad después de hacerlo. Ante esta actitud de impotencia que genera las lágrimas, Nuestro Señor Jesucristo inspira su segunda frase, Bienaventurados los que loran, frase que pareciera contradictoria, pero nuestro maestro no está pensando en el dolor de las lágrimas, sino el la fortaleza posterior que nos pueden ofrecer, pero más aún, en el aprendizaje que de ellas tenemos. Jesucristo no insta a los cristianos a que busquen el sufrimiento; si embargo, pero nos invita a no olvidar que en ocasiones es un extraordinario maestro, es decir, en muchas ocasiones hasta que no aprendemos a soportar el sufrimiento, poco conocemos de las grandes profundidades del espíritu humano. No podemos olvidar que el dolor reorganiza nuestras prioridades, solo cuando se siente de cerca la enfermedad podemos entender el dolor que genera, cuando perdemos algo importante podremos saber el significado de: “nadie sabe lo que tiene, hasta que no lo pierde”. Todo esto nos indica que el sufrimiento o el dolor, es una escuela para muchos de nosotros, nos permite elevar nuestros niveles de sensibilidad ante el sufrimiento de los demás, nos quieta el corazón de piedra y nos da un corazón de carne. Es por eso que el profundo mensaje de Jesucristo, plenitud de las escrituras, en esta bienaventuranza es que podamos aprender de los momentos más difíciles de la vida cuando nos
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generan el llanto de dolor, pero también de los instantes alegres que nos arrancan las lágrimas en la alegría de la acción de gracias. Sentir dolor o sufrimiento será más llevadero si podemos colocar la esperanza o el consuelo en quien nos da las oportunidades de seguir luchando, de allí la segunda parte de esta bienaventuranza, “porque ellos serán consolados”. Esta frase se denomina en los estudios bíblicos un “pasivo divino”, es decir, el consuelo viene de Dios y es su iniciativa, seremos consolados por Dios porque Él nos quiere consolar con el estado de Bienaventurados, es decir, con la cualidad espiritual de la felicidad que podremos recuperar cuando sentidos en Él su presencia, cuando en medio del dolor y del llanto somos capaces de reconocer que Dios es nuestro único refugio en momentos donde nada más nos ofrece el consuelo. Ser consolados es poder dejar que Dios habite en nosotros sin olvidarlo en medio de las pruebas, eso es lo que hace nuestra fe, por eso quienes creemos en Dios podremos ser más fuertes en situaciones donde para otros todo termina, porque su fe es débil o inexistente. Ser bienaventurado en el llanto, el sufrimiento y el dolor, solo es posible para quienes encuentran en el, un camino para revisar el entorno, aprender de las equivocaciones y poder trazar un nuevo horizonte ante las experiencias vividas, pero todo esto acompañado del un amor incondicional, el amor de Dios que no nos abandona nunca, que siempre está a nuestro lado. Consolar significa ofrecer una nueva oportunidad para recuperar la confianza y retomar de nuevo el camino, con la lección aprendida que el sufrimiento ofreció.
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Tercera Bienaventuranza Bienaventurados los humildes, porque ellos heredarán la tierra. Humilde es una palabra llena de significado y de fortaleza, aunque muchas veces incomprendida y sin el valor suficiente, tiene la fortaleza de quien es capaz de aprender del otro, por pequeño que sea; en el texto bíblico procede de dos raíces importantes: en hebreo significa pobres y humildes, esta palabra se refiere a al obediencia a la hora de aceptar la dirección de Dios, es aquel que se reconoce pobre ante el creador del universo y humilde al escuchar al Dios que lo guía por los caminos del bien; en griego tiene un valor más amplio que toca el ambiente ético de la persona, no se refiere a una persona solo en la presencia de Dios, sino que describe más específicamente las relaciones entre los seres humanos, se define el ser humilde, como la virtud de actuar entre la imprudencia y la cobardía. Para los griegos el camino de la virtud siempre se hallaba en el punto medio entre dos extremos, es decir, quien es capaz de buscar el punto medio de cualquier actitud, sea positiva o negativa, que nuca se deja llevar por ningún extremo que lo pueda conducir a tomar posiciones radicales, en otras palabras, el humilde es prudente, sabe cuando y como debe actuar ante las diferentes condiciones de vida, pero sobre todo, sabe retirarse cuando es necesario sin sentirse derrotado, es capaz de decir que no cuando lo cree inconveniente y sobre todo, sabe reconocer las virtudes de los demás y valorarlas. La humildad tiene muchas aplicaciones dentro de la vida del ser humano y los santos especialmente nos han enseñado que en la humildad se encuentra el secreto de la felicidad y del éxito, que ser humildes nos permite avanzar con más firmeza en el mundo, convencidos de que podemos caminar por el sendero correcto. Lo contrario a ser humildes, es el orgullo, la prepotencia, el querer saberlo todo o dominarlo todo, sino importar los medios
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para lograrlo, la capacidad de dominio de los demás y el alejamiento de los ideales comunitarios con la imposición de los personales. Teniendo presente la invitación a ser humildes, nuestro Señor Jesucristo, plenitud de las escrituras, nos invita a heredar la tierra, como recompensa ante esta virtud humana. Hablar de herencia es pensar en el dueño que ofrece a quien por derecho lo merece su heredad, es decir, la recompensa por haber cumplido ciertas condiciones, pero especialmente por haber aceptado la invitación a vivir de una determinada manera. En esta bienaventuranza la herencia es la tierra, una palabra muy importante a lo largo de la Biblia, porque siempre será esa la promesa de Dios para con su pueblo, si cumple los mandamientos y la ley que les dio. Es por eso que nos encontramos aquí con una condición y una promesa, es la actitud de un Dios dueño del universo que desea entregar su heredad a sus hijos fieles, a aquellos que se atrevieron a aceptar su estilo de vida, ser humildes, reconocer en el otro su valor y amar a los demás como a sí mismos. En un mundo tan lleno de intereses personales el único camino que nos permitirá cambiar estos estándares creados por los intereses egoístas de los hombres, será la humildad, la capacidad de demostrar que si se puede hacer la diferencia, son ellos los verdaderos herederos de la tierra. Esta es una clara invitación a reconocer que la tierra no se hereda en el proyecto de Dios a quienes buscan sus intereses personales, sino aquellos que son su humildad son capaces de vivir en unidad y amor con los demás.
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Cuarta Bienaventuranza Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Como buen originario de Oriente medio, Jesucristo, plenitud de las escrituras, hace aquí uso inteligente del lenguaje metafórico. Hablar de aquellos que tienen hambre y sed de justicia, es utilizar palabras arraigadas en necesidades físicas para describir realidades espirituales. Una parte del mundo dispone de alimento y agua, pero otra gran parte carece de alguna de las dos, es inconcebible que en pleno siglo XXI todavía hablemos de hambrunas o de muertes frecuentes por la escases de agua, en nuestro país esa realidad no es ajena a nosotros, en algunos de nuestros grupos familiares y sociales no hay el sustento necesario para vivir, esto hace que algunos entiendan muy bien que es sentir hambre o sed y otros no, olvidando a quienes padecen estas necesidades por la injusticia y el desequilibrio social. Mucha gente en el tiempo de Jesucristo sabía perfectamente y de forma personal, como ahora, lo que era el hambre implacable y la sed que pone en peligro la vida. Sin embargo, Jesús no dice: “Bienaventurados los que viven en justicia y mantienen un estilo de vida correcto” sino que su afirmación se centra en una realidad más dinámica: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”. Esta afirmación presupone que la justicia es algo que el cristiano siempre lucha por alcanzar. Los bienaventurados no son los que la consiguen en una acción puntual, sino los que continúan cueste lo que cueste, en su peregrinación hacia la justicia perfecta, es el constante e incesante empuje hacia la justicia lo que los caracteriza y en una realidad como la nuestra de injusticias permanentes, este es una trabajo que nunca termina. Para la Biblia la base de la justicia es dar a cada quien lo que le corresponda, pero no es un simple cumplimiento de acciones que ponen en jaque la conciencia del cristiano, sino un estilo de
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vida convencido y declarado de obrar con justa medida en cada cosa que realizamos, especialmente en el trato con los demás, con aquellos que está a nuestro alrededor. Es por eso que la llamada de Jesucristo es a tener una actitud permanente de justicia en nuestras acciones cotidianas, demostrando que nuestras acciones están comprometidas con un deseo de realización de todos los seres humanos y de la naturaleza que nos rodea. Los Bienaventurados son aquellos que luchan por la justicia con el mismo fervor con el que el hambriento y el sediento buscan alimento y bebida. Pero esta bienaventuranza concluye diciendo: “porque ellos serán saciados” , siendo un caso de pasivo divino, es decir, Dios mismo quiere saciar a quienes tienen el hambre y la sed de la justicia, esta nace de Dios y se propaga en el corazón del hombre, sin Dios no podremos ser lo suficientemente justos, es por eso que sacar a Dios de nuestras vidas será vaciarnos de la verdadera fuente de justicia para los demás. Sin Dios no podremos ser nunca lo suficientemente justos como para cambiar el mundo, esto se ha demostrado a lo largo de la historia, toda intención humana de querer gobernar el mundo sin Dios, ha sido un fracaso. Ser saciados por Dios, es tener en Él la fuente de la verdadera justicia, sin avergonzarnos de poder reconocer en la persona de Jesucristo un modelo de justicia y entrega, ser cristianos, hoy más que nunca, debe ser un compromiso de establecer un estilo de vida que llene las expectativas de muchos que solo desean vivir el día a día, olvidando las necesidades de los demás; somos bienaventurados porque seguimos el ejemplo de quien en su vida marcó la diferencia a pesar de las críticas, persecuciones, injurias y calumnias, no podemos dejar de ser justo a imitación de Jesucristo, es el momento de seguir las huellas de quien nunca dejo de tener hambre y sed de justicia.
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Quinta Bienaventuranza Bienaventurados los misericordiosos, porque Dios tendrá misericordia de ellos La misericordia es una actitud, una manera de ser, pero sobre todo una acción que nos permite reconocer y ser reconocidos. La palabra está compuesta de dos vocablos latinos: miserior y cordis, que significan: misericordia y corazón, es decir, que la misericordia es colocar el corazón en la miseria del otro. Esta expresión tan maravillosa nos invita a reconocer las miserias de los demás si queremos llamarnos misericordiosos, miserias que pueden manifestarse de muchas maneras, pecados, sufrimientos, angustias, soledades, tristezas, etc, pero reconocer no basta, el ejercicio de la misericordia amerita sentir el dolor con los que sufren, eso significa en la práctica colocar el corazón en su miseria, ser capaces de entender su realidad y acercarnos no por lástima, sino con el dolor de saber que su sufrimiento los convierte en “miserables”. Somos misericordiosos cuando podemos identificar las realidades de cada uno y unirnos a sus condiciones, ser capaces de identificarnos con ellos, especialmente con quienes viven a nuestro lado, porque el ser misericordiosos no es solo con los extraños, con los primeros que debemos serlo es con nuestra familia o nuestro círculo más cercano, muchas veces cerca nuestro están los más “miserables” y necesitados de colocar nuestro corazón en sus sufrimientos, soledades o angustias. Si actuamos misericordiosamente en nuestro hogar y hacemos de él un lugar de diálogo permanente, perdón constante y escucha sincera podremos transformar las realidades tan individualistas y egoístas que la sociedad actual nos está imponiendo. En muchas ocasiones se busca consuelo en casa y no se encuentra, por eso se sale del núcleo familiar a otros ambientes, en ocasiones no tan seguros y buenos, las redes sociales han sido un camino, pero a la vez un diagnóstico de
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cómo está la intimidad misericordiosa de nuestros hogares; si un miembro de nuestra familia debe buscar consuelo y misericordia fuera de nuestro hogar, este está tan mal que no ofrece ni siquiera lo elemental para vivir en las condiciones mínimas del amor. No podemos permitir que sean los extraños, muchas veces con intensiones desviadas, los que ofrezcan un poco de compasión en las luchas de quienes están a nuestro lado. Nuestro Señor Jesucristo, plenitud de las escrituras, nos invita a ser misericordiosos porque viviendo y compartiendo la misericordia en casa, seremos capaces de brindarla a los demás, eso es lo que llamamos valores fundamentales de la familia, que si se siembran en el corazón de todos los miembros, podremos aprender a colocar nuestro corazón en la miseria de los demás, sin importar quien es, ese es el prójimo del evangelio, aquel a quien se invita a reconocer. Todo parte de la familia, es la estructura más importante en el cambio de una sociedad, es su célula, por lo tanto allí es donde debemos sembrar la buena semilla de la misericordia. Si somos misericordiosos, la recompensa no se hará esperar, es el mismo Dios quien actuará con misericordia con nosotros, así como lo decimos en el padre nuestro, Padre perdónanos, como nosotros perdonamos, en esta bienaventuranza Jesucristo nos dice: sean misericordiosos y Dios tendrá misericordia con ustedes, no solo es por la recompensa, sino por el deseo de mostrar el estilo de vida cristiano que pueda cambiar el mundo, porque la recompensa ya la tenemos ganada.
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Sexta Bienaventuranza Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Ser limpios de corazón es la invitación que Jesucristo, plenitud de las escrituras, nos hace en esta bienaventuranza; para la vivencia de esta invitación es muy importante reconocer el valor que el corazón tiene en el mundo judío, ambiente en el cual se escribió la Sagrada Escritura y la cultura en la cual se presentó el discurso de la montaña. El corazón, a diferencia de nuestra sociedad que lo relaciona con los sentimientos, en el mundo antiguo del judaísmo se asocia a toda la vida interior de la persona, es decir, los sentimientos, la mente y la voluntad, todos forman parte del corazón. Es por eso que los bienaventurados de corazón limpio deben exhibir la pureza en estos tres aspectos del mundo interior. Ser limpios de corazón entonces, nos permite tener sentimientos nobles, llenos de esperanza, que le permitan a la persona reflejar la pureza de su vida y el mejor deseo para con los demás; al mismo tiempo tener una mente limpia, sin pensamientos impuros o mentalidades viciadas por ideologías maliciosas; pero sobre todo, tener una voluntad desinteresada, capaz de reconocer el camino de la bondad y aceptar los principios de amor que Dios ha sembrado en nosotros. En medio de un mundo lleno de erotismo, morbosidad, amarillismo, sentido del desprecio corporal y personal el reto de ser limpios de corazón es muy grande, pero vale la pena hacer el esfuerzo ya que nos traerá en los sentimientos, la mente limpia y una férrea voluntad la capacidad de ser personas de grandes ideales, pero sobre todo, de dejar que Dios vea nuestro interior sin ningún temor, de ser capaces de dominar las pasiones y construir una realidad diferente en nuestra existencia y en el ejemplo hacia los demás.
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Séptima Bienaventuranza. Bienaventurados los que construyen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios El compromiso con la paz ha existido desde la misma creación del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, dos palabras muy importantes en el relato creador, ya que significan razón y libertad, respectivamente, estas dos cualidades que el hombre tiene le permite desarrollar la capacidad de reconocer lo bueno de lo mal y tomar decisiones, ser capaz de discernir entre las actitudes y cultivar la voluntad. El pecado nace del mal uso de estas dos virtudes humanas, al escoger entre lo bueno y lo malo, se pueden tomar los dos caminos, pero el valor negativo ha conducido el hombre a pecar, por eso el génesis lo presenta como una elección de desobediencia a los principios armónicos de Dios, un pecado que se repite por la falta de voluntad, pero especialmente cuando se agrede al hermano, como en la historia de Caín y Abel. Este es el inicio de la violencia y la ruptura de la perfección en la creación del hombre, el origen del odio que ha conducido al hombre a perder su paz. Esta bienaventuranza es una invitación a construir, es decir, a colocar paso a paso los elementos necesario para recuperar dicha armonía, ser constructores significa ser protagonistas, contribuir con las herramientas necesarias para que la paz pueda ser reconstruida con la participación de cada uno. Seguramente podremos volver a usar la razón y la libertad para crear las condiciones necesarias para la paz, personal y comunitaria. Construir la paz entre todos nos permitirá volver a ser llamados hijos de Dios, iguales en dignidad y creados a su imagen y semejanza, administradores de la armonía de la creación y bienaventurados si contribuimos a ella.
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Octava Bienaventuranza Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Esta octava bienaventuranza vuelve a tocar el tema de la justicia, de darle a cada quien lo que le corresponde, pero ahora con un énfasis más, ser perseguidos por querer impartir justicia, perseguidos por desear un mundo más unido y equitativo, perseguidos por buscar los caminos para eliminar de nuestra realidad el desequilibro de que pocos tengan mucho y muchos tengan muy poco. Pareciera irónico pensar que este puede pasar, que por buscar la justicia seamos perseguidos, pero la realidad nos ha demostrado que es una constante en nuestro país, no son pocos los perseguidos por causa de la justicia y tristemente los número de los que han dado su vida por esa causa se cuentan en miles. La persecución siempre se va a dar de un individuo o grupo social a otro, siempre por convencimientos particulares o visiones radicales, pero en muchas ocasiones por intereses personales en unos sistemas políticos y económicos que no les importa el equilibrio, sino el desarrollo a costa de cualquier medio, donde en la mayoría de las ocasiones es el pobre o el desprotegido quien se ve perjudicado por la manera como se asumen ciertas realidades, no hay intereses comunes, solo se piensa en el beneficio de unos pocos, eso ha conducido a nuestra sociedad en pensar que el camino es sacar provecho del momento en que pueda y buscar mi sobrevivencia o mi beneficio, eso ha conducido nuestro país a la corrupción, actitud totalmente contraria a la justicia. No podemos permitir que sea la cultura de la ilegalidad, de la deshonestidad y del desequilibrio social el que se imponga,
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recordar que Jesucristo, plenitud de las escrituras, nos ha invitado a ser valientes y defender la justicia es un camino del estilo de vida cristiano que se debe compartir y testimoniar, todos nuestros proyectos y deseos de hacer de nuestra sociedad un ambiente mejor para sus miembros deben estar motivados por la promesa de la herencia del reino de los cielos. Una vez más Nuestro salvador no coloca delante una recompensa mucho más trascendental, la vida más allá de los simples intereses terrenales que terminan, ser herederos del reino de los cielos significa, una vez más, la esperanza de luchar por motivaciones más nobles y valiosas, donde todos podamos compartir la alegría de ser hijos y habitar en la casa común que Dios nos ha dado.