EXTRACTO PRÓLOGO LIBRO DE CRISTÓBAL VALDEZ “HISTORIA CRÍTICA DEL DESARROLLO DE SANTO DOMINGO” Por: Antonio Vélez Catrain Madrid, 6 de julio de 2014.
“HISTORIA CRÍTICA DEL DESARROLLO DE SANTO DOMINGO”… Es un libro documentado y valiente. Pero además, destacan su amenidad y su visión comprometida, diría que militante, en la defensa de la razón que debería presidir y guiar estos procesos en lugar de la pasión de los políticos que sucesivamente ocupan el poder, los cuales, en general –no solo en la República Dominicana- de la ciudad, saben bien poco. Quiero destacar algunos elementos del texto de Cristóbal Valdez del papel de los políticos en la configuración de la ciudad de Santo Domingo. En primer lugar la crónica de los fracasos y de las iniciativas despiadadamente arrojadas al olvido. Es el caso de esas propuestas desencadenadas por Peña Gómez en su etapa de Síndico. Aquel plan que muy bien hubiese podido resolver en la capital del país el caótico y costoso –en términos de parámetros sociales, de tiempo y de vidas- transporte urbano en la capital. Me refiero a la propuesta que organizaba el transporte público en dos redes ortogonales entre sí –Tranvías y Autobuses- apoyadas en la pauta más evidente: la topografía del territorio metropolitano, a la que el Metro parece que ha ignorado dándole la espalda. También el desperdicio del Malecón –otro gran fracaso- con sus sucesivas prolongaciones, hoy relegado a la vía de circulación rápida que descompone y zahiere uno de los paisajes urbanos, pero naturales, más hermosos del mundo. El tercer elemento que quiero subrayar, entre tantos que lo merecen, es la atención que el libro presta al continuado y trágico desprecio del poder al planeamiento, hoy todavía endeble, desasistido, cabalgando en una montura enjaezada para la gala y no apta para atravesar la cotidianeidad. El meritorio trabajo del arquitecto Vargas Mera –heroicos en etapas tan difíciles como la Dictadura de Trujillo y los Gobiernos de Balaguer– se suman al listado de los fracasos y es uno de los testimonios detallados que dan fe de esa maldición que parece pesar sobre la ciudad capital: a pesar de sus dimensiones actuales y de su trepidante crecimiento poblacional, aún no exista –a la fecha que redacto este texto- un plan regulador que ya 1
estaría obligado a asumir una escala metropolitana. Aceptémoslo: sin una plataforma de planeamiento y sensibilidad, Santo Domingo camina hacia el desastre. Este libro es más que nada la advertencia de que pueda ser así, de que siempre ha sido así y de que hay que cambiar el rumbo cuánto antes. Sin embargo el libro no solo aborda los fracasos sobre el papel o los errores en los planos –que tendrían siempre arreglo con la goma de borrar- sino las intervenciones a base de tractores, grúas, cemento y varillas, que continua y sistemáticamente bloquearon para el porvenir las aspiraciones de encauzar por los caminos de la razón la construcción de una ciudad equilibrada. Lo que bien pudo ser un sueño utópico quedó sepultado con una apocalíptica y criolla frase en boca de un Presidente de la República: “..vamos a hacer un Nueva York chiquito” que también ha quedado grabada para la eternidad en el libro de los despropósitos. La insistencia de Cristóbal Valdez en la utilización del Planeamiento como nave para dirigirse al futuro, es una demostración más de su voluntad profesional y también militante de que, a pesar del desánimo y la impotencia, estamos colocados en un tiempo y en una localización geográfica en que es preciso seguir luchando por lo que para todos ya es evidente. El enfoque crítico es el aspecto en el que baso mi calificación de valiente: resalta la visión miope de los estadistas, en todas las etapas que desfilan por el libro, empeñados en pasar a la historia, aún a sabiendas de que con sus imposiciones se asolaba el territorio y se derrochaban energías o recursos siempre escasos para atender necesidades auténticas. Finalmente, quiero reseñar algo que agradecerán los lectores: esa gentileza y esa disciplina del autor con la que sistemáticamente incorpora en cada etapa los datos de la población de Santo Domingo. Pienso en quienes, extranjeros o jóvenes generaciones dominicanas, no pueden imaginar sobre el territorio de la Capital ese crecimiento tan acusado en tan corto tiempo.
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