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ació en Berlín, en octubre de 1920. Aquel mismo año llegó a la ciudad Brassaï, que contaba a la sazón 21 años. 18 años antes, había nacido allí Hans Bellmer. Berlín era una metrópoli internacional, un polo de atracción para artistas e intelectuales. En ese centro de la vanguardia pasó Helmut Newton una infancia tranquila y feliz, en el seno de una familia acomodada. A los 16 años aprendió a manejar la cámara fotográfica en el estudio de la fotógrafa Yva (Else Simon). La fotó-
grafa, de origen judío, sería deportada más tarde a Auschwitz, donde perdería la vida. En 1929, Brassaï comenzó a trabajar para importantes revistas alemanas. Algunos años más tarde, tenía delante un cuestionario de André Breton y Paul Eluard. A la pregunta ¿cuál fue el encuentro decisivo en su vida? Brassaï contesta: “Goethe”. En 1938, a los 18 años de edad, Newton abandona Berlín. Mientras viajaba a Singapur, sus padres emigran a
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Suramérica. En 1933 había comenzado en Alemania la persecución de los judíos. La familia Newton no esperó el desarrollo de los acontecimientos: prefirió abandonar Alemania. Newton permaneció dos años en Singapur, donde sólo acumuló experiencias negativas como reportero gráfico del Singapore Straits Times. En 1940 se fue a Australia. Siete años más tarde conocería a June, con la que se casó en 1948, a los 28 años. Hizo allí el servicio militar y se nacionalizó australiano. Sobre aquellos años de infancia feliz, a la que siguió el abandono forzoso de Berlín, la separación de sus padres y sus penosos inicios profesionales, Helmut Newton apenas cuenta nada. Dice solamente que siente añoranza de Berlín, donde conserva siempre un maletín preparado para cuando va allí de visita. Se acuerda de su primera cámara fotográfica, que obtuvo a los nueve años, recuerda los altercados entre nazis y comunistas, que veía desde el balcón de su casa. Tampoco olvida los que él llama “años de mierda”: “ I was busy keeping my head above wáter and trying to avoid starvation”. Dice
también que su vida en Australia fue maravillosa. En 1956 abandonó Melbourne, donde tenía un estudio, y se trasladó a Londres. De esa época proceden las primeras pruebas de contacto que pueden verse de su obra. Se trata de fotografías de moda, poses individuales o en grupo, burlas divertidas de Helmut y June, consideradas de poco valor. A su llegada a Londres, Newton tenía en el bolsillo un contrato para la edición inglesa de Vogue. En la capital británica permaneció un año. Después se fue a París, donde inmediatamente comenzó a trabajar para Jardin des Modes y Vogue en edición francesa. La obra de Newton tiene su origen en la fotografía de moda. Eso implica trabajar por encargo y acep-
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tar imposiciones que van mucho más lejos de las exigencias de un redactor jefe. Surgida a comienzos del siglo XX, la fotografía de moda ofreceuna determinada imagen de la sociedad y del papel que desempeña la mujer dentro de ella. Lo que exhibe es un producto para vender: Cuentan, por tanto, la seducción y el estímulo que provoca. En entrevistas como Vogue (1892), La Mode practique (1892) y Les Modes (1900), la fotografía de moda y el retrato estaban plenamente imbricadas, y apenas se distinguían. La primera sólo alcanzó su propia identidad después de que Condé Nastse hizo cargo en 1909 en la revista Vogue en Nueva York, en la que el Barón Adolf de Meyer desarrollo la foto escenificada. Meyer colocó a los modelos en un ambiente doméstico e hizo que adoptaran poses más naturales y cómodas. Un vistazo a la historia de la fotografía de moda muestra que Helmut Newton está inmerso en una tradición sin hacer referencia directamente a ella. Algo así como si en un inconsciente colectivo resonaran las añoranzas de su infancia, de su aprendizaje y con Yva y de la atmosfera de la metrópoli berlinesa. Los años que van de 1960 a 1980 son los más intensos y creativos de su carrera. En este periodo Newton desarrollo su estética hasta lograr su extraordinaria originalidad. Se ha descrito frecuentemente el mundo de su fotografía, pero nadie lo ha logrado como Philippe Garner: el mundo de la nobleza adinerada y de la “ jetset”, poblado de figuras esplendorosas y mujeres maquilladas y cargadas de bisutería. Helmut Newton es el “masterful imagemaker” de esas escenas, un observador tan perspicaz y extremado, que ha esbozado un nuevo concepto de belleza. Reforma provocadora y agresiva destaca las diferencias entre los sexos. Denotado como enemigo de la mujer, ha reunido en torno suyo
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todo el antagonismo de los grupos feministas. Todo esto es cierto, pero la originalidad está en otro sitio, en su profundidad e innovación y tal vez sea ahora, en los comienzos del nuevo milenio, cuando realmente lo reconozcamos: la fotografía de Newton posiblemente no nos turbe tanto ahora, pues la televisión nos ha acercado a nuestra historia, acostumbrándonos a una representación de la violencia más inmediata y realista. Este grandioso estudio social (también en este sentido hay una proximidad entre Newton y Brassaï) nos pone ante los ojos un mundo basado en una temática recurrente, creando así un estilo singular y anticipándonos la imagen de la mujer en las postrimerías del siglo. La aportación de Helmut Newton a la historia de la fotografía del siglo XX no sólo consiste en la provocación, si no en la intuición anticipatoria, en la capacidad de representación, en la habilidad con que hace visible a la mujer, tal y como ella quiere aparecer en el insipiente milenio: una mujer que lleva la batuta en vez de someterse a ella, que ama y desea cuando quiere a quien quiere y cómo quiere, pletórica de fuerza y vigor, en un cuerpo que domina, musculoso y radiante de vitalidad. Una mujer responsable de sí misma, capaz de disfrutar. Anticipándose a la libre sexualidad, las mujeres son sujetos activos, lejos del sexo débil como objeto denominado por machos insolentes. Ahí está el motivo por el que el trabajo de Newton se consideró perturbador: Narra una historia en sus escenificaciones, expresa el descubrimiento de esa nueva libertad y la confronta con la consciencia de las fantasías que suscita esa libertad. Las fotografías de Newton se corresponden con el descubrimiento gradual de esa libertad: la mentalidad femenina se ha transformado radicalmente; por primera vez en su historia,
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la mujer puede determinar su sexualidad, una sexualidad que no está obligatoriamente ligada a la maternidad. De esa manera, la moral judeo-cristiana ha saltado por los aires. La obra innovadora de Newton prevé esa evolución, y la fórmula para que todos se vean reflejados en ella, expresando al mismo tiempo un pensamiento colectivo y universal. Puede decirse con Paul Eluard, que las fotografías de Newton al igual que todas las obras de arte, Moda, desnudo, retrato: en estas tres categorías clasifica Newton su trabajo. Pero la cosa no es tan fácil: una fotografía de moda puede ser también un desnudo y a la inversa, de la misma manera que un retrato puede representar un desnudo. A Helmut Newton le gusta jugar con la mezcla de géneros y después eliminar las huellas. A veces trueca un género con otro y amalgama las categorías. Pero al final se mantiene en esa clasificación, como si quisiera con ello facilitar la comprensión de su obra y no lastrarla con explicaciones superfluas. A veces cita la formula “less is more” para favorecer la economía de medios y conseguir con ellas el mayor efecto y expresión posibles. Mujeres vestidas y desnudas en la misma situación o actitud. Desnudos, desnudos enormes, que desde 1980 realiza en series (“Big Nudes”, “Naked and Dressed”,“Domestic Nudes”), desnudos deformados, mujeres caminando desnudas: un repertorio que Newton varía una y otra vez. Eso vale también para las distintas situaciones en la representación del cuerpo: cuerpos amordazados, maltratados, amputados o provistos de prótesis. Ningún fotógrafo anterior a el ha sometido el cuerpo humano a pruebas tan duras, haciendo surgir en la imaginación situaciones, historias o deseos que configuran una
imagen hablante de la vida: la suya y la nuestra. El estilo del artista, ya sea pintor, escultor o fotógrafo, surge del trabajo en series. Partiendo de la reflexión inconsciente de temas recurrentes, se despliega toda la riqueza del mundo. Son series de todo tipo: series de experimentos estéticos, de temas o situaciones recurrentes, de perspectivas bajo las mismas condiciones de luz (claridad meridiana, preferentemente en el mediterráneo), de medios escénicos utilizados una y otra vez a lo largo del tiempo (puertas entreabiertas o cerradas, espejos, escaleras, vestíbulos de hotel, paisajes, desnudos en ambientes domésticos). La observación de esas series revela la forma en que Newton, por ejemplo, utiliza el tema de la puerta en 1960 para posicionar su persona o para narrar una historia. Podría especularse infinitamente sobre lo que ocurre en esas imágenes, lo que se idea, trueca y expide en esos edificios condenados por una cadena o un pasador, a través de los cuales se atisban los deseos o se transmiten fantasías, o por el contrario se cierran a toda comunicación. Particular análisis merecerían también el tema del espejo, la representación de yacentes (tanto en las fotos de moda como en los desnudos y retratos), la postura del cuerpo en situaciones de calma y meditación y la utilización de muñecas de cera. Mediante el tratamiento serial de los temas, y gracias a la libertad de una inspiración sin límites, una inspiración que se nutra del deseo y de la fantasía, Helmut Newton introduce a su público en el conocimiento de lo oculto. Surge así un recinto en el que se cobijan los sueños y los deseos, posibilidades vedadas hasta ahora, infracciones por fin realizadas. Con las fotografías de Helmut Newton se penetra en un mundo en el que el ensueño y la poesía emanados de sus historias convierten al observador en un doble de sí mismo: historias
que contienen la tensión entre las personas y sus miradas codiciosas o sus cuerpos como objetos de deseo. Fundir la imaginación con la realidad: se aceptan las imposiciones, la agresividad y el erotismo no se contradicen, domina el supremo individualismo y con frecuencia también un humor que impone distancias. E invita a seguir un camino que permite descubrir un mundo atroz y franquea el acceso a lo oscuro y surrealista. Al contrario que las fotografías de moda, los desnudos y los “Big Nudes”, que manifiestan claramente la voluntad de escenificar algo, de narrar una historia, de disfrazar y transformar un modelo o un cuerpo, los retratos surgen casi siempre en un sencillo decorado, sin artificios especiale. Los retratos son, desde 1975, pero sobre todo a partir de 1980, una parte integrante y regular de su trabajo. Los retratos, cuyo formato apenas abarca la cabeza, reproducen los rasgos y la mirada en una luz que no intenta ocultar el defecto. Una luz prosaica y directa, implacable. Helmut Newton ha expresado su fascinación por la fotografía antropomérica, introducida a comienzos del pasado siglo, un procedimiento de validez legal para determinar la identidad. “Colecciono desde hace mucho tiempo recortes de periódicos, y muchas veces me inspiro conscientemente en imágenes y palabras del acontecer diario” ha dicho Newton. Pero tras la sencillez de la inspiración, portratos resultan fascinantes porque en ellos sale a relucir la vida interior del retrato en toda su complejidad, y porque parecen encerrar algo misterioso, pese a su forma estándar. En los autorretratos fotográficos, Helmut Newton ha incluido muchas veces la fotografía de su pasaporte o la de un periódico. Quiere recordar con ello que las fotos se imprimen.
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dise単o por:
isabel pineda