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Dos años sin procesión
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Rafael Torres Muelas
Setecientos treinta días esperando la salida en procesión de nuestro amado: “Jesús Orando en el Huerto de San Esteban”
Reponiéndonos si podemos, de este sueño en forma de pandemia del coronavirus que como un tsunami ha desmantelado nuestras formas de vidas cotidianas y también nuestras tradiciones como la suspensión de todos los desfiles procesionales de Semana Santa durante los años 2020 y 2021.
Únicamente suspendidos durante la guerra civil española y de forma ocasional como consecuencia de la climatología en forma de agua y nieve. Que yo recuerde en 54 años y referente a nuestra Hermandad de la Oración, no la he visto nunca tener que suspender su desfile procesional en la procesión del “Silencio”.
Recuerdo salir con lluvia y “decidir” junto con los hermanos del “Beso de Judas” que si no dejaba de llover, “suspender” la procesión a la altura de la antigua iglesia de San Andrés. La lluvia atendió los miles de ruegos y súplicas de los hermanos de la Oración y cesó ipso facto. También ha hecho acto de presencia a lo largo del desfile en diversas ocasiones, pero siempre ha sido benévola y compasiva permitiendo continuar el mismo.
Jamás se nos pasó por nuestra imaginación, ni de lejos, que una pandemia nos inmovilizara y obligara a no desfilar con nuestro Paso de la Oración. La Semana Santa para muchos de los conquenses es crucial, es la razón de ser de los mismos, no es nada recóndito ni oculto, pero cada nazareno tiene su particular “procesión”, su íntima “imagen” o “Paso Procesional”, es indiscutiblemente cierto.
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Para mí la noche de los capuces blancos es mi momento. Esa catequesis silenciosa y plañidera que recorre la parte nueva y vieja de la ciudad exponiendo a través de las imágenes que desfilan los últimos sucesos más dolorosos de Jesucristo. Y dentro de ese mágico Miércoles Santo, me siento hondamente unido con el paso de la Oración en el Huerto.
Siempre he dicho que fui antes de esa Hermandad que conquense. Siento auténtica devoción y un amor indescifrable por la Semana Santa en su totalidad, pero por el Huerto por distintos escenarios y contextos que se han dado a lo largo de mi vida, una verdadera pasión.
Estos dos Miércoles Santo sin poder desfilar con el “Huerto” han sido terribles para mí, como imagino que le habrá pasado al resto de mis hermanos en la Oración. Recuerdo que el primer Miércoles Santo, lo pasamos todos los españoles en confinamiento, era todo tan extraño. Una situación completamente nueva para todo el mundo.
Miércoles Santo 8 de abril de 2020. A pesar de no desfilar físicamente con la “Oración”, sí lo hice de forma virtual. Como cada año me fui acercando hacia la iglesia de San Esteban para comenzar el rito de participar en el desfile procesional del “Silencio”. Minuto a minuto iba proyectando en mi feliz memoria todos los instantes que se suceden en ese particular día.
Mis hijos y mujer me preguntaban: ¿Por qué lloras papá tan amargamente? Siento una gran desolación y pena porque hoy es Miércoles Santo, y deberíamos estar desfilando con nuestro paso de la Oración, todos juntos como venimos haciendo en los últimos seis años. Estaba recordando tantos sentimientos y vivencias que suceden a lo largo del recorrido que sin llamarlas comenzaron a llegar lágrimas de pena a mis ojos en respuesta a tanto dolor y angustia.
Estamos encerrados en casa y hoy, aunque no lo parezca, hoy es Miércoles Santo. Hoy desfilaríamos con nuestra Hermandad, con el magnífico grupo escultórico de don Luis Marco Pérez, adornado con ramas de olivo fresco traído del pequeño Getsemaní del Quinto, junto a la ladera del Cerro del Socorro. Noche de primavera con luna de Parasceve para iluminar en el paso de la Oración, el momento en el que Cristo lloró sangre en el huerto mientras sus discípulos dormían en la ignorancia del cruel destino que aguardaba a su maestro, mecido por sus banceros bajo el ligero movimiento de su olivo. 27
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Foto: José Andrés Jiménez
Súplica en la mirada de Jesús y esa serenidad reconfortante que dibuja el rostro del ángel en las sombras de las calles de Cuenca, conforme va avanzando mi particular procesión del Miércoles Santo en pandemia y enclaustrados en casa. Esas sombras se han transformado en una realidad física en mi mente hasta el punto que me da la impresión de estar portando el paso en ese mismo momento.
Me sitúo en la Plaza de San Esteban después de dejar el paso en la iglesia para ver pasar ante mí y saludar con respeto y admiración
a las Hermandades del Prendimiento, San Pedro, Negación, y al Señor del Miércoles Santo “Ecce-Homo de San Miguel”, cerrando la noche del Silencio San Juan y la Virgen.
Concluyo mi procesión virtual de un Jesús orando por las calles de Cuenca en un Miércoles Santo de pandemia del coronavirus. Vuelve a sonar en mi interior la marcha procesional de “Nuestro Padre Jesús” de don Emilio Cebrián, y vuelve a mí ese suave baile que hace naufragar mi alma mientras las lágrimas, de nuevo, empapan mis mejillas. 29
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Ningún nazareno se podía imaginar que los desfiles procesionales de la Semana Santa de 2021, tampoco se celebrarían, al igual que los actos culturales, religiosos y Juntas Generales de las Hermandades. Increíble y asombroso por segundo año consecutivo los conquenses volvieron a perder una de sus señas de identidad más valiosas y de mayor participación: sus desfiles procesionales de Semana Santa.
Con la única salvedad con respeto a la suspensión del año anterior, que en esta ocasión existía la posibilidad de salir a la calle y sustituir las procesiones por actos de veneración en el interior de los templos con aforo reducido.
De nuevo se quedó guardada la túnica morada, los cordones blancos de franciscano y el capuz blanco (por segundo año consecutivo) por culpa de la covid. Las medidas impuestas para frenar el contagio del coronavirus impidieron que las hermandades salieran en procesión pero la devoción de los hermanos de la Oración se palpó en el Miércoles Santo 31 de marzo, cuando la iglesia de San Esteban se convirtió en una larga peregrinación de hermanos para visitar a su paso y mostrar su añoranza y melancolía por lo que pudo ser.
A las diez, con el toque de queda, volvieron a estar vacías las calles de Cuenca, que deberían haber estado llenas de hermanos acompañando a un Cristo en su Oración en el Huerto, que levanta pasiones a su paso por la Jerusalén de Castilla.
“Lo importante ese año como en el anterior era la salud”.