Paz en su siglo

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EL Año dE pAz | 17

reforma >> Domingo 2 de marzo de 2014

Con motivo del centenario del nacimiento de octavio Paz, el crítico prepara una biografía de próxima publicación, de la cual ofrecemos un adelanto.

LA GRAN REBELIÓN

L

Christopher Domínguez miChael / Fotos: maría garCía

as luces de bengala era la señal esperada por el Batallón Olimpia, compuesto de guardias presidenciales vestidos de civil e identificables por un guante blanco, que, apostado en las azoteas de los edificios, disparó contra la multitud para hacer creer a los soldados (ignorantes del operativo paramilitar) que los agresores eran los estudiantes, motivo por el cual la tropa empezó a disparar sin orden ni concierto. El general al mando de la operación, José Hernández Toledo, recibió un balazo en el tórax. Es sorprendente, además, que dada la crudeza de los acontecimientos y la confusión en que ocurrieron, el número de víctimas mortales haya ido decreciendo con los años. Octavio Paz, en Postdata, habla de que “The Guardian, tras una investigación cuidadosa, considera la más probable: 325 muertos” (1), aunque las estimaciones más recientes hablan de menos de 100. Es extraño que una ciudad como la de México, gobernada por la izquierda desde 1997 y donde el 2 de octubre es día de luto oficial, nadie se haya animado a dar más nombres de los asesinados ese día. Jorge G. Castañeda, un antiguo comunista convertido a posiciones liberales que le permitieron ser canciller en el gobierno de Vicente Fox, ha dicho que exagerar el número

de víctimas fue conveniente, durante décadas, para ambas partes: a los gobiernos del PRI, esa reputación genocida les permitía hacerse temibles ante una izquierda a su vez permanentemente enlutada y sedienta de martirologio (2). Paz, con su polémica interpretación sacrificial del 2 de octubre en Postdata, contribuyó paradójicamente al poderoso mito regenerador del 68. Caricaturizando esa visión de Paz, no faltó quien dijera que la sangre derramada en Tlatelolco alimentaría un nuevo ciclo, un nuevo sol. Lo que no es un mito es que las Olimpiadas se desarrollaron en paz. El Consejo Nacional de Huelga (CNH) decretó una “tregua olímpica” y, al terminar ésta, con los juegos, aumentaron las denuncias públicas del crimen de Estado al tiempo que el movimiento se descubría del todo derrotado. El gobierno, pese a que hubo protestas frente a algunas de sus embajadas, no pagó mayor costo político internacional por la represión, según Castañeda, y Díaz Ordaz murió convencido de que había salvado a México de una conjura comunista. En su siguiente informe, el 1 de septiembre de 1969, en un gesto inusual entre los autócratas latinoamericanos, asumió toda la responsabilidad por la represión. Al inaugurar los juegos, recibió una fuerte rechifla en el Estadio


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Especial

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crisis. La represión del movimiento estudiantil del 68 llevó a Paz a renunciar al Servicio Exterior.

Olímpico y algunos estudiantes se las ingeniaron para que un papalote con una paloma negra sobrevolara el palco presidencial en muda señal de luto. El 2 de octubre de 1968 inició una larga cuenta regresiva que daría fin, treinta y dos años después, al régimen original de la Revolución mexicana, desalojado del poder, electoralmente, en 2000. El embajador Paz no pensaba lo mismo del 68 mexicano que el poeta Paz del 68 francés. A fines de agosto, recibe en Nueva Delhi, por órdenes del secretario de Relaciones Exteriores, Antonio Carrillo Flores, la instrucción de elaborar un informe sobre qué medidas tomaría la India en caso de enfrentarse a agitaciones estudiantiles como las que sufría México. El 6 de septiembre, Paz contestó con un informe oficial y una reflexión personal, que como bien dice Guillermo Sheridan, será el germen de Postdata. En aquel informe, Paz le dice a su jefe “el problema me preocupa y me angustia” y que se atreve a enviarle “reflexiones que nadie me ha solicitado” porque “si me he excedido como funcionario, creo que he cumplido mi deber de ciudadano”. “Los disturbios estudiantiles”, apunta Paz, “forman parte de nuestro desarrollo” y no son “una crisis social sino política”, iniciada hace más de diez años antes con los movimientos sindicales magisteriales y ferrocarrileros. “En el fondo”, dice el embajador Paz, “el problema consiste en introducir un equilibrio entre el desarrollo económico, el social y el político. Agrego que la reforma de nuestro sistema político aceleraría el progreso social” y sería benéfico para la economía. “La reforma de nuestro sistema político”, concluye, “requiere no sólo realismo sino imaginación política” (3). En la nota manuscrita personal que acompaña ese oficio confidencial, rescatada por Enrique Krauze de los archivos de Carrillo Flores, dice Paz: “La segunda parte de mi informe contiene apreciaciones personales sobre la situación mexicana porque no pude ni quise contenerme” y le reafirma que las

nuevas clases mexicanas, hijas de nuestra propia versión de la abundancia son grupos que “de un mundo intuitivo encuentran que nuestro desarrollo político y social no corresponde al progreso económico. Así, aunque a veces la fraseología de los estudiantes y otros grupos recuerde a la de los jóvenes franceses, estadounidenses o alemanes, el problema es absolutamente distinto. No se trata de una revolución social, aunque muchos de los dirigentes sean revolucionarios radicales, sino de realizar una reforma en nuestro sistema político. Si no se comienza ahora, la próxima década será violenta...” (4). Desde que comenzó el movimiento, Paz contempló la posibilidad de renunciar y volver a México en noviembre a buscar trabajo en la Universidad o en El Colegio de México. Así se lo confiaba, por carta, a Tomlinson, el 3 de agosto: “Parece que la represión en México es severa, brutal... Temo que estos disturbios fortifiquen aun más a la derecha. La herencia revolucionaria se disipa... Desde hace bastante tiempo proyecto renunciar a mi puesto y lo que ahora ocurre contribuye o disipa mis últimas dudas” (5). Días después, el 27 de septiembre, insiste con su amigo el poeta inglés Charles Tomlinson: “Es incongruente –desde el punto de vista moral como sentimental mi permanencia en el Servicio Exterior Mexicano. Precisamente había yo iniciado el trámite para obtener mi retiro. Lo que pasa ahora me revela que lo debería yo haber hecho antes. Todo esto me tiene apenado, avergonzado y furioso –con los otros y, sobre todo, conmigo mismo” (6). En agosto, también, Paz escribe una primera versión de su famoso poema sobre el 68, México: Olimpiada del 68, aquel que le enviará el 7 de octubre a los organizadores de la paralela olimpiada cultural que le habían pedido, meses antes del inicio de la agitación estudiantil, un poema de tema olímpico. Considerándolo una cursilería, Paz se había negado a participar en un certamen de esa naturaleza,

pero, ocurrida la matanza de Tlatelolco, reconsidera, y como un gesto de ironía envía aquel poema que dice, en el paréntesis más celebre de nuestra poesía: “(Los empleados/ municipales lavan la sangre/ En la Plaza de los sacrificios)” (7). Ocurre, según averiguó Jaime Perales Contreras en la Biblioteca de la Universidad de Amory, que la primera versión del poema se titulaba Agosto de 1968 y reflejaba la indignación del poeta al saber que los tanques habían ocupado el Zócalo en la Ciudad de México, como estaban en las calles tanto de Praga como de Chicago (8). Esa primera versión, como la segunda, estaba dedicada al pintor Adja Junkers (ilustrador de Love Poems for Marie Jose y de una edición de lujo de Blanco) y a su esposa, la crítica de arte Dore Ashton. Paz les explica que los versos en cursivas (“La vergüenza es ira/ vuelta contra uno mismo:/ si una nación entera se avergüenza/ es león que se agazapa/ para saltar”) los había tomado de una carta de Marx a Ruge en 1843. El poema hizo escuela y muy pronto Juan Bañuelos, José Emilio Pacheco y Gabriel Zaid (quien publicó su eficaz Lectura del soneto 66 de Shakespeare), entre otros, publicaron sus memoriales de Tlatelolco. La renuncia de Paz a la embajada, con estos antecedentes, pierde todo carácter caprichoso o intempestivo. Fue el resultado de una reflexión de días y semanas, como se lo hace saber a Carrillo Flores (canciller estimado por algunos de los intelectuales por su “pragmatismo”, lo cual en un régimen autoritario podía ser hasta una bendición) en la carta de renuncia del 4 de octubre de 1968. “Anoche, por la BBC de Londres”, le dice con toda franqueza a Carrillo Flores, “me enteré de que la violencia había estallado de nuevo. La prensa india de hoy confirma y amplía la noticia de la radio: las fuerzas armadas dispararon contra una multitud, comprendida en su mayoría por estudiantes. El resultado: más de veinticinco muertos, varios centenares de heridos y un millar de personas en la cárcel. No describiré a usted mi estado de ánimo. Me imagino que es el de la mayoría de los mexicanos: tristeza y cólera” (9). En su carta, le recuerda al canciller sus veinticuatro años en la diplomacia mexicana y le dice: “no siempre, como es natural, he estado de acuerdo con todos los aspectos de la política gubernamental pero esos desacuerdos nunca fueron tan graves o tan agudos como para obligarme a un examen de conciencia. Cierto, desde hace diez años, precisamente al final del periodo presidencial de Ruiz Cortines y ante ciertos desórdenes y manifestaciones obreras y estudiantiles, expresé públicamente que era necesaria una reforma de nuestro sistema político, si queríamos evitar nuevos trastornos y el regreso de la violencia –esa violencia que ha ensombrecido nuestra historia” (10). Por primera vez con toda claridad, Paz dice que el régimen del partido revolucionario fundado en 1929 entrañaba un “compromiso” que habiendo sido “saludable en su origen” para la nación, ya no lo era. El mexicano era un régimen ogresco, como lo calificaría en la década siguiente en El ogro filantrópico. Comienza Paz una travesía que aun en 1985 cuando publica “Hora cumplida (1929-1985)” en Vuelta y afirma que el PRI ha terminado su misión histórica,


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causa escándalo en un partido oficial que sólo tres lustros después, cuando Paz llevaba un par de años fallecido, abandonará el poder. Entonces, en octubre de 1968, lo que parecía abrirse para el país era una nueva eternidad, que ya no transcurriría en la paz autoritaria sino en la zozobra civil: “Basta leer a la prensa diaria y semanal de México en estos días para sentir rubor: en ningún país con instituciones democráticas puede encontrarse ese elogio casi totalmente unánime al gobierno y esa condenación también unánime de los críticos. No sé si estos últimos tengan la razón en todo; estoy cierto de que no tienen acceso a los medios de información y discusión” (11). La solicitud de renuncia, como lo explican Andrés Ordóñez y Guillermo Sheridan, burocráticamente no podía tener otra forma que la “puesta en disponibilidad”, pues el reglamento diplomático mexicano no contemplaba la posibilidad de renunciar. La palabra disponibilidad fue utilizada maliciosamente no sólo por los gacetilleros gubernamentales. Al día siguiente de abandonar la presidencia, el 2 de diciembre de 1970, lo primero que hizo Díaz Ordaz fue denigrar a Paz insistiendo, en unas declaraciones ante la televisión, en que no había sido un renunciante sino un despedido (12). La renuncia de Paz presentada a Carrillo Flores decía así: “Ante los acontecimientos últimos, he tenido que preguntarme con lealtad y sin reservas mentales al Gobierno. Mi respuesta es la petición que ahora le hago: le ruego que se sirva ponerme en disponibilidad, tal como lo señala la Ley del Servicio Exterior Mexicano. Procuraré evitar toda declaración pública mientras permanezca en territorio indio. No quisiera decir aquí, en donde he representado a mi país por más de seis años, lo que no tendré empacho en decir en México: no estoy de acuerdo en lo absoluto con los métodos empleados para resolver (en realidad: reprimir) las demandas y problemas que ha planteado nuestra juventud” (13). El 16 de octubre, Carrillo Flores le responde amablemente, invitándolo a tomarse unos días para reflexionar y consultar con otros colegas del Servicio Exterior. Inclusive le dice que su informe anterior lo había comentado con el presidente. Díaz Ordaz le habría dicho sibilinamente a su canciller que “la intuición de los poetas es a veces la más certera”. El canciller, por cierto, no estaba en México en su oficina, en esa Torre de Relaciones Exteriores situada a pocos metros de la Plaza de las Tres Culturas (torre que según la fabulación de Díaz Ordaz iba a ser tomada por el CNH el 2 de octubre), pero le dice a Paz lo que le contaron: “No es exacto en cambio que el Ejército haya hecho los primeros disparos ni menos sobre una reunión pacífica. Los soldados empezaron a hacer fuego cuando su comandante ya había sido herido por la espalda. Y el grupo que se hallaba en el Edificio Chihuahua tenía y usaba armas de alto poder. Esa era la razón por la que se iba a proceder a su detención” (14). Lo que Carrillo Flores no sabe o no cuenta es que ese grupo que “tenía y usaba armas de alto poder” era el paramilitar Batallón Olimpia que había disparado a mansalva contra soldados y estudiantes

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aMISTad e InTelecTo. El poeta con Elena Poniatowska.

para destruir, en una sola tarde de sangre, física y moralmente al movimiento democrático. La renuncia de Paz a la Embajada de México en la India fue, como dijo Enrique Krauze, “su hora mejor”, una decisión histórica que puso “un límite histórico al poder imperial de la Presidencia de México” (15), uno de esos momentos que lo convirtieron, a cabalidad, en “un hombre en su siglo”, el ciudadano que toma la decisión más sabia en la circunstancia más ardua. De los miles y miles de funcionarios que el Estado mexicano tenía el 2 de octubre nadie, salvo Paz, renunció a su puesto. Ningún otro. El mismo día en que amablemente le pedía reflexión, Carrillo Flores aceptó la renuncia de Paz y lo puso en disposición. De inmediato, le llega al Presidente de la India una carta de Díaz Ordaz informán-

PARA COMPRENDERLO

La divina pareja. Historia y mito en Octavio Paz, de Jorge Aguilar Mora (ERA, 1978)

dole que ha decidido poner fin “a la misión que el señor Octavio Paz venía desempeñando”. En Vislumbres de la India, leemos que discreta y amable “Indira Gandhi, que ya era primera ministra, no podía despedirme oficialmente, pero nos invitó, a Marie José y a mí, a una cena íntima, en su casa, con Rajiv, su mujer, Sonia, y algunos amigos comunes”. Hubo un homenaje de despedida en The International House y el corresponsal de Le Monde, Jean Wetz, publicó un “extenso comentario sobre el caso” (16). “Las semanas que me esperan (después de ‘la fatal decisión’) son horribles –revisar papeles, guardar libros, deshacerse del pasado o, mejor dicho, rehacerse frente a lo pasado”, le escribió Octavio a Juan Almela, quien todavía no usaba su nombre de pluma de poeta como Gerardo Deniz. Finalmente, los

Autores mexicanos y extranjeros han analizado la obra de Paz desde diversas perspectivas.

Octavio Paz. Las palabras del árbol, de Elena Poniatowska (Plaza & Janés, 1998)

Poeta con paisaje. Ensayos biográficos sobre Octavio Paz, de Guillermo Sheridan (ERA, 2004)

Del arte a la política. Octavio Paz y la búsqueda de la libertad, de Yvon Grenier (FCE, 2004)

Octavio Paz en la deriva de la modernidad, de Jacques Lafaye (FCE, 2012)


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Paz tomaron el tren hacia Bombay, donde se embarcaron en el Victoria, un barco que hacía el servicio entre el Oriente y el mediterráneo, obligado a tornear África porque el canal de Suez estaba cerrado por el conflicto árabe–israelí. “El viaje de Delhi a Bombay fue emocionante, no sólo porque me recordaba el que había hecho unos años antes, sino porque en algunas estaciones grupos de jóvenes estudiantes abordaban nuestro vagón, para ofrecernos las tradicionales guirnaldas de flores” (17). En México, pese a los acontecimientos de Tlatelolco –de los cuales millones de mexicanos que no leían el periódico no tuvieron otra noticia que las del rumor– se respetó la llamada “tregua olímpica” que el propio CNH había ofrecido. El 19 de octubre, Excélsior anuncia, como noticia secundaria, CESA RELACIONES A OCTAVIO PAZ y días después, los cuatro principales hacedores de La cultura en México, Fernando Benítez, José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis y Vicente Rojo, al desmenuzar los comunicados oficiales donde se anunciaba el “despido” de Paz en contraste con el ya difundido poema México: Olimpiada de 1968 dicen: “Allí queda, por un lado, la prosa burocrática de los que no dimiten nunca, punto final a una honrosa trayectoria de veinticinco años, y por el otro, un breve poema donde la ira y el desprecio han sido expresados con una claridad deslumbradora. Su terrible peso ha inclinado la balanza a favor de la justicia y de la verdad sin equívocos y ya de una manera definitiva, pues tal es el privilegio de un gran poeta” (18). Al de La cultura en México siguieron otros dos desplegados donde la inmensa mayoría de los intelectuales mexicanos respaldaban, orgullosos, a Paz. Pero entre las excepciones había un par, dolorosísimas y estridentes, que hacían del drama nacional un drama familiar: Elena Garro y Laura Helena Paz Garro. 1. Octavio Paz, Obras completas, V. El peregrino en su patria. Historia y política de México, edición del autor, Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores, Barcelona, 2002, p. 331. 2. Jorge G. Castañeda, Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos, traducción del inglés de Valeria Luiselli, Aguilar, México, 2011, p. 156. 3. Paz, “Un sueño de libertad: Cartas a la cancillería” precedidas de una nota de Enrique Krauze, Vuelta, México, no. 256, p. 10. 4. Ibid. 5. Krauze, Redentores. Ideas y poder en América Latina, Debate, México, 2011, pp. 228-229; Guillermo Sheridan, “My dear Charles, Paz le escribe a Tomlinson”, Letras Libres, no. 180, diciembre de 2013, pp. 51-52. 6. Ibid. 7. Paz, Obras completas, VII. Obra poética (1935-1998), Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores, Barcelona, 2004, p. 445. 8. Jaime Perales, Octavio Paz y su círculo intelectual, Coyoacán/ITAM, México, 2013, p. 108. 9. Paz, “Un sueño de libertad. Cartas a la cancillería”, op. cit., p. 11. 10. Ibid. 11. Paz, “Un sueño de libertad. Cartas a la cancillería”, op. cit., p. 11. 12. Andrés Ordóñez, Devoradores de ciudades. Cuatro intelectuales en la diplomacia mexicana, Cal y Arena, México, 2002, p. 238; Sheridan, Poeta con paisaje. Ensayos sobre la vida de Octavio Paz, ERA, México, 2004, p. 492; Xavier Rodríguez L., Escritores y poder. La dualidad republicana en México, 1968-1994, UPN, México, 2001, pp. 109-110. 13. Ibid; Sheridan, Poeta con paisaje, op. cit., pp. 487-489. 14. Paz, “Un sueño de libertad. Cartas a la cancillería”, op. cit., pp. 11-12. 15. Ibid., p. 6. 16. Paz, Obras completas, VI. Ideas y costumbres. La letra y el cetro. Usos y símbolos, edición del autor, Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, Barcelona, 2002, p. 1241. 17. Sheridan, Poeta con paisaje, op. cit., p. 491; Paz, Obras completas, VI. Ideas y costumbres. La letra y el cetro. Usos y símbolos, edición del autor, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2002, p. 1241. 18. Jorge Volpi, La imaginación y el poder. Una historia intelectual del 68, Era, México, 1999, p. 580. Fragmento de Octavio Paz en su siglo, de Christopher Domínguez Michael, libro editado por Aguilar y de próxima circulación.

PARA LEERLO POESÍA Libertad bajo palabra (1949) Salamandra (1962) Blanco (1966) Ladera este (1969) El mono gramático (1974)

PARA FESTEJARLO

El mejor homenaje para un autor es la lectura de su obra. Bajo ese argumento, brindamos una selección de los libros imprescindibles de Octavio Paz (1914-1998).

Pasado en claro (1975) Vuelta (1976) Árbol adentro (1987) OBRA ENSAYÍSTICA El laberinto de la soledad (1950) El arco y la lira (1956)

Marcel Duchamp o el castillo de la pureza (1968)

Tiempo nublado (1983)

Los hijos del limo (1974) El ogro filantrópico (1979)

Hombres en su siglo (1984) Itinerario (1993)

Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982)

La llama doble (1993) Vislumbres de la India (1995)

Las letras mexicanas están de fiesta con la celebración del centenario del natalicio de Paz el 31 de marzo.

encuentro Intelectuales mexicanos y extranjeros participan en el encuentro Octavio Paz y el mundo del siglo XXI, para debatir sobre diversos temas alrededor de su obra, como Octavio Paz en la historia de México, Revuelta, rebelión, revolución: Ayer y hoy, Fanatismos de la identidad, La democracia en el orbe iberoamericano y La letra y el cetro: los intelectuales y el poder. La cita es en El Colegio Nacional, 27 y 28 de marzo.

homenajes El gobierno del DF recordará al escritor con la inscripción de poemas en muros, rejas, autobuses y vagones de la ciudad, una edición conmemorativa de la Tarjeta del DF, lecturas en el Zócalo y en la Alameda, una exposición en las Galerías Abiertas de las Rejas de Chapultepec y recorridos especiales por lugares presentes en la obra de Paz. Con un timbre postal conmemorativo, la emisión del billete de la Lotería Nacional en su honor y la lectura de Piedra del sol, la Cámara de Diputados rendirá homenaje a Paz en el Palacio Legislativo de San Lázaro el 20 de marzo. A partir del testimonio de más de 20 personalidades de diversas disciplinas de la cultura, el público podrá acercarse a la esencia del autor en Retrato coral de Octavio Paz. En el Palacio de Bellas Artes el 31 de marzo.

publicaciones Presentación de Itinerario crítico. Antología del pensamiento político de Octavio Paz, de Armando González Torres (Conaculta/DGP, Cámara de Senadores). Auditorio Octavio Paz del Senado de la República el 24 de marzo.

arte sonoro En Paz en el agua, Francisco Rivas reproduce la voz de Paz para crear una obra de arte sonoro, que será difundida en el Jardín Sonoro de la Fonoteca Nacional el 25 de marzo.

eXposiciones De la colección privada de Marie Jo Paz, surge la muestra De la palabra a la mirada, ediciones de lujo de libros de Paz ilustrados por artistas nacionales y extranjeros como Tamayo, Soriano, Rojo, Duchamp, Tàpies, Motherwell o Balthus. En la Biblioteca de México La Ciudadela a partir del 29 de marzo. Con obra de colecciones públicas y privadas, de museos nacionales e internacionales, la muestra Un soplo de luz. Octavio Paz y el mundo del arte llega el 1 de septiembre en el Palacio de Bellas Artes.

recital Con Poetas del mundo y Octavio Paz, rinden homenaje a Paz a través de la palabra los escritores Homero Aridjis, Eduardo Lizalde, Valerio Magrelli, Charles Simic, Lasse Söderberg, Wole Soyinka, Mark Strand, Ida Vitale y Derek Walcott. En el Palacio de Bellas Artes el 30 de marzo.


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