Asuncionista. Número especial 2022

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A S U N C I O N I S TA

DCCLXXV ANIVERSARIO DE LA RECONQUISTA DE CANTILLANA GERMEN DE LA DEVOCIÓN ASUNCIONISTA / 1247 - 2022 Junio 2022 / Número especial / Época III

Decana de Cantillana HERMANO MAYOR

Manuel Pérez Campos COORDINACIÓN

Israel Rivero de la Hera Antonio Naranjo de Brito FIRMAS

Ignacio Pérez Franco Antonio Rodríguez Babio Manuel Jesús Parodi Álvarez Jesús Sánchez Gil Antonio Naranjo de Brito Francisco Javier Segura Márquez José Joaquín Guerrero Morejón FOTOGRAFÍAS

Fototeca US Archivo Hermandad de la Asunción Estudio Imagen Miguel Ferrera García ILUSTRACIÓN DE PORTADA

Miguel Ferrera García DISEÑO

Miguel Ferrera García

«Cuando de honrar el misterio de la Asunción de la Virgen se trate, allí estará Cantillana con derecho de primacía»

www.miguelferrera.com EDITA

Antigua, Fervorosa y Real Hermandad de Ntra. Sra. de la Asunción y Santísimo Rosario de Cantillana

www.asunciondecantillana.es ISSN:1698-336X Depósito legal: SE 3490-2004 © 2022 Hermandad de Ntra. Sra. de la Asunción © 2022 De los textos y de las fotografías, sus autores

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G. Gómez Bajuelo, ABC de Sevilla, 19 de noviembre de 1950, p. 5


sumario 4

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Sobre las advocaciones marianas como factor de cohesión en el Reino de Sevilla con los Reyes Santo y Sabio

Editorial

Manuel J. Parodi Álvarez

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Las Manos de la Asunción

Ignacio J. Pérez Franco

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San Fernando y su devoción mariana

Antonio Rodríguez Babio

Un trono para el misterio de la Asunción en el Antiguo Reino de Sevilla

Jesús Sánchez Gil

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La devoción asuncionista en Cantillana: de Fernando III a la actualidad

Antonio Naranjo de Brito

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San Fernando y la Asunción Francisco J. Segura Márquez

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Crónica gráfica del traslado a la Capilla Real del Simpecado de Gran Gala y posterior misa de acción de gracias por el 750 aniversario de la Reconquista de Cantillana

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Por tu amparo, gran Señora José Joaquín Guerrero Morejón

Las postrimerías de Fernando III el Santo. Vigilio Mattoni, 1887, Reales Alcázares de Sevilla.


Editorial Casi ocho siglos de primacía en el devocionario local así lo atestiguan. Desde 1247 hasta hoy, la Asunción de la Santísima Virgen es el faro que marca el camino a los hijos de Cantillana, tanto en tiempos de calma como cuando las tribulaciones acechan al vecindario

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ientras soñamos con el bendito momento en el que los últimos rayos del sol besen de nuevo la frente de nuestra Bendita Madre al salir de la iglesia parroquial de su hermoso título, llega a nuestras manos este número especial del anuario Asuncionista. Especial porque llega antes del tiempo marcado y con un porqué singular, si bien con la aspiración que ha mantenido desde su primera publicación, la de cumplir las altas expectativas que los asuncionistas siempre ponen en todo aquello que se hace por y para su Madre, la Asunción Gloriosa. La feraz campiña que circunda esta cristiana villa se convierte de nuevo en un poema al renacer primaveral como lo hiciera hace 775 años cuando, en plena Reconquista, el rey Fernando III de Castilla y León tomara la fortaleza cantillanera y la convirtiera en epicentro de la devoción asuncionista. Y lo decimos alto y claro, sin ambages, porque así lo requiere la ocasión y lo dicta la historia. El esfuerzo del Santo Rey y su sinigual devoción mariana, rendida ante el misterio de la Asunción Gloriosa a los cielos de la Santa Madre de Dios, hicieron de Cantillana baluarte de este fervor que extendió por todos los confines de su 4

reino: de Baeza a Sevilla, de Córdoba a Jaén, de Estepa a Carmona, de Alcalá del Río a Cantillana, todo el valle del Guadalquivir rendido a María en tan glorioso misterio. Con este número especial de su anuario, la Hermandad de la Asunción pretende acercar a sus hermanos el cómo y el porqué de tan singular y sacra obra. Las motivaciones intrínsecas que impulsaron al Rey Santo a significar de esta forma la reconquista del valle del Guadalquivir, su forma de ser, la manera en la que esta secular devoción arraigó en distintos enclaves del Reino de Sevilla y como Cantillana fue lugar privilegiado donde germinó la semilla plantada por el rey castellano y sus huestes. De la consagración a María Santísima en el misterio de su Asunción a los cielos del templo parroquial y la villa nada más ser reconquistada al florecimiento final de la devoción con la fundación del Rosario de mujeres de la Asunción en agradecimiento por la protección brindada por la Santísima Virgen y la llegada a su parroquia de la imagen de Nuestra Señora de la Asunción. La historia de Cantillana, desde entonces, entronca en lo más íntimo de su ser, gracias al empeño de Fernando III, con la devoción asuncionista que la define hoy día. Casi ocho siglos de primacía en el devocionario local así lo atestiguan. Desde 1247 hasta hoy, la Asunción de la Santísima Virgen es el faro que marca el camino a los hijos de Cantillana, tanto en tiempos de calma como cuando las tribulaciones acechan al vecindario. Y ello se debe, en buena parte, al empeño del Santo Rey Fernando, que por encima de su nombre puso siempre el de Dios y el de su Bendita Madre. Por eso, es labor de los asuncionistas que nunca caiga en el olvido gesta tan gloriosa como esta.


Nuestra Señora de la Asunción de Cantillana 5


Las manos de la Asunción «Manos las de mi madre, tan acariciadoras, tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras. ¡Solo ellas son las santas, solo ellas son las que aman, las que todo prodigan y nada me reclaman! ¡Las que por aliviarme de dudas y querellas, me sacan las espinas y se las clavan en ellas!» (Poema de Alfredo Espino) Siempre, cuando nos ponemos delante de la Asunción, nos fijamos en su cara, en sus ojos hermosos abiertos de par en par, sin que sepamos, a ciencia cierta, si es toda la luz de la gloria la que entra por ellos o es Ella, la mujer vestida del sol del Apocalipsis, la que irradia esa luz que nos envuelve. Miramos su sonrisa, esa que nos hace llorar de alegría, o sus orejas pequeñas, como dos mariposas que se posan en su cara. ¡Su cara! Esa cuyo color bien describe el himno, como tersa nieve en arrebol, el rosado sin igual de las nubes atravesadas por los rayos del sol. Pero ¿Y sus manos? ¿Nos hemos fijado en ellas? Me permito parafrasear a otro gran poeta, Florencio Quintero, muy cercano a mí, cuando al hablar de la Virgen de su devoción exclamó: ¡Mas quién sus manos no vea, de Piedad no sabe nada! Así es, quien no vea las manos de la Asunción no sabe nada de Ella. O sabe poco. Sus manos son dos palomas aladas que nos quieren abrazar cuando nos ponemos delante. ¡Cuántas veces en los momentos de tribulación no nos habremos agarrado a esas manos! ¡Y como hemos sentido 6

que nos levanta de nuestras caídas como los ángeles de su nube la levantan a Ella hasta la gloria celestial! Benditas sean las manos de la Asunción, las mismas que cosieron en el pueblo de Nazaret, que acurrucaron a su Hijo, que les enseñaron a andar, que le acariciaron cuando, muerto, descansó en su regazo tras ser bajado de la Cruz. La Virgen está en el cielo en cuerpo y alma. Y porque está en cuerpo sus manos siguen estando ahí, siguen siendo el bálsamo para nuestras heridas, el sostén para nuestra debilidad, la protección frente a nuestros enemigos, certeza para nuestras dudas, caricia para nuestras heridas y amor de Madre derramado sin fin. Por eso, y porque la queremos con todo el corazón, hoy proclamamos con el poeta salvadoreño Miguel Espino al ver las manos de nuestra Asunción, para manos “MANOS LAS DE MI MADRE”. Ignacio J. Pérez Franco


La mano derecha de Nuestra Señora de la Asunción de Cantillana, con la medalla de San Fernando

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San Fernando y su devoción mariana Antonio Rodríguez Babio, Capellán Real y Delegado Diosesano de Patrimonio Cultural

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Imagen de San Fernando tallada por Pedro Roldán en 1671, Catedral de Sevilla

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uando el 22 de diciembre de 1248, fiesta de la traslación de san Isidoro a León, el rey Fernando III el Santo entra en la ciudad de Sevilla tras su capitulación un mes antes (el 23 de noviembre, fiesta de san Clemente), la mezquita es consagrada como templo cristiano, aunque no se dedicará solemnemente hasta el 11 de marzo de 1252, una vez llegada la bula del papa Inocencio IV nombrando al infante don Felipe, hijo del rey, arzobispo electo de Sevilla, recibiendo entonces la mezquita cristianizada la advocación de Iglesia de Santa María de la Asunción, nombre que pervivirá en la nueva catedral gótica que se comenzará a erigir en los inicios del siglo XV y que se convertirá en el mayor templo cristiano dedicado a la Madre de Dios. Como señala el catedrático don Manuel González Jiménez, «la Catedral de Sevilla fue desde su misma consagración como tal un centro de devoción mariana». No en vano, la fiesta de la Asunción es desde los inicios de la recuperación del culto cristiano de las que se celebraba con mayor


solemnidad y fervor popular, además de venerarse otras imágenes de la Madre de Dios como la Virgen de la Sede, la Virgen del Pilar y por supuesto, la Virgen de los Reyes, entre otras. La elección del nombre de Asunción para la cristianizada mezquita obedece sin duda a la devoción mariana tan arraigada que presenta el Santo Rey, de todos conocida, que le hace dedicar al misterio glorioso de la Asunción a los cielos de la Virgen María un buen número de catedrales e iglesias de las que se erigieron en el terreno conquistado a los musulmanes. Esta devoción a la Virgen María constituye uno de los aspectos más destacados y recordados de la espiritualidad de san Fernando; cuentan las crónicas que «la tenía por madre» y se presentaba como siervo de Ella, devoción que se ha perpetuado en nuestra catedral por medio de algunas imágenes como la de las Batallas o la Virgen de los Reyes, patrona de Sevilla y su Archidiócesis, cuya procesión se celebra cada año el 15 de agosto, siendo precedida por la tradicional novena.

La fiesta de la Asunción es desde los inicios de la recuperación del culto cristiano de las que se celebraba con mayor solemnidad y fervor popular, además de venerarse otras imágenes de la Madre de Dios Esta devoción mariana de Fernando III le vino de herencia por parte de su madre doña Berenguela y supo a su vez transmitírsela a su hijo Alfonso X. Como recuerda la cantiga 292, San Fernando puso bajo el amparo de la Virgen María todas las ciudades que reconquistó, dedicándole la iglesia mayor o catedral, como hemos visto que hizo en Sevilla, e igualmente en Úbeda, Jaén o Córdoba. De hecho, en las testificaciones de su proceso de canonización, se subrayará especialmente este aspecto de su devoción mariana, dando por cierta la antigua tradición de que había llenado la ciudad de muchas y devotas imágenes de la Virgen. Precisamente el año pasado se celebró el 350 aniversario de la canonización del rey Fernando III

Urna del rey san Fernando, Juan Laureano de Pina. Capilla Real. Catedral de Sevilla 9


el Santo, que tuvo lugar en 1671 tras un proceso singular. Verdaderamente desde su muerte acaecida el 30 de mayo de 1252, el monarca tenía fama de santidad, como lo demuestra el sobrenombre con que se le reconoce, el “santo”, por la excelencia de sus virtudes, algunas de las cuales son señaladas en la leyenda que, en hebreo, árabe, latín y castellano está grabada en el pedestal de piedra que sostiene la urna de plata que contiene su cuerpo incorrupto en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, donde se dice que era honrado, leal, verdadero, el más humilde, el que más temía y servía a Dios. De san Fernando se subrayan además su caridad y misericordia para con todos, especialmente para sus enemigos derrotados, su trato a los más sencillos y pobres, su obediencia, tanto con sus padres, como con la jerarquía de la Iglesia; fue cristiano ferviente y practicante, que supo vivir su fe en comunión con la Iglesia. Ya los papas Gregorio I e Inocencio IV lo habían llamado atleta de Cristo y campeón invicto de Jesucristo y él mismo en un fuero, se denominaba caballero de Cristo, siervo de Santa María y alférez del apóstol Santiago.

En la página siguiente: Atribuido a Domingo Martínez. Virgen de Los Reyes, siglo XVIII. Colección Particular. 10

Lo cierto es que el 7 de febrero de 1671, Clemente X aprueba la canonización de san Fernando mediante el Breve Gloriosísimos Coelestis, el cual llegará a la ciudad de Sevilla el 30 de marzo provocando gran alegría y devoción no sólo en los estamentos religiosos, que organizarán celebraciones solemnes en la propia catedral, sino también en los civiles y populares; prueba de ello son las fiestas que se organizan en las que incluso tienen lugar corridas de toros, como señalan las crónicas. La catedral hispalense, como no podía ser de otra manera, a partir de este momento va a

reforzar su condición de centro devocional del Santo Rey, más concretamente la Capilla Real donde se custodian sus restos en la magnífica urna de plata de Juan Laureano de Pina, comenzada en 1690 y concluida totalmente en 1719, siendo inaugurada en 1729. Un año más tarde, se concede la autorización por parte de Felipe V «para exponer en la Capilla Real a la pública veneración descubierto el Santo Cuerpo del Señor Rey San Fernando quatro días en cada un año», como se especifica en la cédula real. Aún hoy se cumple este rito, pudiéndose contemplar el cuerpo incorrupto el 30 de mayo, festividad litúrgica del santo y aniversario de su fallecimiento, el 14 de mayo, en que se conmemora el traslado definitivo a la actual urna en 1729, el 22 de agosto, en la octava de la Asunción, como culminación de los cultos a la Virgen de los Reyes y el 23 de noviembre, fiesta de san Clemente y aniversario de la conquista de la ciudad. Precisamente la venerada imagen mariana que preside la Capilla Real está estrechamente vinculada al Santo Rey por una leyenda que narra el origen milagroso y celestial de este simulacro mariano, atribuyendo su hechura a los propios ángeles del cielo. En realidad, la Virgen de los Reyes es una escultura de vestir realizada en madera, que presenta la cabellera de hilos de seda de oro, que se ha relacionado con los talleres franceses de París que trabajaban en el siglo XIII y que representa la Virgen Majestad quien, coronada como reina y sentada con el Niño Jesús en su regazo, es igualmente Ella misma el trono de Cristo. La fundación de la Capilla Real tiene su origen cuando tras la reconquista de la ciudad se convirtió la mezquita aljama en catedral cristiana en diciembre de 1248, procediéndose a dividir el espacio en dos sectores desiguales, destinán-


dose el menor a Capilla Real, en la que se colocó la Virgen de los Reyes, acompañada de las figuras del rey Fernando III, de su esposa Beatriz de Suabia y del hijo de ambos, Alfonso X, que estaban ante sus sepulturas. A partir de 1401 se decide edificar una nueva catedral, para lo cual será necesario derribar la antigua mezquita. Así, estando avanzadas las obras, se comienza a derribar el recinto de la Capilla Real en 1433 por lo que la Virgen de los Reyes y los cuerpos reales se trasladan a la nave del sagrario situada en un ala del Patio de los Naranjos. Pero como señala el historiador Alfredo J. Morales, el proyecto de la Capilla Real gótica nunca fue edificada, si bien, podemos hacernos una idea de cómo eran sus trazas contemplando la maqueta que aparece en el banco del retablo del altar mayor de la catedral, obra del maestro Dancart, entre San Isidoro y San Leandro. Las trazas definitivas, realizadas por Martín de Gaínza se aprobaron en 1551, comenzando las obras que se prolongaron en el tiempo más de treinta años por motivos económicos y constructivos, permitiendo la participación de otros arquitectos como Hernán Ruiz, Juan de Maeda o Asencio de Maeda entre otros. Todo el conjunto de la capilla, desde la reja hasta la cúpula, presenta un complejo programa iconográfico que comienza en el arco de ingreso a la propia capilla, donde aparecen representados los reyes de Judá, en un intento de relacionar la dinastía castellano-leonesa con la de los monarcas bíblicos y tam-


bién de establecer un vínculo entre los constructores del templo de Jerusalén y los reyes que participan en la fundación y edificación de esta Capilla Real, los cuales están representados en la cúpula.

En la página siguiente: Tímpano de la puerta de la Asunción de la Catedral de Sevilla, obra realizada en 1885 por el escultor Ricardo Bellver. Relieve tallado en piedra que sigue los modelos académicos instaurados en el siglo XIX, de cierto eclecticismo en su estilo al asumir cánones historicistas. La Virgen centra la composición en el momento de su salida del sepulcro, rodeada por una mandorla y una corte de ángeles que la elevan al cielo para ser coronada por Dios Padre. Es esta una muestra más de la relevancia del misterio asuncionista en la Catedral de Sevilla. 12

Como hemos dicho, la Virgen de los Reyes preside la capilla en un retablo obra del escultor Luis Ortiz de Vargas realizado entre 1643 y 1649, que contiene el primitivo dosel de plata y que se remata con la inscripción tomada del Libro de los Proverbios 8,15: «PER ME REGES REGNANT». En el presbiterio se sitúa la urna relicario con el cuerpo de san Fernando, mientras que en los arcosolios platerescos que se encuentran en los lados de la capilla, se hallan los sepulcros de Alfonso X en el lado del evangelio y de Beatriz de Suabia en el lado de la epístola, finalizados ambos en 1552, si bien las esculturas orantes son de 1948, año que se celebró el VII centenario de la conquista de Sevilla, siendo el primero obra de Antonio Cano y Carmen Jiménez, mientras que el de la reina pertenece a Juan Luis Vasallo. En la sacristía de la Capilla Real se conservan además algunas importantes reliquias relacionadas con el Santo Rey, entre las que sobresale por su importancia la espada llamada Lobera, que forma parte, en calidad de reliquia, en la procesión que se desarrolla por las naves catedralicias todos los años en la festividad de san Clemente, portada por el alcalde de la ciudad en nombre del rey, junto al pendón de san Fernando que lleva el concejal más joven de la corporación municipal. Precisamente la fiesta de san Clemente en la que se recuerda la reconquista de Sevilla y la consiguiente recuperación del culto cristiano en la ciudad

fue instituida por Alfonso X por privilegio firmado en Burgos en 1254. Pero no sólo la Capilla Real, si no toda la catedral guarda la memoria del Santo Rey conquistador, destacando las dos pinturas de Murillo, quien actuó como testigo en el proceso de canonización y en cuyas fiestas participó activamente como pintor escenógrafo, así como la escultura de Pedro Roldán que forma parte cada año de la procesión del Corpus Christi. La presencia de san Fernando en nuestra Catedral no sólo debe hacernos recordar los acontecimientos históricos de nuestro pasado, sino que debe hacer crecer nuestra devoción a este santo, para que aumente nuestra fe en Dios, nuestra devoción a la Virgen y para que seamos capaces de imitar las virtudes del Santo Rey: honradez, sinceridad, paciencia, humildad, respeto hacia todos, confianza en Dios y caridad con nuestros hermanos más débiles y necesitados.

Bibliografía sucinta Manuel González Jiménez, «El que más teme a Dios. La Reconquista», Magna Hispalensis. El universo de una Iglesia. Sevilla, 1993 María Teresa Laguna Paúl, «La Aljama cristianizada. Memoria de la Catedral de Santa María de Sevilla», Metropolis Totius Hispaniae. 750 aniversario de la incorporación de Sevilla a la corona castellana. Sevilla, 1999. Isabel Montes Romero-Camacho y Magdalena Valor Piechotta, «El espacio conquistado en el Bajo Valle del Guadalquivir: la restauración eclesiástica en las sedes de Córdoba y Sevilla y el ritual de transformación de mezquitas en iglesias», en Francine Giese y Alberto León-Muñoz (Coords.): Diálogo artístico durante la Edad Media. Arte Islámico-Arte Mudéjar. Madrid, 2016. Alf redo José Morales, La Capilla Real de Sevilla. Sevilla, 1979. Ulpiano Pacho Sardón, «Singularidad del proceso de canonización de Fernando III el Santo», Isidorianum, vol. 24 nº 47-48 (2015), pp. 227-252. José Sánchez Herrero, «La religiosidad personal de Fernando III», Fernando III y su época. IV Jornadas nacionales de Historia militar. Sevilla, 1995.



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Manzano 2006, p. 9. Creemos necesario puntualizar en los términos ya que existe un debate que trasciende de lo historiográf ico al respecto de conceptos como el de «invasión» o «Reconquista»; en nuestro caso entendemos que se produjo efectivamente una invasión de la Península Ibérica por elementos demográf icos y culturales externos a la misma provenientes esencialmente del Norte de Áf rica, el Levante Mediterráneo y la Península Arábiga aunados por una identidad cultural y religiosa, el Islam; igualmente entendemos que se produjo un proceso diacrónico, dilatado en el tiempo a lo largo de varios siglos, de recuperación del dominio territorial en el conjunto peninsular ibérico por parte del horizonte cultural cristiano y heredero de la romanidad, que a su vez entendió dicho proceso de recuperación de territorios como una reconquista de los mismos.

2 Dos mitades desiguales pero en absoluto impermeables. 3 Nos tomaremos la licencia de emplear el término «árabe» como identif icador genérico (y sinónimo representativo) del mundo musulmán, islámico, de acuerdo con la terminología tradicional en la historiograf ía hispánica, y no sólo como elemento de tono geográf ico. 4 Las tradicionalmente conocidas inscripciones CIL II 1168, 1169, 1180 y 1183, bien estudiados, por ejemplo, por G. Chic García (vide Bibliograf ía, inf ra), quien se centra en el contexto epigráf ico en sí, en lo que atañe a la realidad histórica y económica de dichos materiales epigráf icos romanos en relación con la navegación fluvial por el Baetis a su paso por Hispalis en época altoimperial romana; igualmente, para el último epígrafe romano hallado en la base de la Giralda, cf r. Chic et alii en Bibliograf ía inf ra; para el uso de los expolia en la Europa postromana, véase J. Verdugo Santos (inf ra, Bibliograf ía).

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Sobre las advocaciones marianas como factor de cohesión en el Reino de Sevilla con los Reyes Santo y Sabio Manuel J. Parodi Álvarez, Doctor Europeo en Historia Arqueológica

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partir del año 711 se produciría la conquista de la Península Ibérica, de Hispania, por el Islam, por los árabes1. A partir de ese año comenzaría un proceso diacrónico por el que la Península quedaría dividida, grosso modo, en dos mitades desiguales en lo territorial (y en lo religioso, lo ideológico, lo estético, lo cultural)2, dos mitades que responderían en su propia existencia al dominio ejercido sobre esos espacios por cada uno de los dos horizontes culturales enfrentados en el ámbito peninsular desde comienzos del siglo VIII hasta finales del siglo XV, unos horizontes culturales articulados política y económicamente, ambos, de manera poliédrica y no estática a lo largo de ese dilatado período cronológico resuelto finalmente con el triunfo de uno de dichos horizontes (el autóctono, europeo, cristiano, heredero y continuador de la latinidad, de la romanidad) sobre el otro (el alóctono, musulmán, alejado de la identidad histórica romana y europea). Como señalamos, uno de esos horizontes culturales es autóctono, y marca un hilo de continuidad con la identidad romano-cristiana (aderezada ya por los componentes germánicos desde la Baja Romanidad) y, por ello, con la tradición cultural europea secular; el otro horizonte cultural en cuestión, el musulmán, es alóctono (externo a Hispania) y proviene de más allá de las tierras peninsulares a las que llega (desde el Levante a

través del Sur, pues el camino de llegada es el norteafricano, meridional respecto a la Península Ibérica) precisamente a principios del siglo VIII d.C. De ambos, el horizonte cultural autóctono, cristiano, es (y así se considera a sí mismo, de hecho) heredero de la romanidad, insertándose en la identidad cultural europea secular (histórica), con la que mantiene una continuidad consciente; el horizonte cultural alóctono, musulmán, no es -ni se considera- heredero de la romanidad y representa una novedad y una ruptura respecto a la identidad y la tradición cultural europea como tal hasta esos momentos. Una manifestación interesante de la voluntad del horizonte cultural islámico de manifestar su supremacía (y su ruptura) respecto a la latinidad cristiana en Hispania (al Andalus para los árabes)3 será, por ejemplo, el empleo simbólico de materiales epigráficos romanos en la base de la Giralda (Sevilla) como elementos constructivos; los elementos pétreos en los que aparecen dichos epígrafes romanos de la base de la Giralda4 aparecen en posición horizontal, con el campo epigráfico de este modo presentado en vertical, de un modo excéntrico y extraño respecto a su verdadera naturaleza: se los quiere representar así reducidos a la condición de elementos testimoniales simbólicos de lo que a los árabes aparece como un «magma» romano-cristiano (esto es, el horizonte cultural, esencialmente europeo, precedente al dominio islámico sobre Hispania), unos elemen-


tos simbólicos que se muestran -ante los ojos de quienes los contemplan desde su reutilización como material constructivo- derribados, caídos, postrados a los pies del nuevo poder (el islámico), que los pisa de manera no sólo simbólica sino muy real: el minarete de la mezquita isbiliyyana se yergue sobre dichos testimonios del mundo romano (entendido además, insistimos, como cristiano por los musulmanes) a los que físicamente se reduce a la condición de elementos de sustentación de la estructura de la torre giraldina al tiempo que desde la perspectiva del símbolo se pone de manifiesto el triunfo (o la voluntad del mismo) del mundo islámico (al Andalus, en la Península Ibérica) frente a una realidad precedente y extraña a tal mundo musulmán (y con la que el mismo no se identifica en absoluto, entendiéndola como algo «anterior al profeta»): la romanidad y el cristianismo. En cambio, y como resulta de esperar, para los herederos (y representantes) de la romanidad europea en este escenario (los hispano-romano-visigodos cristianos reducidos a una franja septentrional del territorio peninsular en primera instancia), la Península Ibérica sigue siendo Hispania, y su afán está en volver a extender esa realidad, esa identidad hispánica (cristiana y heredera de la romanidad), por el conjunto de la Piel de Toro. En cambio, para los pertenecientes al horizonte cultural invasor, alóctono, islámico, la Península Ibérica será al Andalus, y su afán estará en expandir esa citada realidad por toda la extensión del espacio geográfico peninsular e incluso más allá del mismo, lo que se revelará finalmente imposible5. Los arrinconados elementos pertenecientes al horizonte cultural romano y cristiano, continuador y heredero de la latinidad, que se verían abocados exclusivamente al control de la franja septentrional peninsular a lo largo de los siglos

San Fernando III según una miniatura del Tumbo A de la catedral de Santiago de Compostela

VIII y IX d.C. tratarían, así pues, de restablecer la integridad (la unidad es otra cosa) de Hispania teniendo para ello en buena medida en mente la última etapa de la romanidad en dicho ámbito territorial, cultural e histórico: el reino visigodo de Toledo, siendo el poder visigodo continuador y representante a su vez del periclitante Imperio Romano de Occidente en Hispania6; dicho de otro modo, el poder imperial romano -cuando menos formalmente y cuando menos en principio- pasaba a ser ejercido por los visigodos establecidos en Hispania como foederati del Imperio y «brazo armado» del poder imperial a partir de

5 Todo esto no es ni bueno ni malo, simplemente «es»; no coloca en un plano de superioridad o inferioridad a unos respecto a otros: sólo se trata de explicar las raíces identitarias de uno y otro horizonte cultural en conflicto en el ámbito ibérico durante el conjunto de la Edad Media, un conflicto entre dos formas de ser y estar en el mundo y de entenderlo: la de quienes (en esos siglos) consideran que la Península Ibérica es Hispania y la de quienes consideran que la Península Ibérica es al Andalus. 6 Padilla 1989, p. 116.

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7 Más un ideal que una realidad en este último caso, pero no menos potente como sucede con tantos ideales. 8 Señalaremos que nos mueven la concisión y el ánimo divulgativo, lo que nos previene de caer en lo prolijo a la hora de extendernos -de no extendernos, mejor dicho- en los datos. 9 González 2010, pp. 245-ss.

principios del siglo V d.C.; de ahí que la forma reconocible del poder imperial a partir del siglo V (y con ello, de lo que quedase de la estructura estatal romana) se mostraría bajo la égida del poder de los reyes visigodos, con su capital establecida en Toledo, en el centro de la península, en el centro de Hispania. Es conveniente no perder de vista lo que a todas luces puede ser considerado una constante: el afán (e insistimos en el término «afán») del horizonte cultural autóctono, romano-visigodo y

cristiano peninsular, por recuperar la integridad de Hispania teniendo para ello en su ideario, en su imaginario, cultural y político, a Toledo y el reino visigodo (esto es, la última facies de la romanidad en Hispania) como el tópos, el lugar común, recurrente y el elemento -si queremos etéreo pero a la vez irrenunciable- de referencia, esencial, a la hora de vertebrar los ideales de reconquista que efectivamente subyacieron en el comportamiento del horizonte cultural cristiano y heredero de la latinidad durante la Edad Media peninsular, un comportamiento que se reduce en el afán (de nuevo) de restituir la integridad de Hispania, la Hispania romana, la Hispania, por tanto, visigoda7. Como es bien sabido, la batalla de las Navas de Tolosa representará un antes y un después en la Historia de Hispania-al Andalus; en 1212, así pues, los reinos cristianos peninsulares derrotarán al horizonte cultural musulmán en dicho enfrentamiento en tierras jiennenses y ello determinará la expansión de Hispania por tierras de Andalucía en detrimento de un al Andalus cada vez en mayor declive político y militar (lo que se traducirá a la postre en declive territorial igualmente) y cuya dependencia respecto a poderes islámicos extrapeninsulares (esencialmente norteafricanos, magrebíes) será progresivamente mayor, en lo que supondrá, al cabo, un refuerzo aún mayor del carácter alóctono de este horizonte cultural islámico respecto a la península.

Reino de Sevilla (en el siglo XVI) 16

Sin duda la gran figura de cara a la organización del territorio meridional peninsular en la primera mitad del siglo XIII será Fernando III (circa 1201-1252), rey de Castilla (1217-1252) y León (1230-1252), canonizado en 1671, bajo el reinado de Carlos II, por el papa Clemente X8. Será Fernando III quien diseñe y ponga en ejecución la construcción del gran espacio geoestratégico del nuevo Reino de Sevilla, tras la taifa


islámica homónima9. Este nuevo reino de Sevilla guardará no poca relación en lo espacial (salvas las naturales distancias) con la antigua provincia romana de la Bética, de la que grosso modo puede ser considerado heredero en tanto que elemento político vertebrador del Suroeste hispano a partir del siglo XIII. Pero san Fernando no solamente -y acaso en esto radica nuestro mayor interés en estos sucintísimos párrafos10- será el constructor de un espacio político, sino que será también el muñidor, el creador, de un espacio social y cultural: el que tiene que ver con la cohesión social y la identidad cultural de dicho marco geopolítico (superestructural) del Reino de Sevilla; será, en este sentido el Rey Santo responsable, fautor, de dotar de elementos de cohesión interna al cuerpo social, en buena medida de aluvión, del que dotará a los territorios de reciente incorporación a la Monarquía Hispánica de la que la Corona castellano-leonesa comienza a ejercer el liderazgo en buena medida precisamente bajo el reinado del propio Fernando III. Dicho de otro modo, con san Fernando Castilla y León comenzará a ejercer un innegable e irrenunciable liderazgo en el seno de los reinos hispánicos (después, con los Reyes Católicos devenidos Monarquía Hispánica unificada, llevada a su máximo esplendor por Carlos V y Felipe II, nieto y bisnieto respectivamente de los antedichos «Soberanos Universales» Isabel y Fernando, en una construcción imperial que bien ha sabido señalar el profesor Juan Gil, de la Real Academia)11, en un proceso que tiene en el Reino de Sevilla uno de sus pilares esenciales especialmente en lo que tiene y tendrá que ver con la proyección exterior (verdaderamente universal, global) de la Monarquía Hispánica andando el tiempo, ya que en las costas de dicho Reino (el Golfo de Cádiz) se desarrollará y establecerá el verdadero «Cosmódromo de la Modernidad» (como hemos tenido ocasión de señalar) desde el

A la hora de dar cohesión a una población en buena medida de aluvión (por las diferentes procedencias e identidades culturales de sus componentes) en el contexto del Reino de Sevilla, uno de los mecanismos que se revelarán como esenciales será el de proporcionar referentes ideológicos cual partirán las «naves espaciales» que serían los barcos de las navegaciones oceánicas (carabelas, carracas naos, galeones, buques de línea…), como las Colombinas o la I Vuelta al Mundo (de la que precisamente conmemoramos el V Centenario en este año 2022), y de la Carrera de Indias, verdadero eje articulador de la gran economía-mundo desde el siglo XVI al XIX. San Fernando, pues, primero, y luego su hijo y sucesor Alfonso X el Sabio (1221-1284, rey de Castilla y León y demás reinos de su soberanía entre 1252 y 1284) serán los responsables del diseño y puesta en marcha del gigantesco plan que sería la creación de un espacio político, territorial, geoestratégico, y también social, cultural e identitario como el Reino de Sevilla, un espacio destinado a servir de base y a consolidar el dominio cristiano en el Suroeste peninsular y funcionar al mismo tiempo como plataforma para la proyección exterior del mismo, intenciones y voluntad traducidas al plano material en la política alfonsí, por ejemplo, en los «Fechos del Imperio y de la Mar o de Allende»12.

10 Que desarrollaremos en ulteriores trabajos. 11 «Soberanos Universales» pues tal cosa signif ica «Reyes Católicos» (recordemos que el término griego «catholicos» signif ica precisamente «universal»), título que les reconoce (no les otorga: les reconoce su derecho natural al mismo, lo cual supone una notable diferencia) a Isabel y Fernando el papa Alejandro VI por su Bula Intercaetera del 4 de mayo de 1493: «De donde (...) reconociéndoos como verdaderos reyes y príncipes católicos (...)»; sobre la idea imperial en la Monarquía Hispánica, vide referencias bibliográf icas de Parodi Álvarez y Gil, inf ra; sobre el desarrollo de las ideas de Alfonso X por su nieta la infanta Dª. Blanca de Portugal en su villa de Briviesca, vid. Ibarra et al., Bibliograf ía inf ra; sobre ese mismo argumento, vid. así mismo Parodi (e.p.), en Bibliograf ía, inf ra. 12 González 1994, pp. 83-ss. 13 Vide referencias bibliográf icas de González Jiménez, inf ra.

A la hora de dar cohesión a una población en buena medida de aluvión (por las diferentes procedencias e identidades culturales de sus componentes)13 en el contexto del Reino de Sevilla, uno de los mecanismos que se revelarán como esenciales será el de proporcionar referentes ideológicos e 17


Se producen en sendos momentos de la historia de la extensión y la consolidación de la conquista del Reino de Sevilla por intermediación de la Virgen 14 En lo relativo a la coexistencia de los modos de pensamiento racional y mítico-religioso, cf r. M. Eliade, vid. Bibliograf ía inf ra. 15 Números 20, 1-13. 16 Josué 10, 12-14.

ideales a la masa de un cuerpo social llegado a un territorio que constituye un escenario bien alejado de los contextos de procedencia de la población cristiana llegada al Sur peninsular desde geografías más septentrionales. Dar cohesión a este escenario a través de elementos de esperanza que sirvieran a un tiempo como referentes metafísicos y morales será uno de los logros innegables de la acción fernandina, en este sentido basada más en elementos positivos (referentes de esperanza) que negativos (agentes coercitivos). La Corona, con Fernando III primero y con Alfonso X después, buscará además desplegar un discurso [cabría decir también] subliminal por el que se creasen paralelos entre las figuras de autoridad contemporáneas (del siglo XIII) y otras históricas, pertenecientes al acervo cultural y religioso del cuerpo social cristiano del momento, con la potentísima figura (protectora y garante de la cohesión y la integridad del referido cuerpo social) de la Madre de Dios como pilar fundamental del horizonte cultural y el ideario religioso y cotidiano (en absoluto contradictorios entre sí)14 de un espacio, el del Reino de Sevilla a lo largo del Doscientos, en pleno proceso de construcción material, administrativo e identitario. Se producirá, en dicho contexto, un proceso de construcción de paralelismos entre las figuras de Fernando III y Alfonso X con el profeta Moisés y la Pelay Correa (1205-1275), maestre de Santiago (1242-1275), como un «nuevo Jacob», bajo el prisma de la protección y amparo de la Madre de Dios, que se muestra siempre como el símbolo de

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referencia salvífica para la construcción de la imponderable e insoslayable cohesión de un cuerpo social, el del flamante Reino de Sevilla, necesitado de tales elementos simbólicos vertebradores en torno a los que poder articular la antedicha cohesión imprescindible en su momento histórico en unas poblaciones venidas de diferentes rincones de la geografía cristiana peninsular y llamadas a defender un vasto territorio de las agresiones de los enemigos externos, tanto de los musulmanes del Sur y Sureste (de dentro y fuera de la Península Ibérica: no se olvide en este sentido la condición de frontera del gran litoral del Reino de Sevilla) como de los lusitanos desde el Oeste peninsular. Son varios los episodios en los que la intercesión de la Madre de Dios resultará providencial de cara a la salvación de los cristianos bajo los reinados de Fernando III y Alfonso X, erigidos en líderes del pueblo cristiano al modo de unos nuevos Moisés, líder y guía, al tiempo que profeta, del pueblo de Israel: la condición de monarcas cristianos, ungidos, de los citados reyes castellanoleoneses ayudará a su simbólica equiparación (no explícita, implícita) con el profeta del Antiguo Testamento, padre y conductor de su pueblo al nuevo Reino construido sobre la Tierra Prometida, en un claro paralelo metafórico, simbólico (como decimos) con el Reino de Sevilla convertido místicamente en un nuevo Israel, en un trasunto de la Tierra Prometida, y con el pueblo cristiano claramente devenido (igualmente, de un modo simbólico, metafórico) el nuevo Pueblo Elegido. De este modo, milagros como los de Valme o Tentudía evocan sendos episodios bíblicos, el de la roca de Mará15 y el de Josué implorando a Yahvé que detuviera la carrera del Sol¹6, siendo que ambos, Valme y Tentudía, se producen en sendos momentos de la historia de la extensión


y la consolidación de la conquista del Reino de Sevilla por intermediación de la Virgen, que se muestra de este modo como la intercesora entre la súplica del líder cristiano, ya se trate de san Fernando (Moisés) o de su mano derecha (como Josué lo fuera de Moisés), el maestre de Santiago Pelay Pérez Correa.

17 http://www.hermandaddevalme.es/Origen-de-la-Advocacion [consulta del 9 de abril de 2022]. 18 Números 20, 1-13.

De este modo, ante las dificultades a la hora de tomar la capital hispalense en 1248, el rey Fernando III imploró ayuda (valme/váleme: ayúdame) a una imagen de la Virgen: «¡Váleme, Señora, que si te dignas hacerlo, en este lugar te labraré una capilla, en la que a tus pies depositaré como ofrenda, el pendón que a los enemigos de España y de nuestra Santa Fe conquiste!». El soberano habría ordenado entonces a su fiel mano derecha, el maestre Pelay Correa que clavase su espada en el suelo, a lo que brotó al momento un manantial - la así llamada «Fuente del Rey» que dio esperanza y fuerza a la tropa al tiempo que alivió la sed del ejército17; este milagro de la Fuente del Rey evoca claramente al de la Roca de Mará18, prueba de fuego (fallida) de la fe y la fidelidad de Moisés. En el caso del milagro de Tentudía, al Sur de la actual provincia de Badajoz (al Norte-Noroeste del Reino de Sevilla), el protagonista sería nuevamente Pelay Pérez Correa, pero ya en esta ocasión sin la presencia directa en la acción del Santo Rey Fernando; de este modo se traza un paralelismo entre el «nuevo Josué» (Pelay Correa) y el Josué del Antiguo Testamento, cuando en batalla contra los musulmanes

Pelay Pérez Correa 19


19 Josué 10, 12-14. 20 J. Montoya, «Datos para la Historia de El Puerto de Santa María», en http:// hmedieval.ugr.es/pages/ cuaderno_estudios_medievales_dir/articulos/seis_siete/ cem006007artculo008/ [consulta del 8 de abril de 2022].

Alfonso X el Sabio en el Libro de los Juegos

en la Sierra de Badajoz (hoy en término municipal de la localidad pacense de Calera de León), cayendo la noche y corriendo el peligro de que el enemigo pudiese escapar al amparo de la oscuridad, Pelay Correa imploró a la Virgen rogándole «¡Santa María [de]tén tu Día!», a lo que por intercesión de la Madre de Dios se habría detenido la carrera del Sol durante unas horas, permitiendo así la victoria cristiana. En memoria de este hecho milagroso, Pelay Pérez Correa haría construir la ermita de Tentudía en el lugar. Este milagro evoca de manera clara, como venimos señalando, al de Josué19, que detuvo al Sol y a la Luna en su carrera, derrotando así mismo a los enemigos del Pueblo de Israel. 20

De entre el gran elenco de acciones históricas relacionadas con intervenciones divinas y marianas en el momento que nos ocupa, centrando nuestra atención ahora en el sucesor de san Fernando, Alfonso X el Sabio (1221-1284), cabe señalar que este monarca sería el gran continuador de la obra de su padre, llevándola a un gran nivel de desarrollo en lo que se refiere a la consolidación del Reino de Sevilla y de la autoridad de la Monarquía en sí, así como en lo que atañe a la proyección de ambas instituciones (Reino y Corona); sería demasiado prolijo entrar a considerar en su conjunto los elementos axiales del reinado (y la acción política, ideológica e intelectual) de Alfonso X, pero centrando nuestra atención en la materia que nos ocupa es de señalar la consolidación de la figura de la Virgen en época alfonsí como elemento de cohesión y protección del pueblo en el caso, por ejemplo, de la repoblación de la villa a ella dedicada por el Rey Sabio, Santa María del Puerto (la vieja alquería musulmana de Alcanate, en la Bahía de Cádiz); en la producción poética del Rey Sabio descuella el Cancionero de Santa María del Puerto, un grupo de Cantigas de Santa María (25 en total) dedicadas a la alabanza de la Virgen María bajo la advocación de Santa María del Puerto, y en dichas composiciones encontramos varios ejemplos de intervención de la Virgen en defensa de la propia repoblación de la referida villa a ella consagrada, unas intervenciones que se traducen en distintos milagros destinados a facilitar y permitir el desarrollo de dicho fenómeno repoblador alfonsí, procurando a los constructores cristianos incluso los materiales imprescindibles para llevar a cabo su obra, esto es, y precisamente, la culminación del hecho repoblador alfonsí en la villa mariana del Puerto. Entre dichos «Milagros de Santa María del Puerto» encontramos por ejemplo el «Milagro de la madera»; cuenta J. Montoya20 que «Una de


las primeras dificultades de que se habla en las cantigas es la falta de maderas, tan necesarias para el andamiaje e infraestructura. No les faltaba cal, ni piedra, ni arena, pero sí la madera. Madera que se le vino a las manos gracias a una crecida del río Guadalete que arrastró un puente de madera completo. Este es el asunto de la cantiga número 356, la cual concluye con estas dos estrofas la narración del suceso»: E por fazer que a obra / s’acabasse ben sen al, fez (Santa María) viir hûa gran chea / d’agua, que pelo portal passou e troux’hûa ponte / de madeira, toda tal enteira como x‘estava;/ nunca ome viu mellor.... / e bêes ali viir u feziam a ygreja, / por a obra non falir de ss’acabar ao tempo / que o maestre mayor Outorgara d’acaba-la, / pero como eu apres’ey, a un tempo sinalado / que lle posera el Rey 21. Otra intervención de la misma índole sería la del «Milagro de la piedra»; volvemos a seguir a J. Montoya: «Otra de las dificultades era la falta de piedra labrada que no podían traer, dado el estado del mar. Uno de los obreros, sin embargo, tuvo la feliz idea de excavar en un lugar donde parecía haber piedra y cual no fue su sorpresa cuando vio que existían muchos bloques labrados. Posiblemente unas ruinas de construcciones romanas o restos de una cantera situada en aquel lugar y abandonada después. Todo esto se nos dice en la cantiga número 358 cuyas estrofas centrales refieren así este asunto»: Ali omêes lavravam / cada dia ben quinnentos e tragiam muitas pedras / pera fazer fundamentos; mas o mar foi mui torvado / un tempo per grandes ventos que a mêor pedra deleas / non podia seer movuda Per barcas nen per engennos / nin per arte nen per mann Enton diss‘a maestr’Ali / un ome de sa companna: Eu vos mostrarei un canto / dûa medida tamnna que, se muitos end’ouverdes, / a lavor sera creçuda Mui tost E log‘amostrou-llo, /e sacarono

Ante las dificultades a la hora de tomar la capital hispalense en 1248, el rey Fernando III imploró ayuda (valme/váleme: ayúdame) a una imagen de la Virgen: «¡Váleme, Señora, que si te dignas hacerlo, en este lugar te labraré una capilla, en la que a tus pies depositaré como ofrenda, el pendón que a los enemigos de España y de nuestra Santa Fe conquiste!» de fondo de terra; e pois lo viron / quadrado, ca non redondo, cavaron, e d’outros taes / acharon tan grand’avondo, per que a lavor mui toste / foi mui de longe veuda22, 23.

21 Cantiga 356, 21-24, 27-32. 22 Cantiga 358, 10-24. 23 Idem n. 12.

En estos milagros, como en el que consideraremos a continuación, el «Milagro de la mujer náufraga», se revela una acción directa de la Virgen sobre, con y para el pueblo, sin necesidad alguna de la intermediación de los líderes del mismo, esto es, sin la acción demiúrgica de los reyes (Fernando el Santo o Alfonso el Sabio) o de sus validos (como Pelay Correa); de este modo se nuestra y se desarrolla una suerte de sentido «democrático» (sic) de la acción mariana, que beneficia de manera directa al pueblo y no requiere de intermediaciones: así se deja constancia de cómo el pueblo, todo el pueblo convertido ya en una unidad cohesionada a través -por ejemplo- su relación con la figura de María, puede dirigirse directamente a la Madre de Dios como protectora y salvadora. Todo ello vuelve a manifestarse, pues, en la Cantiga 371 de Nuestra Señora del Puerto, «La Mujer náufraga»: «En una ocasión, muchos peregrinos se embarcaron en una pinaza que transportaba sacos de harina desde Sevilla hasta El Puerto, cargándola tanto que el navío zozobró al atravesar 21


24 A. Romero Dorado, «La Cantiga de Santa María nº 371: la náuf raga de Barrameda», en https://www.academia. edu/36429216/La_Cantiga_de_Santa_Mar%C3%ADa_no_371_la_n%C3%A1uf raga_de_Barrameda

unos escollos. Murieron todos, salvo una mujer devota que encomendándose a la Virgen agarró un saco de harina y se tiró de pecho sobre él. El saco, aunque era muy pesado, se tornó tan ligero como si estuviera relleno de paja y no se hundió, sino que al contrario flotó como si fuera un batel. De esta guisa y clamando ¡Santa María, Madre del Dios Enmanuel!, llegó a Sanlúcar, donde los lugareños que la recibieron en la orilla, al conocer el prodigio obrado por Santa María del Puerto, alabaron fervorosamente a la Madre de Dios, tras lo cual, la náufraga prosiguió por tierra su camino hacia El Puerto, donde se postró en acción de gracias ante el altar de la Santa Virgen», de acuerdo con A. Romero24. En este milagro la acción salvífica de la Virgen, a la que cualquiera puede dirigirse, como bien quiere poner de manifiesto la Cantiga alfonsí, salva a una mujer en peligro inminente de muerte, presentándose de este modo otro exemplum lleno de carga pedagógica y de un claro fin catequético destinado a poner de manifiesto, en los versos del Sabio Rey, cómo cualquiera, por humilde que fuera su extracción social y secundario su papel en el orden social de la época, podía implorar el amparo de la Virgen (no sólo atenta a la palabra de un Rey como san Fernando, nuevo Moisés, o de un maestre de Santiago como Pelay Pérez Correa, nuevo Josué) y recibir la salvación de manos de la Madre de Dios, algo que, una vez más, se demuestra en un caso adscrito al Reino de Sevilla y sus pobladores, pues no olvidemos que este milagro de la «Mujer náufraga» tiene lugar en la desembocadura del Guadalquivir, en las orillas de Sanlúcar de Barrameda, como todos los anteriormente considerados, caso de Valme (Dos Hermanas, Sevilla), Tentudía (Calera de León, Badajoz), o los milagros de la Madera y la Piedra (El Puerto de Santa María, Cádiz).

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Ilustración de la Asunción de la Virgen de época medieval. 23


Un trono para el misterio de la Asunción en el Antiguo Reino de Sevilla Relaciones históricas con Fernando III Jesús Sánchez Gil, Historiador del Arte

1

Ríos 2008, pp. 191-216.

2 González 2017, pp. 12-13. 3 Véase Torres 2017 o Laguna, 2013. 4 Halcón, Herrera, Recio 2009, p. 18. 5 Ceán 1800, pp. 1-6 o Morón 1981, pp. 124-129. 6 Halcón, Herrera, Recio 2009, pp. 43-46. 7 Morales 2004 a, pp. 60-61. 8 Halcón, Herrera, Recio 2009, p. 50. 9 Morales 2004 a, p. 40. 10 Fernández 1886, p.131. 11 O jeda 2017, p. 99. 12 Halcón, Herrera, Recio 2009, p. 98.

En la página siguiente: Reales Retablo mayor. Parroquia de Santa María de la Asunción de Carmona 24

F

inalizadas las conquistas de Fernando III el Santo, las ciudades del valle del Guadalquivir abrazaron un período histórico basado en la cristianización de nuevos territorios. Dejando a un lado el relato historiográfico de la «Reconquista»¹, debemos profundizar en los avatares que concurren con el plano religioso, ya que, gracias al monarca pudo ser posible la institución del culto cristiano; este hecho remarca en Cantillana el 775 aniversario que se cumple en este 2022. Uno de los objetivos principales tras las campañas fue la repoblación y el establecimiento de sedes episcopales o parroquiales, garantizando el control de la población en las grandes urbes del antiguo Reino de Sevilla. Este proceso supuso la conversión de grandes mezquitas y la construcción posterior de edificios consagrados en su mayoría a la Virgen en el misterio de la Asunción a los cielos. Destacan en el arzobispado de Sevilla la mezquita aljama de la ciudad y la de pueblos como Carmona, Arcos o Niebla². La ferviente devoción mariana es uno de los hechos más notables de la región desde el siglo XIII en adelante, destacando su arraigo por el patronato real y por la institución devocional de cada localidad³. Esta propagación devocional tuvo un claro reflejo en las artes, adaptando el ideario religioso en el que proliferaron una gran cantidad de iconos dedicados a María, y espacios representativos en

los presbiterios de las iglesias, donde desarrollar programas iconográficos que adviertan de la titularidad de estos templos⁴. Esta premisa nos da la clave que encamina el eje o idea principal del artículo; el desarrollo iconográfico que funciona como lexema, de temática asuncionista en los grandes retablos del antiguo reino, condicionados con la particularidad de ser obras influenciadas por la titularidad o consagración de los mismos desde época fernandina al misterio de la Asunción. Estos grandes muebles litúrgicos abundan en el interior de los templos desde el siglo XV, por lo tanto, son espejo de los gustos imperantes de cada época. Centraremos la mirada en los ejemplos más antiguos conservados, desde la Catedral de Sevilla, pasando por los excelentes modelos renacentistas de Carmona, hasta la profusión barroca de los dispuestos en Osuna, Alcalá del Río y Cantillana. En la catedral sevillana encontramos varios ejemplos de la iconografía asuncionista dispuesta en sus ricos retablos. Quizás, en la búsqueda de encauzar un lugar preeminente, llama la atención la forma en la que puede verse este tema representado en el altar mayor, la gran obra que marcó la retablística sevillana del último gótico, prodigio del arte hispano. Las trazas primitivas del imponente mueble han sido adjudicadas al escultor flamenco Peter Dancart⁵, aunque debido a la magnitud de la empresa encabezada por el cabildo, las obras se prorrogaron casi 80 años. La


hechura de este puede darse por concluida hacia 1563, con la incursión de tallas de artistas como Roque de Balduque o Juan Bautista Vázquez el Viejo, introductores pues del lenguaje y plástica italianizante⁶. Con casi cuarenta y cinco escenas representadas, destacan los episodios más importantes de la vida de la Virgen y la de Cristo en la parte central⁷, misterios de especial trascendencia teológica y dogmática como son el «Nacimiento», «Resurrección» y «Ascensión» y la «Asunción de la Virgen»⁸. En esta ocasión la imagen de la Virgen aparece en pie, sostenida por ángeles en presencia de algunos apóstoles que se adecúan al marco de la hornacina. En las naves catedralicias existen dos capillas más dedicadas al misterio asuncionista, una junto a la puerta de Palos, en un retablo realizado a partir de 1596 con un relieve con pinturas de Alonso Vázquez⁹. La otra es una pintura del pintor genovés Gregorio Ferrari, dispuesta en un pequeño altar del siglo XVIII junto a la puerta de la Concepción. Otro de los puntos de referencia a la hora de abordar la relación fernandina con fundaciones parroquiales de importancia es Carmona y la consagración de su antigua mezquita aljama bajo la advocación de Santa María de la Asunción. Desde los días siguientes al 21 de septiembre de 1247¹⁰, la mezquita sirvió como templo hasta la construcción de la actual fábrica gótica que comenzaría en las últimas décadas del siglo XV¹¹. Las obras del retablo mayor se desarrollaron durante el segundo cuarto del siglo XVI, participando Nufro Ortega y el escultor Juan Bautista Vázquez. Una de las premisas destacables de esta obra es que es una traducción en clave renacentista del retablo mayor de la Catedral de Sevilla, incorporando elementos como balaustres y decoración de raigambre arquitectónica¹². En la calle central del retablo, ocupando el tercer y cuarto cuerpo, aparece de nuevo el tema de la «Asunción de la Virgen», haciendo una referencia clara a


Una de las premisas destacables de esta obra es que es una traducción en clave renacentista del retablo mayor de la Catedral de Sevilla, incorporando elementos como balaustres y decoración de raigambre arquitectónica. En la calle central del retablo, ocupando el tercer y cuarto cuerpo, aparece de nuevo el tema de la «Asunción de la Virgen», haciendo una referencia clara a la titularidad del templo 13 Hernández, Sancho, Collantes 1953, p. 126. 14 Morales 2004 b, p. 319.

Retablo mayor de la Catedral de Sevilla 26

la titularidad del templo. La escena aparece rematada por un arco de medio punto y la figura de Dios Padre acompañado de multitud de ángeles, los mismos que alzan a la Virgen sobre el sepulcro ante la mirada de los apóstoles. De suma importancia, la incorporación de este tema entre escenas que tratan la vida de Cristo, destacando el papel de la Virgen como Mediadora de la Salvación en la calle central, con escenas que nos llevan desde el nacimiento hasta la glorificación y coronación de la Virgen en los cielos¹³. El siglo XVII será fructífero para las fundaciones fernandinas de la Vega del Guadalquivir. La parroquia asuncionista de Cantillana contrataría su primer retablo de Simón de Pineda en 1687, obra de la que posteriormente hablaremos ya que fue destruido en los sucesos de 1936. En este retablo se utilizó el modelo barroco del soporte columnario salomónico, al igual que en el retablo que se conserva en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de la vecina localidad de Alcalá del Río. La imponente iglesia mudéjar se construyó en el solar donde se ubicó la antigua mezquita musulmana en la primera mitad del siglo XIV, continuando las obras hasta el siglo XV. Las obras dieciochescas dieron el aspecto actual al edificio, en el que se añadieron nuevas naves y la sacristía¹⁴. El retablo mayor, del XVIII, fue trazado por Antonio José de Carvajal y dorado por Juan Antonio del Bosque, que sustituyó una obra anterior realizada en el siglo XVII. Destaca en el camarín central, la flamante imagen de la «Asunción de la Virgen», una excelente obra que se viene atribuyendo a Pedro Duque Cornejo por su posible participación en la obra. La imagen se representa erguida sobre una peana de ángeles, con los brazos abiertos y la mirada dirigida al cielo. Sus espesos ropajes, aportan el dinamismo característico de las imágenes de la época, además de portar elementos que completan la iconografía, como la corona de doce estrellas y la ráfaga de plata.


Durante el siglo XVIII pueblos como Estepa u Osuna engrandecieron sus templos principales con obras relacionadas con iconografías asuncionistas. El primero remonta al 15 de agosto de 1240 la llegada de san Fernando, instituyéndose la devoción a la Asunción de la Virgen, patrona de la localidad. En la centuria citada, se construyó el retablo que alberga a la imagen de la Virgen de la Asunción del siglo XVI. De esta misma forma, el IV Conde de Ureña, Juan Téllez Girón, comenzó la construcción en 1534 de la Colegiata de la Asunción en Osuna sobre la iglesia de un antiguo castillo de época fernandina. Entre 1704 y 1724 se realizaron los primeros cuerpos del retablo, donde participaron artistas como Francisco María Ceiba y hacia 1762 fue rematado por Juan Guerra¹⁵. En la calle central, flanqueado por estípites, soporte troncocónico invertido que se introduce por influencia de Jerónimo de Balbás, aparece la hornacina con la representación del misterio de la Asunción, como escena principal que protagoniza el espacio más simbólico del presbiterio de esta colegiata.

Este repaso de una realidad devocional que ha trascendido durante estos siglos nos depara en Cantillana. La parroquia de Nuestra Señora de la Asunción mantiene de la misma forma que hemos tratado en los anteriores ejemplos la predilección iconográfica de mantener en el altar mayor la imagen que representa el misterio. El caso de Cantillana es curioso, ya que el retablo que se conserva en la actualidad es el resultado de avatares históricos que han incidido de manera consecuente en la historia y materialidad del templo. De esta forma, tendríamos que retrotraernos al origen de la fábrica, en el siglo XVI; Juan Pérez Carvallo realizaría las primeras trazas del edificio que se conserva en la actualidad. Habría que destacar el papel del arquitecto Diego López Bueno en 1619, que se encargaría de la construcción de puntos tan importantes como la capilla mayor,

15 Morales 2004 b, p. 40 y Halcón, Herrera, Recio Mir 2009, p. 50.

Estatua Ecuestre de Fernando III. Joaquín Bilbao, 1924. Plaza Nueva de Sevilla


16 Morales 2009 b: 330. 17 Ramírez 1999, pp. 33. 18 Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla. Ofº18. Libro 1 (1687). Folio 683. 19 Herrera 1989, p. 62. 20 Maura 2018, p. 66. 21 Archivo General del Arzobispado de Sevilla, III (Justicia). Legajo 220. Solicitud relativa a los cultos de Nuestra Señora de la Asunción (1849). Correspondencia remitida por María Teresa López. 22 Archivo Hermandad de la Asunción. Libro de Cuentas de 1916 a 1945, pp. 146-149. Secretaria. 23 De la Villa/Mira 1995, p. 130. 24 San Vicente Ferrer y san Jacinto de Polonia en el segundo cuerpo, y san Pedro de Verona, junto con santo Tomás de Aquino en las hornacinas superiores del primer cuerpo.

En la página siguiente: Retablo mayor. Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción Osuna 28

junto con el maestro albañil Leonardo de Navas y el patronato de los condes de Cantillana¹⁶. Seguramente el emplazamiento elegido para la nueva iglesia viniese precedido por alguna construcción religiosa de carácter islámica, ya que Cantillana fue durante esta época un enclave importante en el Guadalquivir. Los desastres acaecidos por la dura resistencia musulmana en el siglo XIII mermarían considerablemente edificaciones y población, por eso desde un primer momento, la localidad pasó a formar parte de órdenes militares e incluso de la propia iglesia¹⁷. El aprovechamiento de alguna construcción anterior, haría retrasar la nueva fábrica, que no se inició hasta el siglo XVI, coincidiendo la llegada de los Vicentelo de Leca durante el reinado de Felipe II; no sería una cuestión arbitraria que la titularidad del templo ya viniese impuesta desde época de la conquista cristiana, de la misma forma que núcleos cercanos de poblaciones como Carmona, Lora del Rio o Alcalá, que guardan un vínculo concreto entre la advocación y las parroquias, dedicadas al misterio de la Asunción y la época fernandina. La disposición iconográfica asuncionista en el espacio más importante de estos templos vendría de sobra justificada por las cuestiones históricas citadas y la predilección sobre el tema religioso específico. Documentado queda un indicio de decoración pictórica, de los que todavía se conservan algunos restos en el testero de la nave principal del templo. Iconografía mariana y de algunos santos, eran las propias a la hora de su representación, aunque el punto de inflexión llega en el año 1687. El siete de enero de aquel año, el artista antequerano Bernardo Simón de Pineda redactaría el documento que lo comprometía a la realización de un nuevo retablo, gracias a los donativos que se recogieron para tal efecto. En abril de aquel año, ya se terminaría las labores del primer cuerpo, del que fueron cobrados 2000 reales¹⁸. Es necesario resaltar la situación de la obra en 1707, donde se notifica en un libro de visitas que se tiene realizado:

un retablo nuevo, de tres cuerpos con la historia de la Asunción en el centro. Tiene seis nichos, dos columnas salomónicas de gran tamaño y dos pequeñas arriba. Todos los nichos provistos de sus imágenes doradas y estofadas y todo el retablo está por dorar.

Las obras de dorado se acometerían por Diego Rodríguez en 1790, casi un siglo después de la intervención de Simón de Pineda, conllevando la reparación de numerosos desperfectos, así como el traslado del manifestador a la parte inferior del primer cuerpo, labores que llevaron a cabo el tallista Manuel Cayetano Ruiz¹⁹. Conviene enfatizar que desde un primer momento como en la idea original del retablo está plasmar la iconografía de la Asunción de la Virgen en el relieve trilobulado que corona el retablo actual, cercano a las formas del taller de Roldán²⁰. Pero otro elemento a destacar son las citadas obras del manifestador, que pasarían a formar parte de un primer cuerpo que se identifica en las fotografías que se han conservado del antiguo retablo. Si seguimos una línea temporal, debemos percatarnos que las obras son cercanas a la fundación del Rosario de Nuestra Señora de la Asunción en 1805. Este rosario de mujeres que liderara doña María de Cózar, hizo devanar el hilo histórico de una forma extraordinaria, acogiéndose bajo la devoción histórica que ya existía y que era titular del templo parroquial cantillanero, antes que remitirse a una devoción distinta, que no tuviese que ver con la exclusividad marcada por tiempos pretéritos. Para ello, se hicieron con la imagen mariana titular de la Hermandad, que representa a la Virgen en el momento de su Asunción, de la que se sabe que llega a Cantillana en la década de los 40 por la correspondencia existente²¹, y que fue dispuesta en el retablo principal de la iglesia de la villa. La imagen se situaría en una hornacina fruto de las reformas acontecidas para disponer el manifestador, casi cuarenta años antes, por lo que, si en ese tiempo el espacio fue ocupado


por otra imagen, fue solamente en estas décadas y sin un acervo histórico asentado. El retablo guardó estas formas hasta el siglo XX, cuando fue destruido por los sucesos de la guerra civil en 1936, del que solamente se pudo salvar parte del segundo cuerpo con el relieve en el que se representa el misterio, y la imagen de Nuestra Señora de la Asunción, que como hemos visto ocupaba la hornacina central. El resto de la arquitectura original e imágenes del retablo desparecieron, así como gran parte del patrimonio que atesoraba el interior de la iglesia. Para subsanar estos incidentes, la Hermandad de la Asunción encabezada por don José Arias Olavarrieta y doña Ana Solís, con el beneplácito del párroco de aquel momento, Jerónimo Ramos Feria, deciden reconstruir gran parte de los bienes que había en el tempo asuncionista. Entre 1937 y 1938 se realizan las obras de adecuación en el testero del templo del retablo mayor del antiguo convento de Santo Domingo de Carmona con las licencias eclesiásticas oportunas y a expensas de la Hermandad, tal y como reflejan los libros de cuentas de aquellos años²². El “nuevo” retablo fue obra del arquitecto, ensamblador y escultor Juan Gatica en 1713²³, seguidor de Simón de Pineda, de ahí el parecido compositivo con la anterior obra. Fueron 550 ducados el precio final que debieron abonar los dominicos, por una obra que destaca por los cuatro grandes soportes salomónicos, divididos en tres tercios y la iconografía de santos de la orden de predicadores. Al trasladar el altar, el espacio de la parroquia asuncionista era mayor, por lo que se añadiría parte del segundo cuerpo del antiguo retablo a la pieza carmonense, completándose con el medallón trilobulado que representa el misterio. A los cuatro santos dominicos²⁴, se le añaden en las hornacinas más bajas las efigies de san Joaquín y santa Ana, provenientes de la iglesia de San Salvador de Carmona y atribuidos al círculo del artista Benito


25 Apelativo con el que la imagen aparece al referirse a ella en multitud de documentos antiguos de la Hermandad.

Hita del Castillo. Las adecuaciones más importantes se realizaron en la calle central del primer cuerpo, habilitándose un nuevo camarín central que alojara a la imagen de Nuestra Señora de la Asunción. Los libros de cuenta citados anteriormente especifican de forma notable los distintos pagos que realizó la hermandad para los distintos arreglos que dejaran a punto el altar y finalmente entronizar a la imagen titular en el mismo, de la misma forma que aquellas mujeres hicieron en el siglo XIX, tras la llegada de la soberana imagen a Cantillana. Tratada esta revisión, la presencia de la iconografía asuncionista está presente en los retablos más importantes de las grandes iglesias del antiguo Reino de Sevilla. La raigambre asuncionista de estas representaciones se distingue por su valor catequético, apareciendo en un principio junto a escenas bíblicas de máxima importancia, como veíamos en el altar mayor de la Catedral de Sevilla o en Carmona. El trasunto de la consagración al misterio de la Asunción de estos templos en tiempos del rey san Fernando funcionará como elemento que cohesione con la idea de su representación, de una de las fiestas más importantes de la cristiandad, como es la del 15 de agosto. El papel del monarca y su afán por reintegrar el papel de la religión cristiana en Andalucía sería la semilla que una vez plantada, hiciese florecer el culto y la devoción mariana tan extendida por estas tierras hasta la actualidad. No debe extrañarnos, que el remontar este arraigo devocional a la época fernandina, se haga presente en pueblos como Estepa o Cantillana, donde el testimonio piadoso y los avatares históricos han forjado una realidad patente en cuanto a la veneración a este misterio asuncionista. Y de qué forma, este acervo devocional ha calado en la sociedad cantillanera, que desde la llegada de una imagen que representara esta realidad histórica, se dispuso en el sitio más importante como hicieron las mujeres al frente de

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la Hermandad en aquel momento. La «Virgen del Trono»²⁵ será una alusión innata a la titularidad del templo principal de Cantillana, dignidad que desde aquel momento la imagen pasaría a encarnar, vinculándola con el pasado y la tradición fernandina que cumple en este año su 775 aniversario.

Bibliografía sucinta Juan Ceán Bermúdez, Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes de España, vol. II, Madrid, 1800. Manuel Fernández López, Historia de la ciudad de Carmona: desde los tiempos más remotos hasta el reinado de Carlos I. Gironés y Orduña, 1886. Fátima Halcón, Francisco Javier Herrera, Álvaro Recio, El retablo sevillano: desde sus orígenes a la actualidad. Diputación Provincial de Sevilla, 2009. José Hernández Díaz, Antonio Sancho Corbacho y Francisco Collantes de Terán, Catálogo arqueológico y artístico de la provincia de Sevilla, vol. 2º, Diputación provincial de Sevilla, 1953. Francisco Javier Herrera García, Notas sobre el arquitecto de retablos Bernardo Simón de Pineda. Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla, 1989. Manuel González Jiménez, «Devoción mariana y repoblación», Alcanate: Revista de estudios Alfonsíes, X (2016-2017), pp. 11-22. Teresa Laguna Paúl, «Devociones Reales e Imagen Pública En Sevilla» en Anales de Historia Del Arte, vol. 23, 2014, https://doi.org/10.5209/rev_ANHA.2013.v23.42833. Carlos Maura, «Más allá del trono de ángeles. El retablo de Nuestra Señora de la Asunción», Asuncionista. nº 24 (2018), pp. 65-71. Alf redo José Morales, Guía artística de Sevilla y su provincia. I. Diputación Provincial de Sevilla, 2004. Alf redo José Morales. Guía artística de Sevilla y su provincia. II. Diputación Provincial de Sevilla, 2004. María Fernanda Morón de Castro, El retablo mayor de la Catedral de Sevilla, Sevilla, 1981. Alfonso O jeda Barrera, La iglesia de Santa María de Carmona. Arte, arquitectura y ciudad. Universidad de Sevilla, 2017. Jesús Palomero Páramo, El retablo sevillano del Renacimiento: análisis y evolución: (1560-1629). Diputación Provincial de Sevilla, 1983. José Ramírez del Río, «Pueblos de Sevilla en época islámica. Breve recorrido histórico-político», Philologia Hispalensis, vol. 13 nº 1 (1999), pp. 15-40. Martín F. Ríos Saloma, «De la Restauración a la Reconquista: la construcción de un mito nacional (Una revisión historiográf ica. Siglos XVI-XIX)», España medieval, vol. 28, Universidad Complutense de Madrid, 2005 Raquel Torres Jiménez, «La devoción mariana en el marco de la religiosidad del siglo XIII», Alcanate: Revista de estudios Alfonsíes, X (2016-2017), pp. 23-59. Fernando Villa Nogales, Esteban Mira Caballos, «El retablo mayor de la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Cantillana», Archivo hispalense, vol. 78, no. 237, Diputación Provincial de Sevilla, 1995, p. 131. Archivos de Protocolos Notariales de Sevilla. Archivo Hermandad de la Asunción de Cantillana. Archivo general del Arzobispado de Sevilla.


Altar Mayor de Ntra. Sra. de la Asunción de Cantillana


La devoción asuncionista en Cantillana: de Fernando III a la actualidad Antonio Naranjo de Brito, periodista

1

Mora 1997, p. 8.

2 Idem p. 9. 3 de Ayala 2017, p. 31. 4 Morgado 1906, p. 254. 5 de Ayala 2017, p. 30. 6 Torres 2017, p. 47. 7 González 2017, p. 12. 8 Ramírez del Río 1999, p. 33.

En la página siguiente: Antigua vista de Cantillana desde “las Viñas” con la torre de la Parroquia asuncionista despuntando sobre el caserío 32

L

a devoción asuncionista en Cantillana no puede entenderse hoy sin remontarnos a sus orígenes netamente fernandinos, ya que la invasión árabe de la Hispania Visigoda en el siglo VIII y los avatares de la convivencia (o no convivencia, en muchas ocasiones) entre musulmanes y cristianos determinaron la evolución del culto mariano en toda la Península. De esta forma, no solo se interrumpió el culto cristiano en los territorios bajo dominio mahometano, sino que allí donde el cristianismo resistió el envite y desde donde se lanzó a recuperar los territorios perdidos, la devoción mariana tomó un inmenso auge y expansión, especialmente a partir de los siglos X y XI1. Además, este hecho fue favorecido por el vacío existente en los territorios que los reinos cristianos tomaban a los árabes, en los que se reinstauraba el culto cristiano y era necesario titular los nuevos templos, dedicándose en gran número a la Virgen María2. Fue este contexto, con el rey Fernando III el Santo, como ya apuntamos, con quien se (re) inició la devoción asuncionista en Cantillana. Poco, por no decir nada, puede dudarse de la preocupación del monarca por la restauración del culto cristiano en los territorios que ganaba a los musulmanes, al punto de ser llamado por sus cronistas y contemporáneos «miles Christi»3. Además, sabemos de su implicación directa en la

elección de los titulares de las iglesias instituidas en las poblaciones conquistadas, que «habían sido impuestos por San Fernando, á excepción de San Gil, que por devoción de Don Remondo se dedicó bajo la advocación de este Santo…»4. Estos hechos no han de extrañarnos si tenemos en cuenta que la monarquía castellano leonesa llega a encontrar en esta guerra santa por la recuperación de los territorios peninsulares el sentido de su existencia5. La coincidencia de estos dos hechos (el del aumento de la devoción a María Santísima y la mentalidad del rey Fernando III) unido al de que, de todas las devociones marianas, la de la Asunción a los cielos era la más popular en aquella época6, nos explica la causa de que el Rey Santo consagrase a tan grandioso misterio mariano los principales templos de ciudades como Jaén, Córdoba, Sevilla o Carmona7. Conocido el contexto general, es hora de ir a lo particular. La Cantillana árabe, conocida como Catinana, era una fortaleza en el camino entre Sevilla y Córdoba. Los datos que nos llegan señalan que debió tener gran importancia en época almohade8, idea que viene a ser reforzada por la feroz resistencia que presentaron sus habitantes. Asimismo, la población debía contar, a la llegada de las huestes fernandinas, con infraestructuras básicas como una mezquita que cubriese las necesidades religiosas de la población (defender



lo contrario resulta, cuanto menos, peregrino). La llegada y toma de la villa por el rey Fernando III se realizó en el año 1247, posiblemente entre los meses de marzo y abril9. Vencida tras un recio asalto, la población hubo de ser rápidamente repoblada habida cuenta de su posición estratégica para controlar las rutas de acceso a Sevilla, así como de la necesidad de mantener la producción agrícola10. A finales de ese mismo año el rey entregó la recién conquistada villa a la Orden de Santiago, si bien al cabo de unos meses fue intercambiada por otras posesiones, volviendo a ser propiedad del rey11. Durante este periodo y hasta la integración de Cantillana en el señorío de la Iglesia de Sevilla continuó el proceso repoblador12, que se iniciaría con un pequeño grupo de cristianos y que continuó con mayor seguridad tras la toma de Sevilla en noviembre de 1248. De forma análoga, se finalizó el proceso de cristianización de la villa y de la primitiva mezquita, ya que la mentalidad de «cruzada hispánica» que impregnó el proceso de la Reconquista durante el reinado de Femando III13 impelía a ello. Este proceso de consagración, cuyo protocolo partía de los Pontificales de Gregorio VII y Urbano II y, posteriormente, de Las Partidas de Alfonso X el Sabio, se iniciaba con la sacralización del edificio mediante la aspersión de agua bendita, a lo que seguía la titulación del nuevo templo y la eliminación de los símbolos mahometanos14. Esta primera parte del proceso fue la que se hizo, con total probabilidad, nada más tomada la villa por el Rey Santo quien, como en otras localidades, estaría presente en la ceremonia y se encargaba, como ya hemos visto, de la elección del titular del templo. El proceso continuaba con la transformación en campanario del antiguo alminar, la reorientación


del edificio, la colocación de una imagen de la Virgen y la distribución de reliquias y ornamentos sagrados por el templo15. Esta segunda parte del proceso debió llevarse a cabo en los meses posteriores a la toma de Cantillana por la mayor complejidad del mismo. La lectura del privilegio de dotación por el que Fernando III entregaba Cantillana a la Iglesia de Sevilla en marzo de 1252 deja entrever que la villa ya estaba repoblada o continuaba en proceso de repoblación en esa fecha16. El pequeño grupo de pobladores iniciales había crecido ya lo suficiente como para que la localidad suministrase a las rentas de la Iglesia unos mil maravedíes anuales17. Repasados estos datos, la idea del práctico despoblamiento de la población hasta tiempos de Alfonso X el Sabio y la adjudicación íntegra a este y a los arzobispos sevillanos de la repoblación y reinstauración del cristianismo en la villa se presenta, cuanto menos, como osada en un sentido histórico. Una vez que Cantillana pasó a estar totalmente integrada en el señorío arzobispal de Sevilla continuó el normal funcionamiento de la población hasta el asalto perpetrado por el sultán Abü Yüsuf en 1277, a consecuencia del cual la localidad perdió buena aparte de su población, que en 1307 aún no se había recuperado18. A causa de esta situación, en el siglo XIV hubo de reactivarse el proceso de repoblación19, manteniéndose los elementos institucionales y devocionales sembrados en el reinado de san Fernando. La compra de la villa por don Juan Antonio Corzo Vicentelo de Leca el 26 de abril de 1567 supuso un importante cambio, ya que Cantillana pasó a ser señorío secular. Convertida en condado a inicios del siglo XVII, serán los condes de

Pero si existe un hito comparable a la reintroducción de la devoción asuncionista por el Rey Santo es, sin duda, la constitución, en 1805, del Rosario de mujeres de Nuestra Señora de la Asunción tras la epidemia de fiebre amarilla que asoló el Reino de Sevilla en 1800 Cantillana quienes revitalicen definitivamente la construcción de la nueva fábrica de la parroquial asuncionista, iniciada en el siglo anterior y en cuya capilla mayor constituyeron una de las cinco capellanías que fundaron, adquiriendo el derecho de ser enterrados en este lugar preeminente20. Precisamente para esta capilla mayor se contrató, en 1687, el retablo mayor de Bernardo Simón de Pineda en cuyo ático se encontraba el relieve alusivo al misterio asuncionista que hoy se conserva21. Pero si existe un hito comparable a la reintroducción de la devoción asuncionista por el Rey Santo es, sin duda, la constitución, en 1805, del Rosario de mujeres de Nuestra Señora de la Asunción tras la epidemia de fiebre amarilla que asoló el Reino de Sevilla en 1800. Como bien certificó el vicario de Cantillana, don Justo Pastor Sierra: Ser cierto que hallándose en esta villa el año pasado de 1800, amagada del contagio que se padeció en la provincia, prometió a la Virgen Santísima una señora de este pueblo promover su devoción haciendo un Simpecado a sus expensas y la de otras devotas para que saliese el Santísimo Rosario, constituyendo por su Patrona y titular la de Nuestra Señora de la Asunción22.

La importancia del documento citado no es baladí, pues es la máxima autoridad religiosa de Cantillana la que apoya a doña María de Cozar y consortes en su pretensión de fundar un rosario

9 La concreción de estos meses se basa en la toma de Carmona. Sabemos que previamente a la toma de Cantillana, Fernando III acuerda con los moros de Carmona la entrega de la villa en un plazo de seis meses, acaeciendo este hecho el 21 de septiembre de ese mismo año. 10 Segura 1983, p. 72. 11 Montes 1993, pp. 87-88. 12 Idem, p. 90. 13 de Ayala 2017, p. 28. 14 O jeda 2017, p. 49. 15 Idem, p. 50. 16 Montes 1993, p. 90. 17 González 1980, p. 210. 18 Ramírez del Rio 1999, p. 33. 19 González 1993, p. 80. 20 Recuperado de http://www. cantillana.es/export/sites/ cantillana/.galleries/documentos-noticias/3.4.1-Signif icado-historico-de-Cantillana-a-grandes-rasgos_ con-ilustraciones.pdf 21 Recuperado de https:// www.yumpu.com/ es/document/read/14173220/5-catalogo-parroquia-ntra-sra-de-la-asuncion-de-cantillana 22 Benítez 1984, p. 15.

En la página anterior: Retablo mayor de Ntra. Sra. de la Asunción 35


sus vetustos orígenes, a su importancia en el espacio devocional local y al concitar mayor piedad y devoción entre las congregadas. Y no erraron, pues la Iglesia Universal ha elevado hoy a la Asunción de la Santísima Virgen a dogma de fe y es la Asunción la bandera espiritual y mariana de esta cristiana villa. Firma de doña María de Cozar, quien costeó a sus expensas junto con otras devotas el Simpecado Fundacional de la Hermandad asuncionista 23 Romero 2006, p. 21. 24 Archivo Histórico Asunción de Cantillana (AHAC), Libro de actas y cuentas 18051947. 25 Benítez 1984, p. 42. 26 Blanco y Negro, 27 de noviembre de 1932, p. 58. 27 ABC de Sevilla, 19 de noviembre de 1950, p. 5.

En la página siguiente: Imagen central del Simpecado Fundacional de la Hermandad de Nuestra Señora de la Asunción de Cantillana. 1804-1805 36

de mujeres alrededor de la devoción asuncionista. La erección de un rosario femenino no fue casual, ya que esta tipología fue muy popular a raíz de la iniciativa del padre Pedro Vázquez Tinoco, que en 1735 organizó el primer rosario de mujeres documentado en el Reino de Sevilla23. Y si no fue causal la tipología, menos aún lo fue la elección de Nuestra Señora de la Asunción como titular de la hermandad, para lo que no es necesario buscar explicaciones extemporáneas que justifiquen su origen. El grupo de piadosas señoras dejó bien claro que, «deseosas de que se propague y perpetúe la devoción al Santísimo Rosario, se han congregado en hermandad, tomando por patrona a María Santísima de la Asunción, como titular de la única Iglesia Parroquial de dicha villa»24, resaltando en el preámbulo de las ordenanzas presentadas por ellas la importancia del culto a «María Santísima, Madre de Dios y Señora Nuestra, que bajo el agradable, precioso y distinguido título de la Asunción se venera en la Iglesia Parroquial de esta villa por todos los fieles y cortesanos de la gloria»25. Fue, pues, una devoción propia del pueblo, la primera y más antigua de cuantas arribaron a Cantillana tras su conquista por el rey Fernando III de Castilla y la que desde entonces da título a la parroquia, la que escogieron estas mujeres por creerla más adecuada debido a

La unión entre la devoción asuncionista en época fernandina y en el siglo XIX vino a cerrarse definitivamente con la llegada a Cantillana, en 1840, de la efigie de Nuestra Señora de la Asunción que, como no podía ser de otra manera, ocupa desde entonces lugar privilegiado en el retablo mayor de la parroquia asuncionista. La conciencia de los orígenes fernandinos de esta secular devoción se vio especialmente impulsada a partir del siglo XX. Y es que, superado los avatares del siglo XIX, la hermandad, conocedora de su deuda devocional con el Rey Santo, no dudó en rescatar y expandir su memoria, recordándolo como el iniciador de la más antigua devoción mariana de la villa de Cantillana. Ya en 1932, en el reportaje sobre la congregación asuncionista que aparece en la revista Blanco y Negro, se hace alusión a Fernando III el Santo26. A esta seguirán decenas de apariciones en prensa que siguen esta secular tradición, entre ellas la que se reproduce a continuación del periódico ABC de Sevilla, de gran belleza literaria: Cuando el Santo Rey, con la Virgen de marfil en el arzón, entraba en Cantillana, con su lorica de acero, yelmo puntiagudo, calzas altas de cuero con espuelas de plata, flotando en el aire el manto de armiño… Sí; debió de ser en ese instante. El hecho es que Cantillana no conoció fisura alguna a su devoción, a través de los años, y su fervor asuncionista tuvo calidad de dorada pátina, de tradición y abolengo. Cuando de honrar el misterio de la Asunción de la Virgen se trate, allí estará Cantillana con derecho de primacía27.



28 La Asunción de Cantillana. Pregón anual de sus f iestas, agosto de 1948, p. 3. 29 Naranjo 1953, p. 18. 30 AHAC, Reglas.

Asimismo, cuando fue la hermandad la que editó sus propias publicaciones, no dudó en recordar el glorioso gesto que protagonizó san Fernando. Así, en la hoja informativa La Asunción de Cantillana. Pregón anual de sus fiestas, publicada en 1948, en un artículo sobre la historia de la hermandad se reproduce el siguiente párrafo: San Fernando, el rey conquistador, que arrebató esta villa a los árabes, puso su Parroquia bajo la advocación de la Asunción, al igual que en otros muchos pueblos de Andalucía y de toda España. Este Santo Rey fue, pues, el que sembró en Cantillana tan gloriosa devoción28.

También aparecieron los orígenes fernandinos de la devoción asuncionista de Cantillana en el reportaje del NODO de 1952, así como en el libro La Asunción de Cantillana. Reportaje completo de las fiestas asuncionistas, del periodista cantillanero Manuel Naranjo Ríos, en el que nos dice: El Rey, Asuncionista por excelencia, fue de seguro quien puso a su Parroquia bajo la advocación de la Asunción. Lo cual nada tendría de extraño, pues todo el mundo sabe que Fernando III el Santo, por Andalucía, y Jaime I el Conquistador, por Levante, fueron levantando en ciudades y pueblos catedrales e iglesias a la Asunción de la Virgen. A causa de ello Cantillana es asuncionista desde hace nada menos que siete siglos29.

En la página siguiente: imagen de san Fernando, modelado en terracota, que se encuentra en la fachada de la casa hermandad de Ntra. Sra. de la Asunción 38

Muchos más son los ejemplos al respecto que se encuentran desde entonces en los artículos periodísticos en los que se nombra a la hermandad. Pero no solo es aquí, sino también en los apartados simbólico, patrimonial, devocional o conmemorativo en los que se rememora la gesta del santo monarca. De esta manera, en el apartado simbólico nos encontramos con que en la parte inferior izquierda del escudo de la hermandad aparece el

escudo de armas del rey Fernando III. Además, en las reglas se recalca la génesis fernandina de esta devoción: En la villa de Cantillana, los testimonios del fervor asuncionistas se remontan al período de la Reconquista, pues fue hacia medida la primavera del año 1247, cuando el Invicto y Santo Rey Fernando III de Castilla reconquistó para los cristianos esta villa, ya que en tiempos visigóticos fue digna de mención por parte de San Isidoro en sus Etimologías, señalándola como una villa de las más nobles de la región. Fue este santo monarca quien, apenas entrando en la población, consagra la villa y la Iglesia recién fundada a Santa María en el misterio de la Asunción Gloriosa. El fervor asuncionista, traído a esta población por el santo rey, continuó a través de los siglos adquiriendo relieves y pujanza con la llegada, hacia 1570 de la familia de los Vicentelo de Leca, que recibieron el condado de Cantillana y pasaron a ser con ello munícipes extraordinarios de nuestra parroquia, construyendo sobre el primitivo templo otro nuevo y construyéndose patrono de la Capilla Mayor de dicho templo, en el cual se tributaba culto a María Santísima en su Asunción al Cielo. Queda como testimonio de este patronazgo la magnífica decoración de la bóveda que forma el ápside parroquial donde se ostentan los escudos de su noble linaje y el de su Condado30.

En cuanto al patrimonio, el sepulcro del paso procesional, obra de José Rivera en 1940, está inspirado en las trazas de la urna de plata de Juan Laureano de Pina que contiene el cuerpo incorrupto de san Fernando en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla. En el mismo paso, acompaña a Nuestra Señora de la Asunción una figura del Rey Santo desde 1982, si bien la actual, obra del escultor José Manuel Cosano Cejas, fue estrenada en el año 2007. Este mismo autor realizó en el año 2004 la imagen del rey Fernando III en barro cocido que corona la fachada de la casa hermandad. Por último, en lo referente a las conmemoraciones festejadas por la hermandad alrededor de la devoción asuncionista y el Rey Santo


Fernando III de Castilla hemos de destacar los actos celebrados en 1997 con motivo del 750 aniversario de la reconquista de Cantillana. En aquellos días inolvidables, la Hermandad de la Asunción organizó un ciclo de conferencias en el mes de junio en torno al aniversario y la devoción asuncionista, contando para ello con ponentes de la talla de José González Isidoro o Ulises Vidón. El acto culminante fue la Solemne Eucaristía presidida por el Simpecado de Gran Gala asuncionista en la Capilla Real de la catedral de Sevilla, celebrada el 28 de junio. Previamente, el Simpecado fue trasladado desde la parroquia del Sagrario hasta la citada capilla haciendo un emocionante recorrido por las gradas de la Seo hispalense. De todo ello queda testimonio gráfico que puede verse en la crónica gráfica publicada en este anuario. Damos así por concluido este breve pero intenso recorrido por la historia de la devoción asuncionista en Cantillana desde tiempos de Fernando III el Santo. La innegable unión entre el rey y la devoción asuncionista es la génesis de la explosión de fervor mariano que hoy día define el ser de una Cantillana que siempre elevó sus ojos implorantes hacia la Madre de Dios Asunta al cielo. Principal testigo de ello es la parroquia asuncionista que ayer, hoy y mañana se alzará triunfante sobre el cerro desde el que preside la villa para, con su nombre, proclamar a los cuatro vientos que Cantillana es epicentro de la devoción a la Asunción Gloriosa de la Santísima Virgen desde tiempos del rey Fernando III. Bibliografía sucinta José Alonso Morgado, Prelados sevillanos ó Episcopologio de la Santa Iglesia Metropolitana Patriarcal de Sevilla con noticias biográf icas de los señores obispos auxiliares y otros relacionados con esta Santa Iglesia. Sevilla, 1906. Carlos de Ayala Martínez, «Fernando III y la Cruzada Hispánica», Bulletin for Spanish and Portuguese Historical Studies, vol. 42, article 3 (2017).

Antonio García Benítez, Los manuscritos perdidos y hallados en palacio. Sevilla, 1984. Julio González González, Reinado y Diplomas de Fernando III, volumen III. Córdoba, 1980. Manuel González Jiménez, La repoblación de la zona de Sevilla durante el siglo XIV. Sevilla, 1993. Manuel González Jiménez, «Devoción mariana y repoblación», Alcanate: Revista de estudios Alfonsíes, X (2016-2017), pp. 11-22. Isabel Montes Romero-Camacho, «Del islam al cristianismo. Los orígenes medievales de la villa de Cantillana», Cantillana. Cuadernos de Historia Local, 1 (1993), pp. 83-117. Mercedes Mora de los Reyes, «El culto a Santa María en su Advocación Asuncionista: Cantillana», Asuncionista, Época I, nº 3 (1997), pp. 8-12. Manuel Naranjo Ríos, La Asunción de Cantillana. Reportaje completo de las f iestas asuncionistas. Sevilla. 1953. Alfonso O jeda Barrera, La iglesia de Santa María de Carmona. Arte, arquitectura y ciudad. Sevilla, 2017. José Ramírez del Río, «Pueblos de Sevilla en época islámica. Breve recorrido histórico-político», Philologia Hispalensis, vol. 13 nº 1 (1999), pp. 15-40. Carlos José Romero Mensaque, «El fenómeno rosariano en la provincia de Sevilla. Un estado de la cuestión», Simposio sobre Hermandades de Sevilla y su provincia, VII (2006), pp. 15-50. Cristina Segura Graíño, La formación del pueblo andaluz. Los repartimientos medievales. Madrid, Ediciones Istmo, 1983. Raquel Torres Jiménez, «La devoción mariana en el marco de la religiosidad del siglo XIII», Alcanate: Revista de estudios Alfonsíes, X (20162017), pp. 23-59.



San Fernando a la Asunción puso como intercesora Por tan feliz mediación la hizo el Rey Conquistador titular de su parroquia. Era Cantillana torre y era muralla y palacio, y era, en la cumbre prendida, la perla sobre el barranco. Era torre sin reloj y altura sin campanario, y era calvario sin cruces, y era noche sin rosario. Y en lontananza las huestes del Santo Rey castellano, miraban a Cantillana y a la Asunción implorando dijeron: «Santa María, por vos y por Dios lo hagamos». Y así, cuando abril tendía las flores sobre los patios, tendió nuestro Santo Rey sobre estas calles su manto, y, con la espada y la paz -las dos fueron de su manoCatiliana se hizo en sí Cantillana y, abrazando, la fe del conquistador y atendiendo a sus dictados, a la iglesia parroquial se dio nombre y la nombraron

«parroquia de la Asunción» y así la herencia, el legado, de tantos siglos de amor y gloria que celebramos. Más de siete siglos ponen la medida a nuestro canto, siete centurias de amor, siete siglos… más tres cuartos, que en su amor a la Asunción nunca fue este pueblo ingrato. Siempre más a la Asunción, por la Asunción siempre en alto, y su nombre en la parroquia su bendición recordando, y así lo viene cantando desde el principio la copla: San Fernando a la Asunción puso como intercesora Por tan feliz mediación la hizo el Rey Conquistador titular de su parroquia. Y el rey Fernando la puso y ya la estaba soñando. En medio de la batalla soñaba altivo el retablo. Pero fue el tiempo alfarero quien rematara el encargo, con el pasar de los siglos, de maestres de Santiago, de arzobispos medievales, de los condes y los párrocos,

de Concejos de la Villa, de mujeres implorando a la Asunción de María pintada en el Simpecado. Y fuiste tú, que ahora vives, y subes al pueblo en alto, y allí encuentras la parroquia que nos legó el rey Fernando. Tú que pones piedras vivas y pones cimiento y arcos, será con los ocho siglos, o quizás con los mil años, lo que verán otros ojos, y seguirán proclamando. Siempre la Asunción Gloriosa desde que el Rey Castellano nos la dio por Reina y Madre nos puso bajo su manto, nos dio sus ansias de cielo y su vuelo entre las manos. Puesta en el altar mayor, donde excelsa la miramos, parece que está a sus pies aquel monarca rezando. Hoy nosotros repitamos con voz y con gracia propia: San Fernando a la Asunción puso como intercesora Por tan feliz mediación la hizo el Rey Conquistador titular de su parroquia.

Francisco Javier Segura Márquez 41


Crónica gráfica del traslado a la Capilla Real del Simpecado de Gran Gala y posterior misa de acción de gracias por el 750 aniversario de la Reconquista de Cantillana

C

Como colofón a los actos celebrados en 1997 para conmemorar la reconquista de la villa de Cantillana por el Santo Rey y sus huestes en 1247, esta Real Hermandad celebró el sábado 28 de junio una solemne misa de acción de gracias en la Capilla Real de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla ante el cuerpo incorrupto del rey san Fernando, la Virgen de los Reyes y el Simpecado de Gran Gala asuncionista, que había sido previamente trasladado en procesión desde la parroquia del Sagrario. La eucaristía fue oficiada por el canónigo Capellán Real, Ilmo. Sr. D. Publio Escudero, quien dedicó la homilía a la Asunción, san Fernando y Cantillana. De aquel emotivo día quedan las siguientes fotografías para el recuerdo de todos los asuncionistas.

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«Por tu amparo Gran Señora no hay duda en esta afrenta, que bien valió la contienda por tu Hijo y por su honra. Preparen cetro y corona, prodigios, maravillas y grandezas, pues emporio a esta Reina aquí fijo». Y le otorga patrocinio para el pueblo de las glorias venideras, mejor recaudo de cuántos rezos, Ufano joyel de la hermosura, te trae por miles esta vega a tus divinas manos, eterna Asunta. José Joaquín Guerrero Morejón

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