Libros
ABC cultural
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SÁBADO, 29 DE DICIEMBRE DE 2012 abc.es/cultura-cultural/cultural.asp
NAIPAUL SIENTE PÁNICO
MOMENTOS LITERARIOS
CUENTOS PARA VER
V. S. NAIPAUL Traducción de Flora Casas Mondadori. Barcelona, 2012 232 páginas, 18,90 euros Libro electrónico: 12,99 euros
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no de los más recurrentes y reconocibles temas del Premio Nobel de Literatura 2001, V. S. Naipaul, nacido en 1932 en el seno de una familia hindú de la localidad de Chaguanas, cerca de Puerto España, en la isla caribeña de Trinidad, es el peso de los orígenes en los inicios y en el desarrollo de la obra de un escritor. Sobre todo en la obra de un escritor con un pasado colonial a sus espaldas, como es su caso. Una cuestión –el desarraigo y la soledad del inmigrante, el mestizaje, las yuxtaposiciones culturales– que le une para siempre a su admirado Conrad, al que le dedica un brillantísimo ensayo en este volumen de Momentos literarios. Presente una y otra vez en sus textos autobiográficos está la lucha ardua de los autores como él, nacidos en enclaves lejanos de las metrópolis –es decir, lejos de Londres o París–, a la hora de transmitir de una manera universalmente comprensible, fuera del estereotipo, identidades complejas, encajadas dentro de otras identidades mucho más sutiles y ligeramente diferenciadas. Identidades traídas en la valija del emigrante de cualquier época y procedencia, que jugarían no pocas veces, a los ojos aturdidos del nacido fuera de esa realidad, el papel enrevesado y engañoso de muñecas rusas.
Desconfianza mutua «Ser de las colonias –dice Naipaul– significa ser un tanto ridículo e insólito sobre todo a ojos de alguien de la metrópoli. Todos los inmigrantes y sus descendientes son de las colonias, de una u otra forma, y entre el colono y lo que podría llamarse el metropolitano siempre existe una sorda desconfianza mutua.» Viajero y sismógrafo implacable de civilizaciones, V. S.
Naipaul es uno de los mejores escritores de nuestra época y también, en muchas ocasiones, con obras como Entre creyentes, uno de los más polémicos, en especial en su papel de controvertido azote del Islam.
CUENTOS DE HADAS PARA TODAS LAS EDADES
GEORGE MACDONALD Traducción de Ana Becciú Atalanta Vilaür (Gerona), 2012 239 páginas, 20 euros
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Tributo al padre Pero si «la esquizofrenia colonial» o las identidades engañosamente visualizadas ocupan gran parte del centro de su rica y cosmopolita obra, representada por excelentes novelas (El sanador místico, Una casa para el señor Biswas, Semillas mágicas, Guerrilleros) o por lúcidos ensayos, entre autobiográficos y de crítica literaria (El escritor y los suyos, Leer y escribir), otra presencia inmutable, a la manera de añorado numen doméstico al que una y otra vez le rinde homenaje, es su padre, Seepersad Naipaul, un periodista local, del Trinidad Guardian, escritor si no totalmente frustrado, ya que publicaría una pequeña colección de relatos en 1943, sí demasiado amateur. De él, su hijo, cómplice de afanes literarios, heredó –como reconoció en su discurso de aceptación del Nobel– la llama de aquel fervor por la escritura y la lectura. Pero, sobre todo, el futuro gran escritor que hoy es V. S. Naipaul heredaría del tenaz y entusiasta autor y modesto articulista de colonias, que nunca se movió de allí, aparte del «deseo de ser escritor» y de una especie de «fantasía de nobleza» que acompañaba de forma implícita a este oficio, también algo del miedo de su familia: el pánico a no existir, a quedarse siempre a las puertas de algo. Así lo expresa Naipaul: «Fue ese miedo, el terror a no lograr ser lo que debería ser, más que la simple ambición, lo que me acompañaba cuando en 1954 intenté empezar a escribir en Londres». MERCEDES MONMANY
tica de su tiempo y sentimos que así estamos redimiendo un poco a esos libros maravillosos que nos hacen felices, como si hubiera necesidad alguna de justificar la felicidad. No haremos lo mismo con MacDonald en esta ocasión. Las personas que aborrecen la literatura fantástica son personas que aborrecen la literatura y el arte en general, y este es el verdadero problema. Javier Martín Lalanda explica en su prólogo cuáles son los sentidos profundos de los cuentos de MacDonald, el valor filosófico y espiritual de sus fábulas. Y ahora pasemos simplemente a disfrutar de los cuentos, que son muy largos, casi novelas cortas todos ellos, y que se leen con un agrado y una suavidad que sorprenderá, creo, hasta a los más incondicionales amantes de la fantasía. Ya que, como bien sabemos, leer es en un elevado tanto por ciento sufrir y esforzarse, pero en estas narraciones de MacDonald el sufrimiento y el esfuerzo parecen haberse reducido a un cero casi absoluto.
La ley de la gravedad
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uestra vida no es un sueño, pero debería serlo, y quizá algún día lo sea. Esta sentencia de Novalis, una de sus grandes influencias, cierra la novela Lilith, de George McDonald, y resume toda la obra de su autor. Escocés (1824-1905), una más de las infinitas sorpresas y regalos de la braña interminable y fascinante de la literatura victoriana, lo primero que debemos agradecerle a MacDonald es su total ausencia de sentimentalismo en una época en que la literatura de niños a veces tendía a dulzuras de mazapán. MacDonald es un romántico, pero tiene más que ver con el misterio y la crueldad de Lewis Carroll que con la ternu-
En sus relatos, George MacDonald (sobre estas líneas) huye del sentimentalismo y la ternura
ra, digamos, de Los niños del agua, de Charles Kingsley; más con el interés antropológico y filosófico con que Lady Wilde exploraba el mundo de los siddhe (duendes) que con figuritas de almanaque recortadas y colocadas entre camelias y narcisos sobredimensionados. Nuestra vida no es un sueño, pero debería serlo. Siempre intentamos justificar la existencia, el atrevimiento quizá, de la literatura fantástica. Afirmamos que El maestro y Margarita o Paradiso son metáforas de la realidad social y polí-
¿Cuándo llegará el momento de comprender que una de las principales funciones de la literatura es crear imágenes vívidas y reales en nuestra imaginación? ¿Por qué no es posible decir que nos gusta un libro por sus imágenes, es decir, por lo que vemos cuando lo leemos? Los cuentos de MacDonald son sobre todo narraciones de imágenes. Son verdaderos cuentos de hadas pero al mismo tiempo son «modernos», ya que en ningún cuento de hadas clásico, por ejemplo, se tuvo jamás noticia de la ley de la gravedad. Sus personajes hablan entre sí, tienen verdaderas conversaciones, dudan, titubean, se equivocan. Suelen tener como protagonistas a un niño y a una niña, y al proceso mediante el cual crecen para hacerse dignos el uno del otro y para terminar encontrándose a través de un mar de dificultades. Estos relatos no tienen nada de sentimental pero tampoco de burlesco ni de irónico. Son narraciones románticas en un sentido moderno del término, y son sobre todo relatos de paisajes fantásticos y transformaciones espaciales a través de ríos que corren libremente entre los árboles y realidades sumergidas en las que se puede vivir sin respirar. ¿Para todas las edades? Por supuesto. ANDRÉS IBÁÑEZ
Biografías para la Historia
De todo un poco
Último capítulo
El ensayo de Montefiore se abre con Ramsés II (a la izquierda) y pasa revista a personajes de la política, la filosofía, la música y el deporte. Entre estos últimos destaca Muhammad Ali (abajo)
«Titanes de la Historia» se cierra con Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda y «cerebro» de los atentados islamistas del 11-S contra las Torres Gemelas y el Pentágono
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ubo un tiempo, quién lo diría, en que se suponía que las fuerzas conductoras de la Historia eran las «masas anónimas». Expresión de fuerzas tan deterministas como inevitables, solo cabía rendirse a su voluntad o correr el riesgo de ser despachado al gulag más lejano. El cuento tenía truco, porque este tren de la voluntad general, ahí les duele, siempre lo conduce un maquinista-dictador. Con demasiada frecuencia, un ladrón que se proclama redentor de «su pueblo» o un simple resentido, pescador en río revuelto. El acercamiento hacia este tipo de personajes «deslumbrantes» resulta inevitable para los historiadores, pues están presentes en los procesos de cambio social y político. Las llamadas «biografías del poder», vinculadas a la tradición humanista de las vidas ejemplares, edificantes y curiosas, son fuente permanente de asombro para escritores y lectores.
Robert Naunton (1641), «su ira jamás perdonó a un solo hombre, ni a una sola mujer su lascivia», tampoco esconde su favoritismo. Pizarro queda demasiado mal y Cromwell demasiado bien; es tan elogioso con Churchill como parco con Mozart.
El bolso como arma
MÁS MALOS QUE BUENOS
Siniestro Stalin Como señala el prestigioso historiador británico Simon Sebag Montefiore, autor de este diccionario de personajes de virtudes en unos pocos casos extraordinarias y en otros muchos deleznables, fue la simple lectura de un artículo sobre el siniestro mundo de Stalin lo que le llevó a querer «saber más». En su caso, llegó a saber tanto que dedicó dos importantes libros a su figura, pero como muestra Titanes de la Historia, no fue más que el burdo imitador de figuras del pasado ruso, de Iván el Terrible a Pedro el Grande. El repertorio de malvados es amplio, y abarca desde el egipcio Ramsés II el Grande a Osama Bin Laden. Como ocurre en todos los volúmenes que se atreven a plantear una síntesis enciclopédica sobre cualquier materia, existe una selección del canon a seguir, que para algunos puede ser discutible (hay más malos que buenos, por ejemplo) y también la opción de es-
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TITANES DE LA HISTORIA
SIMON SEBAG MONTEFIORE Y OTROS Traducción de David León Gómez Crítica. Barcelona, 2012 733 páginas, 29,90 euros Libro electrónico: 15,99 euros
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cribir un centenar largo de pequeñas biografías tenía alternativas, pero el resultado es tan entretenido como deslumbrante. El autor no duda en consagrar páginas destacadas a fundadores de grandes religiones, como Jesús, Buda, Confucio y
Mahoma, pero el hilo conductor del libro sigue la preceptiva clásica. Según sus indicaciones, el nervio de la Historia son la política y las guerras, pues la paz resulta demasiado aburrida para escribir sobre ella. Por eso, conquistadores y generales tienen lugar preemi-
nente, desde Nabucodonosor, «león de Babilonia y devastador de pueblos», a Alejandro Magno, César, Atila, Napoleón y Hitler. Aunque el libro no deja títere con cabeza (nunca mejor dicho) y comienza la biografía de Enrique VIII con un ripio de sir
Los «heroicos finales para vidas desastrosas» resultan magníficos, así como los retratos de mujeres del poder. Por supuesto, la absurda idea de que «ellas» se han sentido menos atraídas por la erótica y los excesos del mando resulta ampliamente desacreditada en estas páginas, a la vista de las dedicadas a Cleopatra («quiso servirse de su atractivo sexual para recuperar el imperio perdido de su familia»), Leonor de Aquitania («en un mundo dominado por los hombres, se negó a someterse a la convención») y Margaret Thatcher («transformó el bolso en un arma de guerra»). Sebag Montefiore está más interesado en la psicología en general, en el apetito insaciable hacia la destrucción propia y ajena, que en la búsqueda de leyes sobre el comportamiento, en las que felizmente no cree. Esa es la mayor grandeza de este libro. Cada página es tan diferente a las demás como las vidas que reflejan, pero todas poseen un aliento de verdad histórica. El último tercio está dedicado a los personajes del siglo XX, y lo que prueba es la utilización masiva de los beneficios de la tecnología en la persecución de enemigos políticos, minorías y disidentes, por parte de quienes detentaron el poder. No sabemos si Ana Frank y Gorbachov serán recordados como merecen, pero sin duda gente tan siniestra como Pol Pot o los Ceaucescu figurarán en la Historia universal de la infamia. De ahí que resulte fascinante el entrecruzamiento entre poder político y económico que muestra el panteón de personajes recientes. MANUEL LUCENA GIRALDO