PILDORAS PARA VIVIR
INDICE COSAS DE LA VIDA
Los giros de la vida Vivir el presente Tiempos de cambio Pérdidas en la vida diaria Miedo a la muerte Abrir y cerrar A vueltas con el tiempo Me he quedado sin trabajo Medidas anticrisis Me he quedado solo La grandeza del ser humano
PADRES E HIJOS
El deseo de ser padres ¿Por qué no puedo tener un hijo? Pareja de 3: la llegada del bebé Padres sin derechos Hermanos Cómo hablar con los niños Niños respetados Esos sabios bajitos Yo quiero un papá como el tuyo La eficacia de la empatía Niños creativos Estoy en mi elemento
RELACIONES CON LOS DEMÁS
El poder del tacto Ya no lo vuelvo a intentar Cómo afrontar el miedo a la intimidad La dependencia emocional: no soy nada sin tí ¿Son celos o es amor? La importancia de colaborar Gente tóxica Rodeado de gente y me siento solo La amabilidad
SALUD EMOCIONAL EMOCIONES
Angustia Ansiedad Depresión Obsesión Rabia
A VUELTAS CON LA ALIMENTACIÓN
Alimentación y personalidad: Dime cómo comes y te diré cómo eres ¿Eres un comedor inconsciente? Sobrepeso emocional Enemigo: mi cuerpo El Ejercicio físico
INTELIGENCIA EMOCIONAL
Escuchar las emociones Me emociono Mundo interior Diálogo interior Una buena motivación Autoestima La ternura Cultivar la compasión El agradecimiento Aprender a recibir Me pido…
Pedir es regalar Lo que me encanta
CRECIENDO EMOCIONALMENTE
Falso optimismo Pare que yo me bajo Asuntos pendientes Cuando el perfeccionismo es una cárcel ¿Qué es el Ego?
CURIOSIDADES DE UNA TERAPIA
¿Qué se hace en terapia? La relación terapeuta-paciente Mejor que ir a terapia 5 Razones para ir al psicólogo Mi experiencia en terapia Lo que aprendo en mi consulta
AGRADECIMIENTOS
Gracias a los que me animasteis para embarcarme en la aventura de este libro. Gracias a todos los que me habéis leído mes a mes, a los que me escribís contando vuestras impresiones, a los que me redireccionáis a otros, a los que leéis con cariño. Gracias a todos los que pasáis por mi consulta, talleres y charlas. Escuchar y acompañar vuestras vidas sigue siendo un privilegio para mí. Gracias a los que os rozáis todos los días conmigo, a los que hace tanto que no veo, a tantos que aún no pongo cara. Sólo si existe un Tu (vosotros), tiene sentido un Yo.
Desde hace unos años escribo asiduamente en mi página web Terapiaypsicologia.com. Este tiempo me ha permitido hacerme con un pequeño arsenal de reflexiones, pistas y pautas para vivir mejor. Por eso nace este libro. Pretende ayudar al lector a encontrar su camino hacia la felicidad. El modo de leerlo es a pequeños sorbos, o una píldora al día. En él vas a encontrar diferentes secciones que llevan a un mismo lugar: nuestra vida cotidiana. El apartado de Cosas de la vida tiene que ver con esas situaciones que aparecen en nuestra vida y nos ponen todo patas arriba. Pueden ser brechas en el camino que nos llenan de dolor (una muerte, una separación, una enfermedad grave) o situaciones inesperadas que nos angustian (quedarnos sin trabajo, hijos que se van de casa, cambios estacionales…). Padres e hijos no pretende ser un manual de pedagogía para llevar mejor a nuestros hijos, sino una serie de artículos para reflexionar sobre todo lo que se mueve dentro de la familia (el deseo de ser padres, los hijos recién llegados, la imagen de nuestros padres, las necesidades de unos y otros…). Además encontrarás algunos valores que considero son fundamentales para los hijos de hoy: la empatía, la creatividad y la pasión. No seríamos quienes somos sin nuestra gente. El apartado sobre las relaciones con los demás nos puede ayudar a reflexionar sobre nuestra manera de relacionarnos, los posibles límites o frenos al comunicarnos con ellos, problemas sentimentales, etc. El apartado de salud emocional tiene un significado especial para mí por ser psicóloga clínica. En él encontrarás un pequeño apartado sobre distintas emociones: ansiedad, angustia, depresión, obsesión y rabia. Además he incluido un capítulo: “A vueltas con la alimentación y el cuerpo” para hablar sobre la relación que tenemos con la comida: si eres un comedor compulsivo, un comedor consciente, si sufres sobrepeso emocional, etc. En el apartado de inteligencia emocional encontrarás una serie de cualidades que considero tienen las personas emocionalmente sanas: saben escuchar su mundo emocional, tienen un diálogo sano consigo mismas, saben desear y pedir lo que necesitan, agradecen y reciben con alegría lo que les viene de fuera, disfrutan con la vida, etc. Y si tienes curiosidad por saber qué es esto de la terapia, te adjunto algunos artículos y algunos testimonios de personas que han pasado por este proceso junto a mí. Al final de cada sección encontrarás algunas lecturas que te recomiendo sobre los temas tratados arriba. Espero que te resulten tan interesantes como a mí. También he adjuntado alguna entrevista interesante.
COSAS DE LA VIDA LOS GIROS DE LA VIDA En los últimos meses, la vida me ha sorprendido con giros inesperados. Época de cambios, de ajustes, despedidas... Y me sigo descubriendo aferrada al orden establecido, apegada a lo conocido. Con más frecuencia de lo que quisiéramos, la vida da giros y nos hace dar volteretas que nos dejan patas arriba. Las personas tenemos una ilusión de control. Cuando sentimos que nosotros guiamos nuestra vida, que el camino que llevamos es el programado y que todo avanza por los cauces previstos, estamos tranquilos. Creemos que todo está bajo control. Pero si algo se tuerce en el camino o aparece un imprevisto, nos llenamos de inquietud o de rabia y empezamos a pelear para restablecer el orden deseado. Y en esa lucha porque las cosas no sean como son, sino como nosotros habíamos planificado, nos encontramos con el sufrimiento. Si al dolor de esa pérdida le añadimos nuestra resistencia al cambio, nos multiplicamos el sufrimiento. Crecemos sin aprender a soltar. No nos enseñan a vivir en la provisionalidad y así nos vamos aferrando cada vez más a nuestra imagen, al dinero, al poder, al status, a cosas materiales, a las relaciones personales. Terminamos creyendo que no podríamos vivir sin nuestras cosas, sin nuestros seres queridos... sin nuestros apegos. Todavía no nos hemos enterado de que todo en la vida es impermanente. Montones de cosas no dependen de nosotros; su continuidad no sólo depende de nuestro deseo. La vida se torna imprevisible y gira de pronto. Sé que es duro renunciar al control y asumir que las cosas a veces no salen como uno querría, pero es una verdad aplastante. Sólo cuando dejamos que las cosas sean, cuando aceptamos ese giro y nos abandonamos, encontramos la calma y la paz interior. Y curiosamente, también la salida. Porque al dejar de poner resistencia, la vida vuelve a fluir y el agua sigue su curso. Con heridas por cicatrizar, con dolor y magullados, la vida nos da otra oportunidad.
VIVIR EN EL PRESENTE Vivimos en tensión, tratando de hacer 20 cosas a la vez. Lo urgente eclipsa a lo importante y las prisas nos hacen vivir fuera de nosotros. Sin tiempo para estar hacia dentro, nos desorientamos. Estamos tan desconectados de nuestro interior que no percibimos el estado de inquietud continua en que vivimos. Por eso necesitamos acallar nuestra mente y volver a nuestro centro. Y la mejor manera de hacerlo, es viviendo en el presente. Volviendo la atención a lo que pasa aquí y ahora. Si por un momento dejamos las preocupaciones pasadas o los planes futuros y nos quedamos a solas con el momento presente y nuestra respiración, podremos empezar a conectar con la quietud y la paz interior. El presente es liberador, cura nuestras "neuras". Porque si coloco mi intención en estar en este momento y nada más, me despego de mis preocupaciones y de mis problemas ficticios. En otra ocasión, os hablé del Mindfulness como una poderosísima herramienta para ser consciente del momento actual y de mi mismo. Consiste en prestar atención al momento presente sin juzgar. Es tener conciencia de la experiencia presente con aceptación. Es como volver a casa. Además de esta herramienta, os propongo algunas ayudas para vivir más plenamente en el presente: Hagas lo que hagas, éstate a ello, con conciencia. Pon toda tu atención, todos tus sentidos en las tareas cotidianas: lavar los platos, limpiarte los dientes, conducir, subir las escaleras... Empieza a "entrenar" tu mente 5-10 minutos al dia con alguna de estas tareas. Trata de estar con todos tus sentidos, con toda tu atención puesta en ese momento. No dejes que tu mente se vaya o salte de una cosa a otra. Respira profundamente y adéntrate en el presente más absoluto. Siente tu cuerpo: habítalo, ponle atención, aprende a conocerlo, siéntelo por dentro. El cuerpo nos trae al presente, nos centra en este momento. Recuerda respirar conscientemente varias veces. Busca alguna actividad placentera para compartir con tu cuerpo: yoga, taichi, masajes, meditación, deporte. Abre los sentidos: descubre en cada momento lo que te traen tus sentidos. Huele, saborea, toca, escucha, mira sin juzgar. El presente es lo más valioso que tienes. Aprovéchalo, no pierdas este instante que ya se va. Permite que todo sea como es por dentro y por fuera.
TIEMPOS DE CAMBIO Parece que a veces el tiempo se estanca y no llega nunca el cambio de estación. Pero no es así, el fin de una estación da el paso a la siguiente. Y es que en la naturaleza todo se renueva. La palabra renovación evoca cambio, dejar atrás algo para que llegue lo nuevo, abandonar lo que ya no sirve para buscar lo que necesitamos. La publicidad nos anima a renovar nuestro armario, menaje, ropa de casa. Y al margen de la invitación al consumo, yo he hecho el propósito de hacer limpieza de ropa que ya nunca me pongo, juguetes que sólo acumulan polvo, reliquias que arrastramos en cada mudanza. Se trata de desprenderse, de soltar, de reciclar o donar, para hacer sitio y tener más espacio. Y no consiste en vaciar para volver a llenar automáticamente sino de pararse y reflexionar: ¿para qué acumulamos? ¿por qué no dejamos ir lo que no nos sirve y nos empeñamos en guardar todo? No hablo sólo de cosas materiales; hacemos lo mismo con nuestro mundo interior. Arrastramos herencias y manías que nos dan seguridad por aquello de lo conocido, pero no nos aportan nada ni nos dejan evolucionar. El otro día me contaron la historia del águila: las águilas pueden vivir cerca de 70 años pero a los 40 sus garras y su pico han crecido tanto que se han curvado y no pueden seguir apresando comida ni llevársela a la boca. Entonces han de tomar una decisión: dejarse morir de inanición o pasar por un proceso duro de renovación. Se apartan a una cueva donde a fuerza de raspar sus uñas y su pico con la roca, se desprenden de ellas. Luego poco a poco empiezan a salir sus nuevas garras afiladas y su pico. Esa renovación les permitirá volver con sus iguales y seguir cazando y alimentándose y vivir ¡hasta los 70 años! Esas garras curvadas del águila pueden ser en nuestro caso: miedo a situaciones nuevas, dar mucha importancia a problemas que no la tienen, falta de confianza en nuestras posibilidades y en la vida. El pico curvado nos vuelve grises, no nos deja cargarnos de energía positiva, de savia nueva. Nosotros también podemos elegir: aferrarnos a lo conocido, mantener nuestras rutinillas, pensamientos automáticos o actitudes rígidas o bien, tratar de buscar otro enfoque en la vida que nos ayude más y nos permita ser más libres y felices.
PERDIDAS EN LA VIDA DIARIA Nuestra vida está llena de situaciones, personas o momentos que vienen y se van. Las pérdidas y pequeñas muertes son un ingrediente de la vida diaria. Vivimos en una danza continua de holas y adioses, de nacimientos y muertes. Cuando nos vemos privados de algo o alguien que nos importaba afectivamente, sentimos una pérdida. Son pérdidas: el bolso que nos roban, la casa que dejamos para mudarnos, el amigo que se cambió de trabajo, el tiempo libre que desapareció cuando nació nuestro primer hijo, etc. Párate a pensar: ¿qué pérdidas has tenido últimamente? Para ayudarte a reflexionar, te presento las principales pérdidas que sufrimos a lo largo de nuestra vida: 1. El nacimiento 2. El crecimiento y sus crisis evolutivas: infancia, adolescencia, juventud, edad adulta, menopausia, 3ª Edad 3. La propia cultura (las raíces, el país del que procedemos) 4. Bienes materiales 5. Vínculos afectivos: rupturas, separaciones, divorcios... 6. Propia identidad: laboral, despidos, complejos graves, depresión 7. Bienes humanos y espirituales: injusticias, actos de violencia. 8. Salud: enfermedad, edad, accidentes, operaciones 9. Sueños e ideales: realidades soñadas, expectativas no cumplidas 10. La muerte: nuestra y de nuestros seres queridos. ¿Has sido consciente de ellas? ¿Qué te han hecho sentir? ¿Te has dado un tiempo para elaborarlas? Si sientes que necesitas alguna herramienta para afrontar mejor las pérdidas, te sugiero algunas:
Acepta las emociones que aparezcan: no hay unas cuantas emociones "adecuadas o correctas". Los procesos de despedida remueven emocionalmente muchos cimientos y es normal que aparezcan todo tipo de reacciones: tristeza, amor, dolor, alivio, tranquilidad, rabia. Cierra asuntos pendientes: para que la puerta pueda cerrarse hay que limpiar todo lo que queda pendiente y hablar y aclarar aquello que no nos atrevimos nunca a decir o eso que nos dolió y nunca expresamos. Despréndete de lo que se va: deja que el tren se vaya y te no aferres a él. A veces nos agarramos a relaciones ya muy deterioradas o nos empeñamos en salvar una situación que toca a su fin. Dejarlo ir, nos ayudará a seguir adelante. Acepta la herencia: es bueno hacer balance y reconocer lo que nos ha dejado esa persona o situación que ahora se va, tanto positiva como negativamente. Celebra la despedida: los ritos son momentos especiales y simbólicos que nos permiten despedirnos de manera "oficial" de la situación, expresar nuestros sentimientos y sentir el apoyo de los demás. Por ello, seamos creativos y celebremos siempre que podamos el final y la llegada de algo nuevo. Date tiempo para cicatrizar la herida: el tiempo cronológico no suele coincidir con el tiempo emocional que uno necesita para despedirse y cerrar el dolor que provoca la pérdida. Seamos pacientes y comprensivos con nuestros procesos. Déjate encontrar por la vida: sólo cuando uno pasa página de verdad con una persona o situación, puede dejar espacio en su corazón para que llegue algo o alguien nuevo; pero también hay que provocar oportunidades y buscarlas para que la vida nos sorprenda con lo nuevo.
MIEDO A LA MUERTE Puede que el título de este capítulo no te atraiga. A lo mejor has sentido un nudo o angustia al leerlo. Déjame que te cuente algo: hace tiempo estuve trabajando en una Unidad de Cuidados Paliativos (son Unidades para enfermos incurables o terminales). Fue un trabajo elegido y por el que sentía verdadera vocación. La atracción surgió al captar la intensidad y vitalidad que se escondía tras la proximidad de la muerte. Parece paradójico, pero la muerte está llena de vida, de emoción y de encuentro. Tras 6 años de trabajo, muchos de los idealismos con los que empecé cayeron, y quedó desnuda la experiencia de dolor y las historias de tantas personas que pasaron por mi lado. A lo largo de ese tiempo fui tomando notas y escribiendo reflexiones porque era consciente de la enorme sabiduría que emanan los que están muriendo. ¿Qué nos pasa con la muerte? ¿Por qué nos da tanto miedo? Puede que seas uno de los que no sienten miedo y lo asumen con naturalidad; pero en realidad, es una minoría la que se queda indiferente ante este tema. He observado muchas reacciones:
La familia que tiene a un ser querido muriéndose siente un grado de angustia máxima y un dolor muy profundo que nunca antes había sentido. Los que trabajan junto a los moribundos pasan por muchos sentimientos y vivencias distintas: pueden sentir tristeza ante el fallecimiento de un paciente con el que conectaron especialmente, compasión al acompañar a la familia en su dolor, alivio al ver que el paciente ha dejado de sufrir.
Algunos de los compañeros con los que trabajaba, me comentaban que a pesar de tantos años de experiencia, seguían sintiendo el deseo de salir corriendo cuando un paciente acababa de morir. Es una realidad tan dura, que uno querría alejarse y no verlo. Bajo este deseo de huida podría subyacer el miedo a que la muerte pueda salpicarle a uno o le pueda llegar el turno. Es decir, cuando uno vive de cerca la muerte de un ser querido, irremediablemente piensa en la suya propia. Los moribundos, pues, son el espejo de nuestra propia muerte y frente a ello, querríamos salir corriendo. Y es que la muerte nos coloca en nuestro papel de seres vulnerables y finitos y la certeza de que todos vamos a morir, resulta a veces muy angustiosa. Si para la familia y el equipo que le atiende en la muerte se convierte en una experiencia vital, para la persona enferma, es su último momento vital y como tal, está lleno de emociones, luchas, elaboraciones, etc. La muerte de alguien cercano nos vuelve a traer al recuerdo casi vivo y presente las otras muertes que arrastramos en nuestra vida. Nuestros “muertos” y el dolor que sentimos al perderlos, vuelven a estar presentes con esta nueva persona que perdemos y dependerá de cómo hayamos elaborado las pérdidas anteriores, que ésta sea más complicada o no. Es decir, las muertes mal elaboradas se vuelven a despertar con una nueva pérdida y provocan mucho más dolor que esa pérdida en sí porque es un sentimiento en cadena. Lo que nos une a todos (familia, amigos, profesionales de la salud) es la sensación de que la muerte de otra persona nos abre a una profunda reflexión vital. Nos hace replantearnos nuestro estilo de vida frente a la finitud que nos refleja el otro. Nos centra en lo realmente importante de la vida. Recuerdo que a veces, llegaba al trabajo agobiada con mis problemas cotidianos y mis pequeñas obsesiones, y al sentarme junto a un paciente que estaba muriendo, empezaba
a relativizar los agobios y dar importancia a lo que la tenía: la gente que quiero, vivir intensamente el presente, ser consciente de que yo también tengo un final, etc... Es decir, el momento vital del paciente es tan intenso que provoca en las personas que le acompañan un replanteamiento de sus ideas y valores. Paradójicamente, rozarnos cotidianamente con la muerte, ¡nos hace estar más vivos! Como decía Vicente Verdú en un artículo de El País[1]: “¿Qué elemento con mayor energía que la muerte para iluminar el contenido de la vida?”.
ABRIR Y CERRAR No os revelo nada nuevo si os digo que la vida es un continuo movimiento, momentos que se van y otros que vienen. Como decía Heráclito todo fluye y así debe ser: las estaciones del año, las horas de luz, el tiempo en el reloj, las mareas... Nada es estático. De la misma forma, nuestro ciclo vital básico consiste en abrir y cerrar: relacionarnos y replegarnos, exponernos al mundo y retirarnos de éste. Abrir y cerrar es compartir nuestra intimidad y poder retirarnos en soledad. Abrirnos al mundo y cerrarnos a éste, recogernos. Y esta danza que fluye, esta frontera permeable y flexible es la que define, en mi opinión, la salud. La persona que se siente cómoda en los dos estados y que pasa de un estado a otro sin esfuerzo y de manera natural, está sana. Deberíamos poder habitar nuestra soledad y afrontar nuestro silencio y diálogo interno y también abrir nuestro ser a otros, comunicarnos profundamente y compartir nuestra vida. No parece tarea fácil. Hay personas que sólo quieren estar solas. Que huyen de la intimidad y evitan a toda costa una conversación profunda y sincera de sí mismos. Otros llenan su vida de ruido, personas, actividades, palabras... Cualquier cosa para evitar escuchar su interior y pasar un rato a solas. Todos tenemos las dos necesidades. La de cerrar, descansar, recogernos y pasar un rato en silencio. Y la de abrir, expresar nuestros sentimientos, vibrar con el otro y dejarle que entre en nuestro mundo. ¿En cuál de las dos te cuesta más estar?
A VUELTAS CON EL TIEMPO Te propongo un ejercicio. Piensa en lo primero que te venga con la palabra tiempo. ¿Lo tienes? Si pudiéramos reunir todas las respuestas de asociación libre sobre el tiempo, podríamos comprobar la variedad de percepciones y experiencias que tenemos sobre éste. Puede que a algunos les haya venido la imagen de un reloj, a otros la sensación de agobio por la falta del mismo, otros se han podido ir al deseo de disponer de más tiempo libre. Y es que el nuestro manejo del tiempo tiene importancia. Podemos entenderlo como la cuenta atrás hacia el final -de ahí todos los intentos por detener el paso del mismo, por mantenernos jóvenes o llenarlo hasta el último segundo- o como la posibilidad de vivirlo y disfrutarlo como un instante único que no volverá. El tiempo cronológico es igual para todos pero la vivencia subjetiva que tenemos del paso del tiempo es totalmente diferente para cada uno. Es frecuente observar a personas que van corriendo a todos lados, que siempre están liados y no tienen apenas un rato para el descanso. Personas a las que siempre les falta tiempo. Pareciera que el tiempo es un bien escaso y hubiera que exprimirlo hasta la última gota. El tiempo puede convertirse en un perseguidor en nuestras vidas. El reloj nos apremia con horarios, obligaciones, reuniones. Nos puede hacer sentir en una cárcel o en una olla a presión. El tiempo ¿es para tí un mete-prisas? ¿Te has fijado cómo te levantas cada día? ¿Cómo conduces para ir al trabajo? Pero si ya vamos con prisas... Y a fuerza de correr y agobiarte, ¿consigues que te den más saldo de minutos en el día? También el tiempo puede ser una excusa. Hay compromisos, relaciones pendientes o incluso vacaciones que no tomamos porque no tenemos tiempo. Nos parapetamos en la falta del mismo para no enfrentarnos a situaciones difíciles. Aunque parezca paradójico, perder el tiempo es uno de los retos más difíciles de asumir en nuestros días. La publicidad y nuestro entorno nos conducen a llenar cada minuto y cada espacio de experiencias y actividades. Sé que no siempre es fácil parar el tren del ritmo laboral o familiar. Pero recordad que siempre nos queda la capacidad de elegir cómo vivir nuestro tiempo. Si lucho por tener huecos en mi día a día para disfrutar de perder el tiempo o hacer aquello que me entusiasma, lo conseguiré. Los mejores maestros para aprender a manejar el tiempo de forma sana son los niños. No viven pegados al reloj; se sumergen en la actividad que estén haciendo como si fuera lo único que hay en la vida y cuando se aburren, tiran de creatividad para volver a disfrutar del tiempo.
ME HE QUEDADO SIN TRABAJO Más de 4 millones y medio de personas en España están en el paro. Se han quedado sin trabajo pero también sin seguridad económica, sin realización personal, sin ocupación central en su vida. No tener trabajo puede ser una experiencia nueva y dura para muchas de esas personas. Veamos los diferentes momentos emocionales que pueden estar viviendo: Yo soy mi profesión, mi trabajo. Toda la vida he trabajado como un burro y no se hacer otra cosa. Cuando nuestra vida se ha visto reducida a una sola cosa y la perdemos, nos sentimos sin rumbo, sin horizonte. Si nos identificamos en exceso con el trabajo y éste nos falla, entraremos en una confusión enorme. Debemos diversificar nuestra vida y enriquecerla con otros intereses, relaciones, aficiones. Cada mañana que me quedo en casa me siento pasivo, un parásito de la sociedad, alguien alienado. Yo no valgo para estar sin hacer nada. Los tiempos de espera son muy duros no sólo por la impaciencia que nos entra sino por la incertidumbre de si nos llamarán, si encontraremos algo. Una actitud activa y una buena planificación de nuestro tiempo puede ayudarnos a sentirnos en movimiento, a saber que hacemos lo que está en nuestra mano. Y ahora ¿dónde voy? ¿Cómo voy a encontrar trabajo? ¿Quién me va a coger? Estar en paro afecta principalmente a nuestra autoestima. Sentimos que si perdimos el trabajo fue porque no éramos buenos y eso nos lleva a pensar que no valemos, que somos menos que los demás. He perdido la ilusión por todo, nada me interesa. Una persona que lleva en el paro más de un año tiene un alto riesgo de caer en una depresión. Todos necesitamos sentirnos útiles, capaces y con un propósito en la vida. Las personas que padecen una depresión deben recibir la ayuda de un profesional sanitario (psiquiatra y psicólogo). Una última nota: para salir de las crisis hace falta creatividad. Si tratamos de buscar otros caminos o formas de solucionar el problema, puede que logremos salir de él. La capacidad de cambiar de trayectoria profesional, pensar en qué otras cosas somos buenos o quitarnos las orejeras que solo nos dejan ver el camino de una sola forma... pueden ser maneras de empezar a buscar o crear nuestro nuevo trabajo.
MEDIDAS ANTICRISIS Vivimos tiempos difíciles. Estamos hartos (al menos yo) de oírlo. Tranquilos, que no pienso enunciar trucos para ahorrar, ni aburriros con medidas económicas. El ambiente está nublado, y los ánimos bajos. Por eso, es fácil caer en la desesperanza y dejarse llevar por la angustia y el miedo. Nos bombardean con pronósticos de futuro catastróficos y parece que está de moda quejarse y lamentarse porque todo va mal. Pues lo que hoy reivindico es nuestro derecho a protegernos. Si queremos mantener nuestra salud emocional en buena forma, hemos de aprender a colocar una mampara protectora frente a tanto negativismo y lamento. Ahí van algunas ideas:
Pon atención a las conversaciones de la calle, de los vecinos... Si notas que te afectan, retírate. Cambia el tema, habla de cosas buenas (que también las hay). Cada uno de nosotros podemos cambiar el tono de las conversaciones en que participamos. Haz una pantalla protectora en tu trabajo, en casa. Los medios de comunicación transmiten incertidumbre y miedo. Dosifica las noticias y aprovecha para escuchar música, leer, ver alguna serie. Estar sensibilizado con la realidad es una cosa, y dejarse hundir por la misma, otra muy distinta. Trata de construir, de asumir tu responsabilidad en los problemas en lugar de quejarte y lamentarte por lo mal que está todo. Esta crisis es una llamada imperiosa a ponerse en marcha y buscar salidas creativas y novedosas. Si usas la energía para lamentarte, te quedarás sin fuerzas para luchar y salir adelante. Busca tiempos y espacio para el disfrute. Montones de planes son gratis. La naturaleza no entiende de crisis y sigue estando ahí para que la contemplemos. Si aprecias las cosas buenas que la vida te trae, te sentirás más dichoso. Reír y sonreír están en el catálogo de actitudes de todos los seres humanos, ¡practícalos! Si a pesar de todo esto, hay momentos de tensión o el miedo te invade, busca un rato para retirarte a un lugar seguro. Dedica unos minutos a respirar con conciencia, usa tu imaginación para visualizar un lugar de paz y tratar de recuperar tu bienestar. Con la visualización, puedes escaparte un rato a la playa o al campo y sentir los beneficios que esto tiene en tu interior. Por último, agradece todo lo que tienes. Aunque estés parado o tengas dificultades económicas, el sol sigue saliendo cada día; probablemente tengas una mano amiga que te apoya. Hazte consciente de las cosas realmente importantes de la vida y valóralas.
ME HE QUEDADO SOLO La pérdida de nuestra pareja es uno de los momentos más dolorosos de la vida. Cuando perdemos o rompemos con quien compartíamos nuestro día a día, se abre un profundo dolor y una temporada llena de desconcierto y soledad. Tener pareja supone ir acompañado a todos los sitios, poner la mesa para dos, dormir acompañado, tener en quien apoyarse en los momentos duros... Por eso cuando perdemos a esta persona sentimos que nos falta una parte de nosotros mismos. y nos sumimos en una crisis de identidad sin saber quiénes somos realmente. Puede pasarnos también que nos quedemos sin anclas de estabilidad, sin seguridad económica, sin rol social o familiar. Nuestro punto de apoyo existencial desaparece. Y aquí viene lo paradójico: cuando nos ha fallado lo más importante de nuestra vida, todavía nos queda eso, nuestra propia vida. La pérdida nos empuja a empezar otra. Esta crisis existencial es una llamada a evolucionar, a reinventarnos. Generalmente buscamos una pareja que nos complemente en nuestros puntos débiles y así nos sentimos más completos, pero a cambio, nos acomodamos y no evolucionamos ni desarrollamos nuevas habilidades. Sin embargo, las personas nacemos inacabadas; es la propia vida la que nos hace irnos completando. Montones de aspectos propios están esperando dentro de nosotros a ser descubiertos, explorados y activados. La necesidad de llenar nuestro tiempo libre y el tener que recolocar la energía que depositábamos en la persona que ahora ya no está, nos empujan a completarnos, a ilusionarnos con nuevos proyectos y atrevernos a hacer aquello que siempre nos dio reparo. Hace más de un año murió una persona muy querida para mí y su mujer -ahora viuda- ha sido un ejemplo de valentía y coraje. Después de muchos años de matrimonio tuvo que aprender a hacerlo todo sola; ella ha decidido reinventarse, atreverse con la vida y dejar que los cambios entren en su existencia. Puede que no tengamos que esperar a perder a alguien querido para plantearnos la pregunta: ¿qué me queda por desarrollar de mi mismo, en qué puedo evolucionar?
LA GRANDEZA DEL SER HUMANO Hace unos días, navegando por Internet, encontré un testimonio que me conmovió el alma. La protagonista de la película de Lo imposible, Naomi Watts charlaba con la protagonista real de la historia, María Belón, una mujer española que sobrevivió al Tsunami junto con su familia. Estaría todo un día reflexionando sobre lo que pasa en esta entrevista. Es un tratado de comunicación auténtica, verdadera, emocional y no-verbal. Las mujeres nos comunicamos en otro código con otras mujeres. La amistad entre dos mujeres es profunda, sólida y emocional. Pero si me detengo aquí, estaría escribiendo otro artículo y hoy quiero reflexionar sobre otras cosas. Pasar por una situación tan traumática, te hace sentir privilegiada, agradecida y también estremecida por la cantidad de personas que no tuvieron tu misma suerte. No deja de sorprenderme y conmoverme cómo, en medio de la tragedia emerge la grandeza de las personas, la generosidad, el altruismo desnudo de miedos y prejuicios. Creo aún más en el género humano cuando un tren descarrila en Santiago y los vecinos saltan la verja y sacan a la gente atrapada; cuando un chaval joven abraza a una niña asustada y trata de calmarla contándole cosas. María Belón, una mujer equilibrada y con un mundo emocional muy sano, habla de su deseo de morir y acabar con tanta lucha bajo el agua ("que esto acabe ya por favor"). Pero en medio de la desesperanza, ve la cabeza de su hijo salir a flote y en una centésima de segundo su deseo de vivir surge como una explosión para tratar de estar junto a él y su pensamiento es: "ojalá no acabe nunca". Porque nuestros instintos más primarios se asientan en el amor, en la presencia de un otro (un hijo, una madre, una pareja). Y en mitad del desastre, conecta con su deseo de vivir y sabe claramente para quién quiere seguir viviendo. Estoy convencida que la fuerza del amor y los lazos afectivos son los motivos por los que decide seguir viviendo. Cuando le preguntan si lo ha superado, dice con contundencia: "a nosotros no nos pasó nada, les pasó a los que quedaron bajo el agua. Nunca imaginas que esto pueda pasarte, pero llega y en ese momento puedes darte cuenta de quién eres; claro que puedes superarlo." O lo que es lo mismo, tenemos una imagen de nosotros limitada, sesgada y asustadiza y cuando llega una verdadera crisis, sacamos todo nuestro Ser, nuestras capacidades y afrontamos el dolor y el sufrimiento de manera natural. Somos mucho más que la representación mental de nosotros mismos; somos grandeza y coraje. Durante toda la entrevista está sentada a su lado Naomi Watts. Ella es la persona que escucha a María contar su relato durante horas y horas. Le acompaña con la mirada, con su cuerpo y la sostiene emocionalmente todo el tiempo. No se apresura, no rompe el silencio y en una postura de recogimiento como si estuviera en un lugar sagrado, deja que esta superviviente saque una y otra vez el horror vivido para curar sus heridas. Compartir el testimonio de lo que pasó (no sólo a ellos) es un homenaje a tantos miles de personas que murieron allí y un paso fundamental para sanar el dolor. Siente que la vida le ha dado una prórroga. Que es una privilegiada por tanto recibido. Una muestra más de que en la tragedia las personas aprendemos mucho y crecemos como gigantes. No dejéis de ver la entrevista. http://www.mitele.es/mitele-vo/lo-imposible-extras/en-exclusiva/maria-belon-and-naomiwatts-face-to-face/
TE RECOMIENDO LEER… EL BUEN ADIOS El buen adiós: cómo mirar serenamente hacia el final de la vida. Autores: Jesús Poveda, Silvia Laforet. Ed. Espasa. Un dia mi padre llegó a casa hablando de este libro y me lo prestó. Tan natural y sencilla fue la llegada del libro como su lectura. Conozco abundante bibliografía sobre este tema ya que estuve trabajando 6 años en una Unidad de Cuidados Paliativos y sigo enganchada a este área de la psicología, y puedo decir que éste es uno de los libros más deliciosos que han caído en mis manos sobre el final de la vida, los Cuidados Paliativos y la actitud auténtica ante la muerte. Lo recomiendo a profesionales del campo de los Paliativos y la Psicología porque podrán volver a saborear los fundamentos y la humanidad de este área de la ciencia, y a profanos en la materia porque se acerca con delicadeza, respeto y ternura a la muerte.
LA CENICIENTA QUE NO QUERIA COMER PERDICES Los Reyes me han traído un libro con una nota: para que se lo leas a tu hija cuando sea un poco mayor. Me ha encantado. Las ilustraciones son muy creativas y el texto excelente. Posiblemente este libro sea un auténtico manual para trabajar con mujeres que han sufrido y sufren malos tratos, pero también es muy recomendable para todos los que queremos hacer una lectura diferente de las cosas que suceden en nuestro mundo. Me gustan especialmente estas ideas:
ser feliz depende de uno mismo y no de atarse y someterse a otros cada uno ha de encontrar su lugar y su camino para despertar y tomar las riendas de su vida quererse y cuidarse a uno mismo es el inicio para mejorar el mundo
Puedes visitar: http:// www.lacenicientaquenoqueriacomerperdices.com
LA MUERTE LENTA Muere lentamente quien no cambia de ideas, ni cambia de discurso, quien evita las propias contradicciones. Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos y las mismas compras en el supermercado. Quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo, no da algo a quien no conoce. Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú y su pareja diaria. Muchos no pueden comprar un libro o una admisión de cine, pero muchos pueden, y aún así se alienan delante de un tubo de imágenes que trae la información y el entretenimiento,
pero que no debería, pues con sólo 14 pulgadas, ocupa tanto espacio en una vida Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las “íes” a un remolino de emociones indomables, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas e hipos, corazones a los tropiezos y sentimientos. Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos. Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en si mismo. Muere lentamente quien destruye su amor propio. Puede ser la depresión, esa enfermedad es grave y requiere ayuda profesional. Luego sucumbe cada día quien no se deja ayudar. Muere lentamente quien no trabaja y quien no estudia, y la mayoría de las veces es una opción y, sí, destino: entonces un gobierno en silencio puede matar lentamente una buena parte de la población. Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante, desistiendo de un proyecto antes de empezarlo, el que no pregunta acerca de un asunto que desconoce o no responde cuando le indagan sobre algo que sabe. Muchas personas mueren lentamente, y esta muerte es una muy ingrata y traicionera, porque cuando se acerca de verdad, ya estamos muy destrozados para caminar en el corto tiempo que resta. Que mañana, por tanto, demore mucho para que sea nuestro día. Dado que no podemos evitar un final repentino, por lo menos evitar la muerte en suaves prestaciones, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que simplemente respirar. La muerte lenta (por Martha Medeiros)
PEQUEÑAS GRANDES COSAS
Pequeñas grandes cosas Autor: Albert Figueras Ed. Plataforma actual. 2007 La vida está llena de sensaciones, de momentos... de pequeñas grandes cosas que provocan bienestar. [...] Esas situaciones actúan de modo parecido a los placebos. [...] Durante este recorrido por el extenso bazar del placer comprenderá por qué vale la pena identificar sus placebos personales y aprovechar al máximo sus potentes efectos ¿Nos acompaña a saborear los colores y tocar los aromas de este gran bazar de bienestar?
INTELIGENCIA DEL ALMA “Inteligencia del Alma”
Autor: José María Doria. Gaia Ediciones. José María Doria en su libro “La Inteligencia del Alma”, nos ofrece la posibilidad de reflexionar acerca de distintos temas relacionados con la condición humana. A través de 144 capítulos comparte la sabiduría del alma, que quiere inspirar en el lector, un cambio de actitud hacia patrones más auténticos, que le ayuden a desenvolverse en la vida con menos sufrimiento. Este libro está escrito con la idea de que cada día la persona lea un capítulo al empezar el día y sea inspirado con las palabras de José María a vivir las siguientes 24 horas con más consciencia y desde una actitud positiva. Invita a disfrutar del día, a vivirlo con apertura al otro, con atención a lo que pueda acontecer para disfrutar, crecer y aprender. El autor, como psicoterapeuta, pretende crear una herramienta de ayuda que actúe con rapidez y sin esfuerzo pero que sea profundamente efectiva. A través de temas como la aceptación, la alegría, el altruismo, la apertura, el amor, la comunicación, el coraje, la confianza, la creatividad, el éxito, la fortaleza… intenta dotarnos de estrategias para afrontar el día con plena consciencia y dedicación.
DOCE MOMENTOS EN LA VIDA DE TODA MUJER Autora: Joan D. Chittister. Ed. Sígueme 2009 El libro de Ruth del Antiguo Testamento cuenta la historia de una mujer que sufre un montón de cambios repentinos en su vida y tiene que reinventarse. Recomiendo este libro basado en la historia de Ruth -escrito por una mujer para las mujeres-, a todas las personas que intentan vivir de manera positiva la pérdida de un ser querido, un cambio en el trabajo o en su residencia... Casi todas las lecturas que valen la pena, son regalos de mis amigos. Ese es el caso de este libro. No es fácil afrontar las pérdidas y los virajes de la vida de forma creativa y esperanzadora. Pero este libro busca encontrar soluciones alternativas a los problemas y aprovechar las oportunidades que nos ofrecen las dificultades para crecer y evolucionar. La autora defiende que cada cambio y cada pérdida es un empujón existencial que nos trae la vida para que evolucionemos y crezcamos. Estamos llamados a desarrollar todo nuestro potencial y a ser plenos y las crisis vitales nos colocan en encrucijadas que nos empujan a ello. Son oportunidades para trabajar sobre nuestro yo inacabado. Todos tenemos dentro de nosotros mismos lo que necesitamos para construir nuestra existencia y sentirnos plenos y concretos. Cada capítulo del libro trata uno de los momentos cruciales por los que todos pasamos en la vida: pérdidas (este es el mejor capítulo en mi opinión), cambios: porque la vida no es estática por mucho que nos empeñemos. La transformación como revolución del alma. La independencia como la capacidad de modelar nuestra propia vida y aprender a cuidar de nosotros y ser responsables de nuestra existencia. El reconocimiento, frente a la invisibilidad, que es una manera de mostrar a los demás que estamos vivos y que queremos un lugar en nuestra sociedad. La invisibilidad es el factor común de millones de mujeres que trabajan en la oscuridad sin recibir valoración, si ser reconocidas.
UNA PENA EN OBSERVACION Autor: C.S. Lewis. Ed. Anagrama Este libro en el que se basa la película Tierras de penumbra (que aprovecho para recomendar) acerca al lector a la experiencia íntima de la pérdida de un ser querido. El protagonista se queda viudo y relata con enorme honestidad sus sentimientos y pensamientos a lo largo de su duelo. Es un libro de cabecera para aquellos que nos dedicamos a acompañar a personas en duelo.
LAS VOCES DEL DESIERTO Autor: Marlo Morgan. Ed.Zeta Bolsillo Tengo una amiga que de vez en cuando zarandea mi espíritu con alguna lectura, música o curso. Este libro fue uno de sus regalos y me impresionó. Podemos vivir una vida distinta a la que tenemos ahora. Las cosas pueden cambiar si nos atrevemos a salir de la rueda y elegimos cumplir nuestros deseos.Una mujer como tantas otras, estresada y adicta al trabajo, emprende un viaje que abrirá sus sentidos, su mente y su alma y cambiará para siempre su vida. Su narración tambien nos ofrece a nosotros la oportunidad de cambiar la nuestra.
TREINTA PALABRAS PARA LA MADUREZ Autor: J.A. Garcia Monje. Ed. Descleé De Brouwer. El autor de este libro fue uno de mis profesores durante la carrera y su asignatura práctica y vivencial me acercó a la psicología aplicada, a la corriente humanista y a la escuela gestáltica de la que ahora formo parte. Este libro posee la sencillez de las buenas lecturas y permite reflexionar sobre conceptos vitales como la vida, la muerte, el yo, el compromiso... Además ofrece ejercicios prácticos que ahondan aún más en la experiencia de convertirse en adulto.
PADRES E HIJOS EL DESEO DE SER PADRES Ser padre o madre es una de las aventuras más comprometidas y arriesgadas de la vida. Por ello, creo que merece una reflexión el plantearnos si queremos ser papás o mamás en nuestra vida o elegimos no serlo y preguntarnos desde dónde elegimos cada opción. En los animales, la procreación es un hecho biológico irrefutable e instintivo. En los seres humanos no está tan claro. No creo que todas las personas nazcamos con el instinto paternal/maternal bajo el brazo, sino que este deseo se va gestando en nosotros a través de la educación, el entorno, nuestra historia de vida, etc. A veces, nuestra experiencia dolorosa o traumática de ser hijos de nos lleva a adoptar la postura contraria de rechazo de ser nosotros futuros padres. Otras veces, vivimos la posibilidad de ser padres como una imposición familiar o social que nos agobia y nos hace temer la pérdida de nuestra libertad. Sería bueno que alguna vez en la vida nos preguntáramos: ¿para qué o por qué quiero yo tener un hijo? Posiblemente hay tantos motivos para desear ser padres como peces en el mar, ¿cuál es tu motivo? Que nuestros hijos sean o tengan lo que nosotros no pudimos ser o tener, que alguien nos trascienda después de la muerte y dejemos un legado, asegurarnos el cuidado en nuestra vejez... También puede ser que queramos satisfacer nuestro deseo, traer al mundo a personas que valgan la pena, tener una familia, no sentirnos solos, etc. Lo más importante de esta reflexión es llegar a ser sinceros con nosotros mismos sobre las razones que nos mueven a querer ser padres y tratar de no contaminar a nuestros hijos con nuestras taras y sesgos para conseguir que sean seres libres, felices y sanos.
¿POR QUÉ NO PUEDO TENER UN HIJO? Cuántas veces hemos oído: "el año que viene queremos tener un hijo" o las famosas cuando dicen "quiero tener 5 hijos"... Querer no siempre es sinónimo de poder en estos temas de fertilidad. La cadena natural de nacer, crecer, reproducirse y morir no se da de manera tan obvia en algunas mujeres y sus parejas. Los procesos naturales se rompen y tras meses, y a veces años, intentando quedarse embarazadas surge la desesperanza y la pregunta: ¿por qué todas las demás sí y yo no? El deseo de ser madre/padre puede hundir sus raíces en la infancia o en la adolescencia y cuando llegamos a adultos descubrimos con dolor que los sueños y las expectativas no se cumplen siempre. Entonces toca recomponerse, asumir la dificultad para tener hijos de forma espontánea y buscar alternativas. En España hay más de 800.000 personas que sufren por la dificultad de tener un hijo de forma natural y en el momento deseado. Los tratamientos de fertilidad ofrecen la posibilidad de conseguir el embarazo. Pero este camino no es fácil. Algunos programas de apoyo a la fertilidad incluyen asesoramiento emocional para las parejas porque presentan trastornos de adaptación a esta situación de infertilidad, además de estrés, ansiedad y depresión. Por todo ello, querría recordar que no poder tener hijos conlleva gran sufrimiento emocional y que se debería tener en cuenta el desgaste personal, psicológico y de pareja que genera este problema y su tratamiento. Seamos sensibles y cuidadosos en las opiniones que formulamos a la ligera y ofrezcamos apoyo a las personas que lo sufren.
PAREJA DE 3: LA LLEGADA DEL BEBE Tras 9 meses de espera, llega el bebé a la vida de los nuevos padres. A pesar de que a lo largo del embarazo la pareja ya ha sentido que un nuevo miembro entra en esa relación de a dos, no es hasta el nacimiento cuando sienten que la atención hay que repartirla entre tres y no entre dos. La llegada de un bebé es una alegría y un sueño cumplido pero también un elemento "disonante " en esa relación de pareja pre-existente. En los primeros meses, la mamá está volcada en el recién nacido y no es extraño que el padre se sienta desplazado en esa nueva etapa. Los cariños y las atenciones ya no recaen sólo sobre él sino que se reparten, en el mejor de los casos, entre dos. Si a esto añadimos la cantidad de decisiones que hay tomar sobre el cuidado y la educación del niño, la ausencia de tiempo para que la pareja esté a solas, etc. Terminamos formando un puzzle en el que las piezas son difíciles de encajar. No quisiera pintar un panorama pesimista; tan sólo tomar conciencia de la cantidad de cambios que sufre la pareja en esta etapa y la necesidad de estar preparados para ello. Aunque resulte obvio, la pareja ha de tomar las decisiones por sí misma y tratar de alejarse de influencias externas (madres, amigas...) para construir el modelo de familia que ellos quieran. Reflexionar juntos y escucharse con calma es una herramienta muy útil cuando surgen dudas o roces propios de la estrenada paternidad. Otra ayuda puede ser repartir tareas entre los dos para que ninguno se sienta sobrepasado ni excluido de la nueva familia. Si nos sentimos un equipo buscaremos soluciones a los problemas en lugar de reprocharnos y frustrarnos con el otro. Y una última cosa: no dejes de darle las gracias a tu pareja por su dedicación y decirle lo bien que lo está haciendo.
PADRES SIN DERECHOS El modelo de padres que abunda a mi alrededor -entre los que me incluyo- es el del padre(madre)-chicle. Se estira y se estira durante 16 horas al día para lograr ser "perfecto" en todos sus ámbitos. Estira la jornada laboral al tiempo que atiende vía internet asuntos personales y estira luego su capacidad de aguante al llegar a casa y jugar, bañar y hacer los deberes con los niños. Cuando llega el fin de semana la cosa no mejora. Hay que conseguir el mejor ocio, las mejores actividades para la familia o en su defecto, para los hijos. Y sin darse cuenta, arrincona su vida personal y su vida de pareja. Los hijos son y deberían ser una prioridad para todo aquel que decide tenerlos, pero no la prioridad. Como padres necesitamos respiros y descanso pero tratando de ser padres ejemplares volcados en nuestros hijos, nos hemos ido negando el derecho a nuestro tiempo. La renuncia y la generosidad son grandes virtudes pero también nutrirse a uno mismo y cuidarse, son necesidades básicas. Nos vaciamos con los hijos (en tiempo, en energía...) y no buscamos una fuente personal donde repostar tras tanto desgaste. Y es que la presencia continuada (o sea, estar 24 horas al día con nuestros hijos los 365 días del año) deja de tener valor; en cambio la presencia con pequeñas ausencias (un rato de deporte, un curso interesante, una escapada de fin de semana) se saborea mucho más. La cantidad puede mermar la calidad de atención a nuestros hijos. Podemos quemarnos y sentirnos encerrados o empezar a reconocer nuestras necesidades y tratar de cubrirlas para ser padres y personas más felices. ¡Yo estoy en ello!
HERMANOS Hoy me gustaría reflexionar sobre unos grandes olvidados de la literatura y la investigación en Psicología: los hermanos. A lo largo de la historia y desde diferentes corrientes, se ha escrito e investigado mucho sobre los padres y su influencia en la vida de los hijos. Pero creo que nuestros hermanos, esos iguales, han sido decisivos para que seamos quienes somos actualmente. Ellos han formado parte de nuestra vida desde el inicio e influyen definitivamente en nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Veamos por qué. Los hermanos conviven: desde bebés aprendemos a relacionarnos. Los hermanos son la primera referencia con otros iguales. Están en la misma categoría que cada uno de nosotros y con ellos aprendemos a jugar, a sonreir, a pelearnos por nuestro trozo de pastel, a negociar, a dialogar. Los hermanos comparten la biografía de cada uno. Probablemente nadie sabe más de nosotros en los primeros años de vida que nuestros hermanos. Con ellos no hemos tenido secretos. Compartíamos trastadas, confidencias, cosas prohibidas. Nos han hecho de espejo y nos objetivan cuando nuestros recuerdos distorsionan lo que pasó. Caminaron con nosotros y compartieron el día a día: la misma habitación, los juguetes, la ropa, las bromas... Por eso, cuando un hermano fallece o se rompe drásticamente la relación, nos sentimos un poco huérfanos. No sólo perdemos a una persona muy significativa, también una parte interna nuestra muere. Los hermanos compiten, y eso es bueno. Son nuestra primera frustración de la vida. Cuando llega otro hermano, el bebé descubre que no es el único; los padres reparten su tiempo y atención entre los hijos. El niño entonces se da cuenta de que tiene que hacerse un hueco, defender sus "posesiones", conquistar la atención y el cariño de los mayores. Descubre la rivalidad y eso le hace afianzar su confianza y luchar por lo que quiere. La competencia nos hace evolucionar y desarrollar competencias para lograr nuestro fin. Por eso, los hijos de familias numerosas suelen ser más autónomos y generan más estrategias para solucionar sus problemas. Los hermanos colaboran entre sí. Desde pequeños inoculan el espíritu de equipo, la importancia de respetar y tener en cuenta al otro, ayudar al pequeño y saber ceder. Es frecuente ver entre hermanos con cierta diferencia de edad, actitudes de cuidado y protección hacia los menores. En definitiva, los hermanos son maestros de la vida: nos permiten desarrollar actitudes de solidaridad y apoyo entre iguales. Nos enseñan a encajar la frustración desde bien pequeños. Y casi sin esfuerzo, nos permiten adquirir destrezas en el arte de negociar, organizar y solucionar problemas.
COMO HABLAR CON LOS NIÑOS Los niños tienen la extraña habilidad de ponernos en situaciones comprometidas con sus infinitas preguntas. En ocasiones, estas preguntas dejan de manifiesto que los adultos no tenemos respuestas a todo y en otras, que hay temas que no llevamos con naturalidad y de los que nos cuesta hablar. Pero a pesar de nuestras dificultades, los niños necesitan explicaciones sobre lo que pasa en sus vidas, en su entorno, en el mundo. Cuando cerramos la puerta a hablar de un tema, les estamos mandando el mensaje de que de eso no se habla. Y ellos muy pronto comprenden que hay temas de los que no se debe hablar; comienzan a asumir los tabúes y aprenden que hay temas vetados en su familia: la muerte, el sexo, problemas familiares, enfermedad mental o física... Al comenzar a escribir este artículo, pensé mucho en el título. Elegí cómo y no qué hablar con los niños porque creo que la comunicación con los hijos debería ser continua y sin discriminar unos temas y otros no (esto se lo cuento, esto no). Los niños no son tontos, sólo pequeños, y tienen una capacidad maravillosa para entender lo que les contamos. Pero hay que tener presente, cómo se lo contamos. Ha de ser en un lenguaje claro y sencillo, a su nivel. Tenemos que bajar a su altura y percibir cómo ellos ven el mundo y desde ahí hablarles. Muchos padres tienen la creencia de que hay temas que mejor no tocar porque puede traumatizar a los niños. Yo creo que lo que hace sufrir a los niños es el silencio, las preocupaciones sin respuesta, la soledad en la que se meten cuando no pueden hablar con un mayor de lo que les pasa. Decía antes que los niños no son tontos y me reafirmo: tienen una intuición fantástica, una capacidad de adaptación bastante mayor que muchos adultos, y un mundo emocional muy rico. Es decir, que en todo momento sienten cosas, aunque no les pongan el nombre o no nos las cuenten. Sienten miedo al abandono o a quedarse solos, preocupación por si nos pasa algo, culpa al creer que han propiciado una situación dolorosa en la familia (papá se ha ido porque me he portado mal, mamá se puso enferma porque yo no obedecí...). Y sólo si sacan esos sentimientos fuera, podremos tranquilizarles o darles el cariño y el apoyo que están necesitando. Continuando con la intención del título he puesto hablar con, y no hablar a. Se trata de que las dos partes que se comunican puedan compartir lo que les pasa. En ocasiones, sentamos a los niños y les "echamos la charla" sin dar opción a que ellos se expresen o nos digan lo que les pasa por dentro. Hablar con, supone dejar tiempo para que el niño procese la información y nos haga preguntas o nos cuente cómo lo ha entendido él. Si queremos cuidar y atender el mundo emocional de nuestros niños, escuchemos lo que nos dicen, escuchemos los diálogos de sus juegos (dan mucha información) y ayudémosles a poner nombre a esos sentimientos que tienen. Eso les ayudará a conocerse y a entender mejor la situación que están pasando.
NIÑOS RESPETADOS No soy una madre muy paciente, lo reconozco. A veces me puede el mal humor o el cansancio; otras, quiero que mis hijos entren en la horma de mi zapato y no hay manera. Desde hace un tiempo, resuena en mi cabeza el concepto de educación respetuosa. Es una corriente pedagógica creada por psicólogos, pedagogos y padres que aboga por tratar a los más pequeños con respeto y confianza, con el amor, la comprensión, la contención, la libertad y la empatía necesarias para que un hijo florezca a su manera. Hay cosas que no me gustan de esta corriente: su falta de realismo. Pretende padres dedicados 24 horas al día al cuidado amoroso de su hijo. Y digo hijo porque me resulta imposible imaginar cómo aplicar este esquema tan abierto de crianza cuando tienes tres o más hijos a los que dedicar tu energía. También echo en falta poner límites; los niños necesitan límites, necesitan el no y aprender que los padres y sus hermanos tienen sus propias necesidades. Han de aprender que el otro también necesita comprensión y espacio. A pesar de que no comulgo (por carácter y por ideología) con todos sus principios, sí que abre en mí un espacio de reflexión. Me doy cuenta de que vamos por la vida metiéndoles prisa, llenando su agenda de extraescolares, presionando con obligaciones y deberes y quizás desde ahí, no les estamos respetando. Queremos que nuestros hijos sean ese sueño que tenemos en nuestra cabeza y no les permitimos que sean como son. Lo expresa mucho mejor Erich Fromm: <<Respeto no significa temor y sumisa reverencia; denota, de acuerdo con la raíz de la palabra (respicere: mirar), la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su individualidad única. Respetar significa preocuparse por que la otra persona crezca y se desarrolle tal como es>>. Para que un niño crezca en todo su potencial necesita saber que nos importa, que le entendemos y respetamos lo que le pasa y siente, necesita sentirse seguro. Los niños merecen que respetemos sus ritmos, sus gustos, sus necesidades (físicas, emocionales y espirituales). Es también cierto que nos llevan al límite y nos sacan de quicio con frecuencia, y que cuando se nos acaban los recursos les violentamos y les imponemos nuestra visión sin escuchar y respetar la suya. Si fuéramos capaces de poner una mirada de respeto y comprensión a lo que les está pasando, quizá entenderíamos mejor el significado de esa rabieta, la pelea en el cole, etc... Las emociones necesitan salir y tener un cauce de expresión y los niños muchas veces, no saben canalizarlas. No olvidemos que los padres somos su modelo y su apoyo en los primeros años. Ayudémosles a poner nombre a sus emociones y entenderlas un poco mejor.
ESOS SABIOS BAJITOS Solemos decir que los niños son como esponjas, que aprenden rápido y absorben todo. Pero los niños no sólo aprenden, también enseñan. Estos locos bajitos que decía Serrat, se mantienen a ras de suelo durante los primeros años y estoy convencida de que ese contacto con la Madre Tierra, les proporciona esa sabiduría. Los niños están en contacto permanente con sus sensaciones y necesidades. Esto les hace ponerse en marcha (energetizarse) para cubrir esa necesidad y retirarse con naturalidad cuando están satisfechos. No se bloquean, no vuelven atrás. Una vez, su necesidad ha sido satisfecha, pasan a otra cosa. A medida que vamos creciendo, perdemos ese contacto con nuestras necesidades y nuestro cuerpo y pasa a dominar nuestra cabeza. Nos prohibimos cosas, nos censuramos necesidades básicas fisiológicas y emocionales, frenamos nuestra acción, nos enganchamos y no logramos dejar ir aquello que ya pasó. Viven el momento presente. Seguro que tenéis en vuestra memoria momentos en que vuestros niños estaban embebidos en alguna actividad (en ese puzzle, en las construcciones, en la playa, con las muñecas). Y es que es así, los niños viven plenamente el momento actual, se lo beben. No tienen en la cabeza los asuntos pendientes o lo que tienen que hacer a continuación. Eso ya llegará, ahora solo existe ese momento y lo exprimen. Por eso viven las emociones con tanta intensidad. Cuando ríen, les tiembla todo el cuerpo. Si lloran, las lágrimas lo inundan todo. Cuando están enfadados, su cuerpo se sacude la rabia y la frustración. Saben fluir con la vida, se dejan llevar. Es asombroso cómo incorporan lo nuevo a lo ya conocido. Aprenden deportes, idiomas o música con una naturalidad pasmosa. No hay bloqueos mentales, no hay sentimientos de incompetencia. Se lanzan a lo nuevo y se dejan llevar sin poner resistencia. Podeis observar a los niños esquiando. Es un movimiento fluido, casi una danza. El cuerpo es sabio: posturalmente son perfectos. ¿Os habeis fijado cómo se sientan, cómo caminan? Su espalda siempre está perfectamente colocada. ¿Conocéis a algún niño que tenga contracturas? Son flexibles, pura plasticidad. La rigidez o la contracción no entra en sus esquemas porque cuando necesitan estirarse o cambiar de postura, lo hacen. Le dan a su cuerpo lo que necesita. Una última reflexión: ¿en qué momento de nuestra vida perdimos esa capacidad innata de fluir con la vida y empezamos a llenarla de bloqueos, inhibiciones y preocupaciones constantes? Volvamos hacia atrás y tratemos de recuperar la sabiduría de los niños.
YO QUIERO UN PAPA COMO EL TUYO En casa de mis padres estuvo mucho tiempo colgado un cartel que hablaba de la imagen que tenemos de nuestro papá desde los 2 años hasta los 100. Y la evolución iba desde la idealización de los primeros años, al desencanto de la adolescencia y finalmente la comprensión en la madurez. Casi nunca estamos contentos con lo que tenemos o nos toca. De pequeños solíamos envidiar a esa amiga que tenía un papá más simpático, enrollado o permisivo que el nuestro. Andamos comparando lo que tenemos con lo que creemos que tiene el otro y siempre nos encontramos en falta. En mi consulta es muy frecuente escuchar que su padre (o madre) no son lo que ellos necesitan, no les dan lo que precisan, no les comprenden, no les animan... Parece que ser papá supone tener un poder y unas capacidades especiales. El papá siempre debería tener la palabra o el consejo oportuno, el abrazo preparado para ese momento que lo necesitas, la oreja a punto para escuchar nuestros problemas...Y se nos olvida que los papás son personas humanas y falibles como el resto de los mortales. Papá también se bloquea y no sabe qué decirnos, le entra miedo frente a nuestras ideas novedosas, está cansado y no puede escuchar tranquilo, le cuesta ser flexible al escuchar nuestras opiniones... Resulta que papá, muchas veces no se entera de lo que nos pasa y no sabe acompañarnos como nosotros querríamos. Mi papá, y el tuyo y el de todos tiene también su historia familiar: viene de otros padres que lo hicieron lo mejor que pudieron con él pero le marcaron también con sus manías, miedos y ”neuras” y así la cadena va hacia atrás hasta el principio de los tiempos. Sólo cuando nos reconciliemos con sus defectos y limitaciones, podremos disfrutar de sus talentos y cualidades sin pedirle que sea otro que no es y encontraremos en nosotros mismos el apoyo y la aceptación incondicional que buscamos fuera.
LA EFICACIA DE LA EMPATÍA Las personas no somos seres individuales viviendo en islas desiertas. Somos seres en relación y nos influimos unos a otros. Estamos interconectados. La empatía, esa capacidad de poder sentir como si fuéramos esa persona, nos ayuda a ser personas más sensibles, cercanas y comprensivas. Nos permite ponernos en el lugar del otro. Cuando uno se pregunta qué le habrá pasado a esta persona para reaccionar de esa manera, estamos tratando de empatizar, de ponernos en su pellejo. Y es que "si accediéramos a la biografía de nuestros enemigos y comprendiéramos la tristeza y el sufrimiento que padecen, nuestra hostilidad se desvanecería” (Henry W. Longfellow). Además, la empatía requiere de un paso previo: el autoconocimiento. Difícilmente podremos lograr empatizar con otro si no somos capaces de reconocer nuestras emociones y ponerles nombre. El contacto íntimo con uno mismo abre la puerta a una mejor comprensión de los demás. En mi consulta, escucho a muchas personas que vienen dolidas y heridas por otros. Su enfado no les deja ver qué sentía la otra persona en el momento que le hizo daño, qué le estaría pasando. Sólo preguntándonos qué movió a esa persona a actuar de ese modo, podremos comprender con profundidad toda la escena vivida. Considero que una de las mejores enseñanzas que podemos dejar a nuestros hijos es la de ser empáticos; saber tener en cuenta lo que está sintiendo su amigo, imaginar qué sentirá con su reacción alguien de la familia.
NIÑOS CREATIVOS Llevo un tiempo "obsesionada" con desarrollar la creatividad en los niños. Me parece que la educación académica de nuestros hijos desatiende esta dimensión tan importante. Soy una convencida de que las personas creativas tienen muchas más capacidades para salir adelante en la vida y son más felices. Y es que cuando potenciamos la creatividad en nuestros hijos, les estamos permitiendo que desarrollen todo su potencial, que expresen artísticamente lo que llevan dentro y que refuercen su propio criterio. Es decir, la creatividad no sólo nos muestra las destrezas artísticas de nuestros hijos. También les dota de herramientas para ser personas flexibles y abiertas, les ayuda a generar más alternativas en la solución de un problema y les permitirá ser personas más seguras en un futuro. Con la llegada del verano tenemos una oportunidad excelente para fomentar la creatividad de nuestros hijos. Ahí van algunas pautas:
Flexibilicemos los horarios. Durante el invierno atosigamos a los niños con horarios, prisas y actividades. Ahora llega el momento de descargar la agenda de nuestros hijos de obligaciones, madrugones y carreras. Un niño desarrolla su creatividad e imaginación cuando está aburrido. Démosles tiempos tranquilos sin planificar para que puedan construir su historia, un teatro o un juego inventando con amigos o hermanos. Anímales a que entren en la cocina y preparen con vosotros la comida, la merienda o un desayuno diferente. Ayúdales a pensar. A lo largo del verano, surgirán montones de conversaciones que permitirán al niño reflexionar, preguntar o interesarse por cosas nuevas. Las sobremesas, los viajes en coche, las esperas en algunos viajes, los paseos por la playa... pueden ser momentos para estimular su espíritu crítico y su opinión personal. Hay preguntas que abren la puerta a la creatividad: ¿qué se te ocurre que podríamos hacer? ¿de qué otras formas podemos hacer esto? Ayúdales a explorar con sus sentidos. El verano está lleno de olores, colores intensos, texturas (en nuestro paladar y en nuestras manos), músicas vivas. Muéstraselas, despierta sus sensaciones. Anímales a organizar actividades nuevas: una fiesta del verano, una cena oriental, un concurso de castillos en la playa. Deja que lo preparen y planifiquen ellos; les motivará mucho más y tomarán la iniciativa. Si quieres premiarles por el esfuerzo realizado en el año o por sus notas, prueba a regalarles algo diferente. Una actividad abierta, un juego de manualidades, un kit de pintura, un diario para que escriban todos los días. Con pequeños gestos puedes ayudar a que surja el artista que todos llevamos dentro.
ESTOY EN MI ELEMENTO Este verano he estado en el cine, y ya se sabe que con niños, acabas siempre viendo las pelis de dibujos animados. Se trataba de Monsters University. El protagonista buscaba realizar su sueño yendo a la Universidad para convertirse en el mejor asustador del mundo y poder trabajar en Monters Inc. Desde pequeño tuvo muy clara su vocación, su pasión y no paró hasta lograr desarrollarla. Lo curioso es que se enfocó en primer lugar hacia la Universidad y no logró alcanzar su meta. Tuvo que dejar la Universidad para la que no estaba capacitado y buscar otro camino para llegar a su sueño. También en España parece que el único modo de alcanzar el éxito es accediendo a la Universidad y ahí se produce un efecto embudo que deja a miles de estudiantes en paro, frustrados y desesperanzados. Nuestro protagonista con mucho esfuerzo logra escalar posiciones en la empresa, destacándose por ser uno de los mejores en cada actividad. Comienza siendo mensajero, luego trabajando en la cafetería de la empresa, hasta tener la oportunidad de probarse como asustador y finalmente lograr su sueño de ser asustador de la empresa y ser parte del mejor equipo de asustadores de Monters Inc. Esto me hace hilar con la idea de vocación, pasión o sueño que uno tiene en la vida. Probablemente muchos habéis oído hablar del “El Elemento”. Un libro escrito por Ken Robinson que se refiere al Elemento como aquello que se nos da bien y nos encanta hacer. Habla de la importancia de bucear dentro de nosotros y encontrar desde edades tempranas qué nos gusta hacer y cuáles son nuestros talentos para dedicar nuestra vida a esto. Y son muy relevantes las dos cosas: disfrute y habilidad. Por ejemplo, me puede gustar mucho cantar y sentir que es mi pasión, pero si canto fatal, probablemente no llegue a ganarme la vida con ello. Con muchísima frecuencia veo en mi consulta a personas que dedican 8-10 horas de su día a un trabajo que no les gusta. Que se sienten desmotivados y sin sentido en su vida. Y es un absurdo. Por eso creo que es fundamental descubrir esa pasión para alcanzar nuestro mayor grado de autorrealización y poder aportar a la sociedad lo mejor de nosotros mismos. Cuando nos apasiona lo que hacemos y además tenemos la preparación adecuada para hacerlo bien, estamos en nuestro Elemento, y trabajamos sin cansancio y con gran creatividad. ¡Ojalá ayudemos a nuestros niños a descubrirla y desarrollarla! Os recomiendo esta lectura.
TE RECOMIENDO LEER… Título: Cuando estoy triste. (Ante la pérdida de un ser querido) Autor: Michaelene Mundy. Ed. San Pablo Este libro lo recomiendo cada vez que alguien me pregunta cómo hablar con los niños de la muerte. Da unas sencillas pautas a los padres y educadores al inicio y el resto del libro es de fácil lectura. Si el niño sabe leer puede ir haciéndolo él solo pero es bueno comentar después lo leido con un adulto. Las ilustraciones están cuidadas y el contenido del mismo es excelente. Explica qué es un duelo, sus fases y cómo asimilar la pérdida de alguien querido. Me atrevería a decir que las orientaciones que da, son útiles para niños y adultos.
DIARIO DE UNA MADRE IMPERFECTA Autora: Isabel García-Zarza. Viceversa Editorial. 2010 En uno de los pocos ratos tranquilos que tiene una madre en un fin de semana cualquiera, leí un artículo sobre un libro que ha despertado mi interés. Nuestra sociedad necesita desidealizar el rol de padre/madre y este libro ofrece situaciones y reflexiones que acaban con los mitos y exigencias de ser padres perfectos por medio del humor y la ironía. También se puede leer en: http://www.elmundo.es/yodona/mividaconhijos.html.
LOS NIÑOS VIENEN SIN MANUAL DE INSTRUCCIONES Técnicas de una superniñera para educar a tus hijos. Autora: Montserrat Giménez. Santillana Ediciones Generales. Este libro escrito por una magnífica psicóloga afronta problemas diarios con los niños y da herramientas para resolverlos. Está escrito de una manera muy clara y es muy práctico ya que inserta ejemplos cotidianos en los que todos los padres nos vemos reflejados. Además presenta una visión muy positiva y respetuosa con los padres alejando el sentimiento de culpa y la sobreresponsabilidad que muchas veces sentimos cuando estamos tratando de educar a nuestros hijos. Ya que los niños no vienen con manual de instrucciones, al menos la autora nos proporciona claves y pistas para manejarnos con ellos. ¡Os lo recomiendo!
ESTA ES NUESTRA HISTORIA: EL LIBRO DE TU ADOPCIÓN
Autoras: Ana Berástegui; Blanca Gómez-Bengoechea. Ed. SM.
Cuando nace un niño siempre hay alguien cercano que regala a los padres un libro para recoger todas las vivencias del embarazo, los datos del nacimiento, las primeras veces en todo del bebé, los recuerdos y sentimientos tras la llegada del niño, etc... Las autoras de este libro se preguntaron: ¿por qué no preparar un libro para los niños que son recién adoptados y sus familias? El tema sobre los orígenes del niño adoptado ha sido hasta hace muy poco tabú. De la misma forma, contar al niño adoptado cómo llegó a su nueva familia puede llegar a ser un problema para los padres adoptantes. Por eso, este libro, mimado en sus textos, ilustraciones y edición, ayuda a muchos padres a romper el hielo con el niño desde el momento en que entra en casa.
RELACIONES CON LOS DEMÁS EL PODER DEL TACTO En la última temporada he pasado algún tiempo entre médicos y hospitales. Estar enfermo o tenerse que someter a una operación nos coloca en una posición vulnerable y nos hace sentir inseguros porque nos tenemos que poner en las manos de otros. En esos momentos, agradecemos los abrazos y el cariño de nuestra familia y amigos. Y de eso trata esta reflexión: del poder tan grande que tienen las manos. A pesar de que el lenguaje verbal es el predominante en nuestra comunicación, tenemos muchos más canales para hacer llegar y recibir información. A veces las palabras se quedan cortas y necesitamos el cuerpo, los brazos o las manos para transmitir calor, seguridad o cariño. Si nos falla la vista instintivamente tiramos de las manos para situarnos y ubicarnos en la oscuridad. Si hablamos de algo importante necesitamos contactar con la otra persona, mirarle a los ojos y cogerle la mano. Y es que tocar acorta distancias, tranquiliza y da seguridad. Los bebés y los niños buscan instintivamente el contacto corporal y el roce piel con piel. Se te abrazan, se agarran al cuello y cuando reciben la caricia, se calman y se relajan. Es el proceso natural, luego nos hacemos adultos y nos reprimimos esa necesidad. Por eso, deberíamos estar más atentos y tener el canal de comunicación no-verbal abierto y en uso. Deberíamos poner en funcionamiento nuestro radar para detectar el gesto amable, la mano tendida, la palmada en la espalda, el abrazo. Nuestra sociedad (sin caer en el extremo de los japoneses) rehúsa tocar; preferimos poner una barrera que nos distancie emocionalmente de lo que pasa a alrededor, que acercarnos al otro y transmitir nuestro calor y cercanía. Nos cortamos y pensamos que la otra persona se puede sentir incómoda pero, ¿cómo nos sentimos nosotros cuando alguien nos toca, nos da un abrazo, nos sujeta o nos da una mano en momentos en que nos sentimos caer? Si nos reconforta ese gesto, si nos consuela, probemos a repetirlo nosotros con nuestra gente.
YA NO LO VUELVO A INTENTAR Muchas personas acumulan varios fracasos amorosos y rechazos en su mochila afectiva. Cada nuevo intento fallido, cada historia que finaliza de modo traumático duele más si cabe, que la anterior porque se une a las heridas pasadas. Por eso, toman la determinación de no volverlo a intentar. Para ellas, su tasa de sufrimiento ha sido demasiado alta y no están dispuestas a seguir aumentándola. Estar en pareja es una decisión tan válida como querer ser soltero sin compromiso, pero a veces, esta última posición es más el fruto de la frustración de no haber encontrado o podido mantener una pareja, que de una elección libre y adulta. Y por ello encontramos personas con un gran rencor hacia el sexo opuesto, miedo a que se repita la historia o comportamientos evitativos ante la posibilidad de conocer a alguien. El primer paso para poder superar esa desesperanza consiste en echar una mirada valiente y sincera sobre nosotros mismos. Deberíamos reflexionar sobre lo que cada uno aportó a la relación, saber responsabilizarnos de nuestros errores y aprender de ellos. Puede que no hayamos elegido la persona correcta, puede que nos dejáramos llevar por una dinámica rutinaria sin atrevernos a soltar lo antiguo que no nos hacía felices, puede que temamos más a la soledad que a la falta de amor dentro de la pareja. Pero hay personas que buscan dentro de sí mismas las respuestas a sus fracasos y están dispuestas a atreverse, a superar los miedos e ir al encuentro de otra persona de una manera nueva, abierta, sincera… en definitiva, más sana. ¡Atrévete, puedes ser uno de ellos!
COMO AFRONTAR EL MIEDO A LA INTIMIDAD Cuando comenzamos una relación afectiva solemos llevar con nosotros una mochila llena de expectativas y miedos sobre lo que ocurrirá: no le voy a gustar, se va a dar cuenta de..., se cansará de mí. Esto provoca que no lleguemos a mostrarnos tal y como somos, que no le dejemos conocer al otro nuestra verdadera esencia. El miedo es una respuesta natural que existe en los animales y humanos frente a un peligro real. Es decir, es un mecanismo que se pone en marcha para sobrevivir a situaciones peligrosas. Sin embargo, el hombre ha modificado esta respuesta instintiva por otra más imaginaria. Las personas anticipamos e imaginamos situaciones peligrosas en nuestra mente (no peligros reales) y desencadenamos la respuesta del miedo. Es decir, nos asustamos con cosas que no han pasado sino que imaginamos que van a pasar y nos quedamos bloqueados. Tememos los momentos profundos de comunicación auténtica, tememos revelar nuestros secretos y nuestra vulnerabilidad... y paradójicamente, eso que tratamos de ocultar por miedo, es lo más valioso que tenemos y lo que nos hace ser únicos. Lo contrario del miedo no es la osadía o el riesgo. Lo contrario del miedo es la confianza. Confía en ti, confíate a esa persona especial, confía en lo que la vida te va poniendo delante. No anticipes peligros, confía y disfruta este momento.
DEPENDENCIA EMOCIONAL: NO SOY NADA SIN TI "Si tú me dices ven, lo dejo todo..." "Si te vas, me muero", "no puedo vivir sin ti". Casi todos nos hemos enamorado alguna vez y hemos pensado que la persona amada era todo para nosotros y no necesitábamos nada más. Generalmente, ese estado de enajenamiento mental pasa y va llegando otra etapa de consolidación de la pareja. Aquellas personas que han tenido importantes carencias afectivas a lo largo de su vida, encuentran en su pareja la única fuente de afecto, de seguridad y confianza. Y esa sensación de bienestar que llega de fuera, les hace agarrarse a la persona querida. Ahora sí que tenemos un problema. Resulta que casi sin darnos cuenta, la sensación de ser valiosos y la confianza en uno mismo depende de que el otro nos respalde, nos apoye o nos quiera. Por eso, sentimos que no seríamos nada sin el otro, que estaríamos desprotegidos sin su apoyo. Algunas características de las personas que sufren dependencia emocional son: baja autoestima, gran sentimiento de culpa y poca asertividad. Es decir, como no valgo gran cosa, lo que yo quiera o piense no importa; lo que importa es que la otra persona siga junto a mí y esté contenta conmigo. Las relaciones de dependencia no se dan exclusivamente en el seno de la pareja; en mi consulta acompaño a padres que se sienten culpables por separarse un rato de sus hijos, o hijos que sienten que deben atender a sus padres hasta la muerte sin un respiro en sus vidas. Hay relaciones de amistad que se mantienen por el sentimiento de culpa, por miedo a quedarnos solos, por miedo a que se enfaden con nosotros. Todas estas relaciones son asimétricas: el otro tiene la razón y yo me supedito; las necesidades del otro son más importantes que las mías. Yo apuesto por relaciones entre iguales sanos que cuidan de si mismos y se respetan, porque sólo sintiéndonos dignos de ser amados, podremos amar y dejar que otros nos amen con libertad.
¿SON CELOS O ES AMOR? "Me pongo celoso porque la quiero. Querría estar todo el día junto a él. Me consumo por dentro pensando con quién estará...Me gusta que se ponga un poco celoso, eso es que me quiere". Los celos están aceptados en nuestra sociedad como un defectillo que va implícito al amor que sentimos por una persona. Los adolescentes presentan con mucha frecuencia este tipo de pensamientos. Seguimos asociando el amor a los celos, pero su raiz no arranca del amor o de una relación sana sino de la falta de confianza y de un deseo de posesión. En mi consulta abundan las personas que entran en el correo de sus parejas o en los móviles tratando de confirmar su teoría de infidelidad o intentando, por el contrario, lograr la tranquilidad interior comprobando que no hay otra relación. Querer controlar el mundo del otro, sus relaciones y conversaciones no forma parte de una relación amorosa. El amor es un sentimiento profundo de afecto, es una aceptación incondicional de la otra persona, y se sustenta en la confianza en el otro. Si fallan estas condiciones: aceptación, confianza, respeto a su forma de ser y su mundo, no estamos hablando de amor. Aún dentro de una pareja estable, unida y sana, cada persona ha de tener su mundo interior, sus deseos íntimos que no tiene por qué confesar a la persona amada. No podemos controlar todo lo que hace, piensa o siente el otro. El otro no es para mí, es para ser feliz. Como me decía el otro día una persona: no soy suya, soy mía. Amar es arriesgar, es jugarse a una carta todo lo que sentimos. Si desconfiamos, si nos sentimos inseguros pensando qué estará viviendo la otra persona, entraremos en una espiral de sufrimiento. Primero, con nosotros mismos atormentados por las fantasías de infidelidad y en segundo lugar, haciendo sufrir a nuestra pareja con preguntas controladoras, explosiones de celos, exigencias asfixiantes...Casi siempre los celos son el reflejo de una inseguridad profunda en nosotros mismos; por debajo suele existir la idea de que no somos lo suficiente para nuestra pareja y que se irá con otro. Los celos no generan amor o más unión; provocan que la otra persona se distancie, erosionan la relación.
LA IMPORTANCIA DE COLABORAR El otro día se me estropeó el coche. Se paró en mitad de un puente en plena hora punta. No me había dado tiempo a bajar del coche cuando empezó un abucheo general del resto de coches que iban detrás de mí. Pitidos, gritos, quejas... No bajó nadie a ayudarme, nadie se molestó en preguntarme qué había pasado. La escena terminó bien: grúa-recogecoche, coche-termina-en-taller. Los 30 minutos que estuve esperando a la grúa me ayudaron a reflexionar sobre la condición humana. Lo primero que me pregunté fue: ¿qué mundo es éste en el que sólo importan la prisa y las ocupaciones propias? ¿Qué nos pasa en las grandes ciudades? ¿Es que sólo existimos cada uno con nuestras cosas y no vemos al otro? Soy la primera que voy por la calle absorta en mis pensamientos; que bajo la mirada cuando alguien me pide en la calle, que evito los líos. Pero pasar por una experiencia personal de vulnerabilidad y necesitar la ayuda de otra persona para salir adelante, me hizo reconsiderar esta actitud. Vivimos en islas incomunicadas en mitad de un mar de gente. Nos ponemos cascos en el metro, vamos corriendo por la acera... todo, para no conectar con el otro. Evitamos que el otro afecte nuestra vida. Queremos ser autosuficientes. Y sin darnos cuenta, dejamos de auxiliar al que lo necesita y perdemos humanidad. Todos deberíamos estar dispuestos a proteger a las personas que pasan un apuro, pero esta idea se ha convertido en la excepción, no en la regla general. La empatía es la capacidad de ponernos en los zapatos del otro, en su piel. Nos hemos parado a pensar ¿qué siente una madre que tiene que cruzar una calle con un niño pequeño? ¿o un anciano que se ha desorientado en el metro y no encuentra su salida? En cualquier momento nos puede pasar a nosotros. Nuestro mundo fomenta la individualidad pero, lo queramos o no, siempre vamos a necesitar de los demás. Trabajemos por colaborar con el otro en lugar de querer adelantarle.
GENTE TÓXICA Hay gente para todo. Personas luchadoras y personas que se rinden y claudican pronto. Gente que disfruta y gente que sufre por todo (por lo que pudo ser y no fue, por lo que pasará). Personas que agradecen y personas que sólo se quejan. ¿Te has dado cuenta de que algunas personas te hacen reír y te contagian su alegría y otras te contaminan con su pesimismo y su apatía? Hay diferentes maneras de "catalogar" a éstas últimas: vampiros de energía, gente tóxica, cenizos... Abundan actualmente en los medios de comunicación con sus pronósticos catastrofistas, los tenemos alrededor en las charlas insustanciales en la calle y seguro que también localizas alguno cerca de tu círculo íntimo. A veces tomamos un café con alguien y al terminar nos sentimos agotados, apagados ¡nos ha descargado la batería! El pesimismo y la negatividad se expanden como el humo y anulan la energía positiva y el buen rollo de quien les escucha. Pedro Guerra en su nuevo disco habla de la gente tóxica como aquellos que tienen una mente flácida y están presos de sus torpes cápsulas, que exprimen las almas ajenas, que despliegan su presión y anidan en otros. Este tipo de personas son muy resistentes al cambio y por muchos argumentos que les demos en contra, se mantendrán en su actitud depresiva y derrotista. Han hecho de su forma de pensar, un estilo de vida y se quedan enrocados en ella. Si puedes elegir (y no es tu jefe o tu madre) huye de ellos, toma distancia y después de verles, desintoxícate y ventila los malos humores, sacúdete la mala energía. Sé que no vivimos buenos tiempos pero en la dificultad también podemos plantearnos cúal es nuestra actitud. Hay personas que saben darle la vuelta a los problemas y encontrar la oportunidad y el reto en ellos. ¡Arrímate a ellos! Apuesta por la gente entusiasta y vital. O mejor aún, sé tú uno de ellos.
RODEADO DE GENTE Y ME SIENTO SOLO Seguro que has vivido situaciones en las que estabas rodeado de gente y te sentías completamente solo. A mi consulta llegan muchas personas que se sienten solas a pesar de vivir en pareja o tener una familia. Y es que el sentimiento de soledad va unido a la distancia emocional. Si te sientes solo en mitad de un grupo de amigos, pregúntate qué estás haciendo para provocar esta situación. Muchas veces somos nosotros los que nos aislamos al no hablar de lo que realmente nos importa y esperamos que el otro se acerque a romper nuestro silencio o adivine lo que nos pasa. Tendemos a colocar en el otro la culpa de nuestra soledad porque no se entera o no nos comprende, pero en realidad, si no le abrimos nuestro corazón ¿cómo va a llegar a él? Construimos una muralla, un castillo inexpugnable para protegernos del daño que nos puedan hacer otros pero también evitamos la cercanía y la intimidad. Solemos relacionarnos a un nivel superficial, no hablamos con los nuestros de lo que nos preocupa, nos duele o ilusiona. Si hay algún problema entre nosotros, lo omitimos y hacemos como si no pasara nada o nos refugiamos en un silencio castigador. Y casi sin darnos cuenta, creamos una distancia que enfría la relación con el otro, la confianza y la intimidad. Si sientes que te estás alejando de tu pareja, de un amigo, de un compañero de trabajo... prueba a abrir tu ostra, tu caparazón y háblale de lo que realmente te importa, de lo que sientes. Ayúdale a romper a él su coraza con preguntas del tipo: ¿Qué sientes?, ¿qué te está pasando?, ¿qué necesitas?, ¿qué te gustaría que pasara? ¡Compruébalo! ¡Funciona!
NO ME GUSTA ESTAR SOLO Si nos paramos unos instantes a pensar en situaciones que solemos evitar, aparecerán momentos de dolor y sufrimiento, estrés, pérdida... Seguro que también evitamos los momentos de soledad. Asociamos el estar solos a no tener compañía o gente alrededor pero existe otro significado de soledad mucho más positivo: la soledad fértil. En algún momento de nuestra vida todos deberíamos pasar una temporada viviendo solos. Es una experiencia que aporta un mayor contacto con nosotros mismos, que nos permite conocernos mejor y entrenarnos en una cualidad poco desarrollada, la autoasistencia. Cuando estamos solos -sea por unas horas, días o años- aprendemos a escuchar nuestro interior y nos cuidamos más a nosotros mismos porque no estamos esperando a que el otro nos saque de nuestro pozo, nos apoye y anime. No nos agarramos a otra persona como a una muleta sino que ganamos en seguridad y auto-confianza. Con la soledad llega el silencio y éste nos asusta porque sube volumen de nuestros miedos, fantasmas y situaciones personales sin resolver. Por eso huimos de él. Pero sólo en la intimidad de la soledad podremos escuchar de verdad nuestro interior y calmar esa ansiedad. No es fácil pero merece la pena intentarlo. Por eso, hoy brindo por nuestros momentos de soledad, de soledad fértil.
LA AMABILIDAD En el acto de clausura del curso académico de este 2013 de la Universidad de Syracusa, George Saunders (escritor norteamericano) centró su discurso en la necesidad de volver a los valores realmente importantes en la vida (la compasión, la ternura, la amabilidad) frente a la búsqueda desenfrenada del éxito. ¿De qué nos arrepentimos? Este profesor dice que no se arrepiente de algunas elecciones equivocadas en el trabajo, o de decisiones económicas. Se arrepiente de no haber sido más amable, más compasivo, más cálido con los demás. Porque al final, ¿qué es lo que recordamos vivamente en nuestra memoria? No son las cifras, ni los títulos o méritos sino los momentos emocionalmente intensos, las personas que nos han regalado su cariño, su calidez o momentos en que lo hemos sembrado nosotros. Recordamos los momentos en los que una persona se abrió frente a nosotros o compartió su sufrimiento y respondimos con calidez, o momentos en los que otros fueron compasivos y cariñosos con nosotros. El ponente continúa, entonces ¿por qué no somos amables siempre? Creemos que somos superiores, que somos de otra casta y miramos por encima del hombro a los otros. Estamos preocupados por nuestras necesidades, por satisfacerlas y nos desconectamos del mundo exterior. Dejamos de estar atentos a los otros y nos perdemos los momentos verdaderos, los encuentros con el otro, el momento presente. El autor habla de que se pueden hacer muchas cosas en la vida: tener un gran trabajo, amasar una fortuna, viajar, gran éxito social, hacernos famosos... pero todo eso nos estará alejando de nuestro centro, el núcleo de nuestro ser, nuestra alma. Porque hay una parte secreta y llena de luz dentro de tí que siempre te acompañará. Estamos llamados a ser lo mejor de nosotros mismos. Y esa parte de tu ser hará que compartas con los demás lo más genuino que tienes dentro: la ternura, el cariño, la amabilidad. A medida que nos vamos haciendo mayores, la tendencia natural nos va llevando a ser más compasivos y menos egoístas. El ansia de éxito, de triunfo profesional va disminuyendo para dejar paso a la compasión hacia los demás, compartir la experiencia propia, asesorar a jóvenes... Ojala, con el paso de los años tu ego vaya disminuyendo y tu capacidad de amar vaya aumentando. Por último contesta a la pregunta: ¿Cómo practicar la amabilidad y la compasión? Habla de recursos que ya hemos comentado en anteriores artículos: practicar la meditación, la oración, la contemplación de obras de arte, disfruta de la belleza, hablar con un amigo…
TE RECOMIENDO LEER…
Tú ganas /Yo gano Autores: H. Cornelius, S. Faire. Ed. Gaia
La mujer habitada. Autora: G. Belli.Ed. Txalaparta. Este libro cayó en mis manos hace muchos años y ha sido una de las lecturas más entrañables que recuerdo. Pertenece al género literario del realismo mágico y te permite soñar e imaginar las vivencias profundas de esta mujer indígena que lucha por encontrar su identidad. Especialmente recomendado para todos aquellos que quieran conocer un poco mejor el mundo emocional interior de la mujer.
SALUD EMOCIONAL 1. EMOCIONES
ANGUSTIA: ESTOY ANGUSTIADO No es sencillo distinguir entre la angustia y la ansiedad. A pesar de ser sensaciones parecidas, presentan diferencias. La ansiedad es una sensación física de malestar, una preocupación constante por lo que vaya a pasar. En cambio la angustia es una sensación dolorosa de vacío interior. Tiene que ver con la insatisfacción en la vida, con el aburrimiento existencial, con la falta de sentido. La angustia es el ruido sordo y profundo que escuchamos cuando paramos en nuestra vida, cuando nos quedamos en silencio con nuestra soledad y la verdad de lo que somos. Sería importante poder captar el mensaje que nos deja esa angustia: no encuentro sentido a mi vida, hay decisiones importantes que estoy demorando y me llenarían más, me siento vacío y aburrido. Pero generalmente, en lugar de enfrentarnos a esa angustia, huimos hacia delante buscando tapar ese agujero negro. Hay muchas respuestas de huída: trabajando en exceso, consumo de alcohol o drogas, comer en exceso o controlar la cantidad (atracones o dietas muy restrictivas). Hasta las conductas saludables llevadas al extremo pueden ser formas de llenar el vacío existencial. Por ejemplo la práctica excesiva de: ejercicio físico, de actividad sexual, de las relaciones sociales, nuevas tecnologías... Es decir, como no le encuentro un sentido claro a mi vida, me vuelco o me vacío con alguna obsesión. Y vosotros diréis ¿cómo puedo encontrar el sentido a mi vida? Parándote a escuchar, practicando el autoconocimiento -que es el arte de acoger todo lo que eres-, preguntándote con compasión qué quieres de la vida, buscando soluciones creativas... La psicoterapia puede ayudar a atravesar ese vacío, pero no es la única salida. La meditación, el yoga, el silencio, el trabajo interior o la expresión artística pueden ponerte en contacto con esa angustia y ayudarte a salir de ella.
ANSIEDAD: ESA COMPAÑERA HABITUAL “Creo que tengo ansiedad. Me paso el día, tensa, nerviosa, moviendo una pierna, yendo a la nevera cada 5 minutos, me falta el aire y necesito suspirar a menudo...” Cada vez hay más personas que acuden a su médico de atención primaria por problemas de ansiedad. Muchas personas se quejan de: cefaleas, pérdidas de memoria y atención, cansancio, tensión e irritabilidad, alteraciones en el sueño, etc... Lo que subyace en todos estos casos es un cuadro de ansiedad generalizada que acompaña a cada persona en su día a día. La ansiedad generalizada es la sensación subjetiva de estar preocupado todo el día, anticipar problemas y dificultades continuamente, tener miedo al futuro, al fracaso. Es un ruido sordo que te acompaña y que a duras penas consigues tapar con el trajín diario, la radio alta o llamadas de teléfono interminables. Descansa un poco. Haz silencio. Respira. Escucha. Hay ruidos externos pero también hay cosas por dentro que necesitan ser escuchadas. La ansiedad y sus diversos síntomas envían una señal de alarma a nuestro cuerpo. ¿Qué mensaje te está enviando tu cuerpo con esa tensión, con esa prisa? Sólo escuchando lo que nos quiere decir ese desasosiego, podremos calmarlo, recuperar el equilibrio y superar la ansiedad La ansiedad es una señal de alarma que se activa en nuestro cuerpo frente a un peligro. El problema aparece cuando vemos peligros externos en casi cualquier cosa. Lo primero que detecto cuando tengo ansiedad son sensaciones físicas: me cuesta respirar, siento un nudo en el estómago, me duele el pecho... pero antes de que llegara a nuestro cerebro la señal de alarma, un pensamiento automático, casi inconsciente se coló en nuestro interior. Pongamos un ejemplo: me siento frente al ordenador porque tengo mucho trabajo pendiente y casi antes de que arranque el programa me empiezo a sentir mal (la respiración se entrecorta, se me revuelve el estómago...). ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha desencadenado esta reacción? Sin darme cuenta se me coló el pensamiento: "madre mia cuánto trabajo me queda, hoy no lo termino". Esa idea de no poder con todo y no abarcar la carga de trabajo pendiente, ha hecho que la ansiedad aparezca. Y ¿qué hacemos normalmente con ella? Taparla. Ponemos la radio, nos levantamos a picar algo, fumamos un cigarro. Te sugiero que hagas durante unos días este ejercicio: cada vez que te sientas ansioso, trata de rebobinar y localizar el pensamiento que surgió antes: yo no puedo con esto, menudo agobio, no me va a salir... Ahora busca un pensamiento alternativo que te transmita el mensaje contrario: vamos poco a poco, de momento me voy a centrar en esto luego seguiré con lo siguiente, otras veces he podido así que hoy también. Normalmente nos dedicamos mensajes muy negativos y catastróficos que nos paralizan y desaniman en la tarea. Lo importante es localizar los pensamientos ansiosos y ofrecerte una alternativa más positiva y calmada antes de que se despierte la respuesta de ansiedad para que puedas recuperar el control sobre la situación. ¡Ánimo, funciona!
DEPRESIÓN: COMO RECONOCERLA Pasamos temporadas sintiéndonos raros o decaídos sin encontrar una razón. No somos capaces de localizar lo que nos pasa pero estamos apagados, sin energía. Aquí van una serie de puntos que pueden ayudarte a descubrir estás atravesando una depresión: 1. Cambios en el ciclo del sueño: una depresión puede empezar a dar la cara con un gran aumento del número de horas que duerme, dificultad en conciliar el sueño o despertarse temprano por la mañana. 2. Cambios en los hábitos alimentarios: a veces tenemos rachas de comer en exceso o perder el apetito de pronto. 3. Disminución en el interés sexual. 4. Pérdida de energía vital: nos sentimos muy cansados, o nos encontramos irritables con facilidad. 5. Molestias y dolores físicos inexplicados: las depresiones encubiertas se caracterizan por presentar molestias físicas sin una patología de base. 6. Reducción en el placer por las actividades habituales; sentimiento de falta de interés por la vida.Lo que antes nos apasionaba o nos encantaba hacer, pierde intensidad y fuerza, ya casi nos da igual... 7. Dificultad para concentrarse y para tomar decisiones. 8. Sentimiento de desamparo y de desesperanza; nos nubla el entendimiento la idea de que nadie puede ayudarnos. Creemos que da todo lo mismo porque la vida es así y no hay que esperar nada bueno. 9. Cambios en actitudes, especialmente pérdida de interés por amigos, por pasar tiempo con la familia, desmotivación en el trabajo y apatía en las actividades que antes nos gustaban: deporte, hobbies, ocio. 10. Mayor tiempo dedicado a pensar en el pasado y en errores del pasado. Cuando se nos pone esa nube gris en la cabeza empezamos a darle vueltas a todo sacando conclusiones pesimistas y negativas. Esto nos hace sentir culpables de casi todo y la idea de morir puede rondarnos como la única salida al sufrimiento. Si descubres dos o más puntos de los expuestos aquí, en ti o en alguien cercano, habla con un profesional (médico de cabecera, psicólogo) ¡podemos ayudarte!
OBSESION La palabra obsesión viene del término latín obsessĭo que significa asedio. Me parece una expresión muy acertada. Con frecuencia decimos: "no paro de darle vueltas, no me lo quito de la cabeza". Y es que así funcionan las obsesiones; nos rondan, nos asedian en círculos alrededor de la cabeza. No voy a entrar en las obsesiones más graves que derivan en el trastorno obsesivocompulsivo. Bastante tenemos con esas obsesiones diarias nos hacen sufrir de manera persistente y nos roban gran parte de la energía vital. La obsesión tiene múltiples facetas de expresión. Puede ser una preocupación, un suceso, un acto o ritual, etc... Todas estas expresiones tienen en común el carácter involuntario de su aparición. Uno cree que no puede evitar "pensar, recordar o hacer algo". Estar obsesionado con algo es una forma de escapar del presente y refugiarse en la mente para no vivir en el aquí y ahora. Como decimos los gestálticos, estar obsesionado te sirve para algo, te hace evitar otra cosa que supones más desequilibrante. Aparece por algo y nos trae un mensaje. Te dejo algunas pautas y reflexiones: - Si te preocupa algo y no paras de darle vueltas, párate y piensa si puedes hacer algo en este momento para resolverlo. Si necesitas tomar una decisión, hazlo. Si temes olvidar algo importante, anótalo y sácalo de tu mente y si no hay nada que se pueda hacer realmente, déjalo marchar. - Si te obsesiona tener todo bajo control (ordenado, limpio, previsto), escucha qué hay en tu interior que no puedes controlar, que se te escapa de las manos. Las obsesiones externas suelen ser un intento de nuestro psiquismo de tranquilizarnos cuando no controlamos nuestro interior. Es decir, si por dentro siento caos (descontrol, suciedad, inseguridad), al menos lo de fuera lo tengo controlado (ordenado, limpio, etc). - Las obsesiones son propias de personas con un carácter rígido y controlador. Estas personas tienen dificultad para dejarse llevar por la espontaneidad y son más cerebrales que emocionales. Sería un buen remedio para una persona obsesiva soltar sus normas y al menos a ratos, perder el control y la cabeza para poder conectar con su cuerpo y con el disfrute.
RABIA Hablemos de una emoción que tiene muy mala prensa: la rabia. Decía en otro capítulo que las emociones no entienden de moral. No son buenas ni malas. Y la rabia como un sentimiento más, tiene su razón de existir. El enfado es una reacción natural y sana cuando nos atacan, nos faltan al respeto o nos avasallan. También sentimos ira cuando no conseguimos aquello que tanto deseábamos, o lo que es lo mismo, cuando nos frustramos. . Nos conecta con nuestro deseo y con nuestras necesidades profundas Necesitamos la ira para defendernos, para poner límites, para tener energía en la huída en caso de peligro. Es el motor que arranca para protegernos o defender nuestra postura. Es decir, es sano y necesario enfadarse. A pesar de todo esto, desde pequeños nos enseñan a reprimir la rabia, nos hacen ver que las rabietas son de niño malo, que no podemos enfadarnos y llenarnos de ira y sin embargo el enfado sigue irrumpiendo en nuestra vida. Uno de los motivos de enfado más frecuentes es la frustración. Cuando sucede algo distinto a lo que esperábamos, nos sentimos frustrados y nos enfadamos: con el mundo, con el prójimo, con uno mismo, con Dios. Aparece una situación en la que perdemos el control. Las cosas no salen como yo las planeaba, y entonces me siento desbordado y me enfado. Muchas personas acuden a mi consulta por sufrir -y hacer sufrir a otros- ataques de rabia. Pierden el control en momentos de tensión, o cuando acumulan varias frustraciones y tienen explosiones de ira: gritan, tiran objetos, agreden o se autoagreden, etc. La intensidad y la frecuencia de su ira no se ajusta a la situación externa y responden excesivamente a una “amenaza”. Vamos a ver, cómo podemos manejarla mejor:
En primer lugar, debemos escuchar el mensaje que nos deja la rabia. ¿Qué nos quiere decir? ¿Qué me pasaba, qué necesitaba en ese momento? La rabia, como todas las emociones, cumple una función reguladora de nuestro mundo interno y nos permite identificar nuestros deseos y necesidades más profundas. ¿Qué era eso que deseaba tanto? Explorar cómo funciona la rabia en mí; conocer el patrón de comportamiento de la rabia en mi vida. Exploto inesperadamente, acumulo mucha tensión, o tiene más bien que ver con la frustración. Tengo que observar cómo expreso la ira y qué siento después de la descarga, etc… Sólo conociendo la relación entre la rabia y yo, podré actuar. Identificar los pensamientos que se disparan cuando me enfado: esto es injusto, no pienso aguantarlo, todo me lo como yo, no puedo más…Cuando se desencadenen esos pensamientos de rabia, podré tener un repertorio personal de pensamientos alternativos que me calmen o enfríen. Aprender a calmarme. La rabia funciona como una curva. Su subida puede ser muy rápida pero también he de recordar que luego bajará. Trata de observar cuando va subiendo para poder parar la escalada antes de la explosión. Encontrar el modo de canalizarla. La ira actúa en nosotros como una olla exprés. Si no aprendemos a soltar la presión, esa olla explotará. Cada uno ha de encontrar su manera de sacar la rabia y darle cauce sin que haga daño a otros o a uno mismo: hacer deporte, pegarte una carrera, gritar dentro del coche, hacer varias respiraciones fuertes de descarga, golpear unos cojines, etc.
2. A VUELTAS CON LA ALIMENTACIÓN
ALIMENTACIÓN Y PERSONALIDAD El acto de comer es mucho más que un instinto de supervivencia o de satisfacer una necesidad vital. Si nos paramos a pensar qué comemos y cómo lo hacemos, podemos descubrir mucha información acerca de nuestra manera de ser. Comer es para algunas personas un suplicio, para otras un placer y también las hay que lo viven como una verdadera obsesión. Hay personas que no ponen ningún interés por comer y lo hacen sin prestar atención a su contenido (lo primero que encuentro en la nevera) o a su forma (de pie, frente al televisor, frio o sin preparar). Otras utilizan la comida para calmar su malestar interior, su ansiedad, su vacío vital y engullen comida para tapar esos otros ruidos internos que les hablan de que algo importante en su vida no marcha bien. Controlar la cantidad de comida que entra en nuestro cuerpo -pesando, midiendo, dándonos un atracón y luego vomitando- es una manera de tratar de poner control en alguna faceta de nuestra vida cuando sentimos que el resto de nuestra situación vital es un caos o se nos escapa de las manos. Con frecuencia pensamos que comemos según el entorno y situación en que nos encontramos ("yo es que como mucho fuera", "no tengo tiempo para cocinar") pero no es así. Comer puede ser un acto de autocuidado ya que podemos comer sano en casi cualquier situación. Deberíamos recuperar el control de nuestras comidas en la vida diaria pero también en actos sociales, comidas fuera de casa, y épocas de estrés, porque ya se sabe que somos lo que comemos.
¿ERES UN COMEDOR INCONSCIENTE? Si llegas a la mesa y devoras lo que tienes frente a ti; si hablas al tiempo que comes y tu plato se vacía sin darte cuenta; si apenas recuerdas el sabor o la textura de la última comida que hiciste… probablemente eres un comedor inconsciente. El término inconsciente alude a aquellas personas que comen sin conciencia, es decir, sin darse cuenta. Los comedores inconscientes comen distraídos con mil estímulos externos que les alejan de sus sensaciones internas al ingerir comida. La ansiedad o la compulsión les lleva a comer apenas sin masticar y sin tiempo para percatarse del sabor, la temperatura, la apariencia, el olor, la textura… Si, aunque os parezca increíble todas estas cosas se pueden percibir cuando uno pone conciencia en lo que come. Aquí van algunos consejos prácticos para ser consciente en nuestras comidas: - Trata de mantener unos hábitos y horarios en las comidas: un sitio tranquilo, sin televisión u ordenador y luminoso te ayudarán a comer poniendo atención a tu plato; recuerda que hacer 5 comidas al dia te libera de la sensación de hambre voraz y te permite controlar la cantidad de comida que tomas en cada una de ellas. - Utiliza los sentidos al comer: observa su “pinta”, huele, paladea los sabores, siente su textura y su temperatura. Imagina que eres un “gourmet” que disfruta y saborea cada comida. - Mastica: no tengas prisa. Si es posible mastica 20 veces cada bocado; así tendrás una mejor digestión al triturar el alimento más y le darás tiempo al cerebro para que te envíe la sensación de saciedad en 20 minutos.
SOBREPESO EMOCIONAL “Me como la tristeza; cuando estoy nerviosa me da por comer; cuando me aburro, asalto la nevera...” ¿De verdad seguís creyendo que comemos por hambre? La inmensa mayoría de las veces que introducimos alimento en nuestro organismo es porque las emociones nos desbordan y descontrolan y tratamos de reducirlas a golpe de atracón. Desde que nacemos hemos establecido una relación muy fuerte entre el comer y el afecto. Una mamá que amamanta a su bebé no solo lo alimenta: le da calor, afecto, contacto. Cuando cogemos un resfriado o nos sentimos malitos, tomamos una sopa o un vaso de leche porque nos reconforta, nos recupera y nos da bienestar. Montones de situaciones diarias nos llevan a comer para calmar la ansiedad, la tristeza, el aburrimiento o el enfado. Sin embargo este es un proceso casi automático que escapa a nuestra conciencia. Sin darnos cuenta de qué sentimos, nos encaminamos a la cocina para acallar ese malestar. Hemos convertido la comida en nuestro principal nutriente emocional. En los talleres que imparto mensualmente en Medicadiet, ahondo en la idea de que sólo controlando y conociendo mejor nuestras emociones, podemos controlar nuestro peso. Es decir, que nuestro sobrepeso es emocional. No tenemos ninguna práctica en eso de contactar con nuestros sentimientos y éstos buscan su salida y su alivio a través de la comida. Si fuéramos capaces de preguntarnos con frecuencia: ¿qué me pasa?, ¿qué siento? podríamos buscar soluciones alternativas para calmar esa ansiedad, descargar el enfado o aliviar el sufrimiento. Necesitamos nutrir nuestra vida con más experiencias gratificantes y relajantes para no caer en la salida automática; necesitamos enriquecer nuestro recetario emocional para localizar mejor lo que sentimos y resolverlo de manera creativa. ¿Te atreves a buscar salidas que no sean comer para salir de la tristeza? ¿Y para descargar el enfado con el jefe? ¿Y para sacarte el estrés del cuerpo? Animo, hay mil formas!
ENEMIGO: MI CUERPO Puede que el título de este artículo te haya hecho imaginar a una chica anoréxica que castiga su cuerpo con dietas estrictas, laxantes y ejercicio físico extenuante. Sin embargo, el motivo de mi reflexión va por otro lado. Quisiera pensar hoy sobre la relación que tenemos cada uno de nosotros con nuestro cuerpo. Con demasiada frecuencia escucho a personas quejándose de su cuerpo: no me gustan mis caderas, soy demasiado bajita, no soporto mirarme en el espejo tras la ducha... Tampoco estamos acostumbrados a hablar bien de nosotros mismos. Parece que lo bien visto es "ponerse a caldo" y sacar todos los defectos a relucir. ¿Os habéis parado a pensar que vuestro cuerpo es el motor, el vehículo y el continente de todo vuestro ser? Nuestro cuerpo actúa como una máquina bien engrasada y nos permite movernos, sentir sensaciones, comunicarnos y tener contacto con otros, lograr nuestros objetivos. Sin embargo, sólo cuando una pieza falla nos damos cuenta de la importancia que tenía. Y es que no valoramos el mérito de nuestro cuerpo hasta que perdemos alguna facultad o tenemos que llevarlo al taller. La relación con nuestro cuerpo refleja el nivel de autoestima que tenemos. La persona que se estima y tiene un buen concepto de sí misma, se siente responsable de cuidar y proteger su cuerpo. Y es que una buena salud se mide por el bienestar físico, mental y social. La imagen corporal no es tener buena presencia o un físico de infarto, sino la idea que tenemos de nuestro propio cuerpo. Así, una persona con una buena imagen corporal de sí misma tendría:
Una percepción clara y verdadera de su cuerpo (no hay distorsión entre la realidad y su propia percepción) Aceptación del propio cuerpo (con sus limitaciones y sus cualidades) Entendería que el aspecto físico dice poco del carácter y de la valía de la persona.
Si tuvieras que puntuar la relación con tu cuerpo en función de estos tres items, ¿qué sacarías?
EJERCICIO FISICO El ejercicio físico es el complemento perfecto a una dieta saludable. La práctica habitual de ejercicio físico nos ofrece un montón de ventajas. La primera y más obvia: nos hace movernos. Llevamos una vida muy sedentaria que nos sumerge en una espiral de pereza e inactividad. El ejercicio viene a desentumecernos, a despertarnos a la vida, a ponernos en movimiento. Así nos daremos cuenta de que el cuerpo recupera muchas de sus capacidades adormecidas por el sillon-ball y el usar el coche hasta para ir a por el pan. Y es que el movimiento genera energía. También podremos descubrir nuestra capacidad de superación. Cuando sintamos que no podemos más, que nuestras fuerzas están al límite experimentaremos que podemos ir mucho más allá porque nuestra resistencia es siempre mayor que la percepción que tenemos de nosotros mismos. Y superarnos hace que nos sintamos a gusto con nosotros mismos, orgullosos de lo que logramos. El deporte no solo nos pone en forma, también nos permite canalizar tensiones, preocupaciones y ansiedad que a diario no sabemos dónde colocar. Muchas veces, después de haber hecho deporte, vemos los problemas desde otra óptica y puede que el mal rato haya pasado. Pero el mayor regalo que nos deja el ejercicio físico son las endorfinas: las hormonas del bienestar y la felicidad. Dicen que a los 20 minutos de estar practicando deporte, nuestro organismo comienza a segregar esta hormona y nos invade una sensación de bienestar y disfrute comparable al mejor de los placeres de la vida. ¿Te lo vas a perder? Practica ejercicio, ¡muévete!
3. ACTITUDES DE LA PERSONA SANA ESCUCHAR LAS EMOCIONES Las emociones son el mapa que guía nuestras vidas y por eso, en ocasiones nos colocan frente a auténticas encrucijadas. No estamos muy acostumbrados a captar y saber leer nuestras emociones, y sin control, se convierten en caballos desbocados que mandan sobre nuestras vidas sin casi darnos cuenta. ¿Qué siento en este momento? Esta pregunta aparentemente sencilla, es clave para que tengamos en nuestras manos la brújula emocional de nuestra vida. Si viviéramos conectados a nuestros sentimientos sabríamos el por qué de muchas de nuestras reacciones "incomprensibles", el motivo de ese desasosiego "sordo" que ronda por nuestro cuerpo, los verdaderos deseos que mueven nuestra vidas. Podemos iniciarnos en la comprensión de las emociones, preguntándonos a menudo, ¿qué me está pasando ahora, qué siento? Y así, podré descifrar que esa música me puso triste, que la frase de mi jefe me hizo sentir inseguro y por eso me puse a la defensiva, que una mirada cómplice de mi pareja me hace sentir querida y me llena de energía, etc... Incluso con los más pequeños podemos irles explicando que cuando están más cansados se enfadan con facilidad, que si se sienten tristes necesitan más mimos... es decir, les ponemos palabras y emoción a la conducta que están desarrollando y esto les ayudará a entender sus propias emociones en el futuro. Por tanto, se trata de tener en cuenta e integrar las emociones en nuestra vida diaria para comprendernos mejor y llevar la brújula emocional en nuestras manos.
MUNDO INTERIOR Nos pasamos el día corriendo, llenos de obligaciones y tareas pendientes por hacer y parece que dejamos todo lo bueno para las vacaciones. Si pudiéramos vivir en el presente y no en los proyectos futuros, intentaríamos encontrar a lo largo del día, momentos tranquilos para estar con nosotros mismos. Si dejáramos de postergar nuestros bienestar para mañana, buscaríamos la felicidad en el aquí y ahora. Te propongo un sencillo ejercicio de introspección:
Obsérvate y respira: a lo mejor tu cabeza no para de dar vueltas a asuntos que dejaste en el trabajo, listas de cosas por hacer… Esto pasará. Date cuenta de lo que sientes y trata de localizar de dónde viene. Busca un lugar tranquilo y un momento de silencio, de contemplación de lo que pasa alrededor. Puedes intentar percibir con todos tus sentidos tu momento presente, respira conscientemente, intenta vaciar tu cabeza de pensamientos y dedícate a vivir el aquí y ahora. Pon atención a tu cuerpo y observa si hay alguna molestia: opresión en el pecho, tensión muscular en el cuello o la espalda, dolor de cabeza… Conforme vayas haciendo silencio, puedes ir descubriendo una maraña de sentimientos y emociones dentro de ti: ansiedad, tristeza, preocupación, enfado… Respira, déjatelos sentir y ponles nombre. “Siento desasosiego, me siento a disgusto conmigo mismo…”. Esto también pasará. Con la práctica, ese momento de parada técnica se convertirá en tu repostaje de energía. Será tu instante de calma y encuentro contigo mismo. Y al final del camino, hallarás paz y serenidad interior y sentirás el agradecimiento de quien es consciente del momento presente.
Vive para adentro, habita tu cuerpo y tu silencio interior, abre tus sentidos y disfruta de lo que te trae la vida.
ME EMOCIONO Invertimos mucha energía en intentar tener las emociones a raya; no nos gusta perder el control y reír hasta llorar, sentir amor y ternura a raudales, llorar en público o expresar nuestro miedo. Las emociones no están bien vistas. Muchas personas consideran que dejarlas salir libremente les hace parecer débiles y vulnerables y se las tragan. Sin embargo, desde el principio de los tiempos, el ser humano ha tenido emociones que le han ayudado a sobrevivir. Cuando necesitaba protegerse frente a un peligro, el miedo le hacía estar en alerta. Si necesitaba defenderse y poner límites, sentía ira. El amor y la alegría le ponían en contacto con el otro y así ¡se perpetuaba la especie! Las emociones no son positivas ni negativas, buenas o malas, no entienden de moral. Las emociones simplemente son. Si las reprimimos, estaremos mutilando una parte de nosotros. Nos perderemos la oportunidad de recordar, vivir y vibrar con lo que nos rodea. Nos permiten integrar y asimilar las experiencias vividas. Por ejemplo, la tristeza y la pena nos ayudan a recogernos y estar con nosotros mismos para poder tener un tiempo en el que asimilar lo que nos ha pasado. Sentirnos tristes nos lleva en ocasiones a pedir ayuda y a recordar que no somos autosuficientes, que necesitamos a los demás. La tristeza es una gran aliada del recuerdo. Si no añoráramos, no seríamos conscientes de lo que hemos tenido, no podríamos revivir -mantener viva- esa relación. Nos ayudan a regular el contacto/retirada con otras personas y con el mundo. Si hay algo que me hace daño, tengo que retirarme y el enfado es el motor que arranca para protegerme o defender lo que creo. También la ira surge cuando vivimos una frustración y entonces podemos darnos cuenta de cuánto deseábamos conseguir aquello. Nos conecta con nuestro deseo y con nuestras necesidades profundas. El amor y la alegría son sentimientos que nos llevan a compartir con el otro, a confiar y a celebrar la vida. Las emociones son ayudan a regular nuestro mundo interno y si las bloqueamos, esa regulación natural se rompe apareciendo otros problemas: enfermedades, problemas de relación, insatisfacción vital. Así pues, dejémoslas salir y expresarse para escuchar el mensaje que nos dejan.
AUTOESTIMA: ¿Qué es? Traemos y llevamos este término con mucha soltura, pero ¿a qué nos estamos refiriendo? La autoestima es la valoración y el concepto que uno tiene de sí mismo. Estamos acostumbrados a oír frases del tipo: "tengo un problema de autoestima", "mi autoestima está muy baja". Pero si nos paramos a preguntar a estas personas qué quieren decir, cada una nos dará una explicación: "es que soy muy inseguro", "solo me veo cosas malas"... El autoconcepto es la imagen mental que uno tiene de sí mismo, en cambio, la autoestima está mucho más relacionado con el sentimiento que me une a mi persona, a mí mismo. La estima que siento hacia mí. Creo que hemos trivializado el término y lo hemos reducido a tener un listado de nuestras cualidades y cosas buenas pero nos hemos dejado un montón de matices por el camino. La relación que uno establece consigo mismo a lo largo de su vida debería ser una de las cosas más cruciales y sin embargo, apenas le dedicamos atención. ¿Cuándo estimamos y queremos a alguien? Cuando le conocemos bien y forma parte importante de nuestra vida. Estimar no es sacar un listado de cualidades positivas; es apreciar la luz y la sombra de esa persona. Conocer sus manías y dónde le roza el zapato, lo que le gusta y disfruta, lo que se le da de maravilla y aquello para lo que no está dotado... y todo esto, envuelto en cariño, en un sentimiento entrañable que no juzga sino acoge. Si empezamos a cultivar esta relación entrañable con nosotros mismos, estaremos entendiendo qué es eso de una buena autoestima.
LA TERNURA Este pasado verano he estado en la playa. Por las tardes, tenía un ratillo para mí y me encantaba ir a la playa cuando el sol va cayendo, la gente se va marchando y la luz es mágica. Cada tarde veía llegar a una hija con su padre. La niña tenía una discapacidad psíquica y física severa. Debía tener unos 12 años, era ciega y sólo podía caminar con mucha ayuda. Desde el primer momento me conmovió la relación que había entre ambos. El padre dedicaba el rato a hacerla caminar; jugaba con ella y la abrazaba sin parar. La sonrisa de esa niña en los brazos de su padre era una maravilla. Más de un día se me saltaron las lágrimas. Por aquellos días, el Papa vino a Madrid y entre muchas otras cosas dijo: "lo débil, el discapacitado suscita la ternura en nuestros corazones endurecidos". No puedo estar más de acuerdo. En los tiempos que corren están en alza los valores de la productividad, la eficiencia y la belleza exterior. Pero en el mundo existen muchas otras cosas: pobreza, enfermedad, discapacidad. Si nos acercamos a esta realidad y dejamos que nos toque el corazón, sentiremos que nos conmueve las entrañas, nos despierta. Porque sentir ternura, sentir emoción, nos espabila y nos saca de nuestro mundo tan controlado y racional. Nos hace volver a la vida. Hay innumerables momentos en el día que nos pueden tocar el alma. Ternura es para mí: una pareja de abuelillos paseando de la mano, un beso-pedorreta de mi hijo, la flor que me trae mi hijo mediano del cole, los abrazos gratuitos de mi hija a sus bisabuelos, el sufrimiento de las personas que pasan por mi consulta por una carencia en su infancia... Es en lo débil, en lo pequeño, en lo enfermo donde encontramos la ternura y se ablanda nuestro corazón. ¿Has descubierto los momentos que te hacen sentir ternura? ¿Sabes qué te emociona? ¡Disfrútalos!
EL AGRADECIMIENTO Los que estamos metidos en esto de la Psicología clínica, hemos caído en el error de centrarnos excesivamente en la patología y en los trastornos mentales. Por suerte, llegó la Psicología positiva, una rama recién nacida (dio sus primeros pasos en 1998) que trata de comprender, a través de la investigación científica, los procesos que subyacen a las cualidades y emociones positivas del ser humano. Las publicaciones y el lenguaje de estos especialistas ha cambiado radicalmente y ahora oímos hablar de: calidad de vida y bienestar, felicidad, creatividad, humor, risa, fortalezas humanas. Es decir, se está tratando de estudiar a la gente feliz para saber cómo consiguen tener más emociones positivas que la media de la población. Resulta, que las personas positivas desarrollan sus fortalezas humanas mucho más que las personas negativas o pesimistas. Entre las fortalezas, querría resaltar hoy una: el agradecimiento. La actitud de agradecer tiene que ver con acoger lo que viene de fuera, lo que me trae la vida y apreciarlo como algo positivo y bueno para mí. Percibir las cosas que hay buenas en la vida o lo que ocurre de bueno en mí, hace que me sienta afortunada y contenta con mi existencia. Por otro lado, agradecer -a otro, a Dios, a la vida, a la propia existencia- me sitúa en el presente, en lo real. No me voy a pensar en historias pasadas o agobios del futuro. Vivo ese momento y lo disfruto. Agradecer va unido a sentir y percibir con los sentidos. Además, al menos durante el momento en que doy las gracias y me siento agradecida, no estoy pensando en mis desdichas o quejándome de lo que no tengo. Pongo mi atención en lo positivo y no me cargo de pesimismo. Como ves, lo de poner buena cara a la vida es una decisión personal; está en tu mano elegir lo bueno que tienes y desterrar lo negativo.
CULTIVAR LA COMPASIÓN Este artículo iba a titularse la auto-compasión pero pensé que podría desanimar a algunos lectores y lo he retocado un poco. Despojando a la palabra compasión de cualquier connotación moral o religiosa, podríamos decir que una persona compasiva es aquella que responde al sufrimiento emocional de otro con ánimo y bondad en lugar de culpa y crítica. No estoy hablando de la compasión como un sentimiento de lástima o pena de otro, sino de la capacidad de conectar con el sufrimiento de otra persona y tener una mirada bondadosa. Hasta ahí todos querríamos desarrollar esta actitud ¿verdad?. En mi consulta, la cosa se complica cuando pregunto a mis pacientes si practican la autocompasión; es decir, darnos a nosotros mismos el cuidado y consuelo que de forma natural daríamos a una persona que está sufriendo. Solemos resistirnos a ser auto-compasivos creyendo que nos convertiríamos en unos autoindulgentes, débiles o víctimas. Pero no es así, la persona compasiva:
se reconforta a sí misma si fracasa trata de aprender del error se motiva para la próxima vez en lugar de fustigarse, culparse o reprocharse escucha sus sentimientos y los acepta trata de calmar su malestar como si fuera su hijo o su mejor amigo.
En definitivas cuentas, se trata de cultivar una actitud de amistad con nosotros mismos. Todo un reto ¿no?
PERFECCIONISMO: VIVO EN UNA CARCEL Todos conocemos a alguien especialmente perfeccionista. Posiblemente mientras vayas leyendo este artículo te veas reflejado en todo o en parte de lo que se dice. La persona perfeccionista es muy estricta consigo misma y con los demás. Valora la limpieza, el orden, la estética, la puntualidad y la buena organización. Estas cualidades le llevan a tratar de organizar mejor los métodos y protocolos de actuación en cualquier ámbito: trabajo, casa, relaciones sociales... con lo cual facilitan la vida a los demás. También aporta a su entorno el valor de la equidad y la justicia. Son personas puntuales, coherentes y muy responsables con la tarea encomendada. Hasta aquí todo bien. Con frecuencia su nivel de exigencia personal es tan alto que nunca llegan a alcanzarlo y esto les hace estar frustrados y enfadados continuamente. Se sienten sobrecargados de tareas y responsabilidad todo el día y necesitan hacer lo correcto en todas las situaciones: "sé cómo se deben hacer las cosas". Por eso, su mejor cualidad se convierte en su propio infierno. La persona perfeccionista no puede dejar de serlo en ningún momento porque siempre hay algo pendiente por hacer. Por eso no descansa ni se relaja con facilidad. Necesita hacer lo que se propone para escapar de la sensación de ansiedad que le persigue cuando no cumple. Puede que en la infancia sintieran que se esperaba mucho de ellos e hicieron suyas esas expectativas. También aprendieron que valían y eran buenos si hacían lo correcto y esa búsqueda de cariño y aprobación les hizo tener que ser intachables. El problema es que piensan de manera muy rígida. Las cosas solo se pueden hacer bien de una forma y es la suya. No hay excepciones, lo que está bien, está bien y lo que está mal, está mal. Por eso creen que el resto de la gente es mediocre, vaga e irresponsable. No entienden porque el resto del mundo no es como ellos y esto les irrita. A estas alturas puedes estar preguntándote: ¿y esto cómo se arregla? Ahí van algunas pautas:
Cuando te sientas frenético por lograr un objetivo, para y pregúntate qué es lo que verdaderamente está en juego y si guarda proporción la frustración y la ansiedad que sientes con el problema que tienes entre manos. Presta atención a tu diálogo interno, a lo que te dices. Tu autocrítica es tan implacable que buscas la perfección para librarte de ella. Las personas que toman conciencia del modo que tienen de hablarse a si mismas llegan a decir: no hablaría así ni a mi peor enemigo. Dáte tiempo para aflojarte y divertirte. Déjate ayudar, delega. No todo tiene que recaer sobre tus hombros Aprende a estar contigo mismo en lugar de pelearte por ser quien debes ser.
¡¡Ya me contarás cómo resulta!!
FALSO OPTIMISMO Ser optimista y positivo está de moda. La publicidad nos presenta modelos de personas que triunfan y que siempre sonríen, que sacan lo positivo de cada experiencia, por dura que ésta sea. Los numerosos libros de autoayuda que versan sobre el optimismo y las emociones positivas venden, y mucho. Pero bajo ese falso optimismo se puede esconder una negación del dolor y el sufrimiento. No seré yo quien niegue la importancia de un espíritu positivo para afrontar la vida (muchos de mis artículos abordan este tema), pero no todo es así de fácil. Existe una fuerte presión social para que nos mostremos siempre sonrientes, llenos de energía y optimismo. Y así, se ha instaurado una tiranía del optimismo que no deja lugar a otras emociones también necesarias y sanas. Y es que no hay emociones positivas y negativas. Las emociones simplemente son y cada una tiene su momento. Esa presión nos puede hacer sentir débiles si estamos tristes o hundidos frente a un problema, o culpables si no sonreímos cuando estamos muertos de miedo. Y qué decir del pensamiento mágico y omnipotente que transmiten montones de libros de autoayuda: "puedes ser y conseguir lo que quieras". Es un optimismo sin apoyo en la realidad. Yo defiendo el poder de la mente y la importancia de tener sueños que alcanzar pero también debemos tener los pies en la tierra y ser conscientes de nuestros límites y capacidades para lograr las cosas. Lo explica mucho mejor Schopenhauer en su libro "El arte de ser feliz": <<Cuando hemos reconocido de una vez por todas nuestros fallos y deficiencias lo mismo que nuestras características buenas y capacidades, y hemos puesto nuestras metas de acuerdo con ellas, y conformándonos con el hecho de que ciertas cosas son inalcanzables, entonces evitamos de la forma más segura y en la medida en que nuestra individualidad lo permite el sufrimiento más amargo, que es el descontento con nosotros mismos como consecuencia inevitable del desconocimiento de la propia individualidad, de la falsa presunción y de la arrogancia que resulta de ella.>>
EGO: ¿Qué es? En las tradiciones orientales se manejan con frecuencia los conceptos del Ego y el Ser. El Ser es nuestra esencia, el yo más profundo y el Ego es una estructura psíquica que nos hace comportarnos con automatismos y mecánicamente. Desde bien pequeños nos damos cuenta de cuál es el comportamiento que nos hace ganar la atención, aprobación o el afecto de los mayores. Y sin ser conscientes, empezamos a interpretar un papel con el que nos identificamos tanto que terminamos creyendo que es lo que somos realmente. El ego tiene que ver con esa apariencia, con esa imagen condicionada y empobrecida de nosotros mismos. Es el caso de la niña guapa a la que todos han dicho lo bonita que es, y se empieza a mostrar coqueta y seductora para ganar la atención de los otros; o el niño valiente y audaz que se atreve con todo y desde ahí recibe el reconocimiento; el aplicado que encuentra el aplauso en las buenas notas, etc... Las identificaciones del ego más frecuentes tienen que ver con las posesiones, el trabajo, el reconocimiento social, la educación, la apariencia física, las creencias, ciertas habilidades personales... Es un er defendida continuamente y alimentada en todo momento. El ego busca mantener siempre su status y sus necesidades son insaciables. Nunca está conforme con lo que tiene. A pesar de todo, no podemos prescindir del Ego porque cumple su función. Nos aporta estructura, nos dota de herramientas para salir de situaciones difíciles, nos da defensas frente a la vida. Entonces, si no debemos extinguirlo, ¿qué hacer con él? En primer lugar, tratar de conocerlo bien. Cada uno se identifica desde su ego con una cosa. Averigua cuándo sale tu ego a pasear, en qué situaciones se crece, píllalo in fraganti. Cuando irrumpa en una escena, valora si quieres interpretar ese papel o te puedes atrever a quitarte la máscara y ser tú mismo. Háblale con ternura y firmeza con si hablaras a un niño. Explícale que en este momento no lo vas a usar, que esté tranquilo y más tarde le escucharás. El Ego necesita ser controlado y a la vez, tenido en cuenta.
PARE QUE YO ME BAJO Un fin de semana con amigos da para tener ratos tranquilos y charla. El otro día nos hacíamos la pregunta: ¿logramos estar informados de todo lo que pasa? ¿Hay forma de estar al día en nuevas tecnologías? La respuesta rotundamente es NO. Vivimos a un ritmo vertiginoso y con una cantidad de canales de comunicación inabarcable. Estamos bombardeados por la publicidad para consumir lo último del mercado en viajes, experiencias únicas, tecnología punta, best-sellers, espectáculos y musicales, películas... Y sin darnos cuenta vamos creándonos unas necesidades y exigencias "absurdas" para ser las personas más informadas, cultas, actuales, entretenidas, sanas... (la lista no tendría fin). Nuestro mundo se ha agrandado gracias a Internet pero la oferta de oportunidades se nos ha ido de las manos. En la red no hay límites, en el consumo tampoco, los sueños que uno quiere cumplir tienden a infinito. Definitivamente esto es una locura. Paren que yo me bajo. Esta sociedad deja temblando a nuestra capacidad de elegir y decir No. Es momento de parar las exigencias y el afán compulsivo de coleccionar experiencias únicas; recobremos nuestro ritmo - cada uno el suyo - y nuestra calma interior. Son muchos los autores que recomiendan la desintoxicación de información durante las vacaciones; ¿serías capaz de no ver telediarios ni leer el periódico durante una semana? ¿Puedes estar más de una hora tranquilo sin hacer nada especial, sin programar tus próximos 6 meses, sin contestar mails pendientes? Por eso digo y repito: yo me bajo de la vorágine y la prisa por probarlo todo, me bajo de la exigencia de estar a la última en todo, me apeo de vivir de cara al escaparate para poder dedicarme a recuperar mi equilibrio, mi descanso y volver a disfrutar del silencio y del vacío.
ME PIDO… Cuando se acercan las Navidades los niños llenan su boca de deseos: me pido esto, me pido aquello… ¡Saben desear y pedir lo que quieren con tanta facilidad! Los adultos vamos perdiendo esta capacidad por pudor, por el qué dirán y sin darnos cuenta nos alejamos de nuestro deseo, de lo que realmente queremos en la vida y nos desorientamos por completo. No esperes a final de año para hacer tu lista de deseos. Cualquier momento es bueno. Te invito a que hagas un pequeño ejercicio: Busca un rato tranquilo para ti y busca papel y lápiz. Ahora toma contacto con tu interior y enfócate en aquello que quieres de corazón para tu vida. Intenta decidir qué deseas y pídelo con ilusión y con fe como hacen los niños al pedir sus juguetes a los Reyes. Se trata de soñar e ir tras tus sueños. Tu vida está en tus manos: desea, decide lo que quieres ser, hacer y tener. Cuando nos distanciamos de lo que queremos en la vida, usamos nuestra energía en aquello que no queremos: pelearnos, frustrarnos y quejarnos luego de lo que ha pasado. De esta forma, nuestra fuerza se queda estancada en aquello que no queremos y nos quedamos sin luchar por aquello que deseamos El proceso de desear tiene unos pasos:
Pide: formula lo que deseas. Sé concreto, define bien tu deseo. Confía: piensa que te mereces lo bueno de la vida y actúa para que suceda aquello que deseas. Aleja el miedo de ti. Agradece lo recibido: para que algo nuevo llegue a nuestras vidas hemos de dejarle espacio, hacerle hueco. Dar las gracias supone darnos cuenta de lo bueno que nos llega y tener una actitud positiva para acogerlo. Por último, pon atención para que tus actos no contradigan tus deseos. A veces con la cabeza deseamos algo pero el resto de nuestra vida - nuestras actividades y nuestro sentir - sigue igual, no cambia, no se pone en marcha para conseguirlo. No basta desear, hay que ponerse en marcha.
Te deseo: abundancia, la llegada de cosas nuevas y la capacidad de disfrutarlas.
UNA BUENA MOTIVACIÓN ¿Por qué haces lo que haces? ¿Qué es lo que motiva tus acciones hoy? ¿Qué te mueve en la vida? La motivación es la disposición, ilusión o motivo que nos lleva a ir tras una meta. La mejor motivación es aquella que nace dentro de nuestro ser, es nuestro motivo personal. Hay montones de estudios y teorías sobre la motivación pero hoy me gustaría resaltar algunas características que tienen los motivos potentes: Una persona está realmente motivada para lograr algo cuando le importa personalmente, cuando eso que quiere alcanzar tiene un valor emocional. Y entiendo por valor emocional el que tras un motivo “material” (un buen sueldo, una casa nueva, un viaje…) haya un sentimiento de valía, satisfacción, diversión, etc. La emoción es el motor más potente que tenemos. Las personas nos movemos por sentimientos y emociones. Entonces ¿por qué estamos tan alejados de ellos? ¿Por qué los desconocemos? De poco sirve motivar a un equipo de trabajo cuando las personas sienten que el motivo viene impuesto y es externo. Algunas lo acatarán, otras se revelarán y para otras será indiferente y no trabajarán con ilusión porque personalmente no les ha enganchado. Así pues, los motivos potentes que nos mueven a ir tras una meta son internos y elegidos. Con frecuencia nos hacemos un esquema de cómo queremos que sea nuestra vida sin pararnos a revisarlo y actualizarlo con frecuencia. El motivo personal que nos mueve en la vida ha de ser revisado de vez en cuando. Debemos pararnos a escuchar qué nos motiva e impulsa en el momento presente y no agarrarnos a los motivos pasados que ya han caducado. Una motivación fuerte soporta frustraciones cuando no alcanzamos la meta a la primera. Tener confianza en que lograremos lo que deseamos, es fundamental para no abandonar al primer intento. Por eso, los motivos importantes aguantan mejor las embestidas y los contratiempos que las expectativas que tratamos de cumplir para agradar a otros o los motivos impuestos de fuera. Una vez que descubras cual es la meta que te mueve, encontrarás tu mapa. ¿Te atreves a buscar tus verdaderos motivos?
ASUNTOS PENDIENTES Con frecuencia, en nuestra vida cotidiana, tenemos en la cabeza varios asuntos pendientes por resolver que nos impiden estar centrados en la actividad que estamos realizando. Los post-it de la nevera con los recados más urgentes, devolver alguna llamada, visitar a alguna persona, terminar aquel trabajo de la tesis, etc... Esos asuntos sin resolver, a veces insignificantes, nos agobian y nos mantienen la cabeza ocupada. Hay tantos asuntos pendientes como personas en el mundo: própositos sin cumplir, listas de tareas sin resolver, una relación pendiente de aclarar o reconciliar... pero lo que tienen en común todos ellos es que son verdaderos obstáculos en el camino. Los asuntos pendientes no nos permiten continuar adelante solo nos hacen sentir culpables por "algo" que no hemos hecho y no logramos resolver. Nos podemos sentir culpables por el estilo de vida que llevamos, por no haber devuelto esa llamada, por no haber cerrado ese proyecto, por decir "tengo que" y luego nunca hacerlo... Yo te preguntaría: ¿Hay algo que puedas hacer ahora para solucionarlo? Ponte manos a la obra. Lo que resuelvas hoy te hará sentir más libre mañana. Si la respuesta es negativa y no puedes hacer nada por resolverlo en este momento, entonces ha llegado el tiempo de asumirlo y perdonarte. Puede que la persona con la que tenías una conversación pendiente no quiera hablar, o tal vez perdiste el tren de ese sueño y no puedes hacerlo volver. Pasa la página de ese acontecimiento, deja que se marche y sé compasivo contigo. El presente te está esperando.
APRENDER A RECIBIR “A ver qué me regala porque las últimas veces se lució”. “Le tengo un miedo a los regalos que me hace...” ¿Quién no ha dicho una frase de este tipo alguna vez? Y es que los regalos son tan temidos como deseados. Por un lado, estamos deseando recibir un regalo por nuestro cumpleaños o por Navidad y por otro, tememos que no sea lo que nosotros queríamos. Ser regalado es un gesto de que le importamos a otra persona y que tenemos gente que nos quiere. Recibir un regalo nos hace poner en práctica nuestra confianza en el otro y nuestra capacidad de acogida. Sin querer caer en el tópico, los regalos no tienen por qué ser necesariamente materiales. Podemos recibir un abrazo, un halago, una llamada, una cena al llegar a casa... y al recibirlo ¿qué hacemos? Lo acogemos, lo agradecemos y lo disfrutamos o bien ¿le ponemos pegas y lo juzgamos? A veces nos sentimos incómodos cuando alguien nos habla de nuestras cualidades o cuando nos hacen un regalo "excesivo" y sentimos que no nos lo merecemos. En realidad, si nos sentimos inferiores e inseguros con nosotros mismos, no vamos a ser capaces de recibir lo bueno que el otro nos regala, y si no confiamos en la otra persona ni nos abrimos a la sorpresa, le pondremos mil pegas a ese regalo y pensaremos que no lo ha hecho bien o que no era lo que nosotros queríamos. Puede haber otra manera de abrir un regalo: tómate tu tiempo para sentir el deseo y la expectación al ir desempaquetando, quédate con el cariño y afecto que esa persona ha puesto en el regalo para ti. Déjate regalar. No juzgues cada cosa que te llega según tus baremos o tus criterios. Aprende a recibir.
PEDIR ES REGALAR Hace unos años en un curso de formación de un voluntariado me enseñaron algo importante que guardo como un tesoro: pedir lo que necesitamos es un regalo que le hacemos a alguien importante para nosotros. Solemos ir por la vida de "autosuficientes o de falsos humildes" pensando que no necesitamos nada de los demás o que para qué les vamos a molestar y con esta actitud vamos construyendo una muralla a nuestro alrededor que impide que los demás, los que nos quieren, puedan llegar a nosotros. Así, nuestra comunicación se va haciendo más impersonal y lo que realmente nos importa, lo callamos. Cuando soy capaz de reconocer que necesito algo, me estoy dando cuenta de que vivo en relación; pero cuando soy además capaz de decirlo y pedir aquello que necesito estoy haciendo un doble favor. Por un lado me estoy comunicando en profundidad y revelando mi esencia, y por otro, le estoy dando al otro la oportunidad de que haga algo por mí, de que se entregue a mí. Piensa en alguna ocasión que un amigo te pidiera un favor. Conecta con lo que sentiste. Seguramente, te alegró poder hacer algo por él y te sentiste especial porque él te hubiera elegido. A veces, estamos deseando demostrarle al otro cuánto le queremos y no sabemos cómo llegar a él. Por eso, pedir es regalar al otro la oportunidad de que haga algo mí. ¡Pruébalo, regala pidiendo!
DIALOGO INTERNO El diálogo interno habita en nosotros desde que adquirimos el lenguaje y empleamos las palabras para organizar nuestro pensamiento. Casi antes de que pronunciemos en voz alta las primeras palabras, hemos empezado a entablar diálogo con nosotros mismos: empezamos a hablarnos. La salud mental y psicológica de la persona depende en buena parte del modo en que nos hablamos a nosotros mismos, de lo que nos decimos. ¿Sabes qué tipos de mensajes sueles enviarte? El malestar y bienestar que sentimos en la vida no tiene que ver con la situación externa sino con la interpretación que le damos a esa situación y el mensaje que nos enviamos. Vamos a seguir algunas pistas: Piensa en un contratiempo, en una situación real o imaginada en la que algo por lo que habías luchado mucho y deseabas no ha salido adelante. ¿Qué es lo primero que te dices? ¿Qué mensaje te das tras un fracaso? Siempre lo estropeo, me he lucido, soy un perdedor, soy un desastre... Ahora visualiza un triunfo de tu vida, un logro importante ¿recuerdas qué es lo primero que pensaste? No es para tanto, podría estar mejor, ha sido suerte, no me lo merezco Por último sitúate frente a un reto, a una oportunidad. ¿Cómo la afrontas? ¿Qué te dices? No puedo fallar, ten cuidado, y ¿si me equivoco? La opinión que tenemos de nosotros mismos sale automáticamente en este tipo de situaciones. Los mensajes que nos damos condicionan totalmente nuestra autoestima. Las personas que se aprecian se dan mensajes de ánimo, comprensión y reconocimiento; por el contrario las que tienen baja autoestima aprovechan cualquier oportunidad para rebajarse todavía más, quitarse importancia o machacarse. Prueba a sustituir un mensaje habitual de perdedor por otro optimista y confiado en tus capacidades. Te sorprenderá el resultado que puedes lograr.
LO QUE ME ENCANTA He decidido hacer una cruzada contra la crisis. Un poco pretencioso ¿verdad?. El ambiente que nos rodea es pesado, pesimista, angustioso y poco a poco va entrando por nuestros poros y se instala en nuestro ser. La mayoría de nosotros nos hemos quitado lujos -por necesidad de recortar gastos o por si nos llegara más tarde - pero nos queda la capacidad de disfrutar. Hay lujos gratis, hay grandes placeres en nuestro día a día. Cada momento nos da la oportunidad de disfrutar, sólo hay que estar despiertos para saborearlo. Incluso la llegada de septiembre y su cuesta. Yo ya he empezado mi lista de cosas que me gustan y que disfruto cada día. Son momentos en los que se me escapa un "¡qué gusto!". Poner la atención en el bienestar y ser consciente de los momentos de placer, nos devuelve la capacidad de disfrutar. Y si disfrutamos, nos sentiremos más afortunados. ¿Te animas a hacer tu lista? Ahí van algunos de los míos: Me encanta desayunar tranquila leyendo el periódico Sentir la mano de mi hijo cuando vamos paseando Los besos espachurrados El olor a café recién hecho El agua fría en la cara por las mañanas Un rato de silencio y soledad Preparar una gran comida familiar El sol Cantar muy alto en el coche
CURIOSIDADES DE UNA TERAPIA ¿Qué SE HACE EN TERAPIA? Mucha gente no entiende bien en qué consiste ir al psicólogo ni que se hace en terapia. La mayoría tienen curiosidad por saber qué pasa dentro de la consulta. Pues bien, hoy intentaré explicároslo un poco. La persona comienza a contar su problema. Viene porque es consciente de que le pasa algo y no sabe cómo salir de ahí. En principio, viene para pedir ayuda. Pero todo esto es relativo. Algunas personas sienten que su problema está fuera, que es otro el culpable; otras vienen necesitadas de ayuda pero escépticas o desconfiadas (“yo no creo mucho en los psicólogos”). Mucha gente acude al psicólogo porque le han empujado a hacerlo (“si no vas al psicólogo no seguimos la relación”, “tienes que ir a terapia porque yo no sé cómo ayudarte”). El trabajo inicial consistirá en que la persona perciba su responsabilidad en lo que le está pasando y decida por sí misma comenzar una terapia. Así pues, el punto de partida imprescindible es que la persona sea consciente de que tiene un problema y que necesita ayuda. Hasta ahora hemos recogido datos o información sobre la persona y su problema. Tenemos que bajar otro peldaño y profundizar en lo que siente con todo esto que le está pasando. Conectar con el sentimiento no es fácil. Hay que dejar nuestra cabeza apagada, las justificaciones o explicaciones a un lado y escuchar nuestro mundo interno; detectar nuestro sentir. Y puede que nos cueste aceptar lo que estamos sintiendo porque no sea lógico, no sea políticamente correcto o no esté bien. Sólo aceptando nuestra responsabilidad y nuestros sentimientos podremos seguir adelante en el proceso terapéutico. Aceptar significa acoger y comprender nuestro dolor, ira, tristeza, culpa, abandono, etc... Y cuando uno conecta en profundidad consigo mismo, encuentra la calma y la paz y empieza a suceder el cambio. Es decir, el cambio no consiste en tirar de voluntad y cambiar las conductas "erróneas". Yo creo en el cambio desde las capas más profundas de cada persona y ese camino es más lento, a veces doloroso, pero mucho más auténtico y estable en el tiempo.
RELACION TERAPEUTA-PACIENTE <<Una terapia es un proceso de dos seres humanos (o más, en el caso de pareja y familias) limitados, erráticos y defectuosos>>. Esta definición la encontré el otro día en El milagro es aceptarnos, libro que os recomiendo, y me parece fundamental para lo que lo ahora os voy a contar. La relación que se establece entre un psicólogo y su cliente es fundamental para el cambio pero alberga algunos riesgos que pueden llevar a juegos patológicos. Cuando una persona acude a un psicólogo se siente desbordada por una situación y también suele sentirse débil y vulnerable por tener que pedir ayuda y desnudarse frente a un desconocido. Ese ponernos en las manos de otro, nos hace pequeños e inseguros. Y si me siento pequeño, hago grande a la persona que tengo enfrente. La tendencia a idealizar al terapeuta es muy frecuente y por eso, es fundamental la actitud que el terapeuta adopte frente a dicha idealización. Y es que los psicólogos también tenemos ego, y corremos el peligro de sentirnos halagados y con poder. Frente a nosotros hay una persona que nos otorga "poderes" para curarle; a veces, nos piden que tomemos decisiones por ellos o que les aconsejemos y , casi sin darnos cuenta, caemos en el juego del rescate. Este juego consiste en: yo te voy a ir marcando el camino de tu vida, tú sigues mis pautas y dependes de mi ayuda para caminar por la vida. Es también "normal", que a lo largo de la terapia el paciente se haga más consciente de sus heridas y límites y eso le lleve a sentirse dolido o decaído; pero si has pasado por cualquier relación de ayuda en la que te sintieras débil e impotente frente al terapeuta, duda de las aptitudes de esa persona, porque estará alimentando su ego y no dejándote crecer. Una relación de ayuda sana te va a afianzar en tus fortalezas y te ayudará a recobrar la autoconfianza. Sólo hay una cosa que diferencia al terapeuta del paciente (aparte de la formación académica que posea). El psicólogo tiene más trabajo personal que la persona que acude buscando ayuda. Es igual de humano, tiene sus heridas y “neuras” pero las conoce bien y trata de estar en contacto con ellas. Trabaja cada día por tener una relación más compasiva y amorosa consigo mismo. Y desde la conciencia de su limitación, puede acoger la herida y la limitación del otro. Así pues, como decía al principio, es una relación de dos personas falibles, limitadas y defectuosas.
MEJOR QUE IR A TERAPIA Nos bombardean a diario con publicidad agresiva y novedosa. Hace un tiempo ví un anuncio: la marca de un coche presenta la consulta de un psicólogo (psicoanalista mejor, por aquello del diván) con las preguntas: ¿deprimido? ¿Busca ayuda? De pronto el coche irrumpe en la consulta arrasándolo todo y termina con: MEJOR QUE IR A TERAPIA... En resumidas, ponga un coche en su vida y sus problemas desaparecerán. ¿Qué tendrá que ver el consumo y la imagen con la necesidad de introspección y de encontrar un camino de felicidad en tu vida? Bueno sí, hay algo en común entre los dos: la inversión económica. A menudo, cuando una persona llega a mi consulta comenta que venir una vez a la semana durante meses le supone mucho dinero. Yo lo acepto pero le respondo: la terapia es una inversión en tu propia vida. Es invertir dinero, tiempo y energía en ser más consciente de sus miedos, dudas, inseguridades o bloqueos y así ir entendiendo cómo se han ido formando esos problemas a lo largo de tu vida. La terapia posibilita que la persona se vaya conociendo mejor y desarrolle nuevas formas de resolver sus dificultades. Además aprenderá a escucharse mejor y vivir su día a día más a gusto consigo misma y sin tanto sufrimiento estéril. Esto sí que es una inversión de futuro, no?
5 RAZONES PARA IR AL PSICOLOGO Puede que lleves tiempo dándote cuenta de que hay cosas en tu vida que no funcionan bien y no sabes cómo resolver. Puede que no te sientas a gusto contigo o con alguna parte de tí. A veces nos metemos en una espiral de la que no sabemos salir solos y necesitamos la ayuda de otro para desenredar la madeja. Por eso, te cuento algunas de las mil razones que te pueden llevar a solicitar la ayuda de un psicólogo: 1. Si sientes que tienes problemas con el control, que gastas gran parte de tu energía en controlar tu entorno, tus relaciones, tus emociones... o por el contrario, sientes que pierdes el control de tu vida y que ésta no va por donde tú quieres, que las decisiones no son tuyas sino inducidas por otras personas o por el entorno, que las emociones se te escapan y tienes explosiones de rabia o de llanto. 2. En las relaciones con los demás solemos comportarnos con un patrón más o menos fijo. Cuanto más rígido es el patrón, más nos estamos limitando en la vida. Puede que hayas observado que tus relaciones de pareja siempre terminan igual, que repites los mismos fallos una y otra vez o que con frecuencia, acabas renunciando a tus cosas para complacer al otro; vas cediendo terreno hasta que lo tuyo se queda al final. O al revés, tratas de imponer tu manera de ver las cosas y te frustras mucho cuando no sale como tu tenías planificado. 3. En nuestra vida, pasamos por situaciones difíciles y dolorosas que nos marcan y nos dejan heridos. A veces, tratamos que seguir adelante pasando por encima de ellas pero ahí queda la herida sin curar: infancias sin el cariño que necesitábamos o con una alta exigencia, muertes o separaciones, enfermedades largas de algún familiar, abusos sexuales, problemas en el colegio o con los estudios, etc. 4. Nuestro manejo del tiempo también tiene importancia. Es frecuente ver a personas que les falta el tiempo, que van corriendo a todos lados, que siempre están liados y no tienen tiempo apenas para el descanso. No siempre es fácil pararnos del tren del ritmo laboral o familiar y poner límites. Corremos para evitar quedarnos a solas. Nos cuesta bajar la velocidad para reflexionar sobre nuestra vida y cargar las pilas. 5. La relación con uno mismo debería ser la mejor que tenemos. Solo nos tenemos a nosotros mismos hasta el final de nuestra vida pero nos empeñamos en criticarnos, ponernos la zancadilla, exigirnos sin descanso, desconfiar de nuestras capacidades. No nos tratamos como a nuestro mejor amigo, más bien al contrario, llevamos un juez interno que nos hace sentir incómodos, insatisfechos o fracasados cuando nos quedamos a solas.
Si te resuena alguna de estas situaciones y crees que afecta bastante en tu vida, a lo mejor es el momento de dedicar tiempo y energía a revisarlas y lograr ser un poco más feliz. Pide ayuda, para eso estamos los profesionales de la salud. ¡Atrévete!
MI EXPERIENCIA EN TERAPIA UN PROCESO CURATIVO Y TRANSFORMADOR Llegué a terapia animada por mi hija, ante el agravamiento de una cuestión enconada en mi matrimonio. Para mi generación, el recurrir y acudir a terapia conllevaba de por sí, un algo de vergonzante: por un lado el problema mismo de pareja (con cuarenta años de convivencia a la espalda) y por otro, el reconocimiento de no saber abordarlo. Semana tras semana, y lloro tras lloro, fueron fluyendo todos los conflictos, los conscientes y los inconscientes. Los cercanos y los lejanos. Y con sutiles indicaciones y preguntas casi discretas, se fueron aclarando las nubes hasta ver pequeños rayos de luz que iban a dar paso a un cielo casi siempre despejado. Y aunque el vivir presenta picos y valles, la certeza de saber que en cualquier momento puedes contar con la ayuda sanadora, aumenta la confianza en uno mismo para llegar a alcanzar la meta marcada. Conseguir ser mejor persona. En mis tiempos se decía que los psicólogos eran como los confesores de nuestros padres... Por edad, también conocí a aquellos y tengo que decir que no es cierto. Que una terapia de psicología no es una confesión de faltas y pecados de distinto carácter, a la espera del reproche penitencial. Es el repaso riguroso de emociones, sentimientos, pensamientos y actitudes de tu propia existencia ante un experto, un profesional que te acompaña en todo momento, a lo largo del proceso curativo y transformador. LA TERAPIA ME RECONCILIÓ Y RESPONSABILIZÓ DE MI VIDA Recuerdo ahora con una gran compasión hacia mí misma el primer día de terapia; me senté en el borde del sillón y permanecí así toda la sesión. No ocupaba todo el sillón como no ocupaba mi lugar en el mundo; supongo que no creía merecerlo. Tenía miedo, sobre todo, a morirme sin haberme sentido libre. Mis cadenas eran un dolor inmenso, mucha pena y mucha culpa. Una infancia en un ambiente violento era mi argumento para seguir sintiéndome una víctima, lo que aportaba mucho sufrimiento a mi vida. Creía que la vida me había robado una parte importante de mi alegría y mi seguridad, pero algo me decía en mi interior que tenía que haber otra forma de ir por la vida más feliz. Y un día, de forma casual, llegué a la página web de Miriam. No era marketing, ahí se hablaba con el corazón y me llegó como una impactante imagen, podía ser mi último tren –tenía entonces 56 años- para cambiar y me subí a él. Y así, esperando encontrar en la psicóloga “una orientación”, acudí a la terapia. Al principio, resultó un poco frustrante comprobar que allí no se me daban recetas; la psicóloga me preguntaba cómos y porqués, en ocasiones muy incómodos, acerca de mis sensaciones y de mis sentimientos. Fue una fase de la terapia casi limitada a que brotaran mis sentimientos, mis lágrimas, mis miedos y mi culpa. Fue como sacar a la calle los cubos de basura. Después llegó el momento más duro y más triste para mí de la terapia: darme cuenta de que yo era mi principal adversario. Era yo quien me hacía daño, quien me exigía heroicidades, quien me criticaba duramente; quien no tenía para conmigo la tolerancia y la consideración que era capaz de ofrecer a los demás. Un día lo vi tan claro, fue tan evidente para mí que me estaba machacando, que me rompí como un jarrón cuando se hace añicos. La rabia por comportarme así conmigo y la tristeza eran tan intensas que no podía parar de llorar, totalmente compungida. Y ahí estaba ella, sin moverse de su sillón, frente a mí, sin preguntar nada, dejándome gimotear y llorar todo lo que necesité pero me ofrecía en su mirada y en su expresión una gran ternura y un profundo respeto. Me sentí tan acompañada, tan acogida, que tuve la sensación de que acariciaba mi alma, de que algo se curaba dentro de mí. Creo que ese día logró que me reconciliara conmigo. Ése fue el inicio de mi paz.
A partir de ahí tomé conciencia de que yo era la responsable de mi vida, de cómo la encaraba. Pensé que era una responsabilidad que tenía una gran ventaja: me otorgaba a mí todo el poder. Y a fin de cuentas, yo era ya una mujer adulta con recursos suficientes para cuidar de mí misma, velar por mi seguridad y por la satisfacción de mis necesidades. La terapia ha cambiado mucho mi vida. Hoy vivo en paz; es un sentimiento tan dulce y tranquilizador … Así que ya no me exijo tanto, me esfuerzo pero sin forzarme, reconozco mis pequeños triunfos, acepto alegremente piropos de las personas que me quieren, me compro ropa bonita hasta para estar en casa y ya no llevo nunca medias como los zapatos de Charlot. Ahora no espero a “tener todo colocado y resuelto “ y a que no haya “problemas” en mi vida para ser feliz. Eso no ocurrirá nunca, así que disfruto de todo lo bueno que hay en mi vida, que es muchísimo, en lugar de pensar en lo que creo que me falta. Voy a empezar en enero las clases de tango a las que nunca me atreví a ir, me miro con agrado al espejo al salir de la ducha, me río bastante, comparto mucho, me despierto y el nuevo día, la vida, me parece un regalo. Me siento muy afortunada por tener un hijo estupendo con el que tengo una relación extraordinaria y valoro todo lo que tengo, hasta mi pequeño armario de ikea o el cielo a veces estrellado que veo desde mi cama por la noche. Vendí mi casa y ya no tengo hipoteca ni seguros ni impuestos. Y ya no me da miedo morirme porque sé que ahora vivo plenamente y me siento libre. En mi corazón ya no cabe el rencor ni el dolor. Como todo el mundo a veces estoy triste, incluso muy triste si la hija de mi amiga está gravemente enferma o tengo un cólico nefrítico, pero no sufro. Ahora sé estar triste y no perder por ello mi paz (con algunas excepciones, claro). Lo he conseguido gracias a las pautas que adquirí en la terapia: Confiar en mi buen criterio, en mi intuición y en mis decisiones. Mimarme mucho (tenía hambre atrasada) No preocuparme por chorradas y vivir más en el momento presente. Valorar y agradecer. No dosificar placeres, sino derrocharlos, como decía Serrat. Ser sincera en mis relaciones y no jugar a lo que no quiero. Ah, y una fundamental, que me costó llevar a cabo: borrar ese diálogo interno que repetía como la canción favorita y que me quitaba tanta energía.
LO QUE APRENDO EN MI CONSULTA Llevo más de 15 años atendiendo en consulta a personas que acuden al psicólogo en busca de alivio, orientación o solución a sus problemas. Son bastantes años y no menos pacientes -no sé el número exacto- escuchando en la intimidad de la consulta lo que les hace sufrir. Este camino ha sido tremendamente enriquecedor para mí (espero que no suene a despedida porque no pienso retirarme...) y estas son algunas de las cosas que aprendo cada día en mi trabajo: El contacto profundo y la comunicación íntima es lo que cura al paciente y al terapeuta. Lo que me engancha a mi profesión es el privilegio de ahondar en lo más íntimo y lo más sagrado de cada persona. Lo más escondido es lo más bello. El dolor y el sufrimiento dejan a la persona sin sus máscaras, sin sus defensas y me muestran a una persona vulnerable, sincera, honesta consigo misma. Y esa conciencia de lo que le pasa uno, cura. Aprendo cada día a tener fe en las personas, a creer que cada uno tiene dentro de sí un montón de potencial y posibilidades. Creo que todos buscamos la salud y la felicidad y que esa es nuestra tendencia natural; a veces tan sólo, necesitamos un poco de ayuda para desenredar el nudo que no nos dejaba vivir. Sigo aprendiendo el arte de comprender, profundidad apartando mis juicios o mis esquemas mentales.
de
escuchar
en
Conectar con lo auténtico de cada uno de mis pacientes, me permite escuchar también mi parte sincera, clara, mi sentir. Y esa conexión hace que apoye lo que va a favor de la vida, del impulso de ser feliz. Aprendo a esperar, a llevar otro ritmo muy distinto al que manejo fuera de la consulta. Trato de encontrar el equilibrio entre empujar para que la persona avance en la terapia y acompañar el proceso con su ritmo, sus dificultades y su tempo. Los procesos terapéuticos llevan otros ritmos distintos de los "lógicos" mentales. El mundo emocional necesita cocinarse a fuego lento, no vale la comida rápida. Requiere cuidado, atención y escucha para que la persona se atreva a hablar de lo que realmente le duele, para que se abra, para que rompa a hervir y se ablande. Mis pacientes me enseñan otras realidades, otros puntos de vista y me abren al mundo. Admiro la valentía de quien decide cuestionar su vida. Admiro a quienes se atreven a atravesar el dolor o mirar de frente sus miedos. Por último, resaltar mi convicción profunda de que lo realmente mueve el mundo y a las personas es lo afectivo. Creemos que nuestro intelecto, nuestro curriculum brillante o nuestra imagen nos darán la plenitud pero sólo sanando el mundo afectivo (reconociendo nuestras carencias y buscando cubrir las propias necesidades), podremos tocar la felicidad.
TE RECOMIENDO LEER… EL MILAGRO ES ACEPTARNOS. Manual de Terapia de la Imperfección. Autor/Coord: Ricardo Peter Siena Editores Como la mayoría de los buenos libros, éste llegó a mis manos a través de una persona que había buceado en el tema y le había enganchado. Recomiendo este libro a todos los terapeutas que se sientan día a día frente a otra persona, que escuchan otras vidas, que buscan respuestas al sentido de la vida. El libro es una recopilación de varios autores que desarrollan la Terapia de la Imperfección. Su lectura en algunos momentos se hace densa, pero deja muy bien establecidos los parámetros de dicha teoría. Bebe de varias fuentes humanistas y aunque su concepto central no es nuevo, a mí me resultó muy sugerente el desarrollo del mismo. La terapia de la Imperfección habla de la importancia y el sentido que tiene que seamos imperfectos, tengamos límites y nos sintamos vulnerables. Algunas ideas centrales: El ser humano no es completo y sólo cuando lo acepta, llega a la paz interior. La infelicidad se basa en la búsqueda inagotable por ser perfecto. La enfermedad es negarse a ser compasivos con nosotros mismos. La imperfección y el límite nos hacen necesitar al otro, nos hacen más humanos y compasivos.
EL CABALLERO DE LA ARMADURA OXIDADA
Autor: Robert Fisher. Ed.Obelisco Este libro de autoayuda es un clásico que ha sido nº1 en ventas en listas internacionales. No por conocido deja de ser válido para aquellas personas que desean adentrarse en el mundo del autoconocimiento y del crecimiento personal. Si todavía no ha caído en tus manos, ¡es momento de hacerse con un ejemplar!
EL PODER DEL AHORA. Un camino hacia la realización espiritual. Autor: Eckhart Tolle. Ediciones Gaia, 2001. Este libro fue el regalo de una dolorosa despedida. Con los años, he ido apreciándolo más y es una de las pocas lecturas que he retomado a lo largo de mi vida para empaparme nuevamente de su sabiduría. Si hay un libro que puede sanar la inquietud, el desasosiego, la ansiedad y la preocupación crónica, es éste.
Los problemas casi nunca surgen de fuera sino de nuestra mente que no para de pensar, recordar cosas del pasado y preocuparse con el futuro. Creemos que somos sólo una "cabeza pensante" pero estamos muy equivocados: somos cuerpo, capacidad de sentir y percibir con todos los sentidos, somos emociones... y todo eso sucede en el PRESENTE. A algunos de mis pacientes este libro les ha ayudado mucho para parar la cabeza y centrarse en el presente, para abrir los sentidos y volver a recuperar el control de su vida. El poder del ahora es una invitación a poner nuestra atención y energía en lo que está pasando ahora, en este instante, a estar despiertos y no fantaseando todo el día. A olvidar los "y si..." y sumergirnos en lo más real del momento. Si quieres calmar tu mente, si deseas apaciguar tu espíritu te recomiendo esta lectura. Una última sugerencia: no intentes leerlo de un tirón. Saboréalo tacita a tacita, haz pausas, medita.
EL HOMBRE QUE CONFUNDIÓ A SU MUJER CON UN SOMBRERO Autor: O. Sacks. - Muchnik Ed.SA Mi profesor de psicopatología en la carrera nos recomendó este libro para comprender un poco mejor "la locura" y sus trastornos. Ofrece de forma amena y literaria un buen compendio de los principales trastornos mentales.
ANTICANCER Autor: D.Servan-Schreiber. Ed. Espasa. Este libro me abrió los ojos a nuestros hábitos nocivos de vida. Llevamos una vida cómoda y sedentaria que nos lleva a consumir mucha comida rápida y a pasar horas y horas sentados. El autor, superviviente de un cáncer, emprendió el camino de la salud investigando los efectos que la alimentación tiene sobre nuestro organismo y más aún, los efectos protectores que determinados alimentos naturales tienen sobre el cáncer. Actualmente una dieta sana no se entiende sin la práctica habitual de ejercicio físico y una buena relación mente-cuerpo, y estas tres patas de la banqueta quedan perfectamente expuestas en este libro que recomiendo a todo aquel que quiera llevar una nueva forma de vida.
EL PROCESO DE CONVERTIRSE EN PERSONA Autor: C. Rogers. Ed. Paidós- Psiquiatría, psicopatología y psicosomática. Este libro es un clásico dentro de la corriente Humanista de la Psicología. Introduce los pilares teóricos en que se apoya esta corriente de la Psicología.
AMAR ES LIBERARSE DEL MIEDO Autor: G.G. Jampolsky. Ed. Los libros del comienzo. Con un claro perfil de autoayuda este libro pretende dar pistas para ser m谩s libres y soltar las ataduras mentales que nos impiden ser felices. Ofrece claves de c贸mo superar el miedo. A pesar de ser muy cognitivo, creo que introduce mensajes muy claros para soltar el miedo y atreverse a ser feliz: cada uno elige qu茅 quiere en su vida y en sus relaciones, el perd贸n como motor para avanzar en la vida...