CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA
Cuando llueven PIEDRAS Consejos para sobrevivir
Un clip y mucha fe Trocar y ganar
Crestas y valles Informaciรณn privilegiada
Año 17, número 9 A N U E S T RO S A M IG O S P e s a d a s c a rg a s
En la mitología griega, Sísifo fue conocido por sus hábiles artimañas. Tuvo fama de ser el más astuto de los hombres. A la postre, su malicia y sus embustes disgustaron tanto a los dioses que estos lo condenaron en la otra vida a empujar un pedrusco hasta lo alto de una empinada ladera. La piedra estaba maldita, de tal manera que Sísifo nunca alcanzaba a culminar su tarea: siempre que se acercaba a la cumbre, la roca volvía a rodar cuesta abajo, y él tenía que comenzar de nuevo, una y otra vez, por siempre. Aunque no deja de ser un mito, todos nos identificamos con esa sensación. ¿No te da a veces la impresión de estar empujando una roca cuesta arriba y, cuando ya rasguñas la cumbre, se te escapa? Y lo que es peor, hasta es posible que te arrolle en su caída. A Dios gracias que, a diferencia de Sísifo, podemos salirnos de ese desmoralizador ciclo de gastar ingentes fuerzas sin cosechar apenas resultados palpables, o quedar atascados vez tras vez en situaciones agobiantes o malsanas. La solución se encuentra en la Palabra de Dios: «Encomienda al Señor tus afanes, y Él te sostendrá; no permitirá que el justo caiga y quede abatido para siempre»1. «Dios bendice a los que soportan con paciencia las pruebas y las tentaciones, porque después de superarlas, recibirán la corona de vida que Dios ha prometido a quienes lo aman»2. El primer versículo nos invita a echar sobre Dios nuestras cargas en lugar de dejarnos abrumar y abatir por ellas. Es un alivio saber que podemos confiar en Él, qué duda cabe; pero eso no significa que nos vaya a sacar mágicamente de todos los laberintos en que nos metamos. Él a menudo quiere que maduremos y aprendamos de las situaciones que se dan alrededor de nosotros. Ahí es donde entra a tallar el segundo versículo. Nuestra fe es lo que motiva a Dios a intervenir para aliviar nuestras cargas actuales y conducirnos a futuras victorias. Gracias a ella, tenemos la certeza de que alcanzaremos la cima de la montaña y seguiremos adelante. A fin de cuentas, no tiene ni comparación con el sino del pobre Sísifo. Gabriel García V. Director 1. Salmo 55:22 (nvi) 2. Santiago 1:12 (ntv) 2
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Director Gabriel García V. Diseño Gentian Suçi Producción Samuel Keating © Activated, 2016 Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd. A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.
MIS DIARIOS Joyce Suttin
Me encontraba organizando y limpiando a fondo mis
pertenencias. He vivido más tiempo en esta casa que en ninguna otra; de ahí que haya acumulado montones de cosas. Enfrascada en esa tarea, me topé con una caja en la que guardo mis antiguos diarios. Me explico. No son diarios que detallen sucesos de mi vida; en ellos anoté peticiones de oración, respuestas obtenidas, versículos de la Biblia que invocaba y, lo más importante, palabras de instrucción que Jesús me transmitía en mis ratos de meditación y que me orientaron y me ayudaron a tomar decisiones. Hacía años que no abría esos diarios; es más, muchas veces estuve a punto de deshacerme de ellos. Son todos de distintos tamaños y modelos, y la mayoría casi ilegibles, ya que no me distingo por mi buena letra. Me recordaron períodos de grandes dificultades, cuando parecía
que muchas cosas iban mal. Al evocar esos tiempos, me sentí muy agradecida de haberlos superado, y en realidad ni siquiera tenía ganas de revivir todas esas antiguas desventuras y emociones. Así y todo, cuando los tomé en las manos y comencé a hojearlos, hubo dos aspectos que me llamaron la atención una y otra vez. Número uno: que Dios siempre me ha amado y ha velado por mí, aun en las épocas más sombrías. Y número dos: que siempre ha contestado mis oraciones. Al releer mis diarios, las dificultades del pasado se hicieron humo. Lo que vi revelado en ellos fue el tierno amor que el Señor me ha demostrado, guiándome por duros caminos y a través de arduas decisiones, ayudándome asimismo a mantener la vista fija en Él. Ciertos versículos bíblicos cobraron vida, y me di cuenta de que, aunque yo en aquel momento no lo
entendiera, el Señor iba respondiendo mis oraciones y ayudándome a salir adelante. Sobre todo comprendí que la fe que tengo hoy se fundamenta en todas las lecciones aprendidas en las etapas más complicadas de mi vida. Si estás pasando por un período confuso o difícil, te recomiendo que anotes tus pensamientos. Escribe tus oraciones. Apunta los versículos que quieres invocar. Escribe lo que te dice el Señor en tus ratos de oración en privado y guárdalo. Puede que ahora no veas las cosas con claridad, pero si te aferras al Señor y confías en Su amor y Sus promesas, Él te ayudará a salir a flote. A la larga entenderás y agradecerás poder ver en retrospectiva todo lo que Él haya hecho por ti. Joyce Suttin es docente y escr itor a. Vive en San A ntonio, EE . UU. ■ 3
Adaptación de un artículo de María Fontaine
Cuando llueven PIEDRAS Es comprensible que mires
el porvenir con cierta inquietud. Tal vez al volver la vista atrás te vienen a la memoria las luchas, la incertidumbre y hasta los reveses que te conmocionaron. Es posible que todavía te pesen en el corazón las tristezas y desilusiones que en su momento te abrumaron. Eso puede darle un cariz intimidante al futuro. Pero lo bueno es que, a pesar de todas esas cosas que pueden trastornar nuestra vida sin previo aviso, contamos con las promesas infalibles de Dios, que nos aseguran que Él no se apartará de nuestro lado, que nos guiará, nos dará fuerzas y llenará de paz, consuelo y fe nuestro corazón. Él está presto a ayudarnos a capear las tormentas de la vida y salir airosos de las batallas. Está deseoso de conducirnos a la esperanza y la luz de un nuevo día con Él. Hasta puede aprovechar nuestras dificultades y valerse de ellas para fortalecernos y ayudarnos a avanzar. Visualiza la siguiente escena: Te encuentras bajo una lluvia continua de piedras, como si fuera 4
un desprendimiento de montaña. Esas piedras son los sobresaltos, los reveses, los sucesos desalentadores, los sufrimientos y las tristezas que forman parte de esta vida terrenal. Creo que todos nos enfrentamos a avalanchas de piedras de autocensura, depresión, tristeza o miedo, capaces de herirnos y derribarnos. Lo reconfortante es que no tenemos por qué dejar que comprometan nuestro porvenir. El efecto que produzcan en nuestra vida depende muchísimo de nuestra actitud. Las piedras que nos golpean pueden ser consecuencia de conceptos erróneos, malentendidos o imaginaciones. También es posible que tengan algo de verdad. En todo caso, contamos con un Salvador que nos puede ayudar a descartar lo que no se ajusta a la realidad, a generar a partir de las auténticas dificultades un bien mayor y a vencer los obstáculos, de modo que nos volvamos más prudentes, más fuertes y más semejantes a Él. Si nos concentramos en la realidad de las promesas de Dios y del amor que abriga por nosotros
y nuestros seres queridos, esos proyectiles que amenazan con destruirnos caerán y se harán pedazos a nuestros pies, ripio que las lluvias de Su amor transformarán en sendas firmes por las que caminar. ¿Han visto alguna vez piedra caliza triturada? Parece gravilla polvorienta, pero cuando se extiende sobre un camino de tierra sucede algo sorprendente: las lluvias no se la llevan, sino que reacciona con el agua y queda una superficie durísima, parecida al cemento, que vuelve al camino muy resistente al agua y la erosión. Dios puede obrar una transformación semejante en nuestra vida. Cuando no nos dejamos derrotar por nuestras angustias y optamos por presentárselas al Señor, Él puede enseñarnos a transformarlas en determinación y en una fe mayor. M ar ía Fontaine dir ige juntamente con su esposo, Peter A mster dam, el movimiento cr istiano La Familia Inter nacional. ■
LA FE AL RESCATE Iris Richard
Al rememorar las encrucijadas en las que me he visto a lo
largo de mi vida —momentos en que parecía que las cosas habían dado un giro poco feliz o que mis planes y objetivos habían sufrido un duro revés—, me doy cuenta de que mi fe ha desempeñado un importante papel, y de que me ha ayudado a sobrellevar las circunstancias adversas y salir airosa de los aprietos. Como he sido misionera durante más de 30 años, mayormente prestando servicios a la comunidad y trabajando como voluntaria en el extranjero, la fe ha sido por supuesto una fuerza impulsora en mi trabajo y en mi vida privada. Aprendí a confiar en que, fuera cual fuera la dificultad, al final del túnel había luz y un rayo de esperanza. Cuando mi segundo niño nació prematuro a los 7 meses con los 1. V. Hebreos 11:1,6 2. V. Marcos 9:23 3. V. Romanos 8:18 4. V. 1 Juan 5:4 5. V. Romanos 4:20,21
pulmones poco desarrollados y un pulso débil, quedé deshecha. Los médicos le veían pocas posibilidades de llevar una vida normal y saludable. Estuvo un mes en una incubadora. Aunque el miedo de perderlo casi me asfixia, me aferré a la fe, y los dos sobrellevamos la larga espera hasta que le dieron el alta, después que subió de peso y se le declaró en buen estado de salud1. Al cabo de 13 años de misionar en el Sureste Asiático, nuestra labor allí concluyó de forma inesperada. Si bien nuestra familia —en aquel entonces teníamos tres hijos pequeños— se vio obligada a comenzar de nuevo de cero, la fe nos dio el valor y las fuerzas para lanzarnos de lleno a lo desconocido2. Cuando en el 2003, después de dos años de quimioterapia, se me murió un hijo que había contraído leucemia, yo estuve al borde de la desesperación. La fe me acompañó por la senda del sufrimiento y el duelo hasta que llegué a un lugar mejor3. Fui impotente para ayudar a un ser querido a vencer su adicción a las
drogas, y me resultó desgarrador ser testigo de los conflictos matrimoniales y profesionales que su vicio le acarreó. La fe, sin embargo, me dio esperanzas cuando no las había, y fuerzas para creer que la batalla podía ganarse4. En los más de 21 años que llevo trabajando en el continente africano, con toda su inseguridad y pobreza, la fe ha sido mi escudo. Me ha dado el valor y el aguante para persistir en los momentos en que todo parece absurdo y disparatado o cuando las energías y la voluntad flaquean5. Una y otra vez la fe en Dios ha vuelto controlables las circunstancias adversas, tangible la felicidad, soportables las decepciones, llevaderas las pérdidas, y me ha comunicado la certeza de que el sol siempre volverá a brillar. Ir is R ichar d es consejer a. Vive en K enia, donde ha participado activamente en labor es comunitar ias y de voluntar iado desde 1995. ■ 5
Dina Ellens
Cómo superé un mal trago los primeros minutos,
1. Jeremías 29:11 2. Romanos 8:28,31 (RVR 95) 3. Salmo 31:21 (nvi) 4. Mateo 6:34 (RVR 95) 5. Juan 16:33 (nvi) 6
mientras digería la noticia, fueron devastadores. Tuve la sensación de que mi mundo entero se desmoronaba. No sé cómo, pero logré salir torpemente de la oficina de mi jefe. Sus palabras me seguían dando vueltas en la cabeza: —Dada la actual situación tenemos que hacer recortes. ¿Estarías dispuesta a aceptar de momento una reducción de tu jornada laboral? Tal vez te hayas visto en una situación parecida. Quizá tenías un empleo de jornada completa para
mantener a tu familia o —como en mi caso— uno de media jornada para disponer de ingresos adicionales; en cualquier caso, es una noticia que pega duro. Cuando te pasa eso, ¿qué haces? ¿Cómo te repones y sigues adelante? Esto es lo que me sirvió a mí.
1
Me repetía continuamente que debía conservar una actitud positiva. Aunque no podía hacer nada para modificar la decisión de mi jefe, sí podía controlar mi reacción. Cada vez que sentía
que empezaba a desanimarme o deprimirme, me empeñaba en tener pensamientos positivos. No fue fácil, pero me obligué a hacer el esfuerzo.
2
Me decía a mí misma que cualesquiera que fueran las circunstancias, Dios estaba a favor mío. Él me ama, y Su amor no había cambiado ni un ápice. Sí, mis circunstancias eran distintas, pero podía seguir pisando sin miedo sobre el terreno firme del constante amor de Dios. Procuré tener bien presente ese pensamiento leyendo la Biblia y prestando atención a lo que Dios me decía por medio de ella. Estos son algunos versículos que me ayudaron: «Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis»1. «Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?»2. «Bendito sea el Señor, pues mostró Su gran amor por mí cuando me hallaba en una ciudad sitiada»3.
3
Escuchaba canciones cristianas edificantes, tales como You Lift Us Up, de Paul Baloche, y Come to Me, de Jenn Johnson. Esas están en YouTube, al igual que muchas otras, y me sirvieron para llenarme la mente de pensamientos positivos.
4
Cuento con amigos sinceros que me escucharon comprensivamente y oraron por mí. Me ayudaron a darme cuenta de que tenía a quien acudir en una situación así. Se habían levantado muros entre nosotros, y nos habíamos distanciado por estar yo tan ocupada. Esos muros se derrumbaron en el momento en que expresé humildemente mi necesidad emocional. A raíz de esa experiencia, nuestra relación se estrechó.
5
No me preocupé por el futuro, sino únicamente por el presente. Como dijo Jesús: «No os angustiéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propia preocupación. Basta a cada día su propio mal»4. En lugar de tratar de entender todo mi futuro y descubrir qué iba a hacer, decidí fijarme dos metas cada día. Al alcanzarlas, cobraba ánimo, pues sabía que me estaba ocupando de cosas pendientes que tenía postergadas desde hacía tiempo.
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Repasaba con mayor frecuencia todas las bendiciones que había recibido, y fui aprendiendo a reconocer mejor los muchos aspectos en que he sido favorecida. Hasta nimiedades que antes daba por sentadas me levantaban el ánimo y me daban nuevos bríos.
7
Lo último —pero en realidad lo más importante— es que mantuve un buena comunicación
con Jesús. Él dijo: «En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo»5. Deduje que cuanto más tiempo pasara con Él, más vencedora sería. Día a día fui aplicando esos consejos, y mi estado de ánimo mejoró. Aunque las circunstancias no cambiaron, lo que ocurrió fue que, al adoptar una actitud positiva y alabar más al Señor, fui capaz de ver mi situación desde un prisma más favorable. En las horas de trabajo que conservé, seguí cumpliendo de la mejor manera posible mis obligaciones, de todo corazón. A veces eso implicó hacer cosas que nunca había hecho, como ir a la zona de mayoristas de la ciudad en busca de artículos de decoración, y luego aprender a hacer un arreglo otoñal con canastos de mimbre, calabazas y hojas artificiales de arce. Al cabo de un mes aproximadamente, recuperé mis horas habituales de trabajo. Como es de imaginar, estaba muy contenta y aliviada. Con todo, a pesar de que mi situación mejoró, estas enseñanzas se quedan conmigo. Si mis circunstancias vuelven a cambiar —como indudablemente ocurrirá—, ahora tengo algo concreto a qué aferrarme en esos momentos difíciles en que parece que todo mi mundo se viene abajo. Dina Ellens vive en Java Occidental (Indonesia), donde se dedica a labor es voluntar ias. ■ 7
UN CLI P Y MUCHA FE
Cu rt is P et er
¿Has oído hablar de un joven llamado Kyle MacDonald que intercambió un clip (sujetapapeles) por otro artículo, y ese por otro, y así sucesivamente hasta conseguir una casa de propiedad? Curiosamente, apenas le tomó 14 trueques lograr ese objetivo al cabo de un año. La sucesión fue esta: clip, bolígrafo, picaporte, estufa, generador, barril de cerveza, moto de nieve, viaje a Yahk, furgón, contrato de grabación, alquiler por un año de un departamento en Phoenix, una tarde con Alice Cooper, domo de nieve con motor, papel hablado en una película, casa en Kipling (Canadá). Kyle declara: «Me he embarcado en una aventura, y simbólicamente ese clip lo une todo. Es facilísimo acordarse de un clip». Jesús muchas veces se valió de ejemplificaciones así cuando dijo que el reino de Dios 1. http://elixirmime.com 8
va n G or der
era como una perla, una puerta, una semilla, pan, agua, un tesoro, un árbol fructífero, una viña, etc. De la misma manera que Kyle se sirvió del clip para dar forma a su idea, se me ocurrió que podríamos aplicar algunos conceptos de su experiencia a nuestra vida de fe. A Kyle lo motivó un juego de trueque de su niñez llamado Más grande y mejor. Se planteó si no sería posible trasladar la idea del juego a la vida real. Intercambiaría objetos hasta hacerse dueño de una casa. Muchos de los mayores descubrimientos e innovaciones de la Historia se dieron estableciendo relaciones, aplicando una idea a otro campo. En muchos casos eso implica pasar de lo imaginario a lo real. Antes de comenzar a desarrollar una idea, hay que concebirla. ¿Qué llevó a Kyle a persistir durante ese año de trueques, en que comenzando con un clip terminó
con una casa? Uno de los factores fue el carácter divertido de la empresa. Kyle cuenta que la experiencia fue emocionante. Gozó de cada instante. Disfrutar de lo que hacemos, verlo como un paso hacia un fin mayor, contribuye en gran medida a que nuestras aspiraciones se hagan realidad. Kyle echó una mirada a su escritorio y, al ver un clip rojo, se le ocurrió iniciar su aventura con eso. Para lograr lo que queremos alcanzar, es preciso que empecemos con lo poco que tenemos. Kyle se preguntó: «¿Cuánto vale un clip?» Nosotros deberíamos hacernos preguntas similares: «¿Qué potencial tiene esta idea? ¿A dónde me puede llevar? ¿Qué pasos puedo dar para acercarme a esa meta?» Jesús nos instó a tener una fe disparatada cuando dijo que un granito de fe, del tamaño de una semilla de mostaza, puede mover montañas
de obstáculos. A Moisés le pasó lo mismo cuando Dios le dijo que se fijara más detenidamente en lo que tenía en la mano, una rústica vara de madera que luego usaría para dividir el mar Rojo y liberar a su pueblo de la esclavitud. La aventura del clip rojo constituye una gran enseñanza sobre llevar una idea a la práctica. Cuando nos surge una idea, es fácil descartarla por insignificante. Empero, una vez que nos hemos tomado el tiempo de estudiarla y hemos determinado que es lo que deberíamos hacer,
la inspiración nos ilumine, tenemos que meter ese relámpago en una botella y guardarlo allí para el futuro. Kyle descubrió a poco andar que no solo estaba intercambiando objetos: estaba haciendo realidad los deseos de otras personas, dándoles cosas que las podían beneficiar, poniendo en contacto a alguien que ya no necesitaba un objeto con alguien que lo quería. En nuestro trato con los demás, debemos mirar más allá
Kyle M acDon ald na avent rra su ur a e n : http:/ /w w w .redpa percli p.com /
no deberíamos darnos por vencidos durante su desarrollo. Es esencial ajustarse al plan hasta el final. Cuando nos viene una inspiración, puede ser que Dios nos esté hablando para conducirnos en cierta dirección. Así como Kyle, en el momento en que se le prendió la bombilla, reconoció que aquella era una idea digna de explorar, lo mismo podemos hacer nosotros. Cuando
de las apariencias y averiguar qué necesita realmente la persona que tenemos delante. Lograr lo que nos hemos propuesto es mucho más que adquirir riquezas y objetos; lo principal son las cálidas relaciones que cultivamos con la gente con la que interactuamos en el trayecto. Cerca del final de su cadena de trueques, Kyle consiguió un año de alquiler de un departamento.
En ese momento algunos le dijeron que podía parar, pues ya tenía una vivienda. Sin embargo, él no estaba del todo satisfecho, porque no era de su propiedad, y esa era la meta que se había fijado. Si no nos conformamos con un resultado inferior, le damos a Dios ocasión de cumplir lo que nos prometió. La experiencia de Kyle nos enseña a descubrir posibilidades que a otros se les pasan por alto. Me lleva a preguntarme qué oportunidades me habré perdido yo por falta de fe o falta de metas, sobre qué aguas habría podido caminar, qué montañas podría haber movido, qué ríos podría haber cruzado de haber tenido más fe. Sin duda, casos como el de Kyle sientan un precedente y muestran que lo aparentemente imposible está a nuestro alcance. Una idea que acaba plasmándose sirve de estímulo a otros. Kyle señala: «Hay personas de todo el mundo que dicen que tienen clips fijados a su computador, al escritorio o a la camisa como recordatorio de que todo es posible. Creo que en cierta forma es verdad». MacDonald explica que el recorrido terminó siendo más emocionante que el objetivo que perseguía. «Esto no se ha acabado. Puede que aquí concluya esta etapa de la aventura, pero la historia continúa», puntualiza. Hoy incentiva a los demás como conferencista motivacional. Se ha dirigido a más de 50.000 personas en cuatro continentes. Curtis Peter van Gor der es guionista y mimo1 . Vive en A lemania. ■ 9
La
señal Sharon Galambos
Debo admitir que nunca he sido muy dada a creer en
curaciones milagrosas. A decir verdad, me enorgullecía un poco de ser una mujer racional y lógica, algo que incluía cierta cuota de escepticismo. Quizá se deba a esa percepción de que todo lo que nos ocurre forma parte de un plan universal, es decir, es nuestro destino. También pienso que —como los judíos de la época de Jesús— yo pedía señales. Cuando nos sentimos bien es fácil no valorar la salud. Solo nos volvemos conscientes de la dura realidad cuando nos pasa algo, como si fuera la primera vez, por más que en muchas ocasiones anteriores ya hayamos tenido esa realidad delante de las narices. En cierta etapa de mi carrera, cuando me desempeñaba como profesora en un centro de voluntariado, tuve la divertida experiencia de compartir dormitorio en un ático con una misionera procedente de Inglaterra. Nos iba estupendamente, salvo que el techo de la habitación era tan bajo que apenas podíamos enderezarnos. Nos tocaba andar agachadas y con la cabeza inclinada. La verdad es que yo no le daba mayor importancia, ya que solo usábamos el espacio para dormir. No obstante, con el paso del tiempo empecé a sentir dolor y rigidez en el cuello, como cuando se duerme con mala postura. A todos se nos agarrotan los músculos de vez en cuando, pero el dolor que tenía en el cuello no se me pasaba. Al contrario, se fue agudizando, hasta el punto de volverse insoportable. La radiografía que me tomé no arrojó nada; aun así, yo sabía que tenía algo grave. Un amigo me recomendó visitar a un quiropráctico, el cual me indicó que me realizara un escáner. Aún recuerdo que al terminar me explicó —con la mayor gentileza posible— que tenía una hernia discal en las
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vértebras del cuello. El disco presionaba varios nervios, y cualquier movimiento brusco podía seccionarlos. Como consecuencia, podía sufrir una parálisis. Una opción era someterme a cirugía para corregir el daño. El procedimiento consistía en extraer parte del hueso de la cadera e insertarlo en el cuello. Ello inmovilizaría las vértebras y me impediría girar el cuello. Lo que es más, esa cirugía no garantizaba un resultado positivo permanente. La segunda opción era continuar aguantando mucho dolor y arriesgarme a sufrir en cualquier momento una parálisis. Opté por la intervención quirúrgica, la cual accedió a realizar el propio director del hospital de neurocirugía. Todo se desarrolló lógicamente en preparación para la operación. La noche anterior, mis amigos y colegas se reunieron para orar por mí. Durante la oración, uno de los presentes recibió del Señor un mensaje en el que Él decía que me curaría por completo sin necesidad de cirugía. ¡Cómo! Eso sí que no cuadraba con el lógico desarrollo de las cosas. Huelga decir que me pasé la noche en vela discutiendo con Dios. Habría sido más fácil si se hubiera presentado ante mí en un haz de luz y me hubiera hablado con potente voz desde el Cielo. Pero no fue así en absoluto. Me estaba pidiendo que confiara en una voz queda, humilde y apacible que ni siquiera era la mía. Lo increíble es que a primera hora de la mañana me vino una inexplicable sensación de paz que me envolvió la mente y el corazón. En ese instante tuve la certeza de que Dios me iba a sanar milagrosamente. Me comuniqué con el hospital para informarles que iba a cancelar la intervención. Poco después me llamó el
cirujano. Me preguntó si el dolor me había causado una crisis nerviosa. Estaba completamente seguro de que había perdido la chaveta, sobre todo cuando solo atiné a responder: —Dios dijo que me va a curar. La siguiente montaña a la que me enfrenté fue el dolor. Hasta ese momento me inyectaba analgésicos cada seis horas. Pero entonces yo misma escuché la voz del Señor que, con tranquilidad, como si tal cosa, me indicó que si tenía fe para confiarle mi
curación, también debía creer que Él se encargaría del dolor. No me puse la siguiente inyección. No me curé enseguida, ni me libré del dolor al instante. No sé cómo, pero milagrosamente tuve la gracia y las fuerzas para soportar unos meses más. El caso es que el dolor fue atenuándose, y poco a poco recobré la movilidad en esa zona hasta poder girar la cabeza en ambos sentidos. El proceso de sanación continuó hasta que volví a llevar una vida normal. ¡Un momento! ¿Normal? ¿Y si seguía teniendo una hernia discal, aunque no tan marcada, y con un movimiento brusco del cuello se me cortaban los nervios? Ese gusanillo de duda me atormentó, hasta el punto de que era muy cautelosa con los movimientos que hacía. Una vez más se impuso la racionalidad: otro escáner revelaría la situación. Pues resulta que el segundo escáner mostró que no había absolutamente nada, ¡como si nunca hubiera tenido ninguna dolencia! ¿Sería que el primero era de otro paciente? Yo estaba maravillada. La primera persona a la que quise mostrarle los resultados fue el neurocirujano. Me dirigí a su consulta y le enseñé la TAC. Con una sonrisa juguetona le pregunté: —Doctor, ¿qué me dice de esto? La estuvo estudiando largo rato. Finalmente me respondió: —Bien sabes que soy ateo. Desde ese punto de vista, mi respuesta sería que se trata de un fenómeno que puede ocurrir, aunque con una incidencia extremadamente baja, quizá de un caso en un millón. Sin embargo, por lo que ven mis ojos, debo aceptar que se trata de un milagro. En cuanto al desenlace de esta historia, diré que han pasado muchos años desde entonces, y no me he sometido a cirugía alguna. Cada vez que muevo la cabeza o estiro el cuello, sonrío al recordar que soy mi propia señal, la señal de que Dios puede hacer milagros. Sharon Galambos es misioner a, maestr a y autor a de r elatos de r esiliencia par a el público infantil. Tr abaja con niños tr aumatizados. ■ 11
El
Lado
mi
Fe
dubitativo de Jessie Richards
De pequeña pensaba que la fe y las dudas eran con-
ceptos opuestos. La fe era buena; las dudas, malas. Con esa mentalidad, hasta las preguntas podían resultar peligrosas, pues me imaginaba que podían conducir a dudas. A una persona intelectualmente curiosa le cuesta lidiar con eso. A mí siempre me molestó, desde que tengo memoria. Las preguntas a las que me resistía iban desde cuestionarme si a Dios realmente le importaba tal o cual regla específica del Antiguo Testamento hasta el enorme y omnipresente interrogante: ¿Existe Dios? En determinado momento tuve lo que consideré una revelación —desde entonces he sabido que muchas personas de fe son de esa misma opinión—: las dudas no son enemigas de la fe; antes, pueden fortalecerla. Las respuestas necesitan preguntas tanto como las preguntas respuestas. A mi modo de ver, cuando una persona de fe se cuestiona su fe, una de dos: o pierde la fe —con lo que 1.
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nblh
queda demostrado que esta probablemente no era muy genuina ni firme—; o descubre que a pesar de los conflictos internos, la tristeza, lo inexplicable o lo que no tiene respuesta, su fe permanece inalterable. Eso fue lo que me sucedió a mí cuando me atreví a explorar mis dudas. Muchas veces me fastidia esa necesidad maniquea que muchos tenemos de encasillarlo todo, desde las etnias y religiones hasta Dios mismo. Nos parece que hace falta una respuesta definitiva: bien o mal, blanco o negro, la fe o la razón, la ciencia o Dios. Creo que muy pocas cosas en la vida son así de simples. También considero que todo el tema de Dios y de la fe sobrepasa los estrechos límites en que lo solemos encuadrar y es algo sobre lo cual no podemos emitir juicios concluyentes. Puede que mi fe no sea muy tradicional, y a veces echo de menos la confianza simplista que solía tener. A cambio, sin embargo, he adquirido una conciencia, una humildad y una amplitud de miras que espero que no
En la búsqueda de la verdad, es preciso plantearse las preguntas adecuadas. Los que la desconocen jamás se preguntan nada, porque su ego y su arrogancia se lo impiden. Por ende siempre seguirán sumidos en la ignorancia. Los que van bien encaminados en su búsqueda de la Verdad lo hacen con tremendo entusiasmo e ingenuidad. Siempre hacen preguntas, siempre quieren entenderlo y saberlo todo, y no les da miedo admitir que no saben algo. No obstante, todo buscador de la verdad, para llegar a verla, debe desmantelar primero su ego. Si la mente se interpone, el corazón no ve nada. Suzy Kassem (n. 1975)
me abandonen nunca. Tengo avidez de aprender, porque sé que hay mucho que desconozco. Por lógica, si Dios existe y la Biblia es Su Palabra, las dos cosas más importantes, según Él mismo, son amarlo a Él y amar al prójimo. Esas son normas que debo, puedo y quiero esforzarme por cumplir. Seguir los principales mandamientos y tratar con amor, bondad, tolerancia y perdón a mis semejantes —seres humanos creados a imagen de Dios, cada uno con un valor intrínseco inconmensurable— es para mí lo esencial. Una mañana, mientras desayunaba y leía Hebreos 11, el capítulo de la fe, llegué al versículo 6: «Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe y que recompensa a los que lo buscan»1. Antes interpretaba ese versículo en el sentido de que cuando dudamos, desagradamos a Dios. Ahora lo veo desde otro ángulo. En él solo se mencionan dos cosas que debo hacer para tener fe y agradar a Dios: 1) creer que
existe, y 2) creer que recompensa «a los que lo buscan». Yo creo que existe, y lo he buscado diligentemente. Las preguntas y las dudas han sido parte ineludible de esa búsqueda. He hallado paz al concluir que nunca sabré todas las respuestas, y eso no está mal. Es parte de la fe. Lo más sublime es que Él me premia con Su presencia. Sé que es difícil explicarle eso a alguien que no tiene fe, pero tengo la certeza de que lo conozco y de que conocerlo es puro gozo. Si bien no puedo afirmar que mi fe sea más fuerte que antes de emprender este recorrido por el camino de las dudas, sí puedo decir que he lanzado toda suerte de dudas contra mi fe, y esta sigue firme. Jessie R ichar ds participó en la producción de Conéctate desde el 2001 hasta el 2012 y escr ibió var ios artículos como r edactor a de la r evista. También ha tr abajado como r edactor a y editor a par a otr as publicaciones cr istianas y portales de Inter net. ■ 13
Reflexiones
Hacer preguntas La fe es una confianza racional, una confianza que examina reflexiva y serenamente la veracidad de Dios. John Stott (n. 1921) La duda no es lo contrario de la fe; es un elemento de la fe. Paul Tillich (1886–1965) Es débil porque no ha dudado bastante y ha querido llegar a conclusiones. Miguel de Unamuno (1864–1936) La relación entre el compromiso y las dudas no es en absoluto antagónica. El compromiso es más saludable, no cuando está exento de dudas, sino cuando pervive a pesar de ellas. Rollo May (1909–1994) Para muchos de nosotros, el mayor peligro no es que abjuremos de nuestra fe, sino que nos dejemos distraer, apurar y preocupar hasta tal punto que nos conformemos con una versión mediocre de la misma. John Ortberg (n. 1957) 14
A veces dudar no implica falta de fe, sino que es una expresión de la misma. A veces es simplemente insistir en que a Dios hay que tomarlo en serio, no con frivolidad; insistir en que nuestra fe se deposite y se base en algo más que trucos de magia. Mark Buchanan (n. 1960) Para muchas personas de nuestro mundo las dudas son lo contrario de la fe. De ahí que, dentro de esa concepción, el objetivo sea eliminar las dudas. Sin embargo, la fe y las dudas no son opuestos. Las dudas en muchos casos son señal de que la fe tiene pulso, de que está vivita y coleando, de que explora y busca. Al fin y al cabo, la fe y las dudas resultan ser una excelente pareja de baile. Rob Bell (n. 1970) Los grandes guías del pueblo de Dios, como Moisés, siempre han dado espacio a la duda. Tenemos que hacer espacio al Señor, no a nuestras certezas, hemos de ser humildes. Papa Francisco (n. 1936)
Creo que no hay sufrimiento mayor que el causado por las dudas de quienes desean creer. Conozco ese tormento; pero por lo menos en mí misma, no lo entiendo sino como el proceso por el cual se profundiza la fe. Una fe que simplemente acepta es una fe infantil. Aunque resulta apropiada para los niños, en algún momento uno tiene que crecer en el aspecto religioso, como lo hace en todos los demás. […] Si uno siente que no es capaz de creer, como mínimo debe hacer esto: tener una mentalidad abierta, abierta de cara a la fe, seguir deseándola y pidiéndola, y dejar lo demás en manos de Dios. Flannery O’Connor (1925–1964) Con una fe ciega, no hay manera de mantener una postura firme. Hay que contar con una fe conocedora, que es consecuencia de creer de todo corazón lo que promete la Palabra. Tienes la certeza de que Dios lo ha dicho y declarado, y sabes que puedes contar con eso. Gloria Copeland (n. 1942) ■
Elsa Sichrovsky
CRESTAS Y VALLES Leí recientemente la novela Cartas del diablo a su
sobrino, de C. S. Lewis. Es una obra que presenta la correspondencia ficticia entre un diablo de avanzada edad, llamado Escrutopo, y uno principiante llamado Orugario. Las cartas constituyen una profunda y fascinante mirada a las estratagemas que emplea Satanás para sabotear nuestro crecimiento espiritual, nuestra relación con Dios y nuestro trato con los demás. Una de ellas explora los altibajos de la experiencia humana, lo que yo denomino las crestas y valles. En esa carta Escrutopo se refiere a un período de aridez y aburrimiento que experimenta el paciente de Orugario. El diablo mayor le advierte al menor que Dios pretende aprovechar esa temporada para fortalecer la fe del joven, y le aconseja que no permita por ningún concepto que este tome conciencia de que los valles son normales, sino que lo convenza de que sus sentimientos de languidez y depresión constituyen un estado permanente. Mientras leía ese capítulo, me puse a reflexionar sobre mi 1. 2 Corintios 5:7 (nvi)
ciclo particular de crestas y valles y lo que he aprendido en estos últimos. No cabe duda de que en mi vida he disfrutado de crestas, períodos de éxito laboral, progresos en mis estudios, amistades, salud, comunión gozosa con Jesús y lecturas motivadoras de la Biblia. Pero también he pasado por valles, como el que a duras penas tuve que recorrer hace poco. Comenzó con un enorme revés en mi trabajo, seguido de problemas con mis estudios, conflictos y una tensa comunicación con mis seres queridos, a lo que se sumó el deterioro de mi salud. Nunca había estado tan hundida. Ni siquiera tenía motivación para leer la Biblia u orar. Mi valle me pareció interminable. Me engullía en su oscuro vacío y me envolvía en un manto de desesperación. Tuve la impresión de que Dios había hecho las maletas y se había largado. Le rogué que se acercara a Mí, que me ayudara a sortear las dificultades y me permitiera sentir Su presencia. Pero parecía lejano y mudo. «¿Qué está pasando? ¿En qué me he equivocado?», me pregunté angustiada. Procuré usar mi fuerza de voluntad y me esmeré para recrear la
emoción y la alegría espirituales que había disfrutado en las crestas; pero ello no tuvo otro efecto que dejarme exhausta y acentuar mi desaliento. Finalmente comprendí que la fe no se mide por los sentimientos, pues como escribió el apóstol Pablo: «Vivimos por fe, no por vista»1. Cuando centraba la atención en mis emociones cambiantes —y a menudo negativas—, me sumía más en las dudas y se me hacía más difícil soportar mis dificultades. La lectura del libro Cartas del diablo a su sobrino confirmó lo que yo ya había descubierto al pasar por ese valle. Mis batallas no eran un indicador de que le hubiera fallado a Dios ni de que Él me hubiera abandonado. Si bien son dolorosas, no por ello dejan de ser parte normal de la experiencia humana en un mundo imperfecto. Me daba la impresión de que mi desdicha se eternizaría; mas no tardé en descubrir que todos los valles terminan cuando Dios así lo dispone, y salí de la experiencia con renovada fe en Su gracia y amor. Elsa Sichrovsk y es escr itor a independiente. Vive con su familia en el sur de Taiwán. ■ 15
De Jesús, con cariño
Un lugar de refugio «Torre inexpugnable es el nombre del Señor; a ella corren los justos y se ponen a salvo»1. Cuando a tu alrededor se desaten tempestades, y los vientos de tribulaciones, adversidades y dificultades te zarandeen y te arrastren de un lado a otro, ven a Mi lugar de refugio y permanece ahí hasta que hayan pasado esas calamidades. Reposa tu cabeza en Mi hombro; ya verás que cuidaré bien de ti. El refugio que te he prometido no es otro que el solaz que te brinda Mi amor, la paz que fluye de Mi corazón hacia el tuyo, que te colma y te envuelve, que transporta tu espíritu a la esfera celestial donde lo ves todo con otros ojos. Ahí tendrás nuevos pensamientos y entenderás las cosas de otra manera. En esos momentos de quietud en que disfrutamos de íntima comunión, Yo puedo cambiar tu perspectiva. Puedo infundirte nuevas ideas, inspirarte nuevos planes. Puedo sembrar diminutas semillas en tu corazón y en tu mente, semillas que con el paso del tiempo, sometidas al cuidadoso riego de Mi Palabra, pueden germinar y llegar a ser árboles robustos que den abundante fruto. 1. Proverbios 18:10 (nvi)