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La infeliz existencia feliz o la felz existencia infeliz José Manuel López
from BOLETÍN AEGUAE NOVIEMBRE 2008 - Isaac Llopis Fusté - José Manuel López - Esther Villanueva
by aula7 activa
En este número
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La infeliz existencia feliz o la felz existencia infeliz (José Manuel López) Próximos acontecimientos
La fórmula de Dios
(Esther Villanueva)
José Manuel López Licenciado en filosofía Profesor Col.legi Urgell Barcelona Noviembre 2008
El concepto de felicidad en Eclesiastés está relacionado con la ética de las bienaventuranzas del Sermón del Monte. La felicidad bíblica se hace caja de resonancia de
la realidad contradictoria en la que el ser humano
desarrolla la existencia. Se alude a la carga semántica que navega entre lo positivo, y lo negativo, para delimitarse dentro de ese marco de juego ambivalente. Definir la felicidad de manera diferente, conlleva descargarla de realismo para revestirla de utopismo imaginario. Aceptar lo que nos molesta, inquieta, condiciona, y no nos satisface, es un ejercicio de entereza pragmática, que nos permite estar mejor posicionados ante la inevitabilidad del sufrimiento. Esta capacidad de vivir con el dolor nos permite valorar más, y mejor, los instantes en los que su umbral es imperceptible. Los momentos en los que se cansa de habitar en lo sensible corporal. Así, a través del presente cotidiano rutinario, del carpe diem, obtenemos satisfacción en los placeres nimios siguientes:
1 )
2)
3)
4) la comida, la bebida saludable, la búsqueda de objetivos académicos, es decir, las diferentes formas de subsistencia física e intelectual, la cultura. un estado de alegría por un momento de emotividad, espontáneamente compartida con los seres queridos o conocidos. por no saberse culpable delante del prójimo ni de Dios, o lo que es una expresión sinónima, vivir con la conciencia limpia a la manera de Job, caminar con rectitud ante Su Mirada. disfrutar de la pareja de juventud si es posible todavía, ante el devenir de las enredadas circunstancias socioeconómicas de la convivencia.
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Por otro lado, en la filosofía griega, la vida feliz equivale a la vida ética, la vida vivida con propósito. Por ello, Aristóteles la define en su ética como ausencia de dolor; aurea mediocritas como conditio sine qua non, permaneciendo este condicionamiento como marco de protección de la buena vida. Además, el intelectualismo teórico se prestigia por encima del pragmatismo artesanal, contaminado este último de esencias maléficas impregnadas de materia sensible. El criterio griego clásico nos apunta hacia una hazaña de difícil adquisición, elevadamente selectiva, al alcance de un sector raquítico de población, llamados filósofos rey en Platón, los más superdotados en la contemplación de la idea de felicidad ( bondad, verdad, belleza, y justicia) debido a la grandeza de su alma reencarnada. Esta perspectiva dicotómica puede desembocar en el orgullo de sentirse un semidios, tocado por la diosa fortuna, Niké, o un inepto inundado de frustración por desear lo imposible, al estar esculpido en la frágil materia corporal, sometida a la tiranía de la enfermedad, y del envejecimiento, tristemente acompañado con fecha de caducidad cerebral en demasiados casos. Se trata de una ética exclusivista y selectiva, pensada para los aristois, los mejores ciudadanos. Los más influyentes política, social y económicamente. De dichas tradiciones de pensamiento tan excluyentes entre sí, se puede extraer una síntesis fenomenológica, preñada de subjetivismo existencialista. Es decir, hay ríos de tinta escritos referidos a la felicidad como fenómeno humano, ya sea como búsqueda del paraíso imaginado, o ya sea como fugitivos del Edén perdido. Esto es un hecho literario -objetivamente hablando- que no admite críticas. Ahora bien, no hay nada más íntimo en un ser humano que su deseo concreto de felicidad, sea ésta definida desde la escuela filosófica, o desde el mundo de la vida. Los ejemplos son numerosos en este sentido: los sueños de todo emigrante; la seguridad laboral; el llamado Estado de Bienestar; la asistencia sanitaria que le declara la lucha farmacológica al dolor; las terapias psicológicas que apaciguan la perturbación emocional; las tribus urbanas recluidas en torno a sí mismas, como propuesta crítica a un mundo tecnificado, e incapacitado para la transmisión de afectividad espontánea; la evasión como fuga de toda responsabilidad comprometedora; el altruismo social; y paradójicamente, la adicción a los negocios; la creatividad literaria comprometida, y el arte crítico. En definitiva, camino de la felicidad nos encallamos en la senda pesimista del deambular trágico y absurdo. Con diferentes tonalidades, en función de la actitud personal, y la ubicación geográfica.