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Incomunicación perfecta
Isaac Llopis Fusté Doctor en Física Barcelona
Incomunicación perfecta
En este planeta llamado Tierra viven todo tipo de criaturas, desde seres unicelulares sencillos como bacterias o protozoos hasta lo más complejo que Dios llegó a crear: el hombre.
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Sin embargo, hay algo común en todas las especies, la necesidad de comunicarse y relacionarse con otros seres de su especie, ya sea para procrear como para sobrevivir.
Las bacterias y otros microorganismos necesitan el empuje hidrodinámico generado por los vecinos para desplazarse en busca de nutrientes o para huir de regiones que no les son favorables para desarrollarse. El resultado es un desplazamiento colectivo, se mueven más rápido gracias a que colaboran, se ponen de acuerdo para llegar al mismo fin y eso les es muy beneficioso a todos.
Los pájaros y los peces se comunican a través de señales químicas, llevando a la formación de grupos que se mueven al unísono, como los bancos de peces, que es un ejemplo maravilloso, de lo mejor que nos ofrece la naturaleza.
Nosotros, como animales que somos, también tenemos la necesidad de comunicarnos con los demás, en general no podemos nadar solos toda la vida. Dios nos creó colectivos, creó la pareja, de ella nace el concepto familia, y de allí crecen multitud de círculos concéntricos en los que se distribuyen diferentes tipos de amigos y conocidos: el amigo de toda la vida, los compañeros de trabajo, los vecinos y colegas del barrio, o la mujer que vende aceitunas en el mercado y que a veces grita demasiado. Dios también creó las Iglesias, como lugares de comunicación entre los creyentes, y nos dio el ejemplo de Jesús, que no dejó de comunicarse con sus semejantes, fuera quien fuera, y que sufrió el silencio de los que le rodeaban.
A pesar de haber sido creados colectivos, en muchos casos, seguimos nadando solos, vemos una cara conocida por la calle y miramos al infinito, disimulamos, nos encerramos en nuestra propia individualidad nos da miedo o vergüenza enfrentarnos a lo desconocido. Cada vez nos comunicarnos menos, día a día somos más individuos pero menos personas. ¿Y esto nos conviene? ¿Es saludable?
En el mundo occidental, básicamente, ya nadie confía en nadie. Ejemplo: te para una persona por la calle y rápidamente palpas tu cartera para prevenir un posible hurto. Hay multitud de tópicos: cuando un chico habla con una chica es que quiere sexo con ella; un desconocido, por definición, no va a ayudarte. Desconfiamos constantemente,