lola crespo & aure gallego
CompartĂamos el color. No estĂĄbamos tan solos: nos cruzaban las heridas.
Más allá del tiempo prestado de las estaciones, más allá del llanto del iceberg, más allá de las lágrimas del hielo, hay una naturaleza viva
y late
sumergida
en la lava de los días.
Un árbol es siempre un árbol. El tiempo es sólo un accidente.
Ah, la inocencia, esa apatía de la vida.
Traigo niebla en las manos y cristales en los ojos.
AĂşn asĂ, nunca he inaugurado un bosque.
El humo distorsiona el silencio y el viento lo llama por sus nombres Recuerda: S贸lo tus nudos conocen la afon铆a de tu corteza
Llevo dentro el atardecer y explota como lo hacen las entraĂąas de un ĂĄrbol:
en silencio.
Por más que levantes raíces en el cielo, no hay pájaro que soporte la voz resignada de la furia atrapada en el rojo.
¿
Habrá árboles en el infierno?
preguntaste antes de terminar, uno tras otro, aquel manojo de cigarros.
La vida está mal vista en el mundo de los muertos
¿ El Edén alberga la primera palabra el primer árbol la primera huella.
En el álbum familiar ya estábamos solos.
Todas las guerras vividas dejan rescoldos ocres en los ojos. Todos los campos de batalla tienen ese aire de vejez eterna.
Hay como un tiempo perdido en este balanceo estĂĄtico ajeno al imperativo de los verbos:
Abandonar toda esperanza y echar raĂces en la estirpe de la soledad, en el lĂmite de las fronteras;
conquistar este imaginario vencido y reconocerse hijo de la tempestad.
puedo pintarte de a帽il.
S贸lo a veces
Otras veces, tus ramas me arañan los brazos con ese desierto de multitud, esta agonía de todos, esta felicidad estéril de nadie. Seguro que existe la formulación perfecta que reconoce el ADN del silencio y la genealogía de la música, las entrañas del gris en el oído, la piel yerma de cualquier sinfonía
monócroma.
Soledad.
A veces me hago bosque en mĂ misma y viajo a la mĂşsica de todas las estaciones.
No fue fácil domesticar la soledad: Siempre hay luz. Y dónde el jardín. Y qué con la niebla. Y cuándo terminaremos esta estación de rojos que se nos revela eterna. Nadie dijo que fuera fácil desprenderse de las ramas .
Una hoja es un árbol sin ataduras.
Una hoja es un árbol salpicado de muerte, rebosante de vida.
Hoy apadrinaría todos los ocres del mundo para hacerlos hijos del destino. Hoy acariciaría el mapa de todos los periplos para poblarlos de estaciones.
Pero el mundo queda demasiado lejos. .
Ya sé que solamente tú y las amapolas negras conocéis los cadáveres que arroja la tempestad cuando la salvación es bruna.
Huir de la verdad
Acariciar los capilares de la muerte
Desesperar en la búsqueda,
atravesar la verdad para huir de ella y volver a perseguirla,
encontrarla en todos los trazos incompletos del sistema nervioso de la muerte,
y sobrevivir a su calambre.
.
El árbol de la hemoglobina en flor era una llaga de rojos: Nunca conoció los verdes.
Los gritos no siempre inhalan sangre: también se nutren del fuego de una noche de insomnio
Hay un pulmón sangriento en tus bosques. El color del infinito atrae al horizonte.
Las tardes sangran tratando de distraer la llegada de la noche, como si quisieran alimentar el hambre del árbol que no se sabe árbol.
Algunas lo logran.
Entonces las raíces se saben presas de la vida y se ocultan en esta inmolación simultánea: petequias de la vida.
.
No hay árboles donde los témpanos, el frío termina por destruir la vida.
El hielo no entiende de memoria ni el agua ni las aristas
Amanece un azul en la sombra.
¿Dónde es dónde?
La luna acompaña el insomnio del árbol huérfano y elige un marco para la aureola de la noche.
Soledad a medida.
Cruje el día que no es día y despierta la sombra de la sombra: El perfil de todos los márgenes es el centro del mundo.
Le daban miedo las pisadas Gracia Iglesias
El oto単o deja al descubierto todos los nidos
(y la ausencia)
Late una aneurisma sin pulso en esta indisciplinada orquesta que salpica de fuego todas las jerarquías Si la pesadilla es un bosque el olvido son sus señas y la orfandad la memoria. El hombre sin contexto se hizo árbol y decidió dejar sus hojas en la orilla del mundo