Relatos solidarios Auren

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Abril 2021 Edita: Auren Maquetación: Departamento de comunicación de Auren Copyright: © 2021 de Auren por la edición Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización del editor.



INTRODUCCIÓN 4

El 25 de septiembre de 2015, los máximos dirigentes mundiales aprobaron en una cumbre histórica de las Naciones Unidas los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) dentro de la Agenda 2030. Unos objetivos que marcan el peso de la agenda internacional y los retos a abordar en los próximos años. En medio de la incertidumbre planetaria, una cosa está clara, que para alcanzar estas metas todo el mundo debe hacer su parte: los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y personas como tú. Para lograr entre todas y todos un mundo más justo y alcanzar los Objetivos, tenemos que convertirnos en agentes de cambio y transformación. Debemos tomar conciencia del papel fundamental que tenemos como comunidad para conseguirlo. Los ODS son una llamada global a organizar el mundo de una forma más humana, más respetuosa con el medio ambiente y más sostenible en el tiempo. Estos Objetivos son una gran oportunidad para progresar en el siglo XXI, si asumimos que la Agenda para el Desarrollo Sostenible nos concierne a todos. Llevar a cabo esta Agenda es la mejor respuesta a los desafíos globales que afectan a todos los países y demostrará cómo las alianzas público-privadas juegan un papel fundamental. Las organizaciones empresariales son agentes de cambio y es vital su implicación. La incorporación de los ODS a su estrategia es un gran reto en la próxima década. En Auren, lo tuvimos claro desde el primer momento y quisimos meternos de lleno en trabajar para contribuir a estas metas desde todas las perspectivas y llevar a la primera línea del debate público su cumplimiento.


Queremos servir de altavoz para que el mensaje llegue lejos. En ese sentido, publicamos Governa: Altavoz 17, un libro de entrevistas que recoge las reflexiones y opiniones de organizaciones y personas que representan a los distintos sectores de la sociedad y que trabajan para conseguir estos 17 retos. También nos comprometemos con nuestras newsletters dedicadas a cada uno de los Objetivos para darles toda la difusión posible. Precisamente en estas publicaciones creímos importante recoger relatos inspirados en los ODS, escritos por personas que forman parte del equipo de Auren o personas allegadas. Estos relatos nos llenan de conciencia social y empatía, además de impulsarnos a luchar más y mejor por los 17 Objetivos y por alcanzar un mundo mejor. Hemos querido aprovechar la festividad de Sant Jordi, que se celebra cada año el día 23 de abril y ha sido declarada por la UNESCO como Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor, para recoger en esta publicación esos textos llenos de historias para que leyéndolos podamos sentir que tenemos un propósito que alcanzar y podamos pensar a nivel global y volver a tomar conciencia de la importancia de sentirnos una sociedad de verdad. Desde Auren esperamos que disfrutéis mucho de su lectura.

Equipo 17 ODS

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ÍNDICE

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Objetivo 1: poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo Mikel Andrío Lejarza Objetivo 2: poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible Mikel Andrío Lejarza Objetivo 3: garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades Sara Solana González Objetivo 4: garantizar una educación inclusiva y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos M. Eugènia Bailach Aspa

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Objetivo 5: lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas Mikel Andrío Lejarza

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Objetivo 6: garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos José María Medina Rey

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Objetivo 7: garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos Elena Daniela Dumitrascu

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Objetivo 8: promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos Mikel Andrío Lejarza Objetivo 9: construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación Antonio J. Sentí Doménech


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Objetivo 10: reducir la desigualdad en y entre los países Elena López Saralegui

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Objetivo 11: lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles Jorge Sánchez Cifuentes

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Objetivo 12: garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles Ángeles Díaz Peralta

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Objetivo 13: adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos Catalina Sicilia Ballesteros

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Objetivo 14: conservar y utilizar de forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible Irene y Mark Rohr de Mena

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Objetivo 15: promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, luchar contra la desertificación, detener y revertir la degradación de las tierras y frenar la pérdida de la diversidad biológica Ignacio Esteban Comamala

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Objetivo 16: paz, justicia e instituciones sólidas. Promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas M. Eugènia Bailach Aspa

pág. 50

Objetivo 17: alianzas para lograr objetivos M. Eugènia Bailach Aspa

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Objetivo 1: poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo Mikel Andrío Lejarza

Terminar con la pobreza extrema en todas sus formas representa uno de los grandes desafíos de la humanidad y se plantea como uno de los objetivos de la agenda para el desarrollo sostenible. Aunque las situaciones de pobreza se han reducido a la mitad desde 1990 a la actualidad (de 1.900 a 836 millones de personas), aun el número es escandaloso e inaceptable para nuestra civilización. Es fundamental que todo ser humano tenga acceso a alimentos, agua potable y saneamiento dignos. Estas carencias se plantean fundamentalmente en Asia Meridional y África subsahariana, pero también existen en muchas otras regiones, incluso en países desarrollados. La Agenda nos compromete a todos para lograr este objetivo de aquí a 2030. Debemos plantearnos un enfoque multidimensional de la pobreza, que está íntimamente relacionado con la vulnerabilidad. Ser pobre significa encontrarse en una situación de inseguridad ante amenazas o riesgos de distintos tipos: alimentarios; físicos, en situaciones de conflictos violentos; ante la enfermedad o frente a catástrofes. La pobreza tiene múltiples causas y orígenes, entre otras la corrupción, las malas prácticas y falta de transparencia de los Estados, las instituciones y las empresas. Los auditores y la profesión contable constituimos un instrumento fundamental para recuperar la confianza en el sector público y privado, proporcionando a los

agentes económicos y a los ciudadanos una información, tanto financiera como no financiera, veraz y completa. Además, los consultores, asesores y abogados somos necesarios para el impulso y desarrollo de las pymes, que constituyen el tejido fundamental para el crecimiento, el empleo y la prosperidad de los países, en especial de los menos desarrollados. Por otra parte, en las últimas décadas se ha dado un notable impulso a la llamada responsabilidad social corporativa o empresarial, como una nueva forma de entender y gestionar la empresa, basada en la integridad, la transparencia, la legitimidad social y la sostenibilidad de los negocios. En Auren creemos en este nuevo paradigma, y estamos comprometidos como empresa en la lucha contra la pobreza, defendiendo la gestión ética, la solidaridad, el respeto a la persona y la acción social. Muchos de los profesionales de nuestra firma tenemos una participación muy activa en ongs nacionales e internacionales, relacionadas con el desarrollo y la lucha contra la pobreza. Han pasado ya cuatro años desde que tomó la decisión. Una decisión no muy consciente, pero que le ha permitido dar un giro completo a su vida. Puede que haya sido por madurez, por constancia o simplemente por suerte, pero hoy Jassin puede afrontar y decidir su futuro de una manera más libre.

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Jassin mal vivía junto a su familia en un pueblecito cerca de Er Rachidia, una ciudad relativamente moderna del interior de Marruecos donde existen gran cantidad de talleres y tiendas de repuestos de automóviles. Se trata de un lugar estratégico a la hora de planear el camino hacia las primeras dunas que conforman el desierto marroquí. El padre de Jassin había sido artesano desde su infancia, y desde que se casó regentaba un pequeño comercio donde realizaba y arreglaba sandalias de cuero, alimentando con el poco dinero que sacaba en la tienda a su mujer y a sus cinco hijos. Jassin acudía formal y diariamente a la escuela, “es tu futuro, no lo desaproveches” le repetía su padre constantemente. Todas las tardes al volver de clase Jassin hacía los deberes en la trastienda de la zapatería que colindaba con un par de talleres de coches donde los turistas preparaban sus 4por4 para ir al desierto. Pero Jassin pronto empezó a mostrar más interés por las bujías y correas de distribución que por las ecuaciones y los dictados de la escuela. Fue un gran disgusto para su padre, pero Jassin abandonó la escuela y comenzó

a trabajar en el taller como aprendiz. A su padre no le quedo más remedio que aceptarlo cuando tuvo que cerrar el comercio ante el abusivo precio del alquiler del local y la disminución de venta de sandalias. En el taller Jassin era trabajador, constante y esforzado; además de aprender de motores, aprendió un poco de castellano, ya que el dueño lo hablaba con relativa fluidez para relacionarse con la cantidad de turistas españoles que requerían sus servicios. Su carácter abierto y su inquietud provocó que se relacionará muy bien con los turistas. Él preguntaba constantemente, quería saber, conocer sobre la forma de vivir de otros países que veía por la vieja televisión semirrota que tenían en la pequeña casa de adobe a las afueras de Er Rachidia.

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Se preguntaba cada día porqué él tenía que caminar 11 km por un camino de polvo, bajo un calor infernal, para acudir al taller y ganar una miseria para poder comer dos veces al día toda su familia, mientras en Europa “todo el mundo” tenía coche con aire acondicionado, casa con ducha, rechazaban la comida que no les gustaba, y compraban ropa más por moda que por necesidad. No comprendía bien porqué para emular a Messi o Ronaldo él tenia que jugar descalzo para no romper su calzado y un poco más al Norte los chavales de su edad podían comprar las botas de fútbol que anunciaban sus ídolos. Se preguntaba a diario porqué a él le había “tocado” nacer en el Sur y no en el Norte, porqué no podía tener oportunidades, porqué estaba condenado a ser pobre. Un domingo después de jugar al fútbol llegaron al pueblo dos todoterrenos de alta gama. De ellos se bajaron 6 personas bien vestidas con gafas de sol. Se reunieron con las familias y les contaron la posibilidad de llevar gente a España de manera clandestina. La información no era muy rigurosa, pero les prometieron seguridad en la consecución del viaje. Les hablaron de la riqueza de los países de Europa y la facilidad para poder trabajar allí en “cualquier” cosa. El precio era innegociable, mil doscientos euros por persona. El padre de Jassin lo vio como una oportunidad para que su hijo pudiese

mandar dinero y ayudar a la familia. Cuando se lo comunicaron, a Jassin se le abrieron los ojos. Con muchas dificultades consiguieron reunir el dinero necesario, invirtieron lo poquito que tenían ahorrado y el resto lo pidieron en un préstamo con grandes intereses a un inflexible usurero desconocido que enseguida se presento ofreciendo sus servicios tan pronto marcharon los todoterrenos. El día de partida llego muy rápido. Jassin tenía entonces catorce años, pero el ser el mayor de cinco hermanos y la experiencia del taller, le aportaba una pequeña madurez, aunque no suficiente para enrolarse en tal aventura. La despedida de su familia fue más dura de lo que pensaba, su madre lloraba desconsolada y su padre contenido le abrazaba con fuerza intentándole transmitir fuerza y energía. Los hermanos no eran conscientes de la situación y Jassin en gran medida tampoco. Llegaron dos camiones al pueblo y los que iban a marchar montaron en la parte

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que les fueran llamando en orden por los números que les habían dado. En esos tres días tan sólo les dieron pan para comer.

de atrás con una pequeña mochila en donde portaban todo lo que iban a llevar. Todas sus pertenencias y recuerdos en una diminuta mochila. Jassin era el único adolescente del abarrotado camión que iba recogiendo a más gente por pueblos cercanos. Llegaron a una casa de piedra en lo alto de un acantilado. Un espacio diáfano de treinta metros cuadrados donde les mandaron sentarse en el suelo. A cada uno le dieron un número en un papel que debían guardar y tener consigo. Les anunciaron que el mar estaba movido por lo que no podrían salir en esas circunstancias, tendrían que esperar a que se calmase. En la casa hacía mucho frio por las noches y la desconfianza entre unos u otros era palpable. Tres noches pasaron así, hasta que la llegada de más gente y una ligera pero confusa calma del mar provocó

Al salir de la casa les decomisaron las mochilas porque ocupaban espacio en la barca. Iban con lo puesto, hacinados, sin poder mover un solo músculo. Salieron de noche, y lo que parecía un mar relativamente calmado, pronto se transformo en grandes olas y movimientos agitados de la barca. La práctica totalidad de las personas no sabían nadar y el que sabía, obviamente no para intentarlo en esas condiciones tan adversas. Pasaron la noche aterrorizados. El ruido del mar era espeluznante. Había mucho miedo. Nadie hablaba e intentaban agarrarse al de al lado para sujetarse. Más de alguno rezaba susurrando. Al amanecer, con el mar más calmado, tuvieron que cubrirse con una manta de color azul por miedo a ser vistos desde el aire. Después de un montón de horas, sin alimentos ni agua, divisaron con claridad la costa de España, entonces el motor se paro. Probablemente la gasolina estaba justamente medida y con las olas se abrían desviado de lo establecido. En ese momento y cuando todos se miraban asustados, la persona que llevaba la barca saltó al agua y comenzó a nadar

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hacia la costa. Era el único dentro de la patera que llevaba chaleco salvavidas. Probablemente habría pagado algo más de dinero o se lo concedieron a cambio de manejar la patera. La tensión se apodero aún más de la barca. Se empezaron a oír gritos y a sentir movimientos bruscos que desestabilizaban el frágil equilibrio existente. Dos personas sacaron de sus bolsillos teléfonos móviles pero estaban tan empapados de agua que no funcionaban. La barca se empezaba a alejar de la costa, la corriente se lo llevaba mar adentro. Entonces Jassin sacó de entre sus ropas un móvil envuelto en un montón de bolsas de plástico. Cuando se despidió del dueño del taller, este le proporcionó el móvil advirtiéndole de los peligros de la patera e indicándole que lo envolviera lo máximo que pudiese en plásticos. Dentro de la agenda le grabó el número de la cruz roja de Andalucía. Muy nervioso Jassin consiguió comunicarse con salvamento marítimo y describiendo lo poco que veían de la costa consiguieron localizarlos con relativa rapidez Al ser menor jassin fue conducido a un centro de acogida para menores extranjeros no acompañados. Jassin hoy en día reconoce que no era verdaderamente consciente del riesgo que suponía el viaje, de la posibilidad real de morir ahogado, de la dureza que suponía separarse de sus padres, de sus hermanos, de sus amigos. Empezar una nueva vida en otro país, otra cultura, otras

costumbres, siendo prácticamente un niño. No obstante, admite que era la única salida para la difícil situación de su familia y su única oportunidad, que lo volvería a intentar Jassin este año puede volver a su casa a visitar a su familia ya que tiene “papeles”. Aprovechó su estancia en el centro de menores para realizar un curso de fontanería y calefacción. En la empresa que realizó las practicas acabaron contratándolo por su carácter trabajador esforzado y constante. En la actualidad vive en un piso compartido y aspira a seguir trabajando como fontanero, poder seguir enviando dinero a sus padres y poder formar una familia en un futuro próximo. Jassin se pregunta muchas veces porqué para poder jugar a fútbol con calzado, para poder ducharse por las mañanas abriendo el grifo y no con cubos de agua, para poder comer tres veces al día, ha tenido que abandonar todo y a todos No comprende porque él ha tenido que jugarse la vida para poder formarse, para poder trabajar… para poder vivir dignamente. Tristemente muchos Jassines trabajadores y esforzados esperan su oportunidad, condenados a ser pobres y pasar penurias por nacer donde nacen. Mala suerte dirán algunos, Injusticia dirán otros.

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Objetivo 2: poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible Mikel Andrío Lejarza

Cada día al despertarse, Kerttu lo primero que hacía era mirar al cielo. Y cada día se llevaba la misma decepción al comprobar que no había rastro de nubes. A lo sumo unos tímidos cirros que no presagiaban lluvia. Tras un momento de desolación y resignación, se ponía a la faena. No quedaba otra que intentar aguantar otro día y subsistir con las pocas reservas que le quedaban. Limpiaba las heces del ganado y estrujaba las ubres de las cabras intentando sacar hasta el último resquicio de leche para poder alimentar a la familia. La sequía era algo con lo que se debía convivir, no quedaba otra. Nacer en el cuerno de África conlleva una serie de dificultades graves y entre ellas, las prolongadas sequías. Algunas de dichas penurias eran inevitables, pero ¿la lluvia?; la lluvia era cosa de los dioses, decía Kerttu, y ni él ni nadie de su entorno habían hecho nada para ofenderlos de esta manera y que les castigasen sin mandarles agua del cielo. La tierra se resquebrajaba y las cosechas no crecían. Los animales famélicos tan sólo se preocupaban de mantenerse en pie y de espantar las innumerables moscas que se posaban por todas partes. Se podía contar cada una de las costillas de cada animal vivo, y aquellos que morían de hambre eran devorados por los buitres rápidamente.

ilusión por vivir era mínima, era una larga espera, una banal espera a que el cielo se encapotase, las nubes se cargaran de lluvia y los dioses la desprendieran con rabia sobre la aldea. Pero eso nunca ocurría. La alimentación era escasa y las fuerzas se agotaban; cada pequeña actividad requería un consumo de energía que Kerttu no poseía, por ello, lo de sentarse era más una necesidad que una elección. Pasaban las horas y poco sucedía, excepto que el sol se ponía en lo más alto al mediodía provocando un intenso calor, para lo que no había remedio con lo que mitigarlo; al atardecer, el mismo sol inundaba el cielo con unos preciosos colores rojizos intensos. Una bella estampa diaria que Kerttu no valoraba. La esperanza y la paciencia de Kerttu se fueron perdiendo poco a poco con el paso del tiempo. A los más jóvenes les contaba que hacía muchos años, cuando los dioses también se enojaron durante un largo periodo de tiempo, un buen día aparecieron “pájaros de metal” haciendo mucho ruido y soltando sacos de trigo y bidones grandes de agua. Tres días seguidos volaron los pájaros por encima de sus cabezas desprendiendo comida y agua, hasta que el cuarto día no aparecieron, ni el quinto… ni nunca más.

En cada saco proveniente del cielo ponía unas letras LIVE AID. Kerttu durante mucho Después de los quehaceres diarios y las tiempo copió, dibujando con un palo largo, labores rutinarias, Kerttu por lo general se dichas letras en la tierra, esperando que sentaba a esperar. Esperar a nada. Esperar los pájaros de metal regresaran. Pasados a que el tiempo pasase, a que algo días se percató con ello no ocurriera, a que la suerte cambiara. Su Objetivo 1: poner fin a la pobreza en todasvarios sus formas en todoque el mundo

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conseguía ningún efecto, rompió el palo con rabia y lo tiró con fuerza hacia el cielo. Los hijos de Kerttu que sobrevivieron al parto y no murieron en la niñez se marcharon jóvenes al norte de Etiopía donde abunda la vegetación y los ríos son caudalosos. No sabe nada de ellos. Confía en que hayan podido rehacer sus vidas, aunque sabe que los conflictos tribales de la zona son peligrosos y que no es fácil integrarse en un lugar proveniendo de otra tribu. Por otra parte, Sila, su mujer, enfermó hace unos años y prácticamente no se puede mover. Kerttu no la abandona, la cuida cada día y le provee del poco alimento que puede obtener, por lo que su ración de alimento diaria, cuando la hay, es insignificante. Poco a poco se iba sintiendo más débil. Ella le hizo prometer que cuando muriese la enterraría junto a sus padres y él le juró que al final de sus días descansarían el uno junto al otro. Un buen día, al despertarse y mirar al cielo como cada mañana, escuchó a lo lejos un ruido extraño y observó un montón de polvo que se levantaba del estrecho camino que los unía con la aldea más próxima. A dicha aldea, antes de que su

mujer enfermase, se desplazaba una vez al año para participar de un ritual. Un ritual mágico por el cual los adolescentes del lugar se convierten en “hombres de pleno derecho”. Tardaba casi un día entero en llegar hasta allí. El ruido cada vez se escuchaba mejor y pronto pudo divisar un coche, un cuatro por cuatro. Sabía lo que era un coche, pero nunca había visto uno antes. Hasta aquel lugar no llegaba nada ni nadie. ¿Para qué? Es un lugar olvidado para todos, desconocido. Ni siquiera los dioses se acuerdan que existe. Del coche se bajaron tres personas: un etíope de otro lugar que hablaba su dialecto, un joven de constitución atlética, cabello dorado y lentes en los ojos y una señora menudita, de pelo canoso, con camisa blanca y una cruz como colgante. Kerttu los recibió con la amabilidad y hospitalidad que le caracteriza invitándoles a entrar en su casa. Se sentaron y el intérprete tradujo las indicaciones del joven. Venían de Europa, lo cual para Kerttu no le decía mucho. Todo lo que estuviese fuera del valle le parecía igual de lejano, de otro mundo. Le hablaron de la sequía, de la posibilidad

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de ayudar a la región, de la necesidad de construir pozos, escuelas y hasta un hospital para la zona. Kerttu les dijo que lo más importante eran los pozos; sin agua no hay vida. No entendía por qué venían de tan lejos para hacer algo por ellos a cambio de nada. No obstante, la ilusión inundó a cada habitante de la región. Enseguida empezaron las obras y comenzaron a hacer pruebas en busca de agua subterránea. No era fácil dar con ella. Tras meses desde el comienzo, por fin en una excavación comprobaron que había filtraciones de agua. Construyeron un gran pozo que durante año y medio abasteció de agua la región. Las personas tenían que recorrer kilómetros con los bidones y cántaros de agua en

la cabeza, pero por fin podían soñar, podían vivir. Después de año y medio, el pozo se empezó a secar y comenzaron las arduas labores de buscar más agua subterránea en algún otro lugar. La ilusión era muy grande y las expectativas, muy altas. Pero un buen día, el joven atlético de pelo dorado, junto con el intérprete, convocó a las personas de la región para comunicarles que lo sentían de todo corazón, pero no podían continuar con el proyecto. La entidad que les respaldaba se financiaba principalmente de aportaciones particulares y éstas habían descendido bruscamente por una crisis económica en Europa. Al intérprete

Objetivo 2: poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible Mikel Andrío Lejarza 16


se le notaba incómodo teniendo que explicarles lo que era una crisis económica; más bien era vergüenza lo que sentía teniendo que trasladar lo que entendían en Europa por crisis económica ante personas que nacieron con nada y morirían con nada. Al hombre fortachón y atlético se le veía apesadumbrado viendo la reacción de aquellas personas; se palpaba que aunque eran foráneos lo sentían, transmitían sinceridad en sus palabras y en sus gestos, pero al final recogieron sus cosas y en un par de días se marcharon. Prometieron regresar tan pronto como

volviesen a recibir subvenciones suficientes. El segundo pozo quedó sin hacer y la escuelita y el hospital, en esbozos dibujados en planos. Kerttu divisó cómo se marchaban, cómo se alejaban por el estrecho camino, levantando polvo. Entonces se sentó en su lugar de costumbre y se acordó de los pájaros de metal que pasaron unos días por encima de sus cabezas generando optimismo e ilusión, pero que nunca más volvieron; porque esta región siempre ha estado castigada, siempre ha estado en el olvido… para todos… incluso para los dioses.

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Objetivo 3: garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades Sara Solana González

Un mes en Togo Como muchas de mis contemporáneas del Primer Mundo, yo era una niña que creció sin preocupaciones y ajena a las injusticias que se producían cada día a mi alrededor. Sin embargo y desde temprana edad, empecé a desarrollar un sentimiento, inherente e inevitable, probablemente transmitido en herencia de mis abuelos, mis mayores referentes, de ayudar y acompañar a los más desfavorecidos. Ese sentimiento fue adoptando diferentes formas a lo largo de mi vida, desde mis primeros voluntariados en la Cruz Roja, trabajando con niños con necesidades especiales, de los que aprendí mucho más de lo que jamás podría imaginar, hasta poco después, cuando empecé la carrera de Medicina, y tres años más tarde, me embarqué junto con unos compañeros en mi primera experiencia de voluntariado internacional, colaborando con las hermanas de la Consolación en un pequeño país de África Occidental llamado Togo. Las hermanas regían un centro médicosocial que había sido construido de cero por esta orden hacía 20 años y todo el personal (médicos, enfermeros, profesores...) era local. La actividad en aquel lugar era incesable: comenzaba al amanecer, con la oración matinal y continuaba hasta después de haberse puesto el sol. Este centro era, literalmente, el eje sociosanitario de esta pequeña aldea: tan pronto se impartían clases de refuerzo y gimnasia a los niños, como se

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daban cursos de formación a mujeres, se atendían partos y seguimiento del embarazo y se pasaba consulta habitual por un médico de familia. Una de las cosas que llaman mucho la atención cuando uno viaja por primera vez a algún país africano es que, cuando llega el anochecer, las aldeas quedan sumidas en la más absoluta oscuridad. El alumbrado de las calles es inexistente y dentro de las casas, son pocas las familias que pueden permitirse el caro acceso a la electricidad. Recuerdo a los niños arrimados a las farolas del centro social, aprovechando la poca luz que emanaba de ellas para poder hacer sus deberes. En cuanto a nosotros, por aquel entonces éramos tres “proyectos de médico”, teníamos la formación justa para poder ayudar en el centro, pero traíamos las maletas cargadas de ilusión y ganas de colaborar en lo que hiciera falta. Por las mañanas, nuestras tareas consistían en organizar la consulta de una dentista española que venía para hacer la campaña anual en la aldea, también clasificar a los pacientes que llegaban al centro médico según su grado de urgencia, algo que en principio para un estudiante de medicina podría parecer fácil; el problema era que la mayoría de nuestros pacientes solo hablaban en Ewé, la lengua local, lo cual daba lugar a situaciones, cuanto menos, cómicas. Eso sí, la barrera lingüística no nos impidió recibir el calor, la hospitalidad y la ternura de nuestros pacientes africanos, y es que no hay idioma más universal que una sonrisa.


Y cuando uno viaja fuera de su país, es inevitable hacer comparaciones… Recuerdo ver a pacientes esperando durante horas para ver a su médico o para ser atendidos por la dentista, muchos de ellos habiendo recorrido a pie unos cuantos kilómetros para llegar, pero nunca vi malas caras, ni quejas, sino todo lo contrario, todo era siempre comprensión y agradecimiento. Empecé a pensar en todas las veces que me había enfadado por tener que esperar más de x minutos para ser atendida en el médico… y de lo fácil que sería darle la vuelta a la tortilla y empezar a ver las cosas con ese “filtro africano” siempre tan lleno de color. Por las tardes, volvíamos al centro para continuar con las clases de refuerzo de inglés. Esta fue probablemente una de mis partes favoritas de toda nuestra estancia allí. Teníamos alrededor de 20 alumnos, de 10-12 años; era aparentemente una edad conflictiva, pero me volvió a sorprender la gran madurez que tenían y sus ganas de aprender. El día acababa siempre de la misma forma: mientras el sol se ponía, se escuchaba el eco de las oraciones correspondientes a las tres religiones

que convivían en la aldea: cristiana, musulmana y animista, creando un escenario único. Los días iban pasando y cuando nos quisimos dar cuenta, teníamos las maletas hechas y nos estábamos despidiendo con las mejillas llenas de lágrimas. África se quedó con un pedazo de nosotros y algún día volveremos a por él. Nosotros intentamos atrapar un poco de su esencia, de la bondad, generosidad y la resiliencia de los togoleses. Fue un mes muy intenso, que sin duda marcó un antes y un después y me reafirmó en la idea de que el voluntariado siempre va a formar parte de mi vida y a día de hoy sigo pensando que fue una de las mejores decisiones que he tomado.

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Objetivo 4: garantizar una educación inclusiva y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos M. Eugènia Bailach Aspa

SOLOS Se habían quedado solos. Hijos de una pareja con problemas, arrastrada por la fatalidad hasta un brutal accidente que les quitó la vida. Se habían quedado solos. Paulina de cuatro años y David de ocho años, un niño alegre y vital que adoraba a su madre pero no tanto a su padre, más bien al contrario. Hacía un mes que habían entrado en una casa de acogida para niños huérfanos de un barrio de México DF. Allí había gente a su alrededor que atendía sus necesidades más urgentes de supervivencia, y otros niños como ellos con historias parecidas, que peleaban para llamar la atención de los cuidadores y ganarse un respeto del resto de los internos.

A él no se le ocurrían tantas historias interesantes y divertidas como a su madre y necesitaba encontrarlas. Sabía leer poco. Durante su infancia escasamente acudía a la escuela. Ahora en el orfanato asistía a clases, pero su retraso se hacía evidente. Se esforzaba, pero no era suficiente. Al cabo de unos meses llegó María al orfanato. Venía todas las tardes, con un grupo de jóvenes a los que llamaban voluntarios. Era bajita, muy delgada, con el pelo moreno y muy corto. Parecía tímida. Los juegos con mucha actividad física no le gustaban demasiado. Se cansaba y enseguida empezaba a toser

David se sentía triste y vacío. Por la noche, cuando se iba a dormir, echaba de menos las historias maravillosas que le contaba su madre y que le ayudaban a escapar de la cruda realidad en la que vivía. En esos momentos era feliz. Piratas, dragones, caballeros y futbolistas se agolpaban en su mente recordando aquellos relatos. En una habitación, alejada de la suya, dormía Paulina con el resto de las niñas. Agarrada a su muñeca de trapo, Angelita, que tenía ya el cabello húmedo y desteñido por las lágrimas derramadas sobre ella. Pocas semanas habían transcurrido desde la muerte de sus padres, pero David pensó que la manera de volver a ser feliz, tanto él como su hermana, sería conociendo nuevas historias y podérselas contar a Paulina, pero ¿cómo lo haría?

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y por eso algunos de sus compañeros le hacían bromas. Un día, María estaba sentada en la escalera esperando que los niños llegaran. Con un libro en las manos, David la vio y se acercó a ella. Le pidió que le leyera en voz alta la página abierta. Enseguida conectaron. A partir


de aquella tarde y mientras el resto de los niños jugaban ruidosos, María reforzaba la técnica de lectura de David y también de algunas asignaturas que más le costaba seguir en clase. Al cabo de poco tiempo, David devoraba los libros de cuentos que se acumulaban en la pequeña biblioteca del centro. Allí, encerrado y solo, se sentía tranquilo y seguro. No se olvidó de su hermana. Su esfuerzo también lo hacía por ella. Muchas tardes, poco antes de cenar, David le leía bonitas historias a Paulina y le pedía que las recordara antes de quedarse dormida. De esta forma, el sueño venía a ella dulcemente y las lágrimas fueron poco a poco, desapareciendo. Fue una suerte para el

pelo de Angelita, que en esos días ya casi no tenía color. El empeño de David por aprender dio sus frutos. Tanto él como Paulina destacaban en clase y tuvieron la oportunidad de participar en algunos concursos literarios, organizados por centros de acogida, que les permitieron vivir momentos de ilusión y obtener pequeñas recompensas vivenciales. Ahora, cuando hace ya veinte años que se quedaron solos, y después de una infancia y juventud nada fácil, viven juntos en un pequeño apartamento gracias al sueldo que tanto uno como otro consiguen en sus trabajos. No son los mejores trabajos, ni tampoco los definitivos, pero sí mucho más que lo que han podido conseguir los compañeros que cada tarde jugaban, de forma ruidosa, en el patio del orfanato. Cada noche, antes de dormir, David cierra los ojos y recuerda aquella voz clara de su madre contándole historias, y, sobre todo, los ojos negros de María detrás de sus gafas con su dulce sonrisa que durante dos años, muchas tardes, le ayudó a conseguir su sueño, construir historias que les hicieran felices, tanto a él como a su hermana.

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Objetivo 5: lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas Mikel Andrío Lejarza

TRES HISTORIAS DEL SIGLO XXI Gladys era una niña colombiana, la mayor de siete hermanos, vivía en una pequeña aldea no lejos de Medellín. Lo que más le gustaba era ver dibujos animados de Tom y Jerry en el viejo televisor que había conseguido su familia rebuscando en un vertedero. Pero Gladys no tenía mucho tiempo para jugar y ver la televisión, su infancia duró menos de lo esperado. Desde muy pequeña tuvo que cambiar la televisión y los juegos en la calle por la recogida de café en el campo y el cuidado de sus seis hermanos. Una mañana lluviosa bajaron de las montañas un montón de señores vestidos de verde con fusiles al hombro. Hablaban de cosas que ella no comprendía. Al parecer, el país estaba en guerra y buscaban jóvenes combatientes. Todos los muchachos fueron “reclutados”. A Gladys y a otras cinco adolescentes también las alistaron. Gladys no volvió a ver a su familia. La selva se convirtió en su casa y la servidumbre de los soldados, en su trabajo. Les limpiaba la ropa, las botas, les hacía la comida, buscaba leña para el fuego nocturno, preparaba los campamentos, y muchas noches, cuando pensaba que el triste día había terminado, algún soldado borracho se metía en su catre. Ella cerraba los ojos y sumisa lloraba en silencio. Chizoba era africana, su nombre significa protegida por Dios. Nació pelona y con unos ojos saltones que cautivaban al mirarla. Chizoba era una niña muy viva, inteligente y sonriente, pero con un carácter

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indomable que decían había heredado de su madre. En los juegos con el resto de niños y niñas destacaba por su agilidad y rapidez, aparentando más edad de la que tenía. Acudía contenta a la escuela todos los días. De mayor quería saber leer y escribir, para ser doctora, decía constantemente. Su profesora estaba encantada con ella por el entusiasmo e inquietud que mostraba por aprender y por el compañerismo que desprendía con el resto. Apuntaba maneras de líder. También era presumida, no se conformaba con cualquier peinado, le gustaba que le hicieran las trenzas más finas y laboriosas. Su ilusión era crecer para ponerse largos collares y enormes pendientes. Un día notó que algo diferente pasaba en el pueblo. Olía a fiesta. Le dijeron que iban a celebrar su paso a la edad adulta con un ritual, aunque todavía era una niña y así lo sentía. Juntaron a varias niñas amigas suyas y la curandera del lugar se les acercó con una cuchilla de afeitar en la mano. Les prometió que no les dolería, que sus madres y abuelas habían pasado por ello, que era necesario. A Chizoba esa noche se le acabaron sus sueños de doctora. Murió desangrada en brazos de su madre. “A veces pasa”, comentó impasible la curandera mientras limpiaba la cuchilla en el agua de un viejo barreño oxidado. Pilar es madrileña. A diferencia de Gladys y Chizoba ha tenido suerte, no van a bajar de las montañas para reclutarla en ningún


bando y tampoco una curandera con aires de hechicera se cruzará en su camino. Pilar ha nacido en el primer mundo. Una familia acomodada del centro de la capital, con buen poder adquisitivo y un entorno estable y seguro. Junto a sus dos hermanos, ha podido disfrutar de una educación en un colegio de élite, realizando el último curso en el extranjero para perfeccionar el idioma y tener, como ella decía, “una experiencia diferente”. Le gustaba el tenis, de pequeña se enganchó al Roland Garros y Wimbledon por televisión y suplicó a su madre y a su padre hasta que la apuntaron a clases los fines de semana en un club de las afueras. Ahora no lo cambia por nada. Sus amigas le insisten en que el pádel es más divertido, pero ella se mantiene firme y emula a las hermanas Williams cada sábado. Pilar encontró trabajo pronto, no le costó mucho, un par de entrevistas y rápidamente comenzó a trabajar en una multinacional donde le aseguraron una carrera rápida y brillante en función de su valía. Encajó muy bien con el grupo de personas de su departamento, haciendo grandes amistades con gente de su edad. Cuando el verano se acercaba, surgió la iniciativa de ir un fin de semana a

Pamplona, una compañera era de allí y tenía casa para disfrutar de los Sanfermines. Cogieron el viernes libre para alargar la estancia. Se lo pasaron muy bien y conocieron a un montón de gente. El sábado por la noche, ella se encontraba cansada y comentó a sus amigas que prefería retirarse. Sus pies estaban destrozados y no daban para más. Su amiga le prestó las llaves y se dirigió hacia casa, no lejos de donde se encontraban. Por el camino se le acercaron cinco jóvenes con ganas de fiesta. La incomodaron desde el principio. Ella continuó andando, apresurando el paso. Le comentaban lo guapa que era y se preguntaban cómo podía estar sola con esa belleza de ojos. En un momento uno de ellos la agarró fuertemente y de un movimiento brusco la introdujo en un portal que estaba abierto. Su vida ya no volvió a ser la misma. Fueron veinte minutos que la marcaron de por vida. Tuvo que dejar el trabajo, el tenis e incluso sus amistades. No quería salir de casa. Su carácter cambió, su confianza se derrumbó y sus ganas de vivir se esfumaron. Todo por veinte minutos. Veinte oscuros y eternos minutos.

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Objetivo 6: garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos José María Medina Rey

Cuando llegamos al centro poblado de San Antonio, en el distrito de Sócota (provincia de Cutervo, departamento de Cajamarca, en el norte de Perú), unos tímidos rayos de sol intentaban asomarse entre las nubes e iluminar este paraje de la alta sierra cajamarquina como queriendo dejar ver que aquel era un día festivo. En la plaza del pueblo estaba todo el mundo, adultos y niños, esperándonos. Era un día muy importante; después de muchos años y muchos sufrimientos sin tener abastecimiento de agua se iba a inaugurar un nuevo sistema de agua que se había construido con apoyo de la cooperación española. El ambiente era increíble. Después de los saludos de rigor, tocaba hacer la inauguración. Desde la plaza del pueblo nos señalaron un punto azul en lo alto de la montaña frente al pueblo. ¡Allí había que subir! No había camino, no podían subir vehículos. A esa altura de más de dos mil metros, donde notas que falta el aire cuando haces esfuerzos, tocó subir a cuatro patas porque la pendiente era tremenda. Al llegar arriba encontramos el reservorio de 25 metros cúbicos que a partir de ahora abastecería a la comunidad de San Antonio. Cuando recuperé un poco el resuello, se me ocurrió preguntar a uno de los responsables de la comunidad cómo se había construido aquel reservorio, cómo habían llevado las varillas, el cemento y los demás materiales. Me explicó que

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lo tuvieron que subir todo cargado a hombros porque ni siquiera los burros habían podido subir la pendiente con ese peso. ¿Y desde dónde han captado el agua? Me señaló un punto lejano montaña arriba y me dijo que habían tenido que cavar casi ocho kilómetros de zanja en la montaña para meter las tuberías de captación y otros 4 kilómetros montaña abajo para instalar la red de tuberías de distribución. Todo ese trabajo había sido aportación en especie de la propia comunidad. En el momento de hacer la inauguración, con todo el gentío que había subido allí arriba para no perderse una ocasión tan importante, los parlamentos giraron en torno a la enorme gratitud que sentía la comunidad. Sin la cooperación española esto no habría sido posible. Gracias a las organizaciones que habíamos ido a cooperar con esta comunidad, ahora tenían agua; ya no tenían que malpasar


buscando en charcas y arroyos por la sierra. Gratitud infinita. ¡Qué alegría! ¡Cómo les había cambiado la vida! Cuando me tocó el turno en los parlamentos, me salió del alma decirles que lo que habíamos aportado desde la cooperación no era apenas nada comparado con el esfuerzo titánico que había hecho la propia comunidad para sacar adelante el proyecto. Comprar unos quintales de varilla y unos sacos de cemento no es nada si se compara con el esfuerzo que habían hecho en la construcción. El mérito era suyo.

Ese día, desde la altura, con la comunidad de San Antonio a nuestros pies, hablamos de que el acceso a agua para consumo es un derecho humano que todas las personas tienen que tener garantizado. Hablamos de que, con este proyecto, se estaba haciendo justicia a la comunidad de San Antonio. Y se comprometieron a que, si en el futuro venían nuevos pobladores a la comunidad, harían todo lo posible por ampliar el sistema para que les llegara el agua también a sus casas.

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Objetivo 7: garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos Elena Daniela Dumitrascu

Grito, grito y sigo gritando... En Ciudad Pegaso, un barrio de Madrid, al final de la calle Alcalá, están arrancando todos los árboles de morera, árboles con más de 60 años de vida. Se dice que todos están enfermos y se han secado. Me llamo Kiri, el árbol Emperatriz. Soy alto, con tronco bien fuerte, con hojas que llegan hasta 40 centímetros de ancho y me hace distintivo la supervivencia a diferentes inclemencias como la polución. Para todo ello, necesito sol. Dicen que, si fuéramos plantados muchos como yo, podríamos salvar el mundo. Que podríamos purificar el suelo infértil y dejarlo listo para ser utilizado en cualquier tipo de cultivo, que absorbemos 10 veces más dióxido de carbono que cualquier otro árbol y a cambio arrojamos mucho más oxígeno que cualquier otro. Gracias a las grandes hojas y al vapor de agua que liberan, logramos bajar la temperatura ambiental. Limpiamos el aire actuando como purificador, ofrecemos alimento y refugio a diferentes tipos de animales y vestimos las calles de las ciudades ofreciendo un bellísimo escenario. Una mañana de primavera, me llevan a mí y a muchos de mi especie para plantarnos en ese bellísimo barrio de Madrid, donde antes estaban las moreras. Todos los árboles estaban contentísimos porque pensaban que por fin estarían en un sitio donde crecerían felices. Todos, menos yo.

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No estoy contento, porque sé que me llevarán a un sitio contaminado. A un sitio en el que casi no podremos ver el sol porque la contaminación del aire urbano es un serio problema en muchas grandes ciudades del planeta. El intenso e incesante tráfico, unido a las fábricas que no controlan sus emisiones, convierte el aire de ciudades de todo


el mundo en auténticas nubes de smog, así que no tendremos tanto sol como necesitamos y nos moriremos, igual que las moreras. Respirar aire sucio tiene dramáticas consecuencias. La contaminación mata anualmente en España a más de 2.500 personas, lo que lo convierte en el gran problema de salud medioambiental. Otra de las consecuencias de la contaminación es el calentamiento global, que puede acabar con muchas especies de seres vivos. Así que NO estoy contento y GRITO. Grito por si alguien me puede escuchar, porque si se piensan que solo con plantar a muchos como yo el mundo se salvaría, se equivocan y mucho.

Reducir la contaminación dentro y fuera de los hogares salvaría millones de vidas y las nuestras también. Si todo el mundo tuviera acceso a una energía asequible, segura, sostenible, a combustibles menos contaminantes, si se aumentara el uso de energía en sectores como el de la calefacción y el transporte, el mundo se salvaría. Yo, junto con todos los árboles del mundo, no podemos salvar el mundo sin vuestra ayuda, así que GRITO, grito cada vez más fuerte porque todos vivimos en este pequeño planeta, todos respiramos el mismo aire y todos moriremos algún día, pero debemos aprender a vivir de un modo sostenible y cuidar nuestro planeta para que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos tengan un futuro sano.

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Objetivo 8: promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos Mikel Andrío Lejarza

Carlos se había levantado pronto. Las entrevistas de trabajo le ponían nervioso y le costaba conciliar el sueño la noche previa a este tipo de citas. Sus veinticuatro años recién cumplidos y el ansia por adentrarse en el mundo laboral tampoco le favorecían a la hora de templar los nervios. Como en las tres entrevistas anteriores que había realizado para otras tantas empresas, se había vestido con el traje azul que se había comprado y la corbata a rayas que le había regalado su madre. “póntela para los procesos de selección, te va a dar suerte”, le dijo. “Eso espero, tengo que empezar a trabajar cuanto antes”. Carlos, al igual que su madre, había estudiado ADE. No es que fuese algo vocacional, más bien los estudios los eligió por descarte. En un principio dudó en elegir Derecho, pero finalmente se decantó por ADE pensando que tendría mayores salidas laborales. No obstante, según los cursos fueron avanzando, mayor fue su satisfacción con los estudios. En el último curso incluso acabó por apasionarle todo lo relacionado con la contabilidad y las finanzas. “Carlos Rivera, por favor” pronunció en voz alta la que debía ser la secretaria de algún pez gordo de la compañía.

Allí le esperaba una señora cercana a los cincuenta, bastante alta, con el pelo recogido y muy bien arreglada. Le recibió de pie, con una media sonrisa y un fuerte apretón de manos. Después de los saludos iniciales y alguna conversación intranscendente sobre el calor de ese día, comenzaron a hablar sobre el currículum. Al no tener experiencia laboral previa, a excepción de clases variadas de apoyo a adolescentes y un par de veranos como socorrista, la entrevista giró en torno a su formación académica, el gran expediente que atesoraba y los 3 idiomas con los que se desenvolvía a la perfección. Prácticamente cuando parecía que la entrevista iba a concluir, la ejecutiva se dio cuenta que, al final del currículum, Carlos había añadido una reseña en la que indicaba que el último año se había dedicado a viajar por el mundo. La directora le pidió que le hablara de ello, de los países por los que había discurrido su viaje, de lo que le había motivado a emprender esa aventura y que le remarcara lo que más le había impresionado de su estancia en los diferentes sitios.

Sobre la última cuestión que le había realizado, esperaba que Carlos le hablara de los fiordos de Noruega, de la bahía Carlos se levantó del asiento en el que de Halong en Vietnam, de la barrera de estaba sentado, cerró la revista sobre coral en Australia o de las playas de Rio de inversiones que le habían ofrecido para Janeiro, pero Carlos, después de hablar hacer tiempo mientras esperaba y se sobre los países y su motivación, se quedó dirigió al despacho de la directora de reflexionando durante unos segundos y la Recursos Humanos. respuesta en relación a lo quey más le había Objetivo 8: promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo impresionado sorprendió a latodos interlocutora. sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para

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El candidato cruzó las piernas, relajó los hombros y empezó su relato: “Cuando estuve por América, después de visitar Costa Rica, me desplacé unos días a El Salvador. Allí, un compañero de la carrera llevaba unos meses colaborando con una ONG y decidí acercarme a visitarle. En los pocos días de mi estancia en el pequeño país, no hice turismo, pero sí tuve la oportunidad de que me explicara su labor como cooperante. Me estuvo enseñando las champas, las barriadas donde él trabajaba y en donde se asentaban y vivían decenas de familias hacinadas en casas de adobe o de madera hechas por ellos mismos. Una de esas familias con las que mi compañero más confianza tenía me ofreció quedarme a cenar en su casa, y Álvaro, que es como se llama mi amigo, me dijo que debía aprovechar la oportunidad. El menú fue sencillo pero muy rico: unos huevos rotos con chorizo y unos tamales de elote. Mientras cenábamos, yo le fui preguntando a la madre a modo de interrogatorio por su forma de vida. Todo lo que me contaba me parecía sorprendente: la prioridad del trabajo de sus hijos todavía pequeños frente a la escuela, el acceso a la sanidad de las familias humildes, las celebraciones familiares o la relación con sus mayores.

Cuando les pregunté por sus hobbies, por su ocio, se quedaron mudos, no sabían a qué me refería. Me explicaron que no tenían tiempo libre y por lo tanto tampoco oportunidad de poder disfrutar de ello. Eneida, que era como se llamaba la madre, trabajaba en una maquila desde los 12 años. Yo desconocía a qué se refería con ese término, me lo explicó y me interesé en visitar su lugar de trabajo al día siguiente. Álvaro me comentó que siendo europeo tendría muchas facilidades de acceso y que hablando con el responsable y siendo “generoso” con él no tendría problemas en mostrármela. Efectivamente así fue. La maquila era una especie de hangar situada a las afueras de la ciudad. En ella se apilaban más de cien mujeres en pequeñas e incómodas sillas de madera con una antigua máquina de coser en frente. El recinto no tenía ventanas, con lo que el calor y la humedad eran extenuantes. La poca luz con la que trabajaban provenía de una lámpara situada en lo alto del techo de uralita, que en épocas de lluvia dejaba entrar el agua. Las no afortunadas, cuyo sitio se distanciaba de dicha lámpara, tenían importantes problemas de

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visión debido a la prolongación de tiempo esforzando la vista. El ruido de las máquinas era constante y ensordecedor durante las 13 horas de jornada laboral diarias, incluidos fines de semana, que tenían que soportar. Tan sólo tenían permitido un descanso de veinte minutos para comer, tiempo que debían aprovechar para desplazarse al único servicio existente, por lo que, dado el volumen de personas, la práctica totalidad debía hacer sus necesidades al aire libre tapándose unas a otras.

El responsable que me había permitido acceder a la visita se encargaba de que la producción cumpliera los objetivos marcados. Me comentó que no les permitía hablar entre ellas bajo ningún concepto durante el trabajo y que penalizaba a las que levantaban la cabeza de su mesa. Me explicó que elaboraban camisas para exportar a Estados Unidos y que cada vez los encargos tenían más exigencias. Se encargaba también de seleccionar a las trabajadoras; su principal criterio para ello se basaba en la edad: chicas jóvenes, cuanto más mejor, por lo que

había muchas niñas. El otro criterio imprescindible era que estuviesen sanas, sin ninguna limitación ni discapacidad y, por supuesto, debían venir sabiendo coser; aun así, los dos primeros meses se consideraba que estaban a prueba y por ello no cobraban. A partir de entonces, su salario se reducía a cinco colones diarios, el equivalente a 50 céntimos de euro. El autobús para desplazarse al trabajo les costaba un colón, sumándole otro colón para el trayecto de regreso, por lo que muchas de ellas decidían realizar el

trayecto que les distanciaba de su casa a pie. En verano el termómetro podía elevarse fácilmente a los 38 grados y en época de lluvias las precipitaciones eran muy fuertes, inundando por momentos las calzadas. Cuando le pregunté a mi anfitriona por qué ella hoy estaba en casa, me comentó que, debido a la presión de los tiempos para cumplir con los objetivos, se había clavado la aguja de la máquina en uno de los dedos y le había perforado un tendón. En una temporada no podría moverlo y por ello tampoco podría coser. Eso significaba no trabajar y no cobrar,

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porque por supuesto desconocían el término baja laboral. Desconocía cómo iba a evolucionar la lesión, por lo que le preocupaba enormemente la posibilidad de no poder reincorporarse al trabajo”. En ese momento, Carlos aprovechó para rellenar el vaso con el botellín de agua y darle un pequeño sorbo, haciendo ver que su intervención había concluido. “¿Por qué ese relato que me has comentado es lo que más te impresionó de tu viaje?”, le preguntó la directora de recursos humanos. Carlos se enderezó en el asiento, respiró profundamente, y con voz suave pero firme contestó que debido a aquello era consciente de la esclavitud laboral que existía en muchas partes del mundo en el siglo XXI y asumía tristemente cómo desde los países desarrollados hacemos oídos sordos ante aquello, provocándolo muchas veces por el abaratamiento del producto y, en definitiva, por nuestro propio interés. La directora asintió lentamente pensativa; dio por concluidas las preguntas y a continuación le explicó las funciones y condiciones del puesto. “Tu labor principal va a consistir en colaborar con personas de más experiencia en solventar unos desajustes que hemos tenido con Hacienda y por otra parte encontrar la fórmula para

disminuir costes en el área de prevención de riesgos laborales”. A continuación, le comentó la fortuna que tendría, si era él el escogido, por lo mucho que iba a aprender, pero que debería trabajar “de sol a sol”. En este tipo de puestos “no hay horarios, nos debemos al cliente y tenemos una carga muy alta para una empresa americana. Es lo que toca”. Para concluir le dio la oportunidad de preguntar sobre alguna cuestión que no le hubiese quedado clara. “No me has comentado nada de la retribución” comentó Carlos. “Hemos pensado que con tu edad podemos hacerte un contrato de becario, tu salario entonces es el aprendizaje, ten en cuenta que todo lo que asimiles aquí te lo llevas para el futuro”. Carlos, al igual que la directora anteriormente, asintió lentamente… pensativo. Se levantó y se despidió educadamente. A la salida, mientras esperaba al ascensor que le llevaría a la calle, Carlos se dio cuenta que sus nervios previos a la entrevista se habían esfumado…, al igual que sus aspiraciones por lograr un posible trabajo en una de tantas maquilas existentes hoy en día en el llamado primer mundo.

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Objetivo 9: construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación Antonio J. Sentí Doménech

Manuela y la brecha digital Manuela, de doce años y de raza gitana, vive en las afueras de la ciudad. Va al colegio público con sus amigas de distintas nacionalidades. Conversan sobre el último capítulo de la serie televisiva más famosa entre adolescentes. Manuela comenta que no pudo verlo porque se le estropeó la televisión. Lola pregunta: ¿pero no tienes internet en casa? Manuela contesta que no tienen wifi, pero que, cuando necesitan, con el móvil de su padre se pasan datos. No tiene ordenador; seguir el ritmo de los trabajos que solicitan los profesores en el colegio a través del correo electrónico se le hace muy difícil, muchos se quedan sin entregar. El móvil se ha convertido en su ventana al mundo, pero sin ordenador y sin red empieza a estar “fuera de juego”, tanto en clase como con sus amigas.

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Manuela va a los mercadillos de fin de semana con sus padres, y mientras envuelve unas zapatillas en un periódico, lee la siguiente noticia: “Las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) pueden cambiar las reglas del juego para los niños y niñas más vulnerables en España ayudándoles a desarrollar su potencial, integrarse o encontrar referentes y ayuda. Estos beneficios están aún lejos de ser compartidos de manera equitativa. Para transformar las oportunidades en beneficios reales para el aprendizaje y posibilitar la participación y la inclusión social es fundamental comprender el contexto de las diferentes experiencias digitales de los niños y proporcionarles el apoyo adecuado. Al mismo tiempo, los riesgos online pueden hacerles también más susceptibles a la explotación, al acoso, al abu so o la trata. La interactividad también aumenta las


amenazas y los daños que muchos niños ya están afrontando offline, haciendo que los más vulnerables también estén expuestos a más amenazas online.”

madre la miró y sonrió, no entendía nada de lo que decía, solamente pensó que, si era un secreto entre las dos, debía ser importante.

Manuela quedó pensativa, mientras envolvía las zapatillas, no acababa de entender todo lo que la noticia decía, había tenido que leer muy rápido y su fluidez lectora no era demasiado buena, se había saltado alguna palabra que no entendía, pero sí que se había dado cuenta de que hablaban de ella: ella se sentía vulnerable delante de los demás compañeros con más habilidades digitales y con posibilidad de acceder a información que ella desconocía. El envoltorio de unas zapatillas le había sorprendido más de lo que ella se imaginaba, ¡aquello que intuía estaba explicado en los periódicos y todo el mundo lo sabía!

Aquella noche Manuela se durmió imaginándose de mayor como profesora de colegio, igual que Jessie, su ídolo televisivo, con ordenador, internet y todas las comodidades tecnológicas.

Al mediodía, cuando recogía la parada del mercadillo junto a su madre, reunió todo el valor posible y con voz muy bajita, para que su padre y su hermano mayor no la oyeran, le dijo: “Mamá, he tomado una decisión: ahorraré hasta el último euro que me gane vendiendo contigo para poder comprarme un ordenador, pero tú también tendrás que aprender, el periódico dice que los niños necesitan protección y tú en eso eres la mejor.” Su

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Objetivo 10: reducir la desigualdad en y entre los países Elena López Saralegui

“Los refugiados y los desplazados enriquecen nuestra vida.” Kofi Annan

Ane y Feni. Feni y Ane. Dos realidades en nuestro mismo mundo…

Ane nació en Bilbao, tiene seis años y un hermano pequeño de dos años que se llama Gonzalo. Feni nació en Yirol, al sur de Sudán, tiene también seis años y un hermano más pequeño, llamado Ger. Tenía más hermanos, pero ya no están con ella, se pusieron malitos y Alá se los llevó.

Este relato no tiene por qué terminar mal; en el camino, depende mucho de ti y de mí. Supongamos que Feni, Ger y su madre son tres de los migrantes que ha acogido España, supongamos que les ayudamos a integrarse en nuestro país, que han recibido apoyo para tener una vivienda mejor que su cabaña, con agua y luz, y que Feni es, ahora, otra niña feliz con una mochila rosa, ¿por qué no?

Ane va al colegio todos los días, la llevan en autobús y su mamá le pone una chocolatina y un zumo para el recreo. Ha estrenado un uniforme azul muy bonito y este año va feliz porque ya tiene libros de colores, como los grandes del cole, y su mochila nueva es rosa y tiene ruedas. Su hermano va a la guarde y luego al parque con la cuidadora. Feni va al campo a trabajar casi todos los días, lleva a su hermano en la espalda. Ger no pesa mucho, es pequeño y delgadito y no llora casi. Los meses de más calor, cuando no hay nada para recoger, puede ir a la escuela: está muy lejos, pero le gusta mucho, aunque vuelve muy cansada. Hoy está contenta, tiene mucha hambre, pero su mamá le ha dicho que pronto van a viajar e irse a otro sitio donde no hace tanto calor, hay mucha agua y podrá ir a la escuela. Ane viajará a Disneyland París el año que viene con su familia. Por primera vez montará en avión. Feni viajará en un barco, con muchos otros niños y mayores, todavía no sabe a dónde. Tiene un poco de miedo, pero su mamá le ha dicho que todo irá bien, el viaje será largo, pero tiene que ser fuerte.

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No podemos lograr el desarrollo sostenible si excluimos a alguien o no actuamos para reducir la desigualdad en los países y entre ellos. ¿Por qué no todos luchamos por tener las mismas posibilidades? Es cierto que nuestra acción individual no va a cambiar el mundo, pero sí el mundo que nos rodea: eduquemos en la igualdad, aceptemos al inmigrante, evitemos el consumismo, contribuyamos justamente con nuestros impuestos, abramos los ojos de nuestros hijos a otras realidades, seamos generosos con las obras sociales, los donativos y las campañas a favor de los menos favorecidos, seguro que podemos dar algo más que ese 0,7 al que se comprometieron nuestros gobiernos. Somos afortunados, unos privilegiados, compartamos nuestro tiempo con los que no lo son, hay cantidad de cosas que hacer… Empecemos. “Una cucharada de práctica vale más que toneladas de palabrería.” Ghandi


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Objetivo 11: lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles Jorge Sánchez Cifuentes

Quién iba a decir hace más de 50 años cuando en 1966 se estrenó la película “La ciudad no es para mí”, protagonizada por Paco Martínez Soria, basada en la obra de Fernando Lázaro Carreter, que estaríamos hablando hoy como objetivo mundial de la igualdad de oportunidades, sostenibilidad e inclusión en las ciudades. La película cuenta en clave de humor cómo una persona mayor y viuda se siente sola y acude a la gran ciudad donde están su hijo y su nieta y cómo al final, a través de la personalidad y simplicidad de éste, la familia recupera en cierto modo la esencia frente a la complejidad urbana. Sin embargo, el trasfondo representado por la película es algo menos amable: de hecho, casi cuatro millones de personas, entre los años 1951 y 1970, se fueron a la ciudad en busca de oportunidades, se alojaban en pensiones o en habitaciones con derecho a cocina, familias enteras dormían hacinadas en barrios marginales por su falta de medios. Los barrios marginales crecen desmesuradamente fuera de planes sostenibles de urbanismo, sin áreas verdes o transportes adecuados. Esta ciudad no es para mí El fenómeno no era sólo una cuestión española y en otras partes del mundo se ha desarrollado igualmente, creando un mundo ficticio de oportunidades unidas al avance tecnológico, económico, cultural y sanitario. Sí, pero con unas condiciones que para una gran parte de la ciudadanía distan mucho de aquel mundo soñado, aunque, aun así, en muchos casos mejoraban globalmente.

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Aquellas ciudades no son para mí Este crecimiento desmesurado ha generado las megalópolis, definidas como ciudades de más de 10 millones de habitantes, que llevan al extremo estas desigualdades. Hoy en día existen 883 millones de habitantes viviendo en barrios marginales y cercanos al umbral de pobreza y el 90% de los habitantes de las ciudades respirando aire que no cumple las normas de seguridad establecidas por la Organización Mundial de la Salud. Según el estudio que la OMS publicó en 2019, las muertes asociadas a la contaminación ambiental ascendieron a 8,8 millones, elevándose a prácticamente el doble de los 4,5 millones estimados inicialmente. Estas ciudades no son para mí Tampoco se trata de volver todos al medio rural, pero como la tendencia es que cerca de 3.000 millones de habitantes vivan en ciudades en el año 2030, tenemos que ser capaces de humanizar las ciudades, permitiendo una mayor igualdad, eficiencia y resiliencia. Deben cambiarse no sólo los modelos urbanísticos y de convivencia, sino también replantearse cómo construimos la relación social y cambiamos el paradigma romano del foro como espacio físico donde se daba cita la vida en la ciudad y donde todo el que quería relacionarse tenía que estar. Sin embargo, hoy en día, la digitalización está favoreciendo el acceso universal a muchos servicios que antes estaban disponibles únicamente en los medios urbanos; más importante aún: está


consiguiendo la virtualización del espacio de relación social, como vertebrador de la esencia urbana sin que esté sometida al urbanismo físico, creando una nueva forma de simultaneidad1 como sustento de lo urbano. Ya no será necesario vivir en duras ciudades para acceder al progreso, ofreciendo la eficiencia, la resilencia y la igualdad de oportunidades deseada a todos.

Tal como subraya Manuel Delgado Ruiz en su ensayo El urbanismo contra lo urbano. La ciudad y la vida urbana en Henri Lefebvre: “en tanto que forma, lo urbano lleva un nombre: es la simultaneidad” (1972/1976, p. 69). Simultaneidad de percepciones, de acontecimientos, espacio por tanto de intensificación y generalización de todas las confluencias, puesto que es la forma concreta que adopta “el encuentro y la reunión de todos los elementos que constituyen la vida social” (Lefebvre, 1972/1976, p. 68).

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¡Esta ciudad es para mí!

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Objetivo 12: garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles Ángeles Díaz Peralta

¿Tienes planes para este sábado?, me wasapeó mi amiga Charo. ¿Por?, le respondí yo. ¿Nos vamos de compras?, me contestó ella. ¡Por supuesto!, me apunté yo inmediatamente. Ir de compras con mi amiga siempre es divertido: hablamos, tomamos algo y además tiene un olfato muy especial para encontrar gangas entre ropa, zapatos y otros complementos. Acudimos a un centro comercial y, entre conversaciones y paradas a tomar café, empezamos a entrar y salir de tiendas. No encontrábamos las gangas que íbamos buscando y nos parecía que todo tenía un precio muy alto. Aun así, compramos varias prendas cada una, aunque, por supuesto, quejándonos de su precio. Nos fijábamos en las etiquetas y veíamos que las piezas de ropa estaban fabricadas mayoritariamente en países del Sudeste Asiático. No entendíamos que, viniendo de países en los que el coste de fabricación es tan bajo, les aplicaran unos márgenes tan altos. Por último, encontramos unas camisetas con unos colores muy alegres que nos conquistaron enseguida y encima eran casi regaladas. Después de toda una tarde dando vueltas por las tiendas, habíamos encontrado nuestra ganga. Nos despedimos y cada una volvió a casa con sus compras. Como hago habitualmente cuando voy de compras, cuando llego a casa me gusta volverme a probar las prendas y así se las voy mostrando a mi marido. A cada falda, pantalón o chaqueta que le enseñaba, el comentario era casi

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idéntico al anterior: muy bonito, muy de tu estilo. Pensé “su opinión siempre es la misma cuando le enseño algo nuevo”. Cuando terminé de probarme la ropa por segunda vez y hacer un desfile improvisado delante de un único espectador, empecé a guardarla en mi armario. Me di cuenta que me costaba meterla y que tenía que empujar porque ya está muy lleno; las perchas se me rebelaban y actuaban como boomerangs: yo las empujaba hacia dentro y ellas volvían a salir y, lo que es peor, enredadas entre ellas, sobre todo las de faldas. Me vino a la cabeza buscar en YouTube un tutorial de Marie Kondo acerca de cómo ordenar los roperos de tal forma que pudiera guardar más ropa en el mismo espacio, que ya estaba completo. Mi amiga me envió un mensaje: “Te ha cabido todo bien en el ropero? Yo tengo que empezar a retirar ropa, pero me da pena porque la mayoría está muy nueva y tengo unas cuantas prendas sin estrenar.” La semana siguiente, después de utilizar la camiseta que me había salido tan barata y que tenía unos colores tan bonitos, la metí en la lavadora con otras prendas y programé un lavado corto y suave. De repente me di cuenta de que el agua que giraba en la lavadora no era incolora, sino que tenía un color rojizo muy alarmante. Cuando saqué la ropa de la lavadora, todas las prendas habían cambiado de color y de estampado: ahora estaban llenas de manchones rojos y naranjas muy originales.


Después de advertir inmediatamente a mi amiga que no se le ocurriera meter la camiseta en la lavadora, me senté a ver la televisión a ver si se me quitaba el disgusto. Curiosamente, haciendo zapping, me encontré un programa centrado en las fábricas ubicadas en distintos países del Sudeste Asiático, fábricas en las que se produce la ropa vendida por las marcas más conocidas y extendidas en España y en Europa.

mi estilo”, me quejé de los precios, sin pensar un solo instante en el salario y las condiciones laborales de las personas que habían trabajado fabricando esas prendas y únicamente pensé en lo barata que era una camiseta, sin pensar si los productos y métodos que se habían utilizado para su confección podían dañar el medio ambiente.

Escuchando la información que aportaba el programa sobre las condiciones laborales existentes en muchas de esas fábricas, la falta de controles y normativa medioambiental en dichos países, me acordé nuevamente de mi ropa desteñida y de la tarde de compras que había compartido con mi amiga la semana anterior. Después de reflexionar sobre lo que había escuchado en el programa y recordar la ropa que había comprado la semana anterior y en tantas otras ocasiones, llegué a conclusiones que no me hicieron sentir bien conmigo misma. Gasté dinero de forma absurda en ropa que no me era necesaria, a la vista de lo lleno que tengo mi ropero; no compré nada distinto ni original, puesto que mi marido opinaba que todo era “muy de

No prometo no volver a ir de compras, pero sí hago un propósito: leer y estudiar sobre el consumo responsable y aprender cómo mis decisiones de compra afectan a nuestro entorno. Espero que este aprendizaje me lleve a comprender que acumular cosas no me va a hacer más feliz; que todas las personas tenemos derecho a unas condiciones laborales y de vida dignas y que nuestro medio ambiente, una vez que lo hayamos destruido, no tiene otro que lo sustituya.

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Objetivo 13: adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos Catalina Sicilia Ballesteros

LA VENGANZA DEL BRUJO Había una vez un brujo en una lejana tierra que estaba muy enfadado porque, en el mar cercano a la gruta donde él habitaba, los humanos habían construido granjas para criar peces de forma masiva. Estaban destruyendo los manglares y destrozando el hábitat marino en el que vivían muchas especies protegidas. Como era un brujo muy puesto en nuevas tecnologías, decidió crear un mensaje en cadena para que la gente se enterara. Además, si mucha gente de muchas partes del mundo sabía de esta masacre, seguramente reclamarían al gobierno de la zona leyes que regularan las granjas y protección para el mar y sus manglares. También pensaba el brujo que, si muchas personas a nivel mundial se enteraban de que, para criar los peces que se estaban comiendo, se estaba destruyendo una parte del planeta, dejarían de consumir pescado de esa procedencia. Creó un mensaje que decía así: Las granjas de peces destruyen un ecosistema más productivo y rico que los arrecifes de coral: los manglares, que son bosques costeros fundamentales para la protección de las zonas costeras frente a los temporales. En estas granjas además se utilizan productos químicos, fungicidas, antibióticos, pesticidas, etc. Como consecuencia, aparecen enfermedades entre las especies marinas y mueren muchos seres vivos. Las poblaciones indígenas están teniendo que emigrar, ya que han destrozado su principal recurso de subsistencia: la pesca. Otras poblaciones se han quedado sin agua potable, pues toda se destina a la granja.

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Junto con ese mensaje, adjunto las fuentes de las que he sacado esta información, para que no se me acuse de bulo. Vosotros mismos podréis comprobarlo en estas páginas web: http://www.mundosolidario.org/doc. php?var=400 http://www.cprac.org/consumpediamed/ sites/default/files/14trampas.htm Pásalo, que todo el mundo sepa toda la verdad. Pero, sin embargo, el mensaje no tuvo mucha difusión… Así que el brujo, como venganza, decidió crear un monstruo carnívoro. Y creó un mensaje de WhatsApp que se comía a todo aquel que lo leía. Era un mensaje prodigioso porque tenía la extraña capacidad de devorar las ideas de la persona que lo recibía e instalar en su lugar el pánico. Así conseguía que sus


víctimas lo reenviaran a sus contactos para salvarse y hacerse él cada vez más grande. El mensaje decía así: El uso del WhatsApp costará dinero salvo que reenvíes este mensaje a todos tus contactos. Esta cadena comenzó a causar graves disturbios a nivel mundial y los gobiernos tuvieron que tomar cartas en el asunto. Cuando, investigando el origen de la cadena de mensajes, se llegó al brujo, éste expuso ante todo el mundo el grave

problema que había originado todo este asunto. Y así consiguió que saliera a la luz el terrible daño que se estaba causando. Fueron los jóvenes los primeros en rebelarse y exigir a los políticos que pusieran solución y se evitaran las tremendas consecuencias que se estaban ya sufriendo. No fue fácil, se necesitó tiempo y constancia, pero al final se logró que se empezara a despertar otro monstruo, esta vez muy diferente y con poderes benignos: el monstruo de la conciencia.

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Objetivo 14: conservar y utilizar de forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible Irene y Mark Rohr de Mena

Hola chicos, soy Lubino y hoy vengo a contaros unas cosas que últimamente me preocupan mucho, a ver si vosotros me podéis ayudar. A mi abuelo don Crustáceo le encanta contar historias, él nos dice que no son cuentos, que son historias de verdad, pero ¡a veces parece que se las inventa! Pues… ¡¿no nos cuenta que cuando él era joven el agua estaba siempre azul y los rayos del sol iluminaban el fondo del océano?! Cuenta también que las algas crecían frondosas, que había muchas, de todos los colores, que muchísimos pececillos se escondían en ellas, además nunca les faltaba comida y no se ponían malos. Esto es difícil de creer porque ahora nuestro hogar aquí abajo no es así: casi no nos llega la luz del sol, a veces nos cuesta respirar y conseguir comida se hace cada día más difícil, normalmente nos vamos a la cama sin cenar.

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También me ha contado que tenemos encima una “isla de plástico” y por eso los rayos del sol no llegan hasta el fondo, así que las algas se han ido marchitando hasta casi desaparecer, y con ellas muchos de mis amigos, los pececillos que vivían allí; además tampoco tenemos casi comida, el plancton está mezclado con microplásticos y ¡sabe a rayos! Esta “isla de plástico” nos bloquea -vosotros solo veis la parte que flota, pero llega hasta muy abajo- e impide que nos llegue la luz del sol y que el agua se oxigene, por eso cada vez nos cuesta más respirar, eso sin contar con la de veces que alguno se ha comido un trocito de esta “isla de plástico” porque caen al fondo y se confunden con cualquier cosa que se pueda comer: una medusa, un gusanito, o un trozo de alga… ¡Tenemos mucha hambre! Cuando comemos estas cosas que se desprenden de la “isla de plástico” nos


ponemos muy malitos. Además, a veces nos hemos quedado atrapados dentro de alguna bolsa, o enganchados en algún trozo de plástico y más de uno se ha muerto asfixiado. ¿Que no sabéis lo que es una “isla de plástico”? Mi abuelo dice que el plástico es un invento vuestro, pero que no es algo natural, que lo sacáis a partir del petróleo y que, como pesa muy poco, no se rompe y le podéis dar la forma que queréis. Os debe resultar muy útil porque lo utilizáis para todo; el problema es que, cuando ya no lo necesitáis, no sabéis muy bien qué hacer con él y además, como no tenéis capacidad suficiente para reciclarlo todo y cada vez fabricáis más y más y se os acaba amontonando, este montón de plástico acaba flotando en el mar. El viento, las corrientes y las mareas hacen el resto…, todos los plásticos que flotan se van agrupando y al final se hace una masa tan grande que parece una isla. Mi abuelo, que lleva muchas mareas a su espalda y sabe muchas cosas, dice que todo esto se debe a que vosotros no cuidáis lo que tenéis y que una de dos: o todavía no os habéis dado cuenta de la importancia que tiene el océano en vuestras vidas o que es peor, si sabéis lo importante que es peor…, ¿cómo puede ser que lo cuidéis tan poco?

Os voy a dar algunas pistas de su importancia: los mares y océanos liberan más oxígeno a la atmósfera que todos los bosques juntos, regulan el equilibrio mundial del clima terrestre absorbiendo calor y redistribuyéndolo alrededor del mundo por medio de las corrientes y de la interacción con la atmósfera y es el hábitat de un montonazo de especies. ¿No lo sabíais? ¿No os lo ha dicho nadie? ¿Esto no lo estudiáis en el colegio? ¡No lo entiendo! Pero con la de cosas que dice mi abuelo que sabéis, ¿cómo puede ser que de esto no os hayáis enterado? ¿No os habéis parado a pensarlo? Me resulta extraño, ¿a vosotros/as no? Yo no sé si podremos volver a ver un mar azul como el que cuenta mi abuelo, pero no pierdo la esperanza; ojalá pudiera haceros ver que necesitamos vuestra ayuda, que necesitamos que dejéis de utilizar tanto plástico y que, si lo usáis, debéis reciclarlo, no lo tiréis en cualquier sitio y sobre todo que necesitamos que penséis algo para quitarnos de encima esta “isla de plástico” que nos está matando.

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Objetivo 15: promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, luchar contra la desertificación, detener y revertir la degradación de las tierras y frenar la pérdida de la diversidad biológica Ignacio Esteban Comamala

La vida secreta de los árboles Peter Wohlleben es ingeniero forestal y pasó más de veinte años de su vida trabajando al servicio de la comisión forestal de su país. Posteriormente abandonó esa tarea porque deseaba profundizar en sus ideas sobre ecologismo y ponerlas en práctica. En la actualidad dirige una iniciativa privada medioambiental en una zona boscosa en la que trabaja con el afán de retornar a la naturaleza los bosques primigenios. También imparte seminarios y conferencias y ha escrito diversos libros sobre bosques y la protección del medio ambiente. En su reciente publicación La vida secreta de los bosques, este guarda forestal y amante de la naturaleza narra interesantes historias sobre el comportamiento de los árboles que no conocemos, por ejemplo: el lenguaje entre ellos, que su inteligencia es subterránea (sus raíces) y otras cosas que demuestran que los árboles son seres inteligentes y longevos. Sin ellos la vida sería imposible. En el libro cuenta: “Mi vida como agente forestal volvió a ser apasionante y cada día en el bosque suponía un nuevo viaje de descubrimiento. Esto suscitó un gran respeto por la explotación forestal. Para aquel que sabe que los árboles sienten dolor, que tienen memoria y que los árboles progenitores viven con sus retoños, ya no es tan fácil talarlos ni deambular con grandes máquinas a su alrededor.” En su libro cuenta cosas fantásticas de los árboles que no sabíamos, acerca de su inteligencia, su lenguaje, la longevidad, el transporte del agua y su trabajo de climatización. 44

Entre las cosas que llaman la atención es que, como agente forestal, ha observado que los árboles más viejos son los árboles que crecen con mayor rapidez. Las investigaciones llevadas a cabo con 700.000 árboles de todos los continentes han demostrado que los árboles con un tronco de un metro de diámetro producen tres veces más biomasa que los ejemplares con la mitad de grosor, por lo que los árboles más viejos son más productivos que los jóvenes. Con lo que, según su opinión, la estrategia de rejuvenecer los bosques es errónea y, como máximo, desde el punto de vista de la explotación maderera, implica una disminución del valor a partir de cierta edad. Y dice: “Si lo que queremos es utilizar los bosques para combatir el cambio climático, entonces debemos dejarlos envejecer, tal y como abogan las grandes asociaciones de defensa de la naturaleza”. En su relato se hace la pregunta ¿por qué los árboles son seres sociales? Y responde que las razones son las mismas que en los humanos: porque juntos funcionan mejor. “Un árbol no hace un bosque, no es capaz de crear un clima local equilibrado y está expuesto al viento y a las inclemencias del tiempo. Los árboles juntos crean un ecosistema que amortigua el calor y el frío extremos, almacena cierta cantidad de agua y produce un aire húmedo. En un entorno así, pueden vivir protegidos y hacerse viejos. Para conseguirlo, la comunidad debe mantenerse a cualquier precio. Si todos se preocupasen solo de sí mismos, muchos de ellos no llegarían a la edad adulta”. Así, cada árbol es importante para la comunidad y vale la pena mantenerlo tanto tiempo como sea posible.


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Objetivo 16: paz, justicia e instituciones sólidas. Promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas M. Eugènia Bailach Aspa

Juancho tenía 6 años cuando caminando, con los pies descalzos, cruzó la frontera que separaba su México natal del paraíso. Han pasado ya 20 años y todavía no ha encontrado el paraíso deseado. Su infancia y juventud han estado marcadas por la falta de recursos económicos y sobre todo por no sentirse integrado en la sociedad donde ha crecido; no obstante, se considera un hombre afortunado. Aunque durante los primeros años de vida en los Estados Unidos acudió de forma regular a la escuela pública, hace más de cinco que tuvo que dejar cualquier posibilidad de cumplir sus sueños de terminar estudios superiores de Agroingeniería. Siempre ha tenido que trabajar mientras estudiaba: trabajos duros, mal remunerados y sin ningún tipo de protección social, lo que corresponde a una persona sin papeles, pero su inteligencia, el amor por la naturaleza y su tozudez por conseguir sus ilusiones le han hecho trabajar duro; en los últimos años la enfermedad de su padre le ha impedido continuar, aunque sea a trancas y barrancas, con sus estudios.

noches de fiestas con alcohol y otras sustancias le habían impedido terminar sus estudios. La tarjeta de crédito, asociada a la cuenta de sus padres, siempre le ha permitido vivir con desahogo, nunca se ha preocupado por estos temas; la tarjeta, como el resto de sus amigos, nunca le ha fallado, de hecho tampoco se planteaba que le pudiera fallar. No obstante, la enfermedad de su padre durante estos dos últimos años le obliga a pasar unas aburridas tardes de jueves con los empleados de la empresa familiar; estas obligaciones le hacen sentir infeliz. Juancho vive cerca de Towanda, una ciudad de Pensilvania, cerca de la frontera con el estado de Nueva York. Mañana tiene que viajar hacia la capital del paraíso. El capataz de la hacienda donde trabaja le ha pedido que lleve una caja a un local de la ciudad, le ha dicho que es importante. A Juancho no le hace gracia, los desplazamientos suponen un problema para un mexicano sin papeles, y en un principio se ha negado, pero el capataz ha sido persuasivo con una amenaza: escaseaba el trabajo y había mucha mano de obra donde escoger… Esa noche cenó con su familia, su madre había preparado chiles rellenos y guacamole, !le encantaba el guacamole! Terminaron con unos vasos de tequila y se fueron a dormir. A la mañana siguiente se preparó la mochila y se marchó.

James tenía 6 años cuando sus padres lo apuntaron a clase de equitación. Durante muchos años, cada fin de semana dedicaba unas horas a montar a caballo. Aunque montar le gustaba mucho, le fastidiaba tener que cepillar al animal y darle el cuidado que necesitaba; por eso, a los quince, descubrió que pagando Tenían que celebrarlo: hacía dos años unos dólares a uno de los hijos de los que no se veían los cuatro amigos de la cuidadores de la cuadra, esta parte se la universidad. Volverían a su recordado podía saltar. Entró en la universidad para Soho Club de Nueva York, donde se estudiar Derecho, pero la vida universitaria habían corrido las mejores juergas de Objetivo 16: paz, justicia e instituciones le gustaba más que los libros y las largas sólidas. Promover sociedades justas, sus primeros años de aprendices de pacíficas e inclusivas

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abogados. Después de cenar, James cogió su coche con tres de sus mejores amigos y aparcó en el aparcamiento cercano al club. Estaban los cuatro muy animados y no paraban de bromear y de explicarse las mejores aventuras de los dos últimos años. Se acercaron a la puerta principal, el portero les reconoció al instante: se echaban en falta las generosas propinas con las que obsequiaban a todos los trabajadores del club, sobre todo a las trabajadoras. Enseguida les hizo pasar esquivando la larga cola que había en la puerta. Entraron saludando y enseguida se dirigieron a la barra. Mientras tanto

Juancho, en la puerta trasera, preguntaba por el encargado, a quien tenía que entregar la caja importante. Le hicieron pasar a un despacho, oscuro y frío, desde donde se oía la canción que se oía en la sala. James y sus amigos querían una celebración por todo lo alto y pidieron a una de las chicas de la barra alguna cosa más fuerte que el whisky de malta que hasta ahora habían consumido, no hacía falta que estuviera en estado líquido… La cosa se animaba y la fiesta tenía visos de desenfreno. Mientras tanto, Juancho esperaba en el despacho, habían pasado

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ya diez minutos y nadie había aparecido. Curioso y animado por la música que se oía fuera, decidió salir del despacho y encaminarse por un pasillo largo y oscuro hacia donde la música sonaba y se oían risas. Continuaba llevando la caja bajo el brazo, no pesaba mucho y le habían dicho que era importante, por tanto, no la podía dejar en cualquier sitio, tenía que llegar a su destinatario.

Juancho estaba ensimismado mirando cómo bailaban un par de guapas clientas del club con tacones muy altos y faldas muy cortas cuando de repente empezó una pelea y, antes de que nadie pudiera reaccionar, el local se llenó de placas de policía. Juancho se dio la vuelta e inició a la carrera el retorno a la salida, pero ésta ya estaba ocupada: un policía grande le barró el paso. Sin preguntar, le dio un puñetazo en la cara, le arrancó la caja de las manos, lo cacheó, lo tiró al suelo y le puso las esposas detrás de la

espalda; no se medió palabra durante los cinco minutos que duró su encuentro. Al poco rato, Juancho se encontraba en la celda de la comisaría de policía más cercana del club. Al cabo de cinco minutos entraron a la misma celda riendo y cantando los cuatro amigos. Juancho estaba asustado, le dolía la mandíbula y su cabeza no paraba de dar vueltas; le habían leído sus derechos, pero tenía pocos, parecía que los cargos eran mucho más largos. No durmió en toda la noche, pensaba en su familia, él no había hecho nada. Sus compañeros de noche, después de una ruidosa entrada, se habían calmado y habían dormido a pierna suelta. Eran las ocho de la mañana, dos policías abrieron la puerta de la celda y llamaron a James y a sus tres amigos: sus abogados habían acudido y las fianzas habían sido pagadas. La puerta se volvió a cerrar y Juancho se quedó solo. Seguramente, cuando se volviera a abrir, sería para emprender un largo viaje, todavía no sabía hacia dónde, la prisión o, peor aún, su vuelta a México. Es cierto que todos podemos encontrarnos, alguna vez, en un sitio incorrecto en un momento equivocado, pero las probabilidades aumentan según el color de nuestra piel o los recursos económicos de los que disponemos. Y la Justicia ¿dónde está? Ella está ahí, de pie, bien recta, con los ojos vendados y la balanza en la mano. Pero ¿quién hay a su lado?... Todos aquellos que le impiden hacer su trabajo adecuadamente.

Objetivo 16: paz, justicia e instituciones sólidas. Promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas M. Eugènia Bailach Aspa 48


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Objetivo 17: alianzas para lograr objetivos M. Eugènia Bailach Aspa

“El sueño de Kate” Kate, 19 años, dependienta de unos grandes almacenes en una ciudad del estado de Oregón. Es la tercera de una familia numerosa formada por los hijos de las dos esposas de su padre. Su madre murió cuando ella tenía diez años y durante todos estos años ella ha desempeñado un papel fundamental en el cuidado de sus tres hermanos pequeños y los sobrevenidos en el segundo matrimonio. Su padre, un hombre rudo, dictatorial y poco justo en el reparto de atenciones y afecto entre sus hijos no había permitido que Kate iniciara sus estudios universitarios, como era su voluntad, y a los dieciséis años la colocó en los grandes almacenes, donde ahora trabaja; la mayor parte de su sueldo es aportado para cubrir sus gastos de manutención en la casa, aunque la situación económica familiar no es del todo mala y está sustentada por el negocio familiar, una ferretería, regentada por su padre y sus dos hermanos mayores. Kate había heredado los genes de su abuela materna, un espíritu libre, amante de la música, el arte y la literatura. Ella, desde pequeña escribe relatos que atesora en su habitación sin que nadie los haya leído y, los domingos se pasa horas con los libros de su madre, mientras que en el comedor, la televisión a todo volumen es custodiada por el resto de la familia mientras ven cualquier tipo de deporte o programa sin sentido.

hermanos que la alejan de su sueño, ser profesora para poder compartir su amor por la literatura con los más pequeños. Después de reflexionar los pros y contras en los últimos meses, durante la comida de un domingo, Kate comunica a su familia que abandona el hogar, se va a compartir un piso diminuto con dos de sus compañeras de trabajo, gritos e insultos se acumulan sobre la mesa, pero está decidido.

La adaptación a su nueva vida no ha Últimamente la relación familiar se está sido fácil, la convivencia con personas deteriorando, se le hace difícil soportar la extrañas en un pequeño espacio, la tiranía de17: sus alianzas padres y para de alguno sus Objetivo lograrde objetivos

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a los niños que con un libro y una bonita historia se puede ser feliz. Pero para ser profesora falta mucho, se le ocurren otras ideas, pero ella sola… Al día siguiente habla con el encargado de la librería de los grandes almacenes donde la oferta infantil es bastante escasa y poco cuidada, le propone talleres de lectura de cuentos para niños que animarán la asistencia de público. Él no lo ve claro, le rompe la rutina y seguramente le dará más trabajo. Pasan días pero Kate insiste, habla también con el gerente y le convence que puede ser un buen atractivo para atraer compradores incluso de otros departamentos; finalmente se programan tres talleres, de los que ella se deberá hacer cargo. Convence a sus compañeras de piso para que la ayuden a colgar publicidad por las calles cercanas, y envían whatsapps a todos sus conocidos para que hagan divulgación.

prolongación de la jornada laboral para poderse pagar un curso de formación, los continuos reproches de padres y hermanos, menoscaban el ánimo de la joven. Pero a pesar de todo Kate solo piensa en cómo cumplir su sueño, enseñar

El primer día solamente asisten dos niños que casualmente acompañaban a sus padres a comprar una revista de coches, pero Kate no se desanima. Al cabo de tres meses aunque la asistencia a los eventos no se puede considerar “multitudinaria”, los talleres se consolidan y su programación se repite.

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Kate es inquieta, continúa pensando, ¿Y si la biblioteca pública del otro lado de la ciudad ofreciera estos talleres a sus usuarios? Decidida, habla con los responsables del Ayuntamiento, la idea capta su atención. Se programan algunos talleres de lectura de cuentos en los que Kate participa de forma esporádica. Pasan los meses y la asistencia de público se mantiene regular, los niños repiten e incluso se deciden a participar activamente, pues en el primer concurso infantil de pequeños narradores, se presentaron más de veinte escritos. El sueño de Kate no está cumplido ya que todavía no ha terminado sus estudios universitarios para poder ejercer de profesora de literatura, pero es evidente que la semilla que plantó, hace ya cinco años, está empezando a dar sus frutos. Aunque las condiciones nos parezcan muy adversas, si tenemos un objetivo, un sueño o una ilusión, hemos de pasar a la acción, buscar la ayuda y colaboración de otras personas o instituciones que todavía no saben que nuestro objetivo, sueño o ilusión, también puede ser el suyo. La búsqueda de sinergias es un factor multiplicador del éxito de cualquier proyecto. A esa misma conclusión debieron llegar los integrantes del grupo de trabajo de la ONU cuando terminaron de redactar sus objetivos y se vieron en la necesidad de añadir uno más: el Objetivo número 17. Utilizando sus mismas palabras: “Es necesaria la unión de los gobiernos, la sociedad civil, los científicos, el mundo académico y el sector privado para

Objetivo 17: alianzas para lograr objetivos M. Eugènia Bailach Aspa 52

conseguir unos resultados satisfactorios a objetivos de tan alta envergadura. Las alianzas de múltiples interesados serán fundamentales para aprovechar la relación entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, a fin de mejorar su eficacia y repercusión y acelerar los progresos en la consecución de los objetivos”. Los organismos internacionales, gobiernos y entidades supranacionales tienen sus obligaciones y deberes en esta materia, y evidentemente son proporcionales a su tamaño; pero y nosotros, ¿que podemos hacer?. En muchas ocasiones la magnitud del objetivo hace que nuestro subconsciente nos juegue una mala pasada ya que oímos aquella vocecita conocida que nos dice: “ Es bonito el objetivo, yo haría lo que fuera para conseguirlo, pero realmente es una utopía, yo no soy nadie, mi esfuerzo no servirá para nada, yo no puedo luchar contra los gobiernos que consienten guerras, hambrunas, contaminación …” Os suena familiar, ¿verdad? Pues recordad siempre que los océanos están formados por muchas gotas de agua y aunque el éxito de nuestras acciones no sea abrumador, siempre la situación resultante es mucho mejor que la de partida. Sembremos la semilla.


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CORRESPONSALES

EUROPA: Alemania, Andorra, Austria, Bélgica, Bulgaria, Chipre, Croacia, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Malta, Montenegro, Noruega, Países Bajos, Polonia, Portugal, Reino Unido, República Checa, Rumanía, Rusia, Serbia, Suecia, Suiza, Ucrania. AMÉRICA: Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, EE.UU., El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay, Venezuela. ORIENTE MEDIO Y ÁFRICA: Angola, Arabia Saudita, Argelia, EAU, Egipto, Israel, Jordania, Kenia, Kuwait, Libano, Mauricio, Marruecos, Nigeria, Sudáfrica, Túnez, Turquía, Uganda. ASIAPACÍFICO: Australia, Bangladesh, China, Corea del Sur, India, Indonesia, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Pakistán, Singapur, Tailandia, Vietnam.



A CORUÑA lcg@auren.es +34 981 908 229

MÁLAGA agp@auren.es +34 952 127 000

ALICANTE alc@auren.es +34 965 208 000

MURCIA sjv@auren.es +34 968 231 125

BARCELONA bcn@auren.es +34 932 155 989

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SEVILLA svq@auren.es +34 954 286 096

LAS PALMAS DE GRAN CANARIA lpa@auren.es Asesores +34 928 260 777 Auditores +34 928 373 506

VALENCIA vlc@auren.es +34 963 664 050

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