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Salimos a buscar cet\u00E1ceos.

En busca de la ballena

Texto Violeta Calvario Fotografía Iván González

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Platica introductoria.

Cuando uno visita la zona costera de Mazatlán, en Sinaloa, tenemos la oportunidad de realizar un viaje de ecoturismo y maravillarnos del ecosistema marino al conocer su belleza y la importancia de los cetáceos y delfines. Óscar Guzón Zatarain, oceanólogo, maestro en ciencias en ecología marina y director de Onca Explorations, organiza paseos ecoturísticos en este lugar, que sirven como plataforma de estudio de poblaciones silvestres de cetáceos.

Por la mañana, a las 7:30, nos embarcamos. Previamente dos jóvenes biólogas nos proporcionaron información gráfica de los cetáceos y los delfines: María José Villanueva, quien actualmente hace su doctorado en genética de cetáceos, y Andrea Auges, chilena, quien estudia cetáceos y ballenas desde hace cuatro años.

La observación de estas especies, comenta Óscar, es muy común, pero en Mazatlán no se había realizado con fines académicos o comerciales; hoy desarrolla un turismo científico porque cree que esta actividad es una buena forma de cuidar los recursos naturales que tenemos en México. Destacar la importancia de la biodiversidad de cetáceos, al ofrecer este destino, permitirá al visitante educarse en el medio mientras se divierte.

Andrea Auges en 2007 se encontraba en Ecuador haciendo una investigación sobre las ballenas jorobadas que migran desde la Antártida hasta este país. Ahora, ella y María José Villanueva colaboran con Óscar como guías e investigadoras en la temporada de ballenas. La mañana era algo fría y el aire en la cara acentuaba lo fresco del ambiente. Nos abrigamos con chamarras y un rompevientos nos cubría la cabeza.

Principalmente son hembras las que se mueven a zonas costeras poco profundas de aguas calientes: 19 o 20 0 C son lo que requieren para la cría, que nace con una capa de grasa muy delgada; esta temperatura les ayuda a evitar problemas de termorregulación. Las madres cetáceas, además buscan las costas para cuidar y proteger a sus bebés de los depredadores: las orcas y los tiburones.

.En las zonas de reproducción, el número de machos es mayor que el de las hembras y esto provoca que se peleen por el recurso. Los machos forman el llamado grupo de competencia: por lo general una hembra va acompañada de un macho que funciona como escolta principal; su trabajo es repeler y pelear con el conjunto de machos retadores que vienen atrás de él, tratando de separarlo de la hembra, por ello se forman grupos de hasta ocho ballenas macho peleando por aquélla. La segunda estrategia del macho es el canto: conjunto de notas que éste repite constantemente y puede durar dos horas. Él se separa del grupo y buscan cierta profundidad, luego emite una estructura de sonidos, que muchas veces funciona, pues la hembra se aparea con él mientras que los demás machos siguen peleando. Es muy claro cuando un grupo está en competencia; usualmente se ve en la superficie del agua golpeteos con la cola o pectorales; sacan la cabeza y hacen ruidos de intimidación

La última parada del recorrido fue visitar un par de grandes formaciones rocosas, llamadas Rocas Dos Hermanos; muy cerca de éstas, dos lobos marinos, hembra y macho, retozaban sobre una pequeña saliente.

En Mazatlán, este invierno fue el más frío en 20 años. Los cambios son prominentes, dijo María José, y es poco común ver una ballena gris, sin embargo, hasta aquí llegaron por el agua tan fría. La ballena jorobada que arriba a Mazatlán es una especie migratoria. En época de verano se alimentan en en el Polo Norte o en el Polo Sur, pero en invierno migran a zonas cercanas al Ecuador, más templadas. Para la crianza y apareamiento, Mazatlán es una zona de paso de las ballenas.

¡Encontramos un gran conjunto de delfines! Navegábamos junto a más de 100 delfines, gritábamos emocionados y asombrados al mirarlos tan próximos.

FOTOGRAFÍA ÓSCAR GUZÓN

Cuando Óscar y su equipo salen al mar y encuentran ballenas, toman fotos de su parte ventral y de la aleta dorsal para identificar el tipo de ballenas que llegan cada año: el tamaño poblacional y el grado de filopatía (el pasar siempre por el mismo lugar).

Ya habían transcurrido un par de horas, comíamos un refrigerio y conversamos. A lo lejos, aves revoloteaban en el cielo, indicador de que un grupo de delfines se alimentaba, eran toninas o delfín nariz de botella, una especie de gran cohesión social, que buscan alimento en el océano y se tienen que mover mucho. Por unos minutos hicimos el recorrido con ellos, después continuamos aparte.

Más adelante, encontramos otro grupo grande de aves y el agua salpicaba más; ¡era un gran conjunto de delfines! Navegábamos junto a más de 100 delfines, gritábamos emocionados y asombrados al mirarlos tan próximos.

Se acercaron a nuestro transporte en rápido nado: los adultos asomaban con grandes saltos, las crías lo hacían al lado de sus madres. Fue fascinante, era como estar entre un gran desfile acuático.

Los guías nos comentaron que se trataba del delfín común de rostro largo, una especie muy veloz, que se agrupa en grandes manadas.

Después de tanta bulla y algarabía tuvimos que regresar; algunos delfines daban vuelta hacia nosotros, como invitándonos a continuar: nos sentíamos muy contentos con esta experiencia.

Andrea nos reiteraba lo importante que es el respeto al ambiente y a los animales que lo conforman. Ella considera que el impacto que provoca observar de cerca a estos animales es más provechoso para su conservación, que sólo hablar de ellos. En la medida que no perturbemos el avistamiento, las ballenas seguirán viniendo a nuestras costas y los delfines estarán presentes.

Regresamos a tierra sin ver alguna ballena, y aunque días atrás hubo avistamientos, nosotros no corrimos con esa suerte. Esto se compensó con el paso de los delfines y una pareja de lobos marinos, que pudimos apreciar.

Concluimos el viaje a Mazatlán, cenando en Pedro y Lola, un restaurante ubicado en esta bonita plaza, con casas de muros altos y gruesos; su quiosco central y las jardineras son semejantes a las de Coyoacán en la ciudad de México.

Simultáneamente a nuestro recorrido turístico hubo una feria de libros, algunos que trataban del planeta Tierra, y definitivamente, coincidí con los manifiestos que presentaban acerca de la presión del humano sobre el planeta. Concluían que sólo hay dos caminos: avanzar hacia el desequilibrio ecológico o adoptar un nuevo modelo de beneficio para el planeta.

Tal vez no tengamos una relación directa con las ballenas y los delfines en la vida cotidiana dentro de la ciudad, pero estar en su hábitat, viajar con especialistas que estudian esta parte de la naturaleza, disfrutar el paseo en el mar nos hizo reflexionar respecto a lo importante que es cuidar nuestro mundo: nosotros junto con todas las especies de plantas y animales somos parte de él.

Más información: Asociación de hoteles y empresas turísticas de Mazatlán, www.ahyetm.org www.gomazatlan.com www.oncaexplorations.com Tel. 990 16 32; Cel: (669)116 03 01

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