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Holbox

Holbox

Ecoturismo y aventuras en mar y tierra

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Texto y fotografía Salatiel Barragán

… el aroma a sales marinas impregna el ambiente cálido del pueblo apacible de pescadores, Holbox (hoyo o hueco negro), ubicado en una alargada isla de 42 km de largo por 2 km en su parte más ancha.

Durante el primer día nos acompañaron varios delfines junto a la lancha, algunos saltaban y otros hacían acrobacias; así navegamos casi media hora, hasta llegar a decenas de montículos de mangles dispersos, indicadores de aguas poco profundas. Seguimos por senderos acuáticos señalizados por balizas con boyas cuya función es guiar el curso de los pescadores. Finalmente salimos a un paisaje abierto con extensas playas arenosas, donde posaban cientos de pelícanos, gaviotas y cormoranes. Atrás quedaron las aguas tranquilas de esta laguna; entramos al canal o río Santa Paula que comu- nica la laguna con el mar y crea la isla Holbox, en los confines del norte de Quintana Roo.

Los tonos naranja del amanecer iluminaban poco a poco las tranquilas aguas de la enorme laguna Conil, y sólo las ondas creadas por nuestra lancha perturbaron su quietud.

Los Cuevones y el tiburón ballena La navegación deja de ser apacible debido al oleaje; el recorrido es por “afuera” y pasamos frente al faro de Cabo Catoche, sitio del primer contacto entre los mayas y la expedición de Francisco Hernández de Córdoba y Bernal Díaz del Castillo en 1517. Los indígenas llegaron en canoas diciendo cones cotoch, que significa “anda acá a mis casas”, y así esta tierra fue llamada Punta de Catoche. Unos pocos kilómetros después de la costa y casi frente al faro, empezamos a lanzar anzuelos para practi-

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Playa, hamacas y palapas, otro día de aventuras en los confines de Quintana Roo, después de desayunar huevos con langosta y cochinita pibil.

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cuatro especies de tortugas marinas, la caguama, blanca, carey y laúd. A media tarde, el regreso fue rápido y en 30 minutos avistamos las playas de Holbox.

Cenote y manantial Yalahau.

car la pesca deportiva, hasta llegar a la zona de Los Cuevones, donde nos pusimos aletas, visor y esnorquel para refrescarnos en las aguas verdosas y nadar en busca de un habitante poco común, el tiburón gata, que acostumbra descansar en estas oquedades rocosas a 3 y 4 m de profundidad; aquí encontramos coloridos peces y bellos arrecifes coralinos, pulpos, tortugas carey y decenas de especies más.

Unos kilómetros hacia mar abierto, buscamos al tiburón ballena (rhincodon typus), que viene a alimentarse y aparearse en estas aguas. El final de la primavera marca su llegada, así buscamos este pez de color gris con puntos blancos en el dorso y enorme cabeza plana, cuerpo alargado y robusto de hasta 15 m y 18 toneladas; sólo nadamos unos minutos cerca de dos inofensivos individuos medianos, que pronto se alejaron. En estas aguas, desde principios de siglo resulta satisfactorio nadar junto a este pez, el más grande del mundo. En el auge de la temporada de avistamientos entre mayo y septiembre en estas aguas caribeñas, entre las islas de Holbox, Mujeres y Convoy, es posible encontrar hasta 60 tiburones ballena; también se han registrado mantas solitarias saltando fuera del agua, aunque en otros meses.

La isla Holbox es parte del área de protección de flora y fauna Yum Balam decretada el 6 de julio de 1994, con una superficie de 154 052 ha del municipio de Lázaro Cárdenas, en el norte del estado. Faro de Cabo Catoche desde la laguna.

El suave oleaje durante el regreso nos permitió admirar más de 30 km de largas playas vírgenes, como Punta Mosquito, donde nos animamos a desembarcar; hicimos una escala para caminar por la interminable playa de fina arena blanca cubierta por conchas y caracoles raros, difíciles de encontrar en otras playas donde las colectan los turistas. Caminamos hacia el norte y en algunos puntos encontramos decenas de flamencos rosas, además de cientos de pelícanos cafés que al vernos se alejan o levantan vuelo, mientras gaviotas y playeritos menos temerosos casi permiten tocarlos. Nuestro guía nos comentó que, durante la temporada de anidación, aquí desovan.

Isla Pájaros, isla La Pasión y cenote Yalahau Otro día de aventuras en los confines de Quintana Roo. Después de desayunar huevos con langosta y cochinita pibil, navegamos por la laguna Conil. La primera visita fue a la Isla de Pájaros ubicada a sólo 20 minutos. Caminamos en este islote cubierto por mangles, cactus y arbustos de duna costera; en sus orillas de 100 m de diámetro. Cuenta con andadores y miradores para no perturbar a la fauna. Es un sitio donde se han registrado más de 100 especies de aves como garzas, fragatas, así como decenas de aves residentes y migratorias que llegan durante el otoño, como los cientos de pelícanos blancos procedentes de Norteamérica. En primavera se disfruta del espectáculo rosa creado por cientos de flamencos, mientras en su suelo arenoso encontramos cangrejos ermitaños, iguanas, lagartijas y geckos; además, en sus aguas bajas vimos ejemplares del fósil viviente local, el cangrejo cacerola o herradura.

Atrás dejamos el ajetreo de las aves anidando y enfilamos hacia el norte, hasta la isla de La Pasión, separada unos cientos de metros de Holbox, ahí desembarcamos para subir al mirador y admirar parte del pueblo. Llegamos junto al nido de un águila pescadora, que en ese momento trajo un pescado en sus garras, para alimentar a la familia. Una hora después nos dirigimos al cercano manantial o cenote Yalahau, ubicado enfrente a 15 km. Aribamos a un muelle de madera rodeado por grandes árboles de mangle, por donde corre un curso de aguas cristalinas que brotan del cenote Yalahau, un manantial donde nadamos en sus aguas frías que contrastan con el calor ambiental. Ahí subimos a lo alto del mirador para apreciar en todo su esplendor las extensas planicies del área protegida de Yum Balam.

La antigua Boca Iglesia Al otro día navegamos otra vez hacia el sur. Atrás dejamos el faro de Cabo Catoche, entramos por un río estrecho rodeado de mangles, que requirió el uso de lancha pequeña y kayacs. Poco después llegamos a la laguna costera denominada Boca Iglesia, a lo lejos avistamos el campanario de un antiguo templo católico. Con los kayacs atracamos en la opuesta orilla lodosa, caminamos unos 200 m entre mangles enanos y selva tropical. Bajo un sol candente a más de 30 0 C, avanzamos en fila detrás del guía por un sendero casi imperceptible, bajo árboles más altos a cada tramo. Así llegamos hasta lo que fue una antigua casa conventual hecha de piedra caliza. En mitad de la selva, 50 m adelante, surgió una robusta construcción pétrea: la antigua iglesia franciscana construida en el siglo XVI. Entramos al amplio salón del altar, rodeado por varios cuartos ahora habitados por cientos de murciélagos.

Esta iglesia hoy en ruinas fue construida sobre la base de una estructura piramidal maya, y ha permanecido casi 300 años, quizá por encontrarse en tierras bajas inaccesibles. Para llegar hasta aquí es necesario navegar más de 40 km desde Holbox o casi 50 km desde Cancún. Willi, nuestro guía, mencionó que 300 m al sur, entre la densa selva, están los vestigios de la antigua ciudad maya capital del cacicazgo de Ekab.

No pudimos conocer esa zona arqueológica, pero recorrimos los casi 2 km de regreso por un canal que sólo los conocedores encuentran. Ya en el mar, pescamos varios pargos, meros y langostas, para después llegar a la playa Santa Paula, donde nadamos en sus aguas transparentes y admiramos los extraños cangrejos cacerola; al final del viaje, todo mundo disfrutó del más delicioso ceviche fresco, y con la marea alta regresamos por la misma laguna.

Por la noche en una playa de Holbox, escuchamos crónicas y leyendas narradas por residentes locales. Unos recordaban que durante décadas fueron reconocidos como valerosos tiburoneros y otros hacían alusión a varios sitios donde los piratas enterraron cuantiosos tesoros. Nosotros sólo disfrutamos del apacible pueblo de pescadores de 2 500 habitantes, en su mayoría de Yucatán y Quintana Roo, con nuevos residentes que, como los antiguos bucaneros, también proceden de Europa. Hoy sus casas son de madera junto a calles de

Pequeño pueblo de pescadores con unos 50 hoteles y 50 restaurantes, la mayoría de madera y palma, frente a calles rectas con piso de arena. Sus restaurantes sirven la pesca del día, como caracol, pulpo, langosta, mantarraya, meros, pargos y muchos otros productos.

arena y su apacible centro, que funciona como punto de reunión social donde se disfruta de la más tranquila convivencia. Así los modernos viajeros preferimos sus festivales de música y gastronomía, pues las leyendas de tesoros enterrados son sólo mitos: en cambio, en nuestros recorridos encontramos que el mayor tesoro es la tranquilidad del pueblo y sus atractivos naturales.

Cómo llegar: desde Cancún se toma la carretera 180, hasta Nuevo Xcan, de ahí se sigue a Kantunilkín y después a Chiquilá a 164 km de Cancún. Ahí se toma el ferry para cruzar (12 km) al pueblo de Holbox. Desde Cancún hay servicio de autobuses.

Frente a playas de arena blanca y bajo esbeltas palmeras, se ubica la mayoría de los hoteles, bañados por un mar de aguas cálidas y verdosas. Mayor información: vip holbox. email: willi@vipholbox.com Tel: 984 - 875 21 07 www.islaholbox.com.mx

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