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Uraki: éxito empresarial arraigado lazos familiares en

La constructora bogotana, con 40 años de existencia, es ejemplo de gestión y crecimiento por lograr la sintonía entre los negocios y el vínculo sanguíneo de sus dueños.

EN lOS pRiMEROS años de la década del 70, la prioridad de Juan Fernando Casilimas Andrade, un estudiante universitario de arquitectura, era la de construir antes de graduarse. Su idea era montar una compañía para desarrollar pequeños proyectos que le sirvieran de experiencia una vez asumiera la carrera a plenitud

Su padre creyó inconveniente que comenzara a trabajar antes de terminar la carrera, porque el muchacho podría concentarse en ello y olvidarse de conseguir un título profesional, por lo que no apoyó los planes de su hijo de inmediato.

Ante esa negativa, Juan Fernando recurrió a sus hermanos y cuñados para que aportaran capital a su primer proyecto: la construcción de tres casas en el barrio Los Andes de la capital del país. Ese trabajo fue la base para que sus parientes le apostaran a una sociedad que inició con un capital de 550 mil pesos y de la que el estudiante de arquiectura llevaría las riendas.

La empresa fue bautizada como Inmobiliaria El Cóndor, pues algún otro empresario había registrado una compañía denominada Constructora El Cóndor, y Juan Fernando y su familia no querían un nombre diferente al del ave para el negocio que daba sus primeros pasos.

“El Cóndor era algo de mi hermano. Él, influenciado por la Segunda Guerra Mundial, conoció todos los emblemas alemanes y a él le llamaba mucho la atención uno en el que había un cóndor.

A mí me gustaba ese nombre porque es una de las aves que más alto vuelo tiene y se identificaba con lo que yo pensaba”, recuerda el empresario.

La compañía fue muy apegada a su nombre y comenzó a ganar altura en su vuelo empresarial y a construir distintos proyectos en Bogotá: casas, apartamentos, bodegas, el primer supermercado satélite de Cafam -en el 20 de julio-, que le permitieron irse posicionando en el mercado de a poco.

Juan Fernando, ya convertido en un arquitecto graduado y casado, tenía claro cómo funcionaba el negocio por entonces: buscar un lote, comprarlo, diseñar, construir y venderlo. Por ello cuando uno de sus cuñados, socio de El Cóndor, tuvo que retirarse de la empresa por razones de salud, no dudo en decirles a sus demás socios que le vendieran la compañía y así se convirtió, con su esposa, en el único dueño. El Cóndor seguía siendo una empresa familiar, pero ahora de los Casilimas Gómez.

Esos lazos también fueron el soporte en los momentos de crisis. “Hubo épocas muy difíciles. Por ejemplo, cuando nació el UPAC y cogió cierta dinámica la construcción, los créditos se volvieron complicadísimos. Nosotros teníamos un edificio cerca a la Universidad Piloto y no vendíamos nada. Así que nos quedamos sin cinco centavos y era muy complicado conseguir crédito. Sin embargo, en ese momento hubo un apoyo muy importante de mi papá: me prestó ocho millones de pesos, y un amigo también me ayudó con un banco, y de esa manera superamos la crisis”, recuerda Juan Fernando.

El salir fortalecidos de esas situaciones coyunturales y habiendo confirmado que los pilares de El Cóndor, más que financieros, eran familiares, se concentró en que sus hijos (Juan Fernando, Javier Felipe y Juliana) se fueran involucrando, con pasión, para trabajar en la compañía.

“Mi entrada a la empresa fue en 2002. Yo terminé la universidad y me fui a trabajar en finanzas. Pero luego decidimos que iba a trabajar con mi papá. Teníamos pensamientos totalmente distintos de cómo se manejaban las cosas; yo llegaba con ideas nuevas, y eso creó muchas dificultades entre nosotros”, relata Juan Fernando Casilimas hijo.

Protocolo de familia

Convencidos de que el crecimiento de la empresa era el objetivo de ambas visiones, padre e hijo iniciaron la búsqueda de alternativas para hacer compatibles los dos métodos de trabajo. “Comenzamos a oír sobre el protocolo de familia y a ir a reuniones en las que se hablaba del tema. Mi papá decía que eso era para empresas grandes. Yo le decía que si íbamos a hacer algo interesante tocaba empezar ya”, agrega el mayor de los tres hermanos.

Tras el consenso de los cinco miembros, se llevó a cabo el protocolo de familia -acuerdo entre los parientes dueños de una compañía sobre la manera cómo se van a manejar los destinos de la misma- en donde quedaron claras tres directrices: las funciones y posición de cada uno de los miembros, la conformación de una junta directiva externa, a la que se le presentarían todas las ideas para tomar la mejor decisión, y el cambio de nombre de la compañía, por uno que se identificara más con la construcción y no con la actividad inmobiliaria.

El nuevo nombre no podía estar lejos de ese contexto de unidad familiar y debería resaltar la cultura colombiana. Así que después de estudiar el tema, no hubo uno mejor que Uraki. “Comenzamos a buscar en nuestros ancestros; en los Muiscas. Entre ellos estaban las tribus que hablaban chibcha, y en ese lenguaje el hogar, el resguardo, se llama Uraki”, explica Juan Fernando hijo.

Con la orientación de la junta directiva, se decidió que Juan Fernando padre asumía la presidencia de dicha junta; que la administración de la compañía pasaba a manos del hijo mayor, como gerente general; la dirección comercial, en cabeza de Javier Felipe y que Juliana trabajaría en diseño.

Así la nueva posición de Uraki le ha permitido a sus dueños el estar en el negocio con estrategias eficientes y productivas para su crecimiento; consolidarse en distintos segmentos del negocio; adaptarse a nuevas dinámicas del mercado y construir más de 70 proyectos en 40 años de existencia.

“Antes, como decía mi papá, se compraba el lote, se construía y después se vendía, y una y otra vez era lo mismo. Hoy hay múltiples formas de hacer negocios: están las fiducias, los patrimonios autónomos, entran los inversionistas; ya la plata no ingresa a las compañías; uno solo cobra honorarios y tiene que ir muy rápido. Entonces por la infraestructura no podemos tener un solo proyecto, sino dos o tres andando al tiempo y toca mirar cómo se maneja ese dinamismo del capital de trabajo”, expone el gerente general de la constructora.

Hoy padre e hijos tienen claro que Uraki seguirá siendo familiar y que trabajarán teniendo como prioridad la consolidación de la empresa en el mercado, basado en un consenso de ideas de todos los miembros de la familia, o como lo expresa el padre de los Casilimas Gómez: “Yo logré colocar la locomotora y los vagones encima de los rieles, que es un trabajo difícil, sobre todo cuando son unas máquinas muy pesadas; el resto es mirar cómo entre todos se empuja y a qué velocidad se anda”.

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