sábado 3 de octubre del 2015
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Nelson Luty
Diseñador y director de arte
Nací hace 48 años en el Barrio deVilla Urquiza, Buenos Aires. Tengo tres hijos. Se llaman Federico, Agustina y Lucas. Jugué rugby por muchos años como ‘forward’ de primera línea. Toco guitarra y tengo una banda de amigos llamada La Desgraciada. Me gusta mucho pasar tiempo con mis amigos, creo que esa es mi mayor virtud. Mi peor defecto puede ser que a veces reniego mucho, pero siempre es justificado. Pueden conocer más de mi trabajo en mi blog: nelsonnoelluty.blogspot.
“Cada vez que veo la hoja en blanco no sé por dónde empezar” renzo giner vásquez
La firma de Nelson Luty está en los fondos de muchas historietas de DC Comics, Warner Bros y Looney Tunes, además de películas animadas como “Hércules”, “El ratón Pérez” 1 y 2 o la famosa “Metegol”, a pesar de que lo expulsaron de la escuela de arte. El artista argentino se dedica a crear el ambiente perfecto para desarrollar el mundo de fantasías que apasiona tanto a jóvenes como adultos.
N
elson Luty visitó el Perú para presentar la carrera de Diseño y Desarrollo para Medios Digitales de Toulouse Lautrec. “Esta carrera no es tan fácil como creen, pero tómenlo como un videojuego: se trata de llegar al siguiente nivel y al final disfrutar lo aprendido”, nos explica. —¿Qué opinas del crecimiento en la industria de la animación en el Perú? Veo que está creciendo y no me sorprende, es lo que esperaba desde hace rato. Latinoamérica en general está creciendo cada vez más en cuanto a animación. Eso está buenísimo porque los gringos nos habían hecho creer que no podíamos hacer nuestras propias producciones y sí que podemos. Latinoamérica está en el mejor momento para empezar, en parte gracias a la tecnología que nos dejaron ellos [risas]. —Te expulsaron de la escuela por defender los cómics. ¿Puedes contarme más de eso. La sabías bien [risas]. Me gusta contar -esto a los chicos. Yo sigo siendo un premiado rebelde pero en esa etapa era muy -rebelde. Creo en lo que quiero y yo En el 2012 ganó quería hacer historietas; en la esel Cóndor de Plata cuela tenían ese pensamiento rey en el 2014 fue trogrado de que el arte es arte y no nominado a los puedes cuestionarlo. Pero si te da premios Goya. la gana de dibujar un clavo doblacachetazo para que funcionara bien. do, eso ya es arte porque así lo interVenía cansado y dejando las cosas de lapretas tú. Con la historieta es lo mismo y obviamente es comercial, al igual que un cuadro do, así que me dijo: “Vos sos muy bueno, pero serás mejor cuando te dediques a darle importanporque llega un punto en el que lo venderás, si cia a lo que debes: los escenarios”. Ahí mi cabeza no, no tienes con qué vivir. Tuve una discusión hizo clic y mi carrera empezó a apuntar hacia esa con un profesor por ese tema y me expulsaron. obsesión. Me empezaron a llamar muchos dibuHice mi carrera como quería y a mi manera, esjantes, tenía 19 años y ya publicaba para Italia. toy feliz de seguir logrando estas cosas. —Y luego trabajaste con historietas. Las puertas se me abrieron muy temprano. —¿Qué es lo más difícil al momento de sentarte Sí. Conocí a Alberto Saichann, un mentor mío. Me dejó trabajar en su estudio y me pegó un gran a dibujar un escenario?
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Obviamente a la gente le gusta [mis dibujos], pero a mí no me gusta. Cada trabajo que termino no me gusta”.
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Cuando terminas un dibujo lo ves dos o tres días y sientes que puedes hacerle algo nuevo. Lo malo es que ahora tenemos Photoshop, presionas un botón y pruebas otra cosa”.
Bueno, las ideas parten de un guion, de ahí empiezo a volar. Hay dos etapas: la primera es el guion, la otra es cuando hablo con el director. Esa es la más difícil porque debo hacer de psicólogo, me gusta escuchar a la gente, ver qué dicen. Me especifica algo del guion pero yo no escucho eso, escucho sus chistes, qué lugar le gusta, si le gustan los autos, si no le gustan los perros. Es una investigación, yo investigo a los directores. A veces me da pánico dibujar, cada vez que me siento en el tablero veo la hoja en blanco y no sé por dónde
empezar. Pero eso es por un rato nomás, tengo una técnica: tomo un grafito y ensucio el papel, no hay nada pero las manchas te dicen cosas. —¿Algún dibujo tuyo te sorprendió a ti mismo? Ninguno [risas]. Empiezo eufórico lo que quiero hacer, lo empiezo a hacer y no estoy convencido pero cuando lo termino de hacer, digo: “Puede que esté bueno”. A los dos o tres minutos digo: “Es una porquería”. Obviamente a la gente le gusta, si no no estaría acá hablando contigo, pero a mí no me gusta. Cada trabajo que termino no me gusta. —A muchos artistas se les hace difícil saber cuándo han terminado un trabajo. ¿Te pasa lo mismo? Nunca lo sabes. Cuando lo terminas lo ves dos o tres días y sientes que puedes hacerle algo nuevo. Lo malo es que ahora tenemos Photoshop, cuando lo pintabas al óleo debías dejarlo así, ahora presionas un botón y pruebas otra cosa. —¿Cómo fue pasar de los cómics a las películas animadas y el cine? Trabajar en películas animadas y cine siempre fue mi gran sueño. El cambio fue emocionante. Algo que me pasó con “El ratón Pérez” fue ver el escenario que había dibujado en la vida real. Me paré al lado de un libro más grande que yo, fue loco que saliera de tu mano y lo vieras construido. —¿Por qué dibujar escenarios y no personajes? No sé. Me atrapó, los escenarios me cautivan. El clima me gusta y siento que se pueden encontrar historias con los escenarios. Pero también debes dejarlo por momentos para que el personaje tenga protagonismo. Es un matrimonio. —En el 2001 tuviste una enfermedad que casi te deja ciego. ¿Cómo recuerdas ese momento? Ahí sucedió el gran cambio en mi vida que me llevó a decidirme por el cine. Fue un año complicado para todos, Argentina quedó en quiebra, tuvimos un presidente chiflado que se fue en helicóptero. No me gusta hablar de política, pero ese presidente detonó algo que ya venía de hace años. Yo venía de una sociedad muy mala que, sumada al estrés, me dejó sin trabajo y quebré. Me enfermé y no lo pude soportar en ese momento, tenía dos hijos y mi profesión. Pude terminar tocando la guitarra pero no era lo que yo quería, yo quería dibujar. Ahí choqué con la vida y me di cuenta de que no era tal como lo pensaba; somos tan frágiles como un pajarito. Me hice una promesa: si salía de ese pozo entraría al cine. Tenía dos metas: ver a mis hijos crecer y seguir mi camino. Tenía dos opciones: jalé el gatillo de un revólver y la bala no salió, así que decidí ir adelante. —Y luego llegó “Metegol”. Fue buenísimo todo lo que me dio y se generó en su momento. Me alegra que Juan [Campanella] haya confiado en mí en su momento. Seguiré hablando de “Metegol” porque siempre estará en mi vida, pero también sigo con nuevos proyectos. —¿Hay algo que no dibujarías? Me ofrecieron dibujar pornografía –y no porque no me interese, porque amo la anatomía humana–, pero no quisiera que me recuerden por eso.