Clarisa y las plantas mutantes Cristina Macjus Ilustraciones de Juan Chavetta
Alumnos como estos
—¡Ooole, toro! Clarisa, la seño de Ciencias Naturales, paró la oreja. Los gritos venían desde el patio. Allí se dirigió a toda velocidad. ¿Qué estaría pasando? Se encontró con la siguiente escena: Tinú, chiquito como era, se había plantado en el centro y sostenía su campera roja entre las manos. Tenía cara de desafío. Alrededor, los grandotes de cuarto grado lo alentaban. En la otra punta, una planta pinchuda, las raíces 7
recién arrancadas de una maceta, pateaba el suelo como un toro enfurecido. No era más alta que Tinú y esto es decir poca altura, pero estaba decidida a atropellarlo. Una planta mutante. Eso sí que era algo asombroso. A Clarisa le hubiera encantado analizar esta situación con tranquilidad. Con‑ gelar la escena y anotar en un cuadernito las medidas de este ejemplar único, clasificar sus hojas en un herbario, escribir al Museo de Berlín, mandar fotos a la Nasa. Pero la vida de Tinú corría peligro, así que no tuvo tiempo para pensar en los aportes que podría hacer a la ciencia. Veloz como un rayo, armó un lazo en la manguera con la que el portero lavaba el patio. La planta echó a correr con toda la fuerza de sus raíces, levantando una nube de polvo. Sus dos ramas apuntaban a Tinú como si fueran cuernos. Oli, la chica que gustaba de Tinú, se llevó la mano a la boca y ahogó un grito. El pequeño, inmóvil, aguantó hasta último 8
momento. Justo cuando parecía que la planta lo iba a ensartar en sus dos cuernos, Tinú corrió la capa, giró sobre una pierna y la dejó pasar de largo. —¡Ooole, toro! Mientras los chicos aplaudían a rabiar la seño lanzó la manguera, que voló por los aires, cruzó el patio y cayó sobre la planta, enlazán‑ dola como un vaquero a su vaca. La muy pin‑ chuda pataleó enfurecida. La seño relojeó el patio y notó el hoyo que había en un cantero. De allí debían de haberla arrancado las bes‑ tezuelas de sus alumnos. O quién sabe qué le habrían hecho a la pobrecita, quizá le habían tirado una poción de las que estaban experi‑ mentando en clase, una de verdad asombrosa, que podía convertir a las plantas en seres enfu‑ recidos. Faltaba poco para la feria de ciencias y los chicos estaban buscando un proyecto inte‑ resante con el que presentarse. Este grupo era su preferido: talentosos a más no poder. ¡Pero eran terribles y le daban un trabajo bárbaro! 9
La seño agitó su brazo con fuerza y la planta voló por los aires hasta caer justo en el hoyo del cantero. —¡Ohhh! —exclamaron sus alumnos con admiración. Al tocar tierra pareció como si la planta se transformara. El contacto con la tranquilidad ancestral del suelo le devolvió la calma. Des‑ parramó con felicidad sus raíces, reabsorbió sus púas y extendió sus hojas. Y se quedó ahí, al sol, mansita. Los alumnos aplaudieron a la maestra. ¡Qué genia! Corrieron junto a la planta y llegaron justo para cuando florecía. Mientras acercaban sus narices para oler el perfume, la planta convirtió sus flores en vainas y luego las abrió soltando porotos. Los chicos, contentos, los cosecharon. Eran de esos con los que se preparan guisos. Se los regalaron a la maestra. La seño se secó con un pañuelo las gotas de sudor que le cubrían la cara. Todo había vuelto a la normalidad. Lamentó no haber tomado 11
una foto para mandársela a los científicos de la Universidad de Pensilvania. Una oportunidad como esta solo sucede una vez en la vida.
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El abono mágico
Hay una feria de ciencias por delante y los chicos están investigando sobre abonos y otros barritos fértiles. La consigna de este año es el cuidado del medio ambiente, y los chicos quieren hacer su aporte allí donde todo em‑ pieza: el suelo. Llegan al aula con los mejores materiales y cuchichean entre sí sobre los secretos botánicos que recopilaron. La seño sabe que de este grupo puede espe‑ rar mucho. Son revoltosos pero tienen talento. 13
Más sobre la autora: CRISTINA MACJUS
Viví en la selva misionera hasta los dieciocho años. Después me vine a estudiar a Buenos Aires una licenciatura en Comunicación. Y en esta ciudad me quedé. Escribí varios libros. Por ejemplo, Mal día para ser mala, Seis centímetros de vacaciones, y Anselmo Tobillolargo; los tres fueron distinguidos por su calidad literaria por la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina (Alija). Me gustan las plantas, tanto más si son exuberantes. Así que en esta novela me di el gusto de inventar unas mutantes y ponerlas a hacer todo tipo de cosas raras.
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Más sobre el ilustrador: JUAN CHAVETTA
Soy Juan Chavetta, nací en Zárate, provincia de Buenos Aires. No creo que tenga importancia el año, pero tengo varios. Dibujo desde los cinco años, mucho no recuerdo pero conservo un dibujo de cuando tenía esa edad. De chico me gustaba dibujar monstruos y me sigue gustando, sobre todo dibujarlos para el público infantil. Aprendí copiando dibujos animados y después mirando mucho a otros ilustradores. Tengo muy poca experiencia con profesores de dibujo, siempre me aburría y empezaba a recortar formas geométricas y a hacer figuras y copiarlas agregándoles detalles. A esa técnica, el collage, la sigo utilizando, lo único que ahora lo hago de manera digital. En el año 2009 salió mi primer libro ilustrado y de ahí en adelante casi no paré. También viajo mucho a ferias o presentaciones en las que doy charlas y talleres, y me gusta dejar una pintura plasmada en cada lugar que visito.
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Un boleto de acceso para que puedas entrar, recorrer, participar y disfrutar de la experiencia de la lectura. La ficción nos abre la oportunidad de conocer nuevos mundos; algunos parecen más reales que otros, pero en todos vos elegís hacia dónde te llevan. El viaje sigue: hay un boleto extra que te está esperando.
Entrevistamos a Cristina y le preguntamos sobre su escritura, la inspiración y mucho más.
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Índice
Alumnos como estos .................................. 7 El abono mágico ....................................... 13 Los porotos voladores ............................. 23 Rumbo al centro de la Tierra .............. 29 No llegue tarde, seño, que tenemos la feria de ciencias ......... 37 Acuática......................................................... 45 Ahora sí, la feria de ciencias ................ 49 Glosario ........................................................ 57 Más sobre la autora................................... 58 Más sobre el ilustrador............................ 59 Boleto extra.................................................. 60
Clarisa y las plantas mutantes Nada le gustaría más a Clarisa que tener tiempo para analizar ejemplares únicos y enviar fotografías a los centros de investigación más prestigiosos del mundo, pero ella sabe que aunque se cruce con plantas mutantes, porotos que berrean, semillas de camalotes que explotan, fósiles de dinosaurios o vaquitas de San Antonio gigantes, nada es más importante que sus alumnos.
Nivel Lector
087-0302
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¡Y este año la consigna de la feria de ciencias no puede ser más motivante!
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