Tlacotalpan voy y vengo

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AÑO 6 / NÚM. 67 / FEBRERO 2016

Misionero

de paz y de misericordia Tlacotalpan: candelas y colorido + Top 10: Lugares románticos + Turismo de altura + El origen de los perfumes + 11 hábitos de las parejas felices


CONTENIDO FEBRERO 2016

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DESTINOS

Tlacotalpan: candelas y colorido Azucena Pacheco 7 Sucedió en… 8 Agenda RELACIONES 10 Once hábitos de las parejas felices Paulina Martínez Castañón TU DINERO 14 Reconquista tus finanzas Condusef MOSAICO 16 El papa Francisco: misionero de paz y de misericordia Diana Ramírez Magnani

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26 Esenciales...

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ESPACIOS

Una nueva imagen de la ciudad Isaac Torres Quiroz


Destinos

Azucena Pacheco

Tlacotalpan:

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candelas y colorido


Tlacotalpan significa “tierra en medio del agua”. Declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1998, la cuna del jarochismo destaca por su explosión de colores, resuena en los oídos con jaraneros y sones, y durante las fiestas de la Candelaria hechiza con su abrumadora muestra de sincretismo religioso, festividad pagana y leyendas extraordinarias. De jaranas y de sones Esta tradición, que data del siglo XVII, comienza el 31 de enero con las cabalgatas de los jarochos, que conmemoran la entrada de las hijas de los hacendados de la región, ricamente ataviadas, y acompañadas por sus padres y sus hermanos, todos guiados por una capitana, una teniente y una coronela, quienes llegaban ese día para estar presentes el 2 de febrero. Más tarde, en la Plazuela Doña Martha, se inaugura el encuentro de jaraneros que alegran con su picardía los tres días. También abundan los fandangos y los zapateados en parques, casonas y foros culturales. Esa noche se cierran las celebraciones con la tradicional Mojiganga, acompañada por una banda sinfónica, en la que cobran vida personajes monumentales de papel de china, algunos de ellos inspirados en la tradición, otros

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V

isitar Tlacotalpan siempre es una excelente experiencia, pues es uno de los pocos destinos donde el eterno cliché de viajar en el tiempo está sobradamente justificado: ante un diseño urbano pensado para contrarrestar las lluvias, los nortes y a los filibusteros, en verdad nos sentimos transportados al pasado, sobre todo cuando es temporada baja y las calles se encuentran solas y tranquilas. Éste no es el caso si lo que quieres es vivir la experiencia irremplazable de la fiesta de la Candelaria en Tlacotalpan, cuando, desde el 30 de enero y hasta el 2 de febrero, las calles bullen de gente y se respira una magia distinta: el agradecimiento de un pueblo a su Santa Patrona, la serie de rituales ancestrales para honrarla y la celebración que esto representa para propios y extraños.


Destinos marinas, así como de quienes viven de ellas. Con la introducción de la fe católica, el culto se mezcló, y el sincretismo tuvo su principal eje en la Virgen de la Candelaria. Cuenta la leyenda que cuando se ha intentado sacar a la milagrosa imagen de los confines de Tlacotalpan, la embarcación donde es transportada comienza a colapsar, lo cual demuestra su deseo de permanecer en su tierra tan querida.

en la política, y algunos más en el carácter irreverente que distingue a los veracruzanos. De toros y toreros El 1° de febrero comienza el Día de los Toros con una regata al amanecer. El vencedor de dicha competencia consigue el honor de cruzar al primero de seis toros cebúes a través del caudaloso río Papaloapan, amarrados a una piragua y únicamente con la cabeza por fuera. Uno a uno, los toros van llegando a la orilla del río al filo del mediodía, mientras los vaqueros los lazan y la gente intenta torearlos, al mismo tiempo que otros corren despavoridos. Esta polémica tradición, inspirada en los festejos taurinos de San Fermín, en Pamplona, España, simboliza el deseo de desafiar a los astados, que representan el mal y el pecado, suelto entre la muchedumbre, que debe escapar de sus embestidas.

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La Virgen que navega por el Papaloapan Por último, el 2 de febrero inicia el festejo en honor de la Virgen de las Candelas, con las mañanitas. Posteriormente, la imagen de la Virgen recorre las calles de Tlacotalpan, vestida ricamente a la usanza española, hasta llegar al embarcadero de Los Almendritos, donde la espera una panga en la que recorrerá el río Papaloapan para bendecir al pueblo y asegurar una buena captura de peces durante el año. Esta tradición comenzó con los frailes de la orden de San Juan de Dios, quienes trajeron la imagen de España, aunque los habitantes prehispánicos de la otrora isla ya ofrecían culto a Chalchihuitlicue, una deidad femenina que creían habitaba en el río y era protectora de la especies

También cuando buscas la calma Si no eres amante del bullicio, Tlacotalpan es un destino ideal en cualquier época del año por esa calma pueblerina que sólo se ve rota por las campanadas de la iglesia. Aquí podrás caminar por horas y horas admirando las hermosas casas de mampostería, cuyas fachadas de colores brillantes ostentan pilares y arcos de medio punto, coronados por techos de teja. El diseño urbano de esta ciudad consigue la perfecta fusión de tradiciones española y caribeña: calles amplias, casas modestas con ventanas enrejadas (contra filibusteros y pretendientes) e interiores con típicas mecedoras de ébano y palma rejillada, así como carpetas bordadas que caracterizan el estilo costeño. Incluso Porfirio Díaz, que vivió aquí durante algunos meses, se dedicó a la elaboración de estos muebles. Tampoco puedes dejar de probar los platos típicos de esta tierra: el arroz a la tumbada, el tizmiche o el mondongo, y visitar las tres iglesias que embellecen el lugar: San Miguelito, la más antigua en el barrio indígena de San Miguel; la Parroquia de San Cristóbal, y la Capilla de la Virgen de la Candelaria, enclavadas en la hermosa Plaza Zaragoza, el corazón de esta ciudad, con su quiosco morisco. Vale la pena disfrutar el atardecer en un inolvidable paseo en lancha por el río Papaloapan, o visitar la primera academia naval de nuestro país, fundada por el presidente Guadalupe Victoria. Poseen un encanto peculiar el mercado, con marcada tendencia porfiriana; la casa donde vivió Agustín Lara, uno de los tlacotalpeños más ilustres, y el Museo Salvador Ferrando, nombrado así en honor del destacado pintor que vivió allí y donde se pueden apreciar los usos y costumbres de la perla del Papaloapan, algunos vigentes hasta hoy. Terminamos nuestro recorrido en la Plazuela de Doña Martha, alrededor de la cual se fundó la ciudad en el siglo XVI. Aquí, donde todo comenzó, nacieron todas las historias, las tradiciones y los mitos. También aquí se aprecian las construcciones más antiguas de la ciudad, levantadas en piedra muca y tabique, tan fuertes y resistentes como el alma tlacotalpeña.p


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