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El regocijo de la humedad pagada

Miro a través de la ventana del cuartucho y en el tercer piso del edificio anejo y no ajeno, Käma ataca todo guarismo con inquina, inconfesables sus felonías carnales, las persianas están rotas pero la dimensión del pecado no elegido y bien pagado puede verse, olerse, sentirse, causar pulsaciones y, al apagarse la luz, mi otro yo que puede desdoblarse, acompaña a la cortesana para ayudarla a descender las escaleras y montar en su Harley Davidson y enderezar el camino a su guarida, nada más que el asiento siente el regocijo de su humedad.

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