María José Sáez Ramada
Bruno es un ratón, un ratón de escuela, y vive en una madriguera secreta con vistas a la pizarra.
A Bruno le encanta aprender cada día algo nuevo: los números, las letras, los colores y el nombre de las cosas. ¡Todo está en su cabeza!, aunque a Bruno le gustaría tenerlos también en una libreta, pero es tan pequeño que no hay lapiceros de su tamaño, ni tampoco cuadernos para practicar.
Un día su suerte cambió. ¡CRACK! Un colorín cayó al suelo desde uno de los pupitres, y se rompió en mil pedazos. Al ver la escena, Bruno saltó de contento, ¡por fin podría escribir! El pequeño ratón esperó a que los niños salieran al patio para correr en busca del trocito más diminuto.
—¿Eres el ratoncito Pérez? —la voz de una niña le sorprendió.
Bruno se quedó paralizado, ¿por qué no estaba en el patio con el resto de la clase? Bruno no sabía qué hacer, quizá, si se quedaba muy quieto, lo confundiría con un muñeco.
—¿Vienes a recoger el diente de Álvaro? —insistió la niña—. Llegas tarde, se lo ha tragado.
Bruno reconoció la voz, era Maia, una niña muy buena, porque siempre llevaba los deberes hechos y levantaba la mano en clase para responder a las preguntas de la seño. Ella no le haría daño.
La casita esdrúju-
De las pequeñas cosas nacen los grandes sueños.
