Abriendo puertas Á n geles Mazorra
Abriendo puertas
Cuando apareces como un milagro, cuando tu mano roza mi cara, siento el aliento de Dios acariciándome. Cuando tus labios me besan, sin medida, sin descanso, en un arranque de amor culpable, siento que Dios me acuna entre sus manos. Cuando me hablas, cuando tu voz me recuerda que naciste de mi piel y de mi vientre, de mi voz y de mi pelo, veo la zarza ardiendo delante de mis ojos.
Ángeles Mazorra
Adoro estos tres cuerpos que nacieron de mi cuerpo, y se llevaron con ellos mis ojos mi nariz mi sonrisa, para devolvérmela cada día al despertar, haciendo revolotear en mi pecho mil mariposas de agradecimiento.
Abriendo puertas
Si dejo que tu mano me abrace si dejo que tu labio me bese si dejo que al rozarme nuestras pieles se confundan, sale el sol, aunque jarree, me levanto, aunque rendida, me pliego a tu sonrisa, y quiero aferrarme a tus luceros, quiero grabarte a fuego en mi memoria en mi corazón en mi alma, por si algún día se me olvida que tu cuerpo nació del mío.
Ángeles Mazorra
Quiero quererte. Quiero quererte como si estuviésemos sitiados, aislados. En guerra. Como si la muerte viniese a cenar cada noche. Quiero quererte desesperada, feroz. Como si así pudiéramos arrancar horas a los días. Como si queriéndote, ningún dolor pudiera alcanzarnos... Sin embargo, te quiero cada noche en silencio, sumidos los dos en una rutina infame de números y soledades, de obligaciones y vacíos, acercándonos a esa muerte, de la que deberíamos salvarnos.
Abriendo puertas
Voy a convertir mis besos en granadas, mis caricias en balas, mis abrazos en misiles. Voy a sitiarte el alma. Voy a conquistar tu corazón. Y luego, en una guerra de guerrillas, o como un cimarrón salvaje, voy a ir ganando posiciones en tu cuerpo: haré guardia delante de tus ojos: solo me verás a mí. Asediaré tu boca esperando tu beso. Vigilaré agazapada el despertar de tu ansia, para sorprenderte, para luchar cuerpo a cuerpo hasta que te rindas de amor, exhausto y vencido, feliz en la derrota, conquistado.
Ángeles Mazorra
Clavaré mis uñas en tu espalda por las lágrimas que has derramado sin dejar que las bebiera mientras besaba tu rostro. Por todas las mañanas que me desperté sin tu sonrisa. Por los días que no pude compartir contigo, por lo lejos que me quedaban tus abrazos, por todos los poemas que no te leí. Por los atardeceres que hemos derrochado, por las canciones que no hemos sentido juntos. Por todos los silencios que nos han separado, por los hijos que te hacen feliz por la vida que has dibujado como una alabanza. Clavaré mis uñas en tu espalda, mientras te amo desesperadamente
Abriendo puertas
Soy una fábrica de ángeles. Los expulso rubicundos y hermosos, tan perfectos. Con todos sus dedos, los lanzo al mundo con su corazón intacto para ser masacrado.
Ángeles Mazorra
Los ojos de mis hijos, aunque sean mis ojos y mis hijos, no ven lo que yo veo, no miran lo que yo miro: son, como ellos, libres. Solo ven presente, hoy, ahora. Y todo es posible como en un domingo infinito, como en un verano donde caben tantas vidas. Donde el dolor lo curan los besos, y las penas, los helados. Donde las tiritas de colores son bálsamos de Fierabrás. Donde las olas se esconden dentro de las caracolas, y el mar es agua que nunca conoció a Heráclito. Siempre hay algo mejor para ser disfrutado y las sorpresas solo son buenas… Los míos, mis ojos velados por ausencias que me hacen una persona incompleta quieren mirar a través de sus ojos.
Abriendo puertas
Suena el despertador. Otra vez recompongo mi cuerpo, me vuelvo a aceptar delante del espejo, reivindico mi belleza frente al almidón de las sonrisas, a la oligarquía de la perfección, a la ingravidez de los pechos. Ordeno mi día como un cajón de calcetines para no dejar un resquicio, por donde se me cuele la desolación o el vacío, y me impidan levantarme otra vez cuando suene el despertador.
Ángeles Mazorra
Cuando ya mi cuerpo no luce la tersura de otras vidas, cuando las cicatrices lo marcan, cuando los años se reflejan en él como en un espejo me reconozco bella, hermosa, sensual ante tus ojos deseándome. Tus ojos me recuerdan que todavía, debajo de mi piel, guardo el placer de besar y ser besada, de acariciar, de amar y ser, todavía, otra vez, como nunca, nombrada y amada.
106315 788419 9
ISBN 978-84-19106-31-5
Este es mi jardín privado. Pisa con cuidado.
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