Aventuras de Rayo, el guepardo, en busca de un amigo

Rayo es una cría de guepardo. Su pelaje es dorado como el día, y sus manchas, negras como la noche.

Su madre y su padre le criaron en la verdad, la bondad y la belleza.

La verdad es lo que es, y por tanto es buena y es bella. En ella vive Rayo, el guepardo. En ella respira y en ella palpita.

La bondad es el reconocimiento de lo que es verdad. Y la belleza es el reflejo de esa armonía, de la verdad y la bondad. Rayo es verdad, bondad y belleza.

El sueño de Rayo

El joven guepardo comenzó a bostezar. Las fauces de Rayo se abrieron de par en par, dejando salir su tibio aliento.

La noche cubrió el cielo de estrellas, y la luna redonda y blanca iluminó el árbol en donde él solía dormir. Tengo mucho sueño, mis patas las siento pesadas, mi cuerpo quiere tumbarse y mis ojos se cierran.

Rayo trepó al tronco del árbol y se acomodó en una de sus ramas. Su mirada bondadosa recorrió el territorio, uniendo el cielo con la tierra.

Quedó profundamente dormido. Rayo soñó que caminaba por un largo y estrecho sendero.

De repente sintió que en una de sus patas se le había pegado algo.

Era una hoja alargada, grande, de color verde y con muchos senderos de color amarillo.

—¡Hoja!, ¿qué haces ahí pegada a mi garra? —dijo Rayo, que había intentado sacársela y desprenderse de ella sacudiendo con brío su pata.

—Voy a acompañarte en tu camino, para recordarte que has de amar y cuidar de tus garras con las que puedes caminar, correr, cazar, trepar, enraizarte y moverte en libertad.

De la hoja salió un sonido: «Sé hermoso, sé tú mismo». Rayo continuó su camino.

De repente sintió que en su cola algo se le había pegado. Era la hoja alargada, grande, de color verde y con muchos senderos de color amarillo.

—¡Hoja!, ¿qué haces ahí pegada a mi cola? —dijo Rayo, que había intentado quitársela.

—Voy a acompañarte en tu camino para recordarte que has de amar y cuidar tu cola, pues ella es tu punto de equilibrio.

De la hoja salió un sonido: «Sé hermoso, sé tú mismo».

Rayo continuó su camino.

De repente, sintió que en su corazón algo se le había pegado. Era la hoja alargada, grande, de color verde y con muchos senderos de color amarillo.

—¡Hoja!, ¿qué haces ahí pegada a mi corazón? —dijo Rayo, que en esta ocasión ya no había intentado quitársela.

—Voy a acompañarte en tu camino para recordarte que tienes un gran corazón. Tu corazón vive en ti para que tú seas tu mejor amigo. Cultiva la amistad contigo mismo, así encontrarás los mejores amigos del mundo.

De la hoja salió un sonido: «Sé hermoso, sé tú mismo».