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Ojalá me despierte un día y no estés.
Me despierte y pueda ver cómo la libertad entra por las rendijas de la ventana.
Como si fuera el primer día frente al mar y sienta la brisa acariciarme.
Ese día será el primer día del resto de mi vida sin ti.
Y no, no te echaré de menos.
Miedo a sentir, a volar y ser. Miedo a caer, tropezar. En definitiva, miedo a tener miedo.
A veces puedo notar tu presencia, Cómo recorres lentamente mi cuerpo, Cómo te apoderas de mí, creando un nudo, que poco a poco me va ahogando, y siento que me deja sin fuerzas. Siento cómo acabas conmigo.
Tienes que irte de mí, sal de mi cabeza.
Pero, sobre todo, sal de mis sueños. Sueños que me dejan rota, por lo que pudo ser y no fue, por las risas y los momentos que no existieron, por el amor que no hubo.
Por eso me dejan rota, porque despierto y me choco con la realidad que me enseñó a estar lejos de ti.
Por eso, tienes que irte de mí.
Ojalá algún día sepas el daño que me hiciste. Sientas lo mismo que llevo sintiendo yo desde hace varios años. Aunque te confieso una cosa:espero que ese día nunca te llegue, porque sabrás lo que es estar roto.
Llegaste a mi como una luz para llenarme de vida. No supe ver que esa luz me ahogaba, me destrozaba, acababa conmigo. Fui víctima de tu luz, de tu luz de gas.
Querías apagarme, acabar conmigo, destrozarme y dejarme rota. Ese era el amor que tenías hacia mí, me querías, pero me querías ver caer. Aquí estoy, luchando cada día para volver a brillar. Brillar para resurgir cual ave fénix. Resurgir para seguir viva.
Me sentía culpable, de mí, de ti, de tus mentiras, tus desprecios y humillaciones. Me sentía culpable de tu propia culpa.
Sé que estás, apareces cuando menos lo espero. Haces acto de presencia, intentas romperme más, quieres que toque fondo. Pero eso se acabó.
Me despiertas, acaricias mis labios, recorres mi cuerpo. Me siento cómplice de ti. Cuando menos lo espero, me clavas ese puñal en el estómago, hiriéndome aún más, dejándome más rota.
Me ahogas. ¿Por qué lo haces?
Sabes que me estas destrozando, y aun así sigues.
Ardieron con él mis ganas de vivir, mis ganas de ser. Todo en mí desapareció. Quedé en nada, cuales cenizas. Cenizas del alma.
Mi espalda es el claro reflejo de ti, de tus heridas y cicatrices.
De cómo vas dejando huella en mí. Aun así, quieres más, quieres verme sangrar más, sin tú saber que por dentro estoy creciendo de nuevo.
Él sabía hacerme callar, incluso con una mirada.
Cenizas del alma es todo lo que soy. Una herramienta sanadora que terminó siendo la historia de mi vida. El resurgir de un alma completamente rota, que ha sabido acariciar la derrota, tocar fondo y estar completamente abatida. Un alma que llegó a los infiernos, pero ha conseguido renacer de sus propias cenizas para echar a volar más fuerte y resiliente. Mostrándose a sí misma que las heridas del pasado son completamente finitas y que la luz siempre está al final del túnel.