Esther Morales Cañadas
CUENTOS MODERNOS de
OTROS TIEMPOS
A los padres
Estos cuentos se los he contado a mi hija en su infancia. Los iba inventando según los acontecimientos o hechos que surgían en la difícil tarea que es criar y educar a una hija en valores humanos, pero también con una dis ciplina para que ella perciba el gran amor que hay en todo ello. Como compensación, ella fue quien me inspiraba, no solamente cuando surgía un problema típico de la infancia, sino con sus sueños, preguntas y ocurrencias. Si bien algunos de los cuentos surgieron para tranquilizarla cuando no se negaba a dormir, cuando comenzó a decir mentirillas o, incluso 3
cuando me exigía que le siguiera inventando cuentos, otros están basados en su problema de aceptación en el colegio, en su curiosidad por saber lo que eran las cosas, por ejemplo, el año viejo, o cuando se le presentó en su cabeci ta inocente el problema de la muerte. Para todos los padres que sepan lo grandio so que es tener hijos y que quieran aprovechar esa época que transcurre tan fugaz como un aliento, les recomiendo leer estos cuentos con ellos y esperar con ansias todos los comentarios que les hagan. Los niños nos someten constan temente a un reto intelectual y emocional que nos sirve a los adultos para seguir madurando.
4
CUENTOS DE REALIDAD FANTÁSTICA
Las aventuras del gurulito primpulín (La palabra gurulo y sus derivados es inventada. Se refiere a un animalito fantástico surgido de un dibujo).
Primpulín era un «gurulito», una especie de ratón hocicudo, con rabo corto, pelos y oreju do. Vivía con su familia, amigos y otros seres en la parte frondosa del bosque que da al lago. Como todos los gurulos, Primpulín estaba tan acostumbrado a la penumbra que existe en la parte baja de los árboles del bosque que no proyectaba sombra ni en la tierra, ni tam poco en el agua. Los gurulitos se pasaban el 7
día dando gurulitazos y jugando. De vez en cuando iban al lago a bañarse. A las orillas del lago vivían los señores Raíces, que protegían las aguas y eran tranquilos y risueños y que disfrutaban cuando los gurulitos iban por allí.
No obstante, esta forma de vida llegó a serle muy monótona y aburrida a Primpulín. En realidad, todos los días hacían lo mismo, no había aventuras, ni riñas, ni sorpresas. Así pues, una noche, cuando todo el bosque es taba en silencio y cubierto por la oscuridad, Primpulín decidió coger su hatillo y empren der un viaje para conocer algo más del mundo. 8
Dejó una carta a sus padres, los gurulos Prim pulones, y se marchó en dirección al oeste. La luna sonreía en el cielo y alumbraba el sendero, y Primpulín marchaba sin miedo ya que conocía esos parajes al dedillo. Caminó y caminó sin descanso y, cuando los primeros rayos del sol empezaron a colo rear el cielo, oyó un ruido desorbitante que hacía retumbar hasta la tierra. Venía de detrás de un montículo. —¿Qué será? —se preguntó el gurulito con algo de miedo a lo desconocido. Subió al montículo y vio un camino gris con una raya blanca infinita pero recortada en tramos. A un lado y otro de la línea corrían unos gurulos muy extraños, de diferentes colores y con cua tro ruedas. Algunos llevaban en la barriga a un ser humano, otros dos o tres y otros más grandes, a un montón de ellos. Primpulín tiritó de miedo y pensó: «Estos no pueden ser gurulos del bosque. Son demasiado grandes y, además, los guru 9
los no se comen a los seres humanos. Pero ¿quiénes serán?».
Al mismo tiempo pensó que su vuelta al mun do iba a acabar allí porque no iba a poder cruzar ese camino gris tan fácilmente. De momento se echó a dormir un poquito porque estaba cansa do de haber caminado toda la noche. Pero esos monstruos devoradores de seres humanos no lo dejaban conciliar el sueño con sus estruendosos ruidos. Así que emprendió de nuevo la marcha, pero esta vez con dirección al norte para no te ner que atravesar el camino gris. Cuando creyó encontrarse muy lejos de aquel lugar y, al mismo tiempo, de su casa, buscó fi 10
nalmente un sitio para descansar. Descubrió una dunita cubierta de matorrales y acogedora como para quedarse allí un par de días. Comió un bocadillo de paté de lombrices y bebió leche de libélula, viandas que llevaba en su hatillo, y, una vez llena la tripa, se echó a dormir. Dur mió toda la tarde y toda la noche. Soñó con monstruos voraces, con juegos en el lago y con caminos interminables. Por la mañana, antes de que el sol hubiera abierto sus dos ojos, se despertó, de nuevo sobresaltado, pero esta vez por un estruendo mucho mayor que el que ha cían los monstruos de colores del camino gris. Primpulín lanzó un grito de terror y corrió a esconderse bajo la arena de la duna y a cubrirse con los matorrales. Miró precavidamente hacia
11
el cielo y divisó dos pájaros inmensos de color metálico con rayas de colores y con ojos a lo largo del cuerpo. Estaban volando y dejaban una estela blanquecina por el cielo al que hacían tronar con sus rugidos. —¡Uff! —se dijo—. Pues sí que estoy vi viendo aventuras. Menos mal que ese paja rraco no me ha visto, si no, no sé qué habría sido de mí. ¿Es que todas las cosas intere santes del mundo tienen que ser tan ruido sas y peligrosas? ¿O he de contentarme con el abur rimiento de donde vivo? —se dijo un tanto enfadado y golpeando con su patita la arena dorada de la duna. Recogió sus cosas. Se echó salivilla en las manos y se las refregó por todo el cuerpo para dejarlo limpio. (Así es como se lavan los gurulitos y los gurulos). Y, una vez limpio y aseado, abandonó ese lugar. Ahora tomó dirección hacia el este. Que ría encontrar la cueva del sol. Anduvo y anduvo y se hizo de noche. Pero el sol no 12
vuelve hasta la noche porque se va siempre al oeste a visitar a su prima y desde allí mis mo se mete por un pasadizo subterráneo que lo conduce directamente a su cueva desde donde, todas las mañanas, se levanta para iluminar la Tierra. Junto a la entrada de la cueva y, como na die abría la puerta, Primpulín se quedó pro fundamente dormido. A la mañana siguien te, cuando el sol salió y se encontró allí al gurulito, gritó enfadado: —¿Se puede saber qué hace un gurulito insignificante y orejudo junto a mi cueva? Primpulín abrió súbitamente los ojos y se encandiló. —¡Por favor, señor sol, apaga un poco tu luz que se me van a quemar los ojos! Solamen te he venido a contarte algo. El sol que, aunque un poco mal geniudo, tiene buen corazón —pues si no, no calen taría la Tierra—, se puso su capa roja de aurora boreal y, al momento, todo el cielo 13
se tiñó de rojo intenso sin que los ojos d
Nuestros hijos nos retan en su infancia con preguntas, vivencias, experiencias positivas y negativas, y la mejor forma de explicarles los valores de la vida es a través de cuentos de fantasía que los motiven en su desarrollo social. Las narraciones de este libro fueron inspiradas en todo aquello que motivaba a mi hija en su infancia, ya fueran sueños, ideas o dudas. Son respuesta a todo aquello que los niños preguntan y, por consiguiente, se adecuan mucho a la lectura conjunta entre padres e hijos.
Valores implícitos: Estos cuentos despiertan la fantasía de los escolares para acercarlos a los valores de igualdad, solidaridad y amor al saber
ISBN 978-84-18911-28-6
A partir de 10 años babidibulibros.com
9 788418
911286