Dulcinea, la princesa que hablaba con las abejas

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Cuentos de Colnemar. 1

Dulcinea,

la princesa que hablaba con las abejas S.P. BALCARCEL



Prefacio En una habitación decorada con árboles que estaban

pintados en las paredes, con grandes ramas que recorren todo el lugar; en esas ramas se pueden ver llamativos pajaritos azules que parecen cantar desde las paredes; la habitación tenía una gran ventana que da a un hermoso jardín, al lado de la cual había una bonita litera de madera, estaba decorada con mariposas de colores, abejas y colibrís que parecían salidos de un dulce sueño, así se aseguraban de que los pequeños que dormirían en esa habitación tuvieran los más encantadores sueños. Esa habitación pertenecía a una hermosa pequeña muy alegre, llena de energías con una sonrisa dulce que llenaba de luz su rostro, ella era la alegría de sus padres, por otro lado, estaba el travieso niño que en ocasiones los visitaba, y esta era una de ellas; los niños estaban tan


felices de poder jugar juntos que sin darse cuenta las horas pasaban. La noche ya había caído en el horizonte, la hermosa luna se podía ver en el cielo, como una cuna blanca sobre un manto oscuro lleno de estrellas; la hora de ir a dormir ya había llegado. Los dos pequeños fueron a la habitación para dormir, pero ya en el lugar siguieron jugando, algo muy común para unos niños tan pequeños. Al oír el gran alboroto que tenían los dos niños, su tía subió las escaleras que daban al segundo piso de la casa, para ver a sus pequeños sobrinos y descubrir el porqué de su falta de sueño. —Todavía no tenemos sueño, déjanos quedarnos a jugar un poco más —le dijo la pequeña al verla en la puerta de la habitación. —Tía, ¿por qué no juegas con nosotros? —le dijo el niño travieso, con una sonrisa en su rostro. —Ya es hora de dormir, mañana podrán seguir jugando todo lo que quieran, porque si no se duermen temprano, mañana no tendrán fuerzas para seguir jugando —les dijo su tía para convencerlos de irse a dormir. No muy convencidos, los dos lindos niños se fueron metiendo a sus respectivas camas, pero al estar llenos de energía, no podían dormir por más que ellos trataran, intentaban ser obedientes, a pesar de querer seguir jugando; si los dos seguían en la cama sin dormir, sería lo mismo que estuvieran jugando, tenía que encontrar una forma de ayudarlos a dormir, pensó ella; luego tomó una silla para sentarse muy cerca de ellos.


—¿Qué les parece si les cuento un cuento, para que puedan dormir? —les preguntó ella, mientras tocaba con suavidad una de las muchas abejas que había en la cama. Al escucharla los dos pequeños se emocionaron. —Sí, tía, cuéntanos un cuento —le dijo la pequeña con los ojos muy brillantes. —Está bien, les contaré un cuento —respondió ella. El niño, que estaba en la cama superior, se volvió para decirle. —Pero, tía, que sea un cuento muy largo —le dijo él muy emocionado por la idea. Con una sonrisa en el rostro, ante las palabras del pequeño, les dijo:

—Bueno, entonces un cuento largo será —expresó su tía preparándose para empezar los cuentos de Colnemar…



Primera Parte: Un gran acontecimiento

Había una vez en un lugar muy escondido, del que pocas

personas habían escuchado, ya que era una gran odisea llegar, por las dificultades para encontrar los portales mágicos que conectaban entre mundos; aunque encontrarlos no era lo más difícil; para poder abrirlos había que tener un poco de miel, producida por abejas de ese mundo; esa miel era conocida con el nombre de «miel ámbar» y esa era la llave, esa no era miel ordinaria, esa miel en particular era mágica, además de muy rara, pero si por azares del destino alguno la conseguía, se internaría en un mundo completamente diferente, y el nombre de ese mundo era Bràistean «el mundo de los insectos». Sus singulares habitantes, llamados «los guardianes», eran los que se encargaban de proteger a los insectos; cada reino se encargaba de defender a una especie diferente de


insecto, por esa razón había una gran variedad de reinos en el mundo Bràistean. Cada reino era gobernado por un rey o una reina, ellos tenían más habilidades que los demás habitantes de los reinos, como comunicarse con los insectos, percibir las emociones de los demás y otras diferentes. En un lugar de ese mundo se alzaba un gran reino tan dorado y majestuoso que resaltaba entre los otros, ese era el reino de Colnemar. Este reino se encontraba rodeado de manzanos en flor, grandes campos donde se cultivaban todo tipo de flores, se podía ver las regias rosas de diferentes colores que llenaban de fragancia todo el lugar, las aromáticas flores de lavanda tan delicadas moviéndose al compás del viento, y otro sin número de flores que decoraban los campos del reino. El pueblo era muy pintoresco con el cielo despejado, sus campos verdes, bellas fuentes en las plazas, las casas cubiertas de flores, caminos de piedra en forma de hexágonos, también las ventanas, las puertas, las casas eran muy semejantes a panales. Había abejas por todos lados, principalmente en los árboles, polinizando las flores para obtener una gran cosecha de frutas, que consistía en el principal alimento para los habitantes de Colnemar, también había abejas en los grandes campos de flores de colores, donde extraían su miel, las casas del pueblo estaban decoradas con muchas flores, para que las abejas sin importar donde estaban pudieran alimentarse, y ayudar a la recolección de néctar y polen para la fabricación de la miel, todos los habitantes del reino tenían


jardines para las abejas y los miembros de la realeza no eran la excepción a esa norma; ellos tenían los más impresionantes jardines alrededor de su palacio, e incluso en el interior de sus grandes y elegantes salas; sin lugar a dudas, por eso el reino de Colnemar era el reino de las abejas. El palacio de Colnemar se alzaba en el centro del reino, la hermosa construcción Ámbar tenía la estructura de un panal, los reinos vecinos se referían al palacio como «la gran colmena»; el palacio contaba con cuatro torres desde las cuales se podía ver todo el reino de lo grande que era cada una, las curvilíneas formas de las paredes con sus grandes ventanales y los hermosos balcones cubiertos con flores de todas las especies. En la última planta del palacio, en la parte central se encontraban los jardines privados de la familia real, y en ese lugar se guardaba el tesoro más importante para todos los habitantes del reino, y era la cúpula donde se almacenaba la miel dorada, esta era para todos los habitantes del reino de Colnemar. El palacio era un símbolo para todo el reino, representaba el deber con sus hermanas las abejas, ya que estas eran las encargadas de proveer la mejor miel, que se recolectaba en todos los reinos del mundo Bràistean, esa miel era conocida como miel de Ámbar o miel dorada, era apreciada por ser el mejor alimento; también les daba la capacidad de volar a los habitantes que tenían la suficiente edad para tener alas como sus amigas las abejas, esto solía pasar después de cumplir quince años


de edad; pero lo que muy pocos sabían era que esa miel también servía para activar los portales hexagonales que se encontraban en el interior del palacio. Sin lugar a duda, el palacio de Colnemar era impresionante.

En la parte superior del palacio se encontraban las habitaciones de los miembros de la familia real, ese era su lugar privado, al igual que el jardín interior que podía ser visto desde todas las habitaciones de los miembros de la realeza; los reyes Néctar y Black tenían una habitación con dirección al norte, mientras que la hija mayor de ellos Miele, ella tenía la habitación al este; el segundo hijo es Romero, que era cinco años menor que Miele, él tenía su habitación en la parte oeste; y finalmente estaba la pequeña, que era siete años menor que Romero, su habitación se encontraba hacia el sur, el nombre de la pequeña era Dulcinea; allí ellos podían estar tranquilos sin que nadie los molestara porque solo los miembros de la realeza podían entrar a esa área del palacio.


Todos los habitantes de Colnemar eran seres muy trabajadores, además de ordenados, o por lo menos siempre trataban de serlo, toda esa organización era dirigida por su querida reina Néctar, en algunas ocasiones parecía que todo era demasiado ordenado; por lo menos, así era como le parecía a Dulcinea y sus hermanos, que al ser muy jóvenes anhelaban salir del reino para tener muchas aventuras; sin saber que las cosas tienen una forma particular de cumplirse; cuando esto sucediese ellos deberían descubrir que son capaces de llegar a ser, sin tener la ayuda de su familia y los miembros del reino, que siempre la daban por sentado. El rey consorte Black era un poco diferente a los demás habitantes de Colnemar, algunos decían que el rey venía de otro reino, pero hasta para los otros reinos de Bràistean les era desconocido el origen; nadie sabía de cuál de todos los reinos podía proceder el rey, solo su amada reina sabía de donde provenía él. La pequeña Dulcinea era la única de los tres príncipes que no tenía las características físicas que usualmente tenía la familia real; ojos y cabello dorado como el ámbar, únicamente los miembros de la realeza eran poseedores de esas características en todo el reino; pero ella no era así, Dulcinea tenía unos grandes ojos azules, dulces y expresivos con un abundante cabello gris oscuro; nada común, ni siquiera en otros reinos había estos rasgos físicos, herencia de su padre. Sus hermanos tenían los ojos dorados con cabello dorado como el oro, al igual que su madre la reina Néctar.


Todos en el reino contaban con que los miembros de la familia real protegieran el néctar, la miel dorada y, sobre todo, los portales que eran el acceso a otros mundos, pero no todos los hijos de la reina querían pasar toda la vida protegiéndolos; algunos querían descubrir qué había al otro lado de esos portales. Tal vez un destino diferente, algo que ellos mismos forjaran, principalmente el príncipe Romero el más aventurero de los tres. La princesa Miele a sus diecisiete años de edad era decidida, justa y valiente, pero muy pocos lo sabían, porque la futura reina era algo tímida para expresarse con las personas que no eran sus familiares; el príncipe Romero a sus doce años era en apariencia muy formal como un príncipe debía ser, pero en realidad él era muy apasionado, impulsivo, astuto y el más aventurero de los tres; la pequeña princesa Dulcinea era la menor de sus hermanos, con tan solo cinco años de edad, la pequeña era la más dulce y tierna de la familia real; tal vez de todos los demás habitantes del palacio o incluso del reino entero, de allí su nombre, Dulcinea, ya que eso mismo pensaron sus padres cuando nació. Ella era mucho más tranquila en comparación con sus dos hermanos mayores, ellos aparentaban serenidad ante el reino como debían de ser los príncipes, pero en realidad eran muy emocionales, o tal vez Dulcinea, al ser tan joven, no tenía la complejidad de emociones que vienen con la edad, la pequeña vivía sin preocupaciones con su amada familia. Dulcinea también era la que mejor se comunicaba con sus amigas las abejas, tenía la habilidad de entender el pe-


culiar idioma de las abejas, esa habilidad era una extrañeza hasta para los miembros de la familia real, muy pocas reinas habían tenido esa habilidad en la historia de Colnemar, y nunca una princesa que no heredaría el trono; así que la pequeña Dulcinea causaba gran curiosidad a los habitantes del reino, algunos suponían que esa habilidad podía venir de la familia del rey Black, pero nadie preguntaba, porque no querían ofender al rey, él era muy querido por todos, igual que toda la familia real. A Miele y a Romero no les preocupaban las diferencias que podía tener su pequeña hermana Dulcinea, lo importante era que los tres se querían mucho, además tenían un espíritu aventurero en común, o al menos era así cuando estaban juntos, aunque eso tal vez era por la influencia de Romero, que era el más inquieto de ellos, pero lo que sí tenían los tres príncipes era una gran curiosidad por todas las cosas; por eso ellos siempre preguntaban a sus padres por todo, tenían deseos de conocer los diferentes reinos para aprender sobre la cultura de ellos. Pero a su madre no le gustaba dejarlos salir a los reinos vecinos, o al menos que fuera sumamente necesario, cuando eso pasaba salían siempre en compañía de la escolta real, sus salidas eran por lo regular en ocasiones especiales; como las reuniones que tenían los Bràistean para mantener la paz entre ellos, intercambios de bienes, visitar amigos de otros reinos, etc. El reino más cercano al de ellos era el reino de los escarabajos, con el que tenían muy buena relación, porque la reina Néctar y la reina Sacer eran muy buenas amigas desde hace muchos años.


Aunque en el reino de Colnemar se encontraban los portales, la reina Néctar prefería no utilizarlos, a menos que fuera necesario, decía que los otros mundos podían ser muy peligrosos y, sobre todo, «el gran mundo de la Tierra», que era el único que la reina había conocido en su juventud y del cual tenía algunos malos recuerdos, los habitantes que se habían atrevido a cruzar la linde no habían regresado, y el que más dolor le había causado a la reina Néctar era su propio hermano gemelo, quien en sus años de juventud había sido muy aventurero y se propuso conocer todos los reinos del mundo Bràistean; pero al conocerlos todos, no le fue suficiente, y decidió cruzar un portal aún sin la autorización de la reina Mérope, la madre de ambos. Así fue como desapareció y Néctar nunca lo volvió a ver; por eso ella era tan estricta con la norma de nunca emplear los portales, a menos que fuera una emergencia.


A Dulcinea los portales siempre le causaban mucha curiosidad, más aún al ver que su padre cruzaba seguido uno de los portales para visitar a su familia hacia la tierra donde vivían los humanos, el reino de su padre se encontraba en ese lugar, los otros portales llevaban años sin ser usados; menos aún, el portal hacia la tierra de Míticus, algunos decían que ese lugar era mucho más peligroso que cualquier otro, por eso todos en el reino de Colnemar le tenían miedo y se mantenía lo más lejos posible de ese portal. En cada estación se organizaba una reunión del consejo de los reinos, y una vez cada dos años se hacía un festival con los embajadores de cada reino, el sitio de ese festival se escogía al azar, para que hubiera igualdad en todos los reinos del mundo Bràistean. Y en esta ocasión todos los reinos llegarían a celebrar el festival en el reino de Colnemar, donde también el concejo haría su reunión. Por todas partes del reino se podían ver los preparativos para que todo fuera perfectamente organizado como trataban de hacerlo siempre en Colnemar. Los que más preparativos tenían que hacer eran los miembros de la familia real, ya que ellos eran los representantes de la gran cultura de su reino. Esta era la primera vez que le iba a tocar a Dulcinea participar en dicho evento, pues ella era la más joven de su familia, por eso tenía muy vagos recuerdos del festival de hace dos años en el reino de las mariposas; ahora su padre tenía que enseñarle a ella y a sus hermanos todo lo que había que hacer en la reunión, porque ninguno de ellos había vivido un festival en su propio reino.


En el increíble mundo de Bràistean, existe una gran variedad de reinos, y entre ellos se encuentra el gran reino Colnemar, que es el de las abejas. En este singular reino, habitan los responsables de velar y proteger a las abejas, y era un lugar donde todos vivían en armonía, hasta que un evento muy importante lo cambiaría todo. Para los tres príncipes del reino de Colnemar, la aventura más grande de sus vidas estaba a punto de comenzar. Dulcinea, la más pequeña de los tres, tendrá que confiar completamente en sus habilidades y en su amigo Bizz, un abejorro que siempre estaba junto a ella; al encontrarse bajo una conspiración en su reino y como resultado de esta, tuvo que abandonar su hogar y su reino, marchándose lejos de él. Pero no estará sola en su viaje para poder regresar a su hogar, y además descubrirá una serie de secretos importantes que aún ignora de su familia.

ISBN 978-84-19454-00-3

9

788419

454003

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