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Hola, soy Eva, tengo diez años y hoy os voy a contar la historia de mi fiesta de cumpleaños. Era sábado por la mañana del año 2020, el año en el que el coronavirus invadió nuestro mundo. Yo estaba emocionadísima porque este sábado era mi cumple de diez años, y ya lo tenía todo preparado, hasta había tenido la ayuda de una amiga de mis padres, organizadora de fiestas. ¡¡Iba a ser el mejor cumpleaños de la historia!! Hasta que de repente sonó el teléfono: «Rin, rin, rin, rin».
—Hola, ¿quién es? —dije yo. —Soy yo, la organizadora de fiestas, y tengo una mala noticia. —¿Qué pasa? —respondí. —Por culpa del maldito coronavirus, la superfiesta que habíamos montado se ha tenido que cancelar. En ese momento colgué, pues estaba muy triste por haberlo tenido que cancelar. Llevaba meses planeándolo, y todo se había ido al garete por culpa de ese maldito coronavirus. Y lo peor de todo era que solo me quedaban cinco días para encontrar una solución.
Al día siguiente solo quedaban cinco días para solucionarlo. Pero no creáis que yo me iba a rendir tan fácilmente, mi madre siempre me repite la misma frase: «Sin esfuerzo no hay resultado». «Como si mi cumpleaños fuera ir a comer una hamburguesa y al cine», pensé yo en broma. Esa misma tarde vinieron a mi casa dos de mis cinco mejores amigas, Olga y Adriana, a darme ideas para mi fiesta de cumpleaños. Olga propuso un «escape room», pero yo me agobio muy fácilmente, así que esa idea quedó descartada. «Un parque de atracciones», propuso Adriana, pero Olga tarda poco en vomitar cuando da muchas vueltas; entonces fue otro no. «¡Otra idea descartada!», dije yo con la sonrisa por los suelos.
Otra vez sonaba el teléfono, yo cruzaba los dedos porque la noticia no fuera tan mala como la última vez que lo cogí. Cuando descolgué, se me cambió totalmente la cara. Era Olga diciéndome que nuestro grupo de música favorito, «Las roqueras», iban a estar en la ciudad haciendo una pequeña quedada de fans. Solo podía haber diez fans en la quedada, ya que por el coronavirus no podían ser más, y también me enteré de que las entradas salían a la venta en diez minutos. —Tranquila —dijo Olga—. Estoy muy acostumbrada a sacar entradas a mi padre para conciertos. ¡Ya las tengo! —exclamó a los cuatro minutos de que salieran a la venta. —¡Madre mía!, ¡qué rápida! ¿Y cuántas has sacado?
delicada colección
compuesta
obras maestras”
por niños que tienen la ilusión
convertirse, algún día, en «grandes
pues realmente
de ellos, si no desisten en el intento,
conseguirán.