
FUNDACIÓN POR UN PROYECTO JUNTAS

Queridos niños y niñas, mi nombre es Hilda, y estoy muy contenta de que este lindo cuento esté por fin en vuestras manos.
¿Creéis en el poder de las historias y los sueños? Yo sí creo, y os contaré por qué.
Era una noche estrellada, de esas en las que tenemos sueños bonitos y extraños. Me quedé dormida y soñé que buscaba a Gabriela, a quien cariñosamente llamamos Gabi. Ella es la hermana de mi marido, eso que los adultos llamamos «cuñada».

Emprendí el camino acompañada de mi hija Harlyn. Tiene seis años, es menudita, con pequitas, de tez blanca y cabello negro. Por lo pequeñita que es, parece tener menos edad de la que realmente tiene.
Nos pusimos en marcha y llegamos al barrio de Gabi. Harlyn se sorprendió: era un lugar muy humilde, donde no hay alcantarillado, ni agua potable, y sus calles aún no estaban pavimentadas.

—¿Por qué hay niñas y niños en las calles, mamá? —me preguntó, confundida.
—Para muchas familias no es fácil vivir aquí, mi cielo. La mayoría han llegado huyendo de la violencia que la guerra provocó en sus pueblos, debido a un conflicto armado que lleva más de 60 años.
Los temores nos impiden avanzar, pero el amor nos da alas para volar.

