Historia de brisa y mas relatos

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Historia de brisa y más relatos Julio Machargo



La familia 1 Brisa

tiene diez años. Muy pronto cumplirá once. Vive en un barrio de una pequeña ciudad con sus padres, su hermana Candy y su perro Tin. Tin era un perro abandonado, cuando su padre lo encontró herido en la orilla de una carretera. No es un perro de raza ni un perro bonito, pero en casa todos le quieren y le miman. Es el que mejor vive de la familia o, al menos, eso es lo que dicen todos. Brisa y Tin son inseparables. Cuando Brisa está en casa, Tin va detrás de ella. Haga lo que haga, allí está Tin. Si Brisa hace los deberes, Tin está 3


a su lado, como si fuese su profesor particular y si se sienta a ver la tele, el perro parece que está siguiendo el programa con todos sus sentidos. Y así ocurre con otras muchas cosas. Su hermana Candy tiene catorce años. Es una niña muy responsable en casa y en el colegio. Los profesores la consideran una de sus mejores alumnas. Le gusta estudiar y se esfuerza por conseguir las mejores notas. Los padres están muy orgullosos de ella. Algunas veces, sus padres le dicen a Brisa: «fíjate en tu hermana, para que puedas ser como ella». Esto le molesta, porque, aunque quiere mucho a su hermana, no quiere ser como ella. Brisa quiere ser como es. Por eso, le gustó tanto lo que hizo una profesora hace unos días en clase. Se enfadó muchísimo, porque algunos niños se habían burlado de una niña por su forma de ser. La profesora dijo que «todos tienen derecho a ser como son y es muy importante que todos respeten a todos». A Brisa le dieron ganas de aplaudir, pero no lo hizo. Ese día, cuando volvía del colegio, iba pensando en las palabras de la profesora y sintió ganas de con4


tarlo en casa, para que sus padres no la comparen con su hermana. Pero, cuando entró por la puerta y su madre le preguntó qué tal le había ido en el colegio, Brisa no contó lo que había dicho la profesora.

2 Brisa se siente muy feliz y afortunada con su familia, sobre todo, cuando piensa en algunos niños y niñas de su clase, cuyos padres están separados o discuten continuamente. Pero un día creyó que su familia se venía abajo. Fue poco antes de las navidades. Era un sábado por la tarde. Brisa estaba viendo la tele en el salón y Candy, como siempre, estaba estudiando en su habitación. Los padres hablaban en la cocina sobre las fiestas que se acercaban. Por algo que Brisa no oyó bien, sus padres empezaron a discutir. Primero sin gritar y después gritando. Ninguno se callaba y cada vez gritaban más. Brisa se puso muy nerviosa y empezó a llorar. Se oyó un ruido sordo en la cocina, como si algún objeto se hubiese estrellado contra el suelo. Brisa salió corriendo del salón, se metió en la habitación 5


de su hermana y se tapó los oídos con la almohada. También Candy se tapaba los oídos y apoyaba la cabeza sobre el libro que tenía delante. La discusión duró unos minutos, hasta que sonó un portazo. Después vino el silencio. Al cabo de un rato, la madre entró en la habitación. Tenía los ojos como de haber llorado. Abrazó a sus hijas y trató de tranquilizarlas. —No ha pasado nada —dijo—. A veces los padres discuten y se gritan. Son cosas que pueden pasar en cualquier familia. Quedaos tranquilas. Pero Brisa no se quedó tranquila y pasados unos días preguntó a su madre si se iba a separar de su padre. La madre sonrió y le aseguró que eso no iba a ocurrir y que debía quitarse esa idea de la cabeza. Todavía tardó un tiempo en tranquilizarse del todo, pero, como vio que la vida familiar seguía como siempre, Brisa se fue olvidando del asunto.

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3 En la familia de Brisa todos trabajan. El padre va al taller, la madre a la oficina, las hijas al colegio y Tin guarda la casa. Los padres repiten con frecuencia a sus hijas que su trabajo es estudiar. A Brisa esto le parece bien y estudia lo que puede, aunque no tanto como su hermana, ni con tanto entusiasmo, porque eso de estudiar a ella le parece un poco rollo. «Menos mal que no tendré que estudiar mucho», se dice a sí misma. Brisa, de mayor, quiere ser artista y cree que para ser artista no hace falta estudiar mucho, como le pasa a su hermana, que quiere ser médico y todos le dicen que para conseguirlo tiene que trabajar duro y sacar buenas notas. «Y así está la pobre como está», piensa Brisa, que ve a su hermana siempre preocupada por las notas y los exámenes. Cuando Brisa dice a sus padres que de mayor quiere ser artista, ellos le dicen: 7


—Sí, sí, de mayor harás lo que te guste, pero ahora tienes que estudiar como tu hermana y ya veremos qué pasa después. Brisa se calla, aunque por dentro siente un poco de rabia, porque siempre tiene que salir a relucir el ejemplo de su hermana. Brisa colabora en las tareas de la casa y es la responsable de que su habitación esté limpia y ordenada. Pero, tiene tantas cosas que es imposible tener cada una en su sitio. Algunos días lo hace todo a la carrera y sus padres tienen que estar encima. En la habitación tiene una gran caja de madera que ella cierra con llave y nadie sabe qué hay dentro. Brisa abre la caja de vez en cuando, para contemplar sus pequeños tesoros. Los va cogiendo uno a uno y los recuerdos le vienen a la memoria. Cada objeto es un momento feliz de su vida. Un día su padre estuvo a punto de tirar la caja a la basura, porque, según él, ocupa mucho espacio y dentro no hay nada más que tonterías. —¿Tonterías? —dijo Brisa. 8


Esto le molestó muchísimo y empezó a discutir con su padre hasta que consiguió que la caja se quedase donde estaba.

4 Un día, Brisa estaba sola en casa. No tenía colegio y cada uno se había ido a su trabajo. Tenía toda la mañana por delante y se dispuso a hacer algo que deseaba hacer desde hacía mucho tiempo, pero nunca había tenido una oportunidad tan buena como esta. Entró en la habitación de sus padres y empezó a revolver en el armario de su madre. «¡Cuántas cosas!», dijo. Después de una primera exploración, se puso manos a la obra. Empezó por pintarse la cara. Luego se probó varios vestidos y se puso unos zapatos que hacía tiempo que su madre no se ponía y que a ella le gustaban tanto. Parecía que se estaba preparando para actuar en un escenario. Cuando creyó que ya estaba lista, se fue al salón, se subió a la mesita del centro y, olvidándose de todo, empezó a cantar, imaginando que estaba 9


delante de un público, aunque su único público era Tin, al que había puesto en la cabeza un sombrero de su madre y que estaba tumbado sobre la alfombra como si estuviese siguiendo la función. Cuando menos se lo esperaba Brisa, se abrió la puerta del salón y apareció su madre, que, al ver el espectáculo, puso cara de querer matar a alguien. Brisa, del susto se cayó de la mesa y se fue a estrellar contra el sofá. Pero no le pasó nada. «¡Qué suerte he tenido!», pensó Brisa. «¡Qué suerte has tenido!», pensó también la madre. La mala suerte vino después, cuando la madre entró en la habitación y vio el lío que había montado su hija. El enfado de la madre duró unas horas y las penas que puso a Brisa duraron una semana: nada de televisión, nada de salir al parque y nada de amigas. Brisa estaba arrepentida de haber hecho enfadar a su madre y prometió no volver a hacerlo y portarse bien. Sus promesas eran sinceras, aunque algunas veces se le olvidan y vuelve a hacer algo 10


que disgusta a sus padres. Su hermana le echa una mano, tapándole alguna de sus travesuras.

5 El Día del Padre, cuando sonó el despertador, Brisa se levantó de la cama de un salto, sacó de una carpeta el dibujo que había hecho el día anterior y lo metió en un sobre que había adornado con dibujos de colores. Cerró el sobre y se fue a la cocina, donde sus padres charlaban, mientras se tomaban un café. Su hermana Candy los acompañaba, escuchando la conversación. Brisa se fue corriendo hacia su padre y lo abrazó a la vez que gritaba: «¡Feliz día del padre!, ¡viva el padre más bueno del mundo!» y algunas cosas más que se le iban ocurriendo. Después, le dio el sobre. Al abrirlo y ver el dibujo, el padre puso tal cara de admiración y sorpresa que la madre sintió curiosidad por verlo. El padre le pasó el dibujo y la madre lo miró detenidamente. —¿Qué tiene de especial este dibujo? —preguntó la madre. 11


—Pues tiene mucho de especial —contestó el padre—. Tu hija me ha dado una sorpresa muy agradable. —Explícate —dijo la madre. —Me explico. La casa que ves en el dibujo es la casa en la que yo nací. Era una casa muy pequeña, sin jardín, en la que vivíamos muy apretados y sin comodidades. Brisa habrá encontrado alguna foto de la casa y ha tenido la feliz ocurrencia de dibujarla. En ella pasé los mejores años de mi niñez. Dicho esto, abrazó a su hija, se levantó de la silla, pegó el dibujo en la puerta del frigorífico y dijo: —Lo dejaremos ahí hasta el próximo Día del Padre. Acaso dentro de un año tenemos otro dibujo sorpresa y lo pegamos aquí junto a este. Después de desayunar, la familia se preparó para salir de excursión. Iban a pasar el día al pueblo del padre. Allí viven los abuelos. Se reunirán con el tío Manuel, la tía Carlota y el primo Rayco, el primo preferido de Brisa. La casa de los abuelos tiene un jardín muy grande con muchos árboles, que en esos días estaban llenos de flores. 12


Los abuelos se alegraron muchísimo al ver a sus hijos y a sus nietos. Abrazaron y besaron a todos y no paraban de hacer preguntas. Al cabo de un rato, los mayores se pusieron a preparar una barbacoa. Brisa y su primo Rayco se fueron a correr por el jardín y llegaron hasta la tapia que separa el jardín de los abuelos de la casa del vecino. Brisa ha oído decir que el vecino tiene un caballo que es una preciosidad y que lo tiene suelto en un gran patio. Brisa solo pensaba en ver al caballo. Con la ayuda de Rayco, consiguió subirse a un árbol desde el que podía asomarse al patio. Allí estaba el caballo más bonito que había visto en su vida. Brisa lo miraba embelesada. Se habría pasado todo el día mirando a aquel hermoso animal, pero los gritos de la tía Carlota, llamando a todos a comer, la sacaron del sueño. Tenía que bajar del árbol. Brisa hizo un movimiento para apoyar bien el pie en una rama, pero resbaló. Cayó al suelo, chocando en su caída contra las ramas. Su primo intentó ayudarla, pero no pudo hacer nada. Corrió a avisar a los padres que llegaron al momento. El padre levantó a la niña del 13


suelo con todo el cuidado que pudo y con la ayuda del tío Manuel la llevó hasta el coche. Brisa no paraba de llorar y de quejarse. Tenía torcido el brazo derecho y manchas de sangre en la cara. Se subieron al coche y salieron a toda velocidad hacia el centro de salud. Nada más llegar, el médico le hizo un detenido reconocimiento. —Tiene un brazo roto —dijo el doctor—. Las manchas de sangre de la cara no tienen mucha importancia. Son rasguños que se hizo con las ramas del árbol al caer al suelo. Los padres respiraron aliviados, porque habían creído que las heridas de la cara eran mucho más graves. Más tranquilos, esperaron pacientemente a que el personal sanitario hiciese su trabajo con Brisa. Pasado un buen rato, Brisa se reunió con sus padres. En su cara se notaba todavía el susto y el dolor. Tenía escayolado el brazo derecho. Las manchas de sangre de la cara habían desaparecido y solo se notaban algunos rasguños.

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6 El último sábado del mes de mayo por la mañana, toda la familia estaba preparada para salir de casa. Tin también estaba listo, esperando en la puerta, tumbado en el suelo al lado de Brisa, que lo tenía sujeto con una correa nueva. En el parque se va a celebrar un concurso canino con desfile de los perros del barrio. Se repartirán premios a los perros que más destaquen por sus cualidades caninas. Brisa quiere participar con su perro, aunque sabe que Tin no va a ganar ningún premio, porque en el barrio hay perros mucho más bonitos que él. Pero eso a ella no le importa. Lo que quiere de verdad es pasear con su perro por delante de todo el mundo. Cuando llegaron al parque, ya había mucha gente que iba y venía de un lado para otro con sus perros. Lo primero que hicieron fue apuntarse para participar en el desfile. Le tocó el número 14. Al cabo de un rato empezaron a sonar los altavoces. «Probando, probando», decía una voz. 15


Son muchas y muy variadas las historias que se cuentan en este libro, pero todas ellas están unidas y relacionadas por un mismo hilo conductor. Si te animas a leer el libro, verás, cuando llegues al final, que todas las historias tienen en común: la amabilidad de los personajes protagonistas, la defensa de la justicia y el espíritu de ayudar a los que tienen problemas y sufren necesidades.

Todos los cuentos de este libro tienen un mensaje.

¿Te animas a descubrirlo?

ISBN 978-84-18789-26-7

A partir de 12 años 9

788418

789267

www.babidibulibros.com


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