TRILOGÍA Hugo, Naya y el medioambiente
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Velado
Hugo y Naya deciden visitar a sus amigos
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de
una
que
Naya
las
de
el
pás, aún faltan varios meses para que vengan en verano, y los echamos de menos. ¿Qué os parece si vamos a visitarlos a la ciudad?
—¡No, no!, he pasado un invierno malo y mi cuerpo no está para viajes, ya me contaréis a la vuelta —dijo el abuelo Castor.
—Nosotras tampoco, estamos aquí muy a gusto y no echamos de menos la ciudad, aunque nos gustaría ver a nuestros amigos, esperaremos hasta el verano cuando vengan todos —respondieron las Ratas de Agua. Hugo y Naya decidieron comunicar a sus familias que les apetecía ir a la ciudad para visitar a Unai y Mario, y les preguntaron a sus papás si
les daban permiso; estos accedieron, y les dieron instrucciones de cómo debían comportarse en casa de Unai. Después, sus mamás les ayudaron a preparar las mochilas, metiéndoles comida y agua para el camino.
Al día siguiente, emprendieron el viaje a la ciudad muy contentos. El abuelo Castor, las Ratas de Agua y sus familias les dijeron que les dieran recuerdos, y que los esperaban en verano. Iban caminando y charlando tan a gusto, cuando escucharon una voz:
—¡Buenas tardes, amigos!
Al girarse, vieron que era su amigo el señor Búho, aunque este no los reconoció.
—¡Hola, señor Búho! ¿Es que no nos reconoces? —preguntó Naya.
—¡Ahora sí! Os he reconocido por la voz, sois Naya y Hugo, perdonad, es que me voy haciendo mayor y he perdido algo de vista. ¿Qué hacéis por aquí? —les preguntó.
—Vamos a la ciudad para ver a nuestros amigos, así que pasaremos la noche debajo de tu árbol.
—Me alegro de que os quedéis esta noche conmigo, yo velaré por vosotros para que podáis dormir tranquilos, y aunque la vista me falla un poco, el oído lo tengo muy fino, así sé cuándo se acerca alguien —comentó el Señor Búho. Naya y Hugo se despidieron dándole las buenas noches, pero antes
de que se durmieran, el señor Búho les dijo:
—A la vuelta me contáis cómo están nuestros amigos, y les dais recuerdos de mi parte.
—¡Así lo haremos! —Y se quedaron dormidos.
Al despertarse por la mañana, lo primero que hicieron fue mirar hacia la rama del árbol, y cómo el señor Búho seguía durmiendo, partieron sin hacer ruido.
A media tarde, y cuando ya estaban en la pradera, decidieron ir a visitar a su amiga Veloz, la liebre, al llegar a su casa, llamaron a la puerta y una joven liebre salió a recibirlos, y como no los conocía, les preguntó:
—¿Quiénes sois, no os conozco?
—¿No vive aquí Veloz? —preguntó Naya, al ver que no era su amiga.
—¡Sí, es mi mamá! —respondió.
Al escuchar la voz de Naya, Veloz salió y los abrazó.
—Pero ¿qué hacéis por aquí? —les preguntó.
—Vamos a la ciudad a ver a nuestros amigos, y no queríamos pasar sin entrar a saludar.
—Entrad, así conoceréis a mis hijos.
Cuando Naya y Hugo entraron, vieron a tres jóvenes liebres.
—¿Y su papá, vendrá a la noche? —volvió a preguntar Naya.
Con tono triste, Veloz les explicó:
—Lo siento, no vais a conocerlo
porque unos cazadores que pasaron por aquí le dispararon, produciéndole la muerte, yo corrí con mis hijos y me escondí.
Viendo Hugo a su amiga Veloz tan apenada, cambió de tema y le preguntó:
—¿Cómo se llaman tus hijos?
—No les he puesto nombre todavía —respondió Veloz.
—¡Ahora se lo vamos a poner! —Y preguntó—: ¿Qué te parece si a este le llamamos Manchita por la mancha negra que tiene encima la nariz?
—Me parece bien —respondió Veloz.
—Y a esta tan blanca, la podemos llamar Blanquita, como la perrita de Ainhoa —dijo Naya.
—Es muy bonito ese nombre —comentó Veloz.
—Y a este pequeñín que duerme tan a gusto, qué nombre le pondremos… —comentaron Hugo y Naya.
—¡A este, le pongo el nombre yo, y lo llamaré Dormilón, porque se pasa el día durmiendo! ¡Por fin mis hijos ya tienen nombre, gracias, amigos! —dijo muy contenta Veloz.
Después de cenar, Hugo y Naya, mientras los hijos de Veloz dormían, se quedaron hablando con ella y le contaron que Unai y su familia los invitaron a ir de vacaciones con ellos a una ciudad donde conocieron cómo era el mar y la playa, y a los amigos de los papás de Unai, quienes los ha-
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bían invitado a ellos. Ya cansados, decidieron acostarse.
A la mañana siguiente, y después de desayunar Veloz dijo:
—Decidle a Unai, a su familia y a los animales de la granja que me acuerdo de ellos, y que espero verlos pronto.
—Se los diremos de tu parte. —Y se despidieron con un abrazo.
Hacia el mediodía, llegaron a la granja, y al primero que se encontraron, fue a Porc, quien seguía en su charca.
Porc! —saludaron Hugo y Naya.
Al escucharlos, Porc se levantó y los saludó:
—Hola, Hugo, hola Naya. ¿Qué hacéis aquí ? —preguntó, sorprendido por su visita.
—Vamos a la ciudad para visitar a nuestros amigos Unai, Mario y sus papás —respondieron.
Al ver que había gente en la charca con Porc, se acercó Leila con su hijo Lucero, quedándose sorprendida al ver a Hugo y Naya, que viendo estos su cara de sorpresa, le explicaron el motivo de su visita. Después Leila, muy orgullosa, dijo:
—Os presento a mi hijo Lucero.
—¡Qué grande está!, esperamos que vengáis este verano a nuestra casa —comentaron Hugo y Naya.
—Por supuesto, iremos muy gustosos —respondió Leila.
caballo, y al
escuchar
alboroto, se acercaron
a la que le pusieron
perro, con su hija la perrita
nariz, qué era muy chatita
nombre
en recuerdo de su mamá, que murió
nacer ella; también se acercó Min,
ratón,
pollitos, los patos y el
gallo, las gallinas
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Con este tercer libro, terminamos la Trilogía de Hugo, Naya y el medioambiente. Hugo y Naya, junto a sus amigos Min, Rabito y Chata, deciden ir a la ciudad para visitar a sus amigos Unai y Mario. Mientras Mario hacía amistad con un niño en el parque, llamado Daniel, Min y Naya se habían subido a un contenedor de basura, cayendo dentro, con tan mala suerte que vino el camión de la basura y se los llevó. Gracias a Daniel, cuyo papá trabajaba en la Planta de Reciclaje de la Ciudad, pudieron saber a dónde iban a parar las basuras de los contenedores. ¿Quieres acompañarlos en esta aventura y saber que les pasó a Min y Naya?
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Valores Implícitos:
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En esta aventura conocerán a dónde va a parar todo lo que reciclamos en los contenedores. Esto nos animará a seguir reciclando para cuidar el medioambiente y mejorar la vida en nuestro planeta. Además, encontraremos en esta historia valores de amistad y respeto a los mayores, y también conocerán cómo se vive en una granja.
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