JORDI Y GUNI, ATRAPADOS EN EL TIEMPO

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Javier Enríquez Serralde



JORDI Y GUNI, ATRAPADOS EN EL TIEMPO ¿CÓMO SURGIÓ ESTE LIBRO?

En las noches, antes de dormir, mi hija me pedía que le contara un cuento. Yo le pedía que me propusiera personajes. Ella proponía: una sirena, un gorila, un extraterrestre en el bosque. Así empezamos nuestros viajes mágicos. Una niña y después adolescente que quería oír un cuento, y un niño en el cuerpo de un adulto que se los contaba. 11


Mi madre nos acompañó en nuestros viajes muchas noches. Un día, ella me pidió que grabara los cuentos mientras los contaba. Después de una temporada los grabé. Muchos años más tarde, mi madre me pidió que escribiera los cuentos. No lo hice. Me insistió durante mucho tiempo. Al ver que no lo hacía, mi esposa también insistió y volvió a insistir. Finalmente, los escribí varios años después. Más tarde mi madre me pidió que se los contara de nuevo, y así lo hice. A continuación, podrás leer uno de los cuentos, del cual surgió la trama de la aventura de este libro.

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Este es un cuento que se cuenta al revés. No empieza antes, empieza después. Vamos a empezar con lo que pasó en el futuro, mas sería mejor decir, vamos a acabar con lo que será en el pasado. Hace muchos años, había un niño de doce años, mas sería mejor decir, dentro de muchos años habrá un niño de doce años. Y este niño viajó, muchos años al pasado. Tantos años al pasado que en ese entonces lejano todavía no había humanos. En ese extraño pasado, se encontró a un ungulado, 13


un ser civilizado que lo acogió con agrado. El tierno venado lo invitó a su hogar, y allí conoció a su clan en un ambiente familiar. Sorprendente ungulado, que más bien parecía venado. Con cuatro pezuñas delante y tres pezuñas detrás, que además de ser parlante era siempre muy cordial. Estos lindos venados se trataban como hermanos, sin disputas ni recelos, en su casa con dos suelos. Tenían cuernos que eran blandos y que usaban como manos. Porque en cada uno de sus cuernos tenían ellos siete dedos. 14


«Qué curioso», el niño murmuró, con modales y muy listo, «un venado en vestimenta». Y el venado susurró: «Qué curioso ser sin vello, en dos patas y sin cornamenta». Porque el niño tenía cinco dedos, cinco dedos en cada mano. Y el venado tenía siete dedos, siete dedos en cada cuerno. Y todo esto sucedió mucho tiempo en el pasado. Tanto tiempo en el pasado que en ese entonces no había humanos. Millones y millones de años son los años que han pasado, desde que los venados con mente vivieron en este ambiente. Por eso estaba tan cautivado este niño de doce años.


Dejemos que se cuente, desde ese futuro lejano, la viva memoria reciente de su viaje a ese pasado. Un pasado muy lejano y su aventura con el venado. Un venado inteligente que no era como un centauro y su existencia no es vigente, pero que vivió como humano. Este es un cuento que se cuenta al revés. No empieza antes, sino empieza, después... Y con este cuento terminado, comienza la novela que tienes en tus manos.

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CAPÍTULO 1

Habrá

una vez, hace muchos, muchos años, un niño de casi trece años que se llamaba Jordi. Como lo que le pasó a Jordi pasará y pasó, lo contaremos en pasado. Estaba suspendido en el tiempo. No, Jordi se corrigió. Estaba viajando por el tiempo. Y a una velocidad extraordinaria. Por eso, tal vez, no podía ver claro. Desplazándose entre nubes multicolores. ¡Qué manera de comenzar la adolescencia! Como una onda más en las ondas del tiempo. Y todo por lo que pasó tres días antes. 17


Jordi tenía unos ojos vivarachos color miel y un flequillo indómito, también color miel, que siempre intentaba esconderle un ojo. Él constantemente se lo quitaba con la mano. Jordi vivía con sus papás en una casa muy agradable. Su casa estaba situada en una zona llamada College Town. Era el lugar donde residían muchos estudiantes y profesores de una prestigiosa universidad. Jordi tenía un vecino y amigo que era mago. No era mago prestidigitador, que sacaba conejos de un sombrero. Era mago por los inventos que hacía. El mago era profesor de física en la universidad. Se llamaba Hendrich Wolfgang Grünenthalwald. Era un nombre muy largo; un trabalenguas germano. Jordi le llamaba Guni, un apodo amigable y fácil de decir. Guni era de un país muy pequeño llamado Bremen, en lo que muchos años antes estaba en Alemania, y muchos, muchos años atrás, estaba en el Sacro Imperio Romano. Los papás de Jordi, que también eran profesores de la universidad, le decían a Jordi que Guni era muy buena gente, pero raro. Raro, pero brillante. 18


A Jordi le caía muy bien Guni. Le gustaba ver sus largas cejas, que bajaban como flequillos y le cubrían la mitad de los ojos. Sus ojos eran grandes, claros como el cielo de la mañana y parpadeaban sin parar, como si estuvieran haciéndole preguntas a la naturaleza. También le gustaba su melena, que bajaba como hojas de palmera y flotaba arriba de sus hombros. Guni hablaba de una forma muy simpática, que a Jordi le gustaba. Guni y Jordi eran buenos amigos y se divertían juntos. Su amistad era, a veces, como de dos niños, y a veces, como de dos adultos, pero más que nada, como de dos adolescentes. Era como si entre Jordi y Guni no hubiera diferencia de edad, como si sus espíritus hubieran viajado juntos por una eternidad. Por las tardes, después de la escuela, Jordi visitaba a Guni y los dos jugaban a la pelota o al ajedrez. Mientras jugaban y bromeaban, Jordi le relataba anécdotas de su escuela y Guni le contaba a Jordi lo último de sus experimentos. Pero una tarde, mientras jugaban ajedrez, Guni le reveló algo que había mantenido en secreto por mucho tiempo. Los primeros experimentos habían salido muy bien. 19


—¿En serio? —preguntó excitado Jordi, movió su reina y se quitó el pelo de la cara. —Shí —Guni asintió con la cabeza y se comió la reina de Jordi. Levantó su brazo, miró su reloj y se volvió hacia la ventana—. Lo he verificado variash veces. —¿Y ahora qué vas a hacer? —Jordi movió un caballito. —Mañana yo me pondré un uniforme de vardia y me transhporto aquí —Guni volvió a consultar su reloj—, afuera de esha ventana en dos minutos. —¿En serio? —repitió Jordi. Esperó a que Guni moviera otra pieza, pero no sucedió. Guni se levantó y dio unos pasos nerviosos hacia la ventana. Miró hacia la calle, esperó unos momentos, consultó su reloj, dio media vuelta y regresó al juego. Vio el tablero rápidamente, se agachó y movió un alfil. —Jaque mate —dijo Guni. Volvió a ver su reloj y retornó a la ventana. A Jordi no le importó perder. Se levantó de su silla y se paró junto a Guni. Los dos miraron por la ventana. Faltaban unos minutos para ver al Guni de mañana pasar por la ventana en uniforme de guardia. 20


—Diez shegundos nada másh —dijo Guni con su muñeca enfrente del pecho. Su mano era un puño pálido. Sus ojos viajaron entre el reloj y la ventana. Jordi y Guni esperaron esos segundos interminables. —¡Allí estás! —exclamó Jordi. Así fue. Guni del mañana, vestido por razones desconocidas en uniforme, pasó por la ventana sin prestarle atención y continuó caminando. Jordi y Guni, el Guni de hoy, se acercaron más a la ventana para ver mejor a Guni del mañana. La cabeza de Guni chocó contra el vidrio y se la sobó. Los dos vieron al Guni del mañana alejarse por la banqueta con pasos lentos, y de pronto... desapareció. Jordi se quedó con la boca abierta. El flequillo le cubrió completamente un ojo y no se lo quitó. Guni le puso una mano en el hombro. —Ashí es —dijo Guni con satisfacción—. Un éxito rotundo. —¡Quiero ver tu máquina! —dijo Jordi al recuperar el habla—. ¿Me llevas a tu laboratorio? —Shí —dijo Guni—, pero no en los shiguientes dos días, porque técnicos me ayudan en los experimentos. 21


Jordi vivía en una ciudad universitaria. Tenía un vecino y amigo, un profesor joven, un genio que inventó el primer modo de transporte en el tiempo. Su amigo lo invitó a pasear en el primer experimento. Jordi aceptó. Juntos comenzaron un viaje a un pasado remoto. Muy, muy remoto. Pero las cosas no salieron bien. En cuestión de segundos Jordi se encontró solo. Solo, sin saber en dónde estaba o cuándo estaba. Jordi estaba en un lugar extraño hace 39 millones de años. Decepcionado sin saber qué hacer, Jordi se sentó en el suelo desconsolado y esperó a su amigo. Pero su amigo no llegó. De pronto, Jordi sintió que algo o alguien le tocó la cabeza. Alzó la vista. No era su amigo. Era algo inconcebible. Eran los cuernos movibles de un ser asombroso. Una especie de venado, con ojos vivarachos e inteligentes. Sin previo aviso, el venado lo sujetó de los brazos con sus cuernos/dedos. Fue el inicio de una aventura que acompañaría a Jordi por toda su vida. En el pasado remoto y en el futuro.

ISBN 978-84-19106-50-6 ISBN 978-84-18649-01-1

9 788419

106506

A partir de 12 años

www.babidibulibros.com


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