Juana,
Juana es una hormiga, y todos hablan en la colonia de que es buena para nada. Es perezosa, holgazana, gandul, indolente, haragana, vaga, etc. La tratan mal y ella lo sabe, sabe que tiene miles de compañeras y ninguna amiga…
—¡Ay, Juana, hija!, es que no te ayudas —le dice su madre—. ¿Por qué no trabajas, hija?
—Mamá, yo trabajo, tengo la casa que necesito, la comida suficiente, no entiendo por qué tenemos que trabajar todo el día y consumir todo el tiempo, acabando con todo a nuestro alrededor… Todas las horas viviendo para destruir. Vivimos menos y trabajamos más. Y ¿solo para consumir? —Hija, ¿te estás oyendo? Es que tienen razón, eres una descarada.
A Juana todos los comentarios le entraban por un oído y le salían por el otro… no le importaba ni el qué, ni el quién, ni el cuándo, ni el cómo de un comentario hiriente. Afortunadamente, porque recibía miles al día.
—¡Mírala! son las diez de la mañana y se va a incorporar a la fila ahora… ¿Tú te crees? Es que ni intenta fingir que le apetece ayudar en algo… —decían unas.
—¡Es buena para nada! Cogerá sus cinco trocitos de lo que sea que necesite solo para ella y se irá… Sin pensar en nadie más… —decían otras.
