La nostalgia que maúllan los olvidados

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LA NOSTALGIA que maúllan

LOS OLVIDADOS Lallo Rosique Prólogo de Gracia Morales



Maullar el desconsuelo Gracia Morales

Bajo el título La nostalgia que maúllan los olvidados, Lallo Rosique nos presenta su segundo poemario, donde emerge una voz intensa, áspera a ratos, original y arriesgada en el uso de sus imágenes. Nos encontramos ante una treintena de composiciones, que privilegian el verso de largo aliento, con un ritmo muchas veces galopante, que no se atiene a ningún esquema métrico cerrado. No obstante, en ocasiones se opta por el discurso en prosa, aunque manteniendo cierto lirismo y una predilección por las enumeraciones en tropel, lo cual puede recordarnos a la estética surrealista. 3


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Desde mi punto de vista, a pesar de su diversidad formal, todo el poemario se sostiene sobre algunos puntales temáticos que lo cohesionan y generan una especie de diálogo interno entre las composiciones. Me voy a centrar ahora en discernir algunos de esos pilares que aportan coherencia y entrelazan los diferentes poemas del libro. Por una parte, considero interesante destacar el telón de fondo sobre el que se alza la vivencia personal del yo poético. Ese paisaje externo retrata una sociedad cuya decadencia afecta a todos los planos del ser humano: el moral, el emocional, el psicológico, el familiar, el amoroso, el doméstico… Las causas de esa crisis profunda tienen que ver con la falsa promesa de felicidad que genera el consumismo y la enajenación televisiva (como se comprueba en «Pandemia» o en «Un árbol de Navidad»), también la indiferencia, la falsedad y la ausencia de ideales, así como la urgencia vital a la que nos condena nuestra contemporaneidad («La humanidad camina desquiciada por el paso del tiempo», se nos dice en el poema en «El divorcio de un ciclista»). A todo esto, se une además la experiencia de la pandemia y del confinamiento, que aparece de modo tangencial en algunos poemas («Amor en cuarentena», «El virus de la ignorancia humana», «Pandemia») y que agudiza aún más el miedo y la incertidumbre. 4


La nostalgia que maúllan los olvidados

Por todo lo apuntado, en los textos se trasluce una constante sensación de caos, de pérdida, de «tambaleo de péndulo desmembrado», como se indica en «El circo de la amistad» o de persistente «aroma a fracaso» («Casas vacías»). Esto empuja al personaje poético, en ocasiones, a un cierto malditismo y también al anhelo de alguna forma de huida. Ese deseo de escapar puede concretarse, por ejemplo, en la experiencia del viaje. Varias composiciones encajan en esa línea temática: «Crackòvia», «La niña de Neuquén», «Transbordo Norte-Sur», «Eternos pasajeros», «Calle de Gracia» o «Bruselas». También la literatura u otras formas del arte (especialmente la música) ofrecen un (quizá precario, pero posible) espacio de liberación. De hecho, son bastantes las referencias intertextuales que aparecen entre los versos de La nostalgia que maúllan los olvidados: algunos autores de los que se citan encajan claramente en esa fascinación por lo maldito ya apuntada (el decadente John Fante, la solitaria Pizarnik), pero también se encuentran otros nombres como el de Unamuno (en «Esqueje saldeanino»). No obstante, el poema que más claramente se sostiene sobre la mirada revulsiva hacia nuestra genealogía literaria es «Poetas agridulces». Finalmente, la vivencia amorosa es el ámbito donde más claramente se busca (aunque no siempre se 5


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encuentra) una salida que apacigüe la sensación de angustia y decepción vital. Ese amor puede ser, en algunos momentos, el cariño hacia el padre o la madre y la nostalgia de su presencia protectora; ahora bien, es sobre todo la figura femenina la que encarna esa posibilidad de descanso o de puntual reconciliación con la existencia. En la estela de lo que ya dijera Javier Egea, en su famoso poema «Otro romanticismo», «Hay cosas en la vida / que solo se resuelven junto a un cuerpo que ama». Así, en muchos de los poemas de Rosique aparece la pareja y el gozo erótico como fuerza capaz de devolver el sentido o la esperanza. Sin embargo, también asoma su reservo inevitable: la decepción, el rechazo, la incomunicación o la conciencia del encuentro sexual como gesto mecánico, vacío, amargo. Pero, aun así, en medio del desconsuelo, los olvidados siguen diciendo sus poemas. Desde los tejados de ciudades confusas y enfermas, el solo gesto de maullar estos versos exasperados ya se convierte en una forma de resistencia y de militancia a favor de una vida más plena y auténtica.

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Ausencia

Las gaviotas difunden un rumor teñido de sangre. Son conscientes de que la alegría quedó desdibujada, la enfermedad se hizo poso en un mar inquieto, donde las sonrisas son cristales ahorcadas en silencio, en un hogar donde las cuatro paredes no ven la luz y las voces suenan a cuchillos afilados de aguardiente, a tu voz en la memoria, a crisantemos vivos. Homenajes mezclados con guitarras desafinadas. Con un alcohol espeso y triste, de resacas infinitas donde nadie se siente seguro, bebido en cementerios olvidados de carne cruda. Y con ecos del pasado que apuntan a un final correcto, 7


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a egos incrustados donde grita tu memoria: «Hay que seguir hacia adelante», «Tenéis que ser fuertes…». Palabras… Palabras de cariño sin consuelo. Juegos de manos de un vecindario curioso, en instantes que se pierden en el llanto de una niña, que grita tu nombre desde un acantilado, en un sonoro precipicio, visto para sentencia… Y la música termina cuando el clamor suena a bienvenida. Hace un año que la muerte bailó su danza más premiada. Dejémosla que siga imitando el zapateo de tu empatía. No vuelvas a repetirme que no te eche de menos… Simplemente, ayúdame a disfrutar de tu ausencia.

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Una tarta de cumpleaños Las calles se asemejan a una morgue de ambulancias. Los vestidos están confeccionados de un algodón de azúcar, esculpido por los uñeros de un tramposo feriante, la luz de la habitación parpadea restos de confeti, y en la nevera, una tarta sostiene treinta velas, como si fueran miembros flácidos que saludan a la senectud con unos labios agrietados por el paso de los años. La mañana despierta con mensajes de amores decadentes. Un gato me disecciona en la cama mi tez con su lengua, y en el tragaluz, una araña aspira a ser la reina de Instagram. Las canas dibujan en mi espejo una caricatura pervertida. Se escuchan ristras y ristras de mensajes… Quizá sea el tiempo que avisa del paso del último tren. 9


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Muecas insignificantes, alegrías coquetas de vestidor, llamadas inoportunas, visitas que saben a orgasmo. Las horas pasan y el día se hace más pestilente, en la mesilla John Fante me regala su decadencia, esa tuberculosis fétida de un viejo amargado. Ahora, la tarta apenas aguanta una docena de velas embriagadas en una botella de vino blanco que decora un jardín lleno de colillas. En la acera se escuchan los tacones de una vida… Será el crepúsculo, que asoma con una mujer bajo el brazo, la cual me desnuda con el desprecio de firmar una redención insignificante. Quedan cuatro velas pringadas de un merengue espeso. La televisión hierve a playas vacías y sabor a recuerdos. Ha llegado el fin de otro verano esperpéntico… Mañana seré más sabio, bajo un preludio masoquista.

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“La nostalgia que maúllan los olvidados” es el segundo poemario de Lallo Rosique. Es un libro donde el autor comparte abiertamente con el lector sus experiencias personales y lo hace partícipe de ellas. Temas como el amor, la muerte, la soledad o la hipocresía aparecen en este poemario que no dejará indiferente a nadie. Como diría Baudelaire, “El amor es un crimen que no puede realizarse sin cómplice”, y la poesía de Lallo Rosique no puede realizarse sin su

228789 788419 9

ISBN 978-84-19228-78-9

propia experiencia y desnudez.

mirahadas.com


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