Las Aventuras de Xisca y Baby Z
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XISCA Y BABY Z VAN AL BOSQUE
El día era soleado, y Baby Z miraba por la ventana, como de costumbre, pegada a su inseparable hermana, y amiga de cuatro patas, Xisca. Ambas observaban el mundo exterior con los ojos bien abiertos, atentas a cualquier pajarillo que se posara en la rama que había frente a la ventana.
El árbol, pelado por el invierno, asomaba pequeñas flores por la cercanía de la primavera. En ese momento, la rama quedaba descubierta al sol, y los gorriones, perezosos después de una mañana ajetreada buscando agua y comida, reposaban en la rama bajo el templado sol de invierno.
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Baby Z solo podía pensar en las flores, las mariposas y los pequeños reptiles que tomaban el sol en los márgenes del paseo. Mientras, Xisca no podía dejar de pensar en correr a lo largo del parque buscando de manera ávida e impulsiva su querida pelota. Ambas, en cuanto desconectaban de la ventana, se dirigían a sus padres buscando que la familia entera saliera directa a darse un paseo por el parque.
Papá preparaba los enseres necesarios para hacer un pícnic en el parque. Siempre llevaba un plátano para cada uno, uvas frescas del mercado, un tomate recién arrancado, un pimiento, perejil, aceitunas, zumo exprimido de las naranjas del huerto, un poco de queso y gevreks, esas rosquillas de pan que disfrutaban en los desayunos de los fines de semana.
También guardaba una bolsita con aceite y sal, un mantel, cubiertos, platos, vasos, servilletas y
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bien escondido en la bolsa de pícnic, una tableta de chocolate.
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Mientras, mamá guardaba en una mochila una pelota para Xisca, un cubo y una pala, una comba, un frisbee y una cometa.
Juntos, finalmente montaban en el automóvil, pero esta vez había una sorpresa para Baby Z y Xisca; hoy no iban al parque, sino al bosque.
El bosque era mucho más bonito que el parque, todo estaba lleno de árboles, y había muchos tipos de plantas y flores, como las margaritas, que bien entrada la primavera, cubrían laderas enteras de la montaña.
Estaban los pinos, con sus piñas llenas de piñones y cubiertos de las peligrosas orugas, que formaban una larga fila india que llegaba hasta la cima. Había que tener mucho cuidado, pues cuando se enfadaban, picaban. Lo mejor era observarlas desde lejos, sin molestarlas. Como todos los animales del bosque que nos íbamos encontrando.
De repente, Xisca estiró la cola y la patita delantera apuntando en una sola dirección cuando un conejo saltó de un arbusto y se puso a correr veloz a esconderse en lo más profundo del bosque.
Nosotros seguimos nuestro paseo, Mamá y papá querían hacer el pícnic al lado del arroyo, que finalizando el invierno venía cargado de agua fresca y cristalina, llena de truchas y cangrejos de río.
La mesa para el pícnic era de piedra, y estaba situada a la vera del arroyo bajo un baobab gigante que daba
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sombra, pero dejaba escapar rayos de sol que iluminaban los platos dándoles el esplendor que merecía el esfuerzo de mamá y papá en haber organizado y cocinado el pícnic. Papá le estaba lanzando la pelota a Xisca, mientras mamá hacía una foto. Papá lanzó la pelota tan fuerte que llegó al río y la pelota se fue flotando con la corriente.
Xisca salió corriendo por el lado del río persiguiendo la pelota; Baby Z, sin darse cuenta, movía los pies a gran velocidad detrás de su inseparable amiga hasta que llegaron a un punto donde la pelota cayó por una cascada.
Xisca y Baby Z vieron precipitarse la pelota de lejos, ya era imposible encontrar la pelota de Xisca. Dieron la vuelta, y se encontraron que estaban solas en medio del bosque; súbitamente, a Baby Z y Xisca el bosque les parecía enorme y tenebroso cuando vieron que había una araña colgada en un árbol a través de un hilo de seda.
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Xisca empezó a oler el suelo en busca de un rastro, levantó la cabeza y miró a Baby Z con una seguridad que le hizo llenarse de valentía. Ambas empezaron a caminar adentrándose en el bosque, siguiendo el rastro que había encontrado Xisca.
Los rayos de sol filtrados por las copas de los árboles generaban sombras siniestras que parecían querer acercarse a Baby Z y Xisca.
Xisca paró con las cuatro patas abiertas, empezó a mover la cola y levantó la cabeza. Cuando Baby Z por fin miró en la misma dirección, vio bajo un claro de sol un hermoso Cervatillo, que los miraba juguetón. Xisca y el cervatillo se acercaron a saludarse, después invitaron a Baby Z para que viese de cerca al pequeño Cervatillo y pudiese acariciar su suave pelaje.
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Xisca le contó al nuevo amigo lo que les había pasado, y que ahora se encontraban perdidos en medio del bosque. El Cervatillo dijo que les ayudaría sin pensárselo, él sabía que había varios puntos en el bosque donde las familias hacían sus comidas; él los guiaría hasta encontrar a sus padres. El Cervatillo les contó la suerte que habían tenido de encontrarlo, porque el bosque es muy grande, aunque está lleno de amigos, al anochecer podía volverse peligroso. Los mejores amigos del Cervatillo eran el señor Búho, que le hacía de vigilante por la noche, y el señor Conejo, con el que hacía carreras de velocidad y la señora Águila, que le alertaba durante el día de cualquier peligro que pudiera acecharle en el bosque.
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Xisca y Baby Z oían atentas las historias de su amigo el Cervatillo, pero no sabían qué peligros
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aguardaban en el bosque. Xisca, con un poco de miedo, le preguntó:
—Pero amigo Cervatillo, ¿de qué puedes tener miedo en el bosque? ¡Los humanos siempre nos protegerán!A lo que el Cervatillo respondió:
—Oh, pequeña Xisca, creo que el mundo de la ciudad y el mundo del bosque son muy diferentes.
»En el bosque solo sobrevive el más fuerte, por la noche, hay lobos que están muy hambrientos que salen a buscar comida. La mayoría de ellos son buenos amigos míos, pero a veces, en luna llena, hay algunos que les entra una maldición y un hambre infinita se apodera de ellos. Esas noches, necesito a mi amigo el Búho para que me avise si ve algo raro. Y durante el día hay cazadores, son humanos que nos cazan por diversión, pocos de ellos lo hacen ya por alimentarse. En ese caso, mi amiga el Águila siempre está volando en el cielo por si ve algún cazador para avisarme y me pueda esconder.
»También hay muchos humanos buenos, los que van a hacer pícnic como vosotros, siempre vienen con jugosos manjares que nos dejan probar, y siempre dejan el bosque limpio, sin basura, para que después podamos pastar tranquilamente, sin encontrarnos plásticos ni restos que puedan hacer que el bosque se incendie.
»Recordad, Xisca y Baby Z, los animales, los bosques, los mares, ríos y lagos son lo más importante que
hay en el planeta, si no existiera alguno de ellos, nosotros tampoco podríamos vivir. Hay que ser limpios y reciclar, comer muchas verduras y toda la comida que nos pongan papá y mamá, pero siempre cuidando a los animales y su entorno, dándoles una vida alegre y cariñosa, disfrutando de ellos en la distancia, sin molestarlos.
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»Es esencial que me hagáis caso, y que cuando veáis amigos o familiares que nos son buenos con la natura-
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leza y los animales, recordarles el mensaje de vuestro amigo el Cervatillo, el que os ayudó a salir del bosque y encontraros con vuestros padres.
Xisca y Baby Z afirmaron al Cervatillo que nunca lo olvidarían y cerraron su promesa uniendo la mano de Baby Z, la pata de Xisca y la pezuña del Cervatillo.
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—Lo prometemos, amigo Cervatillo.
Los tres siguieron su camino, hasta que el Cervatillo se puso en medio y les dijo que pararan. Se habían encontrado con la señora Serpiente, siempre solitaria buscando el calor de algún hueco en la tierra o en una piedra. El Cervatillo les contó que si no le molestas ni te cruzas en su camino, pasa de largo, pero que como oses preguntarle algo y tenga un mal día, te puede morder. Así que lo mejor es observarla desde lejos, sin incomodarla. Una vez que la señora Serpiente cruzó miraron y el semáforo seguía en rojo. Cuando el semáforo del árbol estaba en verde,
los tres, Baby Z, Xisca y el Cervatillo miraron a izquierda y derecha por si fuera a pasar algún otro animal, y cuando no había peligro, cruzaron.
Siguieron su camino hasta encontrarse con el señor Oso, que estaba pescando en el río. Tenía un cubo lleno de truchas, que decía necesitaba comerse después de haberse despertado de su larga siesta de invierno.
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Había hibernado y estaba muy flaco. Mientras pescaba, se estaba comiendo a la vez las truchas que estaban en el cubo, el hambre y la boca llena hacían muy difícil que se le entendiese. Pero entre bocado y bocado dijo:
—Antes he visto a unos humanos buscando a un perro y una niña, creo que eran vuestros padres, estaban al inicio del río, por aquella dirección.
Xisca y Baby Z se miraron, y felices corrieron hacia la dirección que les había indicado el señor Oso. Enseguida vieron a papá y mamá, se abrazaron los cuatro felices de encontrarse de nuevo y volver a casa juntos. Xisca y Baby Z se miraron felices y prometieron cuidar el planeta Tierra como les dijo su amigo el Cervatillo.
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ISBN xxx-xx-xxxxx-xx-x ISBN 978-84-18942-70-9 9 788418 942709
Una niña y su inseparable amiga descubren el mundo a través de diferentes aventuras en las que los animales les ayudan a salir airosas.
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