Las estrellas de Talang

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Yaiza Martí

CONFÍA EN TI PARA BRILLAR

Ilustrado por

Noemí Espelt



Camino al colegio, acompañada de su madre

y su hermanito Marcos, Noa se sentía nerviosa. Nunca acostumbraba a ir al colegio tranquila, siempre estaba inquieta, insegura por lo que le depararía la jornada, pero ese día, ese y todos los anteriores durante la última semana, lo estaba más que nunca. Su profesora llevaba tiempo organizando una muestra de talentos en la que todos los alumnos tendrían la oportunidad de hacer cualquier cosa que se les diera bien y que quisieran enseñar al resto de sus compañeros. Noa no sabía qué iba a hacer ni cómo, y cada 3


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día que pasaba estaba más cerca de la fecha señalada. A medida que avanzaba el tiempo, las conversaciones en el colegio se centraban cada vez más en lo que harían unos y otros. Los niños y niñas se preguntaban entre ellos, ensayaban o se hacían pequeñas demostraciones, se divertían y parecían estar absolutamente despreocupados por el asunto. Noa solo percibía un atisbo de nervios en algunos de sus compañeros y compañeras, pero incluso ellos, incluso los más tímidos, parecían acabar disfrutando con lo que a ella le parecía el momento más horrible que podía estar viviendo. —Mamá, ¿no puedo volver a casa contigo hoy? Todos van a estar hablando de la jornada de talentos, y yo todavía no sé qué voy a hacer... ¿Podría quedarme en casa? Por favor... —Pero, Noa, ¿no ibas a enseñarles uno de tus dibujos? —Ya, mamá... Pero, pensándolo bien, esos dibujos no son míos. Yo solo sé copiar lo que veo... Eso no tiene mérito. 5


—Noa, no todo el mundo es capaz de hacer eso; y además, tú lo haces realmente bien. —No sé, mamá... —Ya lo tengo, ¿por qué no les cantas una canción? Siempre te ha gustado; o bailar, ¿qué me dices? Siempre estás cantando y bailando en tu habitación, podrías preparar algo así. —¡Pero, mamá! ¿Cómo voy a hacer eso? No, no... No se me da tan bien, y además, me moriría de vergüenza. No seré capaz, me pondré nerviosa y me saldrá fatal. —¿Sabes qué? ¿Por qué no hablas con tu profesora? Cuéntale lo que te pasa, seguro que juntas encontráis una solución. Cuando Noa quiso darse cuenta, ya estaban en la puerta del colegio. Sintió el beso de su hermano, fugaz como el que le había dado a su madre, parecía tener prisa por entrar. Le observó alejarse alegremente, subiendo decidido las escaleras de la escuela. Marcos siempre entraba así, directo, sonriente y sin miedo. Jamás titubeaba, y nunca necesitaba mirar atrás para 6


despedirse de nuevo. Casi siempre acababa coincidiendo con algún amiguito o amiguita de clase, y Noa podía ver cómo avanzaban juntos, hablando y riendo tranquilamente. Entonces la vio. Se sintió peor. Su estrella. Pequeña y brillante, muy brillante. Era preciosa. Noa miró a su hermano de cinco años con cierta envidia... ¿Por qué no era ella así? ¿Por qué no podía entrar así de contenta y segura al colegio? ¿Por qué vivía siempre preocupada e insegura? ¿Por qué su estrella estaba gris y apagada? Ella quería ser como la mayoría, quería tener su estrella brillante a la espalda, quería sentirse feliz con lo que era. ¿Qué estaba haciendo mal? Noa y su familia vivían en Talang, un mundo que había aprendido de sus errores del pasado, un mundo que no tenía fronteras, en el que no había ciudades ni países. Todos sus habitantes pertenecían al mismo territorio. Se agrupaban libremente, cada uno decidía dónde quería vivir y con quién. En cada 7


agrupación se encargaban de que no faltara de nada: comercios, profesionales, recursos de todo tipo... Y a quien le faltaba algo, a quien necesitaba cualquier cosa, se le ayudaba, desde su agrupación o desde la de al lado, o incluso desde alguna agrupación lejana. Quien fuera. Quien pudiera. No importaba. Era un mundo en el que todos tenían su sitio, incluso quien lo estaba buscando. En Talang, al poco de nacer, aparecía a espaldas de los bebés una estrella brillante que los acompañaba allá dónde fueran, formando parte de ellos. La estrella representaba el talento innato de cada niño y niña. Con los años, a medida que lo conocían y lo perfeccionaban, ganando seguridad en ellos mismos, la estrella cogía más fuerza y brillo haciéndose cada vez más grande, hasta que, en la edad adulta, desaparecía de su espalda para convertirse en una especie de pequeño tatuaje en la muñeca, dibujándose en su piel. Si todo había ido bien, si los niños y niñas habían crecido segu8


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ros de sí mismos, confiando en sus capacidades y sintiéndose bien con ellos, la estrella, ya dibujada, brillaba en un resplandeciente tono dorado. Pero si crecían como a día de hoy se sentía Noa, la estrella se tatuaba gris y se volvía mucho más difícil conseguir que volviera a brillar. Pese a eso, no era imposible, y muchos adultos con esfuerzo lo habían logrado. Esa marca pasaba a formar parte de ellos de por vida, recordándoles que se habían descubierto y encontrado a sí mismos o que, por el contrario, debían seguir trabajando para conseguirlo, dándoles esperanza para lograrlo. Algo le decía a Noa que la estrella de su hermano brillaría siempre, pero no estaba segura de llegar a recuperar la luz de la suya. Su estrella fue perdiendo brillo a medida que crecía, brillaba, pero no como la mayoría. Noa tenía miedo de que pasara el tiempo, le asustaba irse haciendo mayor y que su estrella quedara tatuada gris en su piel, haciéndole más difícil devolverle la luz. 10


A la pequeña de doce años se le hizo el día interminable, se lo pasó intranquila por si a alguno de sus compañeros o compañeras se le ocurría fijarse en ella, para variar, y le preguntaba por la jornada de talentos. Trató de pasar inadvertida, mucho más que de costumbre, solo pensaba en que sonara el timbre que anunciaba la salida, el timbre que siempre hacía que respirara de alivio. Y sonó. Y Noa, que siempre se dejaba la mochila lista unos minutos antes, salió de las primeras. En días como ese, parecía que le hubiera faltado el aire el día entero, y que necesitara urgentemente cruzar la puerta que la separaba de la calle para conseguir respirar profundamente y bien. Respiró y miró, buscando a su madre. La encontró, corrió hacia ella y la abrazó. Sintió que hacía una eternidad que necesitaba ese abrazo. Le temblaba la barbilla. ¿Por qué se sentía tan insegura? ¿Por qué los demás no se sentían así? Se le encogía el estómago al sentirse tan diferente. Su madre no 11


Noa es una niña de doce años que vive con su familia en Talang, un mundo en el que los bebés cuando nacen, lo hacen con una estrella a sus espaldas que brilla con fuerza. Pero la de Noa ya no brilla como las demás. ¿Por qué no tiene luz su estrella? ¿Qué es lo que necesita para recuperarla? ¿Logrará hacerlo? Noa se siente diferente, lejos de los demás, y no está segura de llegar a encajar nunca, pero el apoyo de su familia y de algunas personas de su entorno harán que el camino que debe recorrer sea menos complicado de lo que ella espera.

Esta historia se basa en la importancia de aprender a desarrollar la confianza y el respeto por uno mismo, enfatiza el valor de la familia y destaca el importante papel que tienen los maestros y maestras en el desarrollo emocional de los niños y niñas. La situación de Noa fomenta nuestra empatía y nos ayuda a comprender que sentirse como se siente ella es más común de lo que pensamos; y además es muy importante recibir el apoyo de los nuestros. En el transcurso de la historia, vemos también cómo la paciencia, el esfuerzo, la fuerza de voluntad y el optimismo son también valores esenciales para lograr el éxito personal.

ISBN 978-84-18911-38-5

9 788418

911385


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