fresas
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Maldito folio en blanco, llevo meses, incluso años, que esa palabra o esas palabras que componen una historia, esas mismas que hará cuatro años montaba cada día. Esas palabras que componían mis prosas, esas mismas que plasmaban mis sentimientos, mis pensamientos, mi mirada al futuro.
Sigo cara al folio, tengo una historia que me hace cosquillas en mi cabeza, pero no sé por dónde empe zar, cómo empezar, qué palabra plasmar para empezar esta historia de aventuras, con un poco de tristeza, pero con mucho amor. Esa que me saque de mi día a día y
me haga soñar, que me haga olvidarme de mis amargu ras y me ponga ese toque de felicidad en mi vida. Esa que me dé luz, esa que al que la lea, le haga soñar, le haga viajar en una aventura fuera de este mundo.
Quizá esa palabra que la compone no salga por ver güenza, por miedo, por el qué dirán o qué pensarán, pues la vez anterior, mis últimos relatos, mis últimas prosas las expuse mucho, puse mi corazón en cora zones ensangrentados, los cuales me hicieron mucho daño y, entre muchas otras cosas, volvieron a derrum bar mi vida.
Quizá no salga, porque por mi cabeza pasan mil pa labras por minuto, palabras dañinas, palabras de espe ranza y entre tantas se esconde esas historias, esos rela tos que me hagan sentir, que me hagan hablar, que me hagan soñar y percibir un poquito más la tranquilidad, el bienestar, la luz de cada día en esta vida.
Es verdad, dulce caramelo de fresa, que con esa mirada algodonosa y esa sonrisa de miel, ves la vida pasar.
Siento mis venas, hervir. Siento mi cabeza, alocada. Siento ese rayo que deja mi cuerpo inquieto. Siento. Siento, tan solo siento, que me descentro que no vivo, que mis lágrimas recorren mi alma
sin paciencia con esta angustia, del no vivir, del no saborear lo vivido, del no recordar, tan solo del querer olvidar. Siento, cómo se me centran esos nudos por mi cuerpo. Duermo, no duermo, mis ojos como un búho abiertos al mundo, de la desesperación. ¡AAAAAAAAAAAH!, qué ganas de sentirte otra vez, vida, con esos colores, del arcoíris.
Buscar, pero no encontrar. Buscar, ese amor perdido o no encontrado. Buscar, esa paz sosegada, esa sonrisa luminosa. El son de la ola al llegar a la orilla de la playa. Buscar, ese sueño, esa ilusión, y no alcanzar.
Buscar, ese día de alegría en que los sentimientos están en armonía, y poder saborear el momento de regocijo. Buscar, la melodía continua y acompasada, sin penas y con alegría, con la quietud del mar, al amanecer en la playa.
Buscar, tan solo buscar, otear el paisaje en un día soleado, de primavera.
La piel tensa, por la incesante catarata. Ojos enrojecidos, por la tremenda pena acontecida. Corazón, desgarrado como un sutil trapo, por el doloroso recuerdo de los momentos vividos. El alma, rota como una taza
por ese amor perdido. ¡Oh, mi amor! ¿Por qué te has ido? ¡Oh, mi amor! ¿Por qué te has ido? Tan joven y tan hermoso. Tu belleza en cuerpo y alma, recuerdo de un cariño que incapacita, a la rocosa montaña separar, el mar del océano, la tierra del fuego, la lluvia del barro, la arena del desierto.
¡Oh, mi niño! ¿Por qué te has ido? Suspiro, tremendo dolor al vacío. Suspiro, sentimiento encontrado, al encontrarse el recuerdo con tu marcha por el camino divino. ¡Oh, mi amor! ¿Por qué te has ido?
Hinchado pecho, por imposibles batallas de causas justas. Nervio de acero, por la incomprensión, de una sociedad ciega a la enfermedad silenciosa. Cabizbajo profundo, por miedo, al pensamiento del vecino de al lado, a esta enfermedad silenciosa, que tantas jugadas
me da en la vida. Hinchado pecho, por imposibles batallas de causas justas, que alumbran, a esta sociedad ignorante y muda. Como el trabajador en la mina, se sacarán trozos de piedra de la sociedad taciturna. ¡Y se alzará los puños! Por la victoria
Me quedé mirando sus hipnóticos ojos azules.
Era un silencio, enriquecedor, daba la sensación de que sin palabras nos estábamos comunicando, sentí su calor dentro de mi cuerpo, sentí cómo el cuerpo se es tremecía. Sentí su mirada clavada en la mía.
Vi su sonrisa traviesa y cómo, de manera nerviosa, se mordisqueaba el labio. A lo largo de los segundos, clavaba su mirada más en la mía y yo en la suya.
El sentimiento de calor se hacía más presente, cada vez esas palabras sin palabras eran una extensa comu nicación, sin conocernos, me sentía más cercano a ella, como si nos conociésemos de toda la vida.
Era una mirada misteriosa, era cercana, era como si nos acariciáramos sin acariciarnos, era una mirada
sensual, intensa, tan intensa, que desbordaba los sen tidos, sentidos enloquecidos por esa comunicación tan profunda.
Fueron unos segundos, quizá un par de minutos, pero fueron como estar hablando con ella horas.
En esa mirada nos conocimos, en esa mirada nos dijimos todo lo que nos teníamos que decir, sin decir una palabra, quizá todo no, pues le hacían falta esas palabras, esos gestos que rematasen tal conversación silenciosa y sin palabras.
Ese duende de color verde, con azules brisas y negras tormentas. Ese edificio, de raíces de color atrevido, que la tierra oxigena y da la vida plena. Esa piedra, que alimenta la planta, que le da vivencias, que le da experiencias, que invocan a la inmortalidad de su alma
Lluvia de fresas en tiempo de limones es un poemario en el que el autor, con un lenguaje sencillo, cotidiano y vital, nos introduce en los estados de ánimo, sentimientos, crecimien to personal, la problemática de re laciones humanas y el estigma, bajo la mirada de un enfermo de trastorno bipolar.
978-84-19454-09-6