Ares Sancho Los Faroles
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Años atrás En 2012, con diez años menos de edad, la cabeza con más fantasías, ganas de aventura, pocos planes a largo plazo y un espíritu valiente reconocido a mi alre dedor, me empeñé en montar un bar. En aquel momento yo estaba bien económicamente, disponía de unos ahorros tras trabajar varios años en un empleo bien pagado. Pero por un espíritu, un poco pasado ya entonces, juerguero y de fiesta nocturna, me hacía ilusión montar un bar donde ni siquiera tuve in tención de sacarle rentabilidad, mi primer error sobre montar un negocio, ya que el objetivo de este es, por definición, sacar una rentabilidad. Mi ilusión era tener
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Ares Sancho un10 bar donde básicamente hiciera lo que me diera la gana, tomarme lo que quiera cuando quisiera, invitar a quien quiera cuando quiera, etc. La idea era que el local, cuando estuviera a flote, diera lo suficiente para mante ner a la gente que trabajara en él y al mantenimiento del local. ¡Qué bobo!, en ese momento ni valoré, ni sabía de todos los problemas y preocupaciones de lo que es tener y gestionar el día a día de un negocio. De entre las cosas que tenía en la cabeza entonces, una que me sorprende es el poco valor que le daba a comprar una casa entonces, de hecho, entre copas noc turnas recuerdo en aquel entonces decirle a una amiga «buah!, ¿qué voy a hacer con mi dinero?, ¿lo mismo que todo el mundo? ¿¡comprarme una casa!?». Lo cierto es que me hace mucha gracia, ya que al momento de es cribir este texto estoy terminando un libro de relatos de toda la aventura de compraventa de mi casa que un par de lustros después me dio real beneficio. Yo era muy social, e incluso un tanto dependiente de ello, un amigo me decía que yo era un yonki social. Que básicamente quiere decir que me lo pasaba bien con la gente, me encantaba charlar y también escuchar, aunque no me quedaba callado mucho tiempo. Así que entre pitos y flautas yo le iba contando un poco mi vida a todo el mundo. Entonces tenía mucho más contacto con mucha mayor cantidad de gente, ya sea por las ga
Los Faroles11nas de charloteo con o sin cañas, la época pre-pande mia, ser más joven o lo que fuere. Era otra época más desinhibida, pero, aunque tenía mayor contacto con la gente, también tenía un vacío mayor, realmente el tiem po con otras personas me hacía creer, ser feliz, pero solo daba lugar a una continua dependencia de querer estar de charla y cachondeo de nuevo. Tampoco era un viva la vida, era todo un rollo suave de charla continua y mucho contacto con gente de mi quinta, acorde a la edad de entonces. La cuestión es que guardo buen recuerdo de esos tiempos, sobre todo ahora, a princi pios del 2022 en plena pandemia, con distanciamiento, mascarilla, etc., y no te acerques mucho a nadie no sea que te contagien y mueras, o mates contagiando a otro. Entiendo las medidas necesarias sociosanitarias actua les, lo que no entiendo es cómo no se critica más la falta de lo necesario que es el que estemos con otras perso nas. El ser humano es un ser social y prueba de ello es todos los problemas mentales, infelicidad, depresión e incluso suicidio de gente que está literalmente sola en un mundo al que llamamos civilizado, principalmente todo esto es más duro de cara a la gente mayor.
La cuestión es que me gustaba estar de cachondeo con todo el mundo, ¿a quién no? (pensaba), y disfru taba haciendo de filósofo-comediante, ya que siempre me ha gustado ver a la gente sonreír y demás. En ese
El primer arranque de empezar a montar el chiringuito, por llamarlo de una manera, fue contactar por el teléfono de todos los carteles que había de «Se Traspasa» de los sitios donde me pareciera interesante. A día de hoy, en el 2022, ya hace años que no veo casi ninguno, en aquella época, entonces presente, aunque aparentemente dismi nuyendo, la famosa crisis económica que se vivía en Es paña, había carteles de «Se Traspasa» por todos lados. En tonces era normal adquirir un local, pagar un «traspaso» a quien lo tuviera, que muchas veces no era ni al propietario, sino a quien ostentaba el contrato del alquiler y manteni miento del local. Dicho traspaso solía ser de miles a dece nas de miles de euros para locales corrientes, dependiendo de la ubicación, dentro de la Comunidad de Madrid.
Ares Sancho ambiente12 y entorno, todo el mundo de mi alrededor pa recía estar pendiente de la idea que tenía sobre montar un bar. Muchos me avisaron de muchas cosas, pero las mejores advertencias y consejos, los que se escuchan varias veces de diferentes bocas, no les hice apenas caso. Es curioso, como me dijo un amigo de enton ces, todo lo que opina la gente sobre el tema de bares, mientras que sobre muchas otras ciertas profesiones o destrezas no se comentaba nada. Era interesante ver cómo la mayoría, sin excepción, tenía idea y opinión de algo: «debes poner un buen vino», «debes dejar las copas baratas», etc. Todo el mundo tenía muchas ideas.
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Sobre el tema de obviar detalles es muy fácil olvi dar lo malo, no soy psicólogo, pero es sabido que, por avance personal, para que ciertas cosas ya pasadas no nos entorpezcan el avance, es natural y común olvidar se de lo malo; así como la nostalgia, es muchas veces entendida como una forma de depresión/castigo por no encontrarnos bien en el presente. La cuestión es que
Según me iba moviendo y viendo ofertas ya tenía claro con quién quería montarlo. Sinceramente, no me atrevía a hacerlo solo, así que contaba con Gonzalo, un gran amigo de hace mucho tiempo de aquella época, con quien tenía gran confianza, para tirar hacia adelan te el negocio, ya que él sí que se había dedicado a este tipo de trabajos en el pasado. Es curioso, quizás por la sensación de necesidad (que realmente no tenía ninguna, ya que podía haber pasado del tema totalmente), obvié un montón de deta lles que parecían evidentes. Gonzalo era un gran chico, pero por mala suerte siempre parecía acabar mal en to dos los trabajos. Él era un muchacho normal, curran te desde joven. Que por H o por B no estaba mucho tiempo en un mismo trabajo, abandonando el empleo correspondiente por culpa de discusiones o malenten didos, trabajando en el cine, bares y restaurantes, en un casino y otros tipos de entorno laboral. Yo pensé que conmigo iba a cambiar a mejor su suerte.
Entonces pasaba mucho tiempo libre con él, y tu vimos por muchos años, muy buenos momentos de colegueo con otros amigotes haciendo diferentes acti vidades, bastante sanas y sin dinero de por medio (todo sea dicho). Aunque es cierto que de vez en cuando lo veía un tanto deprimido. Jugando a las cartas y otros juegos muchas veces se lo tomaba demasiado en serio y había discusiones, yo también discutía sobre alguna pesquisa, pero recuerdo que él se lo tomaba a veces, a mi entender, demasiado en serio el ganar en una parti da. Me recordaba a otro amigo distinto, del que perdí el contacto, que se alteraba exageradamente en cualquier juego, fuera de cartas o lo que fuese, tenía que ganar, y si no lo hacía, ya generaba discusiones. Entiendo para ese caso y perfil, que él estaba muy descontento con su vida personal: continuos enfrentamientos familiares,
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solo el entorno laboral, sino también organizando partidos de fútbol y otras actividades de ocio, otras per sonas ya me comentaron que por el comportamiento de Gonzalo la cosa se había ido al garete. Pero bueno, yo todo eso lo obvié y pensé que esta vez podría salir todo bien, que todos aprendemos de los errores, y que también todo dependería más de mí que de otra cosa, apostando por una fuerte confianza en mí mismo sin experiencia alguna en el tema donde me metía, lo cual me parece ahora muy gracioso.
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trabajo depresivo, falta de superación y desarrollo per sonal, etc. Por lo que yo pensaba que lo único que le quedaba para ganar eran los juegos, ya sea cartas, fut bolín, juegos de mesa o cualquier cosa en la que ya sí, por fin, le tocaría ganar. Realmente ahora tampoco veo mucha diferencia entre los amigos comentados, a los que realmente recuerdo con cierto cariño. Tras una larga charla con él, sin tener ni local ni nada, le ofrecí montar el negocio conmigo. Él entonces esta ba trabajando unas horas a la semana en un restaurante y otro par de horas en otro. Así que supuse que le resul taría interesante. En aquel momento le comenté el ser socios, pero él no tenía dinero alguno, así que le ofre cí la idea de que fuéramos «como socios», sobre todo para involucrarlo más en el proyecto, y que cuando el local diera beneficios, nos los repartiésemos. También le di la idea de ponerle un precio por hora, pero que si luego el local daba mucho más dinero me lo quedaría yo y él solo cobraría lo pactado por hora. Él, mucho más sensato y experimentado que yo en ese momento, se quedó con la opción de cobrar por hora, pero dijo que no le pagase hasta que el local diera beneficios. Su respuesta me pareció muy humilde, así que se aceptó y se acordó la cosa por ambos. Ahora mismo creo que todo, absolutamente todo lo comentado en el párrafo anterior, fueron malas de
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Sobre inventando la mayor parte de las cosas sobre la marcha y el momento, sin tener en cuenta que luego pudiera haber problemas. Si alguien de profesión o experimentado en estos temas está leyendo esto, me lo imagino riéndose a carcajada limpia (o si es buena persona dándole un poco de pena, jeje). Todos los acuerdos, en cualquier negocio, principalmente labora les, tienen que estar regidos por un procedimiento serio que dé una garantía o confianza, sobre cómo pueden acabar las cosas si se decide hacer una cosa u otra; o por lo menos estudiar el tema antes consultándolo con un experto, o informándose sobre casos similares, para saber a lo que deba atenerse cada uno, según lo que se haya decidido si luego la cosa sale mal. No obstante, entre la confianza que teníamos, nunca buena en los negocios, fue como si lo dejáramos todo zanjado y listo.
Desde entonces, nos involucramos en buscar un lo cal para iniciar el bar, así que en la variopinta gama de posibilidades íbamos viendo cualquier cosa que nos lla mara la atención, sin descartar nada, entre motivación, desencanto e ignorancia. A pesar de que esa parte de esta historia realmente fue divertida, pasó de todo.
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Buscando local Era común, tanto entonces como hoy, buscar un lo cal por anuncios en páginas web por internet, de hecho, cada vez es aún más común, pero sobre todo lo que buscábamos era en función de los locales que veíamos disponibles por la calle, ya que otro error que cometí fue limitarme a buscar solo por el municipio donde vi vía. Después de ver diferentes opciones había un local diáfano, sin nada adentro, ni siquiera suelo ni paredes, pero parecía bien ubicado y el precio aceptable, tras regatearlo un poco.
El sitio parecía bueno, era básicamente un local con una entrada amplia hacia una zona que se entendía po
La verdad es que ahora que me paro a pensarlo un poco más, la idea era un tanto despampanante. Ya no solo me quería meter en un negocio del que no tenía básicamente mucha idea, sino que estaba dispuesto a invertir en una reforma de un local totalmente diáfano sin haberlo hecho nunca, ni tener idea sobre reformas. No obstante, de cara a esta última parte, no creo que se cometiese ningún error, ya que básicamente era echar números y contactar con un arquitecto.
Ares Sancho día18 ser usada como terraza, pero había que consultarlo primero en el ayuntamiento.
Los propietarios eran un señor mayor y su hijo, cercano a mediana edad, que trabajaba como piloto de vuelos comerciales. El señor mayor se mostró muy agradable, y el trato con él fue bastante bueno, de he cho, nos dejó volver a ver el local cuando quisiéramos, ya que una de las puertas de entrada ni siquiera nece sitaba de llave para poder abrirla. Esto nos sorprendía bastante de que el local no estuviese ya ocupado, con toda la pobre gente que había entonces y sigue habien do que viven en la calle, o usándose como picadero, entre otras cosas.
Sin haber formado presupuestos de este estilo antes, estipulé 15000 euros para reformar el local. Pensando en acondicionar las pareces con yeso, montar falso techo, iluminación, suelo con PVC, y una cocina lo más
Los Faroles19básica posible para empezar, comprando utensilios y electrodomésticos de segunda mano. Tras hablar con Gonzalo de cara a temas de sillas y mesas, me dijo que eso, al igual que vasos y otros, te los pone el distribui dor. A mí me cuadraba, ya que tenía en mente la ima gen de sillas, mesas y vasos de otros muchos bares con la marca correspondiente de cerveza o refresco. No obstante, un poco más adelante, y por lo visto pasado el boom de los bares, los distribuidores no regalan tantas cosas, a veces nada, sobre todo los de marcas conoci das, a no ser que llegues a un acuerdo importante que repercuta en una compra continua de mucho género, o tengas algún amiguete o contacto dentro de alguna empresa del estilo. A mí me cuadraba el presupuesto, aunque aún no hubiera contactado en ningún momento con ningún especialista sobre el tema. Días más tarde, buscando en portales de anuncios, contacté con un arquitecto encantador. Era un señor mayor, muy majo, que nos invitó a su casa, la cual era una pasada. Era un chalé precioso en un municipio colindante, la entrada daba a la oficina, y tras bajar las escaleras había una vivienda suya, donde el dormitorio tenía un suelo transparente, como de cristal, por donde pasaba un riachuelo con piedras muy bonito que se había montado. Eso de que en casa del herrero cuchara de palo, en ciertos casos no
perfectamente en todo momen to por otros arquitectos y un compañero suyo más joven. El trato con ambos fue muy bueno, de hecho, tras pasarles las medidas del local se pusieron, sin co brar nada, a trabajar de inmediato, dándonos ideas y formando esbozos de lo que se podía hacer. Sin em bargo, cuando les comenté el presupuesto que tenía pensado les pareció muy poco, y sobre todo el chi co joven me insistió más veces que como promotor debía conseguir más presupuesto. Es muy gracioso, nunca me habían llamado promotor en toda mi vida, supongo que, en ese momento, aunque fuese el pro motor más pequeño del mundo, lo era. La comunicación con el dúo de arquitectos quedó un poco en el aire en unos días, por lo que aproveché para acercarme al ayuntamiento a preguntar por licen cias, condiciones para usar la terraza y cualquier tipo de información que pudiera ayudarme, ya que no tenía ni idea del tema. En esta parte tampoco creo que se co metiera error alguno, si no sabes de algo infórmate, ya está, dedícale un tiempo, días si hace falta, a recopilar y estudiar información sobre el tema, y una vez tengas clara una idea de lo que hay, actúa.
cierto, por lo menos de las estancias que he pisado de personas que trabajan de arquitectos, han sido todas impresionantes.Fuimosatendidos
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Los Faroles21Ciertamente iba con pies de plomo al ayuntamiento.
El concejal en cuestión, vestido de traje y corbata, me recibió en una sala cerrada, yo le pregunté sobre el local y él me dijo que estaba cerrado por problemas de ruidos y cierre más tarde de su hora. Yo le insistí un poco y le dije, con toda la educación que pude, que si por contrato o acuerdo, pudiera comprometerme a respetar los horarios de apertura del kiosko si es que me permitían usarlo. El hombre se negó rotundamen te y me dijo de malas maneras «Ese es mi kiosko, y no quiero que se abra», ¿su kiosko?, yo me indigné y pen sé que el kiosko no era suyo, sino de todos. Sin embar go, yo de jovenzuelo, y el señor concejal con la sartén por el mango, simplemente pasé del tema, solo quería información y el señor se mostró como un impresen
La vez anterior que me adentré en el edificio, fue años atrás. Ya con la idea o curiosidad de montar un local, pregunté por un kiosko con terraza situado en una calle transitada, que a pesar de que parecía funcionar bien, llevaba un tiempo cerrado. Por ese tema me dieron cita con el concejal de medio ambiente de turno, que por lo visto era quien se encargaba de esas cosas. Yo, aún mu cho más joven, un chaval de veintitantos, quedé horro rizado, ya que por entonces nunca había tenido ningún interés en política ni sabía de las cosas feas típicas de muchos ayuntamientos.
Él me dijo de malas formas «si quieres otro lo cal preséntate cuando salgan a concurso», yo ya tuve suficiente. De la forma más seria posible me despedí y me fui sin darle oportunidad al otro a responder. En aquel entonces, iluso de mí, sin tener ni idea de política local, con las ideas básicas de que lo público es de todos, me ofendí bastante ante el trato recibido de una persona que estaba cobrando muy bien a base de mis impuestos y de los demás. Realmente entonces no tenía ni la más remota idea de casos mucho más graves habidos y por haber, principalmente corrupte las de todo tipo, tan comunes en ayuntamientos como en el mío. Me hace gracia que me ofendiera entonces por algo que siento hoy en día como pueril, aunque debiera ser algo serio a atender, cuando pienso hoy en la cantidad de políticos que deberían estar en el paro, o en la cárcel, y viven en libertad mejor que nadie, sacando tajada continua de todas sus mentiras preco cinadas y actuaciones hollywoodienses.
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Total, que me tocaba volver de nuevo a lo que algu nos llaman «la casa del pueblo». Esta vez me trataron bastante bien varios técnicos del departamento corres pondiente. En especial uno de ellos que se acercó con migo a ver el sitio. Me informó sobre el tema de la licencia de terrazas, principalmente que iban por temporadas, y que antes de pedirla necesitaría la licencia
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Mi nombre es Ares Sancho. Soy un madrileño de treinta y nueve años. Hace prácticamente diez años, cuando era más joven, me embarqué en la aventura de montar un bar, sueño de todo imprudente. Sin haber trabajado en el sector y con las fantasías como ruta de guía, cometí todos los errores que se suelen realizar en este tipo de negocio. Esta es una historia de fra caso y aprendizaje, no solo para el que por curiosidad u oficio tenga interés en el sector, sino por el valor de una serie de lecciones de por vida para todo el mundo, que a pesar de haber hecho mella a nivel moral y emocio nal no las cambiaría por nada.