Luz escrita Lucía Andrés Valero
I. Refugio
Las palabras siempre fueron refugio. De emociones, senti-
mientos, dudas, verdades y reflexiones. Un refugio parejo a ciertas sonrisas, ciertas miradas y ciertos ojos sinceros plagados de cariño por aportar. Un cariño que no siempre se supo igualar. Pues la frialdad reina muy a pesar de un terrible esfuerzo por derretir el hielo de coraza. El tiempo pasa. Las cosas cambian. Pero esos detalles especiales siempre permanecen. Esas conexiones que siempre fueron reales. Que siempre hicieron partícipes a las estrellas. Sin embargo, no debe de haber un esfuerzo por mantener lo mencionado, pues donde hubo conexión, cariño y senti3
Lucía Andrés Valero
miento siempre queda el más profundo y sincero de los sentimientos. Siempre vive, aun tratando de borrarlo, y esto se atisba en saber que siempre fue. Que siempre está. Es increíble cómo los ojos son capaces de gritar verdades que las palabras camuflan en mentiras. Es muy triste sentir impotencia. Sentir orgullo y rencor. Porque el tiempo pasa. Las cosas cambian. Pero siempre fuimos estrellas. Tal vez la palabra correcta que describa este refugio sea especial. Diferente. Puro. A pesar de las complicaciones, de las dificultades. Queda la pureza, y quizás es eso lo que a los ojos les resulta complicado ocultar. Esa especialidad. Esa diferencia. Esa pureza. Nuestra. De nadie más. Aun sabiendo que crecemos. Que cambiamos. Evolucionamos. Siempre seremos estrellas. Siempre serás especial. Siempre serás refugio.
4
II. Tira junto a ella
Luces apagadas y música en tormenta. Sueño que no llega.
Inspiración a frenazos. Reflexión sobre tolerancia. Preguntas incesantes. Qué cansado es ser con tantas dudas y tantas cuestiones por resolver. Qué vergüenza preguntar por aclarar y ahorrar quebraderos en noches como esta. Qué traicionera es la confianza y qué pasionales son las ganas por querer conocer más y más. Qué triste recordar y no saber si el momento se volverá a dar. Tal vez la reciprocidad no exista. Quizás solo tire alguien de donde no se puede ganar esta vez. ¿Quién lo entendería? Una vez más, el cansancio por continuar. 5
Lucía Andrés Valero
Tal vez solo busque algo de paz. Algo de calma en lluvias. Algo de abrazo en tu cobijo. Algo de luz en tus lunas. Tal vez un empeño en encontrar aquello que no se debe buscar. Dejar de pensar, de cuestionar y preguntar. Empieza a reír y olvidar, acogiendo la novedad, dejando todo atrás. Atrévete a sonreír... Últimamente algo olvidado, aquello llamado reír... Quién lo diría, señorita risueña. Enséñame a salir de esta. Aclárame la duda en la garganta. Abraza estas manos heladas de frío. Devuelve el calor antes de que este bloque de hielo congele por completo. Ríe la rareza y tira junto a ella.
6
III. Sin título
Estoy aterrada.
Y no pasa nada. Y no pasa nada porque no hay nada más real que estarlo. El miedo al cambio está presente en cada una de nuestras etapas. El creer que no vamos a estar a la altura de lo que el entorno parece reclamar también está presente. Y cohíbe. Y angustia. Y se apodera de nuestros ratos de paz para llenarlos de desorden. Para llenarlos de miedo. Para llenarlos de una sensación de insatisfacción con cada movimiento que consume energías. 7
Lucía Andrés Valero
Que absorbe cada atisbo de ilusión para reemplazarlo por el odioso sentimiento de no creer llegar a conseguirlo. Porque nacemos llorando, con miedo a lo desconocido. Y porque si creces en un entorno que también ha absorbido toda tu seguridad cada acto está frenado porque el qué ocurrirá. Pero creo que quien más miedo tiene es quien más valiente es. Porque se atreve a reconocerlo. Se atreve a aceptar que no sabe nada y eso es lo que más humano le hace. Y porque se atreve a sumergirse en el cambio que a partir de entonces su vida va a dar. Así que, si algún día sientes que no llegas por pavor, recuerda que ese es tu impulso para subir el siguiente escalón. Porque una nueva etapa comienza y es a partir de aquí cuando todo irá a mejor. Siendo así… solo me queda darle las gracias al miedo por ayudarme a reconocer la pureza de tenerlo. Y por demostrarme que todo triunfo requiere su esfuerzo. Y que, si realmente estoy aterrada, es porque voy por el buen camino.
8
IV. ¿Alguna vez te han regalado flores?
¿Alguna vez te han regalado flores?
Sí, flores. Tal vez lo entiendas mejor así: ¿Alguna vez te han regalado color? ¿Vida? ¿Tiempo? ¿Alguna vez te han dedicado instantes de sus vidas a compartirlos contigo? Tal vez sea ese el regalo más bonito. El de compartir. El de permitir que alguien entre en tu vida y arriesgarte a que quizás arrase con todo. 9
Lucía Andrés Valero
O quizás te traiga esa calma que todavía tanto buscas, necesitas y ansías. Si es así, si alguna vez te han regalado flores, entonces no lo dejes ir. Pero tampoco lo amarres. Simplemente cuida de eso que te está llenando de vida. Que te motiva un poquito. Que te da las ganas que muchas veces te faltan. Que te apoya, que te quiere independientemente de las dificultades de tu personalidad. Que se esfuerza porque todo fluya. O tal vez ese esfuerzo sea nulo porque lo que fluye, no se fuerza. Lo que fluye llega sin esperarlo y se queda para llenarte un poquito de color. De vida. De momentos. Llega para regalarte flores y estar dispuesto a hacerlo todos los días. Sin importar la lluvia, el viento, las tormentas. Sin importar que algún día te marchites. Sin importar que quizás ya estes marchita y necesites un impulso para volver a empezar. Con tus miedos e inseguridades. Pero que se queda. Para ayudarte y acompañarte. Para aportarte cariño. Para regalarte flores. ¿Alguna vez te han regalado flores?
10
V. Recuerdos
Los recuerdos se manifiestan a modo de inoportunos y profundos pinchazos. Parece que estamos preparados para ellos cuando realmente aparecen para arrollarte una vez más. Se asoman y te hacen sentir débil. Te hacen creer que sigues atascado. Los recuerdos confunden, y una de las peores sensaciones quizás sea esa, la de no saber. La de no tener el control de tus sentimientos. La de no encontrar en tu poder el decidir si consentimos que algo nos duela. 11
No hay nada más humano que el sentimiento. Que el continuo error. Que la incertidumbre. No hay nada más humano que cuestionarse. Pero tampoco hay nada más humano que el ansia de conocimiento. De mejora. De encontrar nuestro lugar. Envueltos en dudas y realidades. En caídas y levantamientos. Pero sobre todas las cosas, envueltos en procesos. Y en estos desarrollos se nos plantean miles de sentimientos que muchas veces no encontramos la manera de entenderlos. Pero, a veces, ver reflejados estos huracanes en humildes palabras, nos hace sentirnos comprendidos. Acompañados. Y así, ciertos vacíos, se lle-
339515 788419 9
ISBN 978-84-19339-51-5
nan por un ratito.
mirahadas.com