Mundo obrero, mundo perro

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Mauro Cano Rodríguez

MUNDO OBRERO, MUNDO PERRO.



CAPÍTULO I EL TRABAJO EN LA HISTORIA

De hecho, el trabajo es incluso anterior a la Histo-

ria, como vamos a demostrar inmediatamente. Un día Dios se aburría tanto, pero tanto tanto, que decidió inventar la televisión por cable. Pero a falta de películas, deportes, documentales, canal porno y otra serie de cosas que aún estaban por llegar, se le ocurrió a él solito porque no había nadie más, montar un teatro de luz y color que le distrajese de su divino tedio. Y así aparecieron las estrellas, cielo, tierra, mar y bichos variados, de todo un poco y siempre de sobra. Visto así, Dios parece el primer currante de la Historia: nada más falso. Vayan a las fuentes, el Génesis, y vean cómo se expresa Dios para el caso: “Hágase esto y lo otro” y “Hágase también lo de más allá”. Un trabajador diría: “voy a hacer esto, voy a hacer lo otro…”, esto es “yo”, se entiende, y no daría órdenes como en efecto lo hace. Pero Dios es un pez gordo, y esos lo arreglan todo de viva voz (a las fuentes otra vez: “En el Principio fue el Verbo”, Nuevo Testamento). A lo cual cabe preguntarse 3


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quién hizo el trabajo de la Creación: pues los ángeles, ¿quiénes si no? Y después de todo el esfuerzo realizado, Dios empezó a racanear con los pluses de productividad y las extraordinarias, y hubo manifestaciones y reyertas y Lucifer, que era el capataz, montó un mitin con todos los descontentos y propuso acabar con la explotación y el abuso patronal al igual que con el orden político que no le convencía nada. Pero la patronal disponía de fuerzas mejor entrenadas en la represión y mayores medios, y así corrieron a capones a los insurgentes mientras les entregaban sus cartas de despido, todo muy formal, hasta que no quedó uno por allí. Y así amiguitos que tenemos los primeros despidos masivos, el primer ejemplo de represión patronal, las primeras huelgas y, en fin, todos los pitotes que ya conocemos, muy tempranamente. Lucifer, en su huida, encontró en una galaxia muy lejana, en lo más apartado de ésta, un trozo de roca que por seca y pobre pensaba que jamás llamaría la atención de la patronal y podrían habitar en paz y a su modo. Como tenía sobrados conocimientos y práctica en ello, reprodujo en menor escala en aquel pedrusco lo que ya en inmenso había realizado, y le quedó muy cuco y habitable y allí se quedaron a vivir los insurrectos. Mucho tiempo después, un día que paseaba por el campo, vio un mono que a su vera pasaba. Curioso e 4


innovador como era, y mirando que aquel bicho era más tonto que una mata de habas, lo afeitó, lo lavó, lo puso en pie, la dio dos hostias para que espabilase y le hizo hablar. Como sólo decía incongruencias, dejó pronto de interesarle. Pero el mono desnudo no dejaba de importunar, así que le puso de jardinero para distraerse un poco de su latazo y así discurrieron las cosas por algún tiempo. El mono parlanchín por su parte descubrió en un primer análisis anatómico varias y muy curiosas diferencias en cuanto a su estado anterior. No subía a los árboles con la facilidad de antes, pero cuidado de no hacerlo si se acercaba un león. Sus gustos gastronómicos también cambiaron y lo que antes eran gruñidos, ahora componían una extraña parla que nadie entendía y los otros miraban con pasmo y comicidad. El rabo antes con pelo en la parte posterior, tan útil, ahora le colgaba de la entrepierna sin pelos salvo en la base, estaba rematado por un extraño abultamiento en forma de castaña y carecía de huesos. Eso sí: si se le enganchaba en las espinas veía las estrellas. Un día trabajando en el jardín, el tonto este descubrió el porqué del extraño apéndice por accidente, y desde ese momento no conoció más ocupación, más actividad ni más distraimiento que éste. 5


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Lucifer presenciando el espectáculo y no creyendo tal vigor y fijación en lo mismo, se volvió a apiadar de él y tomando un mechón de su pelo le hizo una acompañanta, por ver si se relajaba un poco y volvía al trabajo… Pero ella fue aún peor que él, y sus trajines y chillidos eran el escándalo de aquel mundo. Lo peor es que empezaron a reproducirse como los conejos y cada vez había más, y lo que había sido paraíso de refugiados empezó a parecerse cada vez más a lo que ya conocían, y los ángeles renegados terminaron por marcharse y Dios volvió a habitar en nuestros corazones. 2 Nuestra pareja de fornicadores pronto entendieron que algo tendrían que hacer para no morirse de hambre y satisfacer sus otras necesidades. Si bien eran de naturaleza angélica, su esencia era divina y lo primero que se les ocurrió fue dar órdenes a plantas y animales para que les sirviesen: “León, dame tu piel; tengo frío”. “Manzano, alcánzame tus frutos”. “Tú, cerdo: dos kilos de panceta, dos de chuletas y tres morcillas”. Pero no funcionó, naturalmente. Luego se plantearon la recolección y caza. Pero tampoco funcionó demasiado bien. Trabajar no era ocupación digna de ellos, y por lo tanto decidieron reproducirse. 6


Y es aquí, justo aquí, donde comienza nuestra historia. 3 “Trabajarás y te ganarás el pan con el sudor de tu frente” Mientras ocurría todo esto, el origen y causa de todo este asunto, Dios, había encontrado los productos del esfuerzo angélico en este mundo nuestro y le complacieron como le complacía todo el producto de sus trabajadores. Habiéndose fijado en la pareja de monos desnudos, sorprendido pues no eran cosa que entrase en sus planes les impuso, promulgó, la primera ley que oyeron oídos humanos y que es con la que abrimos este apartado. Todas las que Dios y el hombre dictaron después, vienen de ésta y en ésta se basan. Yo, la verdad, no tiro contra tan altas instancias, y como ya he dejado dicho, no tengo en contra nada contra el trabajo. Pero Dios no dijo NADA de ganarse el pan con el sudor de la frente ajena; más explícitamente indica hacerlo con la de uno mismo, de lo cual vengo a deducir que toda forma de explotación obrera es impía y contranatural y violenta las leyes de Dios por mucho que la sancione las de los hombres. 7


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4 Una vez los monos desnudos se hubieron multiplicado en suficiente número como para ser necesaria una organización, y viendo que ninguno sabía decir más que memeces y además los árboles y los animales y los ríos, en fin, todos, seguían sin obedecer sus mandatos, se propusieron estructurar y ordenar las tareas necesarias a la comunidad. Aún a costa de insistir en su natural estúpido, los monos estos eligieron a los más espabilados para dirigir (puede resultar cargante, pero ya se puede ser bobo para tomar a tu semejante como más capaz en asuntos que directamente te conciernen, y tonto hasta lo criminal como para situarlo sobre ti) el asunto de proveer lo necesario. Y de esta manera tan tonta nació el trabajo por cuenta ajena, que lo demás son variaciones y sofisticaciones. Los unánimemente designados más capaces, si de un primer momento no demostraron con hechos el porqué de la confianza depositada en ellos, con el tiempo y la práctica terminaron por espabilar y comprobaron que si bien la Naturaleza seguía sin hacerles ni puto caso, sus semejantes, ya no iguales, obedecían sus órdenes sin demasiadas objeciones o ninguna, y se sintieron satisfechos por triunfar allí donde sus primeros padres fracasaron. 8


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5 La tecnología es una cosa artificial que se utiliza en pos de nuestros propósitos. Cuando se trataba de cazar mamuts eran piedras y palos. Ahora que se trata de poner a la gente a orbitar en derredor nuestro, son ordenadores, motores de combustión, ¡yo qué sé! tejidos espaciales, y todas esas cosas que uno nunca ve, pero que ahí están para nuestro provecho y mejora de calidad de vida y esas gaitas. Esto de la tecnología viene de muy antiguo, pues su mayor y más destacado hito aún no superado es el fuego. Trabajo y tecnología están, pues, íntimamente unidos. Y de esta relación, intensa, de amor y odios ya trataremos más adelante. 6 En un primer momento todo trabajo era en beneficio del grupo al que se pertenecía, y si bien el cómo y el dónde no le incumbían a la mayor parte, por lo menos los réditos de tus esfuerzos menos cierta cantidad que iba a parar a los que dirigían el cotarro sin mover un dedo, eran disfrutados por el operante en cuestión, uno mismo. ¡Ah, tiempos felicísimos que ya nunca volverán! 9


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Los espabilados se volvieron codiciosos, los currantes más numerosos y los recursos más escasos. Y así nace la dinámica RECURSOS-TECNOLOGÍA-EXPLOTACIÓN, donde a falta de los primeros y por medio de la segunda, más de la tercera. Esto llevó a la aparición de estructuras económicas y de poder más exquisitamente complejas y por tanto efectivas en grado muy superior a las existentes. Todo comenzó a reglamentarse y regularse y medirse. Todo. De entre los muchos momentos que nos muestra la Historia en este primer momento, elegiré a los egipcios por parecerme los más significativos y porque todos los hemos visto en las películas y así sabemos de qué hablamos. Los egipcios eran gente pulcra y religiosa que vivían en la margen de un río grande y caudaloso. Daban carácter divino a su rey, Faraón, vivían temerosos del y de lo que el río proveía, y por supuesto, daban por el culo a las tribus y pueblos colindantes, sus vecinos territoriales, quiero decir. Si bien nuestros amigos egipcios no inventaron la esclavitud (ésta tenía ya historia entonces: divino iluminado el que decidió apropiarse no sólo del producto del trabajo de uno, sino incluso del único bien inalienable que el hombre posee, su vida) pero sí que alcanzaron muy altas cotas en su uso y provecho que de tal maquinación sacaron. 10


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Como en su día esclavizar al propio pueblo no estaba formalmente muy bien visto, guerreaban y hostigaban e incluso masacraban a las otras gentes que por allí andaban ganándose el pan como podían. Para ser justos con la Historia he de reconocer que entre los egipcios había esclavos nativos y que no toda campaña militar era motivada por el saqueo; estas cosas suelen ser más complejas según se miran con más detenimiento. Al grano. Pagar a un obrero en latigazos, mal vestirle y peor alimentarle, es el sueño no confesado de cualquier patrón. Cuando el obrero revienta se le sustituye y en paz: costes salariales igual o muy próximos a cero. Los obreros contentos por vivir un día más (si es que en el fondo nos conformamos con muy poco) y el patrón satisfechísimo. Naturalmente los esclavos se convirtieron en una mercancía más y hasta hoy llega la ancestral tradición, bien en sus formas más primitivas y toscas, bien de manera más sutil y disimulada (E.T.T.s, contratos basura, infrasueldos… en fin) Si hemos de creer a la Biblia, los hebreos vivían en Egipto más en calidad de siervos, o sea, pegados a la tierra como lapas, que como esclavos. Y como hemos visto en las películas gringas que tratan de esto mismo (el Sur, negros y campos de algodón (cito pelis porque soy re11


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alista; mal que bien la gente ve cine y puedo así evocar imágenes que están en la mente de todos. Si citase libros sería más tonto que Ica, al que vds. no conocen, pero que es el tonto de mi pueblo y lo hace muy bien)) tal vez fuese la tónica. No sé, en tal caso no lo vi; y si lo vi fue en el cine, así que me tengo que fiar del rigor histórico de los guionistas bien documentados. Pero es que yo soy muy confiado. Lo que importa es que el obrero ya es una mercancía más, un producto como los otros sujeto a compra/ venta. Los trabajadores libres eran ya mercenarios, gente en la derrota de la más paupérrima subsistencia. Y esta sentencia bien puede resumir miles de años de historia del trabajo. Porque mi indulgente lector tal vez no pueda hablar por sí, pero aquí tengo la obligación de recordarle que el trabajo está en el espacio como está en el tiempo, y la geografía de este mundo sigue siendo muy ancha, como lo es Castilla, y los regímenes de servidumbre, esclavitud y mercenarismo laboral, están a la vuelta de la esquina. Me veo igualmente en la necesidad de explicar este repaso a la Hª del currar. La Historia del trabajo es la historia de las formas de dominación. Desde luego no voy a ser exhaustivo: prefiero ser legible y en la medida de lo posible, entretenido. Pero si me pido un mínimo de rigor, razón por la cual, continuo. 12



Este es un opúsculo digestivo de mala masticación, y es que es un algo correoso en boca, pero luego a las tripas sienta bien que las suelta y hasta llega a purgar. En resumen: ¿por qué el trabajo? Simple: porque soy un obrero, y ya iba siendo hora de que un obrero hablase con sentido del currelo porque todos los que lo han hecho hasta la fecha eran burgueses concienciados o aristócratas desviados, pero nunca oí ni vi ni leí, que un peón tomara papel y pluma para escribir sobre lo que le sostiene lo mismo que le destroza. Por eso, rompo una lanza no ya por causa o ideal alguno, que no tengo ni una ni otro (esas cosas son para los acomodados o integrados o gentes del manso vivir), sino por hacer excepción y ser luz de gas entre luminarias, pero con conocimiento de causa, que no sé yo si Lenin usó alguna vez una hormigonera, o Engels hacía rozas. Y helo aquí, mi pequeño opúsculo que resulta que va a ver mundo. Aunque no crean, que ya es mayor de edad y se las sabrá componer. Ciao, compadre! Que os vaya bonito...

788419 9

ISBN 978-84-19339-02-7

(Wun Tzu, último peón en cobrar su salario a la finalización de la Muralla China).

339027

«Si curras para cobrar, hazlo antes de empezar»

mirahadas.com


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