¿Por qué me dejas solo?

QUÉ ME DEJAS SOLO?

Dani Ferrer Gatell

Mi Terapia

Hola, bienvenido o bienvenida a mi diario.

Si vas a viajar conmigo, permite que me presente, no quiero que lo hagas con un desconocido. Soy Dani, un chico moreno, aunque bastante blanco de piel, tengo los ojos marrones y llevo barba, a poder ser, siempre bien recortada. Mido 1,84 cm y nací el 11 de enero del 2000.

¿Tienes la imagen ya?

Vamos a lo importante. Soy un chico sincero, atre vido, aunque un poco vergonzoso. Siempre he sido un poco chulo, pero un chulo bueno, para tapar mis inseguridades, aunque se ve desde lejos que soy un buenazo. Soy muy impuntual, aunque no me preocu

pa mucho porque siempre he dicho que soy fan de las personas impuntuales que, cuando las llamas, son las primeras en llegar. Y yo, soy de esos. Me gusta estar cerca y cuidar de los míos. Soy un chico muy reservado, aunque con este libro, me voy a desnudar completamente. Me gusta la música, me gusta escribir, me gustan los abrazos, me gusta el amor, me gusta el sexo, me gusta sentir, me gusta jugármela, aunque me equivoque constantemente, me gusta crecer y apren der cada día. En resumen, me gusta vivir.

Bien, diario no es ni será porque soy un desastre. Ese es el adjetivo que más justicia me hace. Un diario es un libro o cuaderno en el que una persona cuenta sus vivencias o pensamientos día a día y como entenderéis, siendo un desastre, no voy a acordarme de escribir cada día. Pese a eso, lo voy a llamar diario porque quiero contaros mis vivencias y pensamientos de este último año, un año complicado que me ha cambiado a mi y ha cambiado mi forma de ver la vida.

Soy un chico valiente, pero también tengo mis mie dos. Me dan miedo las serpientes por culpa de Harry Potter, el animal del mal, ese animal que tantos sustos me dio en el cine cuando era pequeño e iba con mi hermano y mis tíos a ver las películas. Hablando de películas, me dan miedo las pelis de miedo, aunque su

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pongo que solo cumplen su fin y me gusta verlas. Apar te, nunca las veo solo, siempre con amigos y, como os he dicho antes, soy un poco chulo, así que tengo que hacerme el duro y hacer ver que no me asusto.

Soy muy sensible, y hasta hace muy poco me daba miedo que me vieran llorar o que me vieran mal, sentía que entonces me quitaba la armadura, me quedaba des protegido. Qué tontería, ¿eh?

Tengo muchísimo miedo a que jueguen conmigo. A que la gente que más quiero me falle, a que desaparez can de mi vida sin ninguna explicación. Pero mi mayor miedo, no lo puedo tocar, no lo puedo ver. Mi mayor miedo es quedarme solo, o peor aún, sentirlo sin estar lo. Y durante unos meses, me pasó lo segundo.

Sentí que no tenía nadie a mi lado, sentí que estaba solo, sentí que no tenía amigos de verdad. ¿Pero sabes lo peor de todo? Que sentí que no me tenía a mí mis mo, y eso sí que es estar solo.

En verdad sí que tenía a gente a mi alrededor apo yándome, amigos que me tendían la mano. Mis pa dres, mi hermano y mis abuelos ayudándome en todo, aunque quizás no se dieran cuenta ni ellos mismos, pero para mí siempre han sido como superhéroes. Aparte, he sido un chico con mucha suerte, siempre he podido disfrutar mucho de mis padres y de mis abuelos, a la par. Ellos han sido como mis segundos

padres. Aunque no soy mucho de decir estas cosas, para mí siempre han sido mis referentes, los cuatro, siempre me han hecho de espejo. Y mi hermano que, aunque me saque de quicio, es mi hermano y lo quiero como a nadie. Y con los años, me voy dando cuenta de que he seguido muchos de sus pasos, así que quizás también es un referente para mí.

A lo que iba, ellos ayudaban con solo estar, porque con tal de que me vieran bien, aunque solo fuera du rante dos segundos y forzándolo, me salía una sonrisa.

Pero yo no quise ayuda, me encerré en mi cuarto, me encerré en mí mismo y ese ha sido el viaje más intenso que he vivido nunca, el viaje que justo ahora acabas de empezar.

Este intento de diario, pese a ser de 2021, empieza en 2020, porque para que me entendáis, primero tengo que hablar de lo que sucedió.

Para este año, dos de las cosas que me he pro puesto son: escribir mi diario que no es diario, por que el año más intenso y de mayor aprendizaje de mi vida tiene que estar plasmado en algún sitio, y porque siempre he querido tener un diario, aunque nunca he sido capaz.

El gran Charles Bukowski dijo: «Escribir sobre las cosas me ha permitido soportarlas». Porque para la gente como yo, a la que no nos gusta hablar sobre

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nuestros problemas o sentimientos, un boli y un papel, o un ordenador en estas épocas más modernas, son te rapia de la buena. Porque con cada palabra, cada frase, cada capítulo, va saliendo algo de dentro tuyo. Te vas sacando peso de encima. Vas sanando y poco a poco cicatrizando cada herida.

En segundo lugar, me he propuesto ser feliz. Sí, ser feliz, qué tópico y sencillo suena, pero qué difícil es.

Viajar, salir de fiesta, tomar una cerveza con los amigos, quedar con la chica que te gusta, una noche de sexo, dos, o las que sean, que te traigan el desa yuno a la cama, comer con tus padres, bañarte en el mar, ver un atardecer con la gente que quieres, pero ¿qué me dices de ser feliz estando bien y tranquilo contigo mismo?

Con tu propia filosofía de vida, haciendo lo que realmente te llena, compartiendo tu vida con quien realmente te apetece, pero sin depender de ellos, con siguiendo que tu felicidad dependa únicamente de ti.

¿No te lo habías planteado nunca? Yo tampoco, has ta hace muy poco tiempo.

Hay millones de libros de autoayuda que pretenden enseñar cómo ser feliz, pero realmente la gente que es cribe estos libros, ¿saben qué es la felicidad o únicamente lo que ellos entienden por felicidad?

Este libro, o este viaje, no pretende enseñar a na die, no pretendo dar consejos de nada, lo que faltaba… ¡Consejos vendo que para mí no tengo! Pero para mí también es un libro de autoayuda, para sacar lo que llevo dentro. Así que te doy las gracias de antemano. Solo vengo a contarte mi historia. A contar te cómo, después de vivir una ruptura, aprendí a mirar la vida con otros ojos y entender el significado de la palabra amor.

Conexión

Para empezar a entender esta historia voy a situarte. En marzo de 2020 llegaron naves con extraterrestres dispues tos a terminar con la raza humana. Aparcaron sus miles y miles de naves por todo el mundo y bajaron de ellas con armas nucleares. Empezaron a destruir todas las ciudades, todos los edificios y todos los humanos tuvimos que es condernos en unos búnkeres secretos, esperando a que se fueran todos.

Esta historia sí sería un buen motivo para quedarse encerrado en casa, pero por si alguien tiene dudas aún,

no es lo que pasó. La realidad es que un famoso virus nos obligó a quedarnos en casa durante mucho tiempo. Pero no vamos a correr, poco a poco.

Nos avisaron dos días antes de que nos encerraban en casa durante dos semanas sin poder salir, aunque todo el mundo sabía que se alargaría un poco más. Y yo, yo no quería estar tanto tiempo sin ver a mi pareja, Judit, la chica más increíble y maravillosa del mundo, después de mi madre y mi abuela, mis dos heroínas. Así que decidí ir a buscarla a Barcelona, a una hora de mi casa. Cogí el coche y a medio camino la llamé y le dije que preparara la maleta y bajara, que, si ella quería, se venía a pasar esos días conmigo y con mi familia. Y así sucedió.

Judit es una chica que ha tenido una vida complicada, pero eso no ha podido con ella, es una chica 11. Lucha dora, fuerte, alegre, divertida, sincera, atenta, cariñosa, con la sonrisa más bonita del mundo, soñadora. Si hacéis una lista con todos los adjetivos buenos del mundo y con todas las mejores cualidades, ella los cumple todos, lo tiene todo. Solo os digo que vivo enamorado de ella desde el primer día que la vi, yo, que no conocía el amor.

Porque yo nunca había tenido pareja, no porque no creyera en el amor, sino porque no creo en lo forzado. Esa prisa, esa ansia de correr, de no fluir, de querer ser novios. Oye, ¡qué necesidad! Yo soy fan de esas personas a quie

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nes les preguntas qué son, que vaya preguntita, y no te saben responder. Unos dicen amigos, otros compañeros, otros que son pareja, pero no coinciden. Porque se están conociendo, porque no tienen prisa, porque nunca se han parado a pen sar en «qué son» y eso es porque se están disfrutando el uno al otro. Y eso es precioso. Mientras haya respeto y amor, la etiqueta que se pongan es lo de menos. Dichosa etiqueta y dichosa necesidad. Porque precisa mente a veces es la culpable de que no podamos conocer bien a las personas. En vez de dedicarnos a dejarnos llevar, nos dedicamos a calcular el tiempo que llevamos para po der dar el siguiente paso. Pero tus cálculos no tienen por qué coincidir con los de tu pareja. Y justo eso, esa nece sidad de querer encajar la pieza del puzle donde no toca, hace que la jodamos. La tuya o la suya.

Nunca me he creído eso de las medias naranjas porque pienso que nunca hay que ir a medias. Tampoco creo en el hilo rojo que nos une a otra persona porque, vaya nu dos podríamos hacer quienes vamos conociendo a mu cha gente sin ataduras, ¿no?

Pero sí que creo en la conexión. Esa conexión que solo tú notas y sientes, porque cuando llega la persona, tú lo sabes.

Y con todo esto que acabas de leer no me malinter pretes, eh. Hay que ser valientes, no hay que cerrarse a nada y mucho menos encerrar nuestros sentimientos. Hay que conocer y dejarse conocer.

Y que está muy bien eso de tirarse a la piscina sin saber si hay agua, pero a veces, la gente corre tanto que no mira qué hay debajo, y en muchas ocasiones se tiran sin saber siquiera si hay piscina.

Así que yo soy de ir lento, disfrutando cada paso. Creo en el amor verdadero sin etiquetas, ese que va cre ciendo poco a poco. Y, justamente por eso, nunca había tenido pareja hasta que ella entró en mi vida.

Mis tres segundos

Voy a hablaros de nuestra relación, porque con todo el respeto a todas las historias, la nuestra es la más bo nita del mundo.

Judit y yo empezamos a hablar por Instagram, qué buena aplicación para conocer gente, sobre todo para gente como yo que no sabemos ligar en las discotecas. ¡Qué gran invento!

Finalmente, después de hablar durante días y días, decidimos quedar. 17 de julio de 2019. Ese fue el día que nos vimos por primera vez, esa fecha no se me va a olvidar nunca.

La tarde empezó genial. Yo estaba hecho un flan, no sabía ni si me saldría la voz para decirle hola y, mientras pensaba en cómo saludarla, apareció delante de mí, tal y como yo me imaginaba, una chica preciosa.

Y ¿sabes qué pasó? Justo cuando estaba más o me nos a tres metros de distancia de mí, se le cerró la puer ta mecánica y le dio un golpe en el brazo. Qué manera tan ridícula de empezar la cita, ¿no? Seguro que piensas eso. Pero no, justo lo contrario, fue increíble ver cómo se reía en directo por primera vez.

Yo iba con una camiseta blanca, mi favorita o, mejor dicho, la que pensaba que me quedaba mejor. Ella con una camiseta de tirantes negra y la guitarra colgada a la espalda, porque habíamos quedado para eso, para can tar, porque a los dos nos faltó un poquito de valor para decirnos lo mucho que nos gustábamos. Aunque tal y como fue la tarde, quedó muy claro todo.

Yo, tan atrevido y decidido, no era capaz de mirarla a los ojos, no era capaz de cantar ninguna canción sin que se me cortara la voz, así que decidí refugiarme en la guitarra y dejar que fuera ella quien cantara, dejar que fuera ella quien me hipnotizara con su voz. Y así fue, hasta que entre canción y canción sucedió, qué beso tan sincero y bonito. ¿Sabes cuándo estás en el punto más alto de la montaña rusa, que sientes un momento

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de pausa justo antes de que se te gire el estómago en plena bajada? Pues así me sentí yo.

Y después del portazo, de un par de canciones y nuestro primer beso, ahí estaba yo, pillado como nunca lo había estado antes.

Dicen que se necesitan ocho segundos para enamorar se de alguien, pero a mí me sobraron cinco para saber que era ella. En solo tres segundos yo ya noté esa conexión.

Recuperando la historia inicial, la del virus, la de los extraterrestres no, llegamos a mi casa, dispuestos a convivir esos 15 días. La convivencia mata o jode mu chas parejas, o eso dicen, pero había que ser valientes, era eso o no verla durante mucho tiempo. Aparqué el coche en el garaje, consciente de que hasta dentro de mucho tiempo no volvería a pisar la calle. Pero me daba igual, la tenía a ella. Con un solo abrazo me llevaba a cualquier parte del mundo.

Mi casa tiene cuatro plantas. Un sótano donde bajo a hacer deporte, a tocar la guitarra, a relajarme, a estar con mis amigos. Una primera planta a nivel de calle donde está el garaje y el patio. La segunda planta es donde hacemos vida mis padres y yo: habitaciones, co cina, baños, comedor. Y una pequeña terraza que no sabéis la vida que da. Por último, la tercera planta, la que se convirtió en nuestro pequeño apartamento. Un mini salón, un baño y una habitación con una cama de matrimonio. ¿Podíamos pedir más?

Subimos a mi habitación y dejó su pequeña mochila con sus cuatro prendas de ropa, justas para pasar esos días. Ya no había vuelta atrás. Y en un abrir y cerrar de ojos, entre horas de estudio, ver la tele, comidas, noches largas, o cortas, depende de cómo lo mires y mucho amor, pasaron los 15 días de convivencia. Superados con éxito.

¿Por qué me dejas solo?

Qué pregunta tan estúpida y cuánto tiem po he tardado en encontrar la respuesta, y es que cuesta mucho cuando nos apar tamos a nosotros mismos de la ecuación. ¿Sobreponer a nuestro amor o a no sotros? ¿Aguantar lo que venga o ser valiente y escoger? ¿Querer mucho o querer bien? ¿Quedarse donde un día fuimos felices o abrir nuevos caminos para ver a dónde nos llevan?

Hace un tiempo, me planteé cumplir dos grandes propósitos: escribir un diario y ser feliz. Para conseguirlo, tuve que con testarme todas esas preguntas y entender que cuando alguien sale, alguien entra. Que dejar ir también es querer. Pero, so bre todo, que el amor más fuerte es el que puedes sentir tú por tu misma persona.

Todo para volver a ser feliz, todo para volver a encontrarme y todo para no volver a perderme.