Valora y cuida
lo que tienes
Ilustrado por Susana VilloraMaría, Jorge y Lucía viven en un país pequeño y muy bonito. El lugar donde viven está rodeado de montañas con mucha vegetación. El invierno es duro, nieva y hace mucho frío, pero cuando llega la primavera y la temperatura se suaviza, las flores de multitud de variedades y colores empiezan a brotar y se pueden ver por todas partes.
Hace dos años que los tres amigos se constru yeron una pequeña cabaña, hecha con las ramas de los árboles que les dieron los leñadores después de limpiar el monte. En la parte de arriba de la cabaña, pusieron una lona para estar a cubierto, pues más de una vez se han tenido que refugiar de la lluvia.
Se la construyeron cerca del río, a las afueras del pueblo. El río es caudaloso, su agua, transparente y cristalina, es agua del deshielo y está muy fresqui ta. Como la utilizan para regar los cultivos y para beber, los habitantes del pueblo la tienen muy con trolada mediante analíticas, por si acaso alguna vez hubiera algún problema fuera de lo normal.
El nuevo curso escolar estaba a punto de em pezar, y los tres amigos quedaron en casa de Lucía para forrarse los libros con la ayuda de su madre. A la madre de Lucía le gustan mucho las manua lidades y también cocinar. Cuando se reúnen en invierno a jugar dentro de las casas, por el frío que hace en el exterior, siempre le piden que les enseñe a hacer alguna cosa. A la madre de Lucía le encanta enseñarles, y ellos se lo pasan muy bien aprendiendo cosas nuevas. También les propone que piensen algo que les gustaría hacer, y entre todos buscan las opciones que tienen para reali zarlo y que les quede lo mejor posible. De vez en cuando, la madre de Jorge se apunta a estas reu niones y también aporta sus ideas. Son un grupo de amigos estupendos.
María, Jorge y Lucía se han hecho amigos de Pa blo, un niño que el verano pasado fue a vivir al pueblo. Los padres de Pablo cambian a menudo de residen cia, a causa de su trabajo. Cuando empezó el curso en el colegio, Pablo era el nuevo de la clase, y fue muy bien acogido por todos los compañeros. Ahora, que habían pasado varios meses desde el inicio del curso, Pablo era feliz en el colegio con los amigos que tenía.
Este año el invierno ha sido cálido y ha dado paso a una primavera con unas temperaturas por encima de lo habitual.
El fin de semana había llegado a su fin, el lu nes por la mañana, Pablo estaba emocionado. En cuanto llegó al colegio se acercó a su grupo de amigos y les dijo:
¡Os tengo que decir una cosa!
—¿Sí? ¿Qué nos tienes que decir?
—Dentro de dos semanas es mi cumpleaños, y voy a invitar ¡a toda la clase!
—¡Qué bien, un cumple! —dijo Héctor que estaba cerca y lo había oído—. Yo te ayudaré a organizarlo. Lo primero que hay que hacer es decirles a todos que te tienen que traer un regalo, es lo más importe de un cumpleaños.
—Vale, Héctor, me ayudarás a organizarlo, pero el regalo no es lo más importante para mí.
—Eso mismo pienso yo —dijo Lucía—. Lo más importante es que vayan tus amigos, no los regalos.
—¡De eso nada! —insistió Héctor, levantando la voz—. A mí cumpleaños, que es el mes que viene, el que venga sin regalo no entra.
—Pasad todos a clase, vamos a empezar —dijo la profesora.
De vez en cuando iban al colegio personas a dar alguna charla sobre algún tema o hacer algún taller que fuera interesante para los alumnos. Esos días especiales les gustaban, porque aprendían co sas nuevas sin tener que estudiar, y cambiaba la rutina diaria de las clases. Hoy la charla había sido sobre el reciclaje, de lo importante que era reciclar para tener un futuro mejor. Había toneladas de basura, de desechos que ya no se necesitaban, y tenían que darles otro uso. Afortunadamente hay personas que saben cómo transformar las cosas, pero necesitan la colaboración ciudadana para poderlo llevar a cabo.
La mayoría de los niños salieron de la charla to talmente decididos a reciclar. La profesora se sintió muy orgullosa de ellos.
Lucía vivía en una granja donde tenían animales y un huerto plantado con patatas, cebollas, frutales y diferentes hortalizas.
—Lucía, ¿en la granja recicláis? —le preguntó María.
—Sí, mis padres lo reciclan todo y nos obligan a mi hermano y a mí a hacer lo mismo. Te voy a contar algo que te va a extrañar, pero dice mi madre que no hay que desperdiciar las cosas si se pueden recoger y aprovechar. ¿Sabes lo que hace mos cuando…?
—Lucíaaa, Maríaaa…, ESPERADMEEEE —les gritó Jorge que iba corriendo unos me tros detrás de ellas.
—¡Ya estoy aquí! Uf, ¡cómo he corrido para al canzaros! Me he quedado hablando con Pablo y con unos cuantos más de clase sobre donde va a celebrar su cumple. Estará chulo, porque lo celebrará en el local nuevo que abrieron este verano. Habrá juegos, y como ha dicho Pablo, va a invitar a toda la clase, no solo a los chicos.
—¡Ha tenido una buena idea! Seguro que lo pasamos muy bien —contestó Lucía.
—Sí, espero que él lo pase muy bien, porque me da mucha pena que cada cierto tiempo, cuando ha hecho amigos, se tenga que ir a otro sitio a vivir y tenga que empezar otra vez a conocer gente nueva, a mí me fastidiaría muchísimo —dijo María.
—Sí, es verdad, que rollo —dijeron Jorge y Lucía.
¡Ah!, Lucía ¿Qué me ibas a contar sobre el reci claje que hacéis en la granja? —le preguntó María.
—Pue te iba a contar que nosotros, además de reciclar cartón, vidrio, plástico y todo lo recicla ble, también ahorramos agua.
—¿Ahorráis agua? —dijeron a la vez muy ex trañados María y Jorge—. ¡Pero si tenemos agua de sobra! ¡Mira cómo baja el río de lleno!
—Sí, eso es lo que le dije yo a mi abuela cuando me dijo que tenía que ahorrar agua.
—Y… ¿qué te dijo? Nos gustaría saberlo.
—Pues me dijo que tenía que acostumbrarme a no desperdiciar agua y las cosas en general, aun que tuviera mucha cantidad. El agua es muy nece saria para vivir, nosotros la tenemos en abundan
cia, pero si malgastamos el agua del río, no llegará con tanto caudal a otros pueblos más bajos, y eso podría afectar a sus cosechas. Mi abuela vivió en una ciudad donde escaseaba el agua, aprendió a no malgastarla, haciendo lo que ahora os diré, y eso iba en beneficio de todos.
—¡Vaya! —dijo Jorge—, no se me había ocu rrido pensar que lo que nosotros hacemos aquí afecta a otros pueblos. ¡Qué lista es tu abuela!
—Sí, muy lista tu abuela, Lucía, pero dinos de una vez cómo podemos ahorrar agua, llevamos media hora hablando y aún no nos lo has dicho.
—¡Es verdad! Aún no os lo he dicho. ¿Estáis intrigados? Lo mismo que me decís vosotros, le dije yo a mi abuela, ja, ja, ja.
—¡Va, Lucía!, dínoslo de una vez.
—Pues…, cogéis un cubo o una regadera grande, y cuando os vayáis a duchar, al abrir el gri fo, en vez de dejar correr el agua hasta que salga caliente, llenáis el cubo, la regadera o el recipiente que hayáis cogido, y con esa agua se puede regar las plantas, llenar el bebedero del perro, fregar el suelo, etc. Seguro que vuestras madres saben cómo utilizarla.
—¡Qué buena idea! —dijeron María y Jorge.
—Y otra buena idea con la que se ahorra mu cha agua es cuando te lavas los dientes. Hay que cerrar el grifo mientras nos los estamos cepillan do, y abrirlo solo cuando nos los vamos a enjua gar, o llenar un vaso de agua y aprovecharla para enjuagarte, en vez de dejar el grifo abierto como hace mucha gente —dijo Lucía.
—Mi madre sí que utiliza un vaso de agua para enjuagarse los dientes, pero lo de recoger el agua an tes de ducharse, no, así que se lo diré —dijo María.
—Como dice mi abuela, es cuestión de acos tumbrarse. No cuesta nada hacerlo, y es un be neficio para todos. No sabemos si algún día nos vendrá bien a nosotros esta forma de actuar. ¡Estoy hablando como mi abuela!, ¡qué risa! ja, ja, ja —dijo Lucía.
Y los tres se empezaron a reír.
Cuando Jorge y María llegaron a su casa, con taron lo que les habían dicho en el colegio sobre el reciclaje, y también lo que les había contado Lucía. A las dos familias les pareció muy intere sante, y decidieron que ellos también lo harían.
Ceu n tospara ALARGAR-LA
Durante el curso escolar, unos niños que son amigos por vivir en el mismo pueblo e ir al mismo colegio, aprenden lo que es el reciclaje para poder cuidar el planeta, que tanta falta hace. Los mayores les transmiten ideas para no malgastar el agua. Aprenden a responsabilizarse de sus mascotas y a valorar la amistad de sus compañeros de clase, por encima de lo material.
Valores implícitos:
El título de este libro nos da un valioso mensaje, y a través de él los niños y niñas aprenderán a responsabilizarse de las decisiones que toman. Además, se fomenta el cuidado de los animales y del medio ambiente, tan importante para su futuro; también la educación y el respeto a los demás, pidiendo disculpas cuando no se ha actuado bien y se ha hecho daño a un amigo. Por otro lado, nos enseña la importancia de escuchar a los familiares mayores y aprender de ellos.
. .