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Bill el Ladrón Janet &

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COLECCIÓN

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Allan Ahlberg

Traducción de Irene Oliva Luque

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Bill el Ladrón vive solo en una casa muy alta repleta de cosas robadas. Todas las noches cena pescado robado con patatas fritas robadas y una taza de té robado. Luego se echa al hombro un gran saco robado y se marcha al trabajo, a robar cosas.

Todas las mañanas, después de trabajar, Bill el Ladrón llega a casa y desayuna tostadas robadas con mermelada y una taza de café robado. Luego sube las escaleras y pasa el día durmiendo en una cómoda cama robada.

Una noche Bill el Ladrón está trabajando en una callejuela detrás de la comisaría de policía.

Al llegar a la primera casa, trepa por la ventana del cuarto de baño y alumbra por todas partes con su linterna.

—Qué cepillo de dientes tan bonito —dice Bill el Ladrón—. ¡Me lo quedo! —Y se lo guarda en el saco.

Al llegar a la segunda casa, trepa por la ventana de la cocina y alumbra por todas partes con su linterna.

—Qué lata de alubias tan bonita —dice Bill el Ladrón—. ¡Me la quedo! —Y se la guarda en el saco.

Al llegar a la tercera casa, trepa por la ventana del dormitorio y alumbra por todas partes con su linterna.

—Qué sombrero, qué abrigo, qué pantalones, qué calcetines y qué zapatos tan bonitos —dice Bill el Ladrón—. ¡Me los quedo! —Y se lo guarda todo en el saco.

Cuando llega a la decimosexta casa, se detiene.

Justo en la entrada hay una gran caja marrón con agujeritos.

—Qué gran caja marrón con agujeritos tan bonita

—dice Bill el Ladrón—. ¡Me la quedo!

A lo lejos, en el reloj del ayuntamiento dan las cinco.

—Se acabó el trabajo por hoy —dice Bill el Ladrón.

Se echa el saco al hombro, recoge la caja y vuelve a casa para desayunar.

Después de desayunar, Bill el Ladrón juega con su gato junto a la chimenea. De repente oye un ruido.

—¡Suena como un coche de policía! —dice Bill el Ladrón.

Pero el ruido proviene de la gran caja marrón y es cada vez más fuerte.

—¡Suena como DOS coches de policía! —dice Bill el Ladrón. Se acerca de puntillas hasta la caja y levanta la tapa. —¡Caramba! —exclama—. Nada de coches de policía, es un...

—… ¡bebé!

Bill el Ladrón pone el bebé encima de la mesa.

—Pero ¿qué hacías dentro de esa caja, bebé? —le pregunta.

Pero el bebé llora y llora sin parar.

—Tan solito —dice Bill el Ladrón. Acaricia la manita al bebé—. ¡Un huérfano!

Pero el bebé llora y llora sin parar.

Entonces, Bill el Ladrón le dice:

—Ya sé lo que quieres, ¡comida!

Bill el Ladrón le da una manzana al bebé. Pero el bebé sigue llorando.

Le da una tostada con mermelada. Pero el bebé sigue llorando.

Le da un plato de alubias y una taza de té. El bebé se come las alubias, tira el té al suelo y se echa a reír.

—Mejor así —dice Bill el Ladrón—. ¡A mí también me gustan las alubias!

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