Unmensa e de exhortac ón y de espera za
Los ojos de Dios contemplan toda la tierra. Él ha estado observando todo lo que ha pasado últimamente en el mundo, especialmente después de la pandemia que comenzó en el 2020 y que terminó hace ya más de un año. El Señor quiere hacer algunas denuncias sobre la iglesia en los Estados Unidos, incluyendo la latina, mencionando cuatro contextos, como lo son el histórico, el político, el social y el religioso, en los últimos dos años.
Dios ha querido usarnos para dar a conocer este mensaje. No es nuestro deseo como un hombre y una mujer de Dios juzgar a la iglesia, pero sí deseamos transmitir este mensaje, que viene de parte Dios como una denuncia, pues él ha visto las diferentes situaciones en las que la iglesia ha estado involucrada durante este tiempo y hay cosas que el Señor desea que sean corregidas, pues también en los tiempos pasados, los profetas denunciaban las malas actitudes y el pecado del pueblo de Dios. Sin embargo, también traían un mensaje de restauración y consuelo si el pueblo obedecía el mensaje y corregía su proceder.
De la misma manera, nosotros también traemos este mensaje que nos ha sido entregado por el Señor, como dijimos antes, no para condenar, pero sí para enderezar lo que está torcido, dando además un mensaje de restauración. Queremos, por lo tanto, tratar estos cuatro puntos, pues Dios desea hacer una denuncia sobre cada uno de ellos.
Aunque empezó hace poco más de cuatro años, a raíz de la pandemia del COVID-19 muchas personas en la iglesia se enfriaron, y algunas se fueron de la iglesia. Al principio las personas se conectaban a los servicios a través de Internet, lo cual fue una gran bendición, ya que necesitaban seguir recibiendo la palabra de Dios aunque no pudieran ir físicamente a los templos, pero después algunos dejaron de asistir a las iglesias cuando estas volvieron a abrir.
Muchos siguieron conectándose por Internet, argumentando que les era más cómodo reunirse de esta manera, y que en sus casas o en cualquier otro lugar en el que estuvieran recibirían la palabra de Dios, justificando además, que Dios se movía en cualquier lugar, tanto en la iglesia como en la casa o desde donde estuvieran conectados. En consecuencia, muchos volvieron atrás, pues al final ya no se conectaban a los servicios y se alejaron de Dios.
Por otra parte, varios líderes y pastores les dieron la espalda a sus pastores principales. Salieron de sus iglesias, pensando en establecer sus propias obras, pero no porque Dios los hubiera llamado a hacerlo, sino que lo hicieron, en algunos casos por rebeldía y guiados por su propio corazón,
pero no por el Señor. Lo peor fue que muchos de estos líderes y pastores se llevaron consigo ovejas de sus iglesias, pero no para alimentarlas con pastos verdes, sino para que murieran en el desierto, pues estas obras no han prosperado, y no lo harán, pues nunca fue el deseo de Dios que salieran de sus congregaciones para establecer otras iglesias, causando así división, que traería muerte espiritual para ellos y quienes los siguieron.
Desafortunadamente, un gran porcentaje de iglesias cerró definitivamente y muchos creyentes no volvieron a congregarse en ninguna iglesia, andando ahora errantes y sin ser pastoreados. No se mantuvieron fieles ni perseveraron en la gracia de Dios.
Al haberse alejado de él, sus vidas han tomado un rumbo diferente. Muchos han atravesado por situaciones bastante difíciles en diferentes áreas de sus vidas, todo por causa de haber dejado el camino de Dios, para transitar por sus propias sendas. Se dejaron seducir por el mundo y las pasiones que antes los gobernaban.
Es triste ver cómo en algunas escuelas de los Estados Unidos han prohibido la oración, aunque por supuesto esto viene de muchos años atrás, pero esta situación se ha fortalecido más últimamente, argumentando que las escuelas públicas no pueden respaldar actividades religiosas como la oración.
De igual manera se ha prohibido la lectura de la Biblia en muchas escuelas y colegios, por considerarla como un libro “ofensivo”, pues contiene relatos agresivos y narraciones de eventos sexuales que, según dicen los promotores de estas leyes, dañan de algún modo a los niños o jóvenes. En esto la iglesia no ha hecho mayor cosa por tratar de revocar esta decisión, y ha tenido una actitud pasiva al respecto.
Otro aspecto que Dios considera grave, es el hecho de la participación de algunos pastores o líderes en la política sin ser llamados, haciendo proselitismo político o buscando sus propios intereses. Muchos dejan el altar o hacen a un lado el llamado de Dios, para empezar a participar en la vida política,
renunciando al plan de Dios para ellos, y descuidando el rebaño que les ha sido confiado. Es cierto que muchos cristianos pueden participar en la política y tienen toda la libertad para hacerlo, pero aquellos que han sido escogidos por Dios para guiar y pastorear a sus rebaños en diferentes congregaciones, no deben sucumbir ante la tentación de poder, o transitar por caminos distintos a los que Dios ha trazado para ellos, pues no están en juego solamente las vidas de los pastores o ministros, sino de aquellos que los siguen, pues estos líderes descuidan a quienes Dios ha puesto bajo su cuidado por empezar a atender asuntos relacionados con la política.
Dios no aprueba estas acciones y quienes las hacen, se exponen a perder su corona, pues el Señor mandó en su palabra a los pastores y líderes a cuidar de las ovejas de Dios, las cuales han sido puestas bajo su cargo (1 Ped. 5:2). Además, los pastores están para apacentar a sus rebaños, alimentarlos y hacerse cargo de estos, pues fue lo que Dios les mandó a hacer, y no apacentarse a sí mismos o hacer algo diferente de su llamado (Ez. 31: 1-6).
Este es otro aspecto en el que Dios está reclamando a la iglesia. La sociedad está perturbada e invadida por la Internet y las redes sociales y además, los cristianos también han sido permeados por esto. Pareciera a veces más importante llevar a la iglesia el teléfono que la Biblia. El uso del teléfono en la iglesia se ha vuelto algo inevitable. Por supuesto que necesitamos comunicarnos y hacer uso de las herramientas tecnológicas, ya que son de bendición para muchas de las cosas que hacemos cada día, incluyendo las labores en la iglesia, pero no está bien que se le dé un uso indiscriminado en las reuniones.
El culto que se le da a Dios es sagrado y es algo que se debe respetar. No es posible estar pendiente del teléfono cuando se está adorando a Dios o recibiendo su palabra. Es una falta de respeto hacia el Señor. Si uno estuviera hablando con una persona importante, no estaría revisando su teléfono a cada rato frente a ella, y mucho menos contestando mensajes,
pues esta persona se sentiría ignorada o que no se le está prestando la suficiente atención.
Sumado a esto, por mucho que la tecnología haya avanzado, Dios quiere que se mantengan los principios que él ha establecido para tener una relación con él y una verdadera comunión con su palabra, y esto incluye por supuesto la lectura de la Biblia, de manera física, y no en el teléfono. Esto es una muestra de reverencia ante Dios. Muchos creyentes hoy en día no llevan la Biblia a la congregación, pues les “pesa” llevarla, habiendo incluso varios que ya no la leen, y si lo hacen, es solamente un par de capítulos o unos pocos versículos con desgano y falta de pasión, olvidando que la Palabra de Dios es el alimento de nuestra alma y espíritu, pues Jesús mismo dijo que no solo de pan viviría el hombre, sino de toda palabra que saliera de la boca de Dios (Mt. 4:4).
Dios también está haciendo una denuncia en el contexto religioso de la iglesia los Estados Unidos, que incluye por supuesto a la iglesia latina, pues hoy en día en muchas congregaciones no se habla del arrepentimiento y la consagración; hay mucha tibieza espiritual. Incluso hay religiosidad y permisividad, falta de compromiso y madurez, así como falta de santidad.
Dios no quiere que haya religiosidad ni legalismo, pero sí que exista una verdadera relación y comunión con él, dejando de juzgarse los unos a los otros, de criticarse entre los hermanos, y que el liderazgo no ponga cargas en las ovejas que ni los propios líderes ni pastores pueden ni quieren llevar.
Los ministros del evangelio deben ser firmes y radicales por Jesús, pero sin caer en legalismos ni imponiendo mandamientos de hombres. Solo seguir lo que Jesús ordenó, dando el mandamiento de amarse los unos a los otros, como él nos ha amado (Jn. 13:34).
El Señor también está denunciando los falsos llamados en algunas iglesias, pues hay aquellas en las que se pone a líderes que no tienen un llamado pleno de Dios, y solo son posicionados por conveniencia o porque contribuyen a la congregación económicamente, pero no tienen un llamamiento del Señor para realizar la labor en la que algunos pastores los están poniendo, o porque estos tienen temor de que algunos líderes se vayan de la iglesia si no les permiten ejercer algún cargo, y con esto se dejen de recibir las contribuciones económicas que estas personas hacen.
Dios es quien llama a las personas, las aparta y consagra para misiones especiales, como lo fue el caso de Bernabé y Pablo, quienes fueron llamados directamente por el Espíritu Santo, sin que se presentara intervención humana alguna, salvo que habiendo ayunado y orado los demás discípulos, les impusieron las manos y los bendijeron (Hch. 13:2-3).
Pero hay esperanza para la iglesia de hoy, y para el pueblo amado y escogido por Dios, pues el Señor Jesús pagó un gran precio por su iglesia, y su deseo no es solamente que ninguna persona se pierda sino que proceda al arrepentimiento y tenga vida eterna, pero que además, quienes han sido por él salvados y redimidos, no vuelvan atrás, ni se aparten de sus caminos, sino que perseveren hasta el final, para que puedan estar con Dios eternamente.
Sabemos que Dios no envió a nuestro Señor Jesús al mundo para condenarlo, sino para que el mundo fuese salvo por él (Jn. 3:17), así que tampoco es su deseo que, después de haber sido limpiados de nuestros pecados con su preciosa sangre, nos volvamos atrás del santo mandamiento.
Es verdad que vivimos en un mundo donde abunda la maldad, el pecado y la corrupción, y la iglesia no está exenta de ser permeada por el mal, pero también la iglesia debe recordar que donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Rom. 5:20-21). El pueblo de Dios está viviendo en los últimos tiempos, y es por eso por lo que debe tener una consagración como nunca antes.
Cada miembro que hace parte del cuerpo necesita volverse a Dios más que nunca; incrementar su vida de oración, su lectura y estudio de la palabra. Es tiempo de dejar a un lado la tibieza, de apartar de sí las excusas para servirle a Dios, de decir que no se puede vivir una vida en santidad, pues muchos hombres en la antigüedad pudieron lograrlo, y eso que sobre ellos no estaba la plenitud del Espíritu Santo como la tiene la iglesia ahora.
Por eso Dios envió su Espíritu Santo, para que los creyentes puedan llevar una vida cristiana en victoria; no a medias, sino llena del poder de Dios, para testificar de Cristo y cumplir con la gran comisión que les fue encomendada: predicar el evangelio y hacer discípulos a todas las naciones, caminando cada día en el temor del Señor, y sometiéndose a su autoridad, para finalmente recibir la corona de la vida que está reservada para quienes hayan sido fieles hasta el final (Ap. 2:10). Iglesia, que Dios te bendiga hoy y siempre, como lo ha hecho hasta ahora.
