El juego de la dolarización. Raúl Dellatorre Página 12. 23-7-17

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23 de julio de 2017

El juego de la dolarización Por Raúl Dellatorre La conducta especulativa de los capitales más concentrados modifica la reacción de la economía a las políticas públicas. No es suficiente ofrecerle buenos negocios al capital nacional y extranjero, incluso reducirle generosamente retenciones o regulaciones, y hasta flexibilizarse las condiciones de ingreso al país de las divisas que obtienen por exportaciones. Nada de esto garantiza que los fuertes excedentes económicos que esos capitales obtienen, se vuelquen necesariamente en reinversiones en el país. En la economía capitalista actual, globalizada y financiarizada, esa dejó de ser la regla: si los negocios financieros ofrecen espectaculares ganancias en el corto plazo, hacia allí se dirigirán los excedentes, incluso los obtenidos en actividades productivas. Es lo que viene sucediendo, en forma creciente, en la economía argentina del último año y medio, con una visible aceleración en las últimas semanas: las ganancias o excedentes (sea en cabeza de residentes o de extranjeros) buscan fugarse apenas realizados, o simplemente pasarse a dólares para ver reflejado el resultado en moneda dura. La dolarización de transformó lo que severo: ahora son “volatilidad” en un

carteras financieras disparó el valor de la divisa norteamericana en la última semana, pero a principios de junio se percibía como una amenaza de “volatilidad”, en un problema más grandes volúmenes de capitales los que migran, lo que puede llegar a transformar aquella problema de solvencia externa.

El diagnóstico del gobierno de Cambiemos acerca de la crisis de divisas con la que cerró su ciclo el kirchnerismo indicaba que el principal problema era su incapacidad de financiamiento externo. La nueva gestión se apuró a cerrar el conflicto con los fondos buitre y de inmediato se lanzó a tomar crédito en el exterior aprovechándose de un grifo que se le abría generosamente. Creyó resuelta, por esa vía, toda dificultad en el frente externo. Tanto fue así que el Banco Central pretendió desentenderse del problema del valor del dólar. Hasta esta semana. Las últimas dos semanas dejaron importantes señales en el mercado cambiario como para perder esa supuesta calma. Se esperaba con cierta ansiedad la licitación de Lebacs del martes 18, porque vencían 530 mil millones de pesos (el equivalente al 63 por ciento de la base monetaria) y se suponía que sin una fuerte suba de tasas el BCRA no las iba a poder renovar. Pero el mercado se anticipó a la expectativa: ese mismo día, antes de la licitación, el dólar de pizarra aumentó 30 centavos, anticipándose a lo que probablemente iba a ser una liberación de pesos el día posterior (Lebacs no renovadas) que metería nueva presión compradora sobre la divisa estadounidense. La especulación jugó las cartas antes que los hechos definieran el cuadro de situación. Con un dólar mayorista a 17,25 pesos, los agroexportadores salieron el martes a vender. En los próximos días se sabrá en qué volumen, pero seguramente las liquidaciones de la última semana superaron los 664 millones de dólares se la semana finalizada el 14. Y sin embargo, esa mayor oferta de dólares de exportación no alcanzó: ni para cubrir la demanda mayorista para dolarización de carteras, ni tuvo traslado al mercado minorista que, con un menor volumen de operaciones, suele responder al estímulo de la franja mayorista. Aquí aparece una primera novedad. Hasta no hace mucho, en meses de liquidación de exportaciones, la oferta de dólares de la agroexportación dominaba, por volumen y sin discusión, el mercado cambiario. Esta


semana, con una oferta elevada, no llegó a cubrir la demanda. Las compras especulativas de divisas, también de origen corporativo, excedieron la oferta. La inestabilidad cambiaria dejó de ser un problema simplemente de volatilidad de precios; ahora es un problema de volumen, que ni la oferta de exportadores ni el ingreso de dólares por endeudamiento alcanzaron a contener. El Banco Central pretendía desentenderse del problema: le llegó la hora de hacerse cargo. Y no tiene opción, porque la dolarización de carteras financieras ya le afecta la renovación de Lebacs y, en consecuencia, le quita grados de libertad al manejo de la tasa de interés. Por si fuera poco, limita también su capacidad de poder evitar un rebote inflacionario por efecto de la devaluación. Que el gobierno va perdiendo capacidad de control sobre la conducta de las corporaciones financieras también lo puso de manifiesto la curiosa forma en que el Ministerio de Hacienda desistió, el martes, de gravar las rentas financieras de los no residentes, que la AFIP había reglamentado el lunes. Habían sido nada menos que Marcos Peña, jefe de Gabinete, y su segundo Mario Quintana (los dos funcionarios más cercanos a Macri), quienes habían anticipado la semana anterior que se “está trabajando en una reforma para gravar la renta financiera”. Alberto Abad, titular de la AFIP, ejecutó la idea publicando el lunes la reglamentación de la norma, que impactaba sobre compraventa de acciones y bonos. Banqueros, operadores financieros, agentes cambiarios y financistas varios reaccionaron en bloque, haciéndole ver al gobierno quien tiene el control de la pelota en este agitado mediocampo. Nicolás Dujovne cumplió el rol de anunciar que la medida quedaba suspendida antes de nacer ese mismo martes. En medio de este desorden, que siguió con nuevas trepadas del dólar hasta el cierre de la semana hasta un valor récord de 17,66 pesos, la autoridad monetaria puso en escena el cuestionamiento a la continuidad del único de los directores actuales del BCRA que llegó al cargo con acuerdo del Senado: Pedro Biscay. El joven abogado, especialista en investigación de delitos financieros, es un crítico de las políticas monetarias y cambiarias desregulatorias, y del sobreendeudamiento que hoy se ejecutan, y viene advirtiendo en sus artículos sobre los riesgos que implican. Una crítica que podría haber motivado un interesante debate entre profesionales, en vez de provocar la demanda de su remoción, que el Ejecutivo pretende ejecutar mediante un oficio enviado a una comisión bicameral del Congreso. Se va consolidando una situación de demanda corporativa de dólares por comportamiento especulativo que evoluciona a ritmo más acelerado que la oferta (deteriorada por los resultados negativos del comercio y necesidades crecientes de pago de intereses en dólares). El impacto se puede llegar a sentir no sólo en las cotizaciones, sino en el nivel de reservas internacionales. Y no parece que el problema fundamental se relacione con el calendario electoral, como algunos pretenden simplificar. Es la política del gobierno la que está sentando las bases de una crisis de insolvencia externa, sin advertir que el comportamiento de los “capitales amigos” juegan, por especulación, a acelerar la crisis. Está en su naturaleza.

Deterioro de las cuentas externas, más deuda y fuga de capitales Puerta de salida El déficit de la cuenta cambiaria de la mayoría de las actividades está creciendo a ritmo acelerado y el ingreso de dólares de exportaciones del sector primario no aumenta. El desenlace es conocido. Por Alfredo Zaiat


Los diez principales sectores industriales y de servicios acumulan un saldo negativo en la cuenta de dólares de 18.843 millones, que sumando otras actividades se eleva a 24.516 millones en el período de enero a junio de este año. El déficit cambiario se está incrementando en forma veloz poniendo bajo tensión las cuentas del sector externo, talón de Aquiles de la economía argentina y disparador de crisis traumáticas. Los dólares que ingresan para compensar esa sangría provienen del sector primario exportador (soja y cereales, alimentos, minería y agricultura y ganadería). Pero esas divisas no son suficientes y el desequilibrio de esa cuenta se está agrandando considerablemente. En el primer semestre de este año fue de 6123 millones de dólares, cuando en el mismo lapso de 2016 había sido de 1744 millones. El déficit cambiario ha aumentado 251 por ciento de un año a otro, porcentaje que desmiente la liviana sentencia de no preocuparse por el dólar del presidente Mauricio Macri. El ajuste fiscal es reclamado por economistas macristas y funcionarios de la fragmentada área económica lo prometen con entusiasmo para después de las elecciones. La errática política monetaria del presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, se ha convertido en la principal herramienta de la gestión económica. Las variables fiscales y monetarias concentran el debate entre economistas oficialistas, algunos dando letra al secretario de Hacienda con cargo de ministro, Nicolás Dujovne, y otros apoyando al Torquemada del Central que persigue al único director (Pedro Biscay) que lo cuestiona. Pero las cuentas del sector externo están adquiriendo cada vez mayor preeminencia en el actual ciclo económico. Los desenlaces de las crisis en la economía argentina fueron provocados por la acumulación de tensiones en el sector externo, siendo los desequilibrios fiscales y monetarios consecuencias de esa situación. El endeudamiento externo vertiginoso actúa de potente anestesia y de factor de distracción acerca de un cuadro externo inquietante, del mismo modo que lo fue el programa de privatizaciones y deuda durante la década del ‘90. El ingreso de esos dólares disimula la acumulación de desequilibrios en el sector externo y la intensidad de la fuga. La apertura, la liberalización cambiaria y financiera y la desarticulación de la administración del comercio exterior y de la cuenta de capital han arrojado a la economía argentina a las puertas de una crisis a una velocidad impensada hace un par de años. Las cuentas cambiaria y externa registraba tensiones importantes que debía ser abordadas con una gestión económica coordinada e identificando los focos de riesgo. Nada de eso ha realizado el gobierno de la Segunda Alianza, que descansó en liberalizar y desregular el mercado cambiario como única estrategia para aflojar la restricción externa. No ha tenido éxito, como era previsible a partir de las enseñanzas que ofrecen experiencias similares desde la década del ‘70. Datos El déficit cambiario industrial, de servicios y del sector público aumentó 40 por ciento en dos años, en coincidencia con la política económica desplegada por el gobierno de Cambiemos (ver cuadro). Este resultado surge de los movimientos registrados en los anexos estadísticos del último informe “Evolución del Mercado Único y Libre de Cambios y Balance Cambiario” del Banco Central. Incluyen exportación e importación de bienes, saldo de servicios (fletes, seguros), ingresos y egresos de capital para inversiones productivas y financieras, giro de utilidades, fondos recibidos por préstamos, desembolsos para cancelar intereses y formación de activos externos. Las actividades que están incrementando a paso acelerado el saldo negativo de su cuenta cambiaria son Bancos y Automotriz. El primero acumuló un saldo negativo de 7721 millones de dólares en el primer semestre de este año, más que duplicando el contabilizado en el mismo período de 2016 y poco más del 300 por ciento respecto al de 2015, cuando estaba vigent e un régimen de control de cambios. El sector automotor registró un desequilibrio cambiario de 4373 millones de dólares, 145 por ciento superior al de los primeros seis meses de 2015. El análisis detallado del balance cambiario ofrece la respuesta a ese salto tan fuerte: la estrategia de las terminales de abastecerse de unidades de importación. Ambos sectores concentran el 64 por ciento del


déficit de las diez principales actividades y casi la mitad del total. Y se explica por la dolarización y fuga de capitales (bancos) y por la apertura importadora (autos). Otros sectores que incrementaron el déficit de su cuenta cambiaria son Comercio y Maquinaria, variación que tiene su origen en el aumento de las importaciones. El ingreso del exterior productos de consumo final por parte de grandes cadenas de comercialización (hipermercados y grandes tiendas) se reflejó en el alza de 22 por ciento en el desequilibrio externo (de 1457 millones de dólares de enero a junio de 2015 a 1778 en el mismo lapso de este año). La categoría “Otros sectores” incluye a Electricidad (generación, transporte y distribución), Gas (extracción, transporte y distribución), Agua, Transporte, Comunicación, Construcción, Informática, Gastronomía, Entretenimiento, Seguros, Sector Público, Turismo y Hotelería y Otro sector privado no financiero. El dato de este grupo en el primer semestre de este año no acompaña la tendencia dominante en cada una de las principales actividades ni su evolución del 2015 al 2016. En la primera mitad de este año, el saldo de esa cuenta fue de 5673 millones de dólares, cuando en el mismo período de 2016 había sido de 8564 y en el anterior de 7572 millones. La moderación del déficit está relacionada con el endeudamiento externo público y privado. El sector público tuvo un mejor resultado cambiario en el primer semestre acumulando 2947 millones de dólares, unos 1592 millones de dólares más respecto del mismo período de 2016. Esto significa que ingresaron más dólares de deuda que salidas por pagos (en los primeros meses del año pasado hubo un elevado desembolso para los fondos buitre). El sector electricidad también fue menos deficitario por la emisión de deuda privada. En el primer semestre acumuló un rojo de 390 millones dólares, unos 765 millones de dólares menos respecto del déficit del primer semestre de 2016. Restricción externa El reciente informe mensual del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz advierte que en la primera mitad del año las exportaciones agropecuarias fueron menores a lo esperado. De acuerdo al registro del Banco Central, incluyendo las ventas externas de alimentos y de minería, el saldo fue una caída del 6,2 por ciento respecto a igual período de 2016. Si los sectores más dinámicos para la generación de divisas exhiben un recorrido descendente, mientras que los más demandantes de dólares los incrementan sustancialmente, el resultado externo ingresa en un círculo de deterioro acelerado. El reporte bajo la dirección de Andrés Asiain señala que el comportamiento de esas cuentas en el segundo trimestre fue aún peor: el saldo comercial positivo de bienes fue el más bajo en 15 años. Para los economistas del CESO, el perfil exportador de la economía argentina, muy concentrado en la producción de productos primarios y en especial soja y sus derivados, tiene una marcada estacionalidad a lo largo del año. Esto se debe que el mayor volumen de dólares ingresa en los meses de la cosecha gruesa, cuando los productores liquidan para atender gastos de financiamiento y recuperar su inversión. Al pasar el primer semestre del año, que es el mejor período de ventas externas de productos primarios y, por lo tanto, de liquidación de divisas, la segunda mitad se presenta con un balance comercial donde predominan los sectores de mayor demanda neta de divisas. “De modo que el saldo de mercancías podría tornarse negativo, sumando una fuente adicional de salida de dólares a las ya existentes como son la demanda de dólares para Formación de Activos Externos del sector privado no financiero, los viajes de turismo, el pago de vencimientos de deuda y la remisión de utilidades al exterior”. Otro informe, en este caso de FIDE de Mercedes Marcó del Pont, describe que simultáneamente con la ampliación de las necesidades de dólares por parte de la economía, se produjo un cambio en la composición de la oferta de billetes verdes. Señala que 2017 es el primer año desde que hay datos (2003) en que la llegada de divisas por capital (deuda y especulación) superó a la de mercancías y servicios. Indica que “este


proceso responde a una lógica con dos velocidades: mientras que la entrada de divisas en conceptos reales se mantuvo constante en la primera mitad del año, el ingreso de dólares financieros prácticamente se duplicó en ese mismo período”. Este cambio en las fuentes de divisas no es neutro, ya que implica que la economía es ahora mucho más dependiente de la volatilidad de los mercados financieros internacionales. Otro aspecto que deja en evidencia la vulnerabilidad externa es el incremento del déficit cambiario de sectores industriales y de servicios en un período de recesión económica. En otros episodios de recesión, cuando la actividad descendía las importaciones también lo hacían. En este caso no hubo retroceso y, dada la estructura productiva de la economía argentina, una eventual recuperación aceleraría el ingreso de productos del exterior, agudizando el desequilibrio externo. Mientras la obsesión conservadora se concentra en el gasto público y en el déficit fiscal, en tanto el fundamentalismo monetarista sigue concentrado en subir la tasa de interés tras el esquivo objetivo de bajar la inflación, las cuentas externas se están deteriorando a pasos acelerados. Esta historia tiene un final conocido.

alfredozaiat@gmail.com


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