. Ifenerite^ domingo, 27 de julio de 1986
Y HOY El 25 de junio de 1919 arribó a Santa Cruz de Tenerife el «Orea» —de la naviera Pacific Steam Navigation Company— que, por entonces, era el mayor carguero en servicio. Vía Durban, procedía de puertos de Nueva Zelanda y Autralia y, cargado hasta las marcas, al mando del capitán Kite se dirigía a Liverpool. Días antes de su llegada, los consignatarios del «Orea» en Santa Cruz de Tenerife —la firma Hamilton y Compañía— anunciaba en el periódico «La Prensa», de don Leoncio Rodríguez, la escala de tan destacado vapor que, además, admitiría carga de fruta en cubierta para el puerto de destino. Efectivamente, en la fecha indicada, momentos después de que el «Águila» —de la naviera inglesa Yeoward Brothers— tomara atraque en el Muelle Sur, la campana de la atalaya situada en el castillo de San Cristóbal repicó y señaló el avísíaniiento de un barco arrumbado a puerto. Y, casi al mismo tiempo, un rojo gallardete se izó en el peñol de la verga que miraba al Sur y, tras la Punta de San Francisco, apareció luego un gran vapor, de extraña estampa marinera, que navegaba a la máxima y adornaba su proa —aguda y recta— con blanco bigote de espuma. Sobre el casco —largo, de finas líneas marineras y ligero arrufo— sólo se alzaba un puente rudimentario, palo solitario y muy ligero y, tras él, una chimenea en candela y de mucha guinda. En la borda, varios botes salvavidas en antiguos pescantes radiales y, en la toldilla, los emplazamientos en los que, hasta poco antes, había montado dos piezas de 76 milímetros para la lucha antisubmarina. En las amuras, aún llevaba el «Orea» los paravanes contra las minas submarinas y, bajo la ligera capa de pintura negra que cubría el casco, con claridad se adivinaban los colores del camuflaje que antes, con tonos diferentes y en dibujos irregulares sobre el gris bélico, había disimulado y hecho irreconocible su estampa marinera. Con esta un tanto extraña silueta, el «Orea» continuó su sereno navegar hasta que, ya a la altura del barranco de Santos, paró y siguió con la arrancada hasta que, con práctico a su bordo —y en el «avante poca» de las entradas— puso proa al fondeadero asignado. Ya el vapor muy cerca de tierra, desde el Muelle
Hasta poco antes de venir a Santa Cruz de Tenerife, el «Orea» llevaba casco y superestructuras con adecuado camuflaje
Cuando arribó el «Orea», el mayor carguero en servicio Sur bien se pudo observar que, tumbados sobre cubierta, había una serie de posteleros que, izados rápidamente, quedaron en posición de trabajo y bien trincados a son de mar. Se izaron las plumas y, al tiempo que llegaban gabarras y aljibes, el «Orca»> comenzó a embarcar, desde el «tren de lanchas», un cargamento de huacales de plátanos con destino a Liverpool. Con tal disposición de superestructuras bajas, posteleros cortos y rebatibles, el «Orea» ~™ y con él otros muchos de los cargüeros construidos en Gran Bretaña durante la guerra— había tratado de pasar desapercibido y no alzar sobre el horizonte los palos que podían servir de referencia a los submarinos alemanes; así, con palos y posteleros rebatibles, se evitaba que los «U-boats» de la Marina de Guerra alemana pudiesen estimar rumbo y velocidad, datos esenciales para un buen lanzamiento de sus torpedos. Horas más tarde, el «Orea» finalizó el relleno de carboneras y el refresco de la aguada y, al propio tiempo, se cubría con lonas embreadas la cubertada de huacales estibada en los pozos de proa y popa, Al activar los fuegos para levantar presión, la chi-
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menea empezó a vomitar negro y espeso penacho de humo; luego comenzó a virar el ancla y* ya con ella a pique, el «Orea» dio «avante toda» y, con rapidez, aumentó el bigote de espuma que adornaba la proa. Tras Punta Anaga se perdió la silueta del «Orea», barco de corta carrera en la mar y que, nunca más, volvió a las aguas remansadas a la sombra de las montañas de Anaga. Cuando aquel 25 de junio de 1919 el «Orea» recaló por Santa Cruz de Tenerife, sus 15.120 toneladas de registro bruto le convertían en el mayor carguero del mundo. Diseñado como trasatlántico para la línea sudamericana de la Pacific Steam Navigation Company, las necesidades de la guerra impidieron que se terminase como tal y, tras varios meses de inactividad, en el casco —pintado de minio— las obras continuaron, si bien limitadas a dejar su estampa marinera reducida a la mínima, con supresión de todas las superestructuras, a excepción del puente. Quedó terminado como simple carguero y, en calidad de tal —«the largest purely cargo vessel en the world»— recaló por Santa Cruz de Tenerife. Botado en 1918, el «Orea» fue
el primer barco de la Pacific con popa de crucero y, debidamente camuflado, su buena marcha le permitió navegar en solitario, sin necesidad de integrarse en los lentos convoyes —en su mayoría formados por «tramps» que daban 8 0 9 nudos de máxima en buenas condiciones de mar— que cruzaban el Atlántico Norte. Posteriormente, el «Orea» pasó a navegar en la línea de Australia y Nueva Zelanda y, cuando por Santa Cruz recaló, venía de Auckland, Sydney y Melbourne con un cargamento completo. Aquí, en aguas a la sombra de Anaga, causó lógica impresión, pues eran los tiempos en que Santa Cruz miraba de cara a la mar, base de su pasado, presente y futuro y, por tanto, se comentó ampliamente su escala, su sencilla estampa marinera, el número de sus tripulantes —105, de capitán a paje—, amplísima capacidad de carga y otras características'. El «Orea» tenía 168 metros de eslora, 20,40 de manga y, a carga máxima, calaba 10,97. El equipo propulsor estaba compuesto por dos grupos de máquinas alternativas de triple expansión que, sobre sendos ejes y exhaustando a una turbina de baja presión —que accionaba la hélice
central— le daban media de 15 nudos a régimen normal. Los posteleros que se le instalaron para la maniobra de las plumas estaban preparados para, en la mar, quedar tumbados sobre cubierta y, sólo a la llegada a puerto, eran colocados en posición normal para realizar las faenas de descarga y carga. Tras aquella escala en Santa Cruz, el «Orea» continuó como carguero —en la línea del Atlántico Norte— hasta que, el 18 de diciembre de 1921, arribó a Belfast, donde los astilleros que tuvieron a su cargo la construcción, los de la Harland and Wolff, se hicieron cargo de su conversión a lo que se había proyectado años antes para la Pacific Steam Navigation Company. El 18 de diciembre de 1922, dicha naviera lo recibió tras las pruebas de mar, máquinas y consumo y, días más tarde, se hizo a la mar en viaje directo a Southampton. Fletado por la Royal Mail Steam Packet Co. —la Mala Real de los tiempos del carbón en Santa Cruz— zarpó rumbo a Nueva York. Desde 1910, la Royal Mail se había hecho con el control financiero de la Pacific, si bien cada naviera conservó su identidad y servicios. No se realizó el pro-
yecto de que el «Orea» navegase en la línea de América del Sur y, en la de Nueva York, bien se mantuvo —con los «Orduña», «Órbita», «Oropesa» y «Ohio»— hasta que en 1923, la Royal Mail lo adquirió en firme junto con sus compañeros de flota y contraseña. Pbr entonces comenzó a declinar la euforia del tráfico de pasajeros en el Atlántico Norte pues, poco a poco, las dos grandes navieras alemanas — Norddeustcher Lloyd y Hamburg-Amerika Linie— habían reanudado sus líneas y, por tanto, la Royal Mail se desprendió de los «Orduña» y «Órbita» —que volvieron a la Pacific— y, al incorporarse al grupo Kylsant, los «Orea» y «Ohio» fueron transferidos a la White Star Line. El «Orea» fue rebautizado «Calgaric», mientras que el «Ohio» tomaba el nuevo nombre de «Albertic». Modernizado, el primero se hizo de nuevo a la mar en mayo de 1927 y, por aquellas fechas, disponía de acomodación para 290 pasajeros en clase turista, 550 en segunda y 330 en tercera. En la línea a puertos canadienses, el antiguo «Orea» logró merecida fama por su regularidad y buena acomodación. La crisis económica mundial afectó a las navieras que se vieron obligadas a reducir servicios, amarrar barcos —tanto de pasaje como carga— y vender a los desguazadores todas las unidades de escaso rendimiento comercial. En 1931, el «Calgaric» —antiguo «Orea»— hizo varios viajes con la cámara casi vacía y, ante la crítica situación, en septiembre de dicho año fue retirado de la línea y amarrado en Milfordhaven. Allí permaneció inactivo hasta que, en 1933, de nuevo fueron necesarios sus servicios durante unos meses. Luego, de nuevo al fondeadero, donde permaneció —con sólo diecisiete años de mar sobre sus cuadernas— hasta que, ya en venta, en 1934 lo adquirió para desguazar la firma Metal Industries. Remolcado a Rosyth, allí, entre las luminarias de los sopletes terminó su vida marinera el barco que, en junio de 1919, recaló por Santa Cruz de Tenerife luciendo, con orgullo legítimo, el título de mayor carguero en el mundo.
Juan A. Padrón Albornoz
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