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DÍA DE FIESTA / II
EL DÍA, Tenerife, domingo, 29 de mayo da 1983
El Hotel Battenberg que, hasta hace relativamente pocos años, se alzó en la Rambla, esquina a la calle de Jesús y María.
E
N la imagen, el Hotel Británico —que luego se denominó Battenberg— un verdadero hito en el desarrollo turístico de Santa Cruz de Tenerife, de la Isla toda. En esa nuestra Rambla -el antiguo Camino de los Coches— habitaciones y una capacidad la estampa del hotel que, hasta de 56 plazas. hace relativamente pocos años, El Hotel de la Marina, abierallí alzó su estructura blanquito el primero de junio de 1862, rroja, la gracia de un antaño se consideraba como el más bareciente. rato y el mejor; tenía treinta En su «Historia de Santa . habitaciones, con cuartos de Cruz», don Alejandro Cipranesbaño, comedor, salón con vista cu escribió respecto al desarrosobre el muelle y la campiña llo hotelero de la ciudad que, del Norte, cuadra y cochera. A nacida al filo de la ola, por la partir de cierto momento se llamar recibía -recibe y recibirá— mó Hotel Internacional; más cuanto fue, es y será. tarde se trasladó a la Plaza de la Constitución, en los bajos del Y decía el señor Cioranescu: Casino, donde se inauguró el 20 «Al movimiento de viajeros le de febrero de 1889. debe Santa Cruz su infraestrucEn 1866 la pensión completa tura de los servicios de acogicostaba 12,50 pesetas en la da. Hasta los primeros años del fonda inglesa, 5 en la francesa siglo pasado, el lugar había siy 4 en la española, pero en todo el único de Canarias que tudas ellas se recomendaba rega viese una fonda con posada para los transeúntes. A mediados tear. Por este precio se servía dos comidas diarias, a las 10 y del siglo había tres hoteles dife a las 18: el menú se componía rentes, la fonda francesa, la in de huevos, pescado, carne, fruglesa y la española. La francesa ta, vino y café, con abundantes era la más antigua. El Hotel In cantidades de aceite en los pía glés se inauguró en 1841 en la tos guisados». calle de los Balcones, que des pues fue el número 11 de la ca Los hoteles isleños —Agüere lie de San Francisco. Después en La Laguna, Gran Hotel y de 1 880 fue ensanchado y com Martiánez en el Puerto de la pletado por su nuevo propieta Cruz, Camacho en Tacoronte, rio, Camacho, portugués de Hespérides en La Orotava y los Madera, casado con una irían de Güímar e Icod— estaban di desa, con un piso segundo que rígidos por extranjeros y, desde daba a las calles del Sí y de San luego, montados con vistas al José, y con un jardín contiguo turismo que, incipiente enton alquilado. En 1903 tenía luz y ees, llegaba en los barcos de las timbre eléctrico en todas las navieras Yeoward, Forwood y
Santa Cruz de ayer y de hoy
las, etc.— los que bien recuerdan aquel su pisar en la madre tierra del centenario Camino. De aquel su caminar sobre hojas verdes mientras en la montaña cercana —telón de fondo de Santa Cruz de Tenerife— las acequias ponían su leve rumor es conocido por el nombre de de rezo. Paseo de los Coches». Entonces, como ahora, el Fue entre 1661 y año si- viento, la brisa de la mar daba guiente cuando el entonces co- un oleaje verdeazul y sombras mandante general, don Jeróni- negras y, sobre las copas danmo Benavente, ordenó la aper- zantes, claros, casi metálicos tura de dicha vía que, al pare- cantos de pájaros lejanos. Salcer, no fue bien recibida en taban al sol claro del mediodía ciertos sectores de la capital. Y mientras sus cantos subían es que, según se argumentaba —suben— hacia el benigno azul entonces, frustraba una de las del cielo. Pero, años más tarde, principales defensas de Santa allí llegó el canto metálico de Cruz de Tenerife, «cual es la as- las máquinas y, poco a poco, el perenza y agrura de sus cosviejo Camino de los Coches totas». mó nuevo aspecto. Aquel ayer revive hoy en esHoy, laureles con color y ta página. Sobre el verde sano, temblor de campanas. Hoy, esradiante y apretado, un gris coltado por la cofradía del verazulado que destaca sobre el dor perenne, el centenario y blanquirojo del Hotel B<ntánicu. siempre nuevo paseo nos reFue en 1854 cuando ei enton- cuerda las verdes arboledas ces capitán general de Cana que, en versos de Machado, nos rias, don Jaime Ortega, hizo re- vieron jugar y, con nieve en los parar el pavimento del Camino cabellos, ahora nos ven medide los Coches y, al mismo tiem- tar. po, plantar árboles que, en tres El viejo Camino de los Cofilas, formaron la naciente aches parece hoy un río entre venida. dos orillas de laureles de InPor cesión gratuita de terre- dias. Arboles y sombras de árnos, el Camino de los Coches boles. Recuerdos y sombras de alargó su brazo arbolado y, con recuerdos. Hoy es noticia el dolentitud primero y rapidez más cumento gráfico que ilustra estarde, se fue acercando al cen- tas líneas pues entre los viejos tro hasta que, hacia 1880, ya árboles y en el viejo edificio se le consideraba como «ramal anidaron los gorriones que, opde la carretera de esta ciudad a timistas, siempre cantan y canBuenavista por La Laguna». tarán entre brotes nuevos de Son muchos —don Antonio esperanza, de vida.— Juan AnMarti, dom Miguel Borges Sa- tonio Padrón Albornoz.
De los viejos hoteles y la Rambla Thoresen, inglesas las dos primeras y noruega la tercera. Ya Santa Cruz de Tenerife tenía bueña historia en lo que al turismo respecta pues, cuando allá por 1898 zarpó de Londres el primer Lusitania en crucero de turismo de altura, nuestro puerto —con los de las Antillas— fue elegido como escala del trasatlántico de la Pacific Steam Navigation Gompany. El 24 de diciembre de 1902 fue inaugurado el Hotel Británico que, propiedad de una empresa belgo-española, se alzó —como bien muestra la imagen— en la esquina de la Rambla con la calle de Jesús y María. El proyecto fue del arquitecto Mariano Estanga —el mismo que construyó el Quisisana— y, años más tarde, el Británico pasó a denominarse Hotel Battenberg, como homenaje a la reina doña Victoria Eugenia, esposa del rey Alfonso XIII. En la imagen, el viejo hotel se nos ofrece en visión de los primeros años 30. Ahí está la calle de Jesús y María en obras y, desde luego, la Rambla nuestra entrañable Rambla— que, con el tiempo, ha dado lugar a ese triángulo de jardines que rodea a Santa Cruz. El Hotel Británico —o Battenber, si se prefiere— fue luego clínica de
los doctores Costa y Gabarda y, hace unos años, fue derribado para allí alzar nueva edificación. De aquellos sus años —de esos que reviven en la imagenqueda la verja metálica que, como antaño, rodea al perímetro y se cobija bajo grata sombra. Con el antiguo hotel, una imagen de la Rambla, del viejo Camino de los Coches. El él encontramos siempre —antes y ahora— la ramazón seca y verdosa que se proyecta en clara perspectiva hacia un paisaje en que se presiente que arde y pica el sol de la primavera isleña. El documento gráfico tiene el sabor mordiente, fresco del verdor perenne, de una hermosura insuperable, de la ilusión. Entonces, como ahora, la sombra se amontonaba bajo los árboles de la Rambla —o del Camino de los Coches, si se prefiere— mientras que, bien arriba, en las alargadas copas el sol pone armería de puñales de oro, armería bien traída y llevada por la brisa de todo el mar santacrucero. Poggi Barsoto, en su célebre guía de Santa Cruz de Tenerife definía el centenario paseo de la ciudad nacida en Añaza: «Tiene esta ciudad un paseo o camino de ronda que la circunda por la parte del Oeste, que
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